¿Ha vuelto el heroin chic?

Con el artículo «Bye-bye booty: Heroin chic is back», publicado en el New York Post en noviembre del 2022, se nos plantea la pregunta de qué significa que vuelva esta tendencia noventera.

El heroin chic es una tendencia de los años 90 que se caracteriza por una extrema delgadez, actitud lánguida, ojeras y poco pelo. Una estética poco sana que, sin embargo, dominó aquella época.

Es preciso recapitular un poco en una breve historia de la moda. Durante mucho tiempo los grandes iconos de la belleza venían de la gran pantalla. Los directores y las productoras (las majors) tenían una gran influencia en los cánones femeninos. El male-gaze era la mirada del hombre hetero hacia la mujer como objeto sexual, en la que coincidían los deseos tanto del director, como del personaje y del espectador. Las grandes estrellas de Hollywood (y de otros cines, pero sobre todo de Hollywood) han sido siempre mujeres bellas. Sin embargo, para ser una gran estrella hacía falta algo más que ser guapa; entre otras cosas, ser una gran actriz. 

Los directores, igual que todas las personas, imprimían en sus gustos personales la decisión de un tipo de estética femenina que podría agruparse en dos grandes bloques: la elegancia versus la exuberancia. Entre estas dos facciones, seguramente no haya ejemplificación más clara que la que representan Audrey Hepburn y Marilyn Monroe, respectivamente. 

Aunque impongan una presión indudable sobre la concepción de la estética de las mujeres, estos iconos del cine tenían una mayor flexibilidad que los que más tarde se convertirían en los referentes y esto se debe, en parte, a Gianni Versace. El genio de la moda fue a la vez un visionario. Con la incorporación de artistas de la cultura pop, como las obras de Warhol en sus diseños o las actuaciones de cantantes de moda de la época, se llevó el mundo elitista de la alta costura a un público mucho más amplio. La gran masa de consumidores volvió su mirada hacia esta Maison de precios inalcanzables convirtiéndose Versace en una influencia en la vida incluso para aquellos que no podían permitirse sus diseños.

El matrimonio entre la moda y la cultura mainstream se formalizó finalmente con el videoclip de George Michael, donde las primeras supermodelos de la historia, las míticas Naomi Campbell, Linda Evangelista, Tatjana Patitz, Christy Turlington y Cindy Crawford, aparecen haciendo playback.  Estas modelos nacidas de la portada de Vogue de Peter Lindberg se convertirían en el nuevo ideal de belleza de los 90 y lo seguirían siendo durante varios lustros. 

Como es bien sabido, los criterios estéticos de los desfiles de moda son mucho más limitados que los del cine. Así como Antonioni podía tener como musa a Monica Vitti y Mankiewicz a Elizabeth Taylor, la estética propia de los desfiles de moda era mucho menos plural: una altura mínima bastante superior a la media y una masa corporal (que después se sacó a debate) muy inferior. Es probable que estas consideraciones estéticas se debieran también a cuestiones prácticas: los desfiles de moda exponen un gran número de prendas y las modelos son la forma que tienen de exhibirlas. Que ellas tengan tallas equiparables es práctico para que adaptar la prenda a cada una de ellas sea más sencillo y más rápido. Así, el producto, la prenda, era el objetivo de la exhibición. La ropa tenía que verse bien. Sin embargo, en la época en la que los iconos de belleza eran las actrices, la ropa estaba a su servicio. La supermodelo, la nueva forma de superestrella que nació en los noventa, generó un nuevo tipo de canon de belleza que competiría con el de las estrellas de cine.

Es con las supermodelos con las que empieza el concepto de heroin chic. Una delgadez que en otros tiempos solo existiría en términos indeseados, se convirtió en un estándar a alcanzar por muchas jóvenes. De los iconos más importantes, tanto del heroin chic como de la moda en general, tenemos a Kate Moss. Seguramente la supermodelo más especial, era apenas una niña cuando alcanzó el estrellato con la campaña Obsesión de Calvin Klein. Sus rasgos eran bien distintos a los de Cindy Crawford o Naomi Campbell. Lejos de lucir una belleza fuerte e imponente, ella se caracterizaba por un misterio y androginia. 

La presión por una extrema delgadez llegó a sus puntos más altos durante la época de oro de la ya casi extinta Victoria Secret. Durante los 2000 y hasta bien entrada la década de 2010 los desfiles de Victoria’s Secret se convirtieron en uno de los grandes eventos relacionados con la moda. A diferencia de lo que ocurre, sin embargo, con las grandes casas de diseño como la propia Versace, YSL o Channel, Victoria’s Secret ofrecía un desfile diferente, menos anclado a unas normas estrictas de caminar y que era puro espectáculo. ¿Y cuál era el reclamo? Unas jóvenes muy delgadas. La marca de ropa interior llevó al máximo la hipersexualización femenina y esto le dio grandes rendimientos económicos. Sus modelos, o ángeles principales (Alessandra Ambrosio y Adrianna Lima, entre otras), se convertían inmediatamente en las grandes estrellas. Pero la sociedad estaba cambiando y estas imágenes estrictas de lo que se consideraba hermoso y lo que no, empezaron a ponerse en cuestión.

Y es el momento de hablar de Kim Kardashian. La antaño mejor amiga de Paris Hilton se convirtió en una alternativa al canon estético de las supermodelos. Curvilínea, de 1.56 de altura, pero rabiosamente guapa, aprovechó un video de carácter privado que le dio la fama para que (todo orquestado por su madre Kris Kardashian) se convirtiera en la gran estrella de manera incuestionable incluso a día de hoy. El reality familiar y sus numerosas apariciones en los medios generaron una tendencia de otro tipo de aspecto que ha quedado en la sociedad. Es cierto que habría que cuestionarse si la apariencia física de la estrella norteamericana es más accesible que otras, pero sin duda el público lo tomó así. La cantante Laura Pausini agradeció a Kim Kardashian el haber puesto de moda el culo gordo. 

La ola Kardashian golpeó con fuerza el icono supermodelo y, también por supuesto, el de heroin chic, y Victoria’s Secret fue la primera en caer, curiosamente, cuando una de las hermanas pequeñas de la celebrity, Kendall Jenner, desfilaba para la marca. 

Desde entonces, se han aceptado diferentes tipos de cuerpos en la moda y en los desfiles, incluso en los de alta costura, hay representación de una variedad de tallas. El body positive y la representación de diversas etnias es una conquista a celebrar en el mundo de la moda. Es obvio que la presión en el aspecto de las mujeres no ha desaparecido, pero sí que hay ahora una variedad de cánones que no había en la época en lo que lo cool era el heroin chic.

Por eso, ¿qué significa un artículo como el mencionado al principio? ¿Debemos preocuparnos por la desaparición de las conquistas?

Vemos en nuestros días cada vez más estéticas propias de los 90. El que creíamos muerto y enterrado pantalón de cintura baja ha renacido. ¿Significa esto que renacerán también las estrictas consideraciones del peso ideal? Esperemos que no. Aunque pueda haber sido más o menos sorpresivo el renacimiento de los 90, en realidad es una cuestión natural de la moda. Esta, y todas las artes en realidad, son cíclicas y tarde o temprano esa década a volver. Lo que queda por saber, sin embargo, es si su propuesta estética, interesante en muchas ocasiones, volverá de manera directa o será reinterpretada bajo el prisma de las conquistas de la actualidad. 

El debate sobre el heroin chic es aterrador, pero también es una oportunidad. La moda de los 90 y los 2000 excluyó muchos tipos de cuerpo, que quedaron silenciados, censurados. Ahora, con la recuperación de muchas de las formas estéticas se puede aprovechar para demostrar la injusticia de esa discriminación y la posibilidad de que aquella también fuera inclusiva. 

Decimos que sí a los 90, pero a unos 90 reinterpretados.