Es 1981 y las recién creadas Becas MacArthur que apoyan «a personas creativas, instituciones efectivas y redes influyentes que construyen un mundo más justo, verde y pacífico», se otorgaron a 40 personalidades del mundo de la ciencia y las artes. Entre los galardonados se encontraba «el verdadero heredero de Melville y Faulkner», como lo llamaría después Harold Bloom: el escritor Cormac McCarthy (20 julio 1933-13 junio 2023), a la sazón un novelista incipiente con cuatro libros publicados (El guardian del vergel, La oscuridad del exterior, Hijo de Dios y Suttree). La beca rindió frutos con los años: su novela Todos los hermosos caballos (1992) ganaría el National Book Award y el National Book Critics Circle Award y, en 2006, McCarthy se haría también con el Pulitzer por su novela apocalíptica, La Carretera.
Poco después de aquella primera edición de las becas MacArthur, en 1984 un grupo de científicos一incluyendo cuatro premios Nobel一se reunió en Santa Fe, Nuevo México, con un objetivo en mente: crear una institución como ninguna otra en el mundo, una donde floreciera el pensamiento poco convencional y se promoviera el trabajo multidisciplinario; el Instituto Santa Fe (ISF) sería la meca de los estudios multidisciplinarios de la complejidad. Si el mundo, con toda su complejidad, no debía estudiarse por separado sino a través de la colaboración de distintas mentes y la construcción de nuevas herramientas matemáticas para medirlo y escudriñar los mecanismos subyacentes de tal complejidad, entonces, hallar a las personas adecuadas para construir los puentes entre las distintas disciplinas era un factor clave.
Murray Gell-Mann (premio Nobel de Física en 1969), miembro fundador del ISF, era particularmente consciente del reto de reclutamiento que tenían en frente. Aprovechando la amistad que había surgido con McCarthy desde que obtuvo la beca MacArthur, Gellman lo invitó a formar parte del ISF, intuyendo que su talento como escritor podría ser aprovechada por los «científicos de la complejidad» para expresar más claramente sus ideas y resultados. De hecho, fue el propio McCarthy quien escribió los Principios de Operación del ISF. Se trata de una hoja mecanografiada一quizás en aquella máquina de escribir que compró en 1958 en una tienda de empeño en Knoxville, Tennessee, misma que luego subastó Christie’s en poco más de un cuarto de millón de dólares en 2009, donando las ganancias al ISF一, con un par de correcciones a lápiz. Uno de los párrafos cristaliza la esencia del instituto: «Somos absolutamente implacables a la hora de derribar los límites creados por las disciplinas académicas y las estructuras institucionales. Si sabes más que nadie sobre un tema queremos hablar contigo. No nos importa qué tema sea».
La escritura, como tema de estudio, «estaba muy, muy abajo en su lista» de interés. Química prebiótica, la naturaleza de los conjuntos autocatalíticos, el demonio de Maxwell, o los hábitos dietéticos de Kurt Gödel, eran más que bienvenidos por McCarthy durante la sobremesa del almuerzo o la hora del té, momentos que en el ISF se consideran fundamentales para discutir nuevas ideas y abrir vías de estudio entre distintas disciplinas. Fue al cobijo de estas charlas donde conoció el trabajo del físico George Zweig (otro galardonado con la Beca MacArthur), quien compartía, junto con Gell-Mann, el descubrimiento de los quarks, las partículas subatómicas que forman a los protones. McCarthy se interesó en el fenómeno que Zweig llamaba el «Turno Nocturno»: aquella inspiración repentina que resuelve un enigma o problema de larga data, mientras uno duerme o se despierta repentinamente con la solución en mente. McCarthy rumió por años sobre este asunto y sus reflexiones las cristalizó en su único trabajo de no ficción con el título de «El problema de Kekulé».
August Kekulé (1829-1896) fue el químico alemán que dilucidó correctamente la configuración atómica del benceno: un anillo de seis átomos de carbono con dobles enlaces alternados. Otros químicos habían intentado hallar la estructura correcta, pero pensaban en términos de cadenas lineales: Kekulé propuso un anillo cuando, entre sueños, se le presentó la imagen de una serpiente mordiéndose la cola一el símbolo Ouroboros. «¿Por qué la serpiente?», se preguntó McCarthy. Y más aún: «Si el subconsciente es capaz de entender el lenguaje (de lo contrario no entendería el problema en primer lugar), ¿por qué no lo usa de manera directa? Es decir, ¿por qué el inconsciente detesta tanto hablarnos? ¿Por qué las imágenes, las metáforas? ¿Por qué los sueños?».
En esencia, McCarthy señala que el inconsciente posee un sustrato biológico, y se comporta «como una máquina para operar a un ser vivo». Por el contrario, el lenguaje, al no satisfacer una demanda biológica一muchos animales mamíferos evolucionaron sin necesidad de crear un lenguaje, una invención cultural y muy útil一, pero que, a su parecer, se terminó instalando en el cerebro humano como si se de un virus se tratase. Y una vez instalado, evolucionó hasta alcanzar un grado de madurez en una escala de tiempo bastante corta comparada con la aparición de ventajas Darwinianas, siguiendo sus propios requerimientos一por ejemplo, describir el mundo一, esparciéndose rápidamente entre el ser humano sin importar las barreras geográficas: «Cruzó montañas y océanos como si no estuvieran ahí», sentencia McCarthy.
Sin embargo, a pesar de la utilidad del lenguaje para describir a detalle la complejidad del mundo, el inconsciente es renuente a expresarse a través de las palabras, quizá porque lleva algunos millones de años operando con éxito sin necesidad de salir de su zona de confort; en su lugar emplea un vehículo más simple: imágenes; «una imagen se puede recordar en su totalidad, mientras que un ensayo no». A pesar de que en la concepción de McCarthy el inconsciente rehúye el lenguaje, este parece funcionar en distintos niveles y no es completamente ajeno al mundo exterior y los problemas que buscamos resolver. De hecho, que el inconsciente se comunique a través de «parábolas visuales» parece ser un mecanismo útil para obligarnos a pensar con mayor profundidad o desde una nueva perspectiva acerca de ese problema.
Tales reflexiones sobre el lenguaje y el inconsciente por parte de un escritor y no un científico, levantó algunas cejas entre las «personas influyentes», como les llama McCarthy, de los campos de la psicología y la lingüística. Quizás esa era su intención: señalar, muy ad hoc al espíritu del ISF de romper barreras entre disciplinas, que la sinergia entre inconsciente y el lenguaje es un misterio con el que conviviremos todavía por muchos años. Como buen arquitecto del lenguaje, y su profundo interés por temas científicos, McCarthy compartió a lo largo de más de 20 años en el ISF su experiencia sobre el oficio de escribir una buena historia con profesores, estudiantes e investigadores visitantes. Por ejemplo, Geoffrey West, físico teórico que lidera una de las áreas de estudio más llamativas en el ISF一 la cuantificación de los aspectos organizativos y dinámicos de las sociedades humanas y las grandes ciudades一se benefició de los consejos de McCarthy al escribir su libro de divulgación científica Scale: The Universal Laws of Life, Growth, and Death in Organisms, Cities, and Companies, el cual se volvió bastante popular.
En 2019, Van Savage, biólogo teórico y ecologista, publicó en la revista Nature, junto a Pamela Yeh, un destilado de los consejos de escritura de McCarthy que Savage compiló durante un año sabático en el ISF cuando almorzaban juntos semanalmente. He aquí algunos de sus consejos:
- Usa el minimalismo para obtener claridad[…] Elimina palabras extra o comas siempre que puedas.
- Decide el tema de tu artículo así como dos o tres puntos que desees que todos los lectores recuerden[…] Si algo no es necesario para ayudar al lector a entender el tema principal, omítelo.
- Limita cada párrafo a un solo mensaje. Una sola oración puede ser un párrafo. Cada párrafo debe explorar el mensaje haciendo primero una pregunta y luego progresar a una idea, y a veces a una respuesta.
- Escribe oraciones cortas, construidas de manera simple y directa. Las oraciones concisas y claras funcionan bien para las explicaciones científicas.
- No le disminuyas la velocidad al lector. Evita las notas a pie de página. Trate de evitar la jerga, las palabras de moda o un lenguaje demasiado técnico.
- No elabores demasiado. Usa un adjetivo si es relevante. Tu artículo no es un diálogo con las posibles preguntas de los lectores, así que no te excedas anticipándolas.
- Es más importante ser entendido que formar una oración gramaticalmente perfecta.
- Usa un tono personal porque puede ayudar a involucrar a un lector[…] el texto pasivo no engaña a ningún lector para que piense que estás siendo objetivo.
- Procura escribir la mejor versión de tu artículo: el que más te guste. No puedes complacer a un lector anónimo, pero deberías poder complacerte a ti mismo. Tu artículo 一 esperas一 es que sea para la posteridad.
Algunos de estos consejos se pueden hallar en su última novela dúo (después de 16 años de silencio), El pasajero / Estella Maris. Es indudable que la polifacética atmósfera intelectual en el ISF proporcionó a McCarthy del material necesario para hilvanar conceptos provenientes de las matemáticas y la teoría cuántica al peregrinar一geográfico e intelectual一de dos hermanos atribulados por el pasado de sus padres científicos en el Proyecto Manhattan. Algunas de las personas más cercanas a McCarthy en el ISF一 incluyendo a David Krakauer, director del ISF一, conocían algunos pasajes de El pasajero, pero fue una total sorpresa escuchar de su complemento, Estella Maris. «Un Cormac 3.0 en toda regla: una novela matemática y analítica», según el propio Krakauer.
La estancia de McCarthy por más de 20 años en el ISF, conviviendo con las mentes que su día a día consiste en hallar las reglas de la complejidad desde lo micro a lo macroscópico, me hace pensar en las palabras del poeta W. H. Auden:
Los verdaderos hombres de acción de nuestro tiempo, los que transforman el mundo, no son ni los políticos ni los hombres de Estado, sino los científicos. Por desgracia, la poesía no puede celebrarlos porque sus actos tienen que ver con las cosas, no con las personas, y son, por tanto, mudos. Cuando me encuentro en compañía de científicos me siento como un vicario harapiento que entró por error en una sala de estar llena de duques.
McCarthy no entró por error a esa sala llena de duques… Su prosa es testimonio de ello, y quedará para la posteridad.
Pues es una pena que el autor del artículo no se aplique reglas similares a las propuestas por el autor de «Blood Meridian» (btw). Veamos algunos ejemplos: «su talento como escritor podría ser aprovechada»; «las partículas subatómicas que forman a los protones»; «por el contrario, el lenguaje, al no satisfacer una demanda biológica…一muchos animales mamíferos evolucionaron sin necesidad de crear un lenguaje, una invención cultural y muy útil一, pero que, a su parecer, se terminó instalando en el cerebro humano como si se de un virus se tratase»; «describir a detalle la complejidad del mundo»; «la polifacética atmósfera intelectual en el ISF proporcionó a McCarthy del material necesario»; «conviviendo con las mentes que su día a día consiste en hallar las reglas de la complejidad»… Ay…¿qué fue del uso de «cuyo» o de la concordancia de género y número? Gone with the wind? Lost in translation perhaps?
Pues precisamente una de las reglas del autor de «No es país para viejos» (btw) reza: «Es más importante ser entendido que formar una oración gramaticalmente perfecta».
Bravo, señor Foxton, bravo.
Me ha fascinado el artículo, pero es una pena que no siga las reglas más básicas propuestas por McCarthy 😄