El francés es el lenguaje para el amor, el alemán para los caballos, y el español para Dios. Esta frase no solo es una invención atribuida a varios personajes históricos, sino que está completamente desfasada. Porque dejando los equinos y los dioses a un lado, el español es el lenguaje que más enamora. Y no es una opinión, sino el resultado de un estudio que analizó cien mil palabras extraídas de las series de Netflix, de títulos y letras de canciones actuales, y de las ediciones del New York Times en español, chino, inglés, francés, portugués, árabe, indonesio, coreano, ruso y alemán.
El estudio de la universidad de Vermont está firmado por catorce investigadores y tiene por título su conclusión: «Human language reveals a universal positivity bias». Traducido, todos tenemos tendencia a expresarnos con optimismo. El fenómeno ya se conocía, es el llamado sesgo de positividad o Principio de Pollyana, nombrado así por la novela de Eleanor H. Porter. Lo que no sabíamos es que se produjera en cualquier lenguaje humano, con el nuestro acaparando el mayor sesgo. Ni que los hispanohablantes lleváramos ese sesgo positivo a su cumbre. La investigación señala al español como idioma más positivista, lo que nos convierte en los hablantes más capacitados para conseguir pareja. Ya que al fin y al cabo ligar es convencer al otro, hablando, de que contigo será mucho más feliz que sin ti.
Como en esta nueva era digital más de la mitad de las relaciones de pareja comienzan en las páginas de citas online, o en las apps equivalentes, parece una buena idea actualizarse y aprender el nuevo idioma del amor. No el español, claro, sino la nueva jerga que tiene su origen en Internet, y que tras más de una década funcionando, han rebasado su escenario de uso original para hacerse universales. Al menos entre las generaciones más jóvenes.
En marzo de este año, y en lo que era una clara estrategia publicitaria, Tinder publicó un diccionario para no perderte ligando. Lo anunciaba como un modo de que los mileniales se aclarasen con el modo de hablar de los Z, una elegante forma de llamarlos viejunos, o de actualizarlos. Según los datos internos de la compañía, al 62% de sus usuarios de entre 18 y 25 años les daba la sensación de que hablaban en un idioma distinto al de los usuarios más mayores. Pero más allá de las intenciones comerciales de la app, lo interesante fue la repercusión en redes, que confirmaba la existencia de este nuevo lenguaje del amor, lo fluidamente que algunos se manejan en él, y lo muy perdidos que se encuentran otros para entenderlo.
Tinder ya no acapara la creación de términos en el nuevo dialecto del amor, pero es una referencia como origen de algunos de los más populares, como tener un «crush» con alguien. Significa, en lenguaje clásico, que alguien te hizo tilín, o si ha sido con más intensidad, un flechazo. No implica necesariamente un encuentro en el mundo físico, es más bien el indicio de que puedes empezar una relación en lo digital. La palabra ya existía en inglés, con esta acepción en el argot amoroso desde finales del XIX, pero al incluirla los programadores de la app de citas en su interfaz, la popularizaron.
Los malentendidos en el uso de los nuevos términos son frecuentes, y hasta hilarantes, especialmente entre los hispanohablantes. Tenemos arraigada la costumbre de añadir -ing a palabras del inglés para adaptarlas a la sintaxis de nuestro idioma. Y eso crea equívocos entre los que menos soltura tienen al emplear este nuevo léxico. Una confusión habitual es decir que hemos hecho «crushing», término que no existe, pero que puede sonar de algo por «cruising». Eso es practicar sexo ocasional en lugares públicos, como aseos de estaciones de tren y similares. Nada que ver, y un error cuando acabas de iniciar una relación digital con esa persona con la que tienes un «crush». Lo que suceda más adelante ya queda entre vosotros.
Por eso quizá la mejor manera de aprender la nueva lengua es iniciar una «textlationship», una relación limitada a los mensajes de texto. No, no sirve enviar mensajes de voz, aquí se trata de redactar, correos, «wasapear» o «telegramear», y es una relación romántica, platónica si quieres, o de simple flirteo. Pero no el primer paso hacia algo más, sino un objetivo en sí mismo, podríamos llamarlo tontear por internet, o tener un amor a distancia. Puede sonar raro según a qué generación pertenezcas, y a lo que estés acostumbrado. Pero es que el nuevo lenguaje no es la adopción caprichosa de términos, sino la búsqueda de un modo de expresión para usos y costumbres amorosas que no existían en el pasado.
Precisamente por eso hay una cosa que es importante tener presente en esta nueva jerga, cuyas palabras tienen modismos españoles equivalentes: nuestros términos del diccionario carecen de las acepciones y matices que las nuevas generaciones quieren darles. Por ejemplo, el tradicional flirteo es hacer «cushioning», pero con el matiz de mantener vivo el interés de varios contactos por si tu cita elegida te falla. Si estás pensando en un encuentro sexual, o en una primera cita física, seleccionas a un puñado de contactos, creando una agenda. Pones a uno en primer lugar, y si te dice que no, vas pasando al siguiente. Pero claro, no sirve ir probando como pollo sin cabeza, tienes que haber seducido o interesado un poquito a esas personas. Además puedes ser la parte pasiva del «cushioning», para eso también hay palabra, te hacen «benching», o sea, pasas al banquillo. Te dejan en la lista de espera para ir a por otro u otra que prefieren antes que a ti. Lo notarás porque ese contacto, no muy comunicativo, te va contactando de vez en cuando con renovada simpatía, pero sin decidirse a nada. Si les falla lo demás, quién sabe, pasarás a encabezar la lista. Pero si te interesa que dé el paso, lo ideal sería conseguir que amigos o conocidos te «shippeen», o sea, hagan de celestinos expresando su deseo de que seáis pareja. Esto, que no sería posible en una app de citas, sí funciona en Instagram, que desde 2022 se ha convertido en una red muy, muy popular para el ligoteo.
Puede que a estas alturas sientas la urgencia de recurrir al diccionario de la FundéuRAE, Fundación del Español Urgente. Calma. Manejarte con fluidez en el nuevo diccionario de la jerigonza amorosa solo es el primer paso. Te garantiza ahorrarte malentendidos y no parecer más mayor de lo que eres, pero además tienes que saber qué decir. Conseguir pareja sigue siendo una cuestión lingüística, hacer reír es un primer paso idóneo, y si además pareces una persona interesante mejor. No hay normas ni fórmulas que funcionen para todo el mundo, por más que muchos gurús se ganen la vida afirmando que sí. En internet corre la popular teoría de que el amor tiene cinco lenguajes, y el primero de ellos es hablar de forma positiva. Ahí, con el español, ya se tendría un punto ganado. Claro que mucha gente ignora que esa idea la inventó un consejero baptista matrimonial estadounidense, Gary Chapman, que ha hecho fortuna con un best seller destinado a hacer duraderos los matrimonios cristianos. No todo el mundo está de acuerdo con él, y tampoco es psicólogo ni neurocientífico.
A los no habituados a esta nueva lingüística, ni a sus usos, les puede la incertidumbre y la inseguridad. Que se acrecenta al observar el postureo universal en internet, donde todo el mundo vende su vida como si cada minuto estuviera viviendo una experiencia excepcional. Hay que mantener la calma y no correr al buscador para encontrar frases románticas, de amor, ideales para ligar, literarias seductoras, y ese largo etcétera de lugares comunes. Se puede descender al infierno en los primeros resultados, especialmente si se te ocurre repetir lo que encontrarás ahí: «no eres Google pero tienes todo lo que busco»; «estoy haciendo una guía de los mejores restaurantes ¿me ayudas a completarla?»; o «¿No me has contestado porque te he dejado sin palabras?». Añádele emojis y tendrás todas las papeletas para evidenciar o inmadurez, o falta de capacidad para relacionarte digitalmente. Da igual lo que digas, en realidad, intenta hacer reír o sonreír, porque, ya sabes, el lenguaje positivo es un punto adicional en la psicología humana, y eso sí lo ha demostrado la ciencia. Si comienzas por un «hola, ¿sabes que por primera vez creo que los algoritmos sí funcionan?» no sigas con un «es que me han ayudado a encontrarte». Cuando te porqué, habla de cuando no encuentras nada que ver en una plataforma. Lo básico es encontrar una excusa para hablar, y algo que compartir. Usa mensajes cortos, no te apresures a responder, nada de parrafadas, y si los crush, shippeos y el cushioning te marean, limítate a usar tus propias palabras.
Y lo más importante de todo: es navidad. El momento del año en que la gente más reflexiona sobre esto de tener pareja, conservar la que tiene, o buscar una nueva. Enero es el mes donde más nuevos registros se dan en las apps de ligue. Lo dicen las empresas que las gestionan. Eso significa que principio de año es el mejor momento para ligar digitalmente, porque es cuando hay más gente dispuesta a hacerlo. Un buen momento para ese propósito de encontrar el romance, o el sexo, la diversión, o lo que sea que busques en las millones de acepciones de la palabra amor.
Que pena. Tener que enseñar como reemplazar algo tan sencillo que debe surgir de manera espontánea y que es lo más valioso que se puede decir :»te amo», cambiándolo por palabras carentes de sentido. No ser capaz de expresar lo bueno o malo que se siente que se les debe dar un libreto