Intérprete francés/inglés: Brian Valente-Quinn. Traductor Wolof/Francés: Babacar Thiaw
Omar Pene, cofundador y cantante del supergrupo Super Dianomo, con sede en Dakar, lleva cincuenta años tocando y componiendo, y ha publicado numerosos álbumes con ese grupo y como solista. El estilo que ayudó a inventar, el Mbalax, fusionó la percusión tradicional wolof, la música religiosa de varias etnias y los estilos soul y blues en una música popular que interactuó con la música cubana y acabó suplantándola como música pop dominante en Senegal tras la independencia de ese país. Defensor desde hace tiempo del panafricanismo, sus contribuciones han sido reconocidas por la CEDEAO (Comunidad Económica de los Estados de África Occidental), Pene lleva años dando la voz de alarma sobre el cambio climático y la creciente desertificación de Senegal, y llegó a publicar un álbum sobre este tema, Climat, en 2019. Pene también es Embajador de Buena Voluntad ante los Estudiantes en nombre del gobierno del presidente Macky Sall.
¿Conversamos sobre la música mbalax, la música wolof, la música senegalesa, la música africana, la música de África Occidental, o solo de música?
Podemos hablar de música, sencillamente.
¿Qué importancia tiene la identidad wolof en su vida y en su música?
Soy senegalés, nací wolof, es mi lengua materna. Por eso es una tradición tan importante para mí, porque es un valor que queremos transmitir. Porque los ingleses cantan en inglés, los franceses cantan en francés y los wolofs cantan en wolof.
¿Cómo empezó su carrera musical?
Empecé cuando era muy joven, pero no en una orquesta. Cantaba en la calle con los amigos, por diversión, porque quería hacer carrera como futbolista. Me hice cantante por casualidad. Un hombre que vivía en mi barrio y formaba parte de un grupo llamado Le Kad Orchestra«me oyó cantar así por la calle, y me ofreció unirme a su grupo si yo quería, y claro.. Yo tenía una voz [bonita], aunque no soy griot, porque normalmente son los griots los que cantan. En aquel momento, no me interesaba. Quería jugar al fútbol y punto. Pero mis amigos me pidieron que fuera a probar, porque había muchos futbolistas en el barrio, pero no había músicos.
Os cuento una anécdota bastante agradable para mí: Un día, volvía del entrenamiento —jugábamos al fútbol— y me presenté en el local donde ensayaba la banda a la que quería que me uniera. En cuanto me presenté con la equipación de fútbol el director quiso echarme. Pero el hombre que me descubrió le dijo: ah no, es ese chico del que te hablé. Le he oído cantar, tiene una voz [bonita], así que podemos probarle. Hicimos la prueba y nos dijeron: volveremos a verle. Una o dos semanas después, el hombre volvió para decirme: hemos decidido aceptarte en el grupo porque necesitamos un cantante joven que sepa cantar en wolof.
El m’balax que existe hoy no existía entonces, porque las orquestas tocaban música más latina, más salsa, y cantaban un poco en español. Así que me uní al grupo y eso fue todo. Eso fue en 1972.
¿Qué edad tenías entonces?
Tenía diecisiete años.
¿La decisión de cantar en wolof fue de ese director?
Sí, porque en esa época había una conciencia de que la gente quería acercarse un poco más a lo que éramos culturalmente, hablando en términos de identidad. Porque se tocaba música de otros lugares, música importada de América Latina, salsa. Ni siquiera utilizábamos instrumentos tradicionales como el sabar, el xalam o la kora, instrumentos más cercanos a nuestra identidad.
Esa carencia de técnicas tradicionales en la escena popular: ¿era así tanto en las zonas rurales como en las ciudades?
Sí, por supuesto. De hecho, había una música mucho más tradicional llamada folclore que cantaban los antiguos griots. En aquella época, esa música era mucho más común en los pueblos, pero no se bailaba. Cuando ibas a un club donde tocaba un grupo, era más música latina.
Ahora se trataba de acercarnos un poco más a nuestra identidad cultural. Pero lo que es muy interesante es que Leopold Sedar Senghor, que entonces era presidente de Senegal, era un hombre de cultura. Se preguntaba por qué los grupos senegaleses no tocaban música más cercana a nuestra cultura.
Porque la música es ritmo. Senegal está formado por muchos grupos étnicos y cada grupo étnico tiene su propia cultura rítmica. En la población de Senegal están los wolof, por supuesto, pero también están los toucouleurs, los sérères, y los diolas en las distintas regiones, y cada etnia tiene un ritmo y un ritmo que también se baila. ¿Por qué no intentar avanzar hacia eso para encontrar nuestra verdadera identidad?
Son tradiciones musicales que se han conservado a lo largo del tiempo, aunque fueran prácticas un tanto ausentes de la música popular. Pero, ¿cómo consiguió aprender a integrarlos?
Es una muy buena pregunta. Creo que fue una reflexión generacional, una vez más. De ahí surgió la idea de crear [Super] Diamono. En aquella época, no nos interesaba mucho la música latina. Nos interesaba más la música anglosajona: jazz, rhythm & blues, reggae, soul.
¿James Brown?
Sí, James Brown, Otis Redding, Bob Marley. Pensábamos que eso era mucho más cercano a nuestras tradiciones porque era mucho más «negro». En aquella época, teníamos ideas muy revolucionarias. Estábamos más del lado de los grandes hombres de África: Nkrumah, Nelson Mandela y los demás. Estábamos un poco alejados de lo que se hacía en aquella época en términos musicales, sobre todo porque habíamos investigado un poco sobre la filosofía. Pero al principio decidimos incluir un instrumento llamado el sabar, porque habíamos hecho giras por Senegal y hasta Gambia. En Gambia había un grupo llamado Super Eagles, formado íntegramente por músicos gambianos, y utilizaban ese instrumento, el sabar, en su música.
¿El sabar se origina con los Sérères?
Los Wolofs tienen su propia variedad del sabar, los Diolas tienen su propia variedad del sabar, y los Sérères también.
Los sérères, ¿por ejemplo el cantante Moussa N’Gom?
Tocaba con nosotros. Por otra parte, la forma de utilizar este instrumento difiere de un grupo étnico a otro. Si conoces al grupo Touré Kunda, la forma en que utilizan el sabar es diferente de la forma en que lo utilizamos los wolof. Los ritmos son diferentes.
¿Se nota enseguida la diferencia?
Se nota enseguida la diferencia porque no se toca de la misma manera. No tiene el mismo ritmo. Ni siquiera la forma de bailar es la misma.
¿Tener a un gambiano [N’Gom] en Super Diamono creó una mezcla dentro del grupo?
Él canta en socé [mandingá], es cierto, pero también en wolof. En Gambia hablamos inglés, pero también wolof.
¿Mezclaron también diferentes estilos de percusión en la banda?
Hicimos una gira por el interior de Senegal. Fuimos a ver a los Sérères, que tocan un ritmo llamado Ndjoup, a ver a los Toucouleurs en Fouta (Baaba Maal, ya sabes, toca el Yela), y a ver a los Diolas en Casamance, que tocan Djambadon, que es otro ritmo. Los wolof, que son la mayoría en Senegal, tocan el sabar, pero su música es el m’balax. Todos estos ritmos diferentes componen la música senegalesa. Es lo que dijo Léopold Senghor en su momento: «Estáis en un país culturalmente muy rico. Intentad trabajar con lo que tenéis». Y dio con un concepto: arraigo y apertura.
Así que el grupo no era tan rebelde, pues el gobierno estaba de su lado, ¿verdad?
Él lo era como hombre de cultura, porque amaba la cultura; Senghor era poeta. Pero el contenido nos pertenece a nosotros. Él simplemente propuso una idea para que la gente aprovechara mejor sus recursos culturales. Pero el contenido depende de cada uno. Yo, por ejemplo, elegí un camino diferente promoviendo el panafricanismo. Por eso nuestra música incluye canciones dedicadas a Nelson Mandela. En Soweto [Sudáfrica], denuncié los golpes de estado e hice un llamamiento a la unidad africana. ¿Por qué no unos Estados Unidos de África? Así que canté sobre la pobreza, sobre los jóvenes que no encontraban trabajo, sobre los niños maltratados, sobre un tipo de poligamia que no se gestionaba adecuadamente y las mujeres sufrían por ello, sobre la importancia de educar a los niños, etcétera. Así que elegí temas que eran muy inquietantes en aquella época.
¿Había algún riesgo?
Sí. No el riesgo de ir a la cárcel, sino el riesgo de que nuestras canciones no sonaran en la radio, porque entonces solo había una emisora. [Al principio] no pusieron nuestras canciones para nada. Pero aun así, ya teníamos un público que estaba allí y al que le encantaba lo que hacíamos.
Se instalaron en el Club Balafón, donde tocaban todas las semanas..
Era un club en el corazón de Dakar. Tenemos una historia con ese club, porque allí solo iban los fans de la música de Super Diamono, que abrazaban nuestras ideas un tanto revolucionarias. Pero los demás, los a quienes les gustaba la buena vida, la vida social, iban a ver a Youssou N’Dour. [risas]
[N’Dour tenía sus propios conciertos habituales en un club competidor.]
¿Pero usted era amigo de Youssou N’Dour?
Sí.
¿Qué significaba ir a ver música en directo en concierto en el Dakar de la época? ¿Por qué salía la gente y qué significaba en sus vidas?
La gente empezó a comprender que ya había un verdadero cambio de mentalidad, sobre todo entre los jóvenes, los jóvenes de los banlieues [suburbios de clase obrera].
¿Así que fue un cambio vinculado a la clase social?
Por supuesto. Especialmente entre los estudiantes.
En los años setenta, ¿seguía existiendo esa alegría de la descolonización, del periodo de transformación social que siguió?
La música era un medio de comunicación cada vez más importante. Porque en aquella época, ser músico era mal visto. Ser músico era sinónimo de ser un maleante. Estábamos en clubes nocturnos, con alcohol. Así que la gente no lo entendía. Porque Senegal es un país bastante religioso. Incluso en casa, los padres no permitían que sus hijos tocaran música porque no se veía como algo bueno, no tenía futuro. Ni siquiera se consideraba una profesión, no podía alimentar a uno. Era una cosa de la calle, así que era mal vista. Había que lidiar con eso.
¿Es usted también religioso? Perteneces a la cofradía Mouride, ¿cierto?
Sí, así es.
Ud. está cerca de la comunidad que peregrina al Gran Magal de Touba. Desde hace mucho tiempo existe un vínculo entre los géneros musicales como el m’balax y el mouridismo, por ejemplo como forma de cantar alabanzas. ¿Ha sentido alguna vez la necesidad de hablar de su religión a través de su música, o ha sido más bien un compromiso social lo que le ha impulsado?
Lo he hecho, tengo varias canciones dedicadas a los guías espirituales del Mouridismo. Porque soy mouride por parte de familia materna. Mi abuela, que me crio, solía llevarme a lugares donde se cantaban canciones religiosas mourides. Cuando tenía cuatro o cinco años, me llevaba a su morabito todos los domingos por la mañana. Fue entonces cuando sentí que algo se apoderaba de mí, porque quería mucho a mi abuela. Así que allí aprendí algunas canciones mourides porque ella me llevaba a menudo.
Cuando me interesé por el Jeque, investigué su filosofía y todo lo que escribió. En primer lugar, él era un poco desmaterializado.. No le gustaban las cosas materiales, ni el dinero, ni el lujo, nada de nada. No se permitía nada lujoso. Fui a ver donde él dormía. Ni siquiera se tumbaba en la cama, ponía allí sus escritos y esas cosas, pero él dormía en el suelo. Llevaba un boubou [vestido] sin bolsillos y animaba a la gente a trabajar, a ser honesta, a ser humilde.
Son valores que hoy tienden a desaparecer porque vivimos en un mundo de oportunistas. Todo el mundo busca dinero, por ejemplo. Para conseguir dinero, estás dispuesto a todo, a matar, a hacer cosas que no son muy lícitas, mientras que él estaba desvinculado de eso. Por eso yo lo admiraba, por eso lo tomé como ejemplo y me tomé la libertad de crear una canción sobre todo eso, porque él es un guía. A pesar de lo que se dice hoy de los Mourides, él no es así.
Hoy hay millones de personas que se aprovechan de ello. Pero lo que sí dijo fue claro y sin ambigüedades: honradez, trabajo duro y humildad. Son valores que tienden a desaparecer hoy en día, y en todas partes igual, ya no sabes quiénes son tus verdaderos amigos, a quién le caes bien y a quién no. Alguien me dijo una vez: «Escucha, somos musulmanes, creemos en Dios, pero hay gente que no. Así que Dios tiene enemigos, pero no pueden ser personas, de las cuales él no es enemigo. Podría ser un objeto, una cosa». Nadie lo ha encontrado, pero les he dicho que [el enemigo] es el dinero.
Lo que hacías con la música, viviendo un estilo de vida rock n’ roll de tocar en público, ¿no había dificultades en el contexto religioso?
La gente no se tomaba en serio lo que hacíamos. Senegal es un país musulmán en un 95%, pero hay diferentes círculos religiosos. Aquí están los Mourides, liderados por el jeque Ahmadou Bamba, están los Tijaniyyah, están los Layenes… Todas son cofradías musulmanas, pero son diferentes, diferentes por sus líderes. Así que la atención de los musulmanes senegaleses está dispersada entre esas cofradías. [En cuanto las autoridades religiosas] nosotros éramos un poco relegados al papel de chicos un poco perdidos.
¿Puede describirnos cómo es una velada típica en el club Balafón?
No podías venir a Balafón sin que te gustara Super Diamono. Era un club bastante especial, porque en aquella época no alabábamos a la gente como lo hacían en el otro lado. Cantábamos sobre el desempleo y Nelson Mandela. En aquella época, la gente se me acercaba y me preguntaba: «¿Quién es Nelson Mandela?». Estábamos un poco marginados. La gente que venía a tocar el balafón era nuestro público. A los demás los llamábamos la gente de moda que vestía bien, esa gente iba a ver a Youssou N’dour. [risas]
¿Sigue siendo así?
Sí, siempre es así. [risas]
Se hablaba de cosas serias, pero el ambiente en el Club Balafón era animado?
Sí, estaba animado. Nosotros también estábamos allí. Porque nos gustaba. Aunque no había mucho dinero. Pero no nos importaba. Disfrutábamos haciéndolo. Había gente allí que estaba interesada. Disfrutamos haciéndolo. Fue realmente algo extraordinario para nosotros. Para nosotros, eso era lo más importante.
¿En un momento dado te dijiste: «Ya llegué, ahora soy una estrella de la música»?
No me gusta mucho la palabra estrella, porque como se suele decir, estrella significa estrellado. Tengo los dos pies en el suelo, así que no me interesa demasiado. Teníamos muchos amigos que venían a vernos. Vivíamos así y compartíamos todo lo que teníamos. Había cierta solidaridad, éramos muy felices así.
¿Sin dificultades?
Seguimos teniendo fans. Hemos creado un club de fans llamado AFSUD (Amicale des Fans du Super Diamono). Ha crecido y se ha convertido en algo importante. Es algo serio. Este año celebro cincuenta años de música. Estamos de gira durante todo 2023. Hoy en día, los jóvenes que han heredado el club de fans de AFSUD, fueron sus padres antes que ellos y fueron sus hermanos mayores antes que ellos, y ahora es una generación más joven la que ha heredado este club de fans. Así que ha pasado de generación en generación. Así de rica es esta historia.
Sigue siendo el embajador del gobierno en las universidades senegalesas…
Nombrado por el presidente de la República.
Tengo entendido que Senegal está invirtiendo mucho en educación.
Desde luego. El actual presidente, su generación, cuando estaban en la universidad, yo solía ir allí y tocar en fiestas y conciertos para ellos. Y en aquella época creé una canción llamada Étudiant, que dediqué a los estudiantes. La escribí en 1988 y sigue siendo actual. No puedo dar un concierto sin que la gente grite: «Étudiant! Étudiant!», en cualquier país. Y sin embargo es una canción que se remonta a varios años atrás. Soy alguien que significa mucho para ellos. Y ahora hay otra generación de estudiantes en la universidad. Hay jóvenes estudiantes que ni siquiera habían nacido cuando creé esta canción y que ahora la han adoptado. Y si hoy vas a la Universidad Cheikh Anta Diop de Dakar, la plaza cultural donde organizamos conciertos y debates culturales, en el campus social, esa plaza se llama Omar Pene.
Hay muchas canciones sobre jóvenes y para jóvenes, así que ¿por qué resonó tanto esta canción en particular?
Como nadie lo había hecho antes, yo soy el primero. Y teniendo en cuenta mis antecedentes. Sin entrar en demasiados detalles, crecí en la calle. Con todas las dificultades que he encontrado en el camino. Estoy bien preparado para compartir todo eso, porque Dios sabe que he tenido mi ración de dificultades. En Senegal, la gente conoce la historia de Omar Pene. Así que hoy me he convertido en una especie de modelo para ellos.
El club de fans se fundó en 1989. En aquella época no había internet, pero ¿la gente se pasaba casetes?
La gente se pasaba casetes porque no había otro canal de distribución. No estábamos en la radio, así que los jóvenes se pasaban casetes.
A veces sacas un disco y al día siguiente está en todas partes pirateada. ¿Fue algo positivo o negativo para las ventas y para tu fama?
Se podría decir que ambos. Es un circuito paralelo de distribución clandestina. Natural, porque no todo el mundo puede permitirse comprar CD, por ejemplo. Prefieren comprar el material pirata, que es más barato pero no de buena calidad. Escuchas una vez, escuchas dos veces. Y luego las cosas van mal [se pierde la calidad].
En el África Occidental de aquella época, ¿tenía el mismo valor el concepto de un álbum? En otras palabras, ¿fue muy importante el lanzamiento de una obra? ¿La idea era publicar un álbum o eran solo canciones?
Bueno, en aquella época siempre íbamos por detrás de lo que ocurría musicalmente. Porque en los países desarrollados, por ejemplo, la gente sacaba discos, pero nosotros, hasta hace muy poco, seguíamos con casetes. Sí, pero seguía siendo importante sacar algo porque la gente lo estaba esperando.
¿Cómo fue el proceso creativo de Super Diamono?
Hay varias etapas en Super Diamono, y diferentes generaciones. En la época que mencioné al principio, fuimos al interior de Senegal para investigar un poco sobre nuestra identidad cultural, conocer a la gente e idear algo rítmicamente hablando. Nos llevó dos años. Cuando volvimos a Dakar, vivíamos todos juntos en nuestra propia casa, todos los músicos. Entonces empezamos a ensayar, a trabajar con lo que habíamos traído. Teníamos mucho bagaje rítmico, y nos dijimos: «Ahora vamos a crear el estilo Super Diamono». Así que nos dijimos: Vale, ¿qué vamos a hacer? Vamos a llamar a nuestra música Afro feeling music. Feeling de jazz. Era música improvisada. Y eso es todo. Y como éramos algo influenciados por la música anglosajona, intentamos, a través de los ritmos, crear una música que sonara a nosotros. Una música que tuviera en cuenta lo que Senghor decía entonces: arraigo y apertura. Una música que se pareciera a nosotros a través del ritmo, y yo cantando en wolof, pero por otro lado, que se abriera al mundo exterior, una música que todos los pueblos del mundo pudieran entender, una música de apertura. Para que los americanos que no hablan wolof puedan sentir lo que hacemos.
¿Empezó con la percusión o cantando musicalmente?
Todo empezó con la percusión: sabar, tambores, bajo. El bajo se consideraba un instrumento de percusión. El sabar es el metrónomo. Es el sabar el que da el ritmo.
Como la guitarra, una «clave» en la salsa…
Solo faltan los teclados para aderezarlo. En cuanto marcas el ritmo, ya tienes algo. Ahora todo lo que viene después es para darle color.
¿Solían estar dispuesto a jugar con una idea musical durante varias horas? ¿Dejar pasar el tiempo para que la idea tome forma?
Todo el mundo aporta algo, es algo colectivo. Cada uno aporta sus ideas. Personalmente, siempre prefiero que la gente cree primero la música y luego yo venga a cantar. Hay que dejar que los músicos se pongan de acuerdo sobre el contenido. Es una especie de equipo, es colectivo. Es cierto que yo soy el líder, soy el cantante, pero todo el mundo tiene derecho a aportar sus ideas. Es abierto, de verdad, es abierto. Lo que quiero decir es que todo el mundo tiene derecho a dar lo mejor de sí mismo, y eso es muy positivo para nosotros.
¿Sin argumentos?
Sin discusiones. Cuando hablamos, hablamos de música, eso es todo. Ése es el estilo: Diamono. «Diamono« significa «Generación«.
En el primer álbum, Géédy Dayaan (Géeju Ndayaan), la música es muy lenta, muy abierta. Pero unos años más tarde, la música es muy rápida, muy ajustada…
Queremos hacer música que interese a la gente. Así que no siempre nos conformamos con hacer algo para nosotros mismos. Es una sensibilidad y es importante que todo el mundo pueda identificarse con ella. Incluso cuando hacemos un concierto, empezamos con eso. Empezamos con las lentas, las más chulas, y luego vamos subiendo a un ritmo muy constante.
En un concierto, una canción puede durar mucho tiempo…
No, no es así. Son solo cuatro, cinco minutos como mucho. Hay que tocar varias canciones. Eso lo aprendimos en Europa, porque aquí no es lo mismo. Cuando tocas internacionalmente en un concierto, tienes noventa minutos.
En Dakar el concierto podría durar toda la noche, ¿no?
En Senegal, organizamos fiestas de baile, que empiezan a la medianoche y pueden terminar a las 4 de la mañana. [risas]
¿Tienen alguno sitio favorito para tocar?
No, no, vamos donde nos llamen. Esta es una banda que gira mucho. Por ejemplo, cuando estuve en Central Park, en Nueva York, había un público extraordinario. Y lo que me sorprendió un poco fue que algunas personas, estadounidenses, nos pedían ciertas canciones. Me dije: «¿Dónde han aprendido eso? ¿Dónde las han escuchado?». Me sorprendió un poco. Y luego vi a gente, estadounidenses, bailando nuestra música mejor que los senegaleses. Fue increíble. Al final, nos dijimos que habíamos hecho bien en escuchar la filosofía, el arraigo y la apertura de Senghor.
Cuando se mezcla la música popular con la tradicional, ¿qué ocurre con la música tradicional? ¿Se pierde en la música popular? ¿O se ve reforzada por la distribución de esta música?
Lo interesante hoy es que la música tradicional sigue existiendo. Pero lo que estamos haciendo es modernizarla. Porque la música de hoy, como se suele decir, no tiene fronteras. Yo escucho música de otros lugares. No entiendo el inglés como tal. Quizá entiendo el inglés de los turistas. Cuando la gente me hace preguntas, ni siquiera lo sé. Pero aun así, conseguimos entendernos a través de un intérprete. Eso es todo. Y las cosas evolucionan, el mundo evoluciona, así que todo evoluciona con esa evolución global, eso es todo. Eso es el modernismo.
¿Hay música actual compuesta por jóvenes que le está apasionando?
Sí. Bueno, lo que podemos recordar de todo esto es que, como he explicado al principio, no fue fácil para nosotros en nuestra época, porque incluso nos escondimos para hacerlo porque nadie creía en ello. La sociedad no aceptaba lo que hacíamos entonces. Pero hoy, las actitudes han cambiado porque los músicos han triunfado en sus vidas, sobre todo socialmente. [Se ha convertido en un negocio boyante. Hay músicos que tienen más o menos éxito. Todos los músicos de mi generación, por ejemplo, se han convertido en personas importantes en nuestra sociedad porque han triunfado. Youssou N’Dour es un director de empresa que da trabajo a miles y miles de personas. Ismaël Lô, Baaba Maal, yo, en fin, nuestra generación. Aún así conseguimos montar algo, y la gente ha visto que cometimos un error porque en aquel momento no creíamos en ello. Pero ahora esta gente ha demostrado cosas. Pero, ahora, nadie prohíbe a su hijo que vaya a hacer música porque de eso se trata. Está de moda hoy en día y, personalmente, estoy muy contento de formar parte de esa generación que trabajó, que luchó de verdad, que creyó y que fue capaz de hacer algo concreto. Así que es un buen ejemplo para nosotros, los africanos. Y eso se aplica a muchos países africanos. Si vas a Mali, ahí está Salif Keïta, si vas a Camerún, etcétera. Así que es lo mismo en todas partes.
Cuando viene a Francia, ¿qué significa Francia para usted?
En primer lugar, el idioma y el hecho de que nuestro dinero está allí, es sencillo. Nunca se me ocurrió venir a vivir a Francia, prefiero quedarme en casa, en mi entorno, donde tengo mis costumbres. Porque no puedo vivir en otro sitio que no sea mi casa, aunque soy un hombre de cultura, soy muy abierto, me gusta viajar y conocer a otras personas, solo por eso. Soy patriota, pero amo a mi país y, francamente, la inmigración nunca me ha tentado. Es más, he creado una canción para pedir a los jóvenes que tengan mucho cuidado porque, de lo contrario, va a ser cada vez más difícil, y teniendo en cuenta que el rechazo está en todas partes. Soy un panafricanista convencido, soy un afrooptimista. Siempre he cantado canciones sobre África. Incluso he cantado por los Estados Unidos de África, ¿por qué no? Porque nadie puede hacer las cosas mejor que nosotros. No podemos esperar a que otros desarrollen nuestro continente, tenemos que hacerlo nosotros. Tenemos que pensar en ello. Hay hombres y mujeres capaces de hacer que las cosas sucedan y África tiene todo eso. Es una idea revolucionaria, estoy de acuerdo, porque eso es lo que soy. En cualquier caso, creo firmemente en ella.
Ha publicado un álbum sobre el cambio climático. ¿Cuáles cambios en el clima de Senegal u otros problemas observa hoy en día?
Es un fenómeno que afecta a todo el mundo. En Senegal lo estamos experimentando porque hay una región en el norte de Senegal, en Saint-Louis, donde la erosión costera está causando muchos daños. Incluso hay un pueblo que ha desaparecido, que ha sido invadido por el agua, y todo se debe al calentamiento global. En algunos pueblos de la costa, las aguas se están tragando las casas. Y el clima también ha cambiado mucho. Las estaciones se han vuelto un poco extrañas. Ya casi no hace frío. En diciembre, por ejemplo, solíamos pasar frío, con jerseis y todo, pero ahora hace calor hasta quién sabe cuándo. Dado que África es el continente que menos contamina, se ha calculado que el grado de contaminación en África es del 4%. Contaminamos menos, pero sufrimos todas las consecuencias de los demás. Y en todo esto, están los escépticos del clima, en particular las grandes potencias que contaminan más y siguen negándose. Hay ciertos presidentes cuyos nombres no mencionaré que dicen que el calentamiento global no existe. Así que, al final, creo que tenemos que alzar la voz para hablar de esto, para sensibilizar no solo a la opinión internacional, sino para decir a los africanos: «Cuidado, levantaos. Tenemos que hablar, tenemos que encontrar formas de hacer frente a la situación, porque si alguna vez se produce un tsunami en algún país africano, toda África sufrirá las consecuencias».
Tenemos otras prioridades, tenemos que luchar contra la pobreza, la malaria, la desnutrición, etcétera. Hemos tenido covid, que ha matado a cientos de miles de africanos. Así que necesitamos algo más que sufrir los efectos del calentamiento global. Y todo esto me ha inspirado, como panafricanista, a advertir a la gente, a alzar la voz para hablar a la gente. Quizá esto pueda llevar a alguna reflexión. En cualquier caso, ahora mismo estoy trabajando en ello, y todo mi programa del aniversario 50 gira en torno al tema del calentamiento global.
Algunos gobiernos han propuesto reparaciones climáticas para los países que más sufren los efectos del cambio climático, ¿le parece una buena idea?
Todavía no se ha hecho nada. Es bueno que la gente se esté dando cuenta de que este fenómeno existe, cosa que no era obvia hace unos años. Incluso he oído a Joe Biden hablar de ello, mientras que a su predecesor le importaba un bledo. Esta toma de conciencia es lo interesante. Y veo que incluso los jóvenes, lo que yo llamo el futuro, los jóvenes se han levantado hoy y cada vez que se organiza una COP [conferencia de la ONU sobre el clima] en algún lugar, los jóvenes se levantan, van a ver a los responsables de la toma de decisiones con pancartas para decirles: «Tened cuidado porque nosotros somos los que vamos a heredar todo lo que ocurra después«. Así que hay una conciencia colectiva que se está extendiendo por todo el mundo, y creo que eso es bueno.
¿Tienen algunos países deudas con otros países, por ejemplo una deuda climática o una deuda postcolonial?
Siempre existe una deuda con los demás porque el mundo se construyó sobre cosas que sucedieron y no deberían haber sucedido. Los que se han beneficiado de estas ventajas deben reconocer que se han aprovechado de las debilidades de los demás. Se aprovecharon porque lo explotaron en su propio beneficio. Así que tenemos que reconocerlo y luego intentar enmendarlo, tener la conciencia y la honestidad de decir que hemos hecho daño a alguien y que ahora tenemos que enmendarlo, pero ¿cómo?
Dentro de África, ¿hay cosas que también deben solucionarse entre las poblaciones africanas?
Por supuesto. En abril fui a Abuja [Nigeria] a recibir un premio de la CEDEAO. Me eligieron artista del año. Allí había quince jefes de Estado. Pero lo que noté a la vuelta fue que viajé de Dakar a Lomé y de Lomé a Abuja. Y durante todo el trayecto había tantas molestias que pensé: quizá creamos en nuestro continente, pero aún queda trabajo por hacer. Me di cuenta de que me resultaba más fácil ir a Nueva York que a Abuja. Puedes ver los problemas que tenemos los africanos, y estamos hablando de la circulación de bienes y personas. Se puede ver el trabajo que aún queda por hacer. Algunas personas me han dicho: «¿No es utópico lo que defiendes, este panafricanismo? Pero hay que creer en ello.
Cuando eras niño, no eras un griot, pero ahora has llegado, eres una especie de embajador. ¿Sientes alguna presión?
Si nadie dice eso —porque ya hay muchos precursores—, yo no lo he creado. Encontré líderes africanos como Kwame Nkrumah, Cheikh Anta Diop, Nelson Mandela, Amílcar Cabral, todos ellos grandes figuras africanas, que abogaban por ello. Más recientemente, el joven Thomas Sankara, de Burkina Faso, también tenía una cierta idea panafricana. Así que hay gente que cree en ello, pero la única prueba es que no conviene a todos. Los que explotan los recursos de África nunca querrán unos Estados Unidos de África. Los africanos deben asumir sus responsabilidades.
¿Sigues jugando al fútbol?
Ya no juego, pero me encanta. Es mi pasión. Puedo pasarme una hora entera viendo fútbol. Me encanta el fútbol.
¿Qué equipo?
En Senegal, mi equipo es el Jaraaf, al que he dedicado una canción. En Francia, apoyo al Marsella. En Inglaterra, al Manchester City.
En el fútbol también hay cierta inteligencia. Bueno, en el deporte en general, también sigo la NBA. Me encanta el baloncesto, era un gran fan de Michael Jordan. Así que hay gente así que tiene algo especial, que es única.
La gente dice que el deporte es como la música, porque las habilidades y las acciones son muy inmediatas.
Sí, a los deportistas también les gusta la música, francamente. Incluso he visto a algunos boxeadores, cuando entran en la arena, llevan los auriculares puestos, o les sigue un rapero. Eso hace que la gente se mueva.
¿Te gusta el boxeo?
A mi mujer le encanta el boxeo, pero yo, bueno, lo veo, pero no me gusta nada violento.
Lucha libre senegalesa…
La lucha senegalesa también… Me gusta la lucha tradicional. Es muy técnica. No se lanzan golpes, se trata de técnicas para derribar a tu oponente. Pero cuando golpeas…
Se convierte en otra cosa.
Sí, eso se convierte en otra cosa. Es gente que lucha así por dinero, así que haremos cualquier cosa para ganar dinero. [Risas]
Muchas gracias por su tiempo.
El placer es mío. Espero que nos volvamos a ver en Senegal, inshallah.
Estuvo muy bien. Me gustó mucho porque hablamos de cosas muy interesantes: música, carrera, vida. Lo que más me gustó de la entrevista, y me alegro por ello y te felicito, fue que no hablamos de política. Y muchas gracias por ello.
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