Sin pretenderlo pero sin rechazar el papel que le ha asignado la historia, Joaquín Chimo Bayo (Valencia, 1961) ha sido durante años el estandarte de un movimiento musical: la ruta Destroy, también conocida como ruta del bakalao. Desde aproximadamente 1982 hasta 1996, decenas de miles de jóvenes se desplazaban desde viernes a lunes sin interrupción en busca de una docena larga de discotecas de la provincia de Valencia. Todas las variedades musicales de la electrónica y la música de baile confluyeron en las manos de DJ legendarios como Chimo Bayo. En 1991 los astros se alinearon y le convirtieron en un emperador de las cabinas.
El éxito de Chimo Bayo por medio mundo le sitúa a la altura de los grandes iconos populares españoles. Su grito de guerra discotequero sobrevivió a la caída de una ruta del bakalao que se deshizo entre los estragos causados por la droga, carreteras asesinas y una no siempre regular inercia por parte del empresariado de la noche. Un cúmulo de casualidades hace que nos sentemos a hablar en un hotel madrileño después de despejar las cabezas y reparar los estragos que causó la noche en nuestros organismos.
Cuando me entero de que tú eras piloto de motocross, me digo: pero claro, ¡qué puede haber más mediterráneo que esa afición por las motos! Es algo de una presencia total en Cataluña, Valencia…. ¡Es todo tan italiano, tan de ahí!
Mira, no he sido yo un buen estudiante, que digamos. Yo atendía muy bien en clase y de pequeño lo sabía todo, pero ya cuando eras mayor y hay que estudiar, pues con las matemáticas mal, y por lo que sea fui dejándome. Pero era un deportista total. Me iba al gimnasio tres horas de chaval, también había hecho judo, en fin, mucho deporte. Bueno, ahora hago otro deporte cuando actúo (risas) pero la moto era como una liberación total. Cuando me da por una cosa me la tomo muy a pecho, la vivo mucho. Y tenía la moto para ir al instituto, pero llegaba hasta la puerta y ya no entraba. En lugar de eso…
Te quedabas por ahí a pegar saltos con la moto.
Me iba levantando una rueda. Decían que vendiera la rueda de delante de la moto porque no la usaba nunca. Me tomé aquello muy a tope. Me iba al campeonato de España. Por ejemplo a Cullera, al circuito de Las Zorras, y veías esas motos, esos saltos, esa potencia, y claro, yo quería hacer eso. La primera vez que la cogí los brazos casi se me colapsan de una rampa enorme que me dio. Porque para pilotar en motocross tienes que estar más fuerte que un toro. Hay que hacer gimnasio de brazos, antebrazos, etcétera.
O sea, que la cosa contigo va de energía.
Empecé a competir. En vez de ir al instituto me iba a correr a circuitos que había por allí, por Mislata. No tenía equipación y me ponía unas botas camperas a las que arrancaba los tacones al apoyar en las curvas. Así que llegaba a casa y mi madre me miraba diciendo «pero este, ¿de dónde viene tan lleno de polvo?».
De clase no.
No, de clase no. Le conté alguna mentira que otra. Que al bajar la acera se me habían roto los tacones. Ahora me pregunto que cómo se creería eso, pero las madres son así.
Dime que de niño ya tenías una relación con la música. Otra cosa que es también supervalenciana.
Como buen valenciano, en el coche con mi padre siempre escuchaba las casetes de Nino Bravo. Y a mí me dio el rollo de cantar. Además, como en el colegio no iba muy bien, me dio por hacer la pelota al director y a los profesores. Cuando celebraban la fiesta de cumpleaños de director, uno salía a tocar el piano, otros a contar chistes blancos, y yo salía a cantar a Nino Bravo. Y me llamaban Nino Bayo. Yo cantaba con mi padre y me sabía todas las letras. Ahora que estoy retomando clases de canto otra vez, cuando me dicen si quiero probar con alguna canción digo que sí, que «Un beso y una flor», que es mi caballo de batalla. Y oye, voy subiendo el tono y llego y llego. Claro, aunque sepa cantar, esto no se refleja en mis actuaciones porque es una manera de cantar más intensa, menos melódica. Hum, oye mira, igual saco ahora una canción melódica, yo qué sé. Si tienes seguridad con la voz puedes sacar lo que quieras.
O sea, que en tu casa se escuchaba música.
Mira, mi padre tocaba como aficionado en un grupo estilo Los Panchos. Se llamaban Los Guajiros y, por ejemplo, tocaban en los teatros los jingles de publicidad de los programas de radio en los años sesenta, la canción del Cola Cao y todas aquellas. Porque se hacían los programas en vivo y las publis no estaban grabadas como ahora. Mi padre tenía un trabajo bien, era oficial de notarías y podíamos tener algún lujo. Pues uno de mis primeros recuerdos es ir muy de nano a una tienda a comprar singles, de aquellos pequeñitos. Y yo los escogía sin saber qué eran cada uno. Solamente por las portadas que más me gustaban. Recuerdo que una vez compré cuatro de un tirón. De Silver Convention el Fly, Robin, Fly, el Amore Libero de Il Guardiano del Faro, que era un disco instrumental, el Hurricane de Bob Dylan y el Radioactivity de Kraftwerk, que tenía en la otra cara el Trans Europe Express. Y los escogía como un niño al que le encantaban una portada de una pareja agarrados de la mano, el cuadrado negro y el diseño del de Kraftwerk. Claro, luego llegaba a casa y los ponía en el tocadiscos. Aún recuerdo la sensación de sorpresa de descubrir qué sonaba de aquellas compras totalmente aleatorias Cuando escuché Kraftwerk (tararea unas líneas de bajo y percusión de «Radioactivity») pensé: ¿pero qué es esto?.
Así que motocross.
Pues sí, hasta que tuve un grave accidente y me retiré de las motos. De hecho, después en las actuaciones empecé a usar las protecciones como vestuario.
Que es una cosa afterpunk.
Sí, yo siempre he vivido reciclando materiales (risas).
Una curiosidad. ¿Qué busca un DJ en la cabina? ¿El equilibrio, perfección, fluidez, o hay un cierto ego que satisfaces ahí subido?
Lo que sucede dentro de la cabina es muy interesante. Yo de hecho odiaba las discotecas; no salía. Cuando era chaval no había ido nunca a una hasta después del accidente de la moto. Estuve un año que podría ser diagnosticado perfectamente de depresión. Yo era un crío que quería ser campeón de España y se quedó sin objetivos: estaba a punto de fichar por la casa Derbi y, en la caída, la rodilla y los tres ligamentos por el aire, rotos. Se me quedó una pierna como un palo. Me dio un bajonazo de esos de no querer salir de casa ni ver a nadie. Curiosamente la música me salvó todos aquellos meses. Había una tienda llamada Discolibro y tenías que comprar o un libro o un disco al mes. Ahí descubrí Jethro Tull, Steve Wonder, Pink Floyd sobre todo, y la música me ayudó horrores.
En realidad me terminaron sacando de casa mis amigos. La que es hoy madre de mi hija, que entonces era una amiga que trabajaba en la puerta de una discoteca, y mis amigos, llegaban a casa a decirme que saliese. Me metieron allí y mira que aquello no era para mí porque había borrachos, gente que fumaba y para mí irme de fiesta eran un Trinaranjus y unas patatas bravas. No pensaba ir a una discoteca yo en mi vida. Pero hasta mi madre me dijo que saliera. Total, que me hice DJ pero no sabía qué era salir a bailar.
Chimo, que nos liamos. Lo de la cabina. Vienes de un deporte tremendamente energético y acabas en un sitio donde dime si sientes que estás para que la gente se lo pase bien, o si tienes una sensación de dominio de la escena.
No sé. Para mí ha sido todo muy rodado, muy natural. Empecé a poner discos, al principio muy preocupado por hacerlo bien pero, ya las primeras veces cogí el micro y empaticé mucho con la gente. Más que control era sentirse uno con el público. Yo estoy ahí para dar fiesta, para lucirme, por supuesto, porque soy un profesional, pero también para hablar, dar consignas por el micro, para cantar encima de las canciones, me salía todo muy natural.
Como pensando eso de «mirad lo que os traigo: esto os va a alucinar».
Compartirlo, eso es. Pero sobre todo ir evolucionándolo yo poco a poco como DJ. El asunto es que me hice profesional en la misma cabina. Empecé a pinchar en verano y entonces me tocaban turnos todos los días por la tarde y por la noche. Hice un curso acelerado de cabina. Y me fui dando cuenta de que al final vas dominando la situación. Pero nada de eso de que yo soy el puto amo aquí (abre los brazos teatralmente), que me tenéis que adorar. La gente me adoraba por lo bien que me lo pasaba yo en escena. Pensaban que este cabrón se lo está pasando de miedo y encima cobra. Sobre estilos, es cierto que cada DJ hace lo que le da la gana, pero yo siempre he respetado mucho al público donde voy. Saben que Chimo no es un prepotente ni un chuleta. Chimo es un currante, un artista trabajador al que le ha costado muchísimo llegar hasta ahí. Porque yo me he hecho a mí mismo.
En ese proceso de educación, ¿qué se escuchaba en Valencia en esos últimos 80? Es un momento que ahora queda algo eclipsado por la historia posterior de la ruta, pero hay una fama bien ganada: las nuevas tendencias entraban por Valencia, por la costa. ¿Post punk, techno, new age?
Estaba el grupo Glamour, que luego fue Comité Cisne, que ellos empezaban con el techno. También había gente en Valencia que traía a grupos de fuera. Realmente yo creo que la explosión de la música de lo que llegaba de fuera fue a principios de los ochenta.
Hasta el momento mítico del famoso concierto de Simple Minds que metió a treinta mil personas en Orriols, en el estadio del Levante.
En ese momento la suerte que hubo es que había gente visionaria. DJ visionarios que iban a comprar música fuera de España para luego pinchar en Valencia. Yo he estado en la discoteca Barraca y he escuchado a Gary Numan, Music For Chameleons, que es una cosa que ¿cómo podía sonar en una discoteca? Y su Cars y todo eso. Pues igual te ponían a Lene Lovich, a Nina Hagen, por ejemplo me acuerdo de una canción que era «Dancing with Myself» de Billy Idol, que eran cosas que cómo podía sonar así. Flipabas.
Venía mucha música americana, mucho funky. Yo empecé pinchando funky americano pero del duro, de negro negro, funk muy muy serio. Electrofunk también. La suerte que tenías en Cullera cuando empecé es que venía gente que traía discos de Estados Unidos. La variedad era enorme.
Pinchaste en Oliva, en la Arsenal…
Eso es en el 86 o el 87, ya llevaba como unos siete años en ello.
Hay que ver esos espacios, cómo se usan y luego se abandonan. Es la destrucción de los bordes de la ciudad. Ahora pasas por esos templos (incluso la discoteca Templo), y ves que están cercados con vallas herrumbrosas, las bovedillas y techos al aire. Cómo corre el tiempo. Se lo come todo.
Sí, es tremendo. Es que además en Valencia las discotecas tampoco eran especialmente bonitas, de pensar mira qué chulada. Era en otras ciudades donde las discotecas eran más espectaculares, pero aquí…
Mira la primera Barraca, que era tal cual una barraca, como en la serie de Cañas y barro.
En realidad la decoración en las discotecas la componían tanto la gente que iba a bailar como la misma música. La gente se vestía de manera especial para ir a bailar. Te podías encontrar bailando en Spook al lado de un señor con corbata, a un abogado todo sudado, al lado podía haber un rockero con los pelos y al otro lado estaba yo con la pinta de tecnero, con gorra. Era todo muy transversal y sobre todo podía estar bailando el más rico del mundo al lado de un chico que servía los bocadillos en un polígono industrial entre semana. Una de las señas de identidad que yo repetía en las discotecas era que ya estaba bien, después de estar toda la semana trabajando, que era ese el momento de ser los putos amos. Ahí estaba el templo para que se subieran por las paredes, eran bienvenidos todos porque era un lugar merecido por todos. Y yo creo que aporté ese punto de vista original respecto de lo que hacían otros DJ en esos momentos: empatizar. Cuando empecé a incorporar los primeros micros inalámbricos, muchas veces bajaba en mitad de la pista bailando y cantando con ellos, y la gente me veía. Y, sobre todo, se respetaban todos enormemente.
Es una de las cosas que mencionáis constantemente en libros y documentales. La sensación de variedad y libertad absoluta que se vivía en los ochenta, que fueron un escenario muy particular en España.
Veníamos de una dictadura y éramos un poco eso. Cuando murió Franco yo tenía unos catorce años, y había una primera apertura. Además como en Valencia recibimos muy bien todo aquel que llega, porque estamos acostumbrados a ello por las fiestas de las Fallas etcétera, a la ruta venía gente de toda España, pero también de fuera. Te encontrabas a uno de Bilbao hablando así, con su acento, y a otro hablando en valensiá, ché que pasa. Y se entendían a la perfección, que es una de las cosas que más marcó la época: el buen rollo que había entre la gente en las discotecas
¿Qué tiene ese ambiente marinero, que estás en un barracón cochambroso frente a una escombrera, bailando, pero te proyectas enfrente, en unos cañaverales, hacia el mar? Es una manera de salir que no tiene que ver nada con ir de garitos a los centros de ciudades, como los que había en los ochenta en el mismo barrio del Carmen. ¿Ayudó esa sensación de apertura al crecimiento del fenómeno de las discotecas al aire libre?
Sí. Yo lo llamo el hedonismo de masas. Allí se movían cincuenta mil personas entre unas y otras discotecas. Lo bueno es que nunca nadie de Valencia le puso el nombre de la ruta del bakalao. Se lo puso la gente de fuera, que ya como venían como por su casa, pues hasta la bautizaron. En aquel momento, nosotros como DJ no éramos conscientes que estaba siendo tan espectacular. Estábamos habituados a esas sesiones y era nuestra normalidad.
Para vosotros era como vuestro terreno de juego. No de nanos sino de mayores.
Te lo digo en serio. Siempre he defendido la ruta del bakalao, siempre me he sentido muy a gusto porque, aparte de ser un DJ que estaba pinchando, delante de seis mil personas en Templo o así, después de pinchar ocho horas me montaba en el coche con mi chica y nos íbamos a las demás discotecas. Igual eras el artista que estaba ahí arriba que luego estabas abajo con ellos, tomando copas o hablando con la peña en el parking, al sol. Lo veíamos de una manera muy normal. Vale que los padres te decían, oye, no llegues tarde y yo, mamá, si cierro de pinchar a las diez de la mañana, ¿qué es tarde?
Ven a comer por lo menos.
Eso es (carcajadas). Pues esa educación sí que me sirvió para tener un autocontrol en toda la ruta. Es importante tenerlo. Como estabas trabajando pues te sentías bien. Estoy haciendo mi trabajo y luego me voy de fiesta, oye, no estoy haciendo nada malo.
Igual de pequeño te decían que te fueras a jugar aquí al final del descampado, al solar. Qué iban a saber que luego esos serían tus espacios de ocio cuando crecieras.
Hay que destacar también que, en aquella primera etapa, la gente tomaba mescalina y era una cosa que les sentaba muy bien. Y no había peleas, ni violaciones, no había problemas. Ahora, con tanta información, parece que entre todo lo que sale no hay más que cosas malas y aumentadas mil veces. Pero en aquellos días no había teléfonos móviles, y era una cosa chula. Y yo nunca vi a gente de esta pasada, pasadísima, no sé si quizá durante la noche. Incluso luego cuando iba a los after la gente se lo pasaba muy bien, muy felices todos. Tropezabas con alguien y se le caía la copa y todo era eh, perdona, te invito a otra. De estar en la pista luego terminaban en la barra haciéndose amiguetes y quedando para la siguiente semana. Es una cosa extraña, si lo miras bien, qué ganas de felicidad, de pasarlo bien y no tener problemas.
A partir del viernes llegaba la liberación.
La de amistades que han perdurado de gente que conocías en la ruta. Mira, hace poco estuve en Santurce y cuando llegué no estaba abierto un bar de pescadores donde iba. Cuando entro a la que abre el tío, se me queda mirando y no me lo puedo creer, se viene a darme un abrazo y se pone a llorar. Tú no sabes lo que yo he bailado y me he divertido, me decía, porque venían unos amigos todos los fines de semana desde Bilbao. Tú, que venían a lo mejor un jueves y se iban el lunes sin haber parado, hacer todo aquel recorrido con el coche. Eso es espectacular.
¿Es un movimiento surgido de grandes nombres, los Tony Vidal, los Chimo Bayo?
Quizá sí. Cuando venían a mi discoteca la gente no decía que iban al Templo, sino que iban a bailar con Chimo. Las demás discotecas sí tenían una reputación de más años, pero claro, no se decía que iban a ver al DJ de Barraca sino que iban a Barraca. Vamos a Puzzle o a Spook. Esa era la diferencia entre los DJ de discotecas que tenían una solera, o coger una discoteca vacía como Templo o Arsenal y llenarla. Era un riesgo que yo corría al tomar esas decisiones, porque cogía esas cabinas y las movía a mi estilo. Eso no podía hacerlo en Barraca o en otras porque allí no se hablaba por el micro, no se cantaba, ni se subía nadie de pie con el micro inalámbrico a caminar por encima de los platos, ni los DJ salían a la pista a bailar un rato.
Siempre tuve una libertad muy grande al ser de los primeros que usaron micros inalámbricos. Podía estar pinchando en Arsenal o Templo y me daba la vuelta para coger el siguiente disco y podía seguir cantando. Porque tú estás cantando al ritmo y si pierdes un microsegundo para buscar algo pues la lías. Y yo lo fui haciendo de una manera muy natural, liberándome, imagina. El dueño me veía con los ojos como platos: ¡pero qué haces subiendo andando por encima de los platos, que esto vale una pasta, que lo vas a romper!
¿Hay un momento en el que ves que tienes rodaje o material suficiente como para grabar un disco?
Mi intención nunca fue grabar un disco. Un día no sé quién se me acercó y que al cabo de los años sigo sin saber quién era porque luego se fue. Pero yo cantaba encima de bases instrumentales de otros temas, iba improvisando las letras. Y todas las semanas iba haciendo cambios, incluía cosas nuevas. Iba perfeccionando de cara al público canciones como el «Así me gusta a mí» (el archiconocido exta sí, exta no), quizá un año antes de meterme a grabarla. Lo que detonó eso fue esa persona que me dijo que si no se me habría ocurrido hacer un disco. Me giré y desapareció, no volvía ver a esa persona jamás en mi vida. Y pensé que con esas bases se podría.
De ahí surge el Ráyate (1987).
Sí, fue lo primero que hacemos. Date cuenta que para hacer el Ráyate tuvimos que coger una cuchilla Gillette y empalmar los trozos artesanalmente. Tenias que coger el vinilo y pasarlo a bobina abierta, los Revox, como se llamaban aquellos aparatos, y luego editarlo cortando y pegando. Para hacer el tu-tu-tu-tu-tu-tu-tu, que eran un montón de bombos, tenías que hacer un bombo de un centímetro y pegar los trozos. Aprendí a hacer el Ráyate y a editar al mismo tiempo. Nada de aprender durante un año y luego a editar, no teníamos ni puta idea.
¿Cómo se distribuía aquello? Hay unas imágenes icónicas de empresarios de la ruta como Vicente Pizcueta, dueño de Barraca, regalando elepés como el que reparte flyers o invitaciones por la zona de copas de la ciudad.
Aquello era un entorno dominado por las discográficas. Ten en cuenta que había una ley no escrita que decía que para sacar un disco tenías que firmar con una editorial. Ellos se quedaban el 50 % y así es como los de la compañía recuperaban la inversión, mediante la fabricación. Y claro, en esa época las radios tenían todo el poder. Para entrar en una radio y que sonara por ejemplo en los 40 Principales, me presenté en Madrid. En aquella época estaban Rafael Revert y Luis Merino, creo. Y claro, en Valencia habíamos empezado a hacer discos pero nadie nos tomaba en serio. Nadie. Llegamos allí y era como en el colegio. Había un sitio amplio con taburetes, con la gente repartida. Nosotros habíamos hecho el vinilo de color naranja, unas tres mil unidades numeradas. Ya que hacíamos una cosa, pues que fuera chula. Cunado llegamos tenían una pila de un metro de alto, todo discos sin portada, todos negros, y veías justo el naranja en medio para destacar. Total que me miran unos que había allí que me conocían de Woody, una discoteca de Valencia, y me dicen qué qué haces aquí, Chimo. Les digo que he hecho un disco y se descojonan, que si ahora en Valencia hacéis discos. Y nos quedamos como el chavalín que hace cosas pero que no le toman en serio.
Te llamaban como en clase el profesor cuando te saca a la pizarra. Bueno, a ver los de Valencia. Coméntanos de qué va tu canción. Pues la ponemos y la escuchamos, les digo. Ellos, no, no, que digas de qué va… Y tenías que explicarles el disco, era un sistema irreal. Así que empecé a tararear «Chiquitan chiquititan tan tan, que tun pan pan que tun pan que tepe tepe pan pan pan que tun pan que pin»… y se quedaron alucinados. Lo seleccionaron como disco rojo opcional. Las radios tenían el «disco rojo» que se veía que estaba pagado para que lo pincharan. Pero esta vez se vieron obligados a seleccionarlo entre los otros que podían poner, si querían, los pinchas de las emisoras de toda España.
Cuenta un poco ese 1990 que vives previo al boom de «Así me gusta a mí».
En esos días yo estaba pinchando electrónica, body music, acid, música industrial, lo bonito es que también pinchábamos rock…
El DJ belga Fran Lenaers de la Spook y tú traéis el techno belga.
Grupos como Front 242…
SA 42.
Mira, de los Signal Out 42 utilizábamos el «Submarine dance» para cantar la de «Química». Cogí esa base y me inventé la letra, tumtum tumtum, muy lenta, muy oscura… Empecé cantar «La tía Enriqueta» con el« Master hit» de Front 242, que tenía parte instrumental. Y lo de exta sí, exta no lo monté con «El Beso francés» (tararea la base). Todo era música que conocía la gente pero cuando llegaban a otras discotecas, claro, no sonaba igual que cuando yo cantaba encima. Les daba otro rollo diferente que enganchaba mucho respecto de cuando oían la versión normal. Y nos metimos en el estudio a ver si podíamos montar toda aquella música.
Por otras capitales los reyes eran Depeche Mode, pero en la costa seguís como un itinerario propio.
Claro. Toda la música que se pinchó luego en España primero se pinchaba en Valencia. Hacemos famosos a grupos que incluso en su país no vendían tanto como luego vendieron aquí.
Por ejemplo, en Madrid yo nunca escuché los violines de esa barbaridad de tema: «Vagabond».
Había de todo. Cuando escuché el «Commando» de Front 242 dije, hostia, esto tiene una elegancia y una potencia y sin aspavientos especiales que alucinas. Tenía una densidad que te envolvía. Como además me gustaba el funky, no era un techno basado en un doble golpe du-da-du-da, sino que tenía una escaleta entre medio (Chimo Bayo expande las manos como en una batería gigantesca invisible a su alcance y repica una serie du-dabum-ta-da).
¿Qué grandes discotecas tenían sus estilos propios? ¿Spook, por ejemplo?
Tenía grandes DJ, todos muy técnicos, que mezclaban vinilos con una canción con caja de ritmos y otra, por ejemplo, tocada a mano. La delicadez que había que tener para cuadrar eso era enorme porque el swing que tiene una batería no es el de una caja de ritmos. Esta va al tempo perfecta, pero la batería, para mezclar una base de rock con una techno, había que estar muy encima, claro, frenando o adelantando muy sutilmente. Yo eso también lo hacía pero a mi estilo: en vez de estar con esa delicadeza, yo estaba de pie cantando y animando a la gente. Incluso he tenido momentos en los que bajaba del púlpito del Templo y me quedaban, nada, quince segundos para terminar el tema y regresar, ¿sabes?. Mi trabajo era muy intenso porque me la jugaba al segundo. Cogía el disco, pimpam, y lo ponía a cero.
Siempre se dice que el tuyo era un show más moderno que el de otros.
Me compré la primera mesa con sampler, todo analógico. Claro, no tenía midi, no podías ponerlo a ritmo. Me subía a pinchar con una caja de ritmos, dos platos, el sampler, y no daba a basto. Pero esa intensidad me mantenía alerta en la cabina. Un desgaste enorme. La gente me decía: esto del sampler, ¿qué es? Yo grababa mi voz y metía esas voces a cualquier cosa. Por ejemplo dejaba un «buenas noches» grabado. Bajaba para cambiar el tema y justo metía ese buenas noches, buenas noches, bueninonino… . También venga a hacer animaladas con los discos. Hacía malabares con los vinilos y los tiraba para meterlos a capón por el agujero del plato que es realmente mínimo. Lo piensas después y cuántos discos no podría haberme cargado, madre mía. Desde fuera el dueño imagino que estaría de los nervios.
Eso debió cambiar cuando sacas «Así me gusta a mí», el que aún es el maxi single más vendido de la historia de España.
No lo esperaba nadie. Llevaba cantando la letra un año…
Tenéis una idea, un equipo pensado, estáis German Bou y tú, con quien luego has tenido lo tuyo.
Yo tenía la letra prácticamente clara. Las bases eran instrumentales y, cuando nos metimos en el estudio, todavía estuvimos un mes para cuadrar el maxi. O sea, un mes. Ahora mismo, te metes con la letra en una semana y, en tres días, tienes un tema terminado. Pero aquel disco tenía que pasar a la historia. Por eso ocurrió todo así. Tuve que hablar mucho con el productor, que era pianista. Lo hicimos con un Atari. Yo insistía: quería que me viera en directo. Cuando lo viera entendería qué es lo que yo quería. Una intro broom que asuste, el humo que entra, salir con las gafas con luces sacando la tensión adecuada y luego el hua y hu-ha (Nota: gritos de introducción del tema), que son las marcas de la casa. El exta sí, exta no, montando el tema como con contestaciones.
¿Tu idea era replicar ese diálogo con el público que baila?
Yo no sabía qué iba a pasar. Lo primero que pensé cuando ya estaba hecha es que o era un pelotazo o iba a pasar desapercibida. ¿Qué ocurrió? Pues que tuve que esperar un año a que acabara el contrato con la compañía con la que tenía Raya Records, que es donde hice Ráyate. Les dije que iba a hacer esto y decían que no, no, que esa canción no va a pegar. Hay que hacerla de tal manera. Les dije que o se hacía como yo decía o nada. Y me tocó esperar un año por el puto contrato ese para irme a otro sitio. Vaya, que nadie quería hacer la canción de exta sí. Ni plasmarla ni venderla. Que eso no iba a pegar. Qué coño era aquello. Pero yo estaba convencido.
Dijeron que se hacía pero a pérdidas también. ¡Pero si yo la quería hacer gratis, regalarla! Yo quería tener en mi poder un disco para enseñárselo a mis nietos. Fíjate qué mentalidad más inocente tenía. Quería hacer cosas, así que firmé, venga, a pérdidas. Normalmente te hacían un 14 % o un 12 %, pero fuimos al 33 %. Pero si perdíamos pasta yo tendría que pagar a tanto. Con el tiempo yo creo que es lo más tonto que he visto hacer en el mundo de la música. Luego claro, ves que el tema sale en veinte recopilatorios y se vende en cuarenta países. Y empieza ahí el drama de las compañías mediocres que te intentan robar el máximo posible. La mediocridad de las compañías valencianas ahí fue tremenda. Abusaron muchísimo de los artistas creadores que lo que querían era hacer cosas. Con «Así me gusta a mí» les salió mal porque les tocó pagar mucho más de lo que pensaban. Luego empezaron los dramas de los impagados y cosas que se iban guardando a escondidas. Pero no tengo ningún mal recuerdo. Jamás hubiera pensado que una canción podía rendir tanto. Como yo digo, aquella canción es una de mis dos hijas (su hija Tanya es también DJ).
Y en 1991 te vas de gira. Eres uno de los dos artistas españoles que ha metido cincuenta y cinco mil personas en el Tokio Dome.
Habían comprado la canción en Japón y bien, de puta madre. Yo seguía pinchando los fines de semana pero cuando pega el pelotazo dejé la discoteca y empiezo a girar por España. Y desde Japón me dicen que soy número uno allí. Y allá que vamos. Fue un festival que reunía números uno a nivel mundial de la compañía Avex Trax, que allí era más potente casi que Sony. Llegas, ves el estadio, y, bueno. Pero no hubo tensión, fue muy natural. Le dicen a un DJ que vaya a Japón, y bien. Pero yo como cantaba además…
A ver, tenías un rodaje en escena y asustarte no debía asustarte.
Siempre he sido muy responsable, fíjate. Nunca me he adelantado a dar un pronóstico antes de actuar, yo estaba fuerte y me había cuidado mucho. En la gira aquella de Japón en el video se me ve marcar abdominales, cantando con una camiseta de red con el torso al aire que bueno, yo estaba en forma. Saltaba y todo, totalmente recuperado de lo de la rodilla. Siempre me lo pasé muy bien en directo, que es lo que me da la vida. Ahora que he parado para sacar más temas, que vuelves a clases de canto, a meterte en el estudio, es complicado hacer giras y estudio en verano. Y estoy lleno de ilusión. Soy el mismo chavalín que cuando empecé. Llego a actuar a los sitios y me encanta saludar el primero a la chica que está recogiendo los vasos, a los que barren, al DJ, al técnico, y así me creo un espacio y me lo paso genial.
La vuelta de tu gira del 91 coincide con un clima creado contra el movimiento de discotecas y con cambios en la música. Estás trabajando con un producto que, a la que regresas a los escenarios, todo se le empieza a torcer. Hay nuevas gentes acudiendo, nuevas drogas…
También llega nueva música. La ruta en sí está trabajando con un producto cuestionado. Afectó mucho que salieran en la televisión todos aquellos reportajes. Como reacción en las discotecas se mete más caña, más oscuridad. Hubo cambios por todos lados. Para compensar empezaron a meter canciones de estas que llamamos cantaditas, canciones más suaves, cantadas por chicas. Yo nunca pinchaba eso sino que pinchaba caña. Chocolate mantenía ese estilo también, Barraca también. Pero Spook y otras no tanto.
También es cierto que en la ruta había demasiados tíos. Y se buscó que se equilibraran también los sexos en la discoteca. Claro, si tu ponías caña muy oscura es normal que vayan más tíos. Empezaron a equilibrar un poco en discotecas como Puzzle. Imagino que como para limpiar la mala imagen que se estaba creando desde los medios de comunicación. Pero yo en el 92 dejé las discotecas en Valencia y ya me iba con mi show por toda España. No llevaba algo tan intenso como las ocho horas de mis sesiones en Valencia pero tenías que coger lo mejor de cada cosa y darle forma. Que también es lo que esperaban cuando me contrataban.
También es que todos los locales estaban pegados a las carreteras. Los mismos parkings eran un show. Y en los años 90 las cifras son preocupantes. Hay un cerro de muertos en carretera cada semana. ¿Hay muchos factores que se ponen en contra de la ruta del bakalao?
Además no era obligatorio el cinturón de seguridad, pero hay que entender que muchos accidentes no eran cosa de la ruta exclusivamente.
Era algo que ocurría en toda España. Nos despertábamos cada día con las cifras de muertos en carretera y los atentados de ETA.
Claro. Yo además tenía que hacer muchos kilómetros desde Valencia. Tenía que hacer 80 kilómetros para llegar a la Arsenal, a Canals, a Onteniente, a Cullera, hacía un montón de horas. No era ir a trabajar a diez minutos. Una vez iba por la autovía con mi Seat Panda Marbella, uno que me compré con mi primer dinero de trabajar en la Woody. Y veo un Peugeot 505, que era como un camión de grande, que se saltó la mediana de frente a nosotros, y vino hacia nosotros dando giros en el aire hasta caer justo detrás de nosotros. Hasta unos amigos que venían conmigo en el asiento de detrás se tiraron hacia delante sobre nuestros asientos, como si les fuera a caer encima. Pero yo era bastante prudente. Nunca he tenido problemas en controles ni nada.
Por ejemplo, saliendo de Spook la gente iba por la huerta para evitar la autovía. Una de estas llego por las carreteras de la huerta y hay una cola de coches exagerada, muchos tirando marcha atrás, y es que al final hay un control de la guardia civil. Pues yo como no bebía, adelanté a todos, me puse el primero, digo «buenos días señor agente», yo siempre muy educado porque muchas veces me han ayudado en carretera, les tengo mucho respeto y además muchos son seguidores y bailan (y mis hermanos trabajan en ello en Valenca). Él «buenos días, sople aquí», pam: cero-cero, tan sencillo como eso.
Una malva, tú.
Mira, llámame lo que quieras menos temprano.
En tu libro No iba a salir y la lié (2016, Roca Ed.) Toni, el personaje principal, se pone a despotricar contra la Valencia de los milagros, de unos cabrones que se habían cargado la ruta del bakalao, que habían reorientado sus escándalos de corrupción poniendo el foco sobre otros. ¿Qué hizo que se cargaran la ruta?
Porque una estrella que brilla con mucha luz dura menos. Era algo que se les escapaba de las manos. Me imagino que sería una distracción frente a lo que estaban robando por otros lados. Dijeron: Estos chicos son los malos. Lo cierto es que en aquella época se perdieron muchísimos puestos de trabajo, no solo los DJ, de la ruta del bakalao vivían los repartidores de bebida, el que hacía los carteles, el diseñador, los que curraban en los pases de modelos, trabajadores de todo tipo, los vigilantes de la entrada, el desconcierto era tremendo a todos los niveles. Destruyeron todo un tejido de trabajo. Creo que la ruta del bakalao en parte murió de éxito. Y creo que es bonito que no haya durado mucho más.
Ha podido mantener una esencia, una mística.
De la ruta, el recuerdo que tengo es neorrealista. Todo tiene un toque poético desde el punto de vista que lo mirabas. Al no existir teléfonos móviles, ni existen grabaciones ni nada. El recuerdo que se tiene es tan bonito que lo conservas idealizado. Y es de las cosas más bonitas de tuvo un movimiento de búsqueda del placer, un hedonismo y una diversión que se ha dado en todas las grandes civilizaciones. El placer y el bailar. Como dijo Samuel Beckett, primero baila y luego piensa, que es el orden natural. Nietzsche también dice algo como «no creería en un Dios que no supiera bailar».
Al final de la megafiesta que cierra vuestra novela, hay una imagen metafórica brutal que es la de gente bailando en una pista en la que han parado la música, pero todos los asistentes siguen en movimiento. Seguían una música que solamente tienen retenida en sus cabezas.
Ahí hago un cameo divertido. La novela va sobre la búsqueda de la felicidad. Cómo podemos volver a ser felices haciendo lo que sea que tengamos que hacer. Pero hagámoslo para poder serlo, aunque sea un día. Es una mentalidad maravillosa aunque en la novela la montan bien gorda.
Sigues girando en conciertos aunque hay un proceso en el que pasas de ser el rey de los veranos a estar en una zona de sombra, de silencio. Al menos desde fuera de Valencia se te pierde la pista.
Sí, luego de 2000 a 2007 estuve haciendo televisión. Se adelantó la música a algo que iba a demasiada velocidad y yo sentía que eso no era mi música. Y me dije oye, Chimo, para de pinchar. Y me dediqué a hacer un programa llamado Esto se mueve, que era un late night que tenía un ritmo muy loco pero que se hacía con un muy bajo presupuesto. Creo que aquello fue de lo mejor que hice. Porque a partir de 2007 me empezaron a llamar desde festivales chulos. El primero fue el FEA, el Festival Electrónico Alternativo. La realidad es que pasas de ser el puto amo a la bajada normal que tienen todos los artistas, en la que no llego a desaparecer pero dejo de pinchar. Y luego empezó a llamarme todo el mundo. Intenté llevarlo como unos dientes de sierra de un proceso lo más normal posible.
¿Cómo se digieren esos momentos de anonimato?
Lo bueno fue parar cuando la música no la sentía mía. Me habría convertido en una gramola, en alguien que pone la música que la gente quiere. Y no. Yo las canciones las trabajaba de otra manera.
¿Ha cambiado mucho la manera de pinchar con el paso de las décadas?
Yo sigo llevando toda mi música en directo. Pero sí que muchos DJ llevan toda la sesión en su pendrive guardadito. En muchos festivales lo normal es que incluso te lo pidan, con la excusa de coordinarse con las luces etcétera. Conozco DJ que viven mucho el momento de pinchar pero también encuentro muchos otros que parece que van a currar y ya. Yo siempre he querido ser diferente. No ser mejor, pero dar una percepción artística diferente. Los habrá que no les guste que hable la gente sobre las pistas de los temas, claro. Oye, mirándolo bien, yo podría dar dos opciones de contratación. Dos cachés. ¿Quieres que hable pinchando? ¿No? Pues esa sesión sin Chimo hablando es más cara (carcajadas).
Ahora en serio, hay sitios donde se cuida mucho el aspecto musical, y luego hay otros más populares donde se juntan hasta tres generaciones viéndote actuar. No es lo mismo un festival donde el ambiente es más underground, o por ejemplo en San Isidro donde podría haber veinte mil personas de todas las edades en aquella explanada gigante. Ves padres diciendo a sus hijos que ese es el discjockey que ellos escuchaban hace treinta años. Y han venido nanos con los ojos como platos de cinco años, a darme un abrazo gigantesco como si me conocieran de toda la vida.
Uf, la gente.
Durante todos esos años hay anécdotas bonitas y anécdotas muy duras. Un día vinieron unos padres de un chico que decían que era muy fan mío. Y yo veía que hablaban en un pasado un tanto raro. Resulta que yendo a un concierto mío se había matado en un accidente. Que querían conocerme. Y yo pensaba que en aquel momento podría pasar cualquier cosa. Y lo primero que hacen es darme un abrazo. Yo pensaba que me iban a echar una bronca o lo que sea. (Chimo se emociona). Esto yo no quiero perderlo nunca.
Y te presentas a la preselección del festival de Eurovisión de 2010. Llámalo tocar todos los palos, llámalo madurez artística.
Si, pero la culpa es de estos cabrones (señala a su equipo de management). Habíamos compuesto La Fiesta del fuego que era un homenaje a Valencia. Y estos me dicen oye, ¿nos presentamos? El último día les digo que venga, que adelante. Y resulta que ya la habían presentado sin decirme nada. Aquello pega durante 2010 pero bien. Pero resulta que tenemos que sacarla de una entrevista que se había emitido unos días antes, porque incumplía esa condición del concurso no haber sido emitida. Salimos al principio sobre la posición doscientos, al día siguiente subió al cuarenta, el dieciséis, al cuatro, y me voy a la parra un rato. Los que estaban detrás de todo aquel lío empiezan a buscar por internet para caparla y encuentran que efectivamente la habíamos emitido dos días antes de lo que se podía. Y me ves llamando al periódico para que borrara todo rastro corriendo. Que no hubiera rastro. ¡Qué inocencia! Y al final lo quitaron pero ya estaba en todos lados que incumplíamos eso. Pero fue una experiencia buena. Yo creo que respecto del Algo chiquitito, con la Fiesta del fuego habríamos salido ganando. Y nos apoyaron mucho los tipos de ForoCoches. Luego, para putear, como habían eliminado al Chimo Bayo se pusieron a apoyar al John Cobra.
Cuenta algo de la película que acabas haciendo con estos actores jóvenes. Porque en la serie La Ruta de Atresmedia no saliste.
No llegamos a ningún acuerdo porque no sentía que lo que me ofrecían fuera a solucionarme nada. Yo quería hacer un papel que no fuera Chimo Bayo. Como digo, ese papel ya lo bordo. Lo que tenía mucho interés era en hacer un papel diferente. Podía ser desde un guardia civil que hace controles, salir en un par de capítulos o algo. O de dueño de discoteca prepotente chulo o de narco. Algo que no fuera yo. Y no cuajó. Pero me llamaron de inmediato para otro papel, por casualidades de la vida. Oye, que tenemos un papel para ti de un narcotraficante bipolar. Y digo que me parece ideal. Hago de loco total en Quan no acaba la nit. El director es Oscar Montón, que era el chico que había grabado imágenes en todas las fiestas de la ruta del bakalao, una especie de documentalista que también dirigió el documental de toda la movida de Valencia y la ruta, el de las 72h.
Óscar habrá recopilado no menos de treinta cintas de Hi8 y tiene mil horas de todos los conciertos, los monólogos que hice de los programas de la tele, es algo espectacular. Me dice que tiene este papel y que haré un pirao que es un fan de Bruno Lomas. ¡Bruno Lomas! Él y Nino Bravo son dos de los personajes más importantes de la música en Valencia. Óscar me dejó introducir en mis escenas las locuras que se me ocurrían, los diálogos, en fin. Hago de un pirado que no sabes si cuando vas a hablar con él, mi personaje, El Holandés, saldrás vivo o no.
Una pregunta de señor mayor. ¿Qué tal se trabaja con chavales jóvenes?
Ah, son chavales son espectaculares, un encanto. En el set, cuando llegué, los chicos se presentaban y yo les decía que no quería saber sus nombres. Que yo tenía que hacer papel de cabrón y, si me caían bien, me iba a ser más difícil. Ellos estaban genial. Y llega el director de actores y me dice que olvidase a Chimo Bayo. Acabaron metiendo varias escenas del pirado ridículo del mafioso en las que hago un baile que improviso. En fin, son secuencias que he visto en bucle y que son muy divertidas. Y me gustó tanto que ahora estoy buscando representante para hacer el capullo durante más minutos en otra película más. Yo quiero morir como Molière, en el escenario. Y de amarillo, que da gafe.
Al principio hablábamos de cosas muy valencianas. Pero es que hace unos años te redescubrí pinchando en la salida de una carrera popular, los 10k de Valencia. Otra cosa que también es absolutamente valenciana: las voltes a peu. Esta sí que no me la esperaba.
No me acuerdo cómo, pero se pusieron en contacto conmigo. Oye, queremos que estés a la salida de un 10k. Pues está bien. Mi imagen puede asociarse a estar pinchando a primera hora de la mañana. No sería la primera vez; yo lo veía bastante normal, pero debe ser que aquello fue la primera vez que sucedía. Nunca había habido quince mil corredores calentando y bailando al mismo tiempo. Y encima se batieron el récord del mundo masculino, el femenino, el de España, la leche.
Al final, cuando hablas con gente de varias generaciones, uno entiende que Chimo Bayo se ha convertido en una especie de símbolo cultural. Es como cuando en 1963 estrenaron West Side Story en los cines de Madrid y esto arrastró a las pandillas de los barrios hacia el rocanrol. ¿Te sientes parte de los desencadenantes de este movimiento musical masivo o la ruta del bakalao ya había despegado?
Me parece muy bonito. Bueno, yo también lo he buscado. Y me da muy buen rollo que me relacionen con la fiesta. Hasta veo que en los carnavales la gente se disfraza de Chimo Bayo con las gafas con luces, el chaleco, la gorra de CCCP. Hasta en cierto modo los DJ han empezado a disfrazarse y personalizarse como hacía yo. Y es que creo que lo serio no tiene que ser aburrido. Ves gente que se toman demasiado en serio las cosas de la música y el resultado es que lo hacen aburrido.
¿Has tenido tu ninot? Eso sí es un termómetro de popularidad.
¡He tenido cinco ya! Este año otro y está en vías de que se indulte o no. Como además he compuesto el Himno de la Paella, salgo en todo el medio con una paella. Durante la pandemia, que fue cuando estuve en un programa de televisión llamado La casa de los secretos que duró poco, hicieron un ninot entero de la ruta del bakalao, donde salimos un montón de personajes y discotecas de la ruta. Era muy gracioso porque habían hecho un cartel indicando que «para ver la falla siga la raya». Y habían colocado una raya de coca gigante para que siguieras la falla en un orden, como dando una explicación guiada. Y en la falla infantil de 2023 del ayuntamiento yo salía con dos platos que giraban con un pequeño motor.
A pesar de tanta mala fama eres una figura respetable. ¿Podríamos dejarte al cargo de nuestros hijos?
Bueno, yo creo que sí soy una persona recomendable. Soy respetado porque llevo trabajando en este tinglado ya cuarenta y dos años. Veo que soy un ejemplo para los chavales jóvenes para que no se desanimen. Las cosas no se consiguen nada más llegar. En la vida van a tener subidas y bajadas, triunfos y desapariciones… Creo que hasta soy una buena imagen incluso para mi hija Tanya, que también pincha como DJ residente.
Templo, Spook, Barraca, Espiral, Puzzle, el teatro Victoria en la Malvarrosa, la NOD y su párking, donde se hacían hasta paellas gratuitas para que la gente aguantarse en pie, o aquel chaval que se montó un tablón para bailar encima del coche sin abollar el techo. Nombres e imágenes que caerán en el olvido relativo de las historia de la música. Escenario de una década de apertura, de derroche y del advenimiento de la electrónica, las discotecas que fueron portada en media Europa hoy se derriten como azucarillos entre rotondas, solares vallados entre matojos y un sol implacable. Si se conduce a lo largo de sus fantasmales sombras, el silencio de esas ruinas no hace sino retumbar a ritmo de four-on-the-floor a 130 beats.
Fantastico Chimo y fantastica entrevista! Hu ha!
Le imagino un fan de Chimo así que un saludo y gracias.
Entrevista sin interés con un contador de batallitas.
Hombre, no sea usted tan descarnado.
Batallitas y además inventadas la mayoría de ellas. AL menos exageradas hasta su deformación. Por detallar alguna. El single de Hurricane de Bob Dylan es de 1977, supongo que a Valencia llegaría más tarde. Para ser su primer recuerdo… tenía ya 17 añitos.
En fin, Antoñita la Fantástica.
¿Pero qué coño? El álbum «Desire» salió a la venta en noviembre de 1975 (en algún sitio se da otra fecha, la de enero de 1976) De cualquier modo, ¿se tardó un año en sacar el sencillo de «Hurricane»?
Fantástica entrevista!!
Muchas gracias por todos los recuerdos
Gracias. El DJ es un tesoro de la memoria.
HU-HA! Bonita entrevista.
¿Sabe que hay un sticker para el WhatsApp con esas letras, verdad?
Acabo de leer el artículo de Taylor Swift y se me ha ocurrido… ¿Dejaría que su hijo fuera criado por Chimo Bayo? Sé que no tiene nada que ver, pero se me ha cruzado el cable.
Yo alucino con la mitificación de la ruta del bakalao. Yo estuve allí
Esta pseudomúsica arrasó con toda la música decente que se pinchaba en las discotecas de Valencia, no quedó ninguna a la que se pudiera ir. Simplemente para aguantar ese coñazo de música y tantas horas había que estar pasado de ácido, ¿cuál es la gracia de mitificar a una manada de gente con las pupilas dilatadas?
Claro que era un peligro conducir desde Valencia hasta Cullera, por la noche y por el día, sábado y domingo. ¿Matarse en el coche por ir ciego y matar a otros de paso es otra cosa a mitificar?
Creo que no es tanto mitificar la ruta cono enmarcarla en un entorno social muy específico. Son unos años en los que yo creo que explotan ciertas nuevas maneras de ocio, de vicio, de malos usos políticos y en ese marco hay una generación que se lo encuentra como etapa de fiesta.
Otros íbamos de bares punkis igual que otros vivieron las pandillas de los sesenta. Conocer esas ventanas y poner contexto es importante.
Gracias por su tiempo. Saludos.
La ruta Destroy, hasta donde recuerdo, que no es mucho, se terminó por una decisión politica. En un momento dado, las mentes bienpensantes decidieron que había que acabar con eso e hicieron algo tan facil como aumentar la presión policial en las carreteras de cada discoteca. Al final era inviable ir de ruta como se iba, cargados de coca, costo, acidos , pastillacas, etc, te trincaban y te jodian bien. Eso en poco tiempo acabó con la ruta. Esa fue la realidad, la presión policial decidida por las «elites iluminadas politicas bienpensantes»
Claro, con lo a gusto que se estaba cargados de coca, ácidos, pastillacas, teniendo accidentes mortales por esas carreteras y sin que nadie viniera a joder la marrana, ¿eh? ¡¡Aquello sí que era vida, hostiaaaa!!
Para los que vivimos aquello, todo lo que dice este señor suena a pura filfa. Muchos se hicieron millonarios con las drogas sintéticas fomentadas desde esa «cultura». Muchos más se quedaron en la carretera o están más pa cá que pa llá gracias a estos excesos que parecían tan divertidos (risas). ¿La música? Un montón de mierda porque nadie sabía qué estaba escuchando. Recuerdo ir con unos colegas que se ponían hasta arriba los fines de semana a buscar material a la KKO de Torrevieja porque les había fallado el camello y claro, iban limpios. Entramos al gran antro y cuando salimos decían que vaya mierda de local y vaya mierda de música. En alguna ocasión hice el recorrido La Marcha-Barraca-Puzzle y lo recuerdo como una pesadilla porque a mí las drogas me sientan fatal. También recuerdo aquel cartel en el frontispicio de entrada de Barraca de la Malvarrossa: «Vivir sin dormir»
Me alegro mucho que este buen hombre haya sobrevivido a su medicina pero las batallitas, en el asilo. Y gran civilización dice el payo. Me parto el ojete, tú.
Ay, madre, tenéis a Chimo Bayo y termina en esta entrevista insulsa.
Uyyy, sííí!! Que Chimo Bayo es un fenómeno intelectuáááá!!
El libro en cuestión sospecho que tiene mucho más de Emma Zafón que en todo momento se lo toma a chufla que de Chimo. Es más malo que la carne de pescuezo, no vale ni para tirarselo a la cabeza a tu peor enemigo y solo lo salva eso, que en ningún momento se toma en serio.
Bueno al final la ruta era eso, una Valencia pre Calatrava, nanos, discotecas cutres, drogas y ausencia de control. ¿Que dejó?, muertos en las carreteras, quedaos, drogadictos, una música horrible aunque si nos ponemos estrictos no se si peor que la mayor parte (por generosidad) del regeton. Seguro que Bayo lo vivió como una época de esplendor, pero tiene más sombras que luces y dejó poco a reivindicar.
Joder, ahora parece que ruta mató a más gente que la Eta. Hay datos oficiales?
En esos años morían 3 ó 4000 personas al año en las carreteras, por no mencionar los heridos de gravedad. Muertos en atentados hay unos 800.
Sin querer decir nada bueno de ETA tengo que suponer que sí, que en España murió más gente en esa época por ir de fiesta puestos o borrachos que por un atentado.
Como colofón de una Movida también muy mitificada. Neoliberalismo, nihilismo y desapego postmoderno made in Spain.
Si algo tan choni y de baja estofa como la ruta del bakalao y su pésima musica es vendido tiempo después como un movimiento cultural nadie me dice que con el reggaeton no pueda pasar lo mismo dentro de no demasiado tiempo.
Soy de aquella época y jamás me interesé ni por esa música ni por ir a garito similar alguno. Será casualidad, pero la mayoría de gente que conocí que si se interesaba por ello eran unos mastuerzos de libro. No intenten vendernos aquello, por favor, era lo que era, punto.
Totalmente de acuerdo, yo soy del 68 y entre 1982 (sin la edad) y 1989 viví la «fiesta» en Valencia (soy de la ciudad), y la mákina arrasó con una música buenísima que había antes… una pena. Este personaje solo representa, en mi opinión, la época final de decadencia y mala música, mala droga, mal rollo….
Chimo Bayo en Jotdown? En serio?……….
¡Increíble, Chimo Boya!