Nos pasa a todos, seamos conscientes de ello o no. Fuera del dormitorio el amor se sustenta en un telón de fondo cultural, encargado de decirnos qué es normal y qué no, en el verbo amar. Y como ese telón de fondo lo han creado y siguen alimentándolo la imaginación de guionistas, poetas y narradores, seguimos todavía, sin saberlo, los dictados del Romanticismo. Con mayúsculas, sí, porque debemos a ese movimiento cultural de un momento concreto de la Historia la forma en que las artes, la literatura, la música, expresan aún las relaciones. Aunque la realidad del siglo XXI tenga poco que ver, o nada, con aquellas ideas, la novela rosa, las películas de amor, las letras musicales del reguetón, y las de muchas baladas de otros estilos, perpetúan el mito. Y nosotros caemos con gusto en la más grande de las contradicciones, esta nueva forma de entender qué es amarse y de fantasear al mismo tiempo con lo que hemos visto en las pelis, oído en las canciones, leído en los libros, para planificar otro de esos momentos que imaginamos idílicos. En nada estaremos buscando ofertas de escapadas románticas para San Valentín respondiendo, sin saberlo, al Sturm und Drang, un delirio de jovencitos alemanes a los que sobre todo les gustaba frustrarse con con eso del sexo y las relaciones.
Felizmente la mayor parte de personas ha desterrado sus ideas: que el amor lo puede y lo aguanta todo; que los celos son expresión de cariño en lugar de una patología; que felicidad y tener pareja sean sinónimos, solo se está estupendamente también; y que el amor, a diferencia del jamón, no tenga fecha de caducidad. Mejor comérselo cuando está bueno, y si estaba muy bueno, recordarlo alguna vez. Lo tenemos claro, pero al mismo tiempo, y eso es lo singular, disfrutamos con libros, películas y canciones que dicen todo lo contrario, porque la fantasía es un juego, pero también porque en 1750 un puñado de poetas, filósofos y artistas pusieron de moda el amor romántico. Así que cuando un enamoramiento nos arrastra a la locura y a la pasión incorporamos a nuestra vida diaria el Sturm und Drang. Porque, como dirían ellos, ya que no puedes controlar tus emociones, ni los imprevistos de la vida, mejor déjate llevar, permite que te sorprendan, y así, al menos, no serás un rehén de las circunstancias. Toma parte activa en la tormenta de emociones que se desencadenará en ti y acepta también que la vida trae cosas positivas y negativas. En resumen: haz una escapada romántica.
En serio, seguimos fieles a una idea bicentenaria. Y eso que no a todo el mundo de aquella época le gustó, ni estuvo de acuerdo. A muchos de sus contemporáneos el movimiento alemán y el Romanticismo que le siguió les dejó con el culo torcido. Los periódicos ridiculizaron la idea de que Las aventuras del joven Werther, novela que más influiría en el movimiento romántico, se aplicaran a la vida real. Goethe era un gran literato, admitían, pero también un hombre mayor que había hecho un ejercicio literario protagonizado por un adolescente. ¡Y los adolescentes se estaban suicidando en la vida real por desamor siguiendo el ejemplo de su libro! Eso no era lo peor, qué va, es que de repente comenzaban a creer que el sexo era la suprema expresión del amor, y que el dinero no iba a tener ninguna importancia en la vida de la pareja si se querían. El mundo se había vuelto loco. Si ahora nos suena rarito, a finales del siglo XVIII y principios del XIX parecía una marcianada, al menos a los no arrebatados por la pasión adolescente. Leonardo Alenza, pintor español, y uno de los artistas críticos con el asunto, lo representó en su cuadro «Sátira del suicidio romántico» con muchos guiños al espectador. Como esa nariz roja de borracho o aterido, o el peinado «voy para calvo pero luzco melena» de una fashion victim. Todas estas llamadas a la cordura no tuvieron ningún éxito. Al menos en la parte de la ficción, que abrazó el Romanticismo plenamente. Por eso hoy seguimos deleitándonos con el Sturm und Drang, que es el equivalente antiguo al busco un chollo para una escapadita que continuamos llamando romántica mientras pensamos en otras cosas, más físicas. Tú lo que quieres es… etc.
Claro que el Sturm und Drang, movimiento literario y artístico alemán, merece nuestro respeto, y aportó algo magnífico, sacar el arte del corsé que le había impuesto la Ilustración. En contra del racionalismo podíamos caer, gracias a él, en los extremos de la emoción, en la pasión pura y en la locura de amor. Lo cual no está mal, siempre que entendamos que es una fase. Quién no ha perdido la cabeza por alguien, se ha encoñado o empollado, enamorado perdidamente, hecho idioteces y sufrido daños por ese arrebato a medias hormonal y a medias sembrado por la cultura del amor romántico. Cómo no va a merecer eso una escapadita, y las que hagan falta. Ahora bien, eso es una ficción temporal, un juego, y no podemos olvidar el reverso tenebroso de esta fuerza. Ningún otro movimiento artístico y literario ha influido tanto en el fracaso emocional de la gente. Si ponemos esos principios alemanes, luego europeos y universales, en una lista, cualquiera dirá que no estamos definiendo el amor, sino una patología.
Veámoslo con una serie de ejemplos cinematográficos de gran éxito que siguen, en su mayoría, un bestseller literario de novelas rosas o románticas, y alguno de los principios del Romanticismo:
- Nuestra unión es única e irrepetible, es el amor de mi vida, no puede haber otro, me niego. A todos los chicos de los que me enamoré, 2018, peli, saga, y novela que la inspira.
- Mi pareja me complementa, juntos formamos un todo perfecto, vivíamos incompletos antes de conocernos, no puede haber otro. Mi primer beso, 2018, con dos secuelas, la última de 2021 y novela homónima.
- Solo existe una pareja ideal y hay que acabar con ella sí o sí. El final de Carol, 2015, relación lésbica en los años cincuenta, oscarizada y maravillosa en todos los sentidos, pero también con ese punto tóxico romántico de «vuelvo a ti pese a todo lo que me has hecho porque eres lo perfecto para mi». Basada en una novela de Patricia Highsmith, o sea, respect.
- No te dejes llevar por un amor correspondido y una pareja perfecta (porque entonces acabaría tu romanticismo). Weekend, 2011, en este caso una relación gay, porque la toxicidad del romanticismo tampoco entiende de géneros.
- El amor es sacrificio y entrega por ambas partes. La gran enfermedad del amor, 2017, que afronta el problema de las diferencias culturales en la pareja. Los padres de él musulmanes estrictos quieren una novia paquistaní para él, nada más lejos de ella, la estadounidense Emily. Ruptura, enfermedad, coma profundo, reencuentro y final feliz.
No es un intento de ridiculizar esos títulos, escogidos por la gran acogida que les ha dado el público y en algunos casos la crítica. Eso suele significar que han conectado bien con el modo de entender el amor de nuestra época, o al menos con el modo en que nos satisface verlo expresado en una ficción. Todas son buenos ejemplos de cómo, en la suspensión de la incredulidad que permite la creación cultural, el romanticismo continúa funcionando estupendamente. La última citada se basa además en una historia real, así que por supuesto parte del Sturm und Drang puede funcionar en la vida cotidiana. Siempre que aceptemos la ruptura y el divorcio como algo sano y a veces necesario, y que discutir de dinero o de forma de colocar el cepillo de dientes es normal. Otro topicazo malo, el de que el otro es perfecto o tiene que serlo porque es el amor de tu vida.
Pero sin duda el tópico más importante heredado del Sturm und Drang, aplicado todavía tanto a la ficción como a la vida real, y que más caracteriza las escapadas románticas, es la geografía. Siempre vemos cómo se ubica el amor en un sitio concreto, que parece elegido al azar, pero que reúne unas características comunes. Muchos rincones rurales, pequeñas poblaciones, paisajes idílicos. Los alemanes de final del XVIII, y luego todos los europeos siguiendo su ejemplo en el Romanticismo, se sentían asfixiados por las consecuencias fabriles y urbanas de la Revolución Industrial. Así que formaba parte de su propuesta volver al campo, para reconectar con la Naturaleza. ¿Hay acaso escenario más recurrente en cualquier ficción romántica que la campiña? La inglesa y la toscana ya casi estragan. Por lo mismo, las propuestas más habituales para la escapada en pareja son el pequeño núcleo rural, arquitectura antigua, bosquecillo idílico, etcétera.
Sumergirnos en la fantasía romántica y disfrutar de la escapada, ¿hay un placer mayor mientras dura? Cuando logramos dejar lo tóxico del Romanticismo a un lado, alcanzamos el Paraíso, y cuando no, el lugar más idílico acaba convertido en pesadilla. Pocas autoras han dado la vuelta tan bien a ese concepto como Joyce Carol Oates, especialmente en Bestias, donde la paisajista Nueva Inglaterra -que todos hemos visto sin advertirlo en las tópicas fotos otoñales de bosques de arces con varios tonos de amarillo y ocre- y la atracción de la estudiante joven por el profesor se torna infernal. Puro Sturm und Drang ridiculizado. Claro que si eso es lo que nos gusta y lo aceptamos libremente, porqué no incluir las fantasías más obsesivas en nuestra escapada. ¿Somos o no somos románticos? Es decir, ¿aceptamos el sexo y su delirios como la parte más importante del amor, fieles a la idea de los alemanes aquellos?
A medida que voy sumando años, más me convenzo de que es muy poco lo que se inventa. Da la impresión de que todo estuviera ahí desde el principio, y cada tanto volvemos sobre ello, lo reciclamos un poco, le damos un énfasis, algo distinto, un ángulo, una mirada. Cuando pienso en personajes románticos, lo primero que me viene a la cabeza es don Quijote, Amadís de Gaula, y todas las novelas de caballería andante. La búsqueda de aventuras, el amor romántico, está todo allí. También en los cuentos populares. Cuando pienso en Surrealismo pienso en el Bosco. Es que hay precursores que ya dejaban hecho la mitad del trabajo. ¿Hay algo más surrealista que el Jardín de las Delicias?