Viene de «Ficciones de la historia de Italia (1)»
Los cien pasos (2000)
Del mismo director que La mejor juventud, la biográfica película de Los cien pasos cuenta la vida de Peppino Impastato, una historia real no tan sonada en el momento al ser eclipsada por el escándalo del asesinato de Aldo Moro.
Nos encontramos en los años 70 en un pueblo cerca de Palermo, la capital siciliana. A pesar de los años convulsos de terrorismo, esto es Italia y es Sicilia y no podemos olvidar la existencia imparable de la mafia. En ese pueblo cerca de Palermo, vive Peppino, un joven con fuertes convicciones políticas que está decidido en su oposición pública a la mafia y que, para ello, decide fundar con algunos compañeros una emisora independiente en la que ridiculiza a la organización y la situación política del país.
Mafia es sinónimo de corrupción y eso es lo que vemos continuamente y lo que reivindican los militantes y participantes de la radio. Todo el pueblo simpatiza con la mafia y, si no lo hace, deberá pagar las consecuencias y enfrentarse a la institución gobernante. Peppino no escucha las advertencias de su familia y actúa con un jovial desenfado, como si no le importara nada, como si fuera invencible. El ambiente del pueblo y el de la familia es como el de cualquier otro pueblo y cualquier otra familia, censurable y censurado, y las críticas a lo establecido resultan peligrosas. La mafia es, sobre todo, una entidad de corrupción y es la metáfora de la represión a mano armada, es el control y el silencio.
La mafia, que surgió precisamente en Sicilia y cuya rama siciliana se denomina Cosa Nostra, se dedicaba en un principio a la protección independiente de los ciudadanos. Es quizás lógico que en algunos sectores contaran aún con cierta autoridad y que los miraran con buenos ojos, aunque por supuesto más adelante derivara en lo que hoy conocemos como una organización para el crimen organizado. Y es aún más lógico pensar en el lucro del que muchos se beneficiaban y se benefician gracias a las actividades delictivas de la organización. Por ello, resulta ilustrativo el discurso final lleno de emoción y de rabia de uno de los integrantes de la radio independiente, el colofón que, al fin y al cabo, no debe aplicarse solo a la mafia, que es el malo de la película, es el colofón que debe aplicarse a la sociedad misma, al consumismo, a la explotación, a todas las prácticas en las que nos colocamos arriba:
¿Por qué no lo admitimos de una vez? Los sicilianos queremos la mafia. Pero no porque le tengamos miedo, sino porque nos hace sentir seguros, porque nos identificamos con ella, porque nos gusta.
El episodio de Peppino Impastato coincide con la muerte de Aldo Moro en 1978. Tras esto, hacia finales de la década de los 70, los incidentes de violencia disminuyeron. Los oscuros años de plomo llegaban a su fin y quedaban marcados por la matanza de Bolonia en 1980, un atentado perpetrado por una organización de extrema derecha que explosionó una bomba en la estación de trenes de la ciudad, en el que murieron ochenta y cinco personas y que podemos ver en la película Romanzo criminale (2005). La explosión puso punto y final a esta convulsa etapa de la historia de Italia, tan representada en la ficción por su complejidad social y política.
Elena Ferrante, en el último volumen de Dos amigas, refleja a la perfección el sentimiento político que reinaba en la época: «La explotación del hombre por el hombre y la lógica del máximo beneficio, antes consideradas una abominación, volvían a ser en todas partes las bases de la libertad y la democracia». Se acabó la era del comunismo, vuelta a los valores capitalistas.
La amiga estupenda (2018)
Entre toda esta energía masculina de agresividad y política, nos vamos a Nápoles para un poco de descanso con la historia de dos amigas.
La serie o los libros se centran en la vida entrelazada de dos amigas, desde que son niñas en el mismo barrio pobre de Nápoles hasta que se van separando debido a los estudios, a la clase social, a las oportunidades que se le abren a una y a otra, a la distancia, a los celos.
Comenzamos viviendo la infancia de Lenù y Lila en los años 50 en un barrio en la periferia de Nápoles, con calles de tierra, solo un par de edificios bajos y casas con habitaciones pequeñas para muchos niños y pocas posibilidades para la formación o la enseñanza. Es una crianza agresiva con poco o ningún apoyo de la familia, que supone un foco más de ferocidad, y en la que solo pueden apoyarse la una en la otra para aprender a moverse en ese mundo de supervivencia.
Desde el barrio empobrecido y violento, pasamos a los años 60, cuando ya son adultas jóvenes, han aprendido los códigos para vivir y deben tomar las diferentes opciones que la vida les ofrece: el estudio, el matrimonio, el trabajo… Vemos la batalla continua que tenían que hacer frente las mujeres en aquella época, en todas, las vías ajustadas que podían tomar y las que realmente querían tomar, las que tomaban y el caos y el desastre y la exclusión. Así, somos testigos de cómo Lila comienza a trabajar y sufre las pésimas condiciones laborales y sanitarias de las fábricas y las posteriores revueltas obreras y luchas sindicales de los 60 y cómo los amigos de la infancia se involucran en el PCI y en los sindicatos y se les persigue por ello.
Pasamos a los 70, cuando cada amiga tiene una vida separada, al contrario de la infancia, y nos encontramos con la contraposición de la maternidad de Lenù con el surgimiento de los movimientos feministas en Florencia, en los que se ve involucrada y quiere involucrarse, las manifestaciones, la llegada de la píldora anticonceptiva a las mujeres casadas y vemos la lucha entre la vida doméstica para la que ha sido criada y la ansiada libertad y el deseo de trabajar que siempre ha querido y que descubre que, en su adultez, no tiene. Es el mismo contexto de los años de plomo, el mismo momento histórico, pero quizás en el reverso, en el negativo de la fotografía. No vemos tanta violencia, aunque la violencia siempre está presente en las calles, en el barrio napolitano y también en el norte; tampoco vemos tanta política, pero la política siempre está ahí, en las conversaciones y en los amigos de la universidad.
A lo largo de la serie, desde los años 50 hasta los 90, Lenù va y viene de Nápoles, por lo que recibe los cambios que sufre la ciudad con mucho más impacto. Pasa de tener una visión de su hogar desde dentro, con una vivencia totalmente integrada, a tomar la posición de foránea, de la extranjera que por primera vez mira sus raíces con ojos ajenos. Desde su perspectiva, vemos cómo el barrio cambia y se industrializa, cómo cambian las tiendas, se construyen nuevas casas, se sustituye el camino de tierra por la carretera asfaltada; vemos cómo se incrementa aún más la corrupción gracias a los que tienen dinero, a los que tienen contactos cercanos con la mafia, que trapichean y que llevan la droga al barrio; vemos cómo los compañeros de la infancia emigran, se casan, se echan amantes, tienen hijos, se separan.
Es una visión de Nápoles desde el interior y desde la mujer que se va a estudiar fuera y vuelve y que refleja las contradicciones de amor y rechazo a la propia tierra. Porque creo que es muy común, especialmente en Italia, que existan esas contradicciones de amor y rechazo, de protección y de repudio ante tanta corrupción, ante tanta mafia, ante tanta violencia. Es una constante que se menciona en casi todas las obras cinematográficas que he citado: la autocrítica, la cuestión de la responsabilidad ante la formación de un país corrupto —cuál no, por otro lado—, el hastío y la lucha que se debaten entre sí.
Elena Ferrante, más que un retrato de hechos históricos, narra una historia de mujeres, de la Italia real de forma íntima, de las mujeres que podríamos ser todas. Trata el aspecto social más que el político, pero uno no puede ir sin la mano del otro y, por ello, los conflictos, las revueltas, cómo se desarrolla el pensamiento de la protagonista a la par que de toda Italia, cómo van cambiando las ideas de sus compañeros de armas, cómo se centralizan, cómo estalla el feminismo y se entrelaza con su propia vida, como nos pasa a todos en la nuestra, cuando lo exterior afecta a lo interior.
1992 (2015)
Hemos llegado a los años 90 y la serie 1992 nos adentra en el agitado panorama político de la época en Italia, cuando se destapó una red de corrupción liderada por el socialista Bettino Craxi.
Vamos al contexto. Entre 1992 y 1994, un grupo de fiscales de Milán llevaron a cabo las investigaciones conocidas como Manos Limpias gracias a las cuales se hizo público que gran cantidad de políticos recibían importantes pagos a cambio de ayuda a empresarios en forma de contratos públicos, obras y subvenciones estatales. Una corrupción mucho más elegante, sin violencia, sin asesinatos, una corrupción más políticamente correcta, bienvenida. El escándalo tomó el nombre de Tangentopoli —«ciudad de sobornos» en italiano—, se llevó por delante a multitud de renombres y cargos públicos y desmanteló el sistema de partidos del momento, que seguía liderando ampliamente la Democracia Cristiana junto al Partido Socialista, y que más tarde desembocó en la disolución de ambos.
Manos Limpias no solo consistieron en unas investigaciones fiscales, el pueblo también se echó a las calles para protestar por los continuados casos de corrupción a gran escala, acentuados por la gran crisis económica que arrasaba el país.
En la serie 1992 —y en sus secuelas, 1993 y 1994—, podemos seguir con más detalle el proceso de la mano de unos personajes ficticios que nos adentran en un drama muy real: la corrupción en las altas esferas, los favores económicos, los tejemanejes y la llegada al poder político de un empresario llamado Silvio Berlusconi; parece que fue ayer, pero hace tres décadas ya.
Abril (1998)
En clave de comedia y autoparodia del propio director y actor principal, Nanni Moretti retrata en Abril una serie de incidentes políticos que ocurrieron a partir de 1994, año en que Berlusconi gana las elecciones generales por primera vez y en que Moretti decide grabar cómicamente un documental sobre la realidad política italiana en mitad de sus propias reflexiones existencialistas y de su defensa exacerbada a la izquierda, pues, como un hincha de fútbol, se ofende fácilmente.
La película refleja hechos relevantes de la historia italiana más reciente como la ola de refugiados albaneses que intentaron llegar a Bari tras el cambio de sistema político en tierras balcánicas, que dejaba atrás el socialismo para abrir paso al capitalismo, o la supuesta independencia de Padania —neologismo que se utiliza para denominar a las regiones del norte de Italia—, anunciada en 1996 por Umberto Bossi, el líder del partido de derecha Liga Norte. Este afirmaba que, a pesar de carecer el norte de un sentimiento nacionalista realmente fuerte, las regiones del sur del país solo representaba una carga económica para el norte más rico y que, por tanto, aspiraban a la independencia de Roma para una mayor autonomía.
Entre sus reflexiones políticas y filosóficas, Moretti nos dice: «Y además, el hecho de que aquí, a Puglia, no haya venido un dirigente de la izquierda es síntoma de su ausencia política, pero sobre todo de su ausencia humana». Así, Abril nos lleva en un viaje por las regiones italianas, por su historia y por la vivencia del exaltado Moretti y de su ansiosa torpeza. Y nosotros no podemos hacer otra cosa que cogerle cariño a este nervioso y adorable rojazo.
El cine nos aporta tanto, nos da alegría, nos acompaña en la tristeza y también nos hace aprender de la cultura y de la historia de otros países. Italia parece que está tan cerca, pero a la vez tan lejos. Es un país que conocemos más por sus estereotipos que por su realidad en sí, por sus manos con los dedos juntos más que por su contexto real. A mí me sorprende que tenga una cultura tan rica y una historia política y social tan diferente y tan desconocida para nosotros. Somos el Mediterráneo, pero no nos conocemos. Preferimos mirar arriba. Nos hacen mirar arriba. Adentrarnos en la historia de Italia y en su cine es conocerlos un poco más, adentrarnos en los entresijos y abandonar los clichés que tenemos asociados. Hay mucho más que pizza y pasta, hay mucho más que mafia, hay mucha más Italia.
Creo que la serie 1992 debería impartirse en la carrera de ciencias políticas , en la de historia moderna… Y aplicando Italia a España uffff
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