Esta entrevista está disponible en papel en nuestra trimestral Jot Down nº 43 «Europa»
El lugar de encuentro es su segunda casa: ADIUR. La Asociación Deportiva Infantil Unión Rosario es un club y también una escuela de jugadores argentinos con proyección al mundo. Fabián Soldini (Guatimozín, 1963) no nació en Rosario pero es tan rosarino como Messi y es el hombre indefectiblemente asociado a él cuando ese nombre estaba muy lejos de ser reconocido en el mundo entero. Lo vio jugar en las infantiles de Newell’s de Rosario pero no fue uno más, Fabián Soldini es el hombre que llevó a Messi al Barcelona. Forma jugadores de fútbol, lo que muchos chicos nacidos en Argentina sueñan para su futuro, y a algunos de ellos también los representa. Entre la práctica deportiva, la pasión, la profesionalización, el negocio y el juego recreativo, el fútbol es muchas más cosas que un deporte, es algo que puede verse tanto en los grandes estadios como en los potreros, las calles y las «escuelitas de fútbol», el modo en que se llama a esos lugares a los que los padres llevan a sus hijos apenas empiezan a patear una pelota.
A las diez de la mañana, ya están los más chicos en la cancha, sentados en fila, esperando que el entrenador los llame; uno patea, el otro ataja. Ellos mismos se encargan del relato: «Es el turno de Montiel, el Dibu se prepara». Los más grandes corren en otra cancha, detrás del lugar donde hacemos la entrevista para saber cómo se forma un jugador, cómo trabajan con los clubes, cómo se acompaña a un chico de doce o trece años que sueña con Europa como destino.
Hace unos años, cuando Messi fue a España, era raro que un pibe de trece años se fuera a jugar a Europa.
Sí, cuando lo llevé para probar, me preguntaron si estaba traficando niños.
¿En serio?
Te juro.
¿Cómo fue ese primer acercamiento tuyo? ¿Te hablaron de él? ¿Lo viste?
Verlo a Messi, lo ve mi abuela con cataratas. Yo no quiero meterme una estrella. Yo representaba al hijo del tío de Leo, que es Claudio Biancucchi, y me dice: «Che, Fabi, vos lo atendés rebien a mi hijo y tengo a mi sobrino que es un crack y no le dan bola».
¿Y el primo era más grande?
Claro, Maxi Biancucchi era categoría 84, y Leo, 87. Cuando nosotros vamos a ver un partido de la local y veo a un enano que hace pim, pim, pim, digo: «¿No será ese el sobrino de Claudio?». Entonces lo llamo, a Claudio: «Acabo de llegar a ver a la local y está jugando la décima, ¿no será el que tiene la camiseta 9 tu sobrino?». Y me dice que sí. «Haceme una reunión con el padre ya». Era un domingo, el padre trabajaba en una fábrica de Acindar, entraba a las cuatro de la mañana, y quedamos para vernos el sábado siguiente. Nos vimos en un bar de Mitre y Córdoba, un bar que ahora no está más, y ahí nos reunimos. El padre me dice: «Si vos te querés hacer cargo, yo necesito dos cosas: una es que me pagues las vacunas porque Newell’s no me las quiere pagar, pagó una y no quiere pagar más el tratamiento hormonal para el crecimiento, y la otra es que yo me quiero ir del país». ¿Por qué se quiere ir del país? Por dos motivos. Uno, porque un chico de la categoría 88 se había ido al Milan (Leandro Depetris), y el otro, por la situación del país, porque estábamos en el 2000. Eso fue en febrero del 2000.
¿La familia lo veía como una salida económica?
Totalmente, totalmente.
Viéndolo a la distancia, si Newell’s le hubiera pagado el tratamiento, no hubiera sido lo mejor para él.
Totalmente. Yo siempre lo digo, y no es por meternos una estrella nosotros, pero, si Leo se hubiera formado acá, no sería el Leo que es.
¿La formación es muy diferente en el Barcelona?
¡Sí! Él cayó en el lugar justo. Y digo que Barcelona era el lugar justo por la lengua, porque, si se hubiera ido a Italia, no sería lo mismo, y cayó en un club con una metodología, para él, perfecta. La metodología del Barcelona, traída por Cruyff de Holanda, tiene como objetivo lo formativo del jugador, no le importa el resultado. La metodología de la formación es muy, muy buena, y todavía sigue dando resultados.
¿Y además es contenedora con pibes chiquitos o está más centrada en la disciplina?
La diferencia con nosotros es que la disciplina la tienen en la cultura. Nosotros, si traemos a un europeo, por ejemplo a un alemán con una disciplina perfecta, lo traemos acá y lo modificamos. Yo siempre cuento de un amigo que era el hijo del alcalde de Turín y se vino acá de vacaciones; era grande, se vino acá y, al año, lo tuvo que venir a buscar el padre. ¿Por qué? Acá se vive distinto, no tenemos una disciplina o una estructura como puede tener un europeo, con la cultura y la sociedad que tienen.
Bueno, en el fútbol argentino, se dan bastantes hechos de violencia, las canchas no son un lugar muy seguro que digamos…
Es cultural. En España no. Primero, porque ni siquiera hay tejido, vos te apoyás en un caño, te sirven cerveza y ves el partido. Yo siempre hablo de las diferencias con las canciones de la cancha. En España sacan un pañuelo y cantan: «Dimite, dimite, que se vaya» o «¡Qué malo eres!, ¡árbitro, qué malo eres!». Esas son las canciones, se me quedaron grabadas… Imaginate si uno llega a decir eso acá [risas]. Otra era: «Hola, don Pepito», y la otra hinchada contestaba: «Hola, don José». Una cultura completamente diferente.
Pero acá pasa también en las categorías infantiles. Los padres insultan al árbitro, insultan a los chicos, se pelean…
Acá es una locura y cada vez vamos a andar peor. No sabés las cosas que se dicen: «¡Quebralo, matalo!». Es una cosa que no se puede entender.
¿Puede ser que, ante la crisis económica cada vez peor, haya una desesperación de los padres para que el hijo triunfe, «que se vaya a Europa y nos salvamos todos»?
Hay algo de eso, sí, que el chico nos puede salvar… y no solo con Europa, porque se abrió mucho, está la MLS, por ejemplo. Pero que el chico llegue a primera división es el objetivo.
Decías que Messi fue a Europa, en gran medida, porque el padre dijo «nos queremos ir del país».
Y porque se fue Depetris. En aquella época, en Newell’s había tres jugadores. Uno de categoría 88, que era Depetris; Leo, de categoría 87, y Billy Rodas, que era de categoría 86. Si vos ibas a la cancha y después te preguntaban, a unos les gustaba Messi, a otros les gustaba Billy, y a otros, Depetris. Eran muy parejos en ese momento y ahí es donde voy: Leo, quedándose en España, hoy es el jugador que es por cómo se forman allá.
Y debe ser dificilísimo para un chico quedarse en otro lado.
La familia de Leo se vuelve a los seis meses, y él se queda con el papá. Hay un gran trabajo de contención de Jorge en ese aspecto, muy grande. Y también que Leo quería triunfar. Él siempre quiso lo máximo y quiere lo máximo porque, si no, no se entiende cómo sigue batiendo récords y récords. Él siempre quiere más.
No alcanza con tener talento.
¡No! Siempre pongo un ejemplo. En divisiones inferiores, el gimnasio era voluntario, si querías, ibas y, si no, no. En el gimnasio te daban una tarjeta para marcar y el que tenía asistencia perfecta era él. Él siempre sabía lo que quería.
¿Y cómo era tu trabajo y el de tu socio? ¿Lo llevaron al Barcelona y siguieron con él?
Sí, durante cuatro años. Desde 2000 hasta 2004 estuvimos con él, hasta que debutó. Debutó a los diecisiete, el día de mi cumpleaños, el 16 de octubre de 2004. Después Jorge me dijo que quería seguir conmigo, nada más, y no con mi socio, y a mí no me pareció correcto. Tengo unos valores. Mi socio, Martín Montero, pagó las vacunas, pagó los pasajes aéreos. Durante cuatro años, la inversión económica estuvo a cargo de él. No me parecía correcto quedarme yo solo.
El trabajo que vos hacés, que en Argentina se llama representante, y en España, agente, ¿cómo lo definís?
El trabajo es acompañar al jugador, pero a través de una confianza mutua. Por más que se puedan haber firmado cien mil papeles, no tienen validez si no hay confianza en la representación. Esa es la definición que hago. Yo trato de armar un equipo con la familia, que haya un equipo detrás del jugador para detectar si hay una lucecita amarilla que se prende. Si hay una alerta, decir «che, pasa esto, pasa lo otro», pero en forma conjunta con la familia. Pero el fútbol está viciado y, cuando el jugador está por llegar, viene otro representante y le ofrece dinero, un auto o algo, y ese jugador se te va sin ver quién lo acompañó.
Yo tuve un caso con Nacho Scocco que siempre me gusta contar. A Nacho lo fui a buscar a la misma edad que a Lionel, a los trece años, y, a los catorce, lo traje a Newell’s. Hace toda su carrera y debuta a los dieciocho años, saliendo campeón. Lo viene a buscar un representante de Buenos Aires que ofrece un dinero muy, muy importante en dólares, para toda la familia. Entonces se hace una reunión a la que me llaman a mí y vienen los de Buenos Aires para que Nacho decida cómo seguir. Y el de Buenos Aires le pone un ejemplo, dice: «Hacé de cuenta que hay una señora embarazada y está en un pueblo que no tiene maternidad. Entonces viene Fabián y la lleva hasta la autopista, y nosotros venimos por la autopista y la llevamos hasta la maternidad. Esto es lo mismo: Fabián te trajo hasta acá, pero nosotros te llevamos a Europa». Eso fue en la comida y yo no dije nada. Y Nacho les contestó: «Les agradezco mucho, pero me hubieran venido a buscar a los trece años como me vino a buscar Fabián».
Y ahí depende del jugador o de la familia.
Depende de la familia. Nosotros tenemos mucho acompañamiento porque a la mayoría de los jugadores los detectamos de chicos y los acompañamos, y, después, por lo difícil que es el fútbol, por lo contaminado que está, hace que puedas perder a un jugador por una cuestión de dinero.
Sos representante, ¿también intermediario?
Son dos cosas distintas. Por ejemplo, si yo soy intermediario y vos representás a un jugador, yo vengo y te digo: «Voy a llevar a tu jugador a tal club, pero vos lo seguís representando». Yo soy el que tiene el contacto con el club y hago la intermediación.
Cuando lo llevaron a Messi, ¿lo hicieron a través de un intermediario?
Es lo que hizo Josep Minguella, un agente muy importante durante una etapa en Europa porque lo llevó a Maradona, lo llevó a Rivaldo, lo llevó a Ronaldinho, lo llevó a Riquelme, los llevó a todos al Barcelona. En el caso de Leo, él fue el intermediario. Nosotros nos pusimos en contacto con él, y él nos puso en contacto con el Barcelona. Nosotros éramos los representantes, él era el intermediario. Yo estaba con otro amigo, Juan Mateo, que fue el que le dijo a Minguella: «José María, acá estoy con Fabián, que tiene al nuevo Diego», porque yo lo tenía que vender y ese era el speech.
Debe haber sido muy fácil.
No, no fue fácil porque no te creen. Lo del «nuevo Diego» lo habrán dicho mil veces… Yo decía «tengo al nuevo Diego», le hice unos videos con una pelota de tenis, con una de pimpón, pero, bueno, tenían que verlo en la cancha.
¿En algún momento estuvo por jugar en la selección española?
Te cuento: a Leo, la selección española lo llamaba para jugar allá, pero él tenía la ilusión de jugar en la de Argentina. Estamos hablando de que podía venir a la sub-15, después a la sub-17, pero no lo llamaron nunca. Y, como él quería, hicimos una promesa. Leo tomaba mucha cocacola y yo no quería que tomara, entonces hicimos una promesa: hasta que no nos llamen de la selección argentina no tomamos más cocacola. Pensé que iba a ser rápido, tenía quince años… pero estuvo mucho tiempo sin tomar cocacola [risas]. Entonces le traje unos videos a Claudio Vivas [ayudante de campo del cuerpo técnico de la selección argentina por esos años], él los mostró, pero, en ese momento, Leo jugaba en torneos regionales, porque, en España, las inferiores son así. Metía cinco goles por partido, pero no jugaba contra el Real Madrid o contra el Valencia, sino contra el Castelldefels, el Lleida o el Hospitalet, y ellos decían: «¿Quiénes son estos?». Es decir, nunca lo tomaron como que había que traerlo. Era otra época, ¿no? No lo tomaron en cuenta hasta que Leo va con el primer equipo del Barcelona a jugar un amistoso, cuando se inaugura la cancha del Porto, y ahí lo convocan. Ya fue directo para la sub-20, para la 15 y la 17 ya había pasado.
Y mientras tanto a la selección española le decía que no.
Siempre. Siempre le dijo que no, no tenía otra cosa que la selección argentina. Iban todos sus compañeros y él no.
Decís que tu trabajo es acompañar al futbolista. Uno aquí, en la cancha, ve un grupo de chicos entrenando. ¿Cómo es el paso de ver a un niño, un adolescente, a ver un futbolista?
Ser futbolista es muy difícil. Yo digo que es mucho más fácil ser abogado, ser ingeniero o ser médico que ser futbolista. Por una simple razón: los futbolistas tienen que estar entre los dieciséis y los veinte años, cuando son adolescentes, tomando decisiones, cuidándose y teniendo un factor suerte para ser futbolistas. En cambio para ser médico, yo puedo empezar a los dieciséis años y me puedo recibir a los treinta y tres, para eso no hay un tiempo. Para ser futbolista tengo un tiempo y a una edad en la que no tengo el crecimiento para un razonamiento adulto. Ahí están las equivocaciones y ahí está el acompañamiento y la contención, son muchos los factores. Y, además, el lugar que te toca, el técnico que te toca, el formador que te toca. Nosotros hacemos estadísticas, hace catorce años que tenemos este club y no queremos que se vayan los chicos muy chiquitos.
¿Se están yendo desde muy chicos?
Claro, porque los vienen a buscar y los seducen. Viene Boca, viene River o Newell’s, y ellos prefieren jugar en esos clubes. Y como el proceso es muy largo, nosotros queremos que se queden aquí hasta la séptima división, hasta los dieciséis años. A partir de ahí, ya pueden tener otro acompañamiento.
Pero los padres te pueden decir: «Prefiero que esté en Boca y no en ADIUR».
Yo no lo aconsejo. Se va con doce años, tiene que tomar un colectivo [autobús], tiene que despertarse todos los días con uno que no es su mamá ni su papá o el abuelo y tiene que vivir en una pensión. Yo parto siempre de esto: antes que un futbolista hay un ser humano, y nosotros buscamos acompañar al ser humano para que sea futbolista. Es muy, muy difícil para un chico irse de la casa tan chiquito.
Y ese trabajo de contención, ¿lo hacen ustedes?, ¿el club?
Nosotros elegimos el club. El chico se puede ir a probar a varios lugares, nosotros le damos dos o tres opciones para que se vaya a probar. Por ejemplo, si vos me preguntás hoy, un club cinco estrellas es River. Nosotros queremos que el chico tenga un buen colegio, una buena alimentación y una buena contención. River tiene todo eso.
¿Cómo van al colegio los jugadores de fútbol?
River es distinto, trabaja sobre el jugador. Ellos están apuntando al jugador de fútbol, entonces tienen un tutor, un maestro cada cuatro alumnos en una mesa. Los chicos van a un colegio de River, que está en el club, y la enseñanza es totalmente distinta. Por eso digo que es cinco estrellas. Por ejemplo, en un colegio común, los chicos se llevan química o física, ¿para qué lo quieren?
¿Entonces tienen otras materias?
¿En River? Sí, claro. Tienen sociales, inglés, todo aplicado al fútbol. Por ejemplo, llegan a la pensión y tienen el pizarrón con el menú escrito en inglés y en español. River está haciendo una diferencia muy grande en todo ese aspecto.
Y por fuera de River, ¿qué otros clubes trabajan bien?
Boca está bien, Belgrano de Córdoba está bien, Talleres está bien, Defensa y Justicia está muy bien, después, Racing e Independiente y los dos de Rosario, pero, con Newell’s y Rosario Central, nosotros no necesitamos la pensión porque los chicos viven acá, siguen viviendo en su casa.
¿Desde qué edad reciben a los chicos?
¿Acá?, desde los cinco años.
¿Y fútbol femenino?
Sí, tenemos primera división y chicas de dieciséis años.
¿ADIUR tiene un vínculo con el Villarreal?
Sí, teníamos. Lo estamos terminando ahora. Estuvimos como trece años con ellos.
¿Había una búsqueda de venir a este club con la proyección de ir a jugar a Europa?
Hay una seducción, pero nosotros no lo enfocamos en la seducción porque es muy difícil que muchos chicos puedan irse a Europa. Primero, porque hay que tener pasaporte comunitario. La ley FIFA te permite a partir de los dieciséis años, pero a nosotros nos interesó mucho la metodología, que era muy parecida a la del Barcelona. Nosotros formamos el club porque se nos fue Leo y nos quedamos sin nada. Fue una inversión muy grande y no ganamos un euro, así que formamos un club. Yo, por Leo, me crie formativamente más en Europa que acá, y veía que esa metodología era mucho mejor que la de acá. Entonces, cuando él se fue, presentamos un proyecto en el Barcelona que se llamaba El jugador nace o se hace. Me acuerdo que, para entrar bien, había elegido de padrino a Juan Antonio Pizzi, pero, por una cosa o la otra, salió para otro lado y lo hizo otra gente acá. Entonces, a través de mi otro socio, Iván Hernández, fuimos al Villareal e hicimos el vínculo.
¿Eso implicaba que, en lugar de llevar los jugadores a Boca o River, los llevaban allá?
Venían ellos, elegían uno y se lo llevaban.
Pero ahora cortaron el vínculo, ¿qué tienen por delante?
Lo estamos haciendo exactamente ahora. ¿Qué tenemos por delante? Tenemos un nombre ya, un nombre instalado en Argentina y muy reconocido por el jugador que formamos, así que, por el momento, nos queremos quedar acá, solos.
Nosotros empezamos a hablar sobre tu relación con Messi. ¿Estás cansado de que siempre te pregunten sobre eso?
No. ¿Sabés qué pasa? Quiero contar la verdad y la verdad está oculta. Y, si me preguntás por qué, yo no te sé decir, habría que preguntarle a la otra parte. Leo no dice que lo llevamos nosotros. La verdad está oculta.
¿Y eso te molesta?
Eso me molesta, entonces no tengo ningún problema cuando llegan y quieren hablar de Messi. Hace poquito vino un periodista de Japón. Se tomó un avión que tardó treinta horas, pero dijo: «Quiero saber la verdadera historia de Messi».
¿Y qué es lo que dice Messi?
No sé. Creo que no se le pregunta, que tienen prohibido preguntarle.
¿Cómo es tu relación con él?
La relación está cortada. Estuvo cortada desde 2004 hasta 2015, que no nos hablamos. En ese momento, le escribí, nos juntamos y estuvimos como si fuera la primera novia, estuve en la casa de él y después se vuelve a cortar de nuevo.
¿Suponés que son cosas que tienen que ver con la familia, que hay cuestiones económicas…?
Sí. Para mí el tema es la forma. Yo puedo terminar cualquier contrato. Yo tengo que ser agradecido con el que me llevó y me pagó la vacuna. Soy Jorge Messi en este momento, termino el contrato y digo: «Bueno, Fabián, yo quiero representar a mi hijo. Hasta acá llegamos, sigue cada uno por su lado, pero sigamos viéndonos, ¿qué es lo que debo? Soy agradecido porque me ayudaste en este camino, cuando Leo no era nadie, me ayudaste a que llegue a la primera división del Barcelona».
¿Entonces creés que tiene que ver con Jorge Messi?
Jorge, Celia, toda la familia. Porque Leo, la verdad… Pienso que a Leo le contaron una historia. Leo se dedica a jugar, nada más que a jugar. Es decir, ¿por qué se fue del Barcelona? No estoy de acuerdo, y no estoy de acuerdo porque sé lo que él ama al Barcelona, lo cómodo que estaba en Barcelona, así que mover todo, los hijos, para ir al PSG y todas esas cosas, mandar el fax ese que mandaron, la forma, no, no, no…
¿Fue una decisión que tiene que ver con lo económico y no tuvo en cuenta lo personal?
¡Se largó a llorar por irse! ¿Por qué te vas a largar a llorar? Si te querés quedar, te podés quedar. Si sos el dueño del Barcelona. Vos no te largás a llorar si te querés ir.
Desde que ustedes dejaron de representarlo, ese trabajo lo hizo su padre. ¿Cuál fue el motivo?
Sí, el papá dijo «para qué te necesito ahora»… Él se quiso quedar conmigo por la relación que yo tengo con Leo, que tenía con Leo. Estaba todo el día con él, tenía una relación bárbara. Y, bueno, entonces el representante iba a ser Jorge y me parece bárbaro, podría haber sido: «Terminamos, che, a ver cómo arreglamos lo económico. Entiéndanme, quiero ser yo el representante de mi hijo, gracias», y hubiéramos seguido… Yo lo único que lamento es no poder disfrutar a Leo como lo tenía que haber disfrutado en toda su carrera, eso es lo que más me dolió. No me dolió la plata, porque entiendo cómo es este juego del fútbol. Porque no solo perdí a Messi, fueron otros jugadores que también perdimos. Pero entiendo, si un jugador no quiere estar más conmigo y se va con otro representante, es parte de la regla y lo aceptás. Si conocés las reglas, lo aceptás y, si no, dedicate a otra cosa, porque es parte de este juego que no es un juego.
Decís que te formaste en Europa, ¿qué aprendiste allá?
Aprendí que es más importante cómo se forma el jugador que el resultado. Yo, por ejemplo, voy a un partido y hago tres preguntas distintas: ¿cómo jugamos?, ¿quién se destacó?, y ¿cómo salimos? Y acá el noventa por ciento de la gente te dice «¿cómo salimos?». Y a mí no me interesa solo el resultado, porque todo esto es formativo. A mí me interesa que haya un inicio de juego, no me interesa que el arquero tire la pelota, me interesa que haya una elaboración, una metodología de trabajo para llegar al objetivo que queremos. Ganar ¿cómo?, no ganar de cualquier forma. Nos interesa mucho la forma, que el jugador salga de acá con todos los conceptos; esto es como un colegio. Primero tienen que aprender las vocales, el abecedario, hay que ir por partes. El jugador de fútbol va aprendiendo todas las cosas, no se puede correr si antes no gateamos. Y eso lo aprendí allá.
Te queríamos preguntar cómo fue cambiando el negocio del fútbol en los últimos años y dudábamos si negocio era la palabra correcta. ¿El fútbol es un juego o es un negocio?
Es un juego y a la vez es un negocio. Cuando me reúno con los padres, les digo: «No se olviden de que esto es un negocio». Yo voy a acompañar al jugador de fútbol, voy a invertir en el jugador para recuperar un dinero que invertí con el diez por ciento de lo que gane este jugador de fútbol. Lo tengo que llevar a lo máximo y, cuanto más vaya arriba a jugar a clubes importantes, más dinero vamos a ganar él y yo. Y son varios los requisitos que tiene que tener un jugador. De acá se van ochenta jugadores. Hay ochenta jugadores ahora en el fútbol argentino y nosotros no podemos representar a todos. Porque no hay inversión para representar a todos.
¿Cuáles son esos requisitos?
Nosotros tenemos que elegir. Elegimos al jugador que sea inteligente, que tenga un buen entorno, que tenga un pasaporte comunitario, porque nosotros queremos llevarlo a Europa, elegimos al jugador que tenga un biotipo físico para jugar en Europa. Son varias cosas.
Si hay un jugador que es buenísimo y no tiene pasaporte comunitario…
También lo representamos. Primero siempre tratamos de hacer el pasaporte y, si no se puede, van como extracomunitarios. Hoy, por ejemplo, si jugás en la selección argentina, podés jugar en Inglaterra.
Para volver al trabajo de representación. En principio se invierte…
Y perdés plata. De afuera se ve fácil. Hay gente que tiene mucha suerte: elige un jugador y ese jugador lo elige, y, automáticamente, en dos años, gana un dinero bárbaro… Entonces de afuera se ve todo bárbaro.
¿Sentís que el trabajo de ustedes tiene mala prensa, que hay prejuicios negativos?
Sí, sí. Yo siempre digo que es como con los abogados, que también tienen mala prensa, pero hay abogados buenos y abogados malos. Con los representantes pasa lo mismo, hay buenos y malos. ¿Los políticos tienen mala prensa? Es decir, en todo lo que haya dinero de por medio hay mala prensa.
Pero el dinero está de por medio en todas las actividades comerciales y profesionales…
Con los médicos no se piensa eso y sabemos que está muy comercial la salud, pero no pensamos eso. Sí, con el representante. Ya lo digo: hay buenos y hay malos, como en todos lados. El representante no está bien visto, parece que le está chupando la sangre al jugador y no se ve la otra cara. Nosotros tenemos muy pocos jugadores, porque ya conocemos. En un momento, con Martín tuvimos muchísimos jugadores, pero muchísimos, y se invirtió muchísimo dinero. Perdido. Cuando yo empecé a trabajar con Martín, él tenía una pensión, y le dije: «Muy pocos jugadores de acá van a llegar». Es mucha la inversión.
¿Invertir es, entonces, bancar a ese chico, sostenerlo económicamente?
Sí. Hoy, mantener a un jugador de fútbol es… Un par de botines sale setenta, ochenta mil pesos, y los clubes, que están mal, les dicen a los jugadores: «Pedile a tu representante». Si tienen que tomar creatina o suplementos, tienen que mandarte a un gimnasio, tu representante.
Y, por ejemplo, si ustedes tienen un jugador en la pensión de River, ¿eso lo tienen que pagar?
No, no. Eso no. Si, por ejemplo, hay chicos chiquitos que están en un sector peligroso de la ciudad, ahí sí preferimos que se vayan de más chicos. Entonces hay que pagarles los viajes, los botines, los viajes de los papás…
Hablaste antes de tu formación como representante, pero también de cómo te gusta que los chicos jueguen. ¿Jugaste al fútbol?, ¿tuviste formación como entrenador?
El fútbol fue siempre mi pasión y tuve problemas con mi padre, que me decía: «Vas a comer fútbol». Lamentablemente, falleció y no pudo ver que yo viví del fútbol. Y cuando trabajás en lo que te gusta no trabajás ni un día de tu vida, lo veo así. Yo puedo ver siete partidos seguidos y no estoy trabajando, estoy disfrutando. La representación no es lo que más me gusta. A mí, me agrada esto [señala las canchas con los chicos entrenando].
Ustedes tienen vínculos con distintos clubes, ¿de qué manera funcionan?, ¿forman a los jugadores teniendo en cuenta los clubes a los que pueden ir?
Nosotros vemos al jugador de fútbol, vemos cómo juega para saber dónde tiene que ir. Por ejemplo, tenemos a Infantino en Rosario Central. Este jugador es capitán de la selección sub-20, y nosotros le vemos una proyección en un fútbol italiano, entonces buscamos esa liga.
Hay algo de su modo de jugar que ustedes ven para ese fútbol. ¿Cómo es el fútbol italiano que lo diferencia de otros?
El fútbol italiano es de potencia, de fuerza, muy táctico; hay que ser un jugador muy inteligente para jugar. En cambio, el de España tiene más técnica, es más light, no hay tanta fricción, se puede jugar más libre. Son distintas ligas. El francés es muy físico y muy rápido. En el inglés tenés que tener técnica y velocidad, si no tenés eso, no podés jugar. Por eso hay tan pocos jugadores argentinos en Inglaterra, por suerte ahora algunos están llegando. Para mí, hoy la liga inglesa es lo mejor que hay en el fútbol.
¿El sistema de escuelas de fútbol en el resto de los países de América Latina es similar?
Sí, hay escuelas en Brasil, en Colombia… Formativamente son distintas porque el biotipo de los jugadores también es distinto. Brasileros, uruguayos, argentinos son distintos. El jugador brasilero, técnicamente, es superior al nuestro, pero no es tan competitivo como el nuestro. El uruguayo es mucho más competitivo que el nuestro, pero no tiene, a lo mejor, la técnica que tiene el nuestro.
¿Cómo se busca un jugador?, ¿cómo trabajan ahora los cazatalentos, los que hacen scouting? Porque antes parecía más artesanal. En Rosario siempre se cuenta cómo Marcelo Bielsa viajó una noche al pueblo de Pochettino para hablar con la familia y traerlo a Newell’s, vos contabas lo de Scocco. Y ahora, por ejemplo, hay quienes dicen que, a Julián Álvarez, el Manchester City lo tenía visto desde las infantiles, jugando en su pueblo…
No lo creo. De Messi también dijeron que lo habían venido a ver acá y nadie vino. Los scouting europeos vienen a buscar al jugador que tenga el biotipo y el talento para su equipo. Es decir, ese scouting tiene que tener totalmente claro qué es lo que busca el club y si ese jugador tiene eso para darle al club. Por ejemplo, vino gente del Atalanta a ver un partido de Newell’s-River, a ver lo que necesita el club, la posición que necesita el Atalanta. Entonces ve el partido en general y hace un informe jugador por jugador. Van a ver chicos de la sexta división, la reserva y la primera división. Y creo que se fueron contentos con el nivel general del fútbol argentino, y eso a nosotros nos llena de orgullo. Haber salido campeones del mundo fue un orgullo, porque nos tenían olvidados y hoy podemos decir: «¡Ey, estamos!». Con el tiempo, en Europa, nos fuimos apagando: la forma de jugar, los jugadores, los técnicos que no están bien formados.
Y ese apagarse ¿desde cuándo viene?
En los últimos diez años, me animo a decir. Pienso que el entrenador o el formador se quedó, como el argentinismo que tenemos, que creemos que nos las sabemos todas. Y no nos las sabemos todas, tenemos que ir capacitándonos y reinventándonos, y creo que realmente nos quedamos. Nos quedamos hasta en la comunicación, el español nos ganó por cómo habla. Seduce más escuchar a un entrenador español que a un entrenador argentino, porque ellos se formaron y nosotros creímos que, por haber jugado al fútbol y por haber sido un gran jugador, alcanzaba para formar chicos. Pero esta nueva camada de entrenadores, como Scaloni, Heinze, Aimar, criados allá… Cuando digo criados es que jugaron mucho tiempo en Europa y vienen con otra cabeza, con otra disciplina, ellos se nutrieron de entrenadores, se nutrieron de un juego distinto al nuestro. Están capacitados y me parece que viene una evolución muy grande en el fútbol argentino.
Entonces la selección que salió campeona refleja más ese modo de trabajo que el que hay día a día en Argentina.
Totalmente. Pero el tema es dirigencial. El tema es que el técnico pierde tres partidos y «te tengo que echar porque me putea la gente». Porque socialmente vivimos mal y nos descargamos en la cancha. El problema es que, cuando vamos a la cancha, aplicamos el cerebro del mamífero, no el del humano. Es decir, están entrelazados los tres cerebros (el reptiliano, el mamífero y el del ser humano), pero nos salta siempre el del mamífero en la cancha. Somos todo animales. Y el dirigente (que no está capacitado porque no hizo ningún curso para ser dirigente, sino por ser hincha), que es pasional también, entonces ¿qué hace? Las tomas de decisiones sobre las emociones se toman todas mal. Entonces, perdiste tres partidos, ¡afuera!
Y Chiqui Tapia, presidente de la AFA [Asociación del Fútbol Argentino], ¿qué representa? Porque uno lo ve y parece representar todo eso que está mal en el fútbol local…
A ver, que se entienda… Tuve una discusión el otro día con gente de Europa, que me dijeron: «Es impresentable el presidente que tienen». Les digo: «Está bien, a lo mejor no es la figura elegante que puede tener el presidente de España o el de Alemania. Ahora, vamos a ser claros, vos me decís que es impresentable y les ganó el Mundial, ganó la Copa América, me parece que algo debe tener». Como tengo mucha relación con España, siempre digo que ellos tienen una admiración y a la vez una envidia con nosotros. No sé por qué, por cómo somos, yo calculo [risas]. ¿Quién nos aguanta ahora a los argentinos?, ¿quién nos aguanta? Y es verdad.
Bueno, hay dos imágenes casi contrapuestas del jugador argentino: la de Maradona y la de Messi.
Sí, Diego, con otra personalidad y con otra forma totalmente distinta, por cómo es Leo. Leo es muy para adentro.
¿Ustedes trabajan sobre esas cuestiones con los jugadores?
No, hay cosas que son de personalidad. Sí tratamos de educar, que no digan cualquier cosa, pero ahora con las redes sociales no los podés ni contener a los chicos.
¿Cómo ves el nivel del fútbol argentino?
Veo que hay mucho talento y veo una camada muy buena de entrenadores.
¿Y a nivel organizativo?
Un desastre. Es dirigencial, hay muchas cosas que no se pueden manejar por intereses propios. No se puede hacer como en Europa, donde los clubes no pueden gastar más de lo que ingresan. Acá se quiso probar y no. Es como el país, ¿cómo puede ser que la inflación exista desde que nacimos y que nadie pueda terminar con la inflación? Hay cosas que no se pueden explicar, como las cuestiones organizativas, no puede ser que no sepamos. En Europa se sabe cuándo se juega, cómo es la fecha.
Nombraste a Defensa y Justicia como uno de los clubes que está funcionando muy bien en Argentina. Es un club gerenciado por un empresario, Christian Bragarnik, y tiene mala imagen entre los hinchas de fútbol…
No, para mí, no tiene mala imagen. Para mí, Bragarnik está capacitado para ser dirigente más que nadie y ahí les sacó ventaja. Está capacitado y eso hace que el club siga una línea, una metodología, y les saque ventaja a los demás porque es más inteligente en la forma de elegir jugadores. Salió campeón de la Sudamericana y no sé cuántos títulos ganó. Pero ahí tenés a un dirigente capacitado.
¿Es un dirigente, un empresario, un representante?
Puede ser todo. ¿Está mal? Si tiene éxito, ¿por qué va a estar mal? Es inteligente, va y compra un club en España, agarró un club en Chile. En lugar de criticarlo como lo critican todos, yo lo admiro porque tiene resultados… Ahora en España está por descender con el Elche, pero antes lo había ascendido.
Hablás de comprar un club, en Argentina están mal vistas las sociedades anónimas. ¿Cómo lo ves?
A mí me gustaría algo mixto, es decir, que sea gerenciada la parte deportiva con un formato que no perjudique al club. Y acá el tema es pasional, por eso a mí me gustaría que sea mixto, porque para mí el dirigente tiene que estar capacitado. No alcanza con ser hincha o porque tenés dinero o tenés estatus. Ahora, si vos me decís que este presidente llama a cinco personas que están capacitadas en el fútbol para que lo manejen durante su gestión, para mí es lo ideal. Profesionalizar el fútbol, eso es lo que quiero.
Esta situación del fútbol argentino que, como vos decís, lo tuvo relegado a nivel internacional, ¿no cierra mercados?
Sí. Sí que te cierra mercados. Por eso digo que el futbolista argentino estaba… Antes del Mundial no se vendieron jugadores, y te puedo asegurar que en el próximo mercado se van a vender muchos jugadores. No fueron muchos a Europa en el mercado anterior, que es cuando está abierto el mayor tiempo posible, de junio a agosto, y te puedo asegurar que ahora se los van a llevar. Hoy vuelve a resurgir.
Y en relación con los que pueden venir. ¿Imaginás que Messi puede venir a jugar a Newell’s?
Creo que cuatro meses puede venir. Cuatro meses por la cuestión impositiva que tiene el país que, cuando venís, tenés que tributar todo lo que hiciste allá. Una locura. Pienso que puede venir cuatro meses. Para mí, Leo puede, se tiene que dar el gusto. Sé que lo siente, que lo quiere, que le gustaría. ¿Ustedes son de acá?
Sí.
Bueno, nosotros vivimos de una forma, y los que ven las noticias creen que vivimos en la selva en Rosario [risas]. ¡Los italianos decían que no querían venir!
Bueno, en Rosario, se espera que Messi venga a Newell’s, y Di María, a Central.
Di María va a venir, sí. Y Leo, qué sé yo, para mí es una cuestión de Leo, que diga «me quiero dar el gusto». Y, para mí, se lo tiene que dar, para los hijos, para él… Tendrá que bajar el helicóptero, no sé… Hay que buscar la forma, hay que poner seguridad, va a venir a jugar, va a venir a entrenar. Yo, si soy el club, pongo toda la seguridad del mundo, le pido ayuda al Gobierno. Son cuatro meses… Pienso que en la vida hay que hacer lo que uno siente y sé que para Leo es un sueño.
Como tengo mucha relación con España, siempre digo que ellos tienen una admiración y a la vez una envidia con nosotros. ?????????????
Interesante entrevista por otro lado.
Muy interesante. Leo le debe al Barça todo. La formación, el desarrollo… él pagó con extorsión contractual que llevó al club a la ruina, burofax tras un 2-8 incluido. Gran tipo.
Leo no le debe nada al Barca ni el Barca a Leo. Ha sido una relacion en la que cada uno salia beneficiado.
No creo que a los dirigentes les pusieran una pistola para renovarle o no. Dejemos de contar historias que no tienen sentido. Si a Leo le pagaron los tratamientos fue porque vieron en el una buena inversión, no por ser una ONG
Sudamérica seguirá donando «petisos, negros y feos» con el baricentro bien abajo para envidia (y los negocios) de la linda Europa. Ya donamos tres, Pelé, Maradona y Leo. Y el que viene, pobre sin duda será mejor. Lo único que hay que hacer es dejarlos fantasear en los picados en los potreros, sin misters o entrenadores a los gritos durante la infancia, no como en Europa que desde chiquitos, además de vestirlos de lujo comienzan a disciplinarlos férreamente aniquilando la creatividad y las ganas de jugar por jugar. Que linda que es la de cuero cuando flota sobre el área, esperando que el entrevero de allá abajo se haga cada vez mas fiero… ¿Y a quién eligirá esa diosa redonda que nos costó varios de nuestros apretados sueldos?