Al escribir en el cajetín blanco de Google «Juana Dolores», lo primero que encontrarán serán cinco fotogramas de una mujer, con vestido vaquero y pendientes con una perla de la que cuelgan corazones, en un programa de la televisión pública de Cataluña. Pero saben ustedes que estos motores de búsqueda tienen tendencia a destacar aquello que acumula más visitas y que en muy pocas ocasiones coincide con lo realmente significativo de la persona, el concepto o lo que quiera que sea que hayamos buscado. Estamos ante uno de esos casos.
Juana Dolores Romero Casanova (o solamente Juana Dolores, como firma sus obras) es una de las poetas más destacadas de nuestra época, y no lo decimos porque recibiese en 2020 el Premio Amadeu Oller, ni porque goce de una popularidad impropia para quien cultiva las letras fuera de los grandes circuitos comerciales. Lo afirmamos porque la calidad que atraviesa sus dos libros publicados hasta la fecha (Bijuteria [Galerada, 2020] e I SI UNA NACIÓ DESFILANT PER UNA CATIFA VERMELLA —rèquiem català— [Edicions Poncianes, 2023]) es indiscutible, por esa fuerza lírica en consonancia con la potencia de su discurso; por la musicalidad que nos arrulla hasta ser arrollados ante la contundencia de cada palabra allí inscrita, escritas en catalán.
Pero esperen porque, además, Juana Dolores es columnista, dramaturga, actriz y artista visual. Y comunista militante, y amante del glamur, del brilli-brilli y de lo bonito, también. Una combinación explosiva que la ha llevado a ser noticia en más de una ocasión, y a remover todo tipo de pasiones entre quienes la escuchan, ven y leen.
Nosotros lo pudimos comprobar en primera persona cuando nos reunimos con ella en El Prat de Llobregat, el lugar que la vio nacer en 1992, sentados en una de las terrazas que hay en la plaza frente al ayuntamiento, en «el bar de toa’ la vida». No pasó mucho tiempo hasta que una joven la reconoció, acercándose para transmitirle cuánto la admiraba, mientras Juana Dolores la escuchaba con idéntica devoción. Y lo comprobamos, igualmente, en algunas miradas que los parroquianos le dirigían en el transcurso de nuestra charla, con curiosidad, con interés, con alguna que otra ceja enarcada o con medias sonrisas de complicidad, y no porque su tono de voz fuese elevado, sino por el entusiasmo con el que se expresa incluso al leer fragmentos de textos, que lleva guardados en su teléfono móvil. Porque hay algo magnético en Juana Dolores.
En uno de tus últimos artículos publicados escribías que de niña querías ser actriz y comunista. ¿Cómo recuerdas tus primeros contactos con el teatro y la política?
En mi casa no había libros. Pero mis padres siempre me inculcaron el respeto por el conocimiento, por la escuela y los maestros. Ellos no habían podido estudiar y deseaban que sus dos hijas sí lo hicieran, no desde la imposición sino desde el amor. Mi madre me enseñó a leer en casa desde muy pequeña y se apuntó a Círculo de Lectores [risas]. Así que a los cuatro años ya leía y ya empezaba a considerar los libros los objetos más bonitos del mundo. Y a los seis años gané el premio literario que se celebra en todas las escuelas catalanas para celebrar la diada de Sant Jordi con un cuento que se llama «El Drac estudiós» [«El dragón estudioso»]: «Hi havia una vegada un drac que volia anar al col·legi però no podia perquè no tenien diners. La seva mare li va dir: «Per què no vens els teus còmics?». «D’acord mare», li va contestar el drac. Va vendre els còmics i va poder anar a l’escola. I aquest conte s’ha acabat» [«Había una vez un dragón que quería ir al colegio pero no podía porque no tenían dinero. Su madre le dijo: «¿Por qué no vendes tus cómics?». «De acuerdo, madre», le contestó el dragón. Vendió sus cómics y pudo ir a la escuela»]. Entonces yo ya era muy consciente de que ir al colegio costaba dinero, aunque fueses a la escuela pública: libros de texto, material escolar, excursiones… Y también era muy consciente de que había niños más pobres que yo y que, por lo tanto, quizás, esos niños no podían ir a la escuela si se tenían que enfrentar a lo que ya a mi familia le suponía un esfuerzo económico. Y para mí era más importante todo lo que podía aprender en la escuela que leer cómics. Supongo que por eso escribí lo que escribí y a día de hoy soy incapaz de leer cómics a no ser que sean de mi amiga Conxita Herrero o mangas de Magical Girls. Cuando gané ese premio y escuché a mis padres contarlo al resto de mi familia sentí y pensé que eso era lo que tenía que hacer en la vida: escribir y, por lo tanto, leer mucho para poder escribir cada vez mejor.
Por otro lado, compaginaba esa inquietud por la escritura y la lectura con una cierta pasión por las vedettes españolas, porque veía Cine de barrio los domingos con mi madre y era superfan de Lluvia de Estrellas y Menudas Estrellas, luego de Eurojunior. En casa teníamos la costumbre de ver telenovelas latinoamericanas a diario, y todos los viernes, religiosamente, íbamos al videoclub a alquilar alguna película que normalmente eran comedias o dramas románticos. Marisol y Julia Roberts. Yo quería ser María Isabel cantando Antes muerta que sencilla. Me fascinaban las actrices y las cantantes, el mundo del espectáculo, de la farándula, del escenario. Lo encontraba algo muy femenino y yo ya era muy presumida. Recuerdo esa obsesión por ser admirada, por ser observada, por ser mirada, mientras hacías algo bonito. Lo de escritora-actriz, como ves, ya me viene de muy pequeña. Claro, yo no sé cantar absolutamente nada, canto fatal, aunque en el colegio recuerdo liar a niños de mi clase para montar shows en los que yo misma dirigía coreografías a mi alrededor mientras hacía playbacks. Ensayábamos a la hora del patio y en clase de tutoría actuábamos delante del resto de alumnos. Más tarde, en el instituto, empecé a leer y estudiar teatro por primera vez en clase de Lengua y Literatura con mi profesor Xose González. Y me di cuenta de que leer teatro me aburría muchísimo, pero muchísimo.
Fue entonces cuando decidí apuntarme al Teatre Kaddish, en el Prat de Llobregat, donde Pau Bou, aparte de hacerme saber quiénes eran Pier Paolo Pasolini y Albert Serra a los dieciséis años, alimentó el monstruo haciéndome interpretar personajes de tragedias griegas, de Shakespeare, Calderón de la Barca, Ibsen, Pinter, Brecht, Arrabal, etc. No hacíamos improvisaciones ni ejercicios absurdos y estúpidos de entrenamiento actoral. Se pensaba y se defendía que se aprendía a hacer teatro haciendo teatro, haciendo obras de teatro. Y se cultivaba un gran estudio y respeto por los textos dramáticos, por su calidad literaria. Esa relación directa y estrecha entre la interpretación y la literatura fue lo que me hizo darme cuenta de que no tenía por qué escoger entre ser escritora o actriz. Empecé a querer escribir, dirigir e interpretar mis propias obras de teatro. Recuerdo que en el Kaddish había algunos números de la revista Primer Acto, y que en uno salía en portada Perro muerto en tintorería de Angélica Liddell. La descubrí así, leyendo algo sobre ella. Y le dije a Pau Bou enseñándole la revista «Yo quiero ser como Angélica Liddell». Por eso cuando me comparan con ella con mala leche y mala fe, para descalificarme, me río. Para mí es un honor, un honor que me viene muy grande. Y al que, espero y deseo, rendir cuentas. Y creo que así será. Solo he hecho dos obras de teatro, estoy, literalmente, empezando. Que me dejen tranquila, que me dejen respirar y trabajar. Con el tiempo creo que se me entenderá y se me valorará más en este sentido. Además, no solo es inevitable, sino que es importante tener maestros en esta vida, gente de quien aprender. He aprendido muchas cosas de ella, pero siempre me rondó por la cabeza lo que me respondió Pau ese día: «¿Qué tontería es esa? Tú tienes que descubrir qué teatro quieres hacer y qué actriz quieres ser tú».
Y es entonces cuando decidí que yo sí quería ser declaradamente una artista militante, que yo sí quería ser declaradamente una artista socialista. Siempre he tenido un sentido de la justicia y un sentimiento de justiciera muy concreto y muy peliculero. Mi madre nos ha criado a mi hermana y a mí en los mejores valores cristianos y en un sentido de fraternidad y de hospitalidad que solo los andaluces y los pobres saben y conocen. Y eso, absolutamente, influyó, fue determinante. Mis inquietudes artísticas, desde un inicio, siempre estuvieron totalmente atravesadas por mi militancia en movimientos sociales y okupas en el Prat de Llobregat, también por el diálogo con y por la simpatía hacia organizaciones anarquistas. Más tarde leí a Marx y ahí me hice comunista. Además, descubrí que quien había admirado tanto de niña, Marisol, siendo Pepa Flores, era comunista. Vi un vídeo en YouTube en el que salía ella en una manifestación proclamando «somos marxistas-leninistas». Y esa constatación, esa encarnación de una actriz militante, esa confluencia entre lo glamuroso y lo político, marcó lo que todavía, a día de hoy, es mi línea de investigación intelectual y artística en mi trabajo: la tensión entre la ideología y la belleza, la tensión entre el discurso (ética/moral) y la estética. A mí lo imprevisible me encanta, porque no se espera. No se espera de una tía fashion que esté politizada y que milite, que tenga consciencia de clase y discurso político, que no tenga ni un pelo de tonta. Y ahí estaba yo y tantas otras compañeras sufriendo el machismo de unas inercias ideológicas y de militancia que eran y son totalmente consecuencia del machismo. Y decidí defenderme, no solo reivindicándome, sino reafirmándome: performativizando el eclecticismo que supone lo femenino y lo político, una forma muy concreta de hacer política desde una pose y desde una posición ofensivamente y soberanamente feminista. No podría hacerlo de otra manera, tampoco. Soy lo que soy.
Por esa línea va tu cortometraje MISS UNIVERSO (2021), ¿no? Que tiene un mensaje muy potente no solo por lo que se dice, sino, sobre todo, por quién y cómo lo dice.
En un contexto en el que el voluntarismo y el buenismo aparentemente «políticos» teorizan y comentan mucho eso de «dar voz a la minorías» —algo que me parece terroríficamente y perversamente victimizador, muy condescendiente y paternalista, porque todo el mundo tiene voz, otra cosa es si las escuchamos o si las tenemos en cuenta, o si algunas importan más que otras—, me parecía guay y un vacile «darle voz» a una clarísima minoría, a una miss. Pero MISS UNIVERSO es, en realidad, y ante todo, una relectura crítica de una de las viñetas de la película Masculin Féminin de Godard. Mientras él representa a una miss —Miss 19, que ha ganado un concurso de belleza— como una chica aparentemente y estéticamente común, también insegura y tímida ante las preguntas sobre política que le hace un periodista, yo le doy la vuelta, estetizo completamente la figura de una miss, con su corona, con su banda, con su capa, y, por otro lado, hago que se exprese como una intelectual, que se exprese con el artificio de la filosofía. Me pareció interesante hacer hablar a una miss desde una perspectiva femenina y feminista, que reflexiona sobre el erotismo, sobre el amor, sobre el sexo, sobre la violencia, también sobre el sindicalismo, aunque sea desde una perspectiva que no sea explícitamente socialista, pero que sí contiene una crítica audaz a la desafección política y la desmovilización de las clases trabajadoras. Yo no tengo por qué estar de acuerdo con todo lo que son y expresan mis personajes, pero siempre contienen ese dualismo político y artístico que a mí me parece imprescindible en cualquier obra artística que no quiera formar parte de una cultura que, desde luego, siempre sirve a los intereses mediocres de la burguesía: desde la exaltación del fascismo y el capitalismo, a la vacuidad y la superficialidad, pasando por la inercia más frecuente hoy en día como es la mercantilización y la pornografía del dolor y la miseria, de las injusticias y las discriminaciones, en nombre de las buenas intenciones que no tienen nada que ver con la lucha, sino con la limosna y lo caritativo.
Hay otro dualismo en el corto, que es el de ella autodenominándose, conscientemente, como objeto erótico, pero lo que hay de fondo todo el tiempo es la violencia. Están las imágenes de leonas cazando, o la cárcel La Modelo a sus espaldas, no sé si haciendo un juego con el concepto de belleza entendido como una cárcel para la mujer, que, además, destruye su presunción de inocencia, porque las mujeres bellas automáticamente se vuelven culpables de lo que se les acuse, al contrario que los hombres (el caso más famoso es Ted Bundy quien, aun siendo culpable confeso, hubo quienes siguieron queriendo creer que no, que tenía que ser inocente siendo tan guapísimo). ¿Cómo se relaciona en tu ideario la erótica y la violencia?
La violencia puede saberse y entenderse como la violencia que ejercen las oligarquías capitalistas y las clases dominantes, pero yo jamás me negaré el derecho a reapropiarme de los conceptos y de imaginarlos más allá. En mi trabajo, el erotismo es la violencia radicalmente femenina, es un poder y un arma en femenino que puede ejecutarse contra el statu quo y, por lo tanto, devenir un arma revolucionaria. El centro penitenciario de hombres La Modelo se ve a lo lejos en MISS UNIVERSO no tanto solo haciendo una referencia literal a la belleza como una cárcel que, obviamente, puede llegar a serlo, es así, sino a la violencia como el instinto más básico y más animal que caracteriza al ser humano para existir y sobrevivir, para defenderse, siguiendo y reinterpretando las reflexiones de George Bataille sobre el erotismo. Una cárcel con ese nombre me brindaba un deber político a través de un derecho estético: una crítica al sistema penitenciario a través de una imagen. A partir de la verdad que supone que las cárceles están llenas de pobres, también surgen reflexiones sobre el porqué de la violencia y por qué unas violencias son criminalizadas y otras no. No es lo mismo ejercer la violencia como autodefensa y/o por dignidad que ejercerla en nombre y en beneficio de un sistema capitalista y neoliberal. De hecho, la violencia como autodefensa, más justa o menos justa, es siempre consecuencia de y generada por un sistema que es, sin ningún tipo de legitimidad, violento. En cambio, la violencia como autodefensa sí puede llegar a ser legítima.
Presentar el erotismo como violencia, como autodefensa a través del poder erótico que no puede ser de otro modo que femenino, que puede ser peligroso, que puede castigar y que puede vengar, ya sea en el discurso o en la estética, ya sea en el contenido o en la forma, es algo muy presente a lo largo de todo mi trabajo. Y esa presentación particular de lo violento no deja de ser una estetización y una feminización de su legitimidad a través del erotismo, ya que mi concepción del erotismo tiene mucho que ver con entender la feminidad como algo potencialmente político. Además, al final de la pieza, Miss Universo habla del espíritu como un panóptico. Me refiero no solo a la forma arquitectónica de la cárcel La Modelo, tampoco solamente a la teoría de Foucault, a cómo el poder político y económico nos controla sin apenas advertirlo, sino también a una propuesta personal de concebir el espíritu y el cuerpo como un panóptico. Todo lo que comporta la cultura del yo, de la libertad y la individualidad neoliberales, del «siéntete un espíritu libre», me parece una chorrada. La vida misma es una cárcel, nosotros mismos somos nuestra propia cárcel. Y nos vigilamos y nos acusamos y nos juzgamos constantemente. La violencia, por muy femenina que sea, por muy legítima que sea, siempre es y será una cárcel. Sin embargo, la violencia forma parte de la vida, existe. Solo la consciencia nos hará libres. Por eso mi Miss Universo se sabe y se proclama objeto erótico, porque es en el saber que se la objetualiza que es libre, y peligrosa, porque puede hacer uso de su objetualización, puede hacer uso del deseo que causa en los otros, puede hacer uso de su poder de seducción. Y, por lo tanto, puede llegar a ser muy violenta. En el fondo, esta miss parece que conoce bien eso de la fetichización de la mercancía que desarrolló Marx y la feminiza subjetivamente: las personas se cosifican como mercancías, pero en este caso, ella no representa ninguna fuerza de trabajo, no es un obrero porque no trabaja, es un objeto erótico.
Siempre procuro que mis obras no planteen una única interpretación, que no planteen interpretaciones cerradas, significados y/o significantes cerrados, o impidan las maravillosas asociaciones de ideas, sino que ofrezcan al público, al espectador, la posibilidad de imaginar, de crear. No me interesa guiar y manipular el foco de atención del otro, para mí es importante que el otro, al leerme, al verme, sea igual de libre que yo al crear, al crearme.
¿Crees que iría primero la conciencia de sí y luego la de clase o a la inversa?
Marx dice que «no es la conciencia del hombre la que determina su ser, sino por el contrario, el ser social es lo que determina su conciencia». Yo no tengo una respuesta para esa pregunta, tampoco sé, humildemente, si llego a entender muy bien a lo que se refiere Marx. Pero puedo intuir que la conciencia jamás determina tu ser si tu conciencia no está fundamentada en tu ser social, en tu conciencia de clase o de objeto en el caso particular de MISS UNIVERSO. ¿Es posible un ser desvinculado de lo social? Yo creo que no. Yo creo que la plenitud del ser culmina en lo social, en la conciencia de clase para sí. Existe el «ser», sí. Existe la subjetividad y la individualidad, no la neoliberal, sino la individual que no es siempre neoliberal, también es, por contra, espiritual. Y como artista la defenderé siempre en disonancia con algunas posturas socialistas más dogmáticas. Es natural que eso pase. Los artistas y los intelectuales siempre seremos algo incómodos o incomprendidos para el movimiento o el partido por muy revolucionarios que sean. Es natural y está bien que así sea. Es lo que hace que la filosofía de la práctica, el marxismo, no sea un corpus teórico, o no solo, sino una filosofía que es también una política y una política que es también una filosofía, parafraseando a Gramsci.
Supongo que nunca seré de fiar del todo para algunos militantes comunistas, que muchos de ellos no me comprenderán o que sospecharán de mí. Pero me gustaría que sí supieran que soy muy consciente de que aparte del «ser», aparte de esa subjetividad y esa individualidad, también soy muy consciente de que sin el «ser social», el «ser» es y está incompleto. Existe la subjetividad, la individualidad de cada uno. Pero para que esa subjetividad sea total y, por lo tanto, revolucionaria, debe saber del ser social y dialogar siempre con él. Justo para combatir el ensimismamiento individualista en el que nos encontramos y que tanto dolor y sufrimiento nos produce, culturalmente, en general, y artísticamente, en particular. Es precisamente esa relación entre el ser y el ser social, entre el individuo y la comunidad —que, no olvidemos, está compuesta por individuos—, la que se tiene que pensar y discutir para no cometer algunos de los mismos errores que cometimos en el pasado en nombre del comunismo. Y, en esa discusión, los artistas y los intelectuales somos imprescindibles. Lo particular, lo subjetivo, lo individual, siempre debe ser un arma para reflexionar sobre lo colectivo. Yo antes que artista soy hija de mi madre y de mi padre, formo parte de una familia, y no puedo honrarla solo con mi individualidad, es insuficiente, solo puedo hacerlo plenamente formando parte, conscientemente, de un legado, de una tradición, de una historia, que es la historia de la lucha de clases. He aquí la importancia de la conciencia de clase.
Y ¿es compatible con las teorías identitarias?
A mí los estudios culturales y las teorías identitarias me dan muchísimo palo, soy muy crítica con ellas… Creo que compartimentan, categorizan y aíslan la injusticia y la discriminación. También las tematizan, algo perfecto para que el capitalismo las fagocite. El capitalismo ha fagocitado el feminismo, el antirracismo, incluso la diversidad física, intelectual y emocional. El capitalismo ha convertido la miseria y el dolor en mercancías, en campañas de publicidad de grandes multinacionales, en camisetas y en tote bags. Para mí la identidad no solo tiene que ver con tu clase, con tu género, con tu sexo, con tu raza, o tu diversidad funcional. Me niego a identificarme solo con la situación de «víctima». Soy muchas más cosas aparte de ser pobre, mujer y un poco histérica. También soy mucho más que una blanca privilegiada. Soy mucho más que mis derechos y mis deberes. Soy mucho más que mis privilegios. Y, lo más importante: nunca soy la misma. La identidad no es algo permanente o inamovible, es algo siempre en construcción. A veces en contradicción, otras no. Y no olvidemos que los estudios culturales, tal y como se transmiten hoy en día, son una herencia yanqui, algo totalmente impuesto, cultural y académicamente, por Estados Unidos. Y nos han perjudicado muchísimo a la hora de organizarnos y pensar y crear estrategias políticas contra el capitalismo y contra todas las violencias que se supone que los estudios culturales analizan y critican. Está muy de moda hablar de luchas políticas, pero si no las enmarcamos en una ideología no sé exactamente de qué luchas estamos hablando y, lo más importante, qué luchas se supone que estamos librando, si es que estamos librando alguna. El feminismo no es una ideología, el antirracismo tampoco. Son reacciones políticas. Pero si no las enmarcamos ideológicamente, esas reacciones políticas son susceptibles de ser instrumentalizadas por la derecha o surgen fenómenos espantosos como Frente Obrero.
Estoy harta de escuchar a todo el mundo hablando de feminismo y antirracismo en sus podcasts sin que se les pase por la cabeza que el capitalismo es precisamente el principal enemigo y culpable de fomentar y perpetuar el machismo y el racismo. Hay que pensar cómo combatir el capitalismo por clasista, machista y racista, por ser un sistema que va en contra de la vida, en contra de la humanidad. Ese tiene que ser el punto de partida. Y ¿cómo se combate el capitalismo? Pues podemos empezar por politizarnos, por situarnos y enmarcarnos en una ideología. Yo propongo leer a Pasolini o a Gramsci o a Marx, pero también he aprendido mucho de leer a pensadores anarquistas. Yo siento un profundo desprecio por la posmodernidad y su presentismo, que nos ha hecho creer en el fin de los grandes relatos cuando ella no deja de ser el peor gran relato de la historia. Si la lucha de clases fue derrotada fue, entre otras cosas, precisamente, porque se dejó a muchísima gente potencialmente militante por el camino. Hoy no se puede concebir la lucha de clases sin que esta sea ofensivamente feminista y antirracista y contra todo lo que atente contra la dignidad del ser humano. Para mí el único estudio cultural que merece la pena, por interesante y entusiasmante, es el gran relato, el gran motor de la historia, que no puede ser solo cultural, sino también político, económico y social: el socialismo y su lucha de clases. Y está claro que ninguna ideología ni ningún movimiento o partido de izquierdas se salva de dinámicas machistas y racistas, pero es que bajo el capitalismo nadie se salva de sus horrores.
Hace algunos años, en otra entrevista, dijiste que la provocación ahora es imposible. Sé que también te gusta ir al fondo de las palabras (porque lo demuestras constantemente en todas tus manifestaciones artísticas) y, según la segunda y tercera acepción de la RAE, provocar es «buscar una reacción de enojo en alguien irritándolo o estimulándolo con palabras u obras» y «excitar en alguien el deseo sexual». ¿En cuál de los dos sentidos tenemos (más) capada la provocación?
Ese doble sentido del verbo «provocar» me encanta. Sigue teniendo mucho que ver con una lectura política y una lectura erótica, femenina. A mí siempre me preguntan si me considero una artista provocadora. En plena decadencia de Occidente, en un contexto de mediocridad intelectual y espiritual, lo que más provoca es hacer bien tu trabajo. Y una de las formas más revolucionarias es decir la verdad. Hoy en día quizás no hay nada más provocador que un artista marxista, que un artista militante. No sé. Sinceramente, yo, como artista, no tengo ningún tipo de voluntad de provocar nada, no tengo ningún tipo de voluntad más allá de «hacer cosas bonitas», como dice mi amiga y artista Sandy Moldavia, y de contribuir con ellas a la construcción de una ofensiva socialista y una nueva crítica cultural marxista. Y creo que hay algo de provocación ahí, también. Inevitablemente. O que se recibe así. ¿Es posible que la lucha contra el fascismo y el capitalismo sea bonita? Yo creo que sí. Hay belleza incluso en la barbarie. Los que me asignan la etiqueta de «enfant terrible» me parecen unos cutres y unos catetos. Y los que aún creen que por salir desnuda en mis obras de teatro soy una «provocadora» también lo son, además de unos desfasados y unos conservadores.
Mis dos únicas y auténticas provocaciones siempre han sido políticas. La primera sucedió cuando gané un premio de poesía catalana [premio Amadeu Oller, 2020], firmé mi libro con mi nombre aparentemente español siendo catalana y declaré, en la primera entrevista que me hacían en la vida, que escribir bien era más revolucionario que hacerlo en catalán. Para más inri, se descubría que acababa de estrenar en un centro cívico mi primera obra de teatro # JUANA DOLORES # * massa diva per a un moviment assembleari *, un solo performático sobre la ideología y lo nacional, radicalmente andalucista siguiendo a Blas Infante, con texto en castellano. En un contexto marcado por el desgaste político a causa del fracaso y la agonía del procés independentista, mis ideas y mi simple existencia y aparición en el mundo de la cultura y la literatura catalanas quizás fueron algo provocadoras. O, quizás, simplemente provocaron una reacción de celebración por haberse hecho públicas, por fin, ciertas intuiciones políticas que estaban en la calle y que las sentían y las pensaban muchísima gente. Obviamente también hicieron surgir muchísimas reacciones retrógradas y de odio. Es lo que tiene la provocación, o la amas o la odias. Pero después de tres años puedo afirmar que merece la pena ese tipo de «amor» a costa de ese tipo de «odio». Supongo que por eso la segunda provocación, esa vez que intervine en TV3, en la televisión pública, un día después de las elecciones municipales, critiqué el fascismo y el capitalismo y la manipulación de los medios de comunicación.
Pero, insisto, esas provocaciones no son artísticas, aunque mis obras las acompañen. Y, ¡suerte! Sin haber escrito poemas ni haber dirigido obras de teatro jamás hubiera tenido la oportunidad de constatar el sentimiento y el pensamiento de tantísima gente que no se siente representada por la política institucional y que rechaza la victoria de la burguesía en las elecciones de Cataluña. Así que los que propagan por ahí que hice lo que hice para vender libros, en vez de reflexionar que gracias a que vendo libros pude hacer lo que hice, deberían aprender algo de matemáticas. Como artista no me interesa pensar qué es lo más provocador, sino qué es lo más revolucionario, y quizás eso es lo que crea la provocación que encarna y representa mi persona. Esto es algo que voy reflexionando a medida que pasa el tiempo, porque también voy descubriéndome a mí misma en este lugar tan extraño que me ha tocado, de repente, vivir y moverme. En «Drugtory», Yung Beef canta: «yo he tenido que aprender a lidiar con el mal, a moverme como él». Pues un poco eso.
Hablas de la mediatización como acto externo, casi impuesto, en ningún caso voluntario.
Hace ya tres años que se mediatizó mi persona, entonces, claro, yo no sabía todavía cómo funcionaba toda esta mierda. Tenía intuiciones —y era y soy muy crítica con ellas— de las lógicas y las inercias de mercado en relación al capital de visibilidad y representatividad en las redes sociales y las plataformas digitales, del márquetin en cuanto al capital de personalidad, pero jamás pensé que interferirían en mi vida. A medida que voy trabajando, voy situándome… ¿Que podría haber desaparecido de internet? Sí, claro. Pero me parece una oportunidad y una responsabilidad poner mi humilde «celebridad» [risas] al servicio de mi ideología. Tampoco podría haber hecho otra cosa, para mí jamás hubo alternativa. Siempre he hecho lo mismo, pero ahora me ve y me lee más gente. Es curioso cómo no se reflexiona de manera seria y profunda sobre la viralización de una persona hasta convertirse en «figura», que es una característica propia de nuestra contemporaneidad, de nuestra era. Y cómo afecta eso a las personas en cuestión y a las de su alrededor. En mi caso fue algo fortuito, que pasó sin más. Y que no sucedió a raíz de una canción o un videoclip, o por acumulación de capital de visibilidad a través de un canal de YouTube o un podcast. No era influencer, tampoco youtuber o tertuliana. Se hicieron virales las ideas políticas de una poeta inédita —que no novel—. Algo muy viejo y muy nuevo al mismo tiempo. No puedo negar que me encanta esa aura [risas]. Para mí es, y ha seguido siendo, un shock. A veces me cuesta todavía, la cago, me equivoco, me arrepiento, lloro… Me desquicio… Durante todo este tiempo la disociación que siento entre mi yo artista, mi yo escritora algo mediática, y mi yo militante me desquicia con tanta exposición. Muchísimo más de lo que jamás nadie se podrá imaginar. Durante los cinco años que escribía mi primer poemario, Bijuteria, jamás me imaginé que perdería tantas cosas y ganaría tantas otras al acabar de escribirlo.
¿Te planteaste Bijuteria como un discurso político o solo amoroso?
Bijuteria es un poemario de amor, un conjunto de poemas de amor y de desamor, sobre todo. Inevitablemente la clase lo atraviesa, el título ya hace referencia a ello: se llama Bisutería, no Joyería. Como también los títulos de los poemas HIMNE NACIONAL, PUTES I NEGRES o PAMFLET. Este último, de hecho, es un poema que reúne imágenes relacionadas con el imaginario revolucionario sucediéndose unas a otras hasta culminar en una dedicatoria de desamor: «Sí, deseixint-se l’ofensa / entre Tu i Jo: la meva joventut incendiària, errant» [Sí, desejiéndose la ofensa / entre Tú y Yo: mi juventud incendiaria, errante]. Escribí este poema a nivel de forma y contenido partiendo de mi crítica a una cierta poesía «social» o «política», panfletaria en el peor de los sentidos, que expresa la política a través de lugares comunes y tópicos, por muy enrevesados que se nos presenten a veces. Bueno, pues ante tanto panfleto yo quise escribir uno. Me parecía interesante y divertido intentar idear un panfleto político radicalmente estético marcado por una relación amorosa. En realidad, la gran mayoría de los poemas de Bijuteria son así: la clase, el género y el sexo atravesados por el amor. Un poco inevitable, porque mi discurso amoroso —haciendo referencia a Barthes— está absolutamente determinado por mi condición de mujer y por mi condición femenina. Diría más: mi sentimiento amoroso está absolutamente determinado por mi condición de mujer comunista. Obviamente, condiciones artificiosas literariamente hablando, pero no superficiales. Y que me sirven para crear un yo poético concreto. Me gusta expresarme desde el amar de una mujer comunista. Y, por consecuencia, expresarme desde el amar de una mujer feminista.
Pero, sinceramente, jamás me planteé si trabajaría en un discurso amoroso o político. Empecé escribiendo poemas de amor y los fui trabajando hasta que formaron mi primer poemario, así de sencillo. Creo que todas mis obras estarán siempre, en mayor o menor medida, de manera más explícita o menos, marcadas por el marxismo y el feminismo. Sí que me ha frustrado, a veces, no poderme liberar de la losa que me supone el hecho de ser una escritora mujer y de clase trabajadora, porque durante mucho tiempo he deseado escribir como un hombre [risas]. Es decir, tener la libertad de no escribir siempre partiendo de mis discriminaciones, como puede hacerlo la mayoría de escritores hombres. Aunque, poco a poco, me he reconciliado con la tensión entre lo poético y lo político en mi obra configurando un estilo que, de momento, me parece lo suficientemente estético y genuino para sostener mi identidad no como algo esencial, sino como algo accesorio, como un adorno. Y a mí los accesorios y los adornos bonitos, como la bisutería, me encantan. Y los defiendo. Y me gustaría conseguir precisamente eso, que el marxismo, en general, y el feminismo, en particular, en mi obra, fueran accesorios de los cuales me puedo servir para enriquecer, ya sea mi escritura o mis creaciones escénicas o audiovisuales. En ningún caso eso quiere decir devaluar lo político, sino estetizarlo y objetualizarlo al servicio de la creación artística y, al mismo tiempo, poner ésta al servicio de mi ideología. Es un diálogo, inevitable e intrínsecamente, recíproco. Como siempre digo, es también una tarea muy difícil y con mucha responsabilidad, porque es muy difícil estetizar la lucha sin traicionarla.
Justo el otro día, Mireia González Boluda, artista y sindicalista catalana, me hizo conocer un texto del filósofo, dramaturgo y novelista francés Alain Badiou, Poesía y comunismo, en el que nombra una serie de grandes poetas comprometidos con el comunismo y argumenta, e incluso demuestra, que existe un vínculo esencial entre la poesía y el comunismo. Y me pareció muy interesante cómo planteaba que qué hay más comunista que la lengua materna, y que el poeta no apunta a anular aristocráticamente la posibilidad de la lengua materna, sino a engrandecerla, a completar sus posibilidades y, por lo tanto, es su deber, la del poeta, en algún grado, dirigirse a todos sin excepción. Yo substituiría «lengua materna» por «lengua y lenguaje», porque no creo que los poetas solo podamos, o debamos, escribir en nuestra lengua materna, pero me gustaría citar un fragmento que matiza algo más esta cuestión: «El poema es un don del poeta al lenguaje. Pero este don, como el lenguaje mismo, está destinado a lo común, es decir, a este punto anónimo en el que lo que importa no es una persona en particular, sino todo el mundo, en singular. […] Y es por ello que en el comunismo los poetas verán por encima de todo una nueva figura del destino del pueblo. Y «pueblo», aquí, significa ante todo los pobres, los obreros, las mujeres abandonadas, los campesinos sin tierra. ¿Por qué? Porque es ante todo para aquellos que no tienen nada que todo debe darse. Es para el mundo, para el tartamudo, para el extranjero que debe ofrecerse el poema, y no para el charlatán, para el gramático o para el nacionalista. Es a los proletarios, a quienes Marx definió como aquellos que no tienen nada, excepto su propio cuerpo capaz de trabajar, a quienes debemos darles toda la tierra, como también todos los libros, y toda la música, y todas las pinturas, y todas las ciencias. Lo que es más, es para ellos, para los proletarios en todas sus formas, a quienes debe prioritariamente ofrecerse el poema del comunismo».
En mi caso, como poeta comunista, investigo y experimento para crear una nueva estética socialista ya sea literaria y/o artística. Creo que es importante desde el arte y la cultura volver a dignificar conceptos que han sido estigmatizados y criminalizados, que aparentemente ahora suenan pasados de moda, viejos, obsoletos, que han sido relegados a un ostracismo innegable, pero que son imprescindibles para entender y comprender la historia.
¿Como por ejemplo?
Pues por ejemplo el comunismo mismo, el socialismo, el marxismo, la conciencia de clases, la lucha de clases, pero también conceptos como el espíritu crítico o la sensibilidad…
¿Por estos conceptos es por los que hay un cierto duelo en I SI UNA NACIÓ DESFILANT PER UNA CATIFA VERMELLA —rèquiem català— (2023, Edicions Poncianes)? [Y SI UNA NACIÓN DESFILANDO POR UNA ALFOMBRA ROJA —réquiem catalán—]? Hay como un dolor por el mundo pasado perdido, pero tampoco aparece ninguno nuevo…
Yo creo que sí aparece algo nuevo en el réquiem… El compositor catalán Marc Migó me propuso hacer de libretista para una pieza suya, para lo que él deseaba que fuese un réquiem en sentido nacional, a lo réquiem alemán de Brahms. Era un texto para ser cantado. Y se estrenaría en L’Auditori de Barcelona. Yo nunca he escrito por encargo, pero esta propuesta me permitía la posibilidad de dar forma artística a una cierta reflexión sobre Cataluña y la catalanidad a través de un réquiem. Además, imaginar el estreno de un texto mío allí y así, me parecía algo supermegaguay… con una orquesta… No sé, me parecía y me pareció una pasada.
Yo quise romper con un imaginario catalán con tintes identitarios nacionalistas que ni interpela ni representa a la mayoría ni a la totalidad de los catalanes de este país. Un imaginario totalmente desfasado pero que aún insiste y persiste por institucional. Supongo que lo nuevo aparece cuando quien decide protagonizar, interpretar y ejecutar, esa ruptura, es una celebrity catalana, una celebridad, una figura nacional y popular catalana. Una celebrity que es una nación, desestimada, izada como una bandera de principios de este siglo, por nueva, por contemporánea, pero ni besada ni jurada. Es decir, personifico la nación catalana en una mujer y, en vez de rendirle un homenaje o una conmemoración, la invoco. Es por eso por lo que digo que reinterpreto el sentido de un réquiem que normalmente es una misa para y de difuntos, y hago un conjuro. Podríamos hablar de una feminización del género del réquiem a partir de lo esotérico. Eso es lo que creo que es nuevo, mi aproximación a lo nacional-popular catalán desde lo glamuroso, desde lo femenino y lo marxista, otra vez, como siempre. Sin complejos. Me parecía pertinente porque ahora la cultura pop está muy de moda, pero también está constituida por inercias y mecanismos completamente neoliberales que hacen de Kim Kardashian o Britney Spears conceptos y cosas que, aunque me fascinan, aunque son celebridades y personajes peculiares e interesantes, llegan a un tope, llega un punto que no dan pa’ más. Y es precisamente ese gesto ridículo de intelectualizarlas más de la cuenta lo que me chirría.
Por supuesto mi celebrity, mi nación, es comunista, es socialista, es marxista, tiene conciencia de clase. También es muy melancólica. Nerea Campo, poeta catalana y directora del espacio de pensamiento crítico y creación artística A Cobert, en una de las presentaciones de mi libro, hizo una interpretación muy interesante a partir de su lectura haciendo referencia al texto Duelo y melancolía de Freud. Un duelo implica la aceptación, finalmente, de una pérdida; y la melancolía es un duelo que no se resuelve, es un duelo permanente, al que se acude una y otra vez. Yo me considero una artista muy melancólica, siempre vuelvo a las mismas heridas y a las mismas pérdidas, a aquellas que para mí responden a heridas y pérdidas universales. Quizás por eso, de primeras, puedo parecer algo narcisista, porque parto de duelos personales, pero siempre lo hago para acabar hablando de duelos colectivos, sociales. En mi réquiem hay dolor por algunas pérdidas, pero esas pérdidas no corresponden a ningún tipo de país ni a ningún tipo de nación concretos. Echo de menos la posibilidad y la potencialidad revolucionaria, en este caso, de los años 70, cuando parecía que era posible otro mundo, que era posible derrocar a la burguesía y combatir el capitalismo después de la muerte de Franco. No fue así. Nos acabaron de derrotar ideológicamente y políticamente, desgraciadamente. Aunque derrotar y fracasar no son lo mismo. Fracasar implica que tu proyecto político, económico y cultural no funciona. Si es derrotado es porque existía, de algún modo, la posibilidad de victoria. Por ello, contra el pujolismo que todavía acarreamos en Cataluña, esa referencia al PSUC en el texto: «les meves mans són el meu capital» [«mis manos son mi capital»].
Antes has hecho referencia a Yung Beef. Hablando del trap, en tu forma de recitar se percibe mucha influencia de ese género, mucho más que de la declamación lánguida propia de los poetas. Utilizas incluso el autotune en tu poema inédito «CARIÀTIDE».
Cuando explotó la escena musical en España con lo que podemos llamar trap o música urbana, o, simplemente, desacomplejamiento de músicos que no tenían miedo a experimentar y dialogar con otros estilos y formatos musicales, que usaban autotune y dignificaban géneros como el reguetón que recibía muchísimas críticas machistas y clasistas y, en cambio, lo escuchaba ya mucha gente desde hacía ya bastante tiempo, yo estaba viva, respiraba. Y siempre he escuchado mucha música, muchísima. Y me sentí, inmediatamente, parte de esa escena, de esa vanguardia, de eso nuevo que estaba sucediendo y reafirmándose y que trascendía lo musical y empezaba a colarse en el arte, en la literatura, en el cine, en la moda… Para mí fue inevitable sentirme parte de esa movida. Se ve en mi estética, en mi forma de interpretar, en mi forma de recitar, en mis referentes, incluso en mi forma de expresar lo político y mi militancia, que soy consciente que a veces puede parecer muy ofensiva. Contra la ofensiva capitalista, hay que pensar y performativizar ofensivas marxistas. Y el dar la cara y estar dispuesto a partírtela por los tuyos, la lealtad, la honestidad… todo eso eran cosas que esa escena representaba sin complejos ni miedos.
Yo creo que culturalmente esa escena marcó un antes y un después. Ahora ya han pasado años, hemos crecido todos, pero fue un tiempo muy enriquecedor para mí, porque de repente la lírica en la música española y catalana tomaba unas dimensiones muy genuinas y diferentes. Nadie escribe como Yung Beef ni como Bad Gyal. Nadie ha vuelto a escribir como Somadamantina. Nadie. Recuerdo sus primeros conciertos… También los de La Zowi, Albany, Soto Asa… Rosalía petándolo. Fue muy heavy. Se sentía en el ambiente que algo estaba cambiando artísticamente, que otros imaginarios eran reivindicados y otros eran posibles. Cierro Bijuteria con el poema UNROMANTIC TRAP GIRL. No es casualidad. Mi primer poemario está totalmente en sintonía con esa época, era inevitable. Desde las atmósferas que creo a partir de imágenes que hacen alusiones a la fiesta, a las drogas, a lo periférico, hasta conceptos como el anonimato o el éxito y, sobre todo, la hipersexualización femenina. De repente las mujeres tomábamos las riendas de nuestra sexualización y se convertía en arma política que controlábamos y poníamos al servicio de nuestras obras artísticas. Eso también creó mucho revuelo. El feminismo tuvo que plantearse ciertas cuestiones en relación con la estética, a lo sexual y a lo erótico. Se evidenció y se constató, e incluso me atrevería a decir que se dinamitó en cierta manera, la doble moral sexista y machista que todavía nos persigue, la de situarnos entre la puta o la santa, entre la amante o la madre. Para muchas mujeres fue muy liberador vernos representadas en una escena musical que no juzgaba nuestra manera ni de vestir, ni de bailar, ni de ligar. Sí, mis primeros poemas están totalmente impregnados de todo ese popurrí maravilloso con estéticas brillantes, excéntricas y sexis. Lo que jamás llegué a entender fue la reticencia de la cultura catalana ante esta escena, que no solo se dio en catalán, sino que, como he dicho antes, líricamente fue potentísima. La juzgaban o la ignoraban con ciertos prejuicios clasistas y moralistas y sentimientos de superioridad que todavía la caracterizan. Pero, en fin. Que les jodan. Como dice Alizzz: «les elits culturals som nosaltres també». Me siento un poco vieja hablando de y alabando a los padres y madres de todo aquello, pero es que lo son. El uso del autotune es algo más colateral, me interesa experimentar con el sonido, con el ruido, con modulaciones de voz en mis piezas, ya sea recitando o en una obra de teatro.
Y, de entre todos estos ámbitos que te configuran como artista, falta todavía uno, que es la parte religiosa. Tienes un ideario religioso, místico, que ha llevado a que se citen entre tus referentes a sor Juana Inés y a santa Teresa de Jesús, y tú misma en la Feria del Libro de Granada referiste a san Ignacio de Loyola al decir que, para ti, lo divino es lo universal. ¿Cómo conviven en tu arte Bad Gyal, Gramsci y santa Teresa?
Primero de todo tengo que hacer una reflexión al respecto. He de decir que Dios ha sido substituido por el capital y que ya no vamos religiosamente y por inercia a la iglesia, sino que, ahora, compulsivamente, vamos a los centros comerciales o compramos por Amazon, parece una obviedad. Una obviedad inofensiva e incluso algo «progre», de primeras. Pero el caso es que el capitalismo lo ha sistematizado todo, lo ha burocratizado absolutamente todo. Hasta la vida, hasta el sentido de la vida. Hasta nuestra existencia. De hecho, la existencia ha sido substituida por las experiencias. Ahora todo es experienciable, lo que conlleva la categorización de las experiencias y, por tanto, su mercantibilidad. Y eso es nefasto. ¿Por qué? Porque esa falta de mística, esa falta de magia, esa falta de fe, pensar que todo es responsabilidad nuestra y que todo recae sobre nuestros hombros y sobre nuestra individualidad, nos impide verdaderamente reflexionar profundamente sobre nuestro ser, sobre nuestro sentido en el mundo y, por tanto, sobre nuestro destino. El individuo no se pregunta ni qué hay más allá de él mismo, ni cuál es su sentido en la vida, ni cuál es el sentido de su existencia. Y esta incapacidad es muy peligrosa, porque si el individuo es incapaz ya de preguntarse por el sentido de su existencia, asumiendo que es una pregunta y una cuestión existencial y, por tanto, espiritual y, por tanto, racional con razón, que no racional sin razón —¿qué hay más razonable que preguntarse sobre uno mismo y su existencia cuando somos seres perecederos?— anula la posibilidad de desarrollar nuestra conciencia de clase y, por tanto, nuestro espíritu crítico y, por tanto, nuestra sensibilidad. Y se nos condena, así, a la alienación. Nos resignamos a una vida de precariedad y miseria porque «nos ha tocado» o porque, simplemente, nos conformamos con poder ir tirando o, a lo mejor, tener trabajos que nos consumen la vida pero con los que podemos irnos de vacaciones de vez en cuando, o salir de fiesta cada finde hasta desfasarnos para evadirnos y no tener que pensar más allá de absolutamente nada. Yo no digo que haya que recuperar una Fe cristiana y mucho menos si el cristianismo se pone al servicio del capitalismo, pero sí que creo que las sociedades occidentales cada vez están más atravesadas por una crisis y una falta de espiritualidad. Yo, personalmente, prefiero estar al servicio y bajo el juicio de Dios que estar al servicio y bajo la condena del capitalismo. No debemos olvidar que nuestra cultura está totalmente impregnada por unos valores cristianos, que algunos son despreciables, pero que otros, en muchas ocasiones, han sido el motor de procesos revolucionarios muy interesantes. Y ahí lo dejo.
Por un lado, creo que el eclecticismo de mis referentes es bastante natural y contemporáneo. Por otro, a mí me gusta defender lo ecléctico ante lo heterogéneo. Me imagino la heterogeneidad como cosas diferentes en un mismo todo, pero que no dialogan siempre auténticamente entre ellas, que no hay relación auténtica entre ellas. En cambio, el eclecticismo se caracteriza precisamente por ese diálogo particular y esa relación genuina entre cosas diferentes entre sí. «Combinación de elementos de diversos estilos, ideas o posibilidades», algo así dice la RAE. Y es esa combinación del eclecticismo, y no la mezcla de la heterogeneidad, lo que comporta que el diálogo entre las partes diferentes devenga en una totalidad interesante, más bonita y más justa en la totalidad, en lo particular y en lo común. Filosóficamente, el eclecticismo es muy interesante, surge en la antigua Grecia como un enfrentamiento dialéctico y retórico de ideas y conceptos diferentes. ¿Por qué no defender un enfoque conceptual que consista en combinar o intentar armonizar opiniones, teorías, tesis, estilos e ideas derivadas de distintos sistemas filosóficos para crear algo nuevo contra una realidad única o preexistente que, normalmente, es reaccionaria y aburrida? Y, bueno, la connotación femenina de lo ecléctico… Me encanta. Me encanta hacer malabares con los conceptos, pensarlos y crearlos con voluntad artística e intelectual. El eclecticismo permite lo complementario. Y lo complementario y lo accesorio, los complementos como los accesorios, como decía antes, desde una perspectiva radicalmente femenina me interesan y me apasionan. Me permiten imaginar y sacudir lo previsible que siempre es lo normativo.
Cuando hablas de espíritu, ¿qué significa para ti?
¡Uf! Pues no sabría explicártelo… Yo creo que soy una creyente no consciente, como decía de él mismo Pasolini. No puedo defender el espíritu. No puedo. Simplemente, no puedo. Tampoco creo que sea necesario, que sería banalizarlo. Necesito creer, personalmente y espiritualmente, en algo más allá que no sea la realidad material, si no me volvería loca. Sería guay arrebatarle el idealismo al fascismo y reconciliarlo con el materialismo. Hay que tener en cuenta que yo he tenido una educación profundamente religiosa, pero no por haber ido a un colegio concertado religioso, sino por haberla vivido en casa. Es decir, no he recibido una educación religiosa impuesta o infundada por monjas o curas, sino por mi madre. Y mi madre es la persona más noble que he conocido jamás, y ya está. Yo creo que eso marca la diferencia. Además, me encantan los textos bíblicos. La Biblia me encanta, es una de las obras de la literatura universal más maravillosa que existe, lo contiene absolutamente todo. Tanto lo malo como lo bueno. Tanto el bien como el mal.
Quien habla contigo en tu corto Limpieza (2020), ¿es tu madre?
Sí.
Pues hace una de las mejores reflexiones del mundo cuando le preguntas qué es la limpieza. Es una respuesta muy poética.
¡Total, sí! Mi madre, como toda mi familia, encarna, todavía, esa humanidad, esa vitalidad, esa espontaneidad del espíritu y de la cultura de las clases populares. Ese sentimiento que no es ideológico, sino humano. Y digo todavía porque la mayoría vivimos vidas totalmente regidas por una moral y una cosmovisión burguesas del mundo. Mi madre, no. Mi madre tiene su propia moral y es una moral universal, justa, verdadera. Bella. Proletaria. Con sus prejuicios, obvio. Pero esos prejuicios se disuelven inmediatamente cuando alguien dialoga con ella y le hace ver y comprender que son eso, prejuicios y que, como tales, no tienen nada que ver con la justicia. La humanidad y la nobleza de mi madre, cristiana a su manera, libre a su manera, me fascinan. Volviendo a Pasolini, en Cartas Luteranas, concretamente en el texto Los jóvenes infelices, decía que «hay una idea conductora sincera o insinceramente común a todos: la idea de que el peor de los males del mundo es la pobreza, y que por tanto la cultura de las clases pobres debe ser substituida por la cultura de las clases dominantes. En otras palabras: nuestra culpa de padres consiste en creer que la historia no es ni puede ser más que la historia burguesa». Y no solo tenía razón, sino que sus intuiciones son más vigentes que nunca.
¿Por qué escribes tus ideas políticas en forma de poesía en lugar de ensayos?
Yo quiero escribir ensayo, novela… quiero escribir de todo. Quiero escribir y dirigir películas… quiero explorar la literatura en todas sus dimensiones plásticas. Y sí, me encantaría escribir un ensayo sobre feminismo o teoría cultural marxista en el que pueda desarrollar precisamente mis tesis sobre la tensión entre la ideología y la belleza en el arte, que me permita pensar y crear una crítica cultural marxista. Es una cuestión bastante urgente. ¿Qué es la crítica cultural? ¿Existe todavía? La mayoría de críticas son descriptivas, acumulan datos. Está claro que debe existir, siempre, un arte para ser contemplado. Y que tenemos que huir del mal llamado «realismo socialista». Pero sin una crítica cultural propia jamás seremos capaces de imaginar de qué se trata eso de una cultura y arte socialistas. Situar las interpretaciones estéticas en una ideología me parece un reto y una necesidad al mismo tiempo. Yo no me escondo: contra el fascismo y el capitalismo, el marxismo es la única ideología que realmente tiene legitimidad y validez hoy en día. Parece muy panfletario, pero eso es porque no se ha leído ni a Marx, ni a Gramsci, ni a Pasolini. Ni se tiene mucha idea de historia. Porque se han perseguido, se han torturado, se han asesinados a los comunistas, y porque se ha estigmatizado su ideología cuando ha sido, al fin, «legal» o aparentemente inofensiva para el sistema. Las respuestas contra el capitalismo ya existen, lo único que se tiene que hacer ahora mismo es instruirse, organizarse y movilizarse para ejecutarlas. Y para ello es imprescindible luchar por la hegemonía cultural de las tesis comunistas en todos los ámbitos de la vida. Y los artistas y los intelectuales somos más imprescindibles que nunca en esa tarea. Quizás, por eso, hay tan pocos hoy en día.
Justamente esa es una de las mayores críticas que recibe el marxismo, ¿no? Que en la teoría funciona, pero que no se ha sabido llevar a la práctica.
No es que el comunismo no se haya sabido llevar a la práctica. Es que, como movimiento revolucionario, la gran mayoría de veces ha sido derrotado. A lo largo del siglo XX, el comunismo siempre ha estado en lucha contra el fascismo y el capitalismo, contra el imperialismo y la globalización, siempre ha luchado contra el poder, contra las clases dominantes que explotan a las clases trabajadoras. Y, obviamente, nos hemos encontrado siempre con todas las dificultades posibles y en condiciones muy difíciles a la hora de desarrollar un proyecto político socialista. Para ello, es inevitable que suceda en un estado de guerra de clases explícito, y ello comporta tener a las clases trabajadoras conscientes y despiertas, en actitud ofensiva y no pasiva. Obviamente en nombre del comunismo surgen proyectos barrocos, pero, joder, no muchos menos que en nombre del capitalismo. El capitalismo ha fallado y falla muchísimo más que el comunismo, ha fracasado muchísimo más en la práctica que el comunismo. Pero el capitalismo es un sistema perverso y terrorífico que sobrevive y se nutre a partir de sus propios fracasos. Y sí, el sistema capitalista se ha instaurado y ha derrotado el comunismo en muchas ocasiones. Pero ¿qué esperamos? ¿Que las oligarquías y las clases dominantes, que son las que tienen el monopolio del poder, no se defiendan? Ellos sí que saben que se tienen que defender, y lo hacen. En el comunismo, en cambio, luchamos con desventaja. Ya sea porque lo hacemos bajo un sistema capitalista, ya sea porque este adoctrina y/o elimina la conciencia de las clases trabajadoras. Y sin ellas, sin las clases trabajadoras en posición dirigente, estaremos siempre condenados a la derrota. Pero, es muy diferente ser derrotado que fracasar. Ser derrotado implica que se podría ganar. Fracasar implica que tu proyecto político no funciona. El comunismo ha sido derrotado, pero el capitalismo ha fracasado. Es innegable. Es ciencia. Es terriblemente normal que los procesos socialistas que se han intentado llevar a cabo no hayan podido culminar como nos gustaría o nos habría gustado. Lo tienen todo en contra. ¿Quién es más culpable y, por tanto, menos noble, Cuba o Estados Unidos? Esa criminalización del comunismo me parece demagógica, injusta y no realista, es decir, no histórica.
Recientemente has estrenado HIT ME IF I’M PRETTY o la princesa moderna en el Festival Grec de Barcelona y proclamas que es un mitin comunista y feminista, con una perspectiva histórica muy clara, porque te has basado en el texto de El príncipe de Maquiavelo y en El príncipe moderno de Gramsci.
Sí, HIT ME IF I’M PRETTY o la princesa moderna es una obra declaradamente feminista. Yo soy muy crítica con las inercias culturales de mercado que han hecho del feminismo un tema, una categoría, puro márquetin. La lucha feminista ha ido perdiendo independencia política a causa de su institucionalización y su fagocitación; ahora mismo, la política parlamentaria siempre va de la mano del capitalismo. Así que para mí fue un reto plantearme cómo hacer una obra de teatro declaradamente feminista —porque creo que toda mi obra será, siempre, inevitablemente e intrínsecamente feminista—, esto es, con un discurso explícitamente feminista, que estuviera alejada de la pornografía de los dramas personales y las propias experiencias. Insisto, el capitalismo es el mejor amigo del patriarcado, o son padre e hijo, o viceversa, no lo sé. Así que, obviamente, mi feminismo está enmarcado en el marxismo. Y es por eso por lo que interpreto una princesa nacional y popular, soberana, que sabe que es sexualizada y deseada, objetualizada, y que utiliza eso en beneficio de la revolución. Una princesa que, siguiendo a Gramsci, representa el Estado moderno. Es decir, un nuevo Estado contra el Estado capital y/o burgués en el que nos encontramos actualmente, un estado moderno fundido con el partido moderno. Que para los comunistas «El Partido» no puede ser de otro modo que comunista. Al final de la pieza, esta princesa —que es también estado y partido político— declara que su emblema es un espejo, un espejo de camerino, de tocador, de actriz. Y que esta actriz está instruida para ser una muñeca explosiva en nombre del estado femenino. Es decir, una actriz que interpreta una princesa nacional y popular, soberana, dispuesta a objetualizarse y sexualizarse al servicio de la lucha de clases. No en un sentido puramente sexual o erótico, sino político, dispuesta, instruida y perfecta para ser un artefacto, un instrumento político.
La feminidad es un arma revolucionaria, de nuevo. La feminización de ese príncipe de Maquiavelo y Gramsci me llevó a proclamar no solo un Estado moderno, sino un Estado femenino —que no feminista—. Y, obviamente, una princesa o un Estado o un partido humillado y violado, traicionado, puede llegar a ser muy violento, por bello que sea, para hacer justicia, para vengarse. Yo sí creo en una venganza de clase, por qué no. Me parece justo y verdadero. Y poético. Y necesario, además [risas]. Así que el «HIT ME IF I’M PRETTY» se vuelve el grito de guerra de esa venganza y ese acto de justicia. «Pégame si soy bonita», pero si me pegas estarás reconociendo, ipso facto, mi poder, que es el poder de la belleza, del erotismo, de la seducción, literalmente al servicio de la revolución. Hay algo de reaccionario y de fascista en el machismo. Me atrevería a decir que el machismo es esencialmente fascista. Eso no implica que la izquierda esté exenta de él. Pero es que hay algo de reaccionario y fascista en esa izquierda, o en ese tío de izquierdas que insulta, que humilla o que viola a una mujer.
Yo quería hacer una obra de teatro temida y amada como El Príncipe de Maquiavelo, violenta y bonita como una revolución. Por eso he feminizado tanto la figura del príncipe como el concepto de revolución.
¿Piensas que te creyeron inofensiva cuando te dieron el premio Amadeu Oller por Bijuteria, o cuando te llevaron a TV3 para presentar el Rèquiem Català, que no creían que fuese real toda la rabia y todo el dolor que muestras ahí?
Yo no creo que los medios de comunicación me crean o no inofensiva conscientemente. Pero está claro que, si me consideraran peligrosa, no me invitarían ni a la tele ni a la radio, no me entrevistarían los medios generalistas. Pero hay una peculiaridad en mí y es que, por mi discurso, la gente quiere leer mis libros, quiere ver mis obras de teatro, quiere saber de mí. Y eso vende. Pero también hay que tener en cuenta que hay gente que, por mis libros y mis obras de teatro, se interesan y prestan atención a mi discurso. Hay una dialéctica entre mi discurso político y mi obra artística. Así que lo mío no es arte, lo mío es propaganda [risas]. De todos modos, no es a mí a quien deberían tener miedo, sino a las clases trabajadoras organizadas. Y creo que la coyuntura política actual favorece su organización y su movilización, aunque sea de modos diferentes, de modos que ni si quiera puedan llegar a imaginar o a prever. Y aunque necesitemos tiempo, te prometo que sí, que nos deberían tener miedo.
A mí, mientras en El País me dejen escribir los artículos que escribo, mientras yo pueda hacer lo que me dé la gana, asumiendo a veces ciertos límites y ciertos malabarismos a los que un artista militante debe hacer frente, me da igual si me creen inofensiva. En enero ya me censuró VOX HIT ME IF I’M PRETTY o la princesa moderna en el Festival Escena Abierta de Burgos, ya he tenido que rechazar trabajos o intervenciones porque consideraba que no tendría la libertad suficiente ni para hacer mi trabajo ni para que este vaya dirigido a quien va dirigido. Porque, desde luego, mi obra no va dirigida ni a las oligarquías ni a los medios de comunicación. Yo quiero ser hegemónica, no mainstream.
En El País te estrenaste hablando del Satisfyer, de hecho.
¡Sí! Muy guay ese artículo. No me gustan todos los artículos que publico en El País, pero ese sí, especialmente. ¡Y fue el primero! Me ha costado pillarle el gusto y el truco a escribir en columnas, pero poco a poco voy aprendiendo. Umbral también escribía en El País. Y Pasolini en El Corriere della Sera. Me gustaría imitarlos y seguir sus pasos en ese sentido. Además, que escribir en medios generalistas me da la posibilidad de interpelar y crear nuevos públicos y nuevas sensibilidades. Quizás soy inofensiva, pero no soy ingenua. Articular políticamente mi presencia tanto en el poder cultural como en el poder mediático es un reto y un deber. A veces, aunque me desquicie por momentos, me parece incluso divertido, por paradójico. Porque… Juana Dolores somos todos, no solo soy yo.
Que amplia cobertura tiene el comunismo siempre en JotDown, año 2023.
…y no me parece mal. El fascismo ya está presente en muchos medios y nadie se queja. Da gusto leer a ésta mujer.
Si la poetisa es comunista, ¿no se le pregunta sobre política? ¿Sólo sobre literatura? ¿No se le entrevista?
Más bien es una comunista que se hace pasar por poetisa. Su «literatura» trata únicamente de comunismo, como se constata en esta divertida entrevista.
Vós, Senyor, que m’heu concedit els misteris del Jo
i la seva carn/ iel seu verb. Vós, Senyor
que de la carn heu fet bronze i del verb heu fet plata,
compadiu-vos d’aquest desitjar el Món amb
ulls de dona: profetitzo les raons dels savis i els entesos
i la bellesa dels senzills, també el dolor de saber-se
fang – també el dolor. Vós, Senyor,
que heu maleït com es maleeixen els que, al temple,
compren i venen l’amor de les nacions, compadiu-vos
d’aquest desitjar el Món amb mans de dona: sostinc
el sacrifici dels pobres, dels malalts, dels vells,
del que n’has fet or – també, del sacrifici, n’has fet
or. Vós, Senyor, que heu estimat com s’estimen
els pobles, compadiu-vos d’aquest desitjar el Món
amb el cor de dona: trepitjo terra de terres, beso
terra de terres perquè heu revelat als senzills tot allò
que heu amagat als savis i als entesos – també
als déus, també a tots els déus. Vós, Senyor,
que heu fet robins i safirs de tots els meus pecats,
compadiu-vos d’aquest desitjar el Món amb ventre
de dona: profetitzo – també / Jo / profetitzo. Vós,
que m’heu manat escandir-me la ràbia fins a desdir-la,
que m’heu manat escandir-me el sexe fins a desdir-ho,
compadiu-vos del fracàs dels homes.
Amén.
Joder con el comunismo. Anda, déjalo y no quedes mal.
O no lo dejes, pero reconoce que te gustaría la censura.
Difícil que me gustase más la censura que a un comunista de pro.
Pues mira, ya coincidís en algo. Ves, con un poco de esfuerzo todo el mundo se entiende.
Sorprendido por la entrevista. No sabia que existieran personas así en la vida real.
Este tipo de personajas sobre todo aparecen en épocas de hiperabundancia, recogiendo patatas en 1930 no estaría con estas idioteces
Mi padre, ingeniero aeronaútico, tenía un compañero que estuvo cavando patatas, así lo contaba, hasta que harto, miró al cielo jurando que no iba a pasarse la vida de esta manera. A fuerza de estudiar ingresó en el ejército y se hizo ingeniero aeronaútico, y te lo señalo para que no confundas la condición con la capacidad de formación ni el origen con la capacidad dialéctica e ideológica. Puede que ella hiciera lo mismo aunque le hubiese tocado empezar cavando patatas y le apretara la necesidad, como indicas.
Eso díselo a Miguel Hernández
La entrevistada combina una enternecedora ingenuidad intelectual y política con una agresividad irracional y casi infantil. El diagnostico rápido es que esta persona aun esta por madurar.
Pues Juana me parece a mi una mujer muy brillante y lucida…
Lo que quieran ustedes, pero no se puede entender el mundo nuestro sin Marx. Marx es como el antes y después de la modernidad y todos somos un poco marxistas sin darnos cuenta.
Lo que no esta en Marx es la sociedad poscapitalista que vendría después. Ni la version Soviética ni la china son alternativas interesantes evidentemente. Pero eso no seria definitivo creo yo.
Juana tal vez puede llegar a ser esa directora política que nos falta en el cine espanol. Pedro Costa tiene razón cuando afirma que la claudicación del cine ha sido total frente al capitalismo. Hay ejemplos a seguir o tener en cuenta: Alexander Kluge que ha rodado una version de «Das Kapital» que esta en youtube. Godard por supuesto y su proyecto nunca realizado de rodar «El 18 De Brumario de Luis Bonaparte». Hay cosas por ahí..
Da esperanza leer una mujer tan joven y luchadora como es Juana…
O otro ejemplo sin coger directamente el tangente del Marxismo, que echa para atrás a mucha gente.
El medio ambiente y el cambio climático. Cuando ha dado cuenta de aquello el cine? Llevan décadas contándonos del todo pero nunca eso. Como es posible?!!
Bresson lo hizo en el 77 con «El Diablo, Probablemente». Buscadlo en Filmin. Hace 40 años había un senor que hizo un film sobre la juventud desencantada y un capitalismo devorador que todos los dias esta destrozando el planeta a marchas forzadas. Planos de ríos contaminados, de contaminación fuera de control. Muchos planos.
En el 77 lo hizo Robert Bresson, asi que nadie puede decir que no estaba al tanto. Que llevamos haciendo los ultimos 40 años?
Es una película sin concesión ninguna, dura, durisima, de repente de una actualidad terrorífica. «El Diablo, Probablemente»…
Para provocación, el acoso que cometió a un ex novio suyo.
Se podría desarrollar esa afirmación? Es interesante lo del acoso al novio…por lo demás, joder cómo está la peña…vaya cacao mental. Y de los muertos por el Stalinismo, como normalmente, ni una palabra.
Desde luego, cómo está la peña.
Una entrevista a una poeta y uno calumnia bajo anonimato y otro palmero da pábulo y remata con reductio ad Stalinum. Para moralizar tanto, son bastante lamentables.
Y ésto te lo dice el de el nick de; «Fachas no», todo correcto.
Bien, otro facha en el saco.
Este que escribe no ha calumniado a nadie (como Joaneta) ni usa la lógica como papel higiénico (como Aga).
Yo no moralizo, directamente ataco a los fachas.
PP: o Fassbinder y su empeño en retratar la sociedad posguerra alemana. Fassbinder desnudo hablando por telefono tras el suicidio de los Baader Meinhoff. Fumando por supuesto. Con la tele puesta siempre. Fassbinder hablando con su madre un tanto fascista en «Deutschland Im Herbst». Fassbinder que esperaba de verdad la revolución…
En España, hemos tenido que esperar hasta antes de ayer para que saliese las fosas en una pantalla de cine. Y si no es por Sorogoyen y Pena su socia, no existe la corrupción política en el cine espanol tampoco si alguien en 20 años quiere mirar atrás.
Si Fassbinder es el guía para entender la (fascinante) Alemania pos guerra, quien lo ha sido para entender la España postransicion? Pedro hasta cierto punto, pero Pedro recula del abiertamente político, como el.mismo dice.. Eloy de la Iglesia hasta cierto punto también, pero dejo de rodar demasiado joven. En los 90, apenas rueda nada.
En fin… Godard como se sabe se obsesionaba con que nadie había rodado los Campos, pero la verdad, la ausencia de cosas tan fundamentales como las fosas, la corrupción política o el medio ambiente y la crisis que viene en nuestro cine es muy llamativo….
Nos vendría muy bien alguien un poco rebelde como Juana…
¿Alguien sabe donde se pueden ver sus cortos?
Bueno dado que la entrevista se concentra en asuntos políticos y económicos sobre los que la entrevistada opina como activista, creo que todos tenemos también el derecho y el deber de opinar, pues si leemos esta entrevista y no decimos nada parece que es que nos gusta y además,
ya que se trata de provokar….
el marxismo es una de las peores ideologías que ha parido occidente, porque es dogmática, idealista, utópica y da lugar a planteamientos totalitarios, como muestra la propia entrevistada. Es totalitaria porque no cabe tolerancia alguna con cualquier crítica al marxismo, como las que ya se han hecho desde muchas perspectivas en especial: que en las empresas capitalistas el empresario NO expropia la plusvalía del trabajador, en absoluto; que la propiedad colectiva de los medios de producción es un disparate; que el dinero no es malvado ni capitalista, sino un medio de dinamizar la economía, que no puede volver a ser artesanal, como creía Marx.
En fin, que los que estamos seguros de que el marxismo y el comunismo es la peor idea del Mundo (Isaiah Berlin) defendemos la tolerancia, la ausencia de dogmatismo, la lucha contra la tiranía de todo tipo, la lucha contra el abuso de poder de los poderosos políticos y económicos.
Si se trata de provokar…..
El capitalismo occidental ha evolucionado hacia formas moderadas, nada que ver con las del siglo XIX, y no gracias a Marx, en absoluto, sino a estudiosos como Keynes, partidos como el liberal y laborista inglés, con ministros como Churchill que aprobaron leyes sobre la jornada laboral y otras de control de las empresas, pero nunca suprimiendo la propiedad privada ni la libertad económica.
Si se trata de provokar…..
Como termino mis comentarios, cada vez que veo decir que el marxismo y el comunismo … me hecho a temblar.
PD ¿Cómo es posible entrevistar a una activista dogmática y no enfrentarla a sus propias contradicciones y a las cuestiones críticas de todo planteamiento comunista? ¿Acaso Jotdown es un medio de difusión acrítico de estas ideas? ¿Dónde está el ámbito de libertad de pensamiento? ¿O es que la periodista es simplemente una panegírica?