Viene de «El peor concierto de sus vidas (1)»
Lo que va a ocurrir en estos artículos es rastrero e infame, pero históricamente curioso. Accidentes ante micrófonos, tensiones entre los músicos, playbacks humillantes, Ángeles del Infierno homicidas y un rapero con buen tránsito intestinal. Los peores conciertos de sus vidas.
The Milli Vanilli way of life
Milli Vanilli es uno de los grupos más famosos de la historia del pop, pero por todas las razones equivocadas. Un dúo germano-francés compuesto por Fab Morvan y Rob Pilatus, dos modelos, bailarines y cantantes que fueron reclutados a finales de los ochenta por el productor alemán Frank Farian. En aquellos años, su disco de debut All or Nothing los catapultó a la fama en Europa, y una reedición del álbum para el mercado norteamericano, tuneada y retitulada Girl You Known it’s True, los convirtió en estrellas. De aquel trabajo salieron cinco singles que se colaron en las primeras posiciones de las listas estadounidenses, tres de ellos llegando a conquistar el número uno. Vendieron millones de discos, ganaron un Grammy y comenzaron a girar por el globo. Pero toda la industria musical los miraba con los ojillos entrecerrados y un zumbido gordo detrás de la oreja: se rumoreaba que siempre actuaban cantando en playback y, durante las entrevistas promocionales resultaba evidente que tanto Morvan como Pilatus tenían serias dificultades para hablar en inglés, algo sospechoso para un grupo que componía y cantaba exclusivamente en ese idioma.
En 1989, durante una actuación en un parque de atracciones como parte de una gira organizada por la MTV, la carrera de Milli Vanilli comenzó a desmoronarse. En aquel show, mientras la pareja bailoteaba y (simulaba que) cantaba «Girl You Known it’s True», un fallo técnico del disco duro donde se reproducía el playback provocó que la grabación se encasquillase, repitiendo en bucle parte del estribillo de la canción a modo de mantra loco («Girl you known its girl you known its girl you known its…»). Pilatus intentó continuar haciendo el mimo ante aquel loop rayado durante unos segundos, pero acabó entrando en pánico y huyendo tras el escenario para gritarle a todo el mundo que se retiraba del negocio musical porque ya no aguantaba más aquella farsa. Downtown Julie Brown, presentadora del evento, lo interceptó y, tras pegarle cuatro berridos y cinco palabrotas, terminó convenciéndolo para regresar a escena. Según ella, el público no se enteró de nada porque en realidad a la chavalada presente le daba lo mismo. En aquella gira de la MTV, donde los Vanilli compartían escenario con Tone Loc y Paula Abdul, todos los artistas cantaban en playback, y en lugar de conciertos lo que realizaban eran teatrillos. Pero incluso así, aquel tropezón de Milli Vanilli fue tan destacado y absurdo como para convertir al dúo musical en objeto de mofas. Y en dos tipos mucho más sospechosos de estar ocultando algo.
A pesar del despropósito en la MTV, Milli Vanilli continuó actuando y promocionando sus temas durante cierto tiempo. Hasta que el productor confesó el timo en 1990: aquellos dos chavales no cantaban realmente ninguna de sus canciones. Farian había fichado a Fab y Rob solo por ser guapetes y estar buenorros. Pero, tras llevarlos al estudio y descubrir que eran un desastre para el cante, había contratado a otra pandilla de intérpretes más afinados, y menos fotogénicos, para grabar las canciones que el propio productor componía. Los chicos eran tan solo dos maniquíes bailongos, y sus voces no se escuchaban ni de refilón en los temas de sus discos. En realidad, tras el proyecto había mucho drama porque Morvan y Pilatus se sentían engañados y ninguneados por el productor. Firmaron un contrato sin saber siquiera qué ponía en el mismo, y al descubrir el pastel aceptaron participar en aquella fantochada porque necesitaban el dinero. Cuando se convirtieron en superestrellas y la patraña creció hasta alturas colosales, la cosa ya no les hacía tanta gracia, pero ninguno de ellos tenía claro cómo escapar de ahí. Por el camino, uno de los verdaderos cantantes detrás de la fachada de Milli Vanilli intentó confesar el engaño a la prensa, y acabó cerrando el pico con fuerza gracias a un oportuno soborno del productor. Tras el desenmascaramiento de la treta, Girl You Known it’s True se retiró de las tiendas, las grabaciones se escondieron en un armario y a Milli Vanilli se le anuló el Grammy otorgado previamente. Poco después, los verdaderos cantantes de Milli Vanilli sacaron un disco bajo el nombre The Real Milli Vanilli, mientras la pareja de modelos se dedicaba a parir un álbum propio luciendo abdominales y cantando de verdad como Rob y Fab. Pero aquellos elepés no los compraron ni las abuelas de los artistas implicados. En 1998, los fake Vanilli planearon un nuevo contraataque grabando un álbum de regreso titulado Back and in Attack. Un trabajo que nunca llegaría a ver la luz por culpa del repentino fallecimiento de un Pilatus que ya llevaba varios años perdido por la vida.
El caso de Milli Vanilli es excepcional por incluir un timo gordo. Pero el playback televisivo es un temita en sí mismo. ¿Qué sentido tiene simular que estás tocando y cantando? Los artistas que son exclusivamente un producto pop prefabricado lo llevan mejor, porque en el fondo están acostumbrados a ser marionetas. Pero los músicos con amor propio no siempre atraviesan el aro. Y a veces incluso ofrecen actos realmente descacharrantes cuando se rebelan ante el oficio de mimo. Por aquí ya comentamos que en Italia los componentes de Muse trolearon a un programa de televisión cuando, cabreados por tener que tocar en playback, decidieron intercambiarse los instrumentos y hacer el ganso. Iron Maiden también convirtió una intervención ochentera en la televisión germana en un patio de recreo muy cachondo, donde dejaban bien claro que ninguno estaban tocando en directo. Y a finales de los noventa, la boyband coreana Sechs Kies decidió acallar los rumores que circulaban sobre su dependencia del playback de la manera más impactante y delirante posible. Gritando, durante una actuación televisada, una auténtica burrada ante el micro para demostrar que la voz era en directo: «Hey, escuchadme: ¡la puta polla está en tu coño!».
Probablemente, uno de los ejemplos más cachondos de este tipo de rebeldía lo ofrecieron los amigazos de la formación italiana Elio e le Storie Tese. Al ser obligados a realizar un playback a la fuerza para la televisión, aquellos tipos salieron al escenario y comenzaron a ofrecer su número con total normalidad. Hasta que, a mitad de la canción, ejecutaron un mannequin challenge inesperado y se quedaron congelados por completo, mientras la música continuaba sonando y un figurante, cuyo vestuario evocaba espiritualmente el mono de esquiar de Ned Flanders, hacía el canelo frotándose el apio contra una barra. Al terminar la función, un grupo de personas apareció en el plató para llevarse a los músicos como si fueran muñecos inertes.
Lamentablemente, ese tipo de casos son las excepciones, porque muchos intérpretes se han dejado arrastrar por el camino fácil de la pista pregrabada, proporcionando al hacerlo dolorosas cantidades de vergüenza ajena como resultado. En 2004, Lindsey Lohan canturreó en Good Morning America su single «Rumors» sobre un playback evidente que ella negaría que había ocurrido. En 2007, una Britney Spears en un momento muy delicado actuó en los MTV Video Music Awards sin ser capaz de disimular ni el playback, ni que ella no quería estar ahí. En 2013, en la gala francesa de los NRJ Music Awards, la diva divina de Katy Perry sale a escena a cantar «Roar» con el GPS de un octópodo en un garaje. No solo no es capaz de sincronizar el movimiento de los labios con la pista de audio de su voz, sino que además se pierde completamente en la canción, evidenciando que no sabe cómo arreglar el desatino. Y entonces sucede algo inaudito, el presentador del programa se presenta en el escenario e interrumpe la canción para decirle «Si no te importa, podemos empezar de nuevo. Hemos tenido un pequeño problema». La desubicada cantante acepta, el presentador se disculpa por haber detenido de golpe una actuación con tanta energía desenfrenada y todos vuelven a sus puestos para reinterpretar «Roar» de nuevo. Eso sí, con una diferencia importante: en aquel segundo asalto ya no había playback a la vista y Perry cantaba en evidente directo. El remiendo funcionó a medias, porque el público recibió la nueva oportunidad concedida a Perry entre aplausos y abucheos de todo tipo. Dos años más tarde, en el mismo evento, nuestro Enrique Iglesias se convirtió en objeto de mofa para media Francia al interpretar «Duele el corazón» y demostrar que no le hacía falta tener el micrófono cerca de la boca para que se escuchase bien la canción. Y, oye, casi que mejor que tenga las cuerdas vocales alejadas de cualquier megáfono, sobre todo teniendo en cuenta aquella filtración sonora ocurrida a principios de los dos miles que evidenciaba cómo suena el hombre a capela: como si estuvieran sacrificando a un gorrino1.
Lo de la estadounidense Ashlee Simpson es un curioso caso de Efecto Mandela inverso. Una popstar de los primeros dos miles, hermana de la famosa Jessica Simpson, cuyo debut discográfico, Autobiography (2004), despachó más de cinco millones de copias en todo el mundo, encaramándose en su país al trono de cantante femenina más vendida del año. La joven también actuó en series, películas e incluso protagonizó su propio reality show. Pero, a día de hoy, su existencia da la impresión de haberse borrado por completo de la memoria colectiva, y nadie parece capaz de rememorar siquiera la melodía de su megahit «Pieces of Me». El recuerdo únicamente se aviva cuando alguien apunta que se trata de aquella chica que solo necesitó unos segundos en el programa Saturday Night Live para dilapidar para siempre toda su carrera musical.
Porque en el caso de Ashlee el descalabro no se cocinó a lo largo de un concierto desastroso, sino durante una brevísima actuación televisiva. Concretamente, la del veintitrés de octubre del 2004 en el popular programa de sketches de humorSaturday Night Live presentado aquella noche por Jude Law. Ashlee era la artista invitada para interpretar un par de temas en directo durante el episodio, una oportunidad enorme para cualquier músico en auge teniendo en cuenta las bestiales audiencias que manejaba el programa. Su primera intervención, el tema «Pieces of Me», salió bien. Pero cuando volvió a colocarse ante las cámaras para cantar otro tema («Autobiography») se lio una buena: su banda comenzó a tocar los acordes de la pieza mientras ella bailaba de espaldas al público, con el micrófono a la altura de la cintura, cuando, de repente, empezó a escucharse la voz de Ashlee entonando «Pieces of Me» de nuevo. O lo que se conoce universalmente como hacer un Milli Vanilli. Un error técnico muy oportuno había destapado que la popstar estaba engañando a la audiencia tirando de playback: en la sala de sonido alguien había metido el audio de la canción equivocada y desvelado toda la farsa sin querer. Ashlee, desconcertada y sin saber muy bien qué hacer, ni siquiera se molestó en simular que estaba cantando cuando comenzó a sonar su voz pregrabada. En lugar de eso, ejecutó un baile tontuno durante unos segundos antes de mirar a su alrededor y abandonar el escenario. Entretanto, el resto de su banda se puso a tocar de nuevo «Pieces of Me» sin la cantante a la vista, hasta que los responsables del show decidieron cortar la emisión y dar paso a los anuncios.
Ashlee se disculpó a la vuelta de publicidad, en algo que parecía un gag del propio Saturday Night Live, y aunque alegaría más tarde que un problema con su voz la había obligado a optar por el playback, algo que era cierto e incluso estaba documentado en vídeo, no logró sacudirse de encima ni el sambenito de timadora, ni el rechazó de la opinión pública. En cuestión de segundos, la pequeña Simpson se había convertido en el chiste de Estados Unidos, y en una diana para parodias como Esta que le dedicaron con muy mala leche en Mad TV. La joven intentó limpiar su imagen concertando una multitudinaria actuación poco después, durante el descanso del Orange Bowl, con intención de demostrar que era capaz de cantar en vivo. Pero el remedio resultó ser un disparo por la culata que la dejó con el culo mucho más al aire. Durante aquel número, Ashlee chilló los versos en lugar de cantarlos, liberó una conga de gallos y no fue consciente hasta el último momento, cuando comenzó a escuchar los abucheos generalizados, de que su actuación había sido espantosa. Verlo da hasta un poco de pena. Después de aquello, y a pesar que ella lo ha seguido intentando, la carrera musical de Ashlee se desintegró por completo con una rapidez insólita.
Accidente
La ocurrencia de Rob Halford, de Judas Priest, de entrar a escena en los conciertos conduciendo su moto sonaba espectacular. Pero en 1991 a lo que sonó fue a roto cuando el hombre entró cabalgando la burra metálica y se estrelló contra la utilería del escenario, provocando un aparatoso accidente que lo dejó tumbado e inconsciente sobre el suelo. Tras regresar a nuestro planeta, el tío se marcó un show must go on y, a pesar de que se estaba muriendo de dolor, siguió con el setlist acordado hasta el final. Halford solo se encaminó hacia el hospital cuando finiquitó por completo el concierto.
El verano de 1992, un póster anunciaba orgulloso la gira a pachas por diferentes estadios de las bandas Metallica y Guns N’ Roses bajo el lema «Dijeron que nunca ocurriría». El 8 de agosto, en Montreal, los cincuenta mil asistentes a ese multiconcierto (donde Faith No More oficiaban como teloneros) desearon que realmente aquello no hubiese ocurrido nunca. Las cosas empezaron de la peor manera con la actuación de Metallica. Tras ocho canciones, y un par de solos de guitarra y batería, comenzaron a sonar los acordes de «Fade to Black» y el pirotécnico del equipo activó, como estaba acordado, una ola de llamaradas de fuego sobre el escenario para darle épica al directo. Desgraciadamente, aquel técnico no se percató de que un despistado James Hetfield, cantante de la formación, estaba justo en ese momento colocado sobre uno de los cañones de fuegos artificiales. El fogonazo degeneró en receta instantánea de frontman a la parrilla: el público escuchó la guitarra caer sobre las tablas, Hetfield rodó por el suelo para intentar apagar las llamas de su cuerpo, la banda dejó de tocar sin tener muy claro que estaba pasando y Kirk Hammett, guitarra, se abalanzó sobre el cantante para descubrir horrorizado que al pobre hombre le estaba burbujeando la piel. Hetfield fue trasladado al hospital con quemaduras de segundo y tercer grado mientras los restantes miembros de Metallica se dirigían a la audiencia para explicar lo ocurrido y anunciar la cancelación del concierto. Jason Newsted, bajista, diría más tarde que a Hetfield se le había quedado la cara como al Vengador Tóxico.
Tras la inesperada barbacoa. A Guns N’ Roses le tocaba la papeleta de arreglar la noche. Pero Axl Rose no andaba por la labor: salió al ruedo con desgana, de malas y después de más de dos horas de retraso; murmuró las letras de las canciones durante toda su actuación; se movió menos sobre el escenario que Ariadna de Los Punsetes; a la altura del octavo tema anunció «En caso de que os lo esteis preguntado: sí, este va a ser nuestro último puto show durante un largo periodo de tiempo»; y cuando vio que llevaba cuarenta y cinco minutos haciendo algo parecido a cantar (el mínimo que se le exigía por contrato), sentenció «Os devolverán el dinero. Nos largamos» antes de abandonar los focos, seguido del resto de desconcertados miembros de su banda.
Entre el público, que tras varias horas solo había presenciado un concierto normal con la actuación de los teloneros, aquel desplante sentó regular. Los asistentes entraron en modo psycho y comenzaron a destrozarlo todo, avivar hogueras, prender fuego a los puestos de camisetas y volcar los coches de la policía que intentaba controlar a las masas. La gira se reanudaría semanas más tarde, con Hetfield limitándose a cantar, al encontrarse impedido para tocar la guitarra, y Faith No More bajándose del carro al no soportar las tonterías de Axl. Slash confesaría que la mayor parte de los ingresos del tour obtenidos por Guns N’ Roses se utilizaron para costear las extravagantes fiestas de Axl y las multas por los incumplimientos contractuales.
En junio de 2015, Dave Grohl se rompió una pierna y descuajeringó el tobillo al escoñarse en el inicio de uno de los bolos de su banda, Foo Fighters, por tierras suecas. Pero eso no supuso el final de la farra, sino el comienzo de la leyenda: «Cuando ocurrió, no sentí nada. Traté de levantarme para caminar y mi tobillo cedió bajo el peso. Me desplomé en el suelo, miré a mi equipo y dije: «Está roto, se ha ido». La banda no sabía lo que estaba pasando, así que siguieron tocando. Miré mi pie, estaba colgando dislocado y mi pierna estaba rota. Pero aún no me dolía. Uno a uno, los chicos de la banda dejaron de tocar y se asomaron por el borde del escenario. Y yo me estaba riendo. […] Lo peor es que íbamos solo por la segunda canción. Se suponía que nuestro setlist era de veintiséis canciones, teníamos una bonita noche y había cincuenta y dos mil personas esperando, así que agarré un micrófono y les dije a todos que lo arreglaría y volvería. […] Me llevaron a un lado del escenario y el médico dijo: “Tu tobillo está dislocado y tengo que volver a colocarlo en su lugar ahora mismo”. Me pusieron un rollo de gasa en la boca, lo mordí, me pusieron el tobillo en su lugar, grité, y luego todos se quedaron callados por un minuto. El resto de Foo Fighters estaban en el escenario tocando una canción de Queen o algo así, y yo me miré el pie y dije: “Vale, ¿puedo volver al escenario ahora?”. Porque no me dolía. Mi médico dijo: “Tengo que mantener tu tobillo en su lugar”, y le dije: “Bueno, entonces vas a subir al puto escenario conmigo ahora mismo”. Y lo hizo. No sentí ninguna molestia hasta que estuve en el sofá de mi hotel, con una cerveza en la mano».
Grohl despachó el resto del concierto con el paramédico a su(s) pie(s) y se tiró las semanas posteriores muriéndose de dolor y engullendo antiinflamatorios. Pero a la altura del 4 de julio, cuando el hombre todavía no estaba recuperado del todo, los chicos de Foo Fighters decidieron volver a dar guerra: le construyeron un trono übermolón al cantante para que actuase sentadito y con el pie en alto en el concierto de celebración del vigésimo aniversario de la banda. Y el recital salió tan redondo como para que los Foo Fighters decidieran continuar de aquel modo con la gira. A la larga, la comodidad y el estilazo del trono convencieron tanto al cantante como para seguir usándolo en sus actuaciones incluso cuando ya estaba recuperado del todo. El incidente de los Foo Fighters y la pierna rota de Grohl es excepcional, porque los tíos fueron capaces de transformar el que debería de haber sido el peor concierto de sus vidas en la excusa perfecta para construirse la poltrona más molona del mundo del rock.
(Continúa aquí)
Notas
(1) Funfact: En su momento, la guasa con la filtración de la voz de Enrique Iglesias fue un asunto con repercusión internacional. La grabación llegó a manos del popular, y bastante cafre, presentador radiofónico neoyorquino Howard Stern. Y el hombre se dedicó a pinchar el corte diariamente durante una semana entera para que nadie se olvidase de ello. La cosa acabó bien para todos: Stern invitó a Iglesias su programa de radio para hablar de lo mucho que follaba el padre de aquel, y también para que el chaval demostrase en directo que sí que podía cantar. Enrique tuvo el detalle de interpretar «Rhythm Divine» de dos maneras diferentes: una entonando bien, y otra imitando el modo en el que sonaba en el famoso mp3 filtrado. En internet, alguien ha subido a YouTube una grabación, capturada en la cinta de VHS más rayada de la historia, del encuentro en The Howard Stern show.
Venga. Otro funfact:
Mtv Awards 1992. Durante la actuación de Nirvana pasaron dos cosas reseñables. Una, que Krist Novoselic se partió la crisma literalmente, cuando le cayó su bajo previamente lanzado al aire y no logró agarrarlo como debería. Dos, Dave Grohl se pone a gritar «Hi Axl! Hi Axl, Where’s Axl?» En backstage se termina de montar el lio, incluyendo a Duff McKagan intentando atizar al señor Novoselic.
Por suerte, la mayoría del genero humano tiende a madurar. Así que tenemos al Sr McKagan pidiéndole disculpas al Sr. Novoselic, haciéndose amigos y tocando en alguna ocasión canciones de Nirvana juntos.
Por su parte Dave Grohl le cedió el trono al que hace referencia el artículo a Axl Rose cuando se lesionó girando con AC/DC. Axl le regaló una bonita Gibson en agradecimiento.
Muy buen artículo, por mi parte añadir que una de las actuaciones más lamentables que vi en mi vida fue el retorno de Guns and Roses en 2002 en la MTV, Axl fuerisima de forma totalmente afogao debe de estar en Youtube, ahí lo dejo.para los fans del morbo
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A guns´n´roses les pasa lo que a Joaquin Sabina despues de los 90. Que les escriben todas las canciones y hasta los libros. Ciento volando y por el cu-cu dando…
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