Esta es una historia del punk en Dublín. No es la historia del punk en Dublín. O sí, de alguna manera, ya lo veremos.
Artfuck
Esta es una historia de dos chavales de diecinueve años que cantan cada uno en un grupo, todo el mundo está en un grupo en Dublín en 1978, empieza en un local de conciertos y arranca como podría comenzar una clásica pelea irlandesa:
—Llevas chapas de David Bowie, ¿a ti te gusta Bowie?
—Sí. Y tú crees que te pareces a Adam Ant, pero no te pareces.
Pero los chavales no se pelean, se han caído bien. El de las chapas de David Bowie se llama Tommy y ha curtido sus dos metros de estatura con los golpes recibidos en el colegio de los Christian Brothers, en la zona del canal, cerca del puerto, donde trabajan su padre y los suyos. El que no se parece a Adam Ant aunque lo crea se llama Fionán, pero se hace llamar Gavin Friday, un nombre de fantasía como los que llevan todos sus amigos de Lypton Village, una realidad alternativa que han inventado para escapar de la mierda represora que les ofrece el Dublín nacional-clerical heredado de Éamon de Valera y el siniestro arzobispo McQuaid. Se hacen llamar Bono, The Edge, Guggi, Dave-id, Strongman, Dik o Pod, y de allí saldrán los dos grupos que marcarán la historia del postpunk irlandés, Virgin Prunes y U2. Gavin entra en Lypton Village en otra situación también más apropiada para una pelea que para hacerse amigo de nadie: metiéndose a robar en casa de Bono durante una fiesta a la que no le habían invitado y siendo descubierto. Pero tampoco hay pelea, estos no son irlandeses de John Ford. O sí, de alguna manera, ya lo veremos.
Tommy pronto tendrá un nombre en Lypton Village y lo llamarán The Bottle of Milk, todavía lo llaman así desde el escenario sus viejos amigos si saben que está entre el público. Tommy simbiotiza de tal modo con Gavin y lo que está haciendo con su grupo, Virgin Prunes, que acaba perdiendo el interés por su propia banda, Skank Mooks, y la abandona. Pronto pasa a ser presidente del club de fans de los Prunes, The Most Beautifull (sic) People in the Universe, nombre escogido básicamente para tocar los huevos a todo el mundo. Todavía subirá alguna vez al escenario: con los Mooks, en el concierto seminal del punk irlandés en Saint Anthony’s Hall en noviembre de 1978, cuando U2 se quedó sin tocar porque el público se entretuvo prendiendo fuego al papel de computadora que habían arrojado previamente los Virgin Prunes al patio en una de sus performances habituales, o en una acción de ayuda a los Citizens en The Magnet, que se habían vuelto a quedar sin cantante, como ya les había ocurrido en Saint Anthony, ausencia que entonces suplió Bono cantando detrás de una cortina, y sin guitarrista, y Tommy tuvo que entrar al hueco junto con Edge para cantar «Mongoloid», de Devo. Pero las mayores afinidades las tiene con Gavin y los Prunes: la confrontación, el art pop, Brecht y Weill, las chansons francesas, el glam y Bowie, siempre, por encima de todo. Muchos en Dublín piensan que Gav y él son pareja, aunque ninguno de los dos ha descubierto su homosexualidad aún, en una Irlanda en la que llevarla a la práctica todavía te puede costar hasta veinte años de cárcel.
En 1979, los Virgin Prunes se hacen famosos en toda Irlanda tras su aparición en The Late Late Show de Gay Byrne, un programa que veía todo el mundo todos los sábados, con entrevistas a actores, políticos y música en directo; una actuación en la que, mientras sonaban los primeros compases de «Theme for Thought» ante el ligeramente sarcástico escepticismo del público y el presentador, el grito de guerra de Gavin, aquel desgarrador «Why should I be like you?», dejó helados a todos los presentes y anunció el inminente cambio en la historia sociocultural de la isla.
Caucasian Walk
Esta es otra historia de dos chavales. A uno ya lo conocemos, tiene diecinueve años, se llama Tommy y es uno de los primeros punks de Dublín. El otro se llama John, tiene quince años y aún va a la escuela. También es otro de los primeros punks de Dublín, pero mide como medio metro menos que Tommy. Se conocen yendo a hacer posing paseando por Grafton Street, la calle comercial más conocida de Dublín, donde pocos años antes se dedicaba al busking Phil Lynott, el líder de Thin Lizzy, que hoy tiene allí una estatua, y en el Dandelion Market. John no está en ningún grupo, pero después trabajará en No Romance, una tienda de ropa muy conocida en el ambiente musical, no en vano sus dueñas eran dos hermanas de Johnnie Fingers, el del pijama de rayas detrás del piano de The Boomtown Rats, y en la que años después Sinéad O’Connor, princesa de Irlanda, que Alá tenga en su gloria, por una vez no robó, sino que compró su querida parka roja, con la que se incorporó también oficialmente al punk dublinés.
Tommy y John se caen bien a la primera, John es un crío simpático y salvaje. Pronto empiezan a hacer cosas juntos, van a Inglaterra, donde Tommy y Gavin Friday también hacían por su parte frecuentes viajes, aprovechando que Tommy, siguiendo la tradición familiar, trabaja en el ferri a Liverpool en las vacaciones y puede conseguir pasajes baratos, hacen compras o asisten a conciertos. El grupo de Tommy y John llega a veces en el tren hasta Londres, con las chicas del grupo tumbadas en los maleteros para librarse así de que las vea el revisor. Lo ven todo y a todos: Buzzcocks, The Clash, Joy Division, con Ian Curtis aún vivo, Siouxsie, naturalmente a Bowie una y otra vez. Con John hará Tommy también sus performances, como las castizas dublinesas Bernie y Attracta, que luego les robarán los Virgin Prunes sin preguntarles, lo que llegó a provocar temporalmente cierta crisis con los antiguos amigos de Lypton Village.
Pero por lo que toda Irlanda recuerda a John Fiddler es por su intervención en, de nuevo este programa, The Late Late Show en 1983 sobre las tribus urbanas, con un espectacular peinado gótico en negro azabache que haría pasar inadvertido a Robert Smith, sombra de ojos metálica y un gracejo con el que desarmó a una institución como Gay Byrne, que iba con la clara intención de reírse de él, y encandiló al público de toda Irlanda, que sigue entrando regularmente en YouTube a ver el vídeo del goth kid y celebrar su humor y su descaro.
Black and White in Colour
1983 es el año en el que Tommy, hoy Tom, termina su Bachelor en Geología en el Trinity College y toma el camino de la emigración, primero a Canadá para hacer el máster, después a Nueva York, Leicester, Londres, otra vez Dublín, luego a Potsdam/Berlín y a Colonia/Bonn, cosechando por el camino el doctorado, la habilitación, la titularidad y la cátedra en distintas universidades. También por ese camino acepta su homosexualidad, se manifiesta contra su prohibición en Irlanda, desarrolla su militancia LGTBIQ, cofundando el Orgullo Alternativo de Colonia, y llega a ser un conocido —y deseado, doy fe— icono del movimiento bear, el Hombre Tranquilo de los osos. Ha dado varias vueltas al mundo, dormido en agujeros en la roca en Uzbekistán, visitado Samarcanda tres veces, publicado manuales geológicos que son obras de referencia y se encuentran en las bibliotecas de todas las facultades de Geología de Europa. De su pasión por la música quedan cinco paredes de su casa de Colonia llenas de discos en distintos formatos, muchos hoy inencontrables, y el brillo de sus ojos azules cuando cuenta las historias del Dublín del punk, el de la generación que acabaría robando Irlanda a las sotanas que oscurecieron su infancia, de una vez y para siempre.
1983 es el año en el que se publica War, el disco de la mitad más conocida de Lypton Village que el mundo llama U2, con la foto del hermano pequeño de Guggi, el otro cantante de los Virgin Prunes, en portada (como en Boy, el disco con el que debutaron). War desbanca a Thriller, de Michael Jackson, del número 1 en Inglaterra y arrasa en ventas en todo el mundo, y convierte poco a poco a todos los que rodean a Bono, Edge, Clayton y Mullen en más o menos empleados del grupo, y esto incluirá a los propios miembros de Virgin Prunes. En 1984, Guggi y Dik, el hermano de Edge que prefirió a los Prunes frente a U2 y nunca se arrepintió, abandonan el grupo, a pesar de que ya se habían establecido como referente fundamental para la emergente cultura goth y dark wave; Gavin lo mantiene algunos años más, pero cada vez se centra más en sus propios proyectos y en su peculiar rol de mánager de gira de U2. Por el camino graba álbumes de culto como Each Man Kills the Thing He Loves o Shag Tobacco, consigue nominaciones a los Globos de Oro a la mejor canción y banda sonora, junto con Bono y Sinéad O’Connor, por En el nombre del padre, y registra otras bandas sonoras notables, además de dejarnos su legendaria intervención como actor en Desayuno en Plutón, de Neil Jordan, en el papel de aquel Billy Hatchett, que es un homenaje a su propia pasión por el glam en los setenta y un poco también un guiño a sus propias dificultades con su homosexualidad. Su trabajo para U2 deja a Fionán, todavía Gavin para casi todos, poco tiempo para redondear su carrera, pero sigue teniéndolo para quedar con los amigos cuando Tommy, ya Tom para casi todos, se acerca por Dublín. Los amigos de verdad incluso pueden probarse el anillo del arzobispo McQuaid, que le compró Bono a Gavin en una subasta, para escándalo de media Irlanda y regocijo de la otra media. Los góticos de medio mundo aún pronuncian el nombre de Gavin Friday como el de un antepasado venerable.
En 1984 y más o menos legalmente también John abandonará Dublín camino de Nueva York, donde trabajará en distintos oficios, primero en bares, luego como enfermero, función en la que le sorprende el 11S sin que pueda salvar ni una sola vida de todos los pacientes que le llegan, una experiencia que lo marcará para siempre; conocerá a su compañero de vida y compaginará la vida en la Gran Manzana con su trabajo como enfermero de Médicos sin Fronteras en nada menos que la República Centroafricana, uno de los países más pobres y peligrosos del mundo, donde hoy en día pasa ya la mayor parte de su tiempo. Muchos de los que entran en YouTube para ver el vídeo de la entrevista del goth kid de 1983 acaban viendo otro vídeo suyo, casi treinta años posterior, en el que John cuenta cómo él y sus compañeros de Médicos sin Fronteras conducen hasta una pequeña clínica suya que acaban de incendiar y destruir los señores de la guerra locales, y llegan allí con poco más que un termómetro, medicamentos contra la malaria y para bajar la fiebre, y la gente de la aldea poco a poco se da cuenta de que en la clínica vuelve a haber alguien, y aparece una mujer con su hija, que está visiblemente enferma, y pueden hacerle un test, diagnosticar efectivamente malaria y darle a la niña la medicación. Y escucharlo es desolador y enormemente tierno, y de repente es casi un irlandés de John Ford, pero de los otros, los pequeñitos entrañables, y es sobre todo punk, porque, como él siempre dice cuando se reencuentra con Tommy y Fionán en Dublín, en Londres o en Nueva York, «seguimos siendo punks», porque el punk nunca fue ir de duro con los débiles, sino descolocar al personal de sus expectativas, y nada descoloca tanto a un burgués del siglo XXI como la radical, desinteresada, inmotivada y alegre bondad («For the good are always the merry, save by an evil chance», decía el otro) de la que son capaces seres humanos como John Fiddler.
Una historia maravillosa, gracias por contarla y por contarla así