Viene de «El resplandor: cuarenta años en el hotel Overlook (1)»
Redrum
Se dice que el director del hotel Timberline Lodge, aquel edificio que aparecía en algunos planos de exteriores en El resplandor, solicitó que no se utilizase el número de habitación 217, mencionado en la novela, al temer que tras el estreno del film nadie quisiera volver a alojarse en ella como consecuencia del yuyu. En la ficción, la película optó por utilizar el número de habitación 237, inexistente en el Timberline. En la vida real, la 217 se convirtió en la estancia más demandada por los huéspedes. En la pantalla, el hotel Overlook de Stanley Kubrick se inventó un laberinto de setos que no aparecía en la novela para darle vidilla al asunto. En el mundo real, el Hotel Stanley, donde Stephen King ideó la historia original, colocó en 2015 un laberinto de setos en su jardín.
En realidad, hay una gran cantidad de elementos que no aparecían en el libro de El resplandor pero la película ha afianzado como icónicos: el número 237 y el laberinto ya mentados, Jack armado con un hacha, el triciclo de Danny, la aparición en el pasillo de las hermanas (que no gemelas según la historia), el torrente sangriento que surge del ascensor, el beso de la zagala fantasma en pelotas, cierto asesinato, el propio desenlace del film o aquella famosa frase tecleada miles de veces en la máquina de escribir: el popular dicho inglés «All work and no play makes Jack a dull boy». Una sentencia que en las versiones internacionales fue sustituida por otros refranes famosos autóctonos. Proverbios que el maniático de Kubrick incluso se tomaría la molestia de filmar de nuevo, para mostrar en pantalla la frase mecanografiada en los diferentes idiomas a los que se adaptaría el relato. En España el refrán inglés se sustituyó por «No por mucho madrugar amanece más temprano», en Francia por «Un «Tiens» vaut mieux que deux «Tu l’auras»» (equivalente a nuestro «Más vale pájaro en mano que ciento volando»), en Italia por «Il mattino ha l’ oro in bocca» (similar a «A quien madruga dios le ayuda»), y en Alemania por «Was du heute kannst besorgen, das verschiebe nicht auf morgen» (un «No dejes para mañana lo que puedas hacer hoy»).
El resplandor se estrenó inicialmente de manera limitada en diez salas norteamericanas el 23 de mayo de 1980. A pesar de la potente competencia —El imperio contraataca aterrizó en esa misma fecha—, logró acumular durante aquellos primeros días una media por copia bastante asombrosa. El estreno bestia y ya en serio, a lo largo de todos los EE. UU., ocurriría poco después, el 13 de junio. Y el lanzamiento en el resto del mundo tendría lugar durante los meses posteriores, recaudando a la larga una caja decente. No se convirtió en un blockbuster ni arrasó taquillas, pero funcionó moderadamente bien. En televisión, a Johnny Carson se le ocurrió arrancar uno de sus The Tonight Show, concretamente aquel con el que celebró los dieciocho años en antena de su programa, utilizando la escena de Jack berreando «Heeeeeere’s Johnny!». El resplandor ya llevaba diez semanas en los cines, pero la ocurrencia de Carson arrastraría a dos millones de espectadores más a los cines, alargando inesperadamente la vida del producto en la cartelera.
Donde recibió palos por todos lados fue en la crítica, que en general fue bastante cañera. En las páginas de The New Yorker, Pauline Kael escribió «Una y otra vez, la película nos hace esperar algo, casi lo promete, y luego nos decepciona […] No da miedo, porque lo absorbido que está Kubrick en la tecnología cinematográfica nos aleja del film». En The Washington Post, Gary Arnold se quedó bien a gusto: «Una destilación pesada y mediocre de la novela más vendida de Stephen King, la gran decepción de la nueva temporada cinematográfica. No puedo recordar una película de miedo más elaborada e ineficaz». En Ares, Vincent Misiano etiquetó a la película como «tonta» y recomendó leer el libro en su lugar. Derek Malcom comentó en The Guardian que la exagerada actuación de Nicholson le daba más risa que miedo, y que el guion no tenía lógica alguna.
El respetado crítico Gene Siskel calificó El resplandor como «una decepción tremenda», asegurando que carecía de suspense o emoción y que no tenía ni pajolera idea de lo que Kubrick estaba intentando contarle. Roger Ebert declaró que no había manera de conectar con ninguno de sus personajes. Variety publicó una reseña anónima en donde se señalaba que «Lo tenía todo para funcionar, pero la alianza de Kubrick con un saltarín Jack Nicholson ha destrozado aquello que daba miedo en el best seller de Stephen King […] Cuanto más loco se vuelve Nicholson, más idiota parece. Mientras Shelley Duvall transforma a la cálida y comprensiva esposa del libro en una tonta histérica y medio retrasada».
La propia Duvall lo pasó bastante mal leyendo reseñas, porque después de tanto esfuerzo nadie parecía acordarse de ella: «Tuve que llorar doce horas al día, toda la jornada, durante los últimos nueve meses, de manera continua y unos cinco o seis días a la semana. […] Y después de todo eso, casi nadie destacó mi actuación. Las críticas eran todas sobre Kubrick, como si yo no estuviera allí». Brian De Palma, que había llevado al cine a la Carrie de King, también se sumó al linchamiento al asegurar, tras sentarse ante El resplandor, que «Kubrick no puede dirigir películas de horror porque a él ni le gusta la gente ni la entiende». A Steven Spielberg tampoco le hizo mucha gracia el asunto, y cuando Kubrick lo tuvo delante para preguntarle en persona qué le había parecido la estancia en el Overlook, el papá de E. T. El extraterrestre utilizó la treta de salirse por la tangente, evitando responder directamente y enumerando las cosas buenas que le veía film. Kubrick lo pilló enseguida.
El rechazo se extendió a la temporada de galardones y El resplandor no recibió ninguna nominación en los Bafta, ni en los Globos de Oro, ni en los Óscar, algo inusual en la filmografía de su creador. En cambio, sí sería nominada en la primera gala de los casposos Razzie Awards a las peores películas, dentro de las categorías de peor director (Kubrick) y peor actriz (Shelley Duvall). En 2022, con algo de retraso y tras años de polémica, los responsables de los Razzie decidieron eliminar retroactiva y oficialmente la nominación de Duvall, al considerar que la actriz había sido víctima durante el rodaje de un constante maltrato por parte del cineasta.
Entre todas las críticas, las que más destacaron fueron las de un Stephen King con las gónadas muy infladas. Un autor que había sufrido y discutido durante meses con Kubrick al observar que su libro se transformaba en algo completamente diferente. El escritor reconocía que el director era alguien brillante, con un imaginario visual potente y una filmografía admirable. Pero también que El resplandor se le antojaba un patinazo enorme como adaptación, la única de las películas basadas en sus libros que recuerda haber odiado con fuerza. A King le cabreaba que Kubrick hubiera reducido el factor paranormal de la historia, las decisiones de casting, la eliminación del trasfondo problemático de Jack y que Wendy se hubiese convertido en «uno de los personajes más misóginos aparecidos en el cine». «Básicamente está en la historia para gritar y ser estúpida. Esa no es la mujer sobre la que yo había escrito», sentenciaría el de Maine. A la hora de razonar los errores de la producción, King, alguien que había mantenido charlas con Kubrick sobre la existencia del más allá y del infierno, sospechaba que la fe era parte del problema: «No es que la religión tenga que estar involucrada en el horror, pero un escéptico visceral como Kubrick no podría comprender la maldad pura e inhumana del Hotel Overlook. Así que, en cambio, él buscó la maldad en los personajes, convirtiendo la película en una tragedia doméstica con tan solo vagas connotaciones sobrenaturales. Ese fue el principal defecto: como no podía creer, no podía hacer que la película fuera creíble para los demás. Es una película de un hombre que piensa demasiado y siente muy poco». Para resarcirse, King escribió, produjo y supervisó en 1997 una nueva adaptación de la novela en forma de miniserie de tres capítulos ambientados en el Hotel Stanley, el lugar que le había inspirado la historia original. Una versión diferente, titulada Stephen King’s The Shining por aquello de hacerse notar, que inicialmente fue bien acogida por la crítica televisiva.
Se suele decir que con el paso del tiempo King ha reducido el nivel de vinagre con respecto a su percepción del largometraje, pero esa es una idea bastante cuestionable. Porque en 2013, la pluma de Maine publicó Doctor Sueño, la secuela oficial de El resplandor, y aderezó el epílogo del libro con las siguientes palabras: « […] Además, claro, está la película de Stanley Kubrick, que muchos parecen recordar —por razones que nunca he llegado a comprender del todo— como una de las más terroríficas que hayan visto jamás. (Si has visto la película pero no has leído la novela, deberías tener en cuenta que Doctor Sueño es la continuación de la novela que narra, en mi opinión, la Verdadera Historia de la familia Torrance)». Cinco años más tarde, el escritor arrojó otra colleja juguetona desde las páginas de su relato El visitante, donde uno de los personajes se sentaba ante Senderos de gloria remarcando que aquella peli era «mejor que El resplandor».
En 2019, el director Mike Flanagan, un fan fatal de King, abordó la tarea de trasladar las páginas de Doctor Sueño a los cines y al hacerlo se encontró con un problema gordo: el libro era una secuela directa de la novela y no de la película, pero al leerlo Flanagan imaginaba constantemente en su cabeza el Overlook de Kubrick, por culpa de lo engarzada que estaba la peli en la memoria popular. El realizador y guionista ideó entonces una treta interesante: combinar los universos de las tramas literarias y la película realizando unos cuantos ajustes que evitaremos spoilear aquí. A King aquel enfoque lo convenció lo suficiente para otorgarle luz verde al proyecto. Y cuando leyó el guion definitivo de Doctor Sueño no solo se quedó contento, sino que además comentó que aquello lo había «redimido» con la cinta de Kubrick.
Sin tele y sin cerveza, Homer pierde la cabeza
El resplandor se presentó en aquel 1980 luciendo diferentes montajes perpetrados a la carrera: tras su exhibición limitada a diez salas, Kubrick decidió recortar dos minutos del desenlace antes de estrenarla, unos pocos días más tarde, a lo grande en toda Norteamérica. Y después de escuchar al público, a los críticos y a los ejecutivos de Warner quejándose de que la peli tenía un ritmo soporífero, el realizador podó otros veintisiete minutos de celuloide antes de realizar el lanzamiento internacional en salas. En España nos tocó sufrir otro accidente adicional: Kubrick encargó a Carlos Saura y Vicente Molina Foix ocuparse de la dirección del doblaje y la traducción, respectivamente. Dos personas que ya tenían cierto colegueo con el cineasta, por haber currado con él en puestos similares en sus anteriores largometrajes. Foix incluso tendría el honor de ser la primera persona del mundo, excluyendo al equipo de rodaje, que contemplaría la película montada, en un pase privado y en casa del propio director. El problema del encargo es que Kubrick también acostumbraba a elegir personalmente a los actores de doblaje, y, tras escuchar las pruebas que le remitieron, se decantó por Joaquín Hinojosa y Verónica Forqué. Dos artistas cuyas entonaciones a Kubrick se le antojaban similares a las de Nicholson y Duvall, pero también dos intérpretes sin experiencia en eso de vestir con la voz los cuerpos ajenos. El resultado fue tan desastroso como para hacer que Mario Vaquerizo parezca un profesional al interpretar al Nobita de Stand by Me Doraemon. Gracias a ello, en España El resplandor siempre ha sido considerada como una película de horror por las razones equivocadas.
Con el tiempo, la percepción de El resplandor cambió por completo entre la audiencia, la crítica y el ecosistema pop en general. De hecho, su reputación mejoró tanto como para convertirse en objeto universal de reverencias, loas, y adquirir la etiqueta de Obra Maestra incluso por aquellos que la denostaron en su momento. Roger Ebert firmó una nueva reseña muy positiva, colocando la película entre las grandes de la historia, y olvidándose de mencionar que muchos años atrás la había puesto a caer de un burro. Los críticos modernos la encumbraron hasta lucir un 86 % en la web de los tomates podridos, el público la reverenció y aquella pieza, que en su momento fue considerada una de horror fallida por no utilizar los tópicos, se transformó en ejemplo de cómo llevar con virtuosismo el género de horror hacía el terreno personal regateando los tópicos.
En 2001, El resplandor se encaramó al puesto vigésimo noveno de la lista de las cien mejores películas de suspense elaborada por el American Film Institute. En 2010, la cinta fue seleccionada por el periódico The Guardian, un medio que también la puso a parir en su estreno, como la quinta mejor película de horror de la historia. En 2021, la revista Time Out la colocó en la segunda posición en un ranking similar. En el King’s College de Londres, unos cuantos matemáticos con mucho tiempo libre analizaron el largometraje y concluyeron que representaba «la película de miedo perfecta» al ponderar lo equilibrados que estaban todos sus elementos en la trama, en serio.
En el imaginario colectivo, El resplandor caló bien fuerte, generando decenas de homenajes, guiños, parodias, e incluso memes en tiempos más recientes. Y, por supuesto, siendo la culpable del impagable episodio con el resplandior [sic] y el «Sin tele y sin cerveza Homer pierde la cabeza» de Los Simpson. Pero quizás la mayor virtud del film fue la capacidad de su perpetrador para ensamblar un imaginario visual tan potente como para seguir resultando emblemático e icónico hoy en día, más de cuarenta años después de su estreno. Sangre inundando el pasillo, hachazos sobre una puerta, una pareja de niñas vestidas de azul, Jack Nicholson convertido en un polo de carne y un hipnótico mar de hexágonos en la alfombra, un patrón que había sido ideado en los años setenta por el diseñador de interiores David Hicks y rescatado para forrar los suelos del hotel. Nunca un estampado de moqueta había sido tan famoso y reconocible.
La peli también dio muchísimo juego a la gente con ganas de leer entre líneas, de encontrarle patas de más al felino y de rebuscar revelaciones y conspiraciones ocultas. Actualmente, muchos siguen emperrados en creer que El resplandor es una obra donde Kubrick escondió segundas lecturas. Y el documental Room 237 (2012) de Rodney Ascher ejerce como una estupenda muestra de ello. Porque se trata de una película donde diferentes personas se dedican a analizar detalles nimios en el metraje de El resplandor para corroborar sus teorías sobre el supuesto significado secreto que esconde el largometraje. Cábalas que tantean ideas como que la película es en realidad una denuncia de la aniquilación de los nativos americanos por parte del imperialismo yanqui, un recordatorio del Holocausto judío, una revisión velada del mito griego del minotauro y su laberinto o, agárrense, la confesión del propio Kubrick de que el aterrizaje en la Luna fue un inmenso fake que él mismo dirigió y orquestó para el gobierno estadounidense. Esta última teoría conspiranoica resulta fascinante, porque su defensor en el documental, Jay Weidner, la respalda con ideas loquísimas como que el número 237 es la distancia en miles de millas de la Tierra a la Luna, o que el patrón de la alfombra del Overlook simula la base de lanzamiento del Apolo 11. Room 237 es muy interesante, pero no tanto porque el espectador llegue a creerse las hipótesis que enarbolan sus participantes, algo que ni siquiera hace el propio director del documental, sino porque demuestra que el aura legendaria de Kubrick propicia que la gente escarbe en su obra a la caza de todo tipo de nuevas lecturas. Tiene, además, bastante gracia que al hombre siempre se le presupone más minucioso que maniático. Porque en Room 237 hay peña analizando la posición de unas latas en una estantería, pero en el fondo estamos hablando de una película que a lo mejor no es tan perfeccionista: en sus planos aéreos iniciales es posible ver la sombra del helicóptero que está rodando el paisaje. Una pifia bien guapa y casi amateur.
Sobre las conjeturas más conspiranoicas, aquellas que colocan a Kubrick como director de un falso alunizaje estadounidense, lo gracioso es que cualquiera con Google a mano puede comprobar en medio minuto que se trata de una leyenda urbana provocada por el mockumentary francés Dark Side of the Moon (Opération Lune), firmado en 2002 por William Karel. Una coña enorme que se le fue de las manos a sus responsables, y para la cual incluso se entrevistó a la viuda del realizador, Christiane Kubrick, y a su cuñado, Jan Harlan, sin explicarles que aquello era un documental de broma. Karel y los guionista de Dark Side of the Moon, temiendo que alguno se tomase en serio el reportaje, optaron por incluir tomas falsas durante los créditos finales del mismo solo para demostrar que todo aquello era guasa. Por alguna razón, muchos no llegaron a verlas y se la tragaron doblada de manera envidiable.
A día de hoy, El resplandor sigue siendo objeto de estudio y dando sorpresas. Ahí tenéis a Filippo Ulivieri, un caballero que hace dos días tejió un hilo en Twitter explicando cómo había descubierto un pequeño detalle en el film, presente en el personaje de Jack a lo largo de todo el metraje, que nadie parecía haber mencionado o analizado nunca antes. El asunto es de lo más curioso y llamativo, aunque tratar de encontrarle lecturas enrevesadas quizás es de fliparse un poco.
Steven Spielberg salió decepcionado del cine la primera vez que vio El resplandor en 1980. En aquel momento consideró aquella película fallida y no encontraba demasiadas razones para defender sus virtudes. Desde entonces, ha vuelto a verla más de veinticinco veces, y se ha convertido en una de sus favoritas de todos los tiempos. «Las películas de Kubrick crecen dentro de ti, tienes que verlas más de una vez», aseguraba el Midas hollywoodiense, «Lo sorprendente es que… os desafío a nombrar una película de Kubrick que puedas apagar de golpe una vez que ya ha empezado. Es imposible». En 2018, Spielberg se encargó de llevar a la pantalla el libro Ready Player One de Ernest Clide. La novela, que en su mayor parte transcurre en el interior de un mundo de realidad virtual, es una ensalada XXL de la cultura popular del ocio, una cordillera colosal de referencias a videojuegos, películas, series, libros, bandas de música o juegos de rol. En un momento dado del relato original, la trama visitaba el edificio Tyrell y mostraba una máquina Voight-Kampff, dos elementos extraídos directamente del Blade Runner de Ridley Scott. A la hora de adaptar las páginas al celuloide, al guionista Zack Penn y al propio Clide se les ocurrió tirar por ese camino y ampliarlo, ambientando una nueva sección de la historia en el interior de la propia película Blade Runner. Pero en la productora, Warner, estaban a punto de estrenar Blade runner 2049 y prohibieron utilizar el universo del film, temiendo que aquello le robase protagonismo a la tardía secuela. Como consecuencia, Penn y Clide se vieron obligados a buscar otro largometraje icónico de los años ochenta para cubrir el hueco. Adivinad a qué película le dio el visto bueno Spielberg para tener la oportunidad de visitar de nuevo sus pasillos.
Iba a entrar a ver La mano, de Oliver Stone, que se estrenó sobre las mismas fechas que El Resplandor. Uno de mis amigos la había elegido y a todos nos pareció bien. Cuando acabó el pase anterior y nos disponíamos a entrar, de los que salían de la sala a oscuras, aún con los créditos en pantalla, salía el primo de uno de nosotros, que nos comentó que la película era un pestiño. Como era un multicines (que ya no existe, el Rialto) hablamos con el de las entradas y nos dijo que entráramos en la que quisiéramos, y así fue como cambiamos a Michael Caine por Jack Nicholson y nos adentramos todos en los pasillos de Overlook. Pura casualidad. Un año después, en ese mismo cine, vi Blade Runner, y mi visión del cine cambió para siempre.
Pues El Resplandor me parece una de las películas más infumables y sobrevaloradas de la historia del cine, junto con El Precio del Poder, El Infumable Will Hunting y todo el cine del insufrible Wes Anderson. Además, pretendiendo dar miedo produce risa y sonrojo.
La vi en 1981, con 31 años cumplidos. Me pareció soberbia desde todos los puntos de vista desde el primer momento y esa impresión solo ha hecho que incrementarse con el paso del tiempo. No me hizo ninguna falta cambiar de opinión ni recapacitar como parece ser que a tantas lumbreras de la crítica y profesionales del medio les ha ocurrido después de estos años. Creo que los prejuicios y la rabia hacia Kubrick en amplios sectores del negocio del cine y de cierto tipo de público, propiciaron esa poco favorable aceptación en su momento. También puede pasar que uno vaya al cine y no se sabe a veces por qué razón, nos deja fríos el film que acabamos de ver; me pasó de forma incomprensible con el excelente trabajo de los Cohen en “No es país para viejos”, película que desde hace ya mucho, considero su mejor trabajo hasta la fecha. Jamás me canso de Stanley Kubrick, en cambio de Stephen King, me cansé (con alguna excepción) hace ya mucho tiempo.
Aunque he leído algunas obras del del señor Stephen King, aunque he visto muchas versiones de sus «cosas» en el cine y tv, nunca he terminado de entender la obsesión que tienen los gringos por ese señor, que siempre tienden a imponer sus «genios» a nivel mundial. Lo que si puedo asegurar es que fueron precisamente los cambios que hizo Kubrick al original los que convirtieron a El resplandor en una obra maestra…nunca me cansaré de verla (como El Padrino), siempre la disfruto…y si el final no es una genialidad, me pregunto qué lo será…
Hola Jairo, yo he leído poco de S. King pero me ha dado últimamente por él. Llevo 2/3 de Pet Sematary y me tiene enganchado. No soy crítico literario ni siquiera aficionado como podrás deducir por mi forma simple de escribirte, pero estoy disfrutando el libro. Anímate y dale un intento
Qué manía con el doblaje. Hinojosa y Forqué están PERFECTOS. Hicieron exactamente lo que el director quería: que fonaran en español con la misma voz y la misma entonación lo que decían los actores originales. Lo clavaron. Esto, evidentemente, es un error colosal: cada idioma tiene su música y cada actor, su voz. Debería haber cerrado el asunto del doblaje (y de encargarles cosas a Foix y Saura) para siempre: constituye un disparate similar a cambiar los actores o las localizaciones por otras más «familiares» al espectador.
Vi el Resplandor cuando se estrenó, me gustó moderadamente, un 6 en 10. Pero coincido más con los detractores que con los que la ponen por las nubes. Creo que Mike Flanagan es muy superior a Kubrick a la hora de trabajar con lo sobrenatural. Probablemente Kubrick fuese un genio, pero por 2001, no por esta película. Además, a esta altura no pienso volver a verla, sabiendo cómo maltrató a la pobre Duvall.
Personalista, por el director y el protagonista. Pero bueno, la novela original es una novela muy formal dentro del género, eso se ve en otras versiones que se han hecho.
Después de ver diversos fragmentos a lo largo de varios años, hace pocos años la vi del tirón (en versión original, solo faltaría). Yo detesto las películas de miedo, no me gusta nada sufrir con escabechinas, sobresaltos y mal rollo. Pero lo que puedo decir de esta, es que es una gran película, con una atmósfera sobrecogedora, en parte gracias a la portentosa fotografía, y con un ritmo preciso, que va graduando el horror y el descenso a la locura con mano de hierro. Impresionante. Hay obras (ya sean películas, libros,…) que necesitan un tiempo, un poso, una cierta distancia para ser disfrutadas, para que sus virtudes se hagan evidentes. Lo mismo pasó con Blade Runner, y eso que ésta nunca me ha acabado de convencer.
Y, ¿cuánto tiempo? ¿cuánto poso?. Quiero decir, una vez que la ves, la empiezas a disfrutar a los dos meses?, tres años?
Desde aquí quisiera animar a los más nuevos lectores a que buscaran el reportaje «Así es como Stephen King proyecta su sombra» en Jot Down, donde se habla largo y tendido sobre «El resplandor», amén de unos comentarios de lo más interesantes.
Me encanta kubrick y he visto todas sus películas excepto Barry lyndon. La inmensa mayoría son películas increíbles y con algo especial, sin embargo el resplandor siendo buena me parece un poco sobrevalorada.
Es verdad es que la vi con el vergonzoso doblaje de forqué y se hizo muy cuesta arriba centrarme en la película.
Hay imágenes muy potentes, pero creo que es obejtivo se dar miedo o inquietar no lo llega a conseguir del todo.
No llega al nivel de «El Exorcista», pero sigue siendo una gran película de terror.
Estupendos artículos sobre «El resplandor». Para mí es una película que me ha ido gustando más con el tiempo. Creo que el doblaje es fabuloso, sobre todo la voz del recepcionista que explica a la familia cómo funciona el hotel. También las voces de Hinojosa y Forqué son estupendas, creo que hicieron un muy buen trabajo, teniendo en cuenta las manías del director y tanto asesor/ayudante/localizador de por medio. Una parte de los rodajes de interiores se hicieron en estudio, con un set que imitaba con gran fidelidad al hotel The Ahwahnee Hotel en Yosemite National Park, California. De hecho mucha gente que va a Yosemite y se hospeda aquí pregunta si es el hotel de «El resplandor». El Stanley fue la referencia para Stephen King y algo para Kubrick… el Timberline Lodge sobre todo para los exteriores… pero el hall del The Ahwahnee es inolvidable. Por lo demás, probablemente sobrevalorada, pero se ha convertido en un clásico. Por cierto la continuación me gustó bastante. Muy interesante la elucubración sobre la ausencia de referencias sobrenaturales presentes en la novela debido a la personalidad del director. La continuación me gustó y me pareció bastante digna y respetuosa con la original. Sin duda un clásico para revisitar de vez en cuando.