Juan Collar (Oviedo, 1964) es catedrático del Departamento de Física y del Instituto Enrico Fermi de la Universidad de Chicago, y miembro principal del Instituto Kavli de Física Cosmológica. Juan se doctoró en la Universidad de Carolina del Sur en 1992. Fue becario de la Fondation Robert Schuman de la Universidad de París y más tarde obtuvo una beca Marie Curie. Ha trabajado en la división de Física Experimental del CERN, entre otros, con el nobel Carlo Rubbia. Llegó a la Universidad de Chicago en 2001 y ocupa su puesto actual desde 2014. Ha dedicado su carrera a la búsqueda de partículas y procesos exóticos, incluida la materia oscura y los neutrinos. Ha trabajado en varias colaboraciones experimentales, como el CERN Axion Solar Telescope (CAST), Coherent Germanium Neutrino Technology (CoGeNT) y Chicago Observatory for Underground Particle Physics (COUPP).
Nos reunimos con Juan en San Sebastián, donde ha llegado tras obtener una Advanced Grant del Consejo Europeo de Investigación (ERC) para su proyecto ESSCEvNS, que desarrollará en los próximos años en el Donostia International Physics Center (DIPC). Juan, que además de físico es culturista, nos recibe con su imponente figura y una gran sonrisa dispuesto a contestar todo tipo de preguntas, desde sus orígenes como investigador en el Laboratorio Subterráneo de Canfranc, a los efectos negativos que la cultura woke está causando en el mundo académico americano.
Empiezas tu tesis a principios de los noventa. ¿Por qué te vas a una universidad americana en lugar de quedarte aquí en España?
Tenía un muy buen amigo de la infancia, al que conocía desde los cuatro años, cuyo padre era americano. Mi amigo Carlos, así se llamaba, se fue a Estados Unidos, a Carolina del Sur, de donde era su padre, y me escribía contándome… En aquella época, la gente se comunicaba enviándose cartas por correo, ¿sabes? ¿No sé si has visto los sellos de correo? [risas]. Carlos me contó que, nada más llegar allí, ya estaba haciendo investigación. Lo habían puesto a trabajar como undergraduate en el observatorio, en varios proyectos. Yo estaba muerto de envidia, porque ambos teníamos vocación científica desde pequeños.
Entonces, mi tío apareció por mi cuarto y me preguntó: «¿Qué tal estás?». Empezamos a charlar, y le conté: «Fíjate, acabo de recibir una carta de Carlos, y me cuenta lo bien que le está yendo». Mi tío era un hombre, lo que se dice, self-made, hecho a sí mismo. Cuando era joven, su sueño era vivir en Estados Unidos y puso mucha presión en mis padres para que me ayudaran a irme a la aventura. Mi padre me dijo: «Te puedo ayudar un año, si al año no te has desliberado, como dicen los franceses, te tienes que volver». Y al año estaba becado. Me puse las pilas.
En la vida también hay que tener la suerte de encontrarse con gente buena que te quiera ayudar. Y, por supuesto, una de esas personas fue mi jefe de tesis, Frank Avignone. Fui a Carolina del Sur porque estaba Carlos. En aquel entonces, yo tenía interés en hacer fundamentos de mecánica cuántica, y ahí estaba Yakir Aharonov, el del efecto Aharonov-Bohm, junto con otras lumbreras del tema. Estaba supercontento. Aunque empecé el doctorado queriendo ser teórico, tras un año siendo ignorado por mi jefe de tesis, me lo replanteé. Frank me conocía, porque había tomado sus clases y había sacado muy buenas notas, y me insistió para que regresara a España y trabajara en el proyecto que estaba empezando precisamente en el laboratorio de Canfranc.
Estaba desesperado en mi intento de ser teórico sin que nadie me hiciera caso, así que decidí darle una oportunidad al proyecto que me ofrecía Frank. En aquel momento, me consideraba un absoluto fracasado. Ahora sé que es algo habitual, muchos chavales que quieren ser teóricos terminan en física experimental. A los tres meses estaba más contento que unas castañuelas. Nunca miré atrás, como dicen.
¿Cuál es el proyecto de tesis?
Frank hizo la primera búsqueda de materia oscura. Él fue muy pionero en varias cosas. En doble desintegración beta, la primera medida con germanios… Yo llegué a su grupo justo después de que publicaran la primera búsqueda directa de materia oscura. Formé parte de la segunda. Digamos que perdí el primer tren.
¿Nos puedes contar cómo alguien de Carolina del Sur acaba trabajando en Zaragoza, en Canfranc?
Porque Frank es un tío muy puntero. Continúa activo, tiene noventa años y sigue pataleando. Por aquel entonces había empezado una colaboración con los rusos y con la gente de Zaragoza y estaba llevando los detectores, entre otros sitios, a Canfranc. Los estaban llevando también a Homestake, cuando era una mina activa de oro. Él me metió mucha presión, me dijo: «Venga, ¡que te mando a Zaragoza!». Y luego me lo pasé en grande en Zaragoza, en Canfranc.
¿Cómo era el laboratorio en ese momento?
En aquel momento no había laboratorio. En el túnel abandonado del tren se abrían dos pequeñas salas taladradas en la roca hacia los laterales, tenían el tamaño de un dormitorio y ahí se montaban los experimentos. Como el túnel tiene unos ocho kilómetros y pico de largo, siempre hay un diferencial de presión y, aunque fuera no hiciera viento, en el interior, las corrientes eran de mucho cuidado. Recuerdo que en invierno teníamos que estar lavando ladrillos de plomo en ácido durante horas. Lo hacíamos en el túnel porque no había otro sitio y, a pesar de llevar varias sudaderas, el mono azul, los guantes…, te acababas congelando y te pillabas unos resfriados brutales.
Además, en los procesos que desarrollamos para limpiar los ladrillos de plomo, a veces te saltaba un poco de ácido a la cara, porque en aquella época las medidas de protección no existían. Entonces, cuando te salpicaba el ácido diluido en la cara y te picaba, le pedías al compañero de al lado que estirara el brazo y te restregabas como un oso para rascarte.
En esos momentos, para entrar y salir del túnel, se usaba un Renault Cuatro Latas montado sobre las ruedas de un tren. Entrabas hacia delante y salías marcha atrás porque no podías darle la vuelta. A Julio Morales le gustaba ir a toda leche y marcha atrás, y aquello no tenía amortiguación alguna, por lo que salías del laboratorio con los huesos completamente desencajados del traqueteo salvaje. Era una aventura ser investigador en Canfranc en aquella época.
¿Cómo era el campo de la materia oscura en ese momento?
Había cuatro gatos. De hecho, Bernard Sadoulet, que fue profesor en Berkeley, ya jubilado, elaboró una gráfica muy famosa en la que dibujó el número de gente trabajando en este tema a partir de las publicaciones por año. En aquel momento eran menos de treinta personas. Había dos grupos principalmente, el grupo de Frank y el grupo de David Caldwell en California. Estos grupos estaban siempre peleados, intentando anticiparse al otro a la hora de publicar los resultados. Luego se metió la gente de CDMS (Cryogenic Dark Matter Search) y explotó el campo. Ahora esa gráfica está formada por millares de personas.
¿Y qué sensación teníais en ese momento? ¿Pensabais que realmente hubiera sido un descubrimiento?
Oh, sí, ¡claro! En aquel entonces, la materia oscura era el neutrino pesado de Dirac. Estaba clarísimo que era eso y que lo íbamos a encontrar. Tenía que ser un neutrino porque se ajustaba a la navaja de Ockham, es decir, era la solución más sencilla al problema, y se podía predecir incluso la sección eficaz. Entonces íbamos a tiro hecho. En aquella época, tú decías: «Aquí está la sección eficaz, voy a bajar mis fondos y voy a ver la materia oscura». Ese era el espíritu de la época.
Pero empezamos a obtener resultados negativos y entonces la gente se planteó la posibilidad de que no fuera el neutrino pesado de Dirac, sino algo un poco más complicado, con un acoplamiento arbitrariamente bajo. Y así seguimos cuarenta años después. Lo curioso es que la gente joven que entra en este campo hoy en día sigue teniendo la misma ilusión. Yo me río por dentro, me río mucho. Me dicen: «Mi experimento va a descubrir la materia oscura mañana», a lo que respondo: «Sí, sin duda».
Después de tantas intentonas y de empezar por lo que tiene sentido y no ver nada, creo que ya es hora de buscar alternativas. De hecho, el estado presente en este campo es que vamos a lo loco. O sea, la gente plantea experimentos para buscar candidatos de boutique. Candidatos casi inventados para aquel experimento que puede buscar aquí o allá. A alguien le tocará la lotería.
Cuando doy clase de Óptica, siempre comentamos el problema del éter, las miles de búsquedas, hablamos del pobre Michelson y sus colegas repitiendo el experimento cincuenta mil veces, con cincuenta mil variaciones distintas, porque estaban convencidos de que el éter tenía que estar allí. Hicieron el primer experimento en un sótano en Cleveland, en lo que hoy es la Case Western Research University. Como el efecto dependía de, digamos, el viento del éter según la rotación de la Tierra, se dijeron: «un momento, estamos en un sótano y, claro, no sopla el viento, ese debe ser el motivo por el que este fluido misterioso está parado». Así que decidieron repetir el experimento en Chicago, donde hay más viento [risas], y construyeron una antena tridimensional (que aún existe) que hizo la guía de luz. Los resultados, como sabes, fueron los mismos. En mi opinión, la materia oscura es el éter contemporáneo.
¿Esa es la razón por la que decides cambiar de campo?
Yo soy como las ratas que abandonan el barco cuando se hunde. Empecé a verle las orejas al lobo. Pensé que con las técnicas que hemos aprendido para buscar la materia oscura se podían hacer otras cosas. Y como los neutrinos son primos hermanos, pues nos pusimos a trabajar en otros asuntos.
¿Cómo se valora este cambio de campo dentro del ámbito académico?
Para hacerlo tienes que tener cátedra primero. Es lo que llaman tenure. Una vez que la tienes, puedes hacer lo que te dé la gana. En cualquier caso, estos cambios son arriesgados. Si a ti te contratan en una universidad americana, que es lo que yo conozco, y a los tres años decides hacer otra cosa, te la estás jugando. Y a los seis años, que es cuando se produce la decisión de cátedra, te la puedes estar jugando muy seriamente. Por eso para cambiar de campo tienes que tener la tenure, la plaza de cátedra americana. Cuando te la dan, supuestamente tienes la libertad intelectual de hacer lo que quieras. Nadie te va a criticar.
Cuando llegas al CERN, más o menos, a mediados de los noventa, ¿qué te encuentras?
La desolación. Yo fui uno de los últimos fellows que llegó al CERN cuando aún se tenía la libertad de elegir en qué trabajar. Después de mí, todos los fellows eran técnicos asignados a distintos proyectos del CERN. Fui de los últimos en disponer de tiempo para curiosear y decidir con quién trabajar. Sin embargo, al llegar allí, descubrí que estaban absolutamente empeñados desde el punto de vista financiero. Empeñados hasta las cejas. Se habían gastado todo el dinero del mundo y aún habían pedido prestado una cantidad mayor, así que, cuando visitaba a los distintos grupos, me advertían: «Aquí no vas a poder hacer carrera porque no hay dinero para contratar gente». Todos los recursos estaban invertidos en el LHC [gran colisionador de hadrones].
Por suerte, de nuevo tuve la buena fortuna de encontrarme con alguien muy curioso, Konstantin Zioutas, cuyo antiguo estudiante Yannis Semertzidis había hecho la primera búsqueda de axiones solares. Konstantin es un tío muy interesado por la biofísica y había conseguido permiso para introducir placas de Petri en los imanes de prueba del LHC. Estaba haciendo crecer colonias de bacterias y observando lo que pasaba. Les metía diez telas de intensidad de campo magnético por amor al arte.
Un día estaba hablando con los ingenieros que construyeron los primeros imanes de prueba y les preguntó por el destino de dichos imanes. Estos le contestaron que iban a ser vendidos como chatarra. Así que nos movilizamos para adquirirlos y ese fue el origen del proyecto CAST, el telescopio solar de axiones. Fue muy divertido, porque todos los directores generales del CERN por los que pasamos nos decían que, en ese momento, no se podía hacer ese tipo de física en el CERN y nos aconsejaban llevarnos los imanes al Fermilab. Imanes de treinta toneladas con un aparato criogénico adosado enorme. Cuando cambió el director general y vino Maiani, un físico teórico de axiones, de pronto, nos aprobaron el proyecto. Como dice el dicho: «Ten cuidado con lo que deseas porque puede hacerse realidad».
También trabajaste con el premio nobel Carlo Rubbia
Carlo es como el veneno de víbora, que, en pequeñas dosis, puede ser beneficioso. Pero, claro, cuando trabajas con él codo con codo todos los días en su entorno, no hay quién lo aguante. Dejé de trabajar con Carlo porque me levantaba cada mañana pensando en las diferentes maneras de asesinarlo. Ahí te das cuenta de que tu vida no es sana. Un día le dije: «Carlo, me voy. ¿Quieres que te diga por qué?», y me respondió: «¡No!», y me echó de su cocina. Luego lo echas de menos… Te destroza la vida, te amarga la vida, te consume totalmente. Como dijo Bernard Sadoulet: «Carlo warps space-time around you». Y es verdad, tú trabajas con Carlo y es como un agujero negro que te chupa todo. Pero luego lo echas de menos. Es una persona entrañable y un genio de mucho cuidado. Un visionario. Pero yo no tengo la fuerza suficiente. No soy el tipo de persona que puede trabajar con Carlo.
Del CERN te vas a París y, de ahí, a Chicago. ¿Qué diferencia había entre trabajar en Europa y en Estados Unidos?
En aquel momento Estados Unidos era un sitio fantástico para hacer investigación puntera y con buena financiación. Sin embargo, hoy en día, las tornas han cambiado enormemente. Especialmente con la Unión Europea. Nosotros miramos con envidia a la Unión Europea desde Estados Unidos. Aquí, el tipo de financiación que podéis conseguir es mayor, y el sistema es bastante más dinámico. En Estados Unidos, la Fundación Nacional de Ciencias tiene poquísimo e intenta distribuirlo de una manera muy equitativa. Por tanto, acabas con cuatro chavos.
Actualmente, en Chicago trabajas en un laboratorio de Fermi. ¿Te consideras heredero de Fermi de alguna manera?
[Risas]. ¿Más que el resto? Para nada. Como dicen los americanos, son unos zapatos demasiado grandes para rellenarlos con tus pies. Hubo un tiempo en que, por uno de esos improbables alineamientos de los astros, hubo mucha gente muy buena al mismo tiempo. Es muy difícil volver a aquello.
Volviendo a Europa, ¿qué opinas sobre el programa ERC?
Pues ¿qué voy a opinar? Es fantástico. Es parte del dinamismo que habéis adquirido en Europa del que estábamos hablando antes. En Estados Unidos, gran parte de los impuestos se dedican a pagar el aparato militar. Creo que está claro que Estados Unidos no se ha ganado amigos en el mundo con esa actitud. Y, bueno, la sociedad sufre. Aquí, en Europa, hacéis las cosas con mucho más sentido. Y proporcionalmente estáis reservando una mayor parte de fondos para la investigación de lo que se está haciendo allí. Estados Unidos, por su economía, tendría que estar dedicando mucho más dinero a la investigación. Comparativamente, creo que vosotros lo estáis haciendo mejor y eso es magnífico.
Acabas de recibir una subvención del programa ERC. ¿Nos puedes hablar de tu proyecto?
Con el proyecto ESSCEvNS queremos estudiar en profundidad la naturaleza de la materia aprovechando la ESS [la fuente europea de neutrones por espalación es un centro de investigación multidisciplinar que utilizará la fuente de neutrones más potente del mundo]. Estamos esperando a que resuelvan los atrasos que llevan, pero prometer promete. Y entonces queremos hacer medidas de precisión. Vamos a medir de nuevo lo que hemos medido hasta ahora de una manera muy justa, pero con muchísima más estadística y generando datos que sea posible aprovechar mucho más para hacer física fundamental.
¿Podría servir la ESS para que Europa volviera a liderar la física de neutrinos?
Sí, además, recuerda lo que nos dijo Carlo [Rubbia]. A los cuarenta o cincuenta que estábamos presentes Carlo nos dijo que con la ESS teníamos que cerrar el CERN. Creo que el tiempo que pasó en el CERN le dejó a Carlo un mal sabor de boca. Cuando era el director general del CERN dijo que iba a reservar un determinado porcentaje del presupuesto para investigar nuevas maneras de acelerar partículas. Imagínate dónde estaríamos hoy en día si Carlo lo hubiera hecho hace cuarenta años. Creo que Carlo está un poco cabreado por la dirección que tomó el CERN y ahora quiere que lo cerremos con la promesa de la ESS.
Vas a desarrollar tu proyecto en el DIPC. ¿Qué te parece este centro de investigación de San Sebastián?
Mi estudiante de Chicago coreano recién llegado me escribió a las pocas horas de estar en Donostia y visitar la playa para decirme que, si existe el cielo en la Tierra, era aquel lugar. San Sebastián es una ciudad maravillosa, con un ambiente magnífico para trabajar. Además, creo que el DIPC es un centro muy dinámico y está muy orientado a ayudar a los investigadores. Mucho más que mis administrativos en Chicago, con los que siempre estoy batallando. ¡Por ahora, encantado!
En liderazgo científico ahora participa un nuevo actor, China. ¿Cómo lo ves?
China tiene financiación para dar y tomar al igual que gente para dar y tomar. Pero no quiero utilizar ningún topicazo… Sin embargo, China, por razones que ignoro, no tiene ideas punteras propias que sea el primer país en desarrollar. Así, limitándonos al tema de la materia oscura, está ejecutando un montón de experimentos de materia oscura, pero son los mismos que ya han intentado otros grupos, solo que con más medios y más gente. Me pregunto qué pasará el día en que los chinos se pongan a innovar, porque, de momento, no los veo concentrándose en la innovación. Digamos que no son los más punteros. El día que a China le dé por innovar creo que conquistará el mundo.
Tanto China como los países árabes están intentando atraer talento, ¿crees que van a conseguir que los investigadores punteros trabajen allí?
Lo que me extraña es que, con el potencial y la cantidad de recursos humanos de los que disponen, tengan que hacer eso. No termino de explicarme por qué los chinos tienen que recurrir al talento de otros países.
El área de la Universidad de Chicago dedicada a la física es muy conocida por Fermi, pero esta universidad también es muy conocida por su escuela económica.
¡Es la cuna del mal! [risas].
Es curioso que dos españoles ocupéis las dos cátedras más importantes. Tú, en el laboratorio de Fermi, y Luis Garicano, en la parte de economía. ¿Cómo se vive ese departamento económico tan politizado? En el día a día del campus ¿se nota la politización de la Facultad de Economía?
El Booth School Business, que se llama, ha amenazado varias veces históricamente con separarse de la Universidad de Chicago porque dinero le sobra. Y en cuanto la Universidad de Chicago se desmadra por una u otra razón, el Booth School dice «¡nos vamos!». Y rápidamente la Universidad de Chicago da marcha atrás. Conozco a bastantes profesores de ese departamento y, bueno, es el capitalismo puro y duro. Es la gente más liberal, en el sentido antiguo de la palabra, que conocerás en tu vida. Representa el liberalismo ideológico de los franceses llevado al extremo. Creo que, gracias al Booth School, se reconoce a la Universidad de Chicago en estos días como el último bastión de la libertad de expresión.
Hablando de la libertad de expresión, ¿qué opinas del movimiento woke en Estados Unidos?
Ha quedado buena tarde [risas]. Estados Unidos siempre ha tenido una gran influencia cultural, pero, en estos momentos, únicamente exporta gilipolleces. Yo llegué a Estados Unidos en el año 85 y te puedo decir que no lo reconozco. Y, como yo, tantos otros. Soy uno de los muchos que, porque podemos, estamos saliendo del país. Tenemos oportunidades en otros sitios, amigos en otros lugares que nos acogen. Muchos colegas europeos que trabajan aquí están haciendo las maletas para regresar a Europa.
En cualquier otro sitio, el movimiento woke podría ser menos dañino. Pero el problema es que en Estados Unidos es contra natura. Va contra lo que supuestamente ese país es o era. Un país que hacía bandera de la meritocracia. Aquí es donde ese movimiento está haciendo más daño. Considero que, Estados Unidos, hoy en día, es como un avión al que le han petado los dos motores y sigue planeando. Parece que todo va bien porque sigue planeando, pero sabes que se va a estrellar. No es el país que yo conocí en el año 85. No tiene nada que ver.
¿Crees que habría que proteger más la libertad de expresión, sobre todo en las universidades y en los centros de debate?
Creo que a estas alturas es imposible. Se ha generado tal cantidad de entropía que es como aquello tan manido del huevo que se cae y se rompe. ¿Cómo lo recompones luego? El huevo americano se ha espachurrado e intenta tú ponerlo otra vez de una pieza. En la Universidad de Chicago somos ya, como he mencionado antes, el último bastión en el ejercicio de la libertad de expresión y luchamos por preservar el espíritu de lo que debería ser la academia. Es fundamental que tú puedas pensar lo que quieras y que tus colegas lo respeten y quieran sentarse contigo a intercambiar ideas porque en los debates siempre aprendemos los unos de los otros. Incluso cuando las ideas son confrontadas…
Cuando la gente se sienta a confrontar ideas, se corre el riesgo de la ofensa.
Pues doble trabajo, ofenderse y desofenderse. Normalmente, la mayor parte de las personas somos capaces de controlar nuestras emociones, al menos las personas de mi edad. Si tú te quieres mosquear por algo, pues qué le vamos a hacer. El acto de ofenderse es algo que tú generas individualmente. Es imposible que nadie te ofenda, tú decides ofenderte. Es perfectamente posible que te reboten las palabras de otra persona y, si no fuera así, puedes discutir con esa persona, incluso en público, y defender que es una idiota por esto o por aquello. Confrontar ideas es algo que se ha hecho de toda la vida: se abre el debate y que gane el mejor. Pero resulta que, en Estados Unidos, eso ya no es posible. Como te he dicho, no creo que se pueda dar marcha atrás.
En la Universidad de Chicago, donde supuestamente todavía se respeta la libertad de expresión, el sesenta y pico por ciento de los estudiantes (creo que es el sesenta y dos por ciento exactamente) afirma tener miedo de expresar sus ideas. Eso en la Universidad de Chicago. No sé cómo están las cosas en otros sitios, pero es que no puede ser.
¿Se puede hacer algo al respecto?
En Europa tenéis que observar lo que ha ocurrido en Estados Unidos, tenerlo en cuenta y tomar cartas en el asunto. La gente en Europa, en cualquier lado del espectro político, se está dando cuenta de que no se puede permitir que suceda lo que mismo que en Estados Unidos. Sin embargo, en Europa os gusta mucho controlar la información. Existe menos tradición de libertad de expresión. Este derecho no está recogido en una adenda a la Constitución, como en Estados Unidos. En ese sentido considero que lleváis una ligera desventaja.
¿Cómo ves la situación política en Estados Unidos? ¿Se asemeja de alguna manera a la que tenemos en España?
Cuando en España decís que el país está dividido, me entra la risa. Con la visión que tengo de lo que ocurre en Estados Unidos y con las pocas conversaciones que he mantenido por aquí, considero que no habéis perdido la capacidad de diálogo. Entonces, estaréis divididos, tensos o todo lo que tú quieras, pero todavía sois capaces de sentaros, respetaros y dialogar. Eso allí se ha perdido completamente.
En Estados Unidos, la prensa no es libre, está absolutamente tomada. Cualquier excusa es buena para censurar las ideas de las personas y la gente se está aferrando a estas excusas. Ha dejado de ser un país libre. Además, notas la pesadumbre de las personas. Sientes que el país está muy deprimido. Puede asemejarse, si quieres, a como imagino que habrá sido la última etapa de la Unión Soviética. Empieza a percibirse un peso de plomo, de miedo a decir cualquier cosa por si pudiera ofender a alguien.
¿Qué se conocerá antes? ¿La composición de la materia oscura o si el neutrino es Majorana?
Si el neutrino es Majorana, pues es una cuestión que se puede solucionar con una estrategia de burro grande, ande o no ande. En el tema de la materia oscura, el tamaño del burro da lo mismo. Tal vez se resuelva con un burrito en miniatura, recuerdo de Benidorm. Podría ser.
¿Tienes algo que ver con el Instituto Collar de la serie Bones?
[Risas]. Sí, tengo que ver. ¿Quién te ha contado esto?
Sean Carroll es una persona conocida en Estados Unidos que ha hecho mucha divulgación científica. Ahora trabaja en la Universidad John Hopkins. Cuando estaba en Caltech, junto con su mujer, Jennifer Orwell (periodista científica), me comentaron que querían grabar un episodio dedicado a la idea de matar con física y me preguntaron si tenía algunas ideas. Entonces me acordé de las conversaciones en el restaurante número 2 del CERN cuando, durante las comidas, nos sentábamos a divagar sobre cómo matar a Carlo Rubbia. Así que me apunté y comencé a enumerar técnicas de asesinato bastante indetectables.
Tiempo después de aquella charla, Sean me llamó y me dijo: «Oye, no te pierdas este episodio». En ese episodio matan a la víctima de cinco maneras distintas. Tres fueron idea mía. Al parecer a los guionistas de la serie les encantaron mis ideas [risas]. Además, el profesor Collar es guapísimo, luce una melena…, hicieron un buen castin. Justo en la época en la que ya estaba rapado. Una melena preciosa, tipo Kabir Bedi.
He hecho un trato con los estudiantes que han dejado la física para dedicarse a trabajar en el sector financiero. Yo los ayudo a graduarse, y ellos me ponen una bonita fuente de mármol de Carrara en la entrada del Instituto Collar.
Excelente la entrevista, un auténtico placer. Sólo me parece que ha patinado un poco el entrevistado al comparar la supuesta falta de libertades por la cultura «woke» con la represión soviética. Es posible que haya excesos, pero están todavía a un mundo de distancia de ser una sociedad autoritaria y totalitaria. Le resta validez al argumento exagerar de esa forma.
Quizá exagere pero no es posible que haya excesos, es que hay excesos y se está muy, pero que muy cerca de la censura, eso sí sin leyes.
Buenísima. Y hasta comprensible tratándose de un físico teórico. Jot Down, no cambiéis nunca.
Canfranc está en la provincia de Huesca. No en Zaragoza.
Cuando Juan habla de Zaragoza se refiere a la Universidad de Zaragoza, no a la ciudad o provincia.
Johns
El catedrático Juan Ignacio Collar Colmenero es oriundo de Jaén, no de Oviedo, como indica el autor de la entrevista, al comienzo de la misma.
Espero ver el estupendo casting del episodio de la serie Bones, donde el profesor Collar luce melena, habrá que verificar si está guapísimo.
El catedrático Juan Ignacio Collar Colmenero es oriundo de Jaén , no de Oviedo , como indica el autor de la entrevista, al comienzo de la misma.
Espero ver el estupendo casting del episodio de la serie Bones , donde el profesor Collar luce melena, habrá que verificar si esta guapísimo.
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La represión siempre la ha habido y no ha existido ningún régimen que haya tratado «bien» a sus disidentes, absolutamente ninguno. Ni el califato de Córdoba ni los Países Bajos del siglo XVI ni los EEUU nunca, jamás, en toda su historia. Lo que existen son sociedades con una vitalidad, llamémosla así, que hace que la mayoría de sus miembros comulguen felices con ruedas de molino tamaño agujero negro de Sagitario A, porque de la libertad de expresión en EEUU que se la vayan a mentar a afroamericanos, aborígenes, rojos de verdad (no los de pacotilla comiendo del pesebre) y hasta fanáticos religiosos de todo pelaje. Fue Roosevelt el que ganó, creo que fueron las elecciones del 44 y no recuerdo en qué estado del sur, con pràcticamente el 100% de los votos. La propaganda anticomunista sigue brillando con todo su esplendor (como la antiloquesetercie, son bárbaros a fin de cuentas), pero el caso de la URSS es cierto que también es lo mismo, llega un momento en que esa vitalidad se piede porque el tinglado se agota y «muere» y entonces toda esa comunión se va a la mierda, y todo son disidencias y represiones cuando cusntitativamente no ha cambiado nada, ha cambiado, pero cualitativamente: la gente ya no compra el lava màs blanco y todo se vuelve de repente lo que ha sido siempre, digamos las gafas de John Carpenter.
Las imbecilidades woke no son màs imbecilidades que el sueño americano de 1950, o el sueño de la frontera del Far West de 1870, son las imbecilidades, incluso si se me apura, menos imbecilidades, objetivamente a muchas cosas por primera vez se les llama por su nombre, aunque a estas alturas ya ni tiene sentido. No se imponen de forma màs agresiva o totalitaria, al revés, es mucho menos porque el sistema està tan deteriorado que las costuras están rotas y está todo con el culo al aire, que es realmente lo que da miedo y no las estupideces en sí, que ademàs tienen otra ventaja histórica objetiva, son gratuitas, en el sentido de que no cuestan un puto duro de implementar.
La materia oscura efectivamente parece nuestro éter moderno, posiblemente todo el paradigma del Bug Bang sea falso, todo, como siempre se dice, está ligado. No el cosmos en sí, obviamente la forma que tenemos de verlo, y que no està en absoluto bajo nuestro control. No podemos controlar las leyes de la naturaleza, sólo navegar por ellas en la medida que podamos.
Una última cosa: los chinos sí innovan, y muchísimo. Otra cosa, es que como todos los asiàticos, tengan una disciplina de la hostia y que en Occidente sólo la URSS llegó a arrimarse y bastante de lejos (y así se desfondaron del gasto). Se han tirado hasta ~2010 poniéndole una pista de aterrizaje a Occidente para que los daños sean mínimos, pero cuando alguien quiere hostiarse para los libros de historia y dejar en chuminada la caidita del imperio jarl, que así sea.