Música

Le Parolier: «The Revolution Will Not Be Televised», Gil Scott-Heron

Gil Scott-Heron. Imagen RCA.
Gil Scott-Heron. Imagen: RCA.

Los termómetros marcan 35 grados. Estamos en Harlem, en pleno corazón de Manhattan y es verano de 1970. Un joven escritor y tres percusionistas se encierran en un pequeño estudio de grabación, hacen sus pruebas y sus ensayos y proceden a instalar un par de filas de sillas plegables para un grupito de invitados cuyos aplausos quedarán recogidos en cinta magnetofónica para la posteridad precisamente por Bob Thiele, productor de John Coltrane que ya había grabado la poesía de Jack Kerouac y los discursos de Angela Davis, ahora con su propio sello discográfico.

El poeta tenía veintiún años y ya había publicado dos novelas y escrito una serie de poemas cargados de contenido social y sátira que planeaba grabar en aquella sesión. Su padre era futbolista y su madre bibliotecaria, tocaba el piano desde los diez años y su habilidad para escribir le había conseguido una beca en un prestigioso instituto privado de la elitista Ivy League. Su nombre, Gil Scott-Heron.

Tiempos revueltos

En verano de 1970 tuvo lugar el primer desfile del Orgullo en el primer aniversario de Stonewall y fue cuando los Young Lords puertorriqueños tomaron el hospital de Lincoln reclamando mejor sanidad para hispanos y afroamericanos. En primavera, habían tenido lugar las revueltas estudiantiles que condujeron a las masacres de las universidades de Kent (Ohio) y Jackson (Misisipi). Seguramente el joven Bruce Springsteen, al frente ya de uno de sus grupos, fue testigo de los disturbios raciales en Asbury Park. Justo un año antes de ser asesinado, George Jackson y los Soledad Brothers reaparecen en las primeras planas en agosto cuando su hermano Jonathan secuestra un juzgado californiano a punta de pistola y muere tiroteado. 

El aire estaba cargado de descontento y disturbios, había revueltas en la calle y en la universidad. Aunque el primer disco de los Last Poets es contemporáneo del de Heron, aquellos poetas y sus percusionistas estaban conmocionando Harlem con sus versos incendiarios y sus ritmos tribales desde años atrás. En una de sus canciones hablaban de lo descorazonadora que sería la retransmisión televisiva de aquella revolución liberadora que tanto esperaban, deseaban y necesitaban los afroamericanos. Gil Scott-Heron les pidió permiso para hacer un grupo como el suyo. 

En la entrevista con Nat Hentoff de Jazz & Pop, reproducida en la portada de su primer álbum, Heron declara que escribe sus poemas en el metro. Sin embargo, el más conocido versionado y sampleado de todos ellos, «The Revolution Will Not Be Televised» se le ocurrió mientras veía un partido de beisbol a partir de la idea de los Poets y de un eslogan de los militantes negros. Gil Scott-Heron presenta a sus cómplices Eddie Knowles, Charlie Saunders y David Barnes, y anuncia: «Nos gustaría hacer un poema para ustedes titulado «La revolución no será televisada», principalmente porque no lo será». Con el encuentro imaginario en la esquina de la calle 125 (también denominada Martin Luther King Jr. Boulevard) y la Avenida Lenox (también Malcolm X Avenue), dio comienzo una leyenda al ritmo de las insidiosas congas de Knowles y Saunders.

Small Talk at 125th and Lenox, Gil Scott Heron. Flying Dutchman, 1970. (Cara B de single, Gil Scott-Heron with Pretty Purdie & The Playboys. Flying Dutchman, 1971).

Charla en la esquina

Con una voz que suena muy adulta para alguien que prácticamente acaba de dejar la adolescencia, Gil Scott-Heron se lanza a recitar una letanía aparentemente confusa y llena de rabia que, durante más de cincuenta años, ha intrigado y fascinado a sus oyentes e intérpretes. Sin una estructura clara y empezando con unas advertencias negativas hasta desembocar en la célebre frase que le da título, el tema desarrolla la idea de la revolución de las mentes que propiciaban algunos líderes negros para motivar a sus hermanos de raza, todavía hijos y nietos de esclavos. Y, tal vez sí o tal vez no, la convierte en lucha y confrontación.

Durante dos minutos y medio, Heron va desgranando una serie de burlas, desafíos y amenazas aliñadas con profusión de referencias y nombres de la cultura popular y la política del momento que constituyen un mensaje tan irresistible como intencionadamente equívoco. Por supuesto, queda patente la burla del consumismo y la cultura de masas necesaria ya en 1970. Las nueve estrofas irregulares, seguramente en gran parte improvisadas, incluyen términos televisivos como la repetición instantánea, la cámara lenta o las reposiciones y pueden servir para documentación sobre la televisión de la época, incluyendo publicidad, series, figuras populares del entertainment y también algo de historia. La selección que hace Heron seguramente obedece a una motivación política. En Wikipedia existe un catálogo exhaustivo de todos los nombres y títulos con sus correspondientes indicaciones.

El poeta comienza atacando la actitud pasiva del televidente. Una idea de comodidad que él pretende destruir y que le sirve para avisar de que la revolución no será televisada: se acabó el inmovilismo y la apatía. Varios términos de slang afroamericano a lo largo de la canción demuestran al oyente que Heron es uno de los suyos. En la segunda estrofa, sigue citando cosas y situaciones habituales en la pantalla catódica que se extinguirán porque algo tan importante para las personas negras como la revolución no va a tener su correspondiente retrasmisión televisiva que tienen cualquier acción del presidente Nixon y las barbaridades de los generales y responsables políticos de las masacres en Vietnam. Para señalarlos como enemigos de sus oyentes, Gil Scott-Heron añade que ni esos generales ni el secretario de Estado se dignarán atacar Harlem para comer soul food.

Dos kilos menos

En la tercera estrofa, Gil Scott reconoce que no va a emitirse un gran evento televisivo para celebrar el estreno de la revolución que ni siquiera va a ser aceptada en el guion de Julia, primera serie protagonizada por una mujer negra. Y es que, a diferencia de lo que prometen los dentífricos, la revolución no va a «dar sex appeal a tu boca», ni «te hará parecer dos kilos más delgado»: advertencias  realistas para los revolucionarios de sillón, porque la revolución que promulga Heron —incluso si estamos hablando de la revolución mental— es lucha, cambio y peligro. Volviendo a la alegoría televisiva, y a pesar de algunas fotos propagandísticas de los Black Panthers, ningún revolucionario va a convertirse en una belleza canónica por salir a tomar las calles. La revolución no es ni el sueño del mendigo ni nos brindará los paraísos artificiales. El poeta, que termina todas sus estrofas con el título de la canción, elige ahora añadir en ambas versiones, un «brother», buscando de nuevo la complicidad del oyente.

Gil Scott-Heron dirige también su sutil sarcasmo hacia la militancia negra, los motines callejeros, la confusión reaccionaria de revolución con delincuencia y los tantas veces discriminatorios estereotipos de la cultura afroamericana: la nueva permanente del activista Whitney Young o la bandera roja, negra y verde del panafricanismo. Pero los conflictos de las series y telenovelas, lo mismo que las noticias de los telediarios con sus sempiternos y ubicuos protagonistas («Jackie Onassis sonándose») dejarán, por fin, de interesarnos cuando los negros estén «en las calles buscando un día más brillante».

Las referencias musicales se centran principalmente en artistas como Glen Campbell, Tom Jones, Johnny Cash o Engelbert Humperdinck, que protagonizaban sus propios shows de variedades en TV. O Jimmy Webb, que se había dado a conocer con un jingle publicitario convertido en éxito pop. El nombre de Francis Scott Key, autor de la letra del himno nacional estadounidense, es una referencia al patrioterismo racista y, seguramente, constituye otra alusión al racismo, el añadido, en la segunda versión del nombre de Rare Earth, grupo blanco contratado por Motown.

«The Revolution Will Not Be Televised», Gil Scott Heron. (Pieces of a man. Flying Dutchman, 1971)

La retransmisión en directo que no ha tenido lugar

Para algunos, aquella primera y cruda versión de «The Revolution Will Not Be Televised» es nuestra favorita, pero la pervivencia del tema queda patente cuando, solo un año después, Gil Scott-Heron graba una versión más rica y compleja acompañado por grandes músicos como Bernard «Pretty» Purdie, Ron Carter o Hubert Laws, que la reinventan con unas armonías del jazz-funk de la época que marcarán, en cierto modo, la música de Heron en el futuro. Es la primera participación de su excompañero de la universidad, el pianista y flautista Brian Jackson, que será su cómplice musical hasta 1980.

La última acumulación de esloganes publicitarios reúne varias metáforas sobre el concepto de lo «blanco», eterno ideal de limpieza y salubridad. Inevitable incluir el anuncio de Coca-Cola: al contrario de lo que asegura la publicidad del célebre refresco, no «todo marcha mejor», pero sí lo hará la revolución que, tal como promete algún comercial de coches de alquiler, va a sentar al humilde espectador negro en el asiento del conductor. Y aquí Gil Scott-Heron utiliza sin reparos, y por primera vez en una frase positiva, la segunda persona: solo una revolución —empezando por la mental— te va a permitir a ti tomar el mando en tu vida.

Y una última advertencia del poeta en términos televisivos acerca de lo que debe ser el futuro: la revolución va ser en directo. 

A pesar de una carrera musical de éxito y respetabilidad, la vida de Gil Scott-Heron no fue fácil. Sus advertencias a la población afroamericana contra el alcohol y las drogas no le valieron para mucho y él mismo fue víctima de múltiples adicciones y de la epidemia del VIH. Llegado el siglo XXI, fue condenado a prisión y se tuvo que someter a una cura de rehabilitación. Varias condenas se fueron encadenando por violar las condiciones de su excarcelación en régimen de tercer grado.

Las tristes noticias no dañaron su reputación artística, que aumentaba a pasos agigantados gracias a la difusión en internet y a varios documentales y especiales televisivos dedicados a su obra y su vida. Heron trabajaba en un último disco,que fue muy bien recibido, y preparaba su autobiografía (desgraciadamente póstuma) mientras participaba en la campaña de Stevie Wonder para que el cumpleaños de Martin Luther King Jr. fuera fiesta nacional. Pero su salud se había ido resquebrajando. En las sociedades occidentales, los hombres afroamericanos son los que tienen menor expectativa de vida y, físicamente muy envejecido, Gil Scott-Heron falleció a los sesenta y dos años de edad el 27 de mayo de 2011 en el hospital St. Luke de Harlem.

Gil Scott-Heron se equivocó y ninguna revolución ha tenido lugar ni antes ni después del anuncio televisivo de un producto de limpieza. Pero la televisión sigue siendo tan nutritiva como siempre. aunque ahora prefiramos verla online y en plataformas.

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