Política y Economía

Moldavia, el caleidoscopio hecho país

Moldavia
Una mujer en las protestas antigubernamentales que congregaron a manifestantes prorrusos y proeuropeos en Chisináu, la capital de Moldavia, en 2016. Fotografía: Pavlo Pakhomenko / Getty.

Para cuando usted lea este artículo en sus manos se habrán cumplido más de quince meses de la invasión rusa a Ucrania el pasado 24 de febrero de 2022. Desde entonces, las cifras de vidas humanas perdidas podrían superar en cientos de miles a los documentos clasificados del Departamento de Defensa de Estados Unidos que fueron filtrados en abril. Más allá de la más que elevada cifra de fallecidos, tan difusa como espantosa, y de las violaciones a la soberanía de Ucrania, el conflicto se ha hecho sentir en otros Estados. Sobre todo, en los de la Unión Europea, muy examinada estos últimos meses, y la antigua Unión Soviética

Moldavia, una de las quince repúblicas de la antigua federación, del tamaño de Cataluña y con dos millones y medio de habitantes, ha visto cómo cambiaba su realidad en los últimos años. Sobre todo, a partir de la fatídica noche de febrero. A pesar de que nadie abriese fuego en su territorio, los resultados de la invasión rusa son ya un problema en Chisináu.

Moldavia es un crisol de etnias —hasta siete oficialmente reconocidas— y realidades, a pesar de su tamaño y de que casi un millón y medio de moldavos forman parte de la diáspora. Con la disolución de la Unión Soviética, este Estado, encajado entre Rumanía y Ucrania, ha vivido intensos periodos de tensión política protagonizados por los «nostálgicos» de la URSS y los secesionistas de Transnistria y, en menor medida, de Gagauzia. Estas dos últimas regiones autónomas, apoyadas por Moscú, han supuesto un desafío constante para la unidad territorial moldava. 

En frente se encuentran los proeuropeos, decididos a alejarse de Rusia y reforzar sus alianzas con Bruselas. Entre ellos están los que desean convertirse en miembros de pleno derecho mediante el artículo 49 del Tratado de la Unión Europea (TUE, el que regula la entrada de nuevos países) y quienes aspiran a adherirse a través de la unificación de Rumanía y Moldavia, por el vínculo entre el extinto Reino de Rumanía con la región de Besarabia. En definitiva, un caleidoscopio político lleno de complejidades.

Desde su independencia en 1991, Moldavia ha estado gobernada por el bloque socialcomunista o por los europeístas. Con la elección de su actual presidenta en diciembre de 2020, Maia Sandu, proeuropea y reformista, el país afronta el reto de convertirse en miembro comunitario. Sin embargo, el camino de la adhesión se está viendo comprometido por la ajustada mayoría que obtuvo Sandu en los comicios presidenciales (53 %), la crisis económica y financiera derivada de la guerra de Ucrania, la influencia rusa en las regiones separatistas y la creciente desconfianza popular en sus gobernantes. Según una encuesta de The International Republican Institute publicada en diciembre, la mayoría de los ciudadanos (27 %) no confía en ningún político para liderar el país. Un 26 % opta por Maia Sandu, y un 17 % considera que la mejor opción es el expresidente socialista y líder de la oposición, Igor Dodon.

Dependiendo de cómo se mire la realidad nacional, el proceso de entrada en la Unión Europea puede parecer más o menos distante. The International Republican Institute reveló que, a finales del año pasado, más del 60 % de la población apoyaba total o parcialmente la adhesión a la Unión Europea. En la capital, la misma opción alcanza casi el 80 %. Es decir, que el caladero de detractores del proyecto unionista está en la periferia. 

Moldavia
El calzado representan a los numerosos emigrantes moldavos ausentes del país en una protesta proeuropea en Chisináu, 2019. Fotografía: Daniel Mihailescu / Getty.

Una neutralidad puesta en riesgo

En el artículo undécimo de su constitución, Moldavia se autoproclama como un Estado neutral, sobre el que ningún país o fuerza extranjera podrá desplegar tropas. Según varios expertos, el país podría haber puesto en riesgo esa condición el 3 marzo de 2022, fecha en la que solicitó formalmente la adhesión a la Unión. Ha sido en esta última etapa política nacional cuando la presidenta Sandu dio el primer paso para unirse a Bruselas. En sus intenciones por acercarse a Europa, la presidenta decantó la balanza en un asunto muy debatido en la sociedad y, el pasado mes de marzo, declaró el rumano como lengua oficial de Moldavia. 

Los principales objetivos perseguidos por el Gobierno con esta adhesión, según las personas entrevistadas para redactar este artículo, son dos: ofrecer un futuro estable al país, algo difícil de alcanzar si continuara su camino en solitario, y romper con su dependencia de Rusia. Tradicionalmente, Moldavia ha sido un país agrícola bajo el paraguas de la Unión Soviética. Ahora estructura su economía, sobre todo, en torno al sector servicios (54,5 % del PIB) y las actividades industriales (13,9 %). Las remesas enviadas por los emigrantes suponen un 15 % del total del sistema económico.

Durante muchos años, Rusia acaparaba tanto las importaciones (el 85,8 % en 1991) como las exportaciones (95,9 %), no obstante, Moldavia ha conseguido darle la vuelta a esta situación. En la actualidad tiene como principales proveedores a China y Rumanía y como clientes a países de la Unión Europea (Rumanía, Italia y Alemania). Sin embargo, el saldo comercial moldavo es negativo en más de dos mil millones de euros según los datos de 2019 y 2020. Moldavia tiene músculo exportador en productos baratos: aparatos eléctricos, prendas de vestir y futas. 

Hasta ahora, el país recibía un trato amable por parte de Rusia. Conseguía el gas, la energía y el petróleo a buen precio desde Moscú, por lo que el coste de la vida subía moderadamente. Además, con la liberalización de visados firmada mediante acuerdo con Bruselas en 1994, en los hogares moldavos se vivía con relativa calma, más allá de las tensiones políticas internas. 

Tras el estallido de la guerra de Ucrania y el acercamiento de Maia Sandu a Europa, enemiga declarada de Vladímir Putin, Rusia ha cortado de raíz el trato amistoso de precios bajos a los hidrocarburos, lo que ha provocado una subida sustancial del precio de la vida. Si en enero de 2022, antes del conflicto, la inflación estaba en el 16,6 %, según el Instituto de Estadística de Moldavia, el pasado mes de octubre tocó su techo en un 34,6 %; dieciocho puntos en diez meses que hicieron tambalear la confianza en el Ejecutivo de Sandu.

Esto ha supuesto que los últimos estudios de intención de voto ofrezcan predicciones poco precisas sobre quién podría llevarse la presidencia del país si se celebraran ahora las elecciones. Cualquier fuerza del tradicional binomio podría estar merodeando el poder. Según un estudio de febrero de 2023 de la consultora rumano-moldava IMAS, el Bloque de Comunistas y Socialistas (BCS) ganaría las elecciones parlamentarias, con un 34,4 % de los votos; un sondeo más reciente, publicado en abril por el think tank moldavo WatchDog, da al Partido de Acción y Solidaridad (PAS, liberales proeuropeos) el 33,1 % de las papeletas y a Maia Sandu la victoria en la primera vuelta de las presidenciales. Aunque las últimas encuestas publicadas en Moldavia vuelven a dar mayoritariamente la victoria a los liberales y a Sandu, entre febrero y septiembre de 2022, el primer puesto era para el BCS. 

El bloque de izquierdas, principal fuerza de oposición, está copresidido por dos expresidentes de la república moldava: Vladimir Voronin (2001-2009, comunista) e Igor Dodon (2016-2020, socialista). La tendencia del BCS es hacia posiciones anti-OTAN, de acercamiento a Moscú, reacios a Bruselas y radicalmente contrarios a la unificación de Rumanía y Moldavia.

El camino europeo

Hace un año, en junio de 2022, la Comisión Europea concedió a Moldavia el estatuto de país candidato a la Unión. Desde hace más tiempo, la antigua república soviética es un socio prioritario para Bruselas y Chisináu viene dando pasos para integrarse en el sistema comunitario. Sin embargo, la corta historia democrática del país y la debilidad de algunas de sus instituciones ha ralentizado el ritmo de este proceso. Desde el estallido del conflicto, y como gesto de buena voluntad con los países afectados por la guerra que quieren entrar en el club comunitario, la Unión Europea está acelerando los procesos de adhesión con Georgia, Ucrania y la propia Moldavia.

Según Viorel Furdui, director ejecutivo del Congreso de Autoridades Locales de Moldavia (CALM), el proyecto europeo supone una importante oportunidad nacional: «Bruselas está haciendo importantes inversiones aquí. Sobre todo desde la pandemia. Moldavia tiene que coger el tren de la Unión Europea. Los partidos proeuropeos, ahora que tienen el poder, deberían aprovechar». Sin embargo, encuentra dos problemas en el proceso: «El primero es que la UE no está haciendo mucho por lograr que la población moldava entienda de qué va el mensaje europeísta, de este modo, se lo pone fácil a los rusófilos para que ejerzan su influencia a través de la propaganda. Por otro lado, hay que redoblar esfuerzos en las comunidades locales y centralizar menos las acciones de adhesión. Este asunto no puede tratarse únicamente desde Chisináu».

Para Grigore Vieru, periodista de la radiotelevisión pública moldava, el país cada vez es más consciente de que asociarse con la Unión Europea resulta más positivo que continuar orientados hacia Rusia: «La mayoría de nuestros partidos políticos y de la sociedad civil apoya la adhesión a la Unión Europea como objetivo estratégico, a pesar de que siga habiendo voces que se oponen, ya sea por razones ideológicas o propagandísticas. Comprendemos muy bien que el proceso de adhesión a Europa es complejo y potencialmente largo, pero tener el estatus de país candidato ya nos hace estar seguros de que vamos por el buen camino». En los últimos sondeos el apoyo a la adhesión obtiene más del 50 %, aunque la propaganda rusa sigue haciendo estragos. «A título comparativo, el apoyo a la Unión Europea en Ucrania y Georgia ronda el 90%», asegura el periodista.

Moldavia
Una estatua de Vladímir Lenin frente al edificio del Consejo Supremo de la región prorrusa de Transnistria en su capital, Tiraspol. Fotografía: Daniel Mihailescu / Getty

Transnistria y Gagauzia, los principales escollos

En total, medio millón de personas habitan los territorios autónomos de Transnistria y Gagauzia, donde se habla ruso. La primera declaró su independencia ya en la disolución de la Unión Soviética, cuando percibieron que las intenciones del nuevo Gobierno moldavo estaban más próximas a Rumanía que a la nueva Rusia. Desde entonces, esta región es un verdadero desafío para la integridad territorial de Moldavia: «Las autoridades moldavas están convencidas de que la República de Moldavia ingresará en la Unión Europea junto con la región de Transnistria. Durante el proceso de adhesión esperan encontrar una solución pacífica para la reunificación de ambas partes, aunque de momento no lo hay», cuenta Grigore Vieru. Sin embargo, su Ejecutivo no ha sido reconocido por ningún Estado nación. Tampoco por Moscú, a pesar de que Rusia tiene desplegados soldados nacionales sobre el terreno. 

La opinión pública considera que la tensión en torno a la cuestión transnistriana se ha rebajado con el paso del tiempo y porque la región no tiene frontera con Rusia. Ese desgaste se ha visto contrarrestado desde el estallido del conflicto ucraniano, pues el Gobierno de Transnistria, región por la que pasa el gas procedente de Rusia que abastece a todo el país, ha amenazado con cortar y gestionar el suministro de gas al antojo de Moscú.

Gagauzia, a pesar de tener una postura más cooperante, no se presta a subrayar los planes de Chisináu: «Oficialmente, los dirigentes de la región declaran que apoyan la política proeuropea del Gobierno, pero en realidad sus acciones están encaminadas a facilitar la influencia de la Federación de Rusia en los asuntos del país. Los actuales dirigentes, que ya no pueden presentarse a las elecciones regionales, están promoviendo activamente a un candidato prorruso», asegura Vieru.

Los «culpables» de la diáspora

No es un secreto que quienes contribuyen al 15 % de la economía moldava con sus remesas, los emigrantes, votan mayoritariamente por las opciones europeístas. En las elecciones parlamentarias de 2021, el 86,23 % de las papeletas que entraron en Moldavia tenían el color amarillo del PAS. En las elecciones presidenciales, su voto fue «determinante», asevera Viorel Furdui, para que Maia Sandu se alzara con la victoria: «La diáspora ha provocado que Moldavia no tenga un Gobierno de coalición entre socialistas y comunistas. Fue muy emocionante ver cómo en las últimas elecciones los emigrantes llegaban en avión y otros medios de transporte para votar en casa. Están comprometidos con el país. Recientemente, el proceso electoral se ha reformado y tienen más facilidades para decidir desde su país de residencia».

«La contribución que la diáspora hace a Moldavia es muy importante. El dinero que envían a sus casas asegura, en parte, el consumo de la economía local y la creación de nuevas empresas. En temas políticos, ya vimos en las elecciones presidenciales y parlamentarias que tienen capacidad para cambiar el entorno político y normativo del país», advierte Grigore Vieru. Esta descarada preferencia por las listas liberales ha llevado a Igor Dodon a cargar duramente contra quienes viven fuera de Moldavia y votan. Según el expresidente, este grupo de población decide sobre el destino de un país cuyos problemas no sufre en sus carnes día tras día y, por tanto, adopta una actitud egoísta. 

Tino Bostan, que llegó a España a inicios del milenio, asegura que esa tensión ya se siente en la calle: «Fuimos quienes inclinamos la balanza a favor de Sandu. En ciertos sectores de la población, este hecho ha provocado un sentimiento de rechazo hacia nosotros. El año pasado viajé a Moldavia para ver a mi gente y lo noté en algunos amigos. Me reprochaban que yo había votado desde España, sin sufrir lo que allí estaba sucediendo, a ciegas; piensan que somos los culpables de que su vida haya empeorado por haber votado a Sandu».

Moldavia tiene que acabar los deberes

El Ejecutivo de Maia Sandu tendrá que sortear el principal obstáculo del proceso europeizador: la propaganda e influencia de Rusia. «Rusia sigue intentando influir en la situación política y económica de Moldavia. La dependencia de Moldavia del gas ruso y de la exportación de ciertas categorías de bienes la hace vulnerable como Estado», alerta Grigore Vieru. 

A comienzos de año, en febrero, la presidenta Sandu denunció haber recibido documentos que probaban que Rusia habría planificado un golpe de Estado en Moldavia a través de falsas protestas con acciones violentas protagonizadas por ciudadanos rusos y de otras antiguas repúblicas soviéticas y yugoslavas. A pesar de ello, varios estudios recientes afirman que los ciudadanos moldavos no sienten que Rusia suponga hoy una amenaza real para su seguridad nacional.

Los retos que afrontará Moldavia en los próximos meses girarán en torno a mantener la mayoría europeísta en el Parlamento y en la opinión pública y, como ya hemos comentado, en iniciar un proceso de descentralización. Aunque, por el momento, el apoyo es rotundo, la condición de miembro de pleno derecho es un horizonte alcanzable a una década vista. Hasta entonces, el Gobierno deberá contener la subida moderada que experimenta el bloque rusófilo, en gran medida, alimentada por la nostalgia de muchos moldavos por un pasado estable en el que Rusia permitía un coste de la vida bajo. «El desconocimiento de los beneficios que la entrada en el club europeo supondría para el país y el miedo a quedarse solos en un mundo amenazante y en conflicto acechan», asegura Viorel Furdui.


Referencias

IMAS. Barometrul socio-politic, Februarie 2023. Republica Molvoda.

Instituto Nacional de Estadística de Moldavia.

Oficina de Información Diplomática del Ministerio de Asuntos Exteriores (febrero de 2022). Moldavia (ficha país).

Pérez Gil, Luis V. La solicitud de adhesión de Moldavia a la Unión Europea. Documento de Opinión. IEEE 37/2022. 

Sava, C. (abril de 2023). «PAS ar avea cele mai multe mandate de deputat, iar Maia Sandu ar câștiga detașat primul tur, dacă duminica viitoare ar avea loc alegeri». (El PAS tendría la mayor cantidad de mandatos y Maia Sandu ganaría la primera vuelta por goleada si se celebraran las elecciones el próximo domingo). TVR Moldova.

Taibo Arias, C. (1995). Crisis y cambio en la Europa del Este. Alianza Editorial.

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