Paul Lataburu (Donostia, 1982) es diseñador, ilustrador y curador de proyectos de creación artística. En 2009 funda la revista Arteuparte, que con el tiempo se convierte en una plataforma de proyectos y un espacio físico de difusión de arte y cultura, que es, a la vez, galería de arte, estudio gráfico y txoko textil. A pesar de ser autodidacta, Paul ha demostrado una impresionante habilidad para absorber y reflejar una diversidad de estilos artísticos. Esto, junto con su apertura a la experimentación y su insaciable deseo de aprender, ha hecho que no se encasille en un solo estilo, sino que cada una de sus obras sea única en su idiosincrasia.
Nos reunimos con Paul en Arteuparte Gallery, un espacio donde podemos descubrir artistas del ámbito local y global y donde convive el trabajo de artistas emergentes y consagrados. Es un sitio amplio, luminoso e inspirador que mueve a la conversación. Charlamos con Paul de sus comienzos, de las dificultades de ser emprendedor en el mundo del arte y de cómo su ciudad, San Sebastián, se muestra algo hostil con las vanguardias y el talento propio.
¿Arteuparte o arteaparte?
Es la pregunta que más me hacen. En realidad es arteuparte, con el UP como se diría en inglés. Pero aquí nadie lo dice bien. No he conseguido que nadie lo diga bien, nunca. Cuando presentamos, por ejemplo, el cartel del Festival de Terror del año pasado, que lo comisariamos nosotros con el ilustrador Carlos Fern´sndez, el director del festival, Josemi Beltrán, con quien mantengo una buena relación y hay confianza, en la rueda de prensa dijo arteuparte tal cual suena, y yo pensaba «por favor, Josemi, ¡dilo bien!» (risas). Arteuparte es, básicamente, un juego de palabras con el inglés: arte arriba el arte.
Arteuparte es una galería de arte, una tienda de arte y ropa y un estudio gráfico, pero el proyecto comienza en 2009 siendo una revista de arte. ¿Cómo surge este magazine? ¿Con qué objetivo?
Pues a ver, es un poco como un accidente porque yo estaba en Madrid trabajando en una especie de agencia de representación, de diseño gráfico, en un estudio un poco raro. Y me pilló el comienzo de la enorme crisis del 2009. Cerraron el estudio y yo me quedé en la calle. Fui a buscar trabajo en otros estudios, y ya nadie estaba contratando. Luego, a posteriori, vi que muchos de los estudios a los que había ido a pedir trabajo y tal, habían cerrado. Entonces ya decidí que me volvía a Donostia. Tenía en mente desde hacía tiempo la idea de montar algún proyecto propio relacionado con la cultura local, con el arte local. No sabía muy bien el qué. Y bueno, volviendo en autobús le di forma en ese viaje e incluso decidí el nombre en el viaje de vuelta. Y cuando vine aquí sin nada pues empecé a trabajar en ello y a ponerlo en marcha.
¿Cuál era el objetivo?
El objetivo a corto plazo, cuando empezamos, era mostrar el trabajo de artistas en el ámbito local en formato impreso. Me gustaba escribir, me gustaba pintar, me gustaba diseñar, pero no sabía hacer bien en realidad nada de todo eso. Cuando acabé con el bachiller, a la hora de decidir qué iba a hacer me matriculé en Empresariales pensando que iba a tener un poco de diseño, un poco de escribir, de periodismo. No tenía nada de lo que imaginaba… incluso las clases de informática las dábamos en papel, no usábamos el ordenador, o sea, fue un desastre. Podría haber hecho Bellas Artes o Diseño, por ejemplo. Creo que todo lo que buscaba y no encontré en mis estudios lo junté en la revista.
Vuestro primer artículo en la web es del 29 de marzo de 2012. Desde entonces habéis publicado un montón de contenidos que ya no son accesibles ¿Por qué esta desactivación de la hemeroteca digital?
Pues creo que se debe a un accidente. A medida que el proyecto iba evolucionando fuimos cambiando la web y con la apertura de la galería en 2015 hicimos una página nueva y ahí perdimos un montón de contenidos.
Tampoco son accesibles los PDF de las treinta revistas (treinta y una ahora) que antes se podía ver en ISUUU. ¿Volveréis a ponerlos los números disponibles para su descarga?
Pues un poco lo mismo. Yo me di cuenta de la ausencia de los números hace poco, cuando empecé a editar y maquetar este último número. Entré en ISUUU y de repente me di cuenta que no se podían ver las revistas. No sé por qué, o sea, voy perdiendo batallas de esas y no tengo muy claro por qué, probablemente por mi «tensa» relación con las tecnologías, jaja. Incluso de los archivos de las maquetas creo que solo tengo cuatro o cinco, todo el resto los he perdido. Aquellas personas que tengan algún ejemplar de Arteuparte Magazine en casa tienen probablemente pequeños tesoros.
En junio presentasteis el número final de Arteuparte, el 31, con el que dais fin a la revista. ¿Por qué ahora? ¿Qué ha significado esta revista para el proyecto?
Pues bueno, a ver, la revista Arteuparte es el origen del proyecto. Luego, el proyecto ha ido evolucionando y el proyecto editorial lo hemos ido aparcando. La revista número 30, que queríamos que fuese la última, coincidió con el tema pandémico y no pudimos despedirla bien. Así que después de treinta números y catorce años, ha llegado el momento de hacer un último número 31 y celebrarlo con todos los que han formado parte del proyecto.
En todas las entrevistas siempre contestas a las preguntas en primera persona del plural: «nosotros». ¿Quién acompaña a Paul Lataburu en este proyecto?
Pues a ver, el proyecto en su momento lo empecé individualmente. Luego, se incorporaron algunos socios temporales con los que las cosas no salen como esperas. Más tarde, tuve otra socia con la que las cosas salieron bastante mal, perdí mucho dinero y eso ya fue con la galería abierta. El primer año de galería fue bastante desagradable y a pesar de lo bonito que era el proyecto llegó un punto en que tuve que plantearme dejarlo. Yo estaba trabajando en la galería y para un grupo hostelero como diseñador gráfico y tenía mucha carga. Entonces, se incorporó mi cuñado al proyecto y convertimos el negocio en un proyecto familiar. Creamos una sociedad limitada que se llama Boga Boga que significa «remar, remar» un concepto que encaja bien con nuestro espíritu de seguir hacia adelante.
Además de agitador cultural e impulsor de Arteuparte eres también artista. ¿Tienes tiempo de desconectar de la gestión para la realización de tu propia obra? ¿Cómo lo haces?
El día a día de Arteuparte requiere dedicación integral. En la galería suelo estar por las tardes, pero luego siempre hay cosas que me ocupan el resto del día, desde organizar un evento/exposición, diseñar todas nuestras acciones de arte y comunicación, redes sociales… La realidad es que suelo trabajar de 8 de la mañana a 9 de la noche cada día, aunque no esté físicamente en la galería todo el día. Pintar se convierte en un momento bálsamo para desconectar. Me pongo mi música, mi flamenco, mi lo que sea, y entre gestión y gestión sí que encuentro algunos ratos para pintar.
Tengo un cuaderno donde hago los bocetos. Voy plasmando las ideas que son siempre relacionados con temas como muy domésticos y luego lo voy trabajando, y para mí ese proceso es bonito y es una manera de desconectar mucho.
Desde Lo que me inspira es el mar y El Urbanario a Reflexiones gráficas Paul Lataburu ha evolucionado casi tanto como Arteuparte. ¿A qué se debe el proceso de abstracción en tu obra?
Es verdad, ¡qué bueno! Empecé haciendo algunos retratos marineros porque el mar es una temática que me atrae mucho, de siempre. Me sigue atrayendo, y mira que tengo una relación con el mar de amor-odio, bueno, más que de amor-odio de amor-respeto-miedo. El mar me acojona y a la vez me fascina. Algo me tuvo que pasar cuando era pequeño que luego ha hecho que le tenga mucho temor al mar, porque de niño nadaba, me iba a la isla de Santa Clara y volvía. Llegó un momento en el que de repente había ahí como un miedo irracional y no he sabido nunca por qué y empecé tratando de dibujar marineros, temas un poco más mitológicos y… bueno, esa evolución hacia lo actual pues no sé si fue un proceso natural.
¿Qué artistas influyen en tu obra actual?
Pues en mí influyen los artistas que voy descubriendo con el paso del tiempo. Por ejemplo, a Keith Haring lo descubrí a través de libros y videos, Miró, Kandinsky, Klee, Feininger… También en mi colección tengo varios libros de propaganda rusa. El constructivismo ruso me flipa por su fuerza y su naturaleza. Los rusos son otra especie, también dan bastante miedo, a mí personalmente. Les tengo más miedo que al mar (risas). Más recientemente he descubierto el trabajo de Susan Simonini, una chica neozelandesa que me ha inspirado bastante. La inspiración y las influencias están en cada esquina, al menos para mí. Estoy todo el rato observando y captando, cual esponja.
Como artista ¿en qué movimiento artístico te encuentras cómodo?
Para mí definirme como artista es muy difícil, porque cada día, por ser curador y galerista, veo a muchísima gente con mucho talento. Así que sufro el síndrome este del impostor. Lo tengo cada día. Al final mi trabajo trata de relacionarme con artistas, y definirme a mí mismo me resulta imposible.
Otra de tus especialidades son los carteles ¿Por qué composiciones conceptuales?
Pues todo comenzó en el barrio de Lavapiés, cuando me encargaron una composición abstracta que representara al barrio. A mi Lavapiés me encanta, por su idiosincrasia y por la gente. La idea de hacer una composición abstracta que representara al barrio a través de los colores de las paredes y de la arquitectura del barrio les gustó a los organizadores del festival CALLE Lavapiés y me dieron mucha libertad para crearlo. A partir de ahí empecé a realizar series con nuevas formas y colores. En la paleta de mis composiciones siempre suelo usar el rojo, negro, blanco y gris. En esta serie que se llama Ausencia de rojo (señala a una de sus obras) he decidido suprimir el rojo y jugar con otras combinaciones de tonalidades.
¿Collage artesano o Photoshop?
Últimamente estoy trabajando en acrílico sobre papel, sobre lienzo y sobre madera, y luego esas mismas piezas las trabajo en digital. Cada obra que hago la compongo siempre desde estas dos vías, la pieza original y la pieza digital. Lo digital lo hago todo en Illustrator.
En entrevistas recientes se te ve enfadado y pesimista con respecto al futuro y dices que prefieres centrarte en el presente inmediato. Supongo que este estado de ánimo es del Paul empresario y gestor, y no del Paul creador porque tu obra estimula y transmite reflexión y luminosidad. ¿Esto es así?
Hay dos partes. Sí, o sea, yo creo que en realidad tengo la parte de que soy una persona optimista y alegre. Incluso tengo mi punto gracioso. Cuando estoy con gente me siento cómodo, soy una persona tranquila, pero es verdad que con los años la actualidad me ha ido encabronando. Con mi pareja, siempre que hablamos de la situación de la ciudad de Donosti, me dice: «ya estás con lo mismo, cada día igual». No sé, quizás estoy envejeciendo mal, pero es que lo que veo a mi alrededor no me mola nada. Quizás las cosas siempre han sido así y antes no era consciente. También es verdad que llevar adelante un proyecto como este, con tantos años de pelea, igual te hace un guerrero y te pela el culo ¿se dice así? Pero nunca hay que perder el romanticismo y la pasión.
Como estudio gráfico has diseñado algunos logos e identidades corporativas. ¿Dónde está la frontera entre el diseño gráfico y el arte?
No sé si soy la mejor persona para responder a esa pregunta, porque muchas veces composiciones que he utilizado, y lo digo abiertamente, en encargos de diseño gráfico luego han sido piezas que he pintado como obra de arte. Para mí, no existe una frontera entre diseño gráfico y arte. Es decir, la dualidad de que algo pueda funcionar como un cartel y luego como obra gráfica o como arte me resulta maravilloso. Cuando voy a hacer una obra nueva muchas veces tiro de piezas antiguas, es decir, cojo recursos gráficos que he utilizado en otros trabajos anteriormente. Esta unión conforma parte de mi universo, o sea, quiero pensar que tengo mi universo y todo interactúa entre sí. A mí esa idea me gusta.
¿Qué importancia tiene para ti pintar en la calle?
Siempre he sentido que el arte va sobre conectar con la gente. Cuando expongo en lugares como Barcelona, en Canal Gallery hace algunos meses o mi próxima muestra en CAI Zaragoza en noviembre, lo que más valoro es la oportunidad de hablar con las personas locales. Esto también se refleja en mi pasión por el arte callejero, como cuando participé en Pinta Malasaña o CALLE Lavapiés. Para mí, la interacción con la gente es esencial. Por ejemplo, después de la pandemia, dirigí una intervención con señoras muy mayores del propio barrio en CALLE Lavapiés, en la edición que me encargaron el cartel y la estructura gráfica del festival. Ver a esas mujeres de ochenta años pintar y tener ese día con ellas fue realmente especial y un privilegio. Esa conexión humana es, para mí, lo que realmente hace valiosa a la cultura y al arte.
Quiero aprovechar esta pregunta para reconocer el trabajo de José Luis Pérez Pont al frente del Centro del Carmen de Cultura Contemporánea de Valencia, que tuve oportunidad de visitar y sigo de cerca. Ha colaborado con artistas que admiro mucho y ha gestionado el espacio de forma brillante. Su enfoque en la relación entre las personas en el mundo del arte es inspirador y creo que ha sido clave para el éxito del CCCC. Su trabajo es muy inspirador para mí.
Ya existen Museos Banksy en Amsterdam, París o Barcelona. ¿Qué te parece la «Macdonalización» de los museos, tal como define Fernando Castro Flores a este desarrollo de franquicias?
A ver, en realidad creo que la persona indicada para responder a esto sería Banksy directamente. Me gustaría saber qué opina al respecto, porque su intención con su trabajo siempre ha sido clara. Personalmente, no veo mal que la gente conozca la obra de Banksy, pero hay museos que han expuesto su trabajo sin su permiso, comprando obras que han sido, en cierto sentido, extraídas sin consentimiento al arrancarlas de las paredes. Estoy seguro de que Banksy trabaja con agentes y, obviamente, no está solo. Como cuando hizo esas cien intervenciones en cien días en Nueva York, tenía que haber un equipo detrás y seguramente se relacionaron con instituciones para ciertos permisos. Su obra, de hecho, tiene un valor elevado en el mercado. He tenido la oportunidad de ver una exposición de Banksy en Oporto, donde mostraba parte de su proyecto del hotel en Gaza, entre otras cosas. Es una forma interesante de presentar su trabajo y el motivo detrás de él. Sin embargo, hay cierta ironía en comercializar su arte de esa manera, porque creo que es algo contra lo que él mismo podría estar luchando, aparte de su discurso político. Es una situación bastante paradójica, sin duda.
Ciudades como Málaga están apostando por los grafitis y las pinturas murales como expresión de la cultura en la ciudad. ¿Cómo es la relación de este tipo de arte con la ciudad de Donostia?
Bueno, la verdad es que cuando viajo, (y no hablo de Barcelona o Madrid que son como otros universos y son ciudades donde constantemente están pasando muchas cosas en el ámbito cultural), siento que el ambiente en la calle es intenso y vibrante. Allí donde voy. Recientemente estuve en San Francisco y te das cuenta de la manera que tienen de consumir arte, de relacionarse con la cultura. Sin embargo, cuando pienso en Donostia, siento que su día a día en la calle, especialmente en el ámbito cultural y artístico, es un poco precario.
Para darte un ejemplo, el año pasado estuvimos a cargo de un proyecto mural que anualmente se desarrolla en diferentes barrios, normalmente periféricos. Sorprendentemente, no hay murales en el centro de Donostia, lo cual me hace pensar que hay cierto miedo de parte de las autoridades a la reacción del público. Donostia tiene una mentalidad bastante tradicional y conservadora en este sentido. Parece que las cosas evolucionan más lentamente aquí en Donostia que en otras partes. La burbuja ñoñostiarra (risas).
El proyecto que comisariamos fue en el barrio de Martutene. Nos dieron mucha libertad en la selección de artistas y contamos con talentos increíbles, locales y estatales, como Lidia Cao, Sortwo, Pablo Astrain, Marina Capdevila o Udane Juaristi (Udatxo), entre otros. Sin embargo, después de la realización, muchos visitantes, al llegar a nuestra galería, nos preguntan sobre circuitos de murales en la ciudad, porque no tienen manera de enterarse de que estas intervenciones artísticas están ahí. La verdad es que es un recorrido mural increíble y absolutamente desaprovechado por parte de las instituciones que han hecho posible que se desarrolle este proyecto, y es una pena. Además, no hay muchos más espacios como Arteuparte en Donostia. Es una ciudad pobre de miras en este sentido, desde la humildad lo digo, pero con convicción de que podría ser radicalmente diferente (mejor).
A pesar de la inversión en estos proyectos artísticos, siento que no se están aprovechando al máximo. Donostia es una ciudad muy turística y, más allá de la oferta gastronómica, ¿qué más se ofrece al turista? Es paradójico que muchos visitantes, en especial aquellos de países con una rica tradición cultural, no conozcan mucho sobre artistas y espacios importantes de la región. Siento que hay una oportunidad perdida en Donostia. Aunque la gastronomía y la bebida son atractivos reconocidos, podría ser ya el momento de empezar a ofrecer algo más y valorar y promocionar el arte y la cultura local.
¿Qué ha cambiado en Donostia con respecto al arte desde que empezasteis en 2009?
Bueno, a ver, he estado aquí desde 2009, que puede parecer poco, solo catorceaños. Pero hablando con amigos míos que ya rondan los cincuenta o sesenta años y que vivieron el ambiente de los 80-90 en Donosti, me cuentan cómo era todo. Yo, nacido en el 82, no llegué a vivir esa época, ya que con ocho años obviamente no estaba yendo a eventos culturales. Pero escuchando lo que dicen, parece que Donosti ha estado entrando en una constante decadencia. Aunque sigue manteniendo ese aire de ciudad con festivales, la mayoría de ellos duran pocos días en todo el año. El resto del tiempo, siento que en las calles pasan pocas cosas. No hay ya prácticamente ni un solo bar donde pongan buena música, con personalidad, salvo algún «oasis» como el Bukowski. Solo hay que mirar la calle donde estamos ubicada Arteuparte: en un tramo de doscientos metros, hay doce comercios cerrados. Es algo triste y es una tendencia que veo en muchas áreas de Donosti. Nos debemos una autocrítica seria de qué está pasando en esta ciudad.
En septiembre de 2015 hay un cambio importante en Arteuparte cuando abrís vuestro primer espacio físico en Tabakalera. ¿Qué significa este momento para el proyecto? ¿Cuál es vuestra experiencia de estos años en ese área de galería urbana?
La oportunidad surgió debido a que Tabakalera reabrió sus espacios después de una larga pausa, promocionándose como un centro internacional de cultura contemporánea. Dentro de Tabakalera, se planeó la inclusión de varios espacios destinados a nuevas iniciativas. Con nuestra experiencia previa con la publicación Arteuparte Magazine y nuestro interés y objetivo de abrir un espacio de arte y tienda de obra gráfica, decidimos presentar nuestra propuesta. A pesar de que hubo unas cuantas propuestas, solo cuatro o cinco, fueron seleccionadas, y la nuestra fue una de ellas. Esta aceptación nos brindó la oportunidad de establecernos en un espacio físico y comenzar a ser reconocidos como lo que somos ahora.
Sin embargo, desde que comenzamos en 2015, tomó cerca de ocho años para que la comunidad comprendiera nuestra propuesta. Nuestro espacio no es solo una galería de arte; también vendemos textiles y servimos como plataforma para diferentes proyectos culturales. Al principio, la combinación de arte, ropa, música y otros eventos confundió a muchos, tal vez porque no explicamos nuestro concepto lo suficientemente claro. Esto refleja algunos de los desafíos que enfrentan lugares innovadores como Tabakalera al introducir conceptos nuevos y únicos al público, y en Donostia es todo un reto precioso y emocionante mostrarse al público de la ciudad.
¿Cómo vivió Arteuparte el encierro pandémico? ¿Hicisteis algún proyecto en la red?
Durante la pandemia, Tabakalera, edificio cultural semipúblico, cerró sus puertas desde el 10 de marzo hasta el 1 de julio. Aunque estuvimos sin ingresos durante esos meses, nos continuaron cobrando alquiler (que seguimos pagando a día de hoy). Intentamos dialogar con la dirección de Tabakalera, argumentando que, dado que el edificio estaba cerrado, no podíamos ejercer nuestro trabajo y por lo tanto, no deberíamos ser responsables del alquiler. Sin embargo, su respuesta fue que podíamos entrar al edificio, aunque no podíamos operar nuestro negocio que es un espacio abierto de muestra y venta al público.
Originalmente, éramos cinco espacios en Tabakalera, pero dos cerraron antes de la pandemia. Los tres restantes tuvimos conversaciones similares con la dirección sobre el tema del alquiler. La mayoría no podía entender cómo un espacio institucional nos cobraba alquiler durante una crisis como aquella. La solución que nos ofrecieron fue un plan de pago aplazado, lo que significa que seguimos pagando una cuota mensual por esos meses hasta 2024.
Aunque trabajamos en proyectos para Tabakalera, como comisariar un mural en su pared exterior con el artista Sortwo para su quinto aniversario y en general tuvimos una buena relación, la dirección cambió y decidieron no renovar nuestro contrato. Nos pidieron que dejáramos el lugar y tuvimos que mudarnos rápidamente. Tras nuestra mudanza, nos informaron que nos perdonaban una cláusula contractual, pero no entendimos su lógica.
Mis sentimientos hacia Tabakalera son agridulces. Fue un lugar maravilloso para empezar, pero las decisiones administrativas y la falta de claridad en su dirección nos dejaron perplejos. A pesar de no renovar nuestro contrato, nuestros antiguos espacios en Tabakalera aún permanecen cerrados, lo que nos hace cuestionar aún más sus decisiones. Sin embargo, hemos decidido mirar hacia adelante. Nuestro cambio de ubicación, aunque fue forzado, ha sido muy positivo. Estamos en un espacio más grande, mejor y con mucha luz natural y a pie de calle, en el corazón del barrio de Gros.
En la nueva ubicación añades al estudio gráfico y la galería de arte un txoko textil. ¿Cómo surge esa idea? ¿Cómo conecta con la galería de arte?
Ya desde antes, cuando estábamos en Tabakalera, trabajábamos con algunas marcas textiles. La idea se va fraguando en diferentes viajes que realicé en los años previos a abrir la galería. Particularmente, me vi fuertemente influenciado por espacios que visité en Berlín, Polonia… Lugares que combinaban distintos elementos: un bar, una cafetería, ropa, vinilos, arte, salas de exposiciones… y pensé: «Esto es genial. Todo lo que puedes querer para reunir a la gente alrededor de una experiencia cultural está aquí». Y esa atmósfera era la que queríamos para Arteuparte. Aunque no hemos reinventado la rueda, creo que el proyecto de Arteuparte ha tomado un rumbo que le ha dado su propia personalidad y una calidad artística que lo distingue, esto para nosotros era vital.
Como galería de arte, ¿cuál es el criterio para seleccionar a los artistas?
Bueno, te diré que realmente me ha sorprendido cómo ha crecido el interés hacia nuestra galería. Cada semana recibimos entre tres y cinco propuestas, y te confieso que me siento un poco abrumado tratando de responder a todos esos correos. Lo que me resulta curioso curioso es que tengo la sensación de que somos más reconocidos y valorados fuera de nuestra ciudad que en ella misma. Por ejemplo, en eventos como JustMad, cuando he estado de visita, me encuentro con personas de otras galerías nacionales e internacionales que ya están familiarizadas con nuestro trabajo y que conocen Arteuparte. Es un poco irónico, ¿verdad?
En cuanto a la selección de artistas, no seguimos un criterio rígido o específico. Es más una combinación de mi aprecio personal por el estilo artístico y, por supuesto, la relación que tengo con el artista. La química,, el flow, es crucial para mí. Tanto es así que solemos trabajar repetidamente con aquellos artistas con los que tenemos una buena conexión. Para mí, es fundamental tener tanto talento como una buena relación interpersonal en esta industria.
En la tienda tenéis la obra personal de autoras como Ana Jarén o Laura Floris, artistas muy conectadas con el pop art y el trabajo para marcas. ¿Hasta qué punto ser ilustrador de una campaña muy comercial ayuda o bloquea la carrera profesional de un ilustrador?
Creo que para el artista vivir solo con la venta de su obra es complicado. Al menos aquí en España es muy difícil, en otros países no sé decirte. Sí sé por ilustradores como Iker Ayestarán, que trabajan mucho para la prensa americana, por ejemplo, que la relación de las marcas y de la prensa o el valor que le dan al arte y a la ilustración en otros lugares es mucho más profesional e intensa. Aquí poco a poco se va dando valor, pero es verdad que nos llevan bastante ventaja en otros sitios. Entonces, para un ilustrador trabajar para grandes marcas como hacen Ana Jaren o Marcos Navarro, entiendo que es importante, independiente de que luego tengan su obra personal. Me parece muy interesante que una marca como puede ser Spotify contrate a un artista y le dé libertad para que realmente se reconozca su estilo personal en un encargo gráfico.
¿Es más libre la pintura que la ilustración?
En cuanto a ilustración actual hay como estilos muy marcados donde no se pueden diferenciar bien el trabajo de unos artistas del de otros. Mira, te cuento: yo he recibido (hace unos años) un mensaje del hermano de un diseñador gráfico local, que me decía de manera muy desagradable: «tu feed da mucho asco porque lo que estás haciendo es igual que lo que hace mi hermano». Yo creo que esto le ha pasado a más gente creadora, porque aquí también en la galería a mí me han venido artistas con el discurso de que «este artista está haciendo lo mismo que estoy haciendo yo». Hay gente que no acepta que todos tenemos influencias. El artista este del que hemos estado hablando, su trabajo claramente tiene influencias de artistas contemporáneos y los anteriores tendrán influencias de los anteriores. Que un artista , hoy en día, pueda decir de otro «me estás copiando mi estilo» me parece un tanto soberbio y algo prepotente, porque todos nos alimentamos de influencias de otros sin excepción.
¿Cómo es tu relación con el desembarco de los contenidos generados por inteligencia artificial? ¿Admitirías en tu galería a un artista que se ayudara de la inteligencia artificial para la creación de su obra?
Pues en principio te diría que no. Ahora te diría que no. Igual hay algún artista y hay alguna obra que lo mismo encajarían. Es que no lo sé, porque tampoco lo tengo muy claro, es un tema que me genera bastante ansiedad.
Para acabar recomiéndanos un artista extranjero y otro nacional cuyo trabajo tenemos que descubrir.
Pues mira, la neozelandesa Susan Simonini me flipa, como he dicho antes. Tiene una obra que me genera muy buen rollo. La descubrí hace poco y me tiene fascinado. Y a nivel nacional, que tengamos en la galería, está Iker Ayesterán. Es un artista con una trayectoria muy interesante. Hace un tipo de ilustración estilo americana, años 40-50. Está trabajando para New York Times, New Yorker, para el Washington Post… Acaba de hacer un proyecto para Valentino. Pero bueno, es que te podría decir cien mil, porque hay muchísima gente que me gusta mucho lo que hace.
Pingback: Jot Down News #38 2023 - Jot Down Cultural Magazine
Pingback: Brassic: un desternillante paseo por la campiña inglesa - Jot Down Cultural Magazine
Pingback: Arteuparte by Jot Down - Revista Mercurio
Pingback: Renacimiento sincrónico en la confluencia: Arteuparte by Jot Down - Jot Down Cultural Magazine