Tecnología

Historia de humanos y algoritmos. La conexión entre progreso económico y social

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Ilustración: Juárez Casanova

A principios del siglo XIX en Reino Unido, los luditas fueron los primeros en preocuparse por su futuro laboral ante la llegada de las máquinas y la automatización de sus trabajos. Este movimiento comenzó el 11 de marzo de 1811 en Arnold, un pueblo cerca de Nottingham, cuando los trabajadores británicos destruyeron los telares de las fábricas textiles. Los luditas se inspiraron en el personaje imaginario de Ned Ludd, un joven aprendiz que destruyó en 1779 el telar de su propio maestro.

A finales del siglo XVIII la tensión entre los trabajadores y empresarios fue creciendo con la prohibición de los sindicatos. Las restricciones impuestas por el Gobierno británico sobre el comercio internacional obligaron a los empresarios a reducir sus costes y producir materias primas de baja calidad, por lo que recurrieron a las máquinas. Las jornadas laborales se alargaron y los salarios se hicieron cada vez más precarios. Los luditas demostraron su descontento asaltando fábricas y destruyendo telares. Probablemente del pasado hemos aprendido que las desventajas de una tecnología o avance, entendido como progreso general, no residen en la tecnología en sí, sino en el uso que hacemos las personas de ella —con inteligencia y encontrando respuestas—.

La llegada de la IA y la revolución digital está generando en los ciudadanos una sensación similar a la que se produjo con la Revolución Industrial aunque, según los expertos, con dos diferencias importantes: la velocidad de irrupción en nuestras vidas y la intensidad y globalidad del cambio que genera, que nos afectará y nos transformará a todos. Es una tecnología disruptiva, que ha avivado el debate sobre las reglas que deben regir su funcionamiento; hablamos de la ética en la IA, que se engloba dentro de una temática más amplia sobre el control de la tecnología por los propios humanos.

Que la IA ha cambiado nuestra forma de vivir, trabajar e incluso visionar nuestro futuro no es algo nuevo. Algunos sectores como la salud o la educación han experimentado una auténtica revolución con el potencial de transformar profundamente la sociedad. La IA está mejorando las organizaciones, así como su gestión y procesos internos. Aparecen nuevos modelos de negocio, productos y servicios. Y también para los Estados: predictibilidad de las decisiones administrativas y de las sentencias judiciales; sistemas objetivos de selección de empleados públicos; incremento de la protección policial; identificación de delincuentes; predictibilidad de defraudaciones e incumplimientos con la Hacienda pública o la Seguridad Social, etcétera.

No se trata solo de acortar los tiempos de producción, podría llegar a revolucionar el trabajo en todos los sectores, automatizar tareas, fomentar la creatividad y mejorar la toma de decisiones, dotando a los seres humanos de herramientas para avanzar en el progreso. La innovación tecnológica puede perfeccionar las habilidades de precisión de un ser humano y realizar tareas metódicas con una consistencia casi perfecta, pero su gran potencial está en la combinación con las capacidades de las personas y el uso en favor de todos.

Que la inteligencia artificial es capaz de afectar economías y sociedades enteras también es un hecho. Eso refuerza la necesidad de garantizar su uso responsable y ético y distintas tendencias no cesan de alertar sobre los retos vinculados con la equidad, o incluso de una falta de control sobre la tecnología por parte de los humanos. Algunas voces la han llegado a paragonar con una revolución nuclear por su alto impacto en todos los ámbitos y, en parte, por la duda que aún siembra sobre si nos ofrece un futuro prometedor, o todo lo contrario. Aún existe poco consenso sobre si hay que tildar a la tecnología de heroína o villana. De hecho, hay figuras destacadas como el historiador y filósofo Yuval Noah Harari que han impulsado una carta en la que se propone una «pausa de la inteligencia artificial». ¿Qué hay tras este debate? ¿Estamos ante una amenaza real? ¿Cómo podemos construir un futuro integrador en términos de progreso?

El World Economic Forum publicaba en junio de este año un informe en el que desmenuzaba las implicaciones éticas del uso de la IA y algunos puntos de reflexión para salvaguardar la gobernanza y la responsabilidad en el uso de esta tecnología en el que las palabras más mencionadas fueron ética y responsable.

También hay voces que ven los riesgos de una reducción elevada de puestos de trabajo, a la que deberíamos adelantarnos para redirigir antes hacia nuevas oportunidades a estas personas. El Informe sobre el futuro del empleo 2023 del Foro Económico Mundial evalúa el impacto de las macrotendencias, así como del cambio tecnológico en los puestos de trabajo y las cualificaciones en los próximos cinco años. El informe concluye que casi una cuarta parte de todos los puestos de trabajo (23 %) cambiarán en los próximos cinco años. En 45 economías, que abarcan 673 millones de trabajadores, se prevé la creación de 69 millones de nuevos puestos de trabajo y la supresión de 83 millones, lo que supone una disminución neta de 14 millones de empleos, es decir, el 2 % del empleo actual.

Los mayores aumentos absolutos de empleo procederán de la educación (tres millones de empleos) y la agricultura (cuatro millones de empleos), impulsados en parte por la demografía, y en parte por las aplicaciones de las nuevas tecnologías en estos campos. También se espera que la nueva geografía económica (creada por el cambio de las cadenas de suministro) y el mayor enfoque en resiliencia (en vez de eficiencia) generen un crecimiento neto del empleo con beneficios, especialmente para las economías de Asia y Oriente Medio.

Los sesgos son otro de los aspectos que se encuentran bajo mayor escrutinio si hablamos de IA. No cabe duda de que, si no alineamos estas tecnologías con los objetivos conectados con la humanidad, no vamos a lograr tener sociedades más sostenibles. En el trabajo concreto desarrollado por SERES y vinculado a una IA ética hemos identificado algunas características necesarias para contar con una IA que ponga el foco en las personas y sea así posible aprovechar toda su potencialidad:

  1. Ser confiable: principio básico para tener una guía responsable que permita la colaboración entre las empresas y los clientes.
  2. Adaptable: la tecnología debe evolucionar con el usuario, adaptándose de acuerdo con la interacción con la persona.
  3. Relevante: es necesario que aporte valor al usuario, o permita mejorar el valor ofrecido.
  4. Útil: debe aportar algo que antes no estaba y ofrecer valor al usuario con el mínimo esfuerzo.

También existe el debate entre la potencia del dato para generar impacto positivo en la sociedad y el riesgo de la mala utilización de los datos de los usuarios. La nueva regulación relativa a los derechos humanos tiene muy en cuenta este aspecto, y la necesidad de regular el acceso al dato garantizando los derechos de las personas.

Hoy nadie duda del potencial de crecimiento que aporta la tecnología, y tampoco, que su uso conlleva responsabilidades. Eso sí, este progreso exige reflexión, conocer y abordar los desafíos sociales asociados a la tecnología y entender desde el inicio los impactos que la implementación de la IA implica en las personas. Supone comprender mejor, ex ante, cuáles son los riesgos e impactos negativos a los que debemos anticiparnos, integrarlos en el diseño y así darles respuesta. En definitiva, las personas deben estar en el centro de todo avance tecnológico.

Bibliografía

Barrio Andrés, M. (2023): «Novedades en la tramitación del próximo reglamento europeo de inteligencia artificial». Real Instituto Elcano. Disponible aquí.

Kumar, M. y Li, C. (2023): Adopting AI Responsability Guidelines for Procurement of AI Solutions by the Private Sector. World Economic Forum. Disponible aquí.

Prees, G. (2023): «Diagnostic Robotics AI Advances Predictive, Personalized Medicine» en Forbes. Disponible aquí.

Snabe, J. (2023): «Reimagining the enterprise with AI» en Forbes. Disponible aquí.

Este artículo forma parte de la revista Telos 123 «Inteligencia artificial» que se puede descargar gratuitamente aquí.

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