Aki Kaurismäki es uno de los cineastas más personales. Basta con ver un plano para saber que una película es suya. Pero va más allá de eso. Kaurismäki es un cineasta destacado entre todos por tener una filosofía propia del cine, palpable en todas sus películas y cada vez con un estilo más refinado.
Nacido en un pueblo de Finlandia, ha conseguido ser una figura del cine europeo y mundial. Con sus películas desenfadadas y coherentes al mismo tiempo, llenas de humor y de nostalgia, ha creado una cinematografía propia en la que destacan los temas románticos, las clases trabajadoras y, sobre todo, su humor irónico. Entre sus películas nos encontramos con Leningrad Cowboys Go to America, Hamlet en los negocios, La chica de la fábrica de cerillas, Nubes pasajeras y la última estrenada en cines, Fallen Leaves.
Hagamos una retrospectiva de su filmografía para conocer aquello que hace a Kaurismäki Kaurismäki.
Todas las películas cuentan historias. Las de Kaurismäki también. ¿Pero qué historias quiere contar él? Las de la gente normal. Quizás por querer desapegarse de las grandes historias y las personas extraordinarias de las películas americanas con las que se crio y con las que nos criamos todos, el director finlandés opta por protagonistas normales, por gente corriente: basureros, migrantes, una trabajadora de una fábrica de cerillas, unos hosteleros que se quedan sin trabajo… ningún magnate, ningún bufete de abogados. Y al tratarse de gente normal, tienen que trabajar. El cine de Kaurismäki destaca por ser un cine de trabajadores en quienes aquello a lo que se dedican no es un rasgo más, sino que es parte de su personaje y la razón y causa de lo que les pasa.
En detalle, la protagonista de La chica de la fábrica de cerillas no se diferencia en nada a otra de las máquinas del proceso industrial del que forma parte en su empleo. Este trabajo deshumanizante la sume en un aburrimiento del que está desesperada por salir. Es el trabajo el que identifica al personaje. O en Un hombre sin pasado, el saber ejercer una profesión es una de las pocas cosas que el protagonista recuerda de su vida antes del accidente que le borra toda la memoria.
Pero lo más importante es cómo Kaurismäki reviste de dignidad la condición de trabajador de sus personajes. El director finlandés decide que estos sean sus protagonistas y que se vea lo que hacen, a lo que se dedican. Por eso siempre salen en la película trabajando. Quizás sea legítimo decir que el director tiene una doble finalidad con este relato del trabajo: primero, el trabajo hace a las personas y segundo, esto a lo que dedican gran parte de su tiempo tiene la importancia en la película que para ellos tiene en su vida. Ya aquí puede apreciarse cómo la genialidad de Kaurismäki une una opinión moral con la forma cinematográfica que abarca todas y cada una de sus decisiones.
Otra de las grandes características del director es la de recoger en sus películas no solo el tiempo de trabajo, sino todos los procesos que llevamos a cabo a lo largo de nuestro día a día. Sus personajes, como nosotros, llegan a casa, se desvisten, cenan (o no) y se van a dormir. Esto debe de ser así en todo el cine, pero en pocas películas lo vemos. Este es uno de los leitmotiv más evidentes del cineasta y, probablemente, uno de los rasgos que más lo convierten en sí mismo. El tratamiento de lo cotidiano en sus películas tiene una importancia tangencial, porque lo cierto es que todas sus historias tienen un gran peso melodramático, sin embargo, no se sienten como tal precisamente por lo primero.
Kaurismäki cuenta historias de vida o muerte para sus personajes: en El otro lado de la esperanza, la vida del protagonista depende toda de si lo van a devolver a Siria o no, en Nubes pasajeras no tienen ingresos y van a perderlo todo y sin duda, en Un hombre sin pasado, el protagonista ha perdido todo recuerdo de aquello que era: su vida, su familia… Pero todos estos grandes dilemas se tratan desde el día a día, tal y como lo hace Yasujiro Ozu.
Muy a diferencia de cómo Douglas Sirk o Kenji Mizoguchi hubieran abordado las mismas historias, tanto Kaurismäki como Ozu lo hacen desde la cotidianidad. Las razones de esta decisión podrían ser mucho más profundas de lo que en principio aparenta: es un alegato al reconocimiento de todos los grandes problemas que la gente del día a día aguantan y a los que tienen que hacer frente junto con el resto de labores cotidianas, es decir, ir a trabajar, limpiar, comer… El cine de Kaurismäki, aunque trate temas románticos o melancólicos, es un cine siempre social.
Ya desde sus primeras películas a principios de los 80, Kaurismäki no ha tenido inconveniente en abordar los temas del momento. Aunque sus películas se ambienten en el pasado, o en muchos casos en una época ambigua debido a la nostalgia que lo caracteriza, el director ha ido acogiendo las inquietudes sociales de su tiempo. Por eso no sorprenden las noticias sobre Ucrania que por esas radios antiguas escuchan los personajes de Fallen Leaves, o cómo se aborda directamente la cuestión de los refugiados en El otro lado de la esperanza, o la de los los migrantes, en concreto la de los menas en Le Havre.
Cinematográficamente, él dice de sí mismo que «toda su vida la va a dedicar a la búsqueda de la tetera roja». De hecho, en Sombras en el paraíso ya hay una tetera roja.
Kaurismäki no esconde la admiración profunda por Yasujiro Ozu, a quien hace referencia con este juego de la tetera. Tanto temática como cinematográficamente, el director finlandés es de los pocos cineastas de entre los muchos admiradores del director japonés que ha conseguido tejer una obra verdaderamente propia y que a la vez se vislumbre la influencia de Ozu.
Son muchos los rasgos heredados, entre ellos, la de una preferencia por el plano fijo, salvo excepciones muy notables como el caso casi carpenteriano del inicio de Un hombre sin pasado.
De la misma manera que Ozu entonces y Schrader (aunque menos), Kaurismäki reduce los movimientos de cámara a muy pocas ocasiones, subrayando así viajes emocionales de los personajes mediante el movimiento de la cámara como los de La chica de la fábrica de cerillas en el momento de descubrimiento del mensaje de él, y el de romperse el corazón el Sombras en el paraíso. Aunque bien es cierto que de un tiempo a esta parte su cámara se mueve más, sobre todo en seguimientos, aunque casi siempre en trípode, Kaurismäki opta por planos fijos y más bien largos. Aquí cabe destacar una de sus influencias más notables, que abarca tanto la composición de los planos como el montaje, y también la interpretación contenida de los actores. Kaurismäki así mismo está obviamente influido por el cineasta francés Robert Bresson. Él es, precisamente, uno de los tres cineastas que Schrader considera esenciales en el cine trascendental: Ozu, Bresson y Dreyer. Los planos de Kaurismäki suelen ser largos y amplios, en los que se ve la acción y los personajes. Incluso a veces, después de haberse ido los personajes, siguen durante unos segundos con el plano vacío. Esto no lo ha inventado él, de hecho, su manera de hacerlo es mucho menos radical que la de Bresson, pero sí que ocurre. El director finlandés, sin embargo, no lo suele hacer siempre, sino que es un gesto que reserva para momentos concretos.
Gran parte del deleite de estos cuadros vacíos se debe a la hermosa composición de planos del cineasta, tanto con los personajes como cuando se trata solo de paisajes u objetos.
Kaurismäki encuadra con maestría tanto los planos individuales como los de conjunto. Si bien es cierto que tiene tendencia por las historias de personas solitarias. Irónicamente, en esto no está solo, pues su director de fotografía, Timo Salminen, tiene también parte del mérito. El tan reconocible mundo Kaurismäki, frío y cálido, solitario y tierno, está compuesto por él y por Salminen. Sus planos, de todos los valores y estilos, destacan por ser elegantes y finos, bien ejecutados. Es uno de los rasgos más geniales de este cineasta.
También hace a Kaurismäki Kaurismäki uno de sus elementos más posmodernos: la música de sus películas.
Muy protagonista y evidente la música es un elemento más, un personaje más, quizás la representación directa de él mismo en sus películas. Rock, baladas en finés… Incluso tiene películas musicales de sus socios desde hace mucho tiempo, los Leningrad Cowboys. Es uno de los elementos más queridos del público, que solo es precedido por el más querido de sus elementos imprescindibles: sus perros.
Kaurismälki siempre tiene un lugar para los perros (sus propios perros) en sus películas. Y no es un lugar baladí en muchas de ellas. Los perros a menudo juegan un papel muy importante, incluso esencial en sus historias.
En definitiva, el cineasta finlandés demuestra ser un genio que se toma la vida a risa, pero desde un punto de vista deprimente. Esa mezcla de nostalgia y de esperanza todavía de la humanidad es el corazón de sus películas.
Fallen Leaves
Fallen Leaves es la película que los fans de Karusimäki desean ver. Tiene todos sus rasgos, pero ahora con una ejecución más fina.
A diferencia de lo que ocurre con muchos directores a medida que van cumpliendo años, a Kaurismäki no parece que le envejezca el pulso. En esta película vamos a poder disfrutar de los planos más narrativos y más emocionantes de su filmografía.
También la historia está llena de la nostalgia y el desamor tan propios de su cine. Kaurismäki vuelve a contarnos una historia romántica entre dos solitarios, de esa manera tan peculiar de la que nunca nos cansamos. Nos ofrece una película en la que al más puro estilo An Affair to Remember de Leo McCarey, los protagonistas han encontrado lo más difícil, el descubrimiento de saberse enamorados. Sin embargo, el mal destino les impide coincidir.
Plagada de planos hermosos como ese en el que el viento se lleva la nota que lleva el secreto de la felicidad, Kaurismäki se mete en la ciudad mucho más de lo que nos tiene acostumbrados. En el centro de una Helsinki moderna de la que vemos solo partes, los protagonistas transitan de profesión en profesión, con poca suerte, y siendo pobres a pesar de tener trabajo.
Parece que por el plano inicial, en el que la protagonista, Alma Pöysti, pasa en la cinta muchas unidades de carne envasada, el tema va a tener que ver con el exceso de consumo de carne o, quizás, con el cambio climático. No resulta así. Es cierto que se aborda el hecho abominable de tirar comida en vez de dársela a quienes la necesitan por parte de los supermercados, pero no es el tema central. El otro gran tema social de la película es la guerra de Ucrania. No podía ser de otra manera con el director, siempre tan involucrado en la actualidad y siendo finlandés. Sin embargo, la relación de los personajes con la guerra es a través de su querida radio, sin afectar de manera directa como nos venía acostumbrando en Le Havre y en El otro lado de la esperanza. Poco podemos reprocharle a esta película encantadora en la que volvemos a creer en el amor.
Tronchante cuando quiere serlo, tiene algunos de los chistes mas kaurismakianos que se pueden esperar, y también de los más cinéfilos. La secuencia de la sala de cine es fantástica para todo aquel que le guste el cine.
Se repiten algunos de los actores que conocemos de sus películas anteriores, aunque no los más reconocibles. Es también normal, porque los años no pasan en balde. Sin embargo, Kaurismaki nos trae junto con Alma Pöysti y Jussi Vatanen a dos personajes hacia los que no se puede sentir más que ternura.
Fallen Leaves pertenece a su ciclo de películas sobre la soledad y sobre la esperanza. Al más puro estilo Ozu, los personajes no salen del mundo en el que parten al inicio de la historia, pero gracias a ella y a lo que han encontrado por el camino, viven la vida de manera diferente.
Fiel a su estilo, y posiblemente, a sus fans, Kaurismäki no se olvida de ninguno de los rasgos que le convierten en el cineasta que es. Incluso vemos en esta ocasión algunas de sus representaciones más bonitas de estos elementos. Para verla y disfrutarla, en España se estrena el 27 de diciembre de 2023.
Para mí Kaurismäki es prácticamente una filosofía. Solo el hecho de que siempre aparezcan sus propios perros incluso en el póster de cada película dice mucho de la voluntad de sus decisiones, pilar fundamental para ser un cineasta. Ante todo, él cuenta lo que quiere contar, aunque ello suponga hacer solo 4 películas en los últimos 20 años. No tiene prisa. Por cierto, ¿para cuándo una retrospectiva así de Ozu? Ya toca, ¿no?
Director excepcional, único y muy interesante. He visto todo su trabajo y me encanta. Gracias por la retrospectiva
Me gusta su cine, porque retrata las clases trabajadoras, los desclasados, perdedores, en un país como Finlandia donde las relaciones personales no pasan por un punto cálido, pese a eso, siempre destaca un destello de humor, pese a las situaciones que suele retratar en sus personajes de a pie. Magnífico artículo, donde se hila el cine actual con clásicos en blanco y negro, de los que ya casi nadie se acuerda, no por ello, filmes geniales.
A mi también me encanta!
Sobrio y respetuoso acerca su mirada de entomólogo a esas criaturas en sus trabajos alienantes, en sus vidas a veces golpeadas cruelmente, entre lo doméstico y lo universal y que son nosotros y son, a la vez, lo otro porque nunca son irrelevantes.Esos personajes con sus pérdidas irreparables, con sus trabajos alienantes que nunca alcanzarán ni el lujo ni la excelencia hacen que sea siempre un placer acercarse a esa voz que nos cuenta con imágenes perfectas y una cierta retranca melancólica lo esencial sobre la condición humana, sobre las ilusiones construidas y perdidas, sobre el relato que nos contamos para, a pesar de todo,salir adelante. Me encanta la referencia a Ozu. Esperando su última película.
Certera, como siempre: tomarse la vida a risa desde una perspectiva deprimente. Me identifica. Es el cine que me da vida. Gracias por el repaso y por las conexiones que yo solo intuía
Yo vi hace unos años Le Havre en la filmoteca regional de Murcia. Es ciertamente una película que impacta. Creo recordar que los actores eran mendigos reclutados por las calles de Francia. Trataban de ayudar a un adolescente africano a pasar el canal de La Mancha para que se reuniera con su madre.
Era una película muy bonita. No me fijé en el director y, ahora, leyendo el reportaje de Ione Monje -qué bien escribe Ione Monje-, al ver el título de la película «Le Havre», he relacionado aquella película con Kaurismäki.
La verdad es que ni siquiera imaginaba que alguien se pudiera llamar así. Vean lo burro que soy en cine. Pero la película es de verdad bonita y emocionante.
Esperando con ansia esta nueva película. Una nueva oportunidad para retratar, como tan bien se comenta en el artículo, la soledad de dos seres que se encuentran y pertenecen a esa galería de personajes que “hacen a Kaurismaki Kaurismaki”
Un nuevo intento de ser comprendido, no tanto por sus palabras como por sus silencios.
El articulo me ha despertado un interes extraordinario por este director (su forms de ser de trabajar y su cine tan peculiar), pese a ser yo un espectador difícil al que le cuesta entrar en las historias, y poco amigo de sufrir con ellas (o quizas por eso). En fin, la ocasion la pintan calva porque se estrena hoy en mi ciudad. Asi que me prometo acudir a ver qué pasa
No soy una gran apasionada del cine, no sigo a ningún cineasta y nunca me han atraído demasiado este tipo de artículos. Sin embargo, he caído en este casi por casualidad y no sólo me ha atrapado hasta el final sino que tengo verdaderas ganas de ver la película e incluso de interesarme más por Kaurismäki pero también por el cine, en general. ¡Gran descubrimiento!
Me parece un gran mérito de Kaurismäki hacer sus películas basadas en la vida cotidiana de los protagonistas, en sus trabajos y en sus problemas diarios, y que resulten interesantes los dilemas y las inquietudes de personajes tan cotidianos y reales.
Me gusta leer artículos sobre cine como este con los que voy adquiriendo una cultura cinematográfica, ya que me encanta el cine pero me fta mucho conocimiento, y el conocer la trayectoria y el currículum de directores actuales como Kaurismäki me empuja hacia el cine a ver sus películas.
No he visto ninguna película de Kaurismäki, pero tras leer este artículo admiro a este director finlandés y creo que me van a gustar sus películas; mañana voy a ir a ver Fallen Leaves.
«El tratamiento de lo cotidiano en sus películas tiene una importancia tangencial». Creo que el adjetivo tangencial sobra o, al menos, su significado es inverso al que el artículo quiere destacar de lo cotidiano en su cine: significativo.
Por lo demás, interesante semblanza, y gran película «Fallen leaves».
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