Un detective, solitario, se presenta en la mansión de un triste y rico señor en la senectud, que necesita algo antes de morir. El cinismo del detective, la pitillera, su pasado tenebroso pero moralista… Está todo lo que tiene que estar en una película de cine negro. Aunque esta no lo es, pues según sale por la puerta Julio Arenas, el personaje interpretado por José Coronado, oímos una voz que nos resulta familiar, la del propio Víctor Erice, que nos cuenta que estas imágenes no pertenecen a la realidad de la ficción, sino a otra ficción dentro de ella, pues son parte de las últimas secuencias rodadas por Arenas antes de desaparecer esa misma noche para no volver a saber de él en décadas.
Este engaño cinematográfico hace un giro interesante en el primer acto. Cambiamos de tiempo a uno más cercano a la realidad, aunque no tanto. Erice decide ubicarnos temporalmente con un episodio a la par divertido y vergonzoso de nuestro país que todo espectador reconocerá al verlo. Este es uno de los varios chistes que se encuentran en la película. Erice en 2023, igual que lo hizo durante la todavía dictadura en 1973, se posiciona claramente en política con este fragmento documental que todos reconocemos.
Durante la actualidad narrativa seguimos a Miguel Garay (interpretado por Manolo Solo). Es el director de la secuencia inicial, que ahora se ha convertido en un desconocido. Se reúne con la presentadora de un programa de misterios tibiamente sensacionalista. Necesita dinero y por eso acepta hablar de la desaparición de su amigo, Julio Arenas.
Este es uno de los puntos más interesantes, porque se pueden establecer claramente algunos vínculos entre el director de la película, y el director que aparece en la película. Miguel Garay y Víctor Erice han hecho (probablemente) menos filmes de los que les gustaría. Además, la película que Garay está rodando cuando desaparece su amigo es una referencia clara a El embrujo de Shanghai, la película para la que Erice escribió un guion y quiso rodar y no pudo. Además, con toda la intención, la secuencia inicial de Cerrar los ojos habla del gesto de su antigua amante, cita clara a The Shanghai Gesture (1941), de Josef von Sternberg, película cuya cinematografía apasiona al propio Erice.
La mejor secuencia es una que pertenece a la imaginación de Miguel Garay. Al igual que la escena más emblemática de El sur, está formada por un recuerdo imposible de la protagonista, el de su padre con el péndulo junto a su madre embarazada de ella. En este caso, la mejor secuencia pertenece a una construcción ficcional que el director, Miguel Garay, hace de las, posiblemente, últimas horas de Julio Arenas antes de la desaparición. Se imagina que su amigo se fue lejos, para estar solo, aparcó el coche cerca de la costa. Se quitó los zapatos, porque le gusta andar descalzo y dejó que la lluvia lo calara e inundara sus zapatos… Esta secuencia está llena de los planos que el público esperaba ver en la última película del director vizcaíno. Sin embargo, está encuadrada en una secuencia que no hace avanzar la trama, en un encuentro entre un personaje del pasado del protagonista y del desaparecido que después del reencuentro, sigue en el pasado.
La historia vuelve a avanzar cuando la presentadora del programa llama a Garay porque han recibido noticias del paradero de Julio Arenas: una trabajadora social, interpretada por María León, dice reconocerlo entre sus residentes aunque ahora lo conocen como Gardel.
Garay viaja a la residencia de monjas y se reencuentra con su amigo, aunque ya no es él. Y es que esta película también habla sobre la vejez y la identidad. Parece una película testamentaria, como Madadayo (1993), de Akira Kurosawa o Fedora (1978), de Billy Wilder.
La película nos pregunta quiénes somos a través del personaje de José Coronado. Porque cuando uno ya no tiene recuerdos, ¿acaso sigue siendo uno mismo? Es muy interesante cómo Julio sigue teniendo algunos de los rasgos que lo hacían quien era en su propia vida, pero eso no es suficiente, porque no es él. Ya no tiene recuerdos.
José Coronado ofrece en esta segunda parte una de sus mejores interpretaciones. Un personaje anciano y confundido, pero natural e incluso alegre. Sin embargo, esto contrasta con otras interpretaciones, quizás más desde una distancia, como la directora de Mia madre, de Nanni Moretti, que siempre pide a sus actores verlos al lado de sus personajes. Pero quizás esto no sirva a la historia tanto como la interpretación de Coronado.
Miguel Garay cree que puede recuperar a su amigo si consigue sacarlo de la confusión, si consigue demostrarle que eso que cree que lo identifica, esa pieza de ajedrez y esa foto, no pertenecen a su vida, sino a la de uno de sus personajes. Por eso organiza una proyección para romper el maleficio. Pero no nos da respuesta.
Lo más parecido a una respuesta está en el póster. La mano que acaricia la cara de la niña que interpreta a Judith. ¿Pero quién toca la cara? Parece que es Miguel Garay, despidiéndose quizás de su película inacabada. Despidiéndose de sus recuerdos y de lo que no pudo ser.
Esta no resolución puede formar parte de que la propia vida no tiene una respuesta, no sabemos qué es lo que ocurre cuando morimos. Así, Erice quiere hacer un símil de la misma falta de respuesta de nuestra existencia también en su película.
Uno de los elementos más interesantes de la película es que el anciano confuso apenas tiene cuatro o cinco pertenencias, y dos son de la película que rodaban cuando desapareció. El rey de un tablero de ajedrez y la foto de la niña que tenía que buscar el detective. Así, la poca identidad que le queda a Gardel forma parte de la ficción.
Esta es otra de las constantes de Erice en su filmografía. La relación entre el Frankenstein de la ficción, que es real para la niña en El espíritu de la colmena y el nombre artístico de Irene Ríos, Laura, que es el verdadero amor del padre de la protagonista en El sur.
Erice introduce en sus películas el elemento de la ficción, pero con un algo más. En todas ellas, las películas tienen algo de tratamiento médico, de curación. Es decir, en todas ellas, la relación infructuosa o tumultuosa entre padres e hijos se intenta subsanar a través del cine. Otra vez, en El espíritu de la colmena hay un monstruo parecido a Frankenstein que es ese amor que perdió la madre y que la hace infeliz. En El sur, el padre se reencuentra con su amor verdadero revestido de un nombre de artista, que es, de alguna manera también, un personaje ficticio que además interpreta a un personaje. Aquí, el personaje de José Coronado ha perdido su identidad al no tener recuerdos apenas, pero los pocos que tiene son de su personaje de ficción. En la última película, los límites entre la ficción y lo real han desaparecido del todo.
Además de lo estructural, en cuanto a lo formal del film, las secuencias están divididas por fundidos que las convierten en «postales». Es decir, cada trozo de película empieza y acaba con un fundido a negro. Esta forma acompaña a la manera en la que Erice vive las historias. Convierte a la película en fotos o postales, de esas que siempre aparecen y que forman parte de su universo único.
Este es el punto fuerte formal de Cerrar los ojos. Lo que se esperaba. Quizás no se esperaba tanto su composición, la composición de sus planos y el montaje. Se siente que estos elementos son los que más se diferencian de sus obras anteriores. Que no forman parte de una evolución artística, sino al contrario, que rompe con una congruencia narrativa en la planificación y el montaje que indudablemente tenían otras películas.
Es bonito también el gesto que Erice tiene con sus seguidores, con quienes han seguido su carrera y saben que la película que siempre quiso hacer fue El embrujo de Shanghai y que es la película que estaba haciendo Miguel Garay. O quizás más que un guiño es una reivindicación de la película que nunca le dejaron hacer.
Es bonito el planteamiento de que a través del cine y las fotografías logremos recordar el pasado. Algo parecido sucede también en «El Sur». Sin embargo, este planteamiento estimulante queda bastante relegado ante muy malas interpretaciones. Difícil entrar en los dilemas que plantea. Más aún si los fallidos intentos de Erice de capturar lo bello en, por ejemplo, una canción de guitarra, se queda en falsedad y torpeza. Se siente a veces un cine perezoso.
Magnífica película, tan resonante interiormente como exteriormente, nutritiva, revulsiva, y de alguna forma consoladora también…
Que arranque y que final…
En una película tan repleta de referentes y claves, me pregunto si es posible que la inspiración del nombre Julio Arenas pueda ser otra que la del actor inglés Julian Sands, que desaparecía hace tiempo tras salir de una excusión de montañerismo en California, y cuyos restos fueron encontrados no hace mucho. Sands, el galán de «Una Habitación Con Vistas» y aquel primerizo amor entre él y Lucy Honeychurch / Helen Bonham Carter y aquella frase celebre de E.M Forster, «Lo único imposible es amar y separarse…» Y sin olvidarnos del tremendo Denim Elliott, un gran actor, creo recordar que se llevó un Oscar…
No puede ser casualidad ese nombre de Arenas / Sands, digo yo… dos actores que desaparecieron del mapa un buen día…
Que la Academia no la haya elegido para representar España en los Oscar me parece una metedura de pata tremenda, aunque ya sé que a Erice le importa poco…
Es la película del año para mi sin lugar a dudas…
Por otra parte, ¿alguien sabe como se puede encontrar los cortos y mediometrajes que Erice ha ido rodando desde «El Sol del Membrillo» hasta «Cerrar los Ojos»? Sé que había un pac Erice hace 20 años o así, pero nos vendría muy bien otro ahora con todo lo que ha ido rodando estos años fuera del circuito comercial también, ¿no?…
ERICE-KIAROSTAMI -CORRESPONDENCIA
https://www.cccb.org/en/multimedia/videos/audiovisual-report-erice-kiarostami-correspondences/233821
Muchas gracias. Creo que ese si que lo he visto, pero se lo agradezco mucho.
Mi especulación arriba sobre Arenas/ Sands no encaja por fechas. Sands desaparece en enero 2023, después de que la pelicula se haya rodado.
Entonces se trata de una de aquellas casualidades o correspondencias entre el mundo real y el mundo de la ficción que a mi me resultan un tanto inquietantes. Ese libro de Javier Marias, «Negra Espalda del Tiempo» (su mejor libro quiza) habla muy bien de ese fenómeno….
Habría que añadir que la peli es profunda y poética, sin ser pomposa ni solemne. Cuanto se agradece eso, porque lo normal hoy en día es que incluso las buenas pelis pecan o del primero o el segundo…
Gracias de nuevo…
Un auténtico tostón. Una lástima. Pero eso no le quita mérito a las maravillas anteriores.
https://blogs.elconfidencial.com/cultura/mala-fama/2023-10-04/erice-cerrar-ojos-torrente_3747251/
¿Para cuándo una peli basada en La Sombra del Viento y su tetralogía?. Supongo que la estropearían, pero y si no?
En la película sólo se insinúa como de paso: el problema de Julio Arenas es un síndrome bien conocido provocado por el alcoholismo. He trabajado con «sin techo», la mayoría de ellos llegan a situaciones similares por el mismo motivo. No obstante, es rara la secuencia en la que no están bebiendo guisqui o lo que sea.
Tampoco cuenta esta crónica lo pesadas que se hacen las tres horas de metraje. Gasta casi hora y media en mostrar cómo vive Miguel, que no aporta nada a la historia ni interesa, aburre sobre manera.
La película es un verdadero peñazo, en mi opinión, claro, pero siempre hay mitómanos que se encandila con cualquier cosa que venga de sus sobrevalorados referente.
Mi consejo: ahórresela.
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