En realidad la serie era terrible. Pero era el claro reflejo de una época, los años sesenta, en la que el mundo estaba cambiando. Todos tenemos un pasado y en la memoria visual de los fanáticos del Hombre Murciélago, entre los que me encuentro, el pasado glorioso de Batman es la serie homónima creada por William Dozier en 1965 para el canal estadounidense ABC. Quizá la obra maestra más terrible de la historia. Pero una obra maestra desde la misma sintonía de apertura, probablemente la más famosa de todos los tiempos, con ese pegadizo hook de guitarra propio de las películas de espionaje (recordemos que Batman es el mejor detective del mundo) y los acordes de la música surf: «Da da da da da da da da da da da da da… Batman!». Como nota de color, escúchese la sintonía de la serie e, inmediatamente después el «Taxman», de The Beatles (Revolver). He ahí una competición que, por supuesto, gana Neal Hefti, creador de la sintonía.
Buena parte de lo que es Batman se lo debe a aquella locura colorista pop que ya aventuraba la psicodelia posterior. No solo congregó a millones de niños delante del televisor, primero en EE. UU. y después en el mundo entero, sino que casi fue crucial para la supervivencia del personaje. Antes de aquel 12 de enero de 1966 —fecha de la primera emisión—, Batman había sido llevado a la pantalla en 1944 y 1949, pero ninguna alcanzó el mito de la versión de Adam West. Tras la publicación de La seducción de los inocentes (1954), del psiquiatra Fredric Wertham, los cómics están, nunca mejor dicho, de capa caída. Por un lado la censura de la industria hace que estos languidezcan y, por otro, los niños están más pendientes de la tele que de los viejos tebeos. En el seno de DC incluso hay quien se plantea la suspensión del personaje. En ese contexto surge una serie que recoge a un Batman que, en realidad, no era tan novedoso y sí más bien una vuelta a los orígenes del personaje creado por Bob Kane y Bill Finger en 1939. Junto a Adam West enfundado en el traje en tonos violeta (!) estaban Robin, Alfred, el comisario Gordon y toda la galería de archienemigos del héroe, entre los que sobresalía el Joker, creado para el papel por Jerry Robinson, e interpretado en televisión por el actor de origen cubano César Romero. Todos descojonándose de Wertham, que había posado su dedo acusador en los cómics como fuente de todos los males.
La serie supo compaginar la estética dominante de un arte pop que, de la mano de Andy Warhol o Roy Lichtenstein —quien diseñó la porta da de la Tv Guide anunciando la llegada de la serie— había encontrado en la expresividad iconográfica de los cómics su primera fuente de inspiración. A nadie se le escapaba que el humor rayando lo ridículo y etiquetado como camp lo inundaba todo. Daba igual que Adam West —que enterró por siempre su carrera como actor pero se ganó un lugar en los corazones de millones de fans— se esforzara en poner un contrapunto de seriedad, roto en el momento en el que el «dúo dinámico» se enzarzaba en una pelea contra sus archienemigos dando rienda suelta a la aparición de las célebres onomatopeyas en la pantalla: OUCH!! PUM!! CRANK!!
Tal fue su influencia que, durante un tiempo, fue la serie la que llevó la batuta en la configuración de las historietas. Después de tres temporadas y un largometraje (1966), ABC canceló una producción que cambiaría por siempre el merchandising de los superhéroes. La primera resurrección de Batman estaba completa, la segunda sería de nuevo en los cómics de la mano de Neal Adams y Dennis O’Neil.
Ahora, después de lo hecho por Christopher Nolan partiendo de la revisión del personaje por Frank Miller, es fácil ser de Batman. Sin embargo, seamos serios, de existir un verdadero Batman, es muy probable que se parezca más a aquel cuarentón barrigudo que al atractivo playboy encarnado por Christian Bale. La versión de Tim Burton (1989 y 1992), que no tenía ni idea de cómics, es una revisión de la serie. Por eso acudan al original, acomódense en el sofá, denle al play y disfruten, vuelvan a ser niños. Tienen ciento veinte episodios por delante. Solo me queda darles un consejo: la mejor es la doblada al gallego, para no perderse joyas como la que da título a este texto. Solo por eso, larga vida a Adam West.
¡A mesma bat-hora! ¡No mesmo bat-canal!
Entre Batman y Songoku una generación entera de gallegos aprendimos a hablar el idioma.
Mención aparte a esa época dorada del doblaje de la Telegaita. Es espectacular ver Star Wars (terma Chewie que escorrego), Terminator 2 (a rañala raparigo) o Hot Shots 2 (e escomezamos cunha tinada de Ana Kiro)
la versión en catalán de TV3 era absolutamente magistral, con el apoyo de Màrius Serra.
Pues si te parece entrañable la versión galega de Batman , enchúfate Bola de Dragón y Mágnum P.I. y flipas !!
¡O meu deus! ¿¡Magnum, que fixeches!?