Esta entrevista es un adelanto de nuestra trimestral Jot Down nº 45 «Irlanda»
Desde el Centro Europeo de Astronomía Espacial (ESAC), ubicado en Villanueva de la Cañada, se controlan los satélites de la Agencia Espacial Europea (ESA). Justo desde aquí se coordinó una de las misiones que hizo mucho más popular y conocida a la ESA: Philae. La primera misión humana capaz de aterrizar una sonda sobre un cometa, y la que nos descubrió que el hielo del que están hechos es como la espuma de un capuchino, y que contiene los ladrillos de la vida, las mismas sustancias que forman nuestro ADN. Y todo eso, en un objeto espacial formado antes que nuestro sistema solar. Nos reunimos con quien fue su director, Laurence O’Rourke, un irlandés que llegó aquí para quedarse después de su paso por otros dos importantes centros de la ESA, en Holanda y Alemania. Ingeniero, científico y, recientemente, doctor en Astrofísica por la Universidad Complutense, ahora está embarcado en una nueva búsqueda. La de un planeta semejante a la Tierra, orbitando alrededor de una estrella como nuestro Sol, y capaz de albergar vida. Alguien que en los años venideros podría decirnos que no estamos solos.
No sé si eres el único irlandés que puede presumir de que hayan puesto su nombre a un cometa/asteroide.
Pues no lo sé, seguro que hay otros.
¿Qué pesó más en aquel reconocimiento, la misión Rosetta o la del observatorio espacial Herschel?
Viene de mi trabajo en el terreno científico y de la publicación de artículos sobre la búsqueda de agua en el sistema solar, en los objetos pequeños que lo integran, porque yo estudio cometas y asteroides. He publicado dos artículos en Nature sobre este tema. El primero trataba sobre el descubrimiento de agua en el cinturón de asteroides. El otro, de hace tres años, sobre la confirmación de que el hielo de los cometas es más suave que la espuma de un capuchino. Un hielo que viene de la formación del sistema solar, hace cuatro mil quinientos millones de años.
Parece que hay un patrón en tu carrera donde la búsqueda de los orígenes de la vida, el agua, es protagonista. ¿Esto es intencionado o casual?
No era mi objetivo más específico, pero desde luego buscar agua en el sistema solar tiene mucho que ver con el origen de la vida en la Tierra. Me encanta como área científica. y, sí, tienes razón: al final lo que estamos intentando averiguar es si estamos solos en el universo, y si ese proceso especial que dio origen a los humanos en la Tierra ha tenido lugar en otros planetas. No me había parado realmente a pensar en ello, pero la base de nuestra búsqueda es entender de dónde venimos, a dónde vamos y si existe vida en otros planetas.
De hecho, la misión actual en la que trabajas, PLATO, busca un gemelo de la Tierra. Dado que un planeta como el nuestro solo pasa ante su estrella una vez al año y, por tanto, tenéis una única oportunidad, ¿no es como buscar una aguja en un pajar?
Así es, pero tienes que imaginar que hay muchos millones de estrellas en nuestra galaxia. Con PLATO vamos a estudiar entre trescientas y cuatrocientas mil estrellas, muchas de ellas, enanas amarillas como el Sol, al menos veinte mil. No es el tipo más común, pero hay suficientes como para observarlas y ver qué pasa por delante de ellas en un año. Ese es el tiempo que necesitamos para ver si la luz de la estrella se atenúa cuando un planeta pasa por delante. Muchas de las otras misiones que están en marcha pueden registrar esa bajada de luz cada diez o veinte días, y con eso ya tienen el resultado, pero, para encontrar un gemelo de la Tierra, este es el tiempo que hay que esperar. Es un reto, una misión que requiere mucha paciencia y manejar muchos datos, pero para avanzar en la ciencia y el conocimiento hay que empujar los límites.
Aprovecho para preguntarte por el papel de la inteligencia artificial, que promete ser de gran ayuda en el manejo de cantidades tan grandes de datos como esta a la que aludes. ¿Es realmente así?
El uso de inteligencia artificial es importante en cualquier misión porque ayuda a empujar los límites. En el caso de PLATO no es realmente necesario, se puede usar para otros cometidos.
Una vez que encontréis esas posibles Tierras gemelas, ¿sabríamos además si albergan algún tipo de vida o solo que están ahí?
Pues yo estoy trabajando temporalmente en otra misión, el telescopio Ariel, que se lanzará en 2029, unos tres años después de PLATO. Está dedicada a observar las atmósferas de los exoplanetas. Con estas dos misiones juntas se puede completar la búsqueda de vida, eso que nunca había pensado y por lo que antes me preguntabas. Con Ariel podríamos analizar los candidatos a ser otra Tierra localizados por PLATO y descubrir si tienen agua, qué tipo de gases forman su atmósfera, y si pueden ser evidencias de que alberga vida. Sería interesante.
¿Y vas a seguir en esas dos misiones hasta que terminen?
Solo trabajo temporalmente en Ariel durante unos meses, pero en PLATO sí seguiré. El presupuesto cubre cuatro años de operaciones, si lanzamos a finales de 2026, llegaremos a finales de 2031. Si después el satélite sigue funcionando, tienes la posibilidad en la ESA de extender las misiones. PLATO está construido para tener una vida de misión de ocho años, por tanto, hasta 2035.
Hay que decir que PLATO no obtendrá resultados ni en el primer mes ni en el primer año. ¿Cómo puedes confirmar que un planeta es como la Tierra? Parece que sería posible en un año, pero, en realidad, no es así, porque tienes que verlo dos veces para confirmarlo, y eso son dos años.
La aguja en el pajar.
Pero, como son veinte mil estrellas, eso son muchas agujas, así que es posible. El problema es que los planetas deben estar en el plano de observación. Si orbitan en vertical, en lugar de en horizontal, nunca veríamos la sombra que el planeta produce sobre la estrella, lo que impactaría en los resultados.
La casualidad entra un poco en los hallazgos, entonces.
Siempre. Cuando yo estaba buscando a Philae analicé miles de fotos para encontrar el punto de luz en la superficie. Durante ese estudio observé algo muy extraño: una roca de hielo que parecía cortada por alguien con una motosierra, en vertical. Lo vi por casualidad en tres imágenes de las miles que había, y de ahí salió un artículo para Nature. Porque no es natural, no puedes encontrar algo tan bien cortado, tan recto, especialmente cuando miras la imagen y cambias la perspectiva. En ese momento nos dimos cuenta de que correspondía a la superficie de Philae. Todo es casualidad, tienes que estar ahí, en el momento exacto, para ver algunas cosas, o no aprecias algo que has visto y no entiendes.
Creo, personalmente, que en ciencia suceden muchas cosas que los científicos no entienden. Por eso, hay que tener mucha motivación, empujar mucho para entender esas cosas, porque es ahí donde están los descubrimientos. En el espacio hay fenómenos que no entiendes. Yo tengo demasiada curiosidad, no me gusta dejar esos enigmas ahí, flotando.
Varias veces te he escuchado decir que, de joven, no sentías una motivación espacial por el espacio. ¿Cuándo descubriste tu pasión por el espacio?
Siempre he sentido pasión por el espacio, como cualquier otro niño, veía los cohetes, las estrellas y me preguntaba qué habrá más allá o de dónde venimos. No obstante, mi implicación empezó a los veinte años (ahora tengo cincuenta y dos), concretamente, a los veinticuatro, cuando conseguí un puesto en el ESTEC [Centro Europeo de Investigación y Tecnología Espacial, en Noordwijk, Holanda]. Fue realmente un sueño, porque es un área de trabajo muy particular. Entrar no es difícil si tienes las cualificaciones, pero, viniendo de un país tan pequeño como Irlanda, que aporta, creo, un 0,3 % del presupuesto de la ESA, las posibilidades de trabajar allí son escasas. Fue en ese momento cuando mi interés por el espacio explotó. Trabajé dos años en Holanda, seis años en Alemania [en ESOC, el Centro Europeo de Operaciones Espaciales, en Darmstadt], pero mi interés, por aquel entonces, se centraba sobre todo en el área de ingeniería.
Como científico, tengo un máster en Ingeniería Científica [Engineering Science] y ambas titulaciones [doble grado en Física y Matemáticas], es interesante tenerlo, pero me faltaba el background de la astrofísica. Cuando trabajé en Herschel tuve la posibilidad de proponer usarlo para observar cometas y asteroides del sistema solar, y ahí fue cuando nació este interés tan grande que tengo ahora por la ciencia.
O sea, que empezaste como ingeniero en tu ejercicio profesional y fuiste derivando a científico.
Claro, recibí mi doctorado en Astrofísica hace dos años.
Después de tu doble formación como ingeniero y científico y de participar en seis misiones espaciales, ¿todavía te queda algo por aprender del espacio?
Siempre hay algo. Pero porque tienes que empujar tus propios límites. Nunca deberías pensar que lo has aprendido todo, eso no tiene sentido realmente, lo que tienes que hacer para encontrar caminos distintos en la ciencia es buscar modos diferentes de pensar. Por eso me gustaría estudiar música, pero mi problema es la falta de tiempo.
No entiendo. ¿Cómo encajaría la música con la investigación científica?
Pienso que dedicarte a cosas distintas te abre la mente para encontrar la respuesta a sucesos que no tienen explicación. Me fascina lo que no se puede explicar, tengo algunas ideas científicas y me gustaría estudiar música para ayudarme a encontrar respuestas. Tengo muchos proyectos, pero me falta tiempo, voy poco a poco. Hice el doctorado porque he publicado muchos artículos científicos, incluidos los de Nature, y decidí combinarlos todos en un doctorado y sacarlo adelante.
Y eso dirigiendo a la vez misiones espaciales.
Sí, tuve que dedicarle mucho tiempo, lo hacía por las noches, a partir de las diez, después de meter a los críos en la cama. Es duro, pero yo trabajo mejor de noche.
Permítenos conocer detalles de tu trabajo diario a través de un ejemplo. Cuando la sonda Philae, de la misión Rosetta, rebotó en el cometa Churi [67P/Churyumov–Gerasimenko], se perdió la señal. ¿Cómo se gestionan en la ESA este tipo de situaciones?
Hay una expresión, seguramente existe también en español, que es muy pertinente para misiones que implican satélites: «si hay señal, hay vida». Aquella que dice «si hay vida, hay esperanza» también vale, pero, en este caso, la vida fue la señal de Philae. En este caso, aunque Philae estaba perdida en la superficie, no lo estaba pues seguía en contacto con nosotros. Podíamos tomar fotos, aunque sin saber dónde estaba. Fue sorprendente que rebotara. Mi responsabilidad era liderar al equipo encargado de encontrarla. Para conseguirlo, tienes que ponerte en el lugar de la sonda, pensar qué ves, dónde está el satélite, y localizarla en una zona muy rocosa, donde las rocas la ocultan. Para responder a tu pregunta, estaba sorprendido, aunque no preocupado, porque había señal.
Tienes nervios de acero.
Para llevar a cabo misiones con satélites tienes que mantener la calma, y contrastar y verificar todos los datos para tomar las decisiones correctas. Disponíamos de muchas imágenes, fue una búsqueda muy interesante.
También te he escuchado comparar los primeros meses de una misión a tener un bebé, por lo poco que se duerme.
Lanzar una misión suele ser la media hora más estresante que puedes experimentar en muchos años. No pretendo equipararla a tener un bebé, pero entiendo tu pregunta. Llevo trabajando con PLATO, aunque en porcentajes mínimos, desde 2010; primero estuve en Herschel, después en Rosetta, en este momento participo de vez en cuando en Ariel. PLATO se lanzará en 2026, es decir, aún faltan tres años. Para mí, lo más importante es poder confiar en el cohete Ariane, que cuenta con experiencia suficiente porque ha lanzado y puesto en órbita un buen número de satélites. Esos treinta minutos son muy difíciles, no quiero decir angustiantes, pero todos estos años de trabajo quedan reducidos a media hora.
¿Cualquier fallo es decisivo en una misión de estas características?
Sí, por eso es bastante duro, pero también resulta muy gratificante cuando se separa y recibes su señal. Como he dicho: si hay señal, hay vida. Cuando recibes la señal después de la separación del cohete, sientes un alivio total.
Insistes mucho en la importancia de la ingeniería.
A mí me encanta la mezcla. Los científicos no quieren tener limitaciones, pero la ingeniería es todo límites y, cuando quieres publicar, debes juntar ambas cosas. Cuando estás en un observatorio contemplando todos tus resultados, al final lo que tienes que hacer es una suma y sacar conclusiones de ahí. Eso es importante para poder publicar y, en ese caso, la ingeniería ayuda. Los científicos deben tener una visión más abierta, y los ingenieros poner los límites. A mí me encanta ejercer los dos papeles a la vez.
¿Le recomendarías esa formación a alguien que quiera dedicarse a trabajar en el espacio?
Ayuda mucho elegir la formación STEAM [ciencia, tecnología, ingeniería, artes y matemáticas] si quieres participar directamente en las misiones, pero yo les diría a los jóvenes que hay muchas maneras de trabajar en el espacio. Hay muchísimas áreas de ingeniería. Por ejemplo, si eres ingeniero mecánico, las estructuras de los satélites están basadas en eso. Pero tampoco tienes que ser ingeniero, ni siquiera científico, porque también se necesitan economistas. Si te dedicas a gestionar cuentas, vas a tener trabajo. Todas las disciplinas son importantes en una agencia tan grande como esta. Tampoco tienes que limitarte a pensar en la ESA, hay muchísimas empresas, no solamente en Irlanda, sino en todos los países de Europa. Los países que aportan más dinero al presupuesto de la ESA tienen la posibilidad de participar en más proyectos.
Han pasado siete años desde que finalizó la misión Rosetta, que te tuvo en el centro de interés de la atención pública. ¿Eso hizo que cambiara tu trabajo aquí, en la agencia?
No. Me encanta poder describir cuestiones complejas de una manera sencilla y que la gente reconozca la importancia de nuestro trabajo aquí y también con las misiones. También disfruto haciendo entrevistas. Mi problema es la falta de tiempo. Tengo que dedicarme a hacer mi trabajo diario, con esto no quiero decir que sea un desafío, aunque sí es complejo y tiene su dificultad. No busco estar en el foco de atención, aunque forma parte de mi trabajo, al igual que procurar que el centro de operaciones científicas de la misión PLATO esté listo para empezar a trabajar.
Hablemos un poco sobre la ESA. Como agencia tiene logros históricos, equiparables a los de la NASA, pero ni de lejos su popularidad o la atracción que ejerce sobre el público. ¿Dónde está el fallo?
No hay fallo. Al final todos trabajamos juntos, la NASA, la ESA y otras agencias espaciales, hay mucha colaboración. Personalmente, como científico o ingeniero, no pienso en las diferencias, sino en los retos que tenemos que conseguir y en que, si trabajamos juntos, siempre es más fácil.
Siguiendo con la forma de comunicar las cosas. Cuando revisas las misiones, sin importar de qué agencia sean, siempre puede aparecer algún fallo, pero de los errores de la NASA se suele hablar menos que de sus éxitos.
No ocultamos nada, yo creo que ninguno. Cada misión tendrá sus fallos porque puedes hacer todas las pruebas que quieras en tierra, pero, cuando sales al espacio, las circunstancias cambian. Algunos equipos actúan de forma diferente en el vacío. Nunca hay esa intención de esconder, porque los problemas tienen que ver con el impacto que pueden tener en la misión. Todas las misiones de la ESA han funcionado bien y han alcanzado su objetivo. ¿Cómo decías antes?, ¿que nos estresamos? Tomamos decisiones de ingeniería. Es como en la vida, si te compras un iPhone y tiene un problema de funcionamiento, hablas con Apple. La ESA no esconde nada porque no tiene sentido hacerlo: representamos a los países de Europa y tenemos que poner los detalles sobre la mesa.
Pero una de las cosas que más se comentó de Philae es que fallaron los arpones con los que se iba a sujetar al cometa.
Aunque la gente interprete el tema de los arpones como un fallo, yo entiendo lo que pasó como un resultado. ¿Es posible entender lo que ha pasado? Por supuesto, y ya lo sabemos. Pero, cuando tienes en cuenta que, si los arpones no hubieran fallado, yo no habría publicado aquel artículo en Nature, adviertes que cada error abre una ventana de oportunidad, aunque sea pequeña, y tienes que saber aprovecharla. En ese caso, para mí, el fallo se convirtió en un éxito total.
Gracias a que se trasladó a otra parte.
Sí, al rebotar, se movió hacia una zona diferente. Las agencias espaciales (la NASA, la ESA, etc.) hacemos todo lo posible por garantizar el éxito, por eso habíamos seleccionado una zona plana, muy segura para el aterrizaje. Desde luego, no queremos enviar la sonda a una zona rocosa porque las posibilidades de fallo se multiplican. Las antenas están en la parte superior de la sonda, si se dañan, ya no tienes señal, y no hay vida. Philae chocó contra el cometa y dejó impresa su huella, toda su cara, dentro. Eso hubiera sido imposible si el hielo no fuera muy blandito. Gracias a que la sonda acabó en un lugar que no era el previsto, hemos podido adquirir mucho conocimiento científico que, de otra forma, hubiera sido imposible.
¿El hallazgo de los probióticos, los ladrillos del ADN, también tuvo que ver con ese desplazamiento?
No necesariamente, lo cierto es que, al tener dos zonas, recogimos materiales de ambas, pero los probióticos los detectó el equipo del satélite, no la sonda.
Cada ciudadano europeo solo paga veinte euros al año de sus impuestos para financiar a la ESA. A cada estadounidense la NASA le cuesta algo más del doble. ¿Los europeos invertimos poco en el espacio?
Cuando construyes un satélite que cuesta alrededor de quinientos millones, la gente piensa: «es mucho dinero». Pero lo que no comprenden de este gasto es lo que se conoce como retorno geográfico. Esto significa que los países ponen dinero y la ESA devuelve ese dinero en forma de contratos. El beneficio no es solo el resultado final del satélite y la ciencia que se obtiene con ello, sino las personas que aprenden y trabajan en cada país en la construcción de objetos espaciales. No somos capaces de apreciar muchos de estos beneficios porque la atención se centra casi exclusivamente en el precio final del satélite. En Irlanda, por ejemplo, hay ya noventa y siete empresas trabajando en el espacio.
Hablando de esto, estamos asistiendo a la creación de agencias espaciales nacionales, Irlanda ha creado la suya recientemente. ¿Esto también es gracias al impulso de la ESA?
Juntos es posible hacer muchas más cosas que por separado. Pero también hay que entender que cada país tiene su objetivo y su presupuesto para temas de investigación espacial. Cada país, como España o Irlanda, debe poder decidir si quiere tener su propia agencia espacial. Pero, la verdad, todavía no he leído mucho sobre el proyecto de Irlanda.
A veces, la NASA y la ESA emprenden misiones muy parecidas, por ejemplo, la de desviar asteroides que pueden chocar con la Tierra. Estas coincidencias tienen su origen en la urgencia de copiar lo que hace el otro o en que, cuando los científicos se preguntan sobre qué es lo importante, alcanzan las mismas conclusiones.
Realmente se explica por lo que he comentado antes: hay una colaboración muy estrecha entre agencias. Por ejemplo, las misiones DART de la NASA y HERA de la ESA se centran en el objetivo de chocar con la luna de un asteroide e intentar cambiar su velocidad para ver qué efecto tiene sobre su órbita, y así compararlo con un asteroide grande que pueda dirigirse hacia la Tierra y desviarlo. DART es un flyby (sobrevuelo), no permanece en el asteroide, lanza una sonda, mira la explosión y sigue adelante. Pero así hay cosas que no puedes averiguar sobre el impacto. Ahora sabemos que un asteroide es un conjunto de rocas pequeñas que permanecen juntas por la acción de la gravedad. Si pusieras en él un pie, se colaría hasta el fondo, porque no es una roca con estructura. De momento, ya sabemos que el impacto no dejará un cráter, pero no sabemos cómo afecta a la estructura del asteroide. No solo es interesante saber si la trayectoria cambia, sino cuánto, y eso solo es posible si te quedas ahí para comparar el antes y el después. Por eso mandamos HERA, desde la ESA, para completar el estudio, para observar el resultado del impacto de DART. Una agencia da una información, la otra, una adicional.
O sea que la idea siempre es coordinarse para sacar el máximo posible.
La ESA y la NASA colaboran mucho. También se establecen colaboraciones con otras agencias porque, si trabajamos juntos, somos mucho más productivos. Tenemos nuestros programas individuales, definidos por los Estados miembros de la ESA o por el pueblo americano, pero en muchas áreas científicas trabajamos juntos. Respecto a la Luna, también es una colaboración. No puedo contarte mucho, aunque sí tengo mucha información porque es un tema que me interesa. La ESA está creando un sistema de propulsión para llevar a los astronautas a la Luna, sin esto Artemis no podría funcionar. Eso es colaboración. Siempre es posible lograr más cuando trabajamos juntos.
¿Con China también hay colaboración?
Sí, pero normalmente son colaboraciones pequeñas, definidas por el beneficio de la ciencia. La ESA participa en la misión SMILE, de la que no soy un experto. Esa ayuda significa que los científicos europeos puedan acceder a datos o proponer el uso de satélites para estudiar determinados aspectos del espacio. Lo mismo pasa en nuestra colaboración con Japón.
Fuera de las agencias estamos oyendo propuestas para el espacio que no sé si son realizables. Te quería pedir tu opinión como científico al respecto de la minería de asteroides metálicos. ¿Crees que es viable, y que una empresa privada, con muchos menos recursos que una agencia, podría hacerlo?
En primer lugar, conviene destacar que la diferencia entre una empresa privada y una agencia es que la primera puede correr más riesgos. Ponen menos dinero, hacen menos pruebas e intentan conseguir los mismos resultados. Pero con eso aumentan las posibilidades de fallo. En cuanto a la minería, considero que es un objetivo muy difícil de conseguir porque todavía no sabemos exactamente cómo son los asteroides metálicos. Acaba de lanzarse una misión para investigarlo. Para mí, el principal problema estaría en calcular cuánto cuesta lanzar un satélite para llegar, extraer el material y traerlo, para compararlo con los beneficios financieros que puedan obtenerse. Además, taladrar en el espacio es muy complicado, ya lo hemos intentado en Marte y tiene su dificultad. En este momento no está demostrado que no pueda hacerse. Con dinero todo es posible, pero científicamente lo veo complicado.
Hablemos de descubrimientos. ¿Qué es lo que más te gustaría encontrar en el espacio de aquí al final de tu vida profesional?
Me encantaría descubrir la Tierra gemela y confirmar que contiene gases que representan evidencia de vida. Eso tendría un impacto global. Y PLATO y Ariel (el otro proyecto en el que trabajo) están dedicados a encontrar eso.
Eres irlandés, trabajas en una agencia europea, un lugar sin fronteras en el que colaboras con gente de todo el mundo. En el contexto mundial en el que nos encontramos, con nuevas guerras y divisiones, ¿hay algo que nos pueda enseñar el espacio para que colaboremos juntos como humanidad?
No lo tenemos mucho en cuenta, y resulta fácil perder de vista lo fascinante que es el espacio y el conocimiento científico que conlleva, pues nos vemos arrastrados por los problemas del día a día. Entiendo perfectamente por qué ocurre esto, pero a mí me apasiona y tengo mucha suerte. Cada persona tiene sus límites, yo conozco los míos. Es importante tener algo que te apasione en la vida. En mi caso, mis pasiones son el espacio y la ciencia.
La edad de nuestro sistema solar no es de cuatro billones y medio de años, sino de 4500 millones, o 4 millardos y medio.
Que a estas alturas sigamos cometiendo estos errores de traducción es un poco sonrojante y hace dudar sobre la credibilidad del resto de la traducción.
Tienes toda la razón. Corregido.
Un artículo interesante. Siempre es un placer encontrar publicaciones sobre ciencia en JotDown, queremos muchas más y más a menudo