Sociedad

Carpinchos como mascotas: los ratones gigantes que cruzan el mundo con pañales

Una capibara, chigüire o carpincho hembra con sus crías. Foto Clodomiro Esteves Junior (CC)
Una capibara, chigüire o carpincho hembra con sus crías. Foto: Clodomiro Esteves Junior (CC)

Caaaapibaaaraaaa capibara capibara capibara capibara caaaaapibaaaraaaa repite y repite la brevísima canción durante el puñado de segundos que dura un video de TikTok. Mientras esa palabra llena de vocales y con sonoridades exóticas entra al cerebro y al corazón del usuario-consumidor de redes sociales, en la imagen que acompaña a la melodía una mano acaricia de forma cariñosa a un bicho peludo, marrón, más bien gordo y con forma de ratón gigante que está tirado sobre el pasto y que se deja hacer, contento con el mimo y sin sospechar que su panza al aire y sus bigotes despreocupados ya fueron observados, likeados y reposteados por millones de personas que viven en cualquier parte del planeta y que se acaban de enterar que existe un animal llamado capibara, carpincho o chigüiro.

Por alguno o varios motivos, los capibaras se pusieron de moda en todo el mundo: estos roedores enormes con hábitos semiacuáticos oriundos de América del Sur se convirtieron en un objeto de culto y, por supuesto, en un fenomenal éxito de mercado: alcanza con una búsqueda rápida en Mercado Libre Argentina para que se multipliquen las ofertas divertidas de carpinchos bajo la forma de muñequitos impresos en 3D, peluches de apego para los chicos, amigurumis tejidos para las madres y tías y mates con forma de carpincho para los adultos que se bancan esa bebida amarga y caliente tan sudamericana como el propio bicho. 

En un registro menos romántico y deconstruido y más cercano a las lógicas humano/animal lineales y jerarquizadas del siglo XX, Mercado Libre también ofrece muchos objetos HECHOS de capibaras o de alguna de sus partes, sobre todo, sus cueros, durante mucho tiempo muy codiciados y en el origen de la disminución de sus poblaciones en diferentes regiones. La oferta argentina de cosas hechas con cuero de carpincho va atada, sobre todo, al imaginario campestre y gauchesco: utensillos para la parrilla, set de asado con tablita, porta vaso y porta cubiertos fabricado con piel de carpincho, bolsos materos, mates forrados en piel de carpincho y hasta alpargatas y mocasines. 

Un bicho muy popular 

Al capibara se lo conoce por varios nombres: los científicos lo llaman Hydrochoerus hydrochaeris (cerdo de agua) y tiene muchas y variadas denominaciones populares y mucho más pronunciables, como carpinchos en Argentina, Paraguay, Uruguay, Bolivia y Ecuador; capivara en Brasil y México; chigüiro en Colombia y ronsoco en Perú. La palabra capibara viene del guaraní, lengua nativa que siguen hablando unos ocho millones de personas en la zona de la enormísima cuenca de los ríos Paraná/Paraguay y significa «señor del pasto» o «comedor de pasto», por supuesto en referencia a los hábitos alimentarios de esa especie. 

Es un roedor herbívoro anfibio —por su tamaño, es el más grande de todos los roedores del mundo— con una muy amplia distribución geográfica en América Central y sobre todo en los países del sur. La especie no sufre grandes problemas de conservación, aunque en algunas regiones con presencia humana importante sus poblaciones se han visto reducidas sobre todo por la fuerte presión de caza que sufre, tanto para consumo de su carne como para aprovechamiento del cuero en marroquinería. 

En su archifamoso Diario del viaje de un naturalista alrededor del mundo, Charles Darwin describió su travesía realizada entre 1831 y 1835 a bordo del Beagle, el barco que comandaba Robert Fitz Roy. En el libro, Darwin hace referencia a diferentes especies animales y vegetales de los territorios sudamericanos que exploró y allí aparece el capibara, quizá en su primera mención mediática globalizada. En el capítulo que dedica a las costas uruguayas, el naturalista se asombra por el tamaño de estos animales («uno que maté de un tiro en Montevideo pesó 98 libras») y los describe como «muy confiados» («me acerqué a varios ejemplares viejos sin mayores problemas»). «Los gauchos desprecian su caza porque su cuero y su carne son realmente indiferentes. En las islas del río Paraná abundan extraordinariamente siendo las presas preferidas del jaguar», escribió. 

Cosificación para todos 

En promedio, un carpincho adulto pesa cerca de 55 kilos y mide un metro de largo, con una altura que oscila entre los 50 y los 62 centímetros. Son animales robustos que se parecen a un cobayo gigante, de cabeza gruesa, hocico ancho y ojos pequeños. Sus dedos están unidos por una pequeña membrana natatoria, su pelo es corto y duro y son de color marrón grisáceo.

Como ya había detectado Darwin, son animales tranquilos y amigueros: viven en grupos sociales de entre tres y diez individuos y con el tiempo y el avance de urbanizaciones en zonas antes silvestres, se fueron convirtiendo en animales generalistas, que aprendieron a socializar y a adaptarse a la presencia humana y a la vida en la periferia de las ciudades, aunque para los humanos esto siga resultando raro y hasta agresivo.

¿Por qué un ratón enorme que pesa 50 kilos y come pasto todo el día, tosco y de pelo duro se volvió popular en las redes sociales al punto de convertirse en objeto de deseo por familias de lejanos países que lo quieren como mascotas? ¿Qué llevó a la cosificación de los capibaras? Franco Peruggino —que se ocupa de una pequeña reserva para animales silvestres recuperados del mascotismo o víctimas de la caza en la ciudad de Rosario, en la zona centro de Argentina— sostiene: «la fama virtual les jugó en contra a los pobres bichos. Son simpáticos y sociales y lamentablemente aumentó mucho la cantidad de carpinchos en casas de familia desde que se hicieron famosos». Y como donde hay una necesidad hay un negocio, algunas personas comenzaron a vender capibaras por internet, aunque la tenencia de animales silvestres como mascotas domésticas esté prohibida en Argentina.

Una hipótesis posible de la llegada de los carpinchos al mainstream virtual global puede estar relacionada con un episodio ocurrido hace dos años atrás, cuando una «invasión» de carpinchos en uno de los barrios privados más aspiracionales de la ciudad de Buenos Aires —construido sobre los restos de un gran humedal del delta del río Paraná— llevó a estos animales a la arena del debate público y mediático primero nacional y luego internacional: «Carpinchos invaden barrio y generan debate sobre su hábitat en Argentina» escribieron en la CNN en español; «Se fueron a vivir a una isla durante la pandemia y conviven con carpinchos que son furor en las redes» contaba el portal argentino Infobae; «Cinismo: Nordelta inaugura el nuevo barrio Carpincho, mientras los quiere echar», publicó el portal La Izquierda Diario. El diario inglés The Guardian llevó el episodio a otro nivel: «¿Ataque de roedores gigantes o lucha de clases?»    

Es que la «invasión» abrió preguntas de todo tipo: la primera y principal: ¿quién es el invasor? ¿Cómo conviven diferentes especies de animales, incluida la especie humana, en un ámbito antes silvestre y ahora antropizado al punto de considerar toda presencia de vida extra humana como una molestia?

Tan molestos están los vecinos de Nordelta (así se llama el barrio privado de las afueras de Buenos Aires construido sobre islas para quienes aspiran una vida en la naturaleza, pero aborrecen sus manifestaciones) que, junto a algunos investigadores científicos de la Universidad de Buenos Aires, prepararon un plan para controlar la cantidad de carpinchos en la zona esterilizando a los machos de la manada. Así lo informó la Asociación de Vecinos de Nordelta en su web: «se plantea realizar vasectomías en los carpinchos macho para así reducir la sobrepoblación que hay en el Tigre y especialmente en los barrios cerrados de Nordelta, ya que las principales quejas de los vecinos es que los roedores arruinan sus jardines, atacan a sus mascotas y hasta provocan accidentes de tránsito al ocupar los asfaltos». 

Producto de exportación

Los carpinchos parecen ser tan simpáticos y buenos compañeros que, además de convertirse en memes, canciones de TikTok y peluches para los nenes chiquitos, algunas personas decidieron que podían ser buenas mascotas para tener en sus casas, algo que la legislación de muchos países prohíbe. No es raro, sobre todo en zonas rurales de Argentina y otros países con fuerte presencia de estos animales, que algunas familias tengan ejemplares domesticados o que en todo caso conviven con el resto de los seres vivos. Lo que sí puede parecer más extraño es que se haya convertido en objeto de deseo doméstico en lugares donde solo se los conoce por las redes sociales, como en algunos países asiáticos. Y como donde hay una demanda hay un oferente, existe un emprendimiento en Uruguay (poco originalmente llamado «Los Capibaras») que se dedica a la cría y a la exportación de estos roedores gigantes a esos destinos.

Fue así que, durante el año pasado, Uruguay no solo exportó pasta celulosa y carne ultra premium, sino también quince simpáticos carpinchos (machos y hembras) a Taiwán. Según explicaron a la prensa uruguaya las autoridades de la División de Sanidad del Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca (MGAP), los animales fueron vendidos para ser usados como mascotas, algo que ya había ocurrido hacia otros destinos como China y Tailandia. 

Los detalles del viaje de los carpinchos a tierras más orientales que su lugar de origen —reproducidos en una nota periodística del diario El Observador— no tienen desperdicio: por supuesto viajaron en avión, en una travesía larga de dos días de duración que obligó a que estuvieran encerrados en jaulas de madera con alimento y agua. Hasta acá, todo lo imaginable. Pero como todo animal vivo, los carpinchos precisan evacuar sus desechos orgánicos: por eso, viajaron con pañales. A eso, los exportadores le agregaron a cada ejemplar un microchip de identificación «para su transporte y tenencia» del tamaño de un grano de arroz.

¿Hasta dónde llegará la moda por los carpinchos? La respuesta es incierta e inasible. Mientras tanto, estos mansos roedores gigantescos seguirán su destino de animal silvestre, buscando su lugar en los huecos de las ciudades antropizadas, en las islas del glorioso río Paraná y en los pastizales, lagunas y bañados de las grandes llanuras sudamericanas. 

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Un comentario

  1. E.Roberto

    Muy bueno, señora. Excelente. Me ha hecho recordar mi infancia en Entre Rios con su guaraní, selvas, rios y fauna, felices y verdes ambas, con la aventura dominguera de andar a ver los carpinchos que eran bastante ariscos, para nada mansos y buenos para los cinturones, y atentos a no molestar una yarará que abundaban. “Debe de ser el tiempo que pasa que se lleva años y también palabras, pero en mis pagos hace tiempo y allá a los lejos, al que tenía de oficio trabajar los cueros lo llamábamos talabartero”. Escelente lectura. Gracias.

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