Adeptos y defraudados. Hasta 2020 la tecnología era algo que iba mejorando nuestras vidas. O al menos lo intentaba. Pero eso solo podía saberse una vez muchos usuarios empleasen una nueva tecnología y decidieran si era mejor, peor, o inútil. Ahora los avances y lanzamientos son una bandera que defender, y ningún ejemplo mejor que los fans de Elon Musk, que no admiten críticas a ninguno de sus emprendimientos, ni siquiera a los que fracasan. Basta escuchar a los profetas de las criptomonedas para entender que ni la lógica del análisis, ni la evaluación por críticos expertos sirve con los convencidos. Próxima emisión de deuda pública de El Salvador, en cripto. Su argumento es que si las bondades prometidas no se han concretado ya, lo harán mañana, y eso es seguro. Este razonamiento ha sido adoptado además por los medios, que obtienen más audiencia si se suman a la exageración de la promesa científica o tecnológica. Así es como se ha creado una corriente de opinión pública fomentada por la lógica mercantil del capitalismo actual, donde los milagros posibles atraen inversores o aumentan la cotización en bolsa. Exageremos. Como no cabe duda de que la tecnología ha cambiado el presente, por qué no abrazar la fe de que cambiará el futuro. El único matiz, en 2024, es que tal vez no lo haga a mejor.
1. La mierdificación
La perspicaz traducción del término enshittification, acuñado por el escritor y activista de la tecnología Cory Doctorow, ha sido hecha por Manuel Ligero en La Marea. Y en español define a la perfección un fenómeno sobre el que nos ha llamado la atención el escritor y activista de la tecnología neoyorkino.
Cualquier servicio tecnológico se enmierdifica una vez la big tech que lo promociona alcanza la hegemonía. Los productos que ofrecen logran su éxito por el uso masivo, pero cuando todos lo adoptamos, es imposible evitar que pierdan sus cualidades y calidad hasta convertirse en una mierda. Google es el mejor ejemplo, hace justo un año se volvió tendencia la pregunta de por qué era tan difícil ahora encontrar algo decente en su buscador. Ha pasado de entregar información muy relevante a ser puro escaparate de venta. Doctorow prevé que esto solo vaya a peor, para todas las tecnológicas, en los años venideros. La internet que conocimos, fuente de información y descubrimiento, será un gran centro comercial y publicitario. Donde la verdad será pura exageración de unos medios compitiendo por la atención a base de bombo y platillo.
2. Los robots como compañeros de trabajo
El miedo a que un robot nos sustituya es tan injustificado como a que lo haga la inteligencia artificial. Ahora bien, en labores de baja cualificación, donde antes trabajaban diez humanos, pronto habrá uno solo, con nueve robots de compañeros. Elon Musk ha presentado Optimus 2, que aún anda como entre escocido y convaleciente de algún traumatismo, pero que va mejorando en su capacidad de cumplir tareas. El plan a futuro es que sirva para cuidar a los niños, hacer la comida y la limpieza de la casa, de tal modo que esté tan presente en nuestras casas como el coche o la nevera. No será en 2024: además de mejorar su movilidad tiene que saber interactuar con humanos, prever situaciones de peligro, quizá incluso evitar que un humano sufra daño, como especificaba Asimov en sus tres leyes de la robótica. También los Teslas tienen que conducir solos todavía, así que paciencia.
Pero en 2023 ya hay setecientos cincuenta mil robots humanoides trabajando en los almacenes de Amazon, en el mismo espacio físico que el millón de trabajadores humanos contratados allí. De momento solo reciclan el cartón, una tarea cansina y repetitiva. El costo por hora de estos robots es de doce dólares, inferior por tanto a los quince del trabajador humano, que se reducirán, siempre según datos de Amazon, a solo dos en cuanto escalen su producción. Aunque la compañía niega que vayan a sustituir a humanos, la lógica lleva a pensar que con un par de personas vigilando un equipo de robots el coste laboral se reducirá drásticamente. Si la inteligencia artificial escala lo suficiente, tales robots podrían acabar siendo ingenieros. Será otro año.
En este vídeo vemos al robot cogiendo cajas que le da un humano, apilando, transportando y andando por el almacén.
3. La panacea de la nueva medicina CRISPR
Aprobada este año la terapia Casgevy, que modifica el ADN humano. Ya tenemos personas editadas. Usando la técnica CRISPR/Cas9 es capaz de eliminar la anemia de células falciformes y la beta talasemia, enfermedades congénitas. Casi parece justicia poética que una enfermedad incurable cuyos pacientes suelen morir jóvenes haya podido curarse por primera vez en Reino Unido. A finales de los setenta, Ridley Scott encontró en un pub del Soho londinense al nigeriano Bolaji Badejo, un gigante de más de dos metros y anormalmente delgado que fijó para siempre en nuestras retinas la imagen del alien gracias a su cuerpo inusual. Su anomalía física tenía como origen la anemia de células falciformes, que lo llevaría a la muerte años después de vestir el disfraz del xenomorfo. Hoy se curaría en el mismo país donde saltó a la fama.
También se han curado dos adolescentes de un tipo de leucemia no tratable con otra técnica CRISPR, la de editores de bases, que borra una parte del ADN para insertar en la parte borrada una modificación. Esta es experimental todavía, no un tratamiento autorizado, pero ya ha llevado a la exageración en algunos titulares, y a la promesa de que con CRISPR podríamos acabar con el cáncer.
No es tan sencillo. Primero porque son terapias con efectos secundarios. La segunda puede provocar graves infecciones en el paciente, por la alteración de su sistema inmunológico. De ambas desconocemos si tendrán consecuencias en el genoma a medio y largo plazo. Segundo, porque su coste tampoco augura una revolución médica universal, la terapia Casgevy para anemia falciforme cuesta dos millones de dólares por paciente. ¿Veremos algo así incorporado a los sistemas europeos de sanidad pública, como el español? El precio no es necesariamente un obstáculo, el medicamento para curar la atrofia muscular espinal, Zolgensma, que cubre la Seguridad Social, cuesta 1 340 000 euros por paciente. Es una enfermedad rara, como la citada, y para la que hay pocas alternativas, pero siempre que exista un tratamiento habitual y con un porcentaje de efectividad alto se optará por él. La medicina CRISPR no será, al menos en 2024, la que nos curará todo.
4. La inteligencia artificial generativa es el nuevo ordenador
Quienes afirman que la IA acabará con el trabajo son o demasiado optimistas o demasiado categóricos. No digamos ya quien le atribuye una inteligencia humana. La máquina es espectacular, pero es que no llega ni al nivel de razonamiento de tu mascota. Donde la encontraremos en 2024 es en la ofimática, cambiándola radicalmente como ya hace Copilot de Office. Sigues haciendo presentaciones de Power Point, pero das unas bases a la aplicación, la IA las desarrolla y tú solo tienes que hacer retoques. Sigues contestando al correo, pero Outlook responde de forma automática a muchos de ellos, elimina la basura, y al final solo tienes cuatro o cinco realmente relevantes en tu bandeja. Y así, un largo etcétera que ha iniciado Microsoft pero que veremos seguir, como pauta, al resto de compañías.
En cuanto a la generación de contenidos por IA, Google ha presentado Gemini, su chatGPT pronto accesible para todos. Su capacidad multimodal permite generar texto e imagen a la vez, así que podrías darle unas instrucciones y que te haga un vídeo o unas páginas de cómic. Más youtubers y tiktokers, pero esta vez automáticos.
5. ChatGPT 0, creadores 1
¿Estamos condenados a desaparecer quienes escribimos y quienes ilustran? Los gurús predicen que la creación de contenidos será entregada definitivamente a las máquinas generativas de IA. Es solo uno de los primeros trabajos que desaparecerán. Exageración o realidad, esa predicción se ha saltado las preferencias del público. Los lectores, de momento, no quieren textos generados por inteligencia artificial.
La revista Futurism descubrió en un artículo publicado en noviembre que Sport Illustrated había publicado numerosos artículos escritos por IA, pero con fotos y perfiles profesionales de periodistas, también generados por IA, para que pareciese que los escribían personas. Es interesante porque la revista deportiva fue un referente en su momento, porque despidió a toda su plantilla, pero sobre todo porque ningún medio, hoy por hoy, quiere admitir que publica contenido generado por IA. Ellos tampoco, una vez desvelado lo han borrado todo.
Los lectores no quieren textos automáticos que se hagan pasar por reales. Los anunciantes tampoco, y hoy por hoy son las dos fuentes de ingresos de los medios. No puedes enfadar todo el tiempo a todo el mundo. El periódico francés L’Est Républicain ha usado ChatGPT para resumir y poner gancho a los textos de sus corresponsales. ¿La queja de los lectores? Que no les avisaron que eso lo había hecho una IA.
En cuanto a las imágenes generadas por IA son muy reconocibles, así que se aceptan como relleno, pero nadie compraría un álbum ilustrado, un cómic o una obra de arte de una IA en Sotheby’s. Puede que eso acabe cambiando. Que mejoren tanto como para sustituirnos. Pero de momento, en 2024, los creadores seguiremos. Feliz año.
Hay mucha filfa con la IA. El vídeo de Gemini es un fake, según ellos mismos, que han explicado paso a paso lo que en realidad han hecho y es igual a ChatGPT, por ahora.
El hecho de que los miedos los creen y difundan los propios creadores de la IA (el jefe de OpenAI a la cabeza), es casi cómico. Saben que exageran. Supongo que la idea es ofrecerse de salvapatrias «porque quién lo conoce mejor, ¿no?». Ni la mitad de la mitad, tanto para lo bueno como para lo malo de la IA. Te lo digo yo, que de esto sé un rato, que diría mi cuñao.
El CRISPR debería llegar a la sanidad pública sin más. Las mayores inversiones en su desarrollo las han hecho los gobiernos como con la vacuna de la covid. Ya vale con la jeta de los empresarios de la ciencia.
Muchas gracias, Martín por tu siempre interesantísimo futuro imperfecto.
Comentar dos cosas de las muchas que aportas.
Una, le has puesto palabras a la sensación que tenía con los buscadores hace tiempo… Si quieres comprar algo e informarte por internet, no resulta nada fácil porque de todo lo que encuentras no puedes distinguir si es publicidad encubierta, información interesadamente sesgada de un vendedor, promoción de un producto frente a otros, etc. Cada vez se encuentran con más facilidad webs de «los 10 mejores proyectores», los 10 mejores software de edición», o los 10 mejores lo que sea. Miras otra similar y apenas coinciden. Internet se está convirtiendo en una jungla de contenidos comerciales que ya no se distingue mucho del vendedor de toda la vida en las tiendas que te quería colocar el producto que más le interesara a él. Al final hay que echarle tiempo y profundizar en las características más relevantes de lo que quieres adquirir y ajustarlo a lo que realmente quieres o necesitas. No parece mejorar en mucho lo de antes.
Lo otro que quería comentar es una tendencia que ya viene desde hace muchos años, pero cada vez es más peligrosa. La exageración en los medios. Hace ya mucho que los medios son empresas cuyo objetivo es el lucro y no la información veraz y de calidad. El lucro viene determinado fundamentalmente por las audiencias y estas determinan los ingresos publicitarios. La información de calidad ya no es el fin, sino un medio cada vez más secundario de conseguir mayor rentabilidad. No puedo dejar de pensar con preocupación que esto, antes o después, tendrá un impacto muy negativo en la calidad de las democracias del siglo XXI. Ojalá me equivoque y esté cayendo yo también en la exageración.
Feliz 2024
Gracias a ti, Luis, por tu lectura y comentario. Coincido con lo segundo, con el matiz de que el impacto negativo en las democracias ya está ocurriendo.
Aún no ha nacido el médico o científico que vaya a hacer un avance muy significativo en los tratamientos de cáncer. Probablemente antes de 10 años una IA empezará a ser entrenada para conseguir esos avances, cosa que conseguirá bastante antes de otros 10 años. Igual sucederá con otros retos de la ciencia: unificación de la teoría de la relatividad con la física cuántica, el origen de la vida, el origen de la consciencia… los que menosprecian la IA no suelen reparar que en apenas 10 años ha llegado a unos niveles de análisis a los que la IN (inteligencia natural), le costó muchos miles de años llegar.
Respecto a las consecuencias sociales y políticas, recordar solo que Hitler, Stalin, Franco y Netanyahu son IN, así que si surgen sus equivalentes IA, no habremos empeorado nada.
Programas de IA crean composiciones «a la manera» de Bach de forma que entendidos en la obra del compositor alemán tienen el mismo porcentaje que una moneda al aire a la hora de adivinar si una pieza es de Bach o de la IA. Lo mismo sobre cuadros de Mondrian.
Cuando en 1997 Deep Blue derrotó a Kasparov, los agoreros dijeron que el ajedrez es relativamente previsible, que una IA nunca derrotaría al campeón mundial de go (juego con muchísimas mas variedades tácticas y posiciones que el ajedrez), pues bien, tal victoria ocurrió 19 años después: AlphaGo venció y asombró con jugadas que en principio parecían fallos, pero que se revelaron estrategias ganadoras sin que ninguna IN las viera venir.
Las IA’s ya diseñan proteínas que potencialmente pueden tener muchos usos, incluidos los médicos; ya interpretan radiografías, TAC’s, RM’s… con más pericia que un radiólogo experimentado. En estas dos últimas técnicas de diagnóstico por imagen (TAC y RM), ya hay prototipos que no solo interpretan el resultado, sino que también dirigen la exploración.
En fin, podríamos seguir… y empezar a pensar que nuestra IN no es más que neuronas (hardware en la IA) y conocimiento/experiencia (software en la IA).