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Cuentos victorianos de miedo para Navidad (y 2)

cuentos victorianos de miedo para navidad
Imagen: London Stereoscopic Company (DP)

Viene de «Cuentos victorianos de miedo para Navidad (1)»

Cuentos anglosajones terroríficos en Navidad

Los tropos de los cuentos victorianos de miedo situados en Navidad son prácticamente comunes a todos. En la mayoría vemos una crítica social, bien hacia las clases pudientes, bien contra la hipocresía de esas fechas. También encontramos los rasgos propios de los cuentos de terror, como el protagonista u otro personaje disfrazado de fantasma por razones crematísticas, o para dar un susto a lo demás, la consabida leyenda familiar de maldición, el cuarto embrujado, el pozo, etc. Estos son algunos de los autores y autoras que escribieron este tipo de relatos:

El «Ángel del escultor», de Marie Corelli (1855- 1924). Fue una de las novelistas más afamadas y vendedoras del siglo XIX. Aunque ahora está completamente olvidada, fue quien vendió más novelas en su época, en la que además del éxito tuvo que soportar campañas de desprestigio por esta misma razón y por otras, por ejemplo, que era lesbiana. Traigo aquí este relato estupendo (1913) sobre el amor prohibido de un monje (bueno, un enamoramiento a distancia, casi como el amor cortés medieval) y el efecto que puede tener la culpa en alguien atormentado, y como los dioses al final no castigan un tormento así. Es la historia del hermano Anselmus, a quien sus superiores ordenan esculpir un ángel para Navidad.

Montague Rhodes James (1862-1936), «La historia de una desaparición y de una aparición», publicado por primera vez en 1913 y más tarde en la antología de 1919, «Un fantasma delgado y otros». Trama detectivesca, con sueño incluido, títeres de cachiporra, un desaparecido, que al final aparece (como una aparición), todo ello durante los días 24, 25 y 26 del año. Uno de los mejores cuentos de muñecos terribles que se han escrito. No se prodigó en cuentos de fantasmas en Navidad, pero sí en cuentos de fantasmas, que en principio los hacía públicos en los colleges donde trabajó, para colegas y alumnos.

Elizabeth Gaskell, «El cuento de la vieja niñera». Gaskell fue una de las escritoras más notables del siglo XIX, compaginó sus obras realistas y de denuncia social más un toque de humor, con un largo índice de textos góticos sobre fantasmas. En este cuento nos habla de una familia marcada por el odio y los celos, lo que lleva a su destrucción. Y la llegada a la mansión familiar de una huérfana y su cuidadora, las dos preadolescentes, que durante las navidades empiezan a sufrir las presencias de los espíritus de la familia. Familia que tiene todos los tics de los seres que han sufrido lo indecible y ahora están temerosos, esperando el momento final.

Fergus Hume, «La mano del fantasma». Este escritor de últimos del XIX fue prolífico en grado sumo. Se ocupó de historias de crímenes y suspense, relatos con mujeres fatales y orientales malvados. En este nos cuenta la experiencia que tiene un médico militar en la casa del primo de un camarada suyo, donde se supone hay una fantasma, y las consecuencias que de ahí se suceden en las fiestas de navidad, que no son exactamente de corte fantástico, sino bastante mortales.

Ada Buisson, «La cita con el fantasma». . Escritora de vida muy breve, recordada por sus cuentos de aparecidos. Este cuento es una descripción de una situación macabra —a un médico se le ofrece una fortuna por velar el cadáver de quien le está contratando— y termina con una solución del hecho también muy carnal, con la participación de la mujer del muerto. Todo se desarrolla en la noche de Navidad.

Thomas Hardy, «Los ladrones que no podían dejar de estornudar». Es uno de sus primeros cuentos, por eso quizá no se nota en él el tremendo pesimismo y crítica social con que se empleó en la mayor parte de su obra. Se trata de un relato de Navidad, que cuenta la aventura de un jovencito entregado en plena Nochebuena a un recado paterno, y que en medio de éste se topa con unos ladrones, situación que lo lleva a una mansión y siguen allí las aventuras, terminando todo en un final feliz.

G. K. Chesterton (1874-1936), «Las estrellas fugaces». Escrito un año después en que apareció su primera aventura del padre Brown, «La cruz azul», 1911. En este relato, también aparece el padre Brown. Es un cuento que transcurre en Navidad; de hecho, es un cuento que comienza diciendo su autor que el ladrón protagonista de este da su último golpe en un homenaje a Charles Dickens, al ser su último golpe en Inglaterra (nada menos que es Flambeu, el ladrón que sale en muchas de las novelas) en esas fechas del año. En una mansión anticuada de clase media, una serie de personas deciden disfrazarse para dar vida a una pantomima. En medio de la representación, desaparecen del bolsillo de uno de los protagonistas los tres diamantes que había traído para la muchacha de la casa. El padre Brown aplica su sexto sentido para encontrar al ladrón.

Robert Louis Stevenson (1850-1894), en «Markheim» (1885) hace un cuento de Navidad que mezcla el terror con la crítica moral. Un tipo llamado Markheim entra en el despacho de un anticuario el día de Navidad. Tras escuchar las pegas que le pone el comerciante, que ya le conoce, anuncia que no ha venido para vender, sino para comprar, concretamente un obsequio para su prometida. El anticuario se queda sorprendido y le enseña un par de objetos, y Markheim saca un cuchillo y lo mata. Empieza a tener alucinaciones, y por fin se le aparece una imagen que él identifica como el diablo. Mantienen un diálogo, a través del cual va cambiando su manera de pensar hasta el final, en el que ese diablo se transforma en otra cosa.

El escritor inglés Jerome K. Jerome (1859-1927) es un buen ejemplo de tener relatos para contar en la Nochebuena. En realidad, lo suyo es más bien una parodia de esta tradición. En Told after Supper (1891) un breve libro de relatos, cuenta una serie de historias de fantasmas acaecidos en la campiña, en casas de campo o en la ciudad. Se mofa del apellido de los protagonistas —que son muy parecidos al Sr. Scrooge: Coombes, Scroogins— y de las cosas que hacen por precisamente tener (o suponer) una fantasma en su morada. Los protagonistas son más pintorescos incluso que los propios aparecidos, que son la bomba, y las historias tienen un punto desternillante que es un tanto raro en esta tradición. Pero es que su autor fue un conocido escritor de comedia. Seguro que han leído o han oído hablar de «Tres hombres en una barca». Si no lo han hecho aún, recomiendo vivamente su lectura.

O. Henry, «El Regalo Navideño del Chaparral». Un delicioso cuento de forajidos, ranchos y parejas enfrentadas en el día de Navidad, cuando se celebra la boda de Rosita McMullen y Madison Lane, que termina en balacera por parte de Niño Frío, antiguo pretendiente de Rosita, que llega al rancho para vengarse de los novios. El relato nos cuenta las aventuras que tuvo después de la balacera este malote, la cantidad de gente que mató, etc., hasta que en vísperas de otra Navidad tiene un recuerdo para la pareja. El autor (1862-1910) es un insigne autor de cuentos (con algunos más sobre la Navidad, muy famosos: «El regalo de los Reyes Magos») y con una vida personal que es casi mejor que cualquiera de sus cuentos.

James Hume Nisbet (1849-1923), «El viejo retrato». Este relato pertenece a su antología de 1900, Historias extrañas y maravillosas, y es un cuento de terror, sin paliativos. Sucede en la Nochebuena, pero eso es lo de menos. El protagonista es un pintor (como su autor, escritor y pintor), que ha comprado el lienzo por su marco, que le ha parecido muy relevante. Cuando procede a la limpieza de marco y lienzo, repara en dos cosas, que el marco no tenía unas flores grabadas, sino que están labrado en él un conjunto de huesos y gusanos. Y debajo del retrato que tenía en la superficie, termina apareciendo, gracias a la labor de limpieza del pintor, el retrato inquietante de una mujer. Y a partir de ahí, se desarrolla una historia vampírica, un especie de retrato de Dorian Grey al revés.

Louisa Baldwin, «The Real and The Counterfait». Esta escritora (1845-1925), tía de Rudyard Kipling, a veces firmaba como su hijo, Alfred Baldwin. Toda su obra (una obra breve) está dedicada al tema de los fantasmas. En este en concreto, tres amigos van a celebrar las vacaciones de Navidad a la mansión familiar de uno de ellos. Este decide animar más la celebración encarnando él mismo al fantasma de un monje que decían se había aparecido en tiempos anteriores allí. Cuando sale a asustar a sus amigos, él y los otros dos se encuentran con algo imposible y aquello arrostra consecuencias no deseadas.

Edith Nesbit (1858-1924) es una de las autoras nacidas en aquellos años que fue ya en vida muy popular y lo ha seguido siendo a lo largo del tiempo, con la legión de escritores y escritoras que han seguido a su estela hasta hoy, sobre todo, en literatura infantil. También tiene un grupo de novelas y cuentos góticos. «La sombra» (1907) sucede durante una festividad de Navidad, en una casa solariega con muchos invitados. Allí, el ama de llaves de una de las habitantes, acaba por reunirse con tres muchachas que están charlando animadamente sobre fantasmas, y les cuenta su historia, que tiene un desenlace espantoso. 

«El fantasma de la Nochebuena» (1890), de James Matthew Barrie (1860-1937. Este autor escocés fue el autor de Peter Pan y Wendy, así como el padre adoptivo de los niños que inspiraron estos personajes, uno de los más famosos autores de su generación y el relato, uno de los más importantes del siglo. Este cuento que aparece en su libro My Lady Nicotine, es una bienhumorada anécdota del propio autor, propiciada por el uso y abuso del tabaco, que lo convierten involuntariamente en un fantasma.

«La historia de los diablillos que se llevaron a un enterrador», Charles Dickens (1812-1870). Antes de su «Cuento de Navidad», Dickens escribió este relato (aparece en los Papeles Póstumos del Club Pickwick, siendo el capítulo 29), de corte muy parecido, aunque aquí es más terrorífico, y el viejo Scrooge es sustituido por un enterrador muy mal encarado, Gabriel Gurb, que tiene la visita de una corte de diablos que le dan la noche, y le han hacer ver lo equivocada que es su vida. Dickens escribió cinco novelas de Navidad.

«Un Cuento de Navidad», por Margaret Oliphant (1828-1897). Una escritora escocesa, cuya obra estuvo dedicada en su mayoría al mundo de los fantasmas. En este cuento en concreto desarrolla una trama con un paisaje y unos personajes muy bien definidos, para hacia el final, sorprender al lector con la verdad bajo el relato. 

Charlotte Riddell (1832-1906). Fue una de las escritoras más famosas e influyentes de su época. Irlandesa de nacimiento, tiene una abundante bibliografía, y como todos los escritores de esta época, posee muchos cuentos dedicados a los fantasmas (sobre todo, a las casas encantadas), y también fue copropietaria y editora de St. James’ Magazine, una de las revistas más prestigiosas de la década de 1860. «Un extraño juego de Navidad» (1868) es un relato sobre la casa solariega de siempre, habitada por un fantasma, a la que llegan dos hermanos, los últimos descendientes de la familia. Estos se han encontrado con esta herencia y descubren qué es lo que hay detrás de esas leyendas de aparecidos.

Arthur Conan Doyle (1859-1930). El sir autor de las novelas de Sherlock Holmes abarcó una ingente cantidad de obras al margen de estas, y entre ellas tiene un cuento publicado en la prensa en 1883, con el título de «Una Navidad trepidante»: en plena Nochebuena, la vida del pacífico profesor de química Otto von Spee sufre un vuelco, puesto que es secuestrado por una «mujer enlutada» y sus compinches, quienes se lo llevan ante un aula de tipos deseosos de conocer los entresijos de la dinamita. El profesor, en un momento determinado, hace explotar una mezcla y se lanza por una ventana. Cuando despierta de la explosión, está de nuevo en su casa, acompañado de la policía. Hablando de Holmes, no olvidemos que hay un cuento llamado «El carbúnculo azul» (1892), que sucede en la fiesta de Navidad en la que el detective resuelve un caso, pero aquí, no se detiene al culpable por ser las fechas que son.

«La extraña cabalgata de Morrowbie Jukes» (1885), Rudyard Kipling (1865-1936). Es uno de los grandes escritores británicos, el primero de su nacionalidad que recibió un Premio Nobel y el autor de infinidad de cuentos increíbles. Este sucede en la víspera de Navidad, una aventura escalofriante, localizada en la India y protagonizada por un ingeniero civil que, azuzado por la fiebre, se pone a perseguir unos perros por las llanuras a caballo, hasta que pierde la razón y aparece, tras despertar de su sueño febril, en un sitio infernal: un lugar que aparece debajo de las dunas, pero que resulta imposible volver a superar. Allí vive un grupo de gente «que murieron pero ahora malviven esperando la muerte definitiva», en condiciones horribles. 

«El banquete de Navidad» (1844), Nathaniel Hawthorne (1804-1864). Publicado originalmente en la edición de 1844 de la revista United States Magazine and Democratic Review y en 1846 en la antología Musgos de la vieja factoría. Es un relato impresionante, con un desfile tremendo de personas y paisajes, donde Hawthorne reflexiona sobre el peligro del esteticismo. En él vuelve a retomar un personaje que ya había salido en otro de sus cuentos, Roderick Ellison, que es quien narra la acción a su esposa y a un amigo escultor. Esta no es más que leer el testamento de un personaje cuya vida y hechos son todo lo amigable y pródigo que pueda pensarse, pero cuyos sentimientos y pensamientos son los de alguien que no siente la vida, que pasa el tiempo como si no le afectase, ni para bien ni para mal. Pues bien, este personaje es el que siempre va invitado al banquete de Navidad, que un señor ha dejado como legado en su testamento, el día de Navidad, para reunir a la mesa (una mesa bastante peculiar) a unas diez personas que sean de lo más desgraciado de este mundo. Gervayse Hastings va acudiendo cada año, entre desafortunados al límite y de todas las clases, que no entienden nunca que hace él allí.

«Víspera de Navidad en una mole embrujada» (1889). El regatista Frank Cowper (1849-1930), que dejó muchos libros sobre este arte y su técnica, también se interesó por la ficción, incluso por el relato de fantasmas, como este. 

Wilkie Collins (1824-1889). «La máscara robada o el misterio de la caja de caudales» (1864). Este relato del siempre sorprendente Collins tiene como subtítulo «Una historia para contar al amor de la lumbre navideña». En él nos cuenta la aventura, dando todo lujo de detalles, por la que pasa una máscara de Shakespeare, o más bien la vida de su creador, Reuben Wray, un actor sexagenario de cuarta, que solo atesora, como único bien, esa máscara en escayola hecha del retrato funerario de Shakespeare y siempre la lleva en una caja de caudales, lo que mueve a unos ladrones a entrar en su pensión para robarle. El atribulado anciano casi pierde la cabeza con esta acción, pero su nieta y el señor del condado lo arreglan, y para Navidad lo celebran.

«El ceremonial», H. P. Lovecraft (1890-1937). En original, «The Festival». Publicado en enero de 1925 en Weird Tales. Pues sí, el mismísimo Lovecraft dedicó uno de sus cuentos a la Navidad. Bueno, más en concreto, a la festividad de Yule, porque consideraba esa festividad la más antigua del planeta, más antigua incluso que la humanidad. Obviamente, a él le chiflaba todo lo relacionado con la astronomía. En él, nos cuenta las vicisitudes de un tipo que recala en Kingsport, la ciudad creada por él a partir de su visita a Marblehead, Massachusetts, y allí asiste a la misa más terrible que se puede imaginar.

Pero existen otros autores como Sheridan Le Fanu (1814-1873) quien, además de escribir «El sacristán muerto» (1871), un relato sobre la muerte de un clérigo y la visita del diablo para hacerse con el cuerpo, un diablo por cierto con un parecido físicamente a los tópicos que tenían los estadounidenses (y no solo ellos) sobre los españoles, editó numerosos cuentos de terror navideño en los periódicos en los que trabajó. 

Frances Hodgson Burnett (1849-1924), la autora de «El pequeño lord» y «El jardín secreto», que han influido en tantos autores y autoras de literatura infantil, publicó este cuento, «Una Navidad en la niebla», que viene incluido en la antología de Impedimenta, «Reinas del abismo». Se trata de un cuento fascinante, y nos habla del comienzo de un viaje desde Inglaterra en barco, estropeado por la niebla, que causa varios días de retraso para llegar a Estados Unidos, y de la buenísima ocurrencia de su protagonista antes de llegar.

Algernon Blackwood (1869-1951), este afamado escritor de cuentos fantásticos, dejó en «La bolsa-maletín» (1908), una acción un tanto inverosímil que se desarrolla con fines a la Navidad. En ella, el abogado que ha participado en el proceso a un asesino, que mató y escondió los cadáveres en una bolsa-maletín, justo después de aquello, está preparando su viaje a los Alpes en Navidad y pide a su mentor en el bufete que le deje una bolsa para empacar. A partir de ahí, se forma un terrorífico lío para el pobre abogado.

Tras la Gran Guerra, el cuento de fantasmas para leer en Navidad perdió fuelle, aunque como hemos visto, hubo algunos ejemplos, como el de H. P. Lovecraft o el de A. M. Burrage (1889-1956) «Smee» (1829), este autor inglés de libros juveniles, para los que firmaba con el pseudónimo de Frank Lelland, y de una gran cantidad de cuentos de horror, como este, que sucede en Nochebuena, y en el que un grupo de amigos jóvenes decide jugar al escondite en una casa, mejor dicho, jugar al «Smee» («Soy yo»), una variante de este.

Inglaterra embrujada en la Navidad actual

La tradición no ha terminado. Los anglosajones han seguido escribiendo historias de miedo para leerlas en Navidad, aunque en diferentes formatos, aprovechando, por ejemplo, la televisión. A partir del año 1971, se comenzó a emitir el especial navideño de la BBC titulado A Ghost Story for Christmas», que adaptaba cuentos de Navidad de M. R. James y uno de Dickens, hasta 1978. Este especial ha sido recuperado recientemente, con otros cortometrajes emitidos entre 2004 y 2023. El del este año es una adaptación hecha por Mark Gattis de un cuento de sir Arthur Conan Doyle, «El lote 249».

Pero además están los cuentos actuales. Han doblado, reactualizado, adaptado al mundo de hoy, y a la literatura, la navidad y el miedo contemporáneo. Y tenemos algunos ejemplos deslumbrantes.

Hace unos años la editorial Fata Libelli editó Saturnalia. Cuentos del solsticio de invierno. Se trata de una antología de cuentos en Navidad, hecha por alguno de los autores más brillantes de la actualidad: China Miéville, Ken Scholes, Nina Kiriki Hoffman y Robert Shearman, que aportan sus cuentos de terror a este gran libro, donde se reinventan los tradicionales cuentos de Navidad dándoles un toque sorprendente e inquietante. En la más pura tradición victoriana, pero con la diferencia de que aquí los relatos no son exactamente de miedo, sino weird, futuros especulativos, fantasía oscura, y sobre todo una buena cantidad de crueldad para la Nochebuena.

El primer relato del libro es de China Miéville (1972), uno de los más aclamados en ciencia ficción y literatura weird, y se titula «Noche de paz», historia que se desarrolla en una sociedad del futuro donde la Navidad se ha convertido en una marca registrada, donde solo los que se puedan permitir pagarla serán los que podrán festejarla. Nos lleva a una realidad que puede no tardar mucho en llegar a nosotros. Y Miéville nos pone ante una situación, descrita con mucho humor negro, y bastante crítica a la sociedad actual.

A continuación, viene «Ola de frío» de Robert Shearman (1970). Escritor muy premiado de fantasía. Relato sobre la pérdida de la inocencia y cómo puede romperse la relación de padres e hijos cuando los arquetipos familiares han perdido su relación de amor. Supongamos que Papá Noel existe, pero de una manera particular, que existen contratos entre los padres y Santa Claus, contrato del que es testigo por primera vez un niño, que pierde su infancia justo en ese invierno. Invierno con una gran nevada, que es ideal para que se presente esta situación.

Después viene, «A casa por navidad» de Nina Kiriki Hoffman (1955, californiana). Autora de ciencia ficción, fantasía y terror. Es una fantasía: una mujer que vive en la calle tiene el don de poder comunicarse con objetos inanimados, y es lo que la ha alejado del mundo. En una Nochebuena conocerá a un hombre que tiene en su apartamento una colección de objetos muy peculiares. Encuentra una cartera, y la propia cartera le suplica que se lo devuelva a su dueño. Es el cuento más navideño de los cuatro, siguiendo la estela de los victorianos.

Cierra el libro «Si la vigilia del dragón estuviese fría y despejada», de Ken Scholes (1968, Oregón, autor de relatos de ciencia ficción), es un cuento de fantasía oscura. El relato crea toda una mitología en torno al dragón, de manera compleja y enrevesada. A los amantes de este género seguro que les encantará. Tengo que añadir que el prólogo, escrito por las editoras, es una maravilla por lo que tiene de información sobre el origen de las navidades y por lo que tiene de crítica literaria. Lástima que solo saliese en versión Kindle.

«Crónicas desde Santaland», David Sedaris (1956, autor norteamericano, que se caracteriza por su humor). Otro librito descargado en Kindle. Se trata de un cuento de Navidad, que sucede en Navidad y que toma todos los tópicos de la fiesta, pero hecho de manera gonzo y en primera persona, porque son los recuerdos del propio Sedaris de unas navidades en Nueva York que vivió. Una temporada horrible, en la que tuvo que aceptar un trabajo como elfo en los almacenes Macy´s y que él desgranó primero, en la radio, y luego en literatura. Es un relato fantástico, donde salen niños insoportables, padres aún más terribles, compañeros espantosos, reales como la vida misma… Todo escrito con muy mala idea y muy divertido a la vez.

Dejamos un momento los relatos para introducir una novela (más bien un novelón, por la cantidad de páginas). «NOS4A2» (Se lee como Nosferatu) (2013), de Joe Hill (1972): la tercera novela del hijo de Stephen King. Un villano que se alimenta de las almas de los niños que captura, dejando lo que queda de ellos en Christmasland —una aldea donde todos los días es Navidad— es el siniestro argumento. Hay un puente bidireccional que lleva a su protagonista, Victoria, a donde se han perdido los objetos que busca y allí encuentra a Mantz, el malo. Tuvo mucho éxito, debido a una serie de televisión, que no le hacía demasiada justicia, es mi opinión.

Siguiendo con la familia, recordemos «El Cuento de Invierno», de Stephen King, llamado «Método de respiración», que transcurre durante las fechas navideñas. El propio King dedica esta historia a otro grande de la literatura de terror, Peter Straub. El relato versa sobre un club exclusivo al que se ofrece entrar a un abogado, en donde mientras juegan a las cartas y beben en cantidad, cuentan historias de terror.

Mundo embrujado en Navidad

Esta tradición pertenece al mundo anglosajón, pero bien por imitación en su época, bien por las mismas condiciones de vida, hay muchos ejemplos de relatos de miedo escritos para Navidad a la largo del mundo. Unos ejemplos.

«Nochebuena», de Nikolái Gógol (1801-1852). Desde la Rusia zarista, Gógol nos dejó uno de sus magistrales cuentos. Una radiografía de las clases sociales, de las tradiciones orales y el folklore, pero también una crítica social profunda al sistema, no exento de humor. Todo ello con un estilo surreal, una mágica visión del pueblo ucraniano donde se produce la acción. Mientras los jóvenes van pidiendo el aguinaldo de casa en casa, vemos que es lo que comen y beben, mientras las brujas, los magos y el diablo hacen acto de presencia para ver quien se lleva la ventaja. 

Emilia Pardo Bazán (1851-1921), «Navidad de Lobos». Doña Emilia dedicó un cuento a la Navidad en los periódicos en que colaboraba. Años después, salieron todos en un libro, bajo el título de Cuentos de Navidad y Reyes. No son cuentos de terror o misteriosos pero están todos teñidos de una melancolía, cuando no directamente tristeza, muy relevantes del estado de ánimo de su autora y de la época, tratando la navidad desde perspectivas sociales, humanas y económicas. Y en todas ellas ofrece un retrato terrible de esa sociedad.

Gustavo Adolfo Bécquer (1836-1870). «Maese Pérez el organista» (1861). Este cuento, o leyenda, como las llamó él, está creada, a la moda romántica, y narra una historia de aparecidos.

Los relatos victorianos que han sido comentados en este artículo se pueden leer, casi todos, en los siguientes libros: Cuentos victorianos de navidad. Madrid, Alianza Editorial, 2012. Reinas del abismo. Cuentos fantasmales de las maestras de lo inquietante. Madrid, Ed. Impedimenta, 2020. Cuentos de navidad misteriosos. España, Editorial Alma, 2022.

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