El pasado 19 de febrero se liberó la última parte de la nueva temporada de True Detective (HBO, 2014-2024), serie que revolucionó la manera de contar historias de detectives con su primera tanda de capítulos, para fracasar estrepitosamente en la segunda. Su tercera temporada fue acogida como una discreta mejora, a toda luz insuficiente para los responsables de HBO, quienes han decidido dar un golpe de timón y cambiar completamente de equipo creativo. Y parece que ha funcionado: los datos de audiencia de los primeros episodios sitúan la cuarta temporada como la más vista de la franquicia.
—Este texto no revela el final de la serie, ya que es muy reciente y no queremos estropear el misterio a nadie, pero vamos a mencionar muchos detalles que es mejor conocer a través del visionado del contenido. En todo caso, concentramos los potenciales spoilers al final—.
Cuando una serie afirma desde su título que contiene al verdadero detective, no queda otro remedio que medirla con referencias que estén a la altura. Y qué mejor que recurrir al gran Raymond Chandler, autor que sin duda sancionaría la decisión de centrar las historias en profesionales de la algo manida actividad de resolver misterios. Para el maestro del hard boiled, los diletantes nunca fueron una opción. Chandler también nos señala que una buena novela policíaca debe estar pegada a la realidad. Y lo cierto es que detrás de sus coqueteos con lo sobrenatural, su recargada ambientación y la compleja personalidad de sus héroes, True Detective se caracteriza —mal que nos pese a muchos— por ser muy terrenal.
Nic Pizzolatto, creador original, ha tenido dos oportunidades para repetir el éxito arrollador de las peripecias de Matthew McConaughey y Woody Harrelson en la pantanosa Luisiana, antes de que se le pasaran los trastos a una nueva showrunner. Todo apunta a que esto es algo más que un mero traspaso; es una reformulación que pretende asociar cada temporada a un autor completo. Autora en nuestro caso, ya que Issa López aparece acreditada como guionista, directora, productora ejecutiva y creadora. Quizá para subrayar este cambio, la cuarta temporada de True Detective es la primera en recibir un subtítulo: Noche Polar —Night Country en el original—.
Entregada en seis partes, a estas alturas sabemos que está haciendo buenos números pero también que está recibiendo críticas variopintas. ¿Ha renovado la franquicia la autora mexicana o ha traicionado su espíritu, como muchos apuntan? ¿Qué ha conservado para mantener reconocible la marca True Detective? Y sobre todo, ¿ha salvado la nueva fórmula una serie que parecía condenada?
Las buenas, antiguas tradiciones
La franquicia se especializa en los rincones oscuros de Norteamérica: tras el cenagoso sur, se hundió más allá de la redención en lo más recóndito de California, para resurgir parcialmente en las montañas Ozark, tradicional reducto de rednecks. Noche polar —llamémosla así para distinguirla de toda la serie— nos traslada a la zona más septentrional de Alaska, al borde del helado mar de Bering y justo durante el momento en que se produce ese periodo en el que se interrumpe el ciclo habitual de luz y oscuridad. En esta noche perpetua, aporte fundamental a la atmósfera del relato, viviremos durante la duración de la temporada.
El misterio principal al que nos enfrentamos gira en torno a la muerte en macabras circunstancias —congelados, desnudos, con marcas ritualistas— de todos los miembros de la remota estación científica de Tsalal, en las cercanías de la ciudad de Ennis. Este suceso parece relacionado con el brutal asesinato, años atrás, de Annie Kowtok (Nivi Pedersen), activista indígena, cuya lengua cortada es encontrada en el lugar. Este planteamiento nos remite de inmediato a La Cosa (John Carpenter, 1982) y envía un escalofrío de expectativas a la espina dorsal de todo aficionado al horror.
La complejidad del caso obligará a Liz Danvers, jefa de la policía local (Jodie Foster) a superar antiguas susceptibilidades y colaborar con Evangeline Navarro (Kali Reis), agente de la policía estatal de Alaska. Navarro es una inuit desarraigada de regreso a su comunidad de origen, obsesionada por no haber resuelto el caso de Annie K. Sus experiencias en una indefinida guerra de Oriente Medio y los problemas mentales de su madre y hermana la traumatizan. Danvers, por su parte, también tiene un pasado complejo: tras la muerte de su marido e hijo en un accidente, ha levantado un muro de antipatía a su alrededor, que le ha llevado a una complicada relación con Leah (Isabella LaBlanc), su hija adolescente.
La ciudad de Ennis está poblada por una mezcolanza de nativos inuit y blancos. A estos se los muestra en posiciones de poder —por ejemplo, los policías Peter Prior (Finn Bennett) y su padre Hank (John Hawkes)—, exponiendo las reminiscencias coloniales muy presentes en la zona. Los inuit están en conflicto con la mina Silver Sky, que proporciona la mayor parte de los trabajos, pero también parece responsable del envenenamiento de sus aguas. Todo el relato está trufado por las complejas relaciones familiares de los Danvers, Navarro y Prior.
Dos detectives con pasado turbulento. La obsesión por un crimen de antaño sin resolver, relacionado con el caso actual. Una atmósfera agobiante y una comunidad aislada y tensionada. Aunque superficialmente todo parece muy True Detective, enseguida apreciamos claras diferencias, tanto formales como de trama que nos apartan del formato que conocemos.
Una nueva fórmula
Issa López no es ninguna novata: tiene una larga carrera en México como guionista y directora. Pero es cierto que llamó la atención al norte de la frontera hace relativamente poco, a partir del estreno de Vuelven (2017), una oscura fantasía que mezcla los traumas infantiles, el mundo de la droga y el terror. Al parecer, la historia de Noche Polar existía con antelación a que le ofrecieran su inclusión bajo el paraguas de True Detective.
Es difícil determinar hasta qué punto esta decisión la ha beneficiado o ha impedido que se desarrolle en todo su potencial, pero lo cierto es que nos lleva a juzgarla —quizá injustamente— comparándola con las temporadas previas. Comenzando por el cambio más evidente que ha traído: el abandono de la habitual exploración de la masculinidad tóxica que caracterizaba las temporadas de Pizzolatto y su sustitución por una historia que se asienta sobre «miedos e imperfecciones femeninas —ha señalado López—; y obsesiones e inseguridades femeninas».
Un giro necesario en una serie que no había tratado adecuadamente a los personajes femeninos —giro por el que ha recibido los esperables ataques de los de siempre—. La incorporación de Jodie Foster constituye sin duda uno de sus grandes atractivos y mantiene la tradición de contar un protagonista de peso y, a ser posible, oscarizado. No es el caso de la actriz elegida para acompañarla, ya que Reis es más conocida como púgil que como actriz.
López también ha alterado la forma de relatar la historia, que ha simplificado notablemente con la desaparición de las varias líneas temporales que se habían convertido en otro sello de identidad. De igual manera, su uso de la música se aleja por completo de lo que habíamos visto —escuchado— con antelación: la emplea en modo videoclip, de forma intensa y muy contemporánea, aunque creo que llega a resultar anticlimática en algún momento, empezando por el algo tópico uso del «Bury a Friend» de Billy Eilish en la introducción.
Chandler, en sus «Notas sobre la historia de detectives», nos advierte que para que funcione una novela de misterio, el proceso de investigación debe ser interesante por sí mismo. True Detective no destaca en este aspecto, ya que, más allá del misterio, su foco siempre ha pivotado alrededor de la personalidad de los detectives, de su complejo y atribulado pasado y de las relaciones que establecen entre sí: el inolvidable nihilista Rust Cohle de McConaughey; su terrenal contrapunto Marty Hart (Harrelson); el atribulado Wayne Hays (Mahershala Ali, que crea tres personajes a partir de él); el sorprendente emotivo Stephen Dorff que le da réplica…
Las detectives que protagonizan la historia de López resultan menos evocadoras. Ni Jodie Foster parece entender a esta Liz Danvers, totalmente carente de una filosofía vital digna de tal nombre, más allá de una loable intención de fornicar con todo el que se preste. Es también novedoso que se traslade a Reis y a Evangeline Navarro la función de aportar una visión no convencional del mundo.
Si Danvers representa el típico cinismo desencantado de la vida, a Navarro la mueve un misticismo nebuloso, asociado a la búsqueda de su identidad inuit y que pudiera tener raíz en los problemas mentales de su familia —o no; depende de lo que decidamos creer. Este personaje iba a ser originalmente latino —de ahí el nombre— pero se reconvirtió a una mucho más creíble indígena inuit. Lo cierto es que Reis aporta un crudo salvajismo al personaje que le viene muy bien, resultando imponente en las escenas en las que participa.
Eso sí, como en el resto de historias de la franquicia, ambas se presentan moralmente grises, manipuladoras, violentas en algún caso, y aunque inicialmente muestran unos escrúpulos algo más terrenales a la hora de cruzar los límites de la ley, esto no les impide hacerlo cuando llega la ocasión. Las dos detectives se revelan, en todo caso, poco eficientes en la que debería ser su profesión y esto es otra cosa que las diferencia de sus contrapartidas previas, cuyo esfuerzo —intelectual o de otro tipo— era el principal motor del avance de la historia.
Es posible que el deseo de reivindicación de los personajes femeninos esté tras estos defectos de personalidad —sin desdeñar un posible «efecto Succession» pro personajes antipáticos. True Detective ha sido acusada de minusvalorar a las mujeres en diversos grados —casi misoginia en la primera temporada, con los claroscuros Ani (Rachel McAdams) en la segunda, subdesarrollada en la tercera con Amelia (Carmen Ejogo)—. El ansia por evitar cualquier acusación de «Mary Sue» puede haber lastrado hasta cierto punto la caracterización de las dos protagonistas, cuyos rasgos más negativos son los que se ponen más en evidencia.
Esfuerzo claramente innecesario, porque el elemento femenino constituye el foco de la historia de principio a fin. Annie K., víctima del primer caso, es una mujer valiente y comprometida hasta el final con sus ideales; Kate McKitterick (Dervla Kirwan) es la principal antagonista y la que mueve los hilos en la compañía minera; Kayla (Anna Lambe), esposa de Peter Prior, se rebela contra la falta de compromiso de su marido… Además, la denuncia de la violencia contra las mujeres corre como un subtexto en toda la obra, como lo hacen temas tan relevantes como el problema —muy real— de numerosas mujeres inuit desaparecidas y asesinadas.
Y después está, naturalmente, la imponente Fiona Shaw, quien interpreta a Rose Aguineau, la mitad de una pareja que ha huido de la vida convencional para aislarse en el lejano norte. Su marido, Travis, está muerto, lo que no impide que siga comunicándose con él cuando es necesario. Y que, incidentalmente, resulta ser el padre de Rust Cohle.
Regreso a Carcosa
Porque Noche polar quiere ser, como su creadora señaló, un «espejo oscuro» de la primera temporada. Y para lograrlo incluye numerosas referencias a aquella —otra novedad—. Sobre todo, vuelve a sugerir la presencia de lo sobrenatural. De hecho, se abre con una cita atribuida a la protagonista de uno de los cuentos que sobre el Rey de Amarillo escribió Richard W. Chambers —«Porque no sabemos qué bestias sueña la noche cuando sus horas se hacen demasiado largas para que incluso Dios pueda estar despierto»; no la busquen, se la inventó Issa López—. La guionista aporta otros elementos de su cosecha, como el nombre de la base científica, Tsalal, que proviene de la isla donde Edgar Allan Poe situó el inquietante final de La narración de Arthur Gordon Pym.
La serie objetiva esta sugerencia mucho más que su predecesora y muestra en pantalla diversos elementos inexplicables. En su mayoría, vemos estas presuntas manifestaciones sobrenaturales a través de la agente Navarro y su hermana: fantasmas que reclaman venganza o aparentes viajes astrales a su traumático episodio bélico. En última instancia, todo se vincula al uso de «narradores no fiables», tan queridos a Chambers y sus continuadores en el género del horror cósmico. Esta ruptura del contrato entre narrador y público queda magníficamente plasmada en la total contradicción entre lo que nos cuentan los personajes y lo que nos muestran las imágenes, en uno de los recursos quizá más potentes y mejor usados por López.
Hay muchos más elementos cuya finalidad es vincular Noche polar con la mítica primera temporada: el mencionado parentesco del fenecido Travis Cohle con Rust —del que se sabía que vivió en Alaska con su padre—; la obsesión por «la pregunta correcta» de Danvers; la misteriosa espiral que recuerda al símbolo de Carcosa, aunque en esta ocasión gire en sentido contrario; citas acerca del tiempo como «un círculo plano»; o la mención de un grupo empresarial llamado Tuttle, familia de Luisiana de funesto recuerdo.
Este deseo de establecer un universo compartido con la primera temporada, que pretendía ser el típico fan service provocó la reacción contraria y muchos de los seguidores más rocosos de la serie lo vivieron como una afrenta. Buena parte de las críticas acérrimas a Noche polar vienen, precisamente, de este sector. Actitudes reforzadas por la reacción poco elegante por parte de Pizzolatto a estos intentos —«Estúpidos», comentó en Instagram, para borrar el mensaje inmediatamente—. López contestó al exabrupto con una decida declaración de admiración y respeto a la obra de su predecesor.
Misterio en el país de la noche
Duele algo decirlo, pero la resolución del misterio no resulta lo más esencial en toda True Detective. En general, los recursos que se usan para alcanzarlo suelen ser poco brillantes y, sobre todo, los casos suelen carecer de resonancia más allá de sus protagonistas directos: nada de grandes conspiraciones empresariales, redes pedófilas en sótanos de pizzerías o cultos satánicos.
En esto, Noche polar sigue la estela de sus antecesores. El caso principal —la muerte de los científicos— queda totalmente arrinconado por la investigación sobre el asesinado de Annie K. Los progresos se producen fuera de la pantalla y siempre de la proactividad del inicialmente secundario Peter Prior. Peter es un policía entregado más allá de su deber, pero mientras su padre —el un tanto desaprovechado John Hawkes— no le apoya, Danvers lo acoge —y explota— en una relación de roza la maternidad, tema que también aparece de forma recurrente durante la temporada.
En medio de una maraña de personajes y subtramas, vemos como el caso apunta primero hacia uno de los científicos, Raymond Clarke, superviviente desaparecido de Tsalal que mantenía una relación secreta con Annie K. Posteriormente, todo indica que los propietarios de la mina Silver Sky son responsables al menos, del encubrimiento de la muerte de la activista. En otro momento se nos revelan unas misteriosas cuevas de hielo, que encierran un secreto que seguramente costó la vida a la mujer y quizá esconda lo que fuera que mató a los científicos…
La conclusión queda perfectamente alineada con el resto de la temporada, quizá algo más optimista de lo que esperábamos. Todas las cuestiones importantes quedan satisfactoriamente respondidas, aunque se deja un atisbo de duda al albur de lo que el espectador elija creer. «Algunas preguntas no tienen respuestas», nos dice Danvers.
True Detective 5
True Detective es una serie de directores, mal que le pese a Pizzolatto. Buena parte del éxito de la primera temporada se atribuye a Cary Joji Fukunaga (Los amos del aire, James Bond: Sin tiempo para morir), a quien debemos ese plano secuencia del cuarto episodio que ya es historia de la televisión. En general, López se muestra correcta y crea una narrativa clara, buen ritmo y, sobre todo, mantiene esa magnífica cinematografía que también es marca de la casa. La historia se mueve con agilidad en medio de una multitud de personajes de los que apenas puede dejar unas pinceladas, constreñida como está en dos episodios menos que el resto de las temporadas.
En mi opinión, la sugerencia de lo sobrenatural resulta contraproducente. Primero, porque frustra a los aficionados al horror —yo mismo me sentí ultrajado por la conclusión de la primera temporada—, pero especialmente porque le roba mucho peso al compuesto whodunnit que es el armazón sobre el que se construye la franquicia. También lastra un mayor desarrollo de otros subtemas que se han apuntado —quizá en un exceso de ambición—, todos ellos más terrenales, pero muy potentes: los complejos dramas familiares, el conflicto entre la conservación medioambiental y la necesidad de trabajo o los posibles problemas mentales de sus protagonistas.
Con algún claroscuro, Noche polar ha supuesto una muy necesaria bocanada de aire fresco, que ha eliminado alguno de los rasgos más problemáticos de la franquicia, manteniendo su esencia de historia de detectives sofisticada y atmosférica. ¿Será esto suficiente para que haya un True Detective 5? Es pronto para decirlo. De momento, las cifras acompañan: los primeros cuatro episodios alcanzaron una media de 12.7 millones de visionados —siempre cifras locales, que son las que interesan a los responsables—, superando los casi 12 millones de la primera temporada de la serie. En este apartado ha funcionado incluso mejor que los grandes títulos bandera de HBO: Succesion (8.7 millones en el final de temporada) y The White Lotus (10.1 millones). Habrá que esperar y ver si otro «autor completo» acepta el reto y nos ofrezca un nuevo escenario —¿Hawái, quizá?—, nuevos misterios y sobre todo, nuevos detectives que se enfrenten tanto a ellos como a sus demonios interiores.
Actualización 23/02/2024:
Con una rapidez inusitada en estos tiempos, HBO ha confirmado que habrá un True Detective 5. Y lo que es más: que también vendrá de la mano de Issa López, de quién han subrayado que es «ese talento único y raro, que apela directamente al espíritu creativo de HBO». No es de extrañar, ya que el último episodio fue el más visto de la temporada, con un 57 % de aumento respecto del debut. De momento, ni Foster ni Reis están vinculadas al proyecto.
Pues siento que esta temporada permita una crítica tan minuciosa, informada y si se me permite muy cultureta, pero a mi me ha parecido un rollo indigesto, aburrido, de trama incomprensible y situaciones absolutamente absurdas: por poner un único ejemplo, la incursión en la cueva es imposible creérsela a no ser que fuera de ciencia ficción cutre de los 80.
Creo que TD1 es una serie sobrevalorada y un poco pretenciosa. Ello no quita que sea buena, pero no tanto como en su día se dijo, y menos con el capítulo final, un remate debilísimo a una trama que durante 9 capítulos de cocción apunta tan alto, para luego resumirse en que todo es obra de 2 paletos incestuosos. TD2 es de las peores cosas que se han hecho. TD3 mejora algo pero es olvidable también. Y la T4 ha sido un despropósito de principio a fin. Una narración torpe y anticlimática en la que lo único que fluye es la banda sonora. No me importan ni la sororidad ni demás tópicos woke siempre que no se metan con calzador, pero aparte de esto, el mayor lastre es el pulso narrativo: me imagino a Kathryn Bigelow al mando y veo no solo una serie diferente, sino infinitamente mejor.
Si bien reconozco que la obra es hija de su tiempo, la insistencia en resolver todo a través de una venganza feminista me resulta forzada y reductiva. Esta decisión limita el desarrollo de otros aspectos importantes y coloca este tema como el único eje central, lo que a mi juicio empobrece la narrativa.
A mi me ha gustado mucho, casi tanto como la primera temporada, he estado intrigada en todos los capítulos y me han gustado los escenarios y por una vez ,son las mujeres protagonistas.
La serie es muy floja. Hay policiales y thrillers en plataformas varias bastante mejores a los que no se les dedica tanta atención; no digo muy buenos, simplemente bastante mejores que esta.
Ambas protagonistas están sobreactuadas, defecto del que pecan muchas ficciones USA ciertamente. La Foster la veo como un pulpo en un garaje y la que hace de la tal Navarro hace un dolor de actuación, digna de telefilme de sobremesa dominical. En fin, se puede seguir con el guion y mil cosas más. Nada que decir a que se intenten subvertir los roles habituales y los papeles «fuertes» los asuman las mujeres, pero es que queda todo tan forzado…Fargo (la película), hace décadas ya, lo resolvía con inteligencia y soltura y ni te enterabas. Aquí es obvio que te quieren colar un discurso, como todos oye, pero a base de taladro percutor con lo que la cosa queda en sátira, imagino que involuntaria.
Me quedo con cualquier serie policial inglesa o escocesa de las que pasan a cada poco en Filmin. Que duda cabe de que ya caen en la rutina, pero al menos los actores saben actuar, no están faltas de buenos papeles femeninos y los conflictos interiores de los personajes resultan mínimamente creíbles.
¡Menudo tostón, por dios! Nada que ver con la primera de la serie, ni siquiera con la segunda, tan, pero tan denostada. Para mí, ha ido empeorando hasta llegar a “esto”. Aburrido y embrollado todo hasta el paroxismo, agravado desde luego, con el hecho de ver los episodios semana a semana llegando momentos en los que ni siquiera recuerdas quién era determinado personaje y cuál era su misión en la trama. Además, caracteres con los que no empatizas ni a tiros (alguno por lo menos, podría haber). Jodie Foster parece un ratoncillo cabreado y muy, muy arrugado. Final casi ininteligible para el 90% de la población mundial. Pronto habrá que estudiar cuatro carreras y sacarse una docena de masters para poder seguir esos esotéricos guiones. La prueba del del desinterés que ha suscitado el producto la tenemos aquí, donde alguien ha creído absolutamente necesario desarrollar un panfleto favorable a «True detective4» para que no se corra la voz de que es un peñazo.
Yo pienso que True Detective (todas las temporadas) aún en sus momentos bajos está por encima del promedio. En sus momentos altos está a la altura de las grandes de verdad, (The Wire, Breaking Bad, etc) Así que si hay algún lector que no ha visto nada, y que se pregunta si vale la pena, la respuesta corta es que sí vale la pena.
Con respecto a la presencia femenina abrumadoramente fuerte en esta última temporada, no me molesta, ni me resulta forzada, y ni siquiera había reparado demasiado en ello hasta que empecé a leer críticas. Lo que sí me molestaría es que la trama sobrenatural se transformara en una segunda versión de Lost, que tenían tantos cabos sueltos que al final optaron por no atar ninguno, con lo que consiguieron hacer uno de los finales más mamarrachescos de la historia.
Las series son los personajes y Jodie Foster en esta sale por la puerta grande. A mí me ha gustado y mucho.
Jodie Foster es una de las mejores actrices de su generación y aquí lo vuelve a demostrar a pesar de que su personaje es un cúmulo de tópicos y lugares comunes. Basta una prueba para confirmar esto: cámbiale el género, conviértelo en un policía masculino y te quedará un nuevo ejemplo de los personajes protagonistas de infinidad de películas y series: obsesionado con el sexo y el trabajo, con dificultades para relacionarse en pareja así como con sus compañeros, con un hijo/a problemático/a, arrastrando un trauma del pasado, con poco respeto por la autoridad y las normas… Más allá de las debilidades de la trama, el principal problema de este True Detective es que Issa López ha renunciado a explorar nuevas vías para desarrollar los personajes protagonistas.
Me gustó mucho la primera y me ha gustado mucho esta cuarta temporada. Es cierto que hubiera preferido también que se hubiera decantado (ambas) por explorar más esa faceta que trae recuerdos del mejor Algernon Blackwood y su relato El Wendigo, pero he de reconocer que funciona bien aún sin terminar en el horror cósmico. Maravillosa fotografía, ése cielo negro estrellado es realmente mágico, y muy acertada banda sonora. Al contrario que el autor veo un acierto la canción de la cabecera. La veo deudora de Expediente X y Twin Peaks, e incluso Doctor en Alaska, tres series noventeras por excelencia.
Los malos: a) grandes corporaciones ansiosas de ganar dinero a toda costa; b) los hombres en general (mineros rudos machistas o científicos locos machistas o policías machistas o gente corriente machista que en sus ratos libres pega palizas a mujeres); c) el color blanco de piel. Si eres blanco (excepto si eres mujer), eres culpable. Hay una excepción (blanca y mujer, de la gran corporación), metida con calzador para que no sea tan evidente.
Las buenas: a) las mujeres en general, aunque cada una de ellas se salte todos los patrones del estado de derecho y cometa actos delictivos por doquier. B) la sororidad: todas las mujeres saben que las otras son asesinas vengativas, pero son mujeres, así que perdonadas. y C) las personas de color o étnicas. Si eres blanca pero mujer, como la protagonista, te libras, aunque asesines a sangre fría cualquier sospechoso.
No se me ocurren más topicazos en una serie, la verdad. Parece hacer mujeres fuertes sin caer en este despropósito yo hubiera traído a los Coen, la verdad. O incluso a James Cameron.
¿Las empresas mineras que socializan la contaminación, los vertidos y su impacto ambiental mientras privatizan los beneficios en manos de los dueños, como hizo Boliden en Aznalcazar, son o no una realidad problemática?¿Acaso no se hace hincapié en la serie en el trabajo que ofrece y por tanto en la problemática de ganarse la vida?¿Acaso no hubo un tiempo en el que no existieron, o dejan de existir porque se van, dando a la humanidad que se queda una oportunidad de salir adelante de forma más sostenible?
No por ser hombres son malos y por ser mujeres buenas. Ahí está el poli joven, blanco, o el noviete de la poli más joven para contradecir ésa crítica en mi opinión bastante convencional y superficial. Lo malo es la actitud de impedir el acceso a derechos y beneficios sociales, a impedir situaciones reales de igualdad en el que el poder se ejerza de forma consensuada e igualitaria, y no de la manera tradicional y jerárquica por una parte de la población sobre otra. Ése es el origen tanto del machismo, del racismo, o el clasismo, el impedir a los otros que no cumplen una seña identitaria el acceso a los beneficios sociales. Y por éso la actitud de Jodie Foster es problemática en las relaciones que tiene, independiente de que sea una mujer. Es el rol de sheriff, poder y autoridad en el sentido tradicional, lo que envenena su relación con su hija o con el policía subordinado al que le da órdenes y no deja vivir su vida. Cómo problemática es la actitud violenta de la otra policía (Kali Reíd) enfundada en su uniforme y que se mete en peleas.
Lo que dices también tiene sentido, y mucho. Lo digo totalmente en serio. Pero tú visión y la mía son dos caras de la misma moneda, dos visiones diferentes de la misma serie. Las dos igual de profundas o simples, como lo quieras ver.
Yo me siento desencantado, porque al final con True Detective siempre pasa lo mismo: premisas muy buenas, desarrollos con desajustes, y desenlaces llenos de topicazos. Incluso en la primera temporada (¿Quién iba a imaginar ese final? Jajaja).
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Lo único interesante de esta temporada es el lugar donde se desarrolla, una pequeña localidad de Alaska. La serie promete muchas cosas: unos asesinatos espeluznantes, magia y espiritualismo relacionadas con la cultura nativa y un toque de ecologismo y lucha medioambiental, pero se quedan, casi todas, en un macguffin.
Las relaciones de las protagonistas con sus parejas están apenas bosquejadas y la presencia de los hombres es testimonial y muy simplista. Las protagonistas han sufrido y sufren muchísimo, sus vidas son y han sido un infierno. Jodie Foster, como comenta otro lector, es como un ratoncillo asustado todo el tiempo. La “entrevista” final es un claro homenaje a la primera temporada, quizás de lo mas interesante en esta aburrida e insulsa temporada. El desenlace es decepcionante y deja muchos cabos sueltos que prometían cosas mas interesantes que la trama principal.
La serie no es gran cosa….culpa de la sobrevalorada temporada 1 ahora esperan obras maestras… prefiero la serie Fargo…
Jodie Foster sigue demostrando ser de las mejores!