Nadie oyó el disparo de pistola que, en la madrugada del día 27 enero de 1967, terminó con la vida de uno de los cantautores con más talento, éxito y carisma de los sesenta italianos.
Paolo Conte, Giorgio Gaber, Fabrizio De André, Gino Paoli, Umberto Bindi, Lucio Dalla, Lucio Battisti y un largo etcétera de compositores e intérpretes de sus propias canciones que hicieron hacer el concepto y el término de cantautore, que luego se expandiría a todo el mundo.
Luigi Tenco tenía veintiocho años y su canción «Ciao amore, ciao» había sido descalificada por los jurados de la decimoséptima edición del Festival de San Remo. Su interpretación en el escenario del Teatro Ariston de dicha ciudad había sido irregular, no se había tomado siquiera la molestia de comprarse un esmoquin a la moda y, descontento con la orquestación de su amigo Gian Piero Reverberi, había declarado que iba ser su última actuación. Habitualmente alegre y divertido, sus amigos le habían visto taciturno y sombrío y no les costó mucho percibir que había actuado cargado de barbitúricos y de alcohol. Luigi pasó su última velada en este mundo dormido en una mesa de billar.
San Remo sigue haciendo que se pare la vida en Italia durante los diez días que dura la competición. Artistas consagrados, desconocidos y noveles no temen competir en su escenario y fue históricamente el primero de los concursos de canciones. En la edición de 1967 hubo una buena representación de música joven, canción protesta, pop rock, etc., pero resultó ganadora una canción de la más vieja y tradicional escuela italiana interpretada por Claudio Vila, un magnífico tenor que no disimulaba los cuarenta y un años que había cumplido. No sabemos lo que pasó por la cabeza de Luigi Tenco cuando apretó el fatídico gatillo, pero es difícil pensar que alguien se suicide por no ganar un festival.
A pesar de una inexplicable nota de despedida con la letra de Tenco que apareció repentinamente, cuesta creer que aquella contrariedad pudiese poner punto final a tanto talento. De hecho, siguen barajándose teorías y conspiraciones. Nunca se ha dejado de investigar y analizar lo que pudo pasar aquella madrugada y en 1992, 2006 y 2014 se llevaron a cabo repetidas investigaciones periodísticas y policiales incluyendo la exhumación del cuerpo, llegando a la irrefutable conclusión de que en aquella habitación del Hotel Savoy, Luigi Tenco puso fin voluntariamente a su vida.
«Ciao amore, ciao», la canción que el cantautor había defendido con tan mala fortuna adquirió al momento un significado trágico al convertirse literalmente en su despedida. Aburrido y cansado de la dura vida en el campo, un joven campesino parte en busca de un futuro mejor, pero su vibrante adiós a su tierra y a su amor se convirtieron en el incomprensible adiós del letrista y compositor del tema. «Ciao, amore, ciao».
Luigi Tenco desarrolla el tema de la emigración del campo a la ciudad —un fenómeno entonces contemporáneo lo mismo en Italia que en España— través del monólogo interior de su protagonista. Una rápida sucesión de viñetas resume su periplo desde la Italia rural hasta una gran ciudad, quizás en el norte de Italia, quizás en América, destino de tantos emigrantes italianos. La historia termina reconociendo que ha fracasado en el mundo de sus sueños: una historia paralela a la que cuenta otro cantautor, el norteamericano Jim Weatherly, en la canción «Midnight Train to Georgia» que llevaron al éxito Gladys Knight & The Pips en 1973. Algo parecido también a lo que cantaba el francés Jean Ferrat en «La Montagne» en 1964.
Un coro de saxos de registros lúgubres desafía la voz de Tenco, que nunca ha sonado más sombría. La canción se divide en tres partes, narradas por su autor en dos estrofas y dos estribillos seguidos de sus respectivos puentes con los que añade información sobre el solemne adiós y avanzan la repetición ad libitum de estribillo final.
Luigi Tenco había nacido en el Piamonte poco antes de la Segunda Guerra Mundial. Su madre trabajaba en casa de una familia rica de Turín y la identidad de su padre biológico nunca fue probada. Luigi adoptó el apellido del marido de su madre y, al igual que el protagonista de la canción, los Tenco fueron emigrantes en busca de una vida mejor. Después de varias mudanzas, Luigi pasará la adolescencia en Génova, donde aprenderá a tocar el piano, la guitarra, el saxo y el clarinete y se integrará en la escena musical de la ciudad.
De «Ciao amore, ciao» existe una primera letra pacifista, titulada «Li vidi tornare», sobre los soldados que marchan a la guerra para no volver. Pero no es de extrañar que Tenco se decidiese finalmente por una historia relacionada con su propia biografía: amor y emigración con el fracaso y la nostalgia como conclusión. Una «canción testimonio», si usamos una de las etiquetas de la época.
Luigi Tenco describe la vida campesina y la sensación del protagonista de ser esclavo de la tierra. La canción comienza hablando de una calle blanca como la sal: una invitación al viaje desde una vida rural de aparente calma y belleza. Pero ese blanco, símbolo de limpieza, paz y claridad, sirve a la vez para mostrarnos el vacío y la nada que se apodera del entorno cuando no distinguimos el color. Cuando el habitante de ese entorno no encuentra nada que le haga quedarse. La música es tan lenta y expresiva que casi sentimos en nuestros ojos el reflejo cegador de esa blancura. Pero el campesino repite siempre sus mismos pasos, «la solita strada», en italiano, y rápidamente nos deja patente el sentido trágico de la vida de quien depende del meteorología y los ciclos de la naturaleza, «para saber si mañana se vive o se muere». Otro verso resume con eficacia el ciclo de la vida en la naturaleza: «El trigo que ha de crecer, los campos que hay que labrar».
La primera estrofa, aparentemente descriptiva, termina hablándonos del cambio radical en el mundo del protagonista cuando dice «basta» e inicia un viaje que le alejará de lo todo lo que conoce. El tempo lento elegido para la grabación del tema en el sello RCA parece insinuarnos que el viaje se efectúa a pie y el vibrante tono mayor del estribillo puede hacernos intuir un final feliz a pesar de que, literalmente, está diciendo adiós, quizás a una mujer querida, quizás a su tierra y su pasado. Un hombre que sacrifica su amor por un sueño. «Adiós, amor, adiós». O tal vez se trate de la nota de despedida de alguien que está punto de cometer suicidio.
En el puente a continuación del primer estribillo, Luigi Tenco nos habla de «irse lejos, buscar otro mundo, decir adiós a los corrales y marcharse soñando», es decir, romper con su hogar, con las personas queridas y con todo el peso de su pasado. Renunciar a la protección de lo conocido. En una palabra, escapar.
«En un mondo di luce sentirse nessuno». Esa descripción de la dura vida campesina y la esperanza de una nueva vida dan paso en la segunda estrofa al descubrimiento de un mundo que al principio le va a deslumbrar con esa apariencia de belleza y vida que ofrecen sus luces. Sin embargo, se va a sentir perdido y anulado en lo que sugiere una primera aceptación del fracaso de su viaje. Ha llegado hasta allí desde aquella otra calle blanca que se ha convertido en gris tal como se acercaba a la ciudad y a las zonas industriales. Una primitiva llamada de atención, seguramente inconsciente, sobre el daño medioambiental y, a la vez, un aviso de que el soñado paraíso urbano puede no ser tan maravilloso.
«Ciao amore, ciao» es una canción cargada de símbolos, desde la sal, necesaria para tantas cosas, hasta los corrales que brindan protección y constituían el hogar y el trabajo del campesino. Luigi Tenco nos habla del humo que se esfuma y es volátil pero que ensucia las carreteras y calles y hace toser y llorar. Los carros representan el pasado, un vehículo ancestral que no ha cambiado en siglos, que se arrastra con lentitud pegado a esas calles pueblerinas para desaparecer en las que conducen a una vida nueva. Mientras, los aviones que vuelan en el cielo nos hablan de una libertad sin ataduras que abre al emigrante nuevas expectativas y representan un futuro que, de hecho, ya existe en el presente aunque lejos del mundo agrícola. Y, de nuevo, ese adiós al amor del estribillo que, puede tener o no un significado literal anecdótico, pero que, dadas las circunstancias, simboliza tanto el adiós al pasado, como el adiós a la vida, de ese hombre que no puede soportarla y decide acabar con ella.
«Ciao amore, ciao» va añadiendo puntualizaciones a la aventura del emigrante y detalles que nos explican sus reacciones y sentimientos en medio de tantos cambios violentos extremos. Ha saltado «cien años en solo día» cuando llega a la ciudad porque en los sesenta el mundo ha avanzado a velocidad supersónica pero la agricultura, al menos en las regiones pobres, permanecía estancada.
El protagonista de «Ciao amore, ciao» ha pasado de una Italia rural a una Italia industrial en la que no entiende nada. «E non capirci niente e aver voglia di tornare da te!», el verso que da paso al segundo estribillo es una reflexión sincera que nos da más información del progreso hacia el desencanto del protagonista. Si antes sentía que no era nadie, ahora, ya reconoce que quiere regresar a esa persona amada y a ese mundo sencillo y duro de su pasado. Hace su aparición por primera vez la conciencia de su fracaso y la nostalgia de otros tiempos representada en esa persona de la que se despide en los tres estribillos. «Ciao amore, ciao». «Ciao amore, ciao». «Ciao amore, ciao»« y que ahora sabemos que existe y significa algo en su vida.
Hemos ido siguiendo gradualmente el viaje iniciático de un campesino emigrante —que quizás constituya un retrato de todos los emigrantes— que llega desde su mundo ancestral buscando la aventura de la gran ciudad donde siente que desaparece que no es nadie. Cuando llegamos a la última etapa, reconoce que sus sueños se esfuman y que ha sido derrotado. En el puente del segundo estribillo, con la misma melodía del primero, se da cuenta de «no saber hacer nada en un mundo que lo sabe todo», y añade «y no tener siquiera un céntimo para regresar»: fracaso absoluto del hombre que, atado al campo al principio, está ahora atado a esa gran ciudad que no ha sido capaz de acogerle y que él no es capaz de comprender. Es la toma de conciencia de no pertenecer a un mundo de luces y aviones que se prometía mágico pero que exige una dura travesía por las calles inhóspitas de la soledad y te recibe con una cadena de descubrimientos que no eres capaz de comprender y que realmente no necesitas…
Y que podría ser te obligase a acercarte una pistola a la sien y disparar.
Triste historia la de Tenco, como para una telenovela…como cantante siempre me pareció Gino Paoli mucho mejor, tenía una hermosa voz, pero como compositor Tenco: Ho capito che ti amo es una canción eterna…
Usted perdone, Gino Paoli componía cosas muy buenas pero cantaba como las ranas. Hoy lo escuchaba en «Il cielo in una stanza» y vale, él la compuso y si le daba la gana la cantaba pero yo me quedaré siempre con la adorable versión de Mina y la mucho más reciente, fabulosa también, de Franco Battiato. Paoli era un soso de cojones interpretando.
Tenco y Paoli estaban enamorados de Stefania Sandrelli. Yo también pero no cuento. Tenco Y Paoli eran comunistas. En la habitación de Tenco se encontró arena. Habían movido el cuerpo de Tenco. Y la pistola. Es decir que si no lo mataron por lo menos fue una chapuza enorme. Es un buen caso para investigar.
Un triangulo amoroso, una lolita de por medio, una muerte misteriosa, jóvenes comunistas en los 60s…¿Por qué no han hecho la película? ¿Bertolucci dónde andas?
Cierto. Raro que no se haya hecho una peli…
¿Estabas enamorado de esa Estefania Sandrelli modelada por Tinto Brass en «La llave secreta»? …bienvenido al club
Es qué…vaya mujer…
El suicidio… ufff. Quién está a salvo?
Bonito texto, historia apasionante, junto con la de Gino Paoli.
Me resulta llamativo que entre los métodos de suicidarse no esté apañar lentejas. Tampoco entre los métodos de bronceado y, además de que no tienes que pagar para que te den rayos UVA, te sacas un jornal.
Ha muerto uno verdaderamente grande: Akira Toriyama.
DEP. Aunque reuniéramos las 7 bolas, no podríamos resucitarlo. Ha sido de muerte natural.