Ángel
Esta entrevista es un adelanto de nuestra trimestral Jot Down nº 43 «Europa»
La transición energética y el cuidado del medioambiente no es que estén introduciendo cambios en nuestras sociedades: las están revolucionando. El modelo de ciudad de la Revolución Industrial y el desarrollismo se está quedando atrás definitivamente, mientras que las áreas rurales experimentan una modernización tecnológica sin precedentes. Como toda transformación, puede afectar a amplios sectores de la población que temen no adaptarse a la nueva situación o quedarse descolgados en los nuevos modelos productivos. Teresa Ribera, vicepresidenta para la Transición Ecológica, y sus colaboradoras Sara Aagesen, secretaria de Estado de Energía, y Valvanera Ulargui, directora general de la Oficina Española de Cambio Climático, se han encontrado con Jot Down para explicar la magnitud del problema del aumento de las temperaturas en España, así como las oportunidades que pueden generar las políticas activas de protección de la biodiversidad y reducción de emisiones.
El Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico se ocupa de cuestiones como la natalidad, la despoblación o la economía, que son competencias de otros ministerios…
Teresa Ribera: Cuando se reestructuran los departamentos ministeriales y el presidente me encarga asumir esas áreas, ya habíamos hablado antes de este asunto. Yo le comenté que tenía más que ver con asuntos sociales o desarrollo rural, que dependía del enfoque, de si estaba relacionado con la pirámide demográfica o si era territorial. Sin embargo, me pidió que lo asumiera yo porque tenía vínculos con el territorio, con la ruptura de inercias y también con cómo se van reconstruyendo las posibilidades al hilo de un replanteamiento económico.
Cuando empezamos, durante la primera semana, recibí un aluvión de cartas de todas partes, de enfermeras, de familias numerosas, de farmacéuticos rurales, etc. Eso demostraba que el reto demográfico se podía enfocar de maneras muy diferentes. Cuando profundizas en el territorio y percibes el problema de que hay ciudadanos que se sienten de segunda, resulta obvio que es una situación que se ha ido acumulando durante décadas. Entonces, con la creación de la Secretaría General para el Reto Demográfico por fin hay una instancia a la que dirigirse.
En el ámbito rural, ¿cómo se decide por dónde abordar el problema cuando hay tantos enfoques posibles?
T. R.: Intentamos recuperar una dinámica, no de nostalgia, sino de actividad. En cuanto logras ese cambio de mentalidad, la gente deja de hablar de lo bonito que era su pueblo, abandonado a causa de la Revolución Industrial, el cese de la actividad minera o la falta de oportunidades y servicios en el campo. Hay una creatividad brutal, la gente tiene unas ganas enormes de activarse. Todo el mundo estaba deseando poder contar su historia, lo que demuestra que durante mucho tiempo no han tenido un interlocutor al que dirigirse.
En determinados aspectos coincide todo el mundo. Uno podría ser la escasez de vivienda. Hay casas en mejor o peor estado, pero no siempre están acondicionadas. Muchas son segundas residencias que la gente no utiliza, pero tampoco quiere dejar. Tampoco hay un mercado del alquiler y de la construcción. O eres autopromotor o tienes una vivienda familiar.
Otro tema recurrente es la necesidad de estar conectados, tanto digitalmente como en movilidad. Esos servicios, que no necesariamente son carreteras, tienen que repensarse para que sean viables. Aparte, la gente no quiere quedarse encasillada en que, como vive en el rural, se dedica al sector primario y ya está. Hay una demanda muy fuerte de buscar alternativas que puedan funcionar y las tecnologías que lo permitan. Ahí hay un factor determinante: cuántas mujeres jóvenes se quedan en el mundo rural.
La descentralización en España acercó las instituciones a los ciudadanos de todo el territorio como no había ocurrido en la era moderna ¿por qué ha fallado en este aspecto?
La afirmación del Estado autonómico se ha hecho, valga la redundancia, por afirmación de su propia identidad, pero había un elemento cultural que falló y no hemos sido conscientes hasta hace relativamente poco. Venimos de ser un país bastante pobre y en treinta o cuarenta años hemos avanzado muchísimo, pero para dejar de ser pobres existía la idea de que había que abandonar el campo e irse a la ciudad. Lo natural era salir y no volver. El que volvía no era percibido como un triunfador, sino como alguien que no ha podido encontrar una salida. Esas ganas de ser moderno jugaron en contra de ese equilibrio y a favor de una administración nueva que nacía, que pretendía ser próxima a sus ciudadanos, pero que en el fondo repite un centralismo diferente en cada territorio, en cada comunidad autónoma; un centralismo que se olvida del equilibrio y de los servicios que tiene que mantener en los pueblos pequeños.
¿Cómo afecta la despoblación a los recursos naturales?
T. R.: Un servicio ambiental importantísimo es la custodia del territorio. La despoblación en España afecta a la mayor extensión de territorio en Europa, solo Laponia y los países escandinavos tienen una densidad de población tan baja en determinadas zonas. Simultáneamente, somos el país con mayor riqueza desde el punto de vista de la biodiversidad y el que mayor riesgo asume por el cambio climático, que se traduce sobre todo en incendios. El abandono del campo y de las zonas rurales es uno de los factores que claramente está detrás de muchos incendios. Si tienes un monte abandonado y sin población cercana con capacidad de reacción, la posibilidad de que se convierta en combustible para el fuego es mucho más alta. En cambio, si desarrollas una bioeconomía local, se reduce el riesgo.
Ahora mismo, la fijación de población no sirve para que aumente el número de gente, sino para congelar, para que no se reduzca. Para eso hacen falta salarios decentes a fin de mes y condiciones dignas de vida. De eso se ocupa la Política Agraria Común, pero no le hemos prestado la atención que se merece, siempre hemos pensado en la renta y en la productividad agraria y no tanto en los servicios ecosistémicos, que sirven para que haya mejor calidad del agua, de los bosques… todo eso es bueno per se. La relación entre el ámbito urbano y el rural es mucho más interdependiente y próxima de lo que se pueda pensar. Las personas somos necesarias para producir alimentos y conservar la biodiversidad y el paisaje.
Sara Aagesen: Consumir alimentos de proximidad, el acceso al 5G en el medio rural. Todo puede hacerse de forma muy eficiente. En realidad, con el modelo actual, la población se concentra donde no se producen ni la energía ni los alimentos.
Sin tener una visión en perspectiva, una big picture, muchas personas, cuando oyen hablar de comercio de proximidad o de agricultura ecológica, sobre todo piensan en que esto encarece el producto final.
T. R.: Con la agricultura ecológica y el comercio de proximidad depende de cómo hagas las cuentas: ¿cuál es la carga de químicos que tiene que absorber el suelo para un rendimiento más elevado? ¿Cuál es la carga de transporte y combustible de los barcos que te traen las uvas del hemisferio sur cuando toca o al revés? Las cuentas para el conjunto de la sociedad son completamente diferentes. Es verdad que nos hemos acostumbrado a tener de todo durante todo el año.
Valvanera Ulargui: Es necesario un cambio de hábitos. En la Asamblea de Ciudadanos por el Clima que celebramos recientemente fue una de las recomendaciones. El reto del cambio climático es muy complejo y difícil de entender, tiene muchas aristas, pero los debates fundamentales en este encuentro giraron en torno al consumo de energía y de alimentos y el trabajo. Quienes debatían eran ciudadanos elegidos al azar y todos estuvieron de acuerdo en pagar un poco más si realmente el producto es ecológico, de cercanía y da trabajo a la gente que tienes alrededor. Al final, el reto que tenemos por delante son unos etiquetados que informen correctamente al ciudadano sobre el producto que tiene delante y recuperar una dieta mediterránea razonable.
Ese pagar más es complicado. La percepción, y hablo de lo que puedes escuchar en la calle, es que se crean ciudadanos de primera y de segunda. Un ejemplo es el coche. Obviamente, es positivo que cada vez sea menos necesario. Sin embargo, muchos trabajadores se quedan con la sensación de que a ellos se les prohíbe circular, pero quien puede pagarse un cochazo ecológico se mueve por donde quiere.
T. R.: El debate sobre los costes de la transición es muy importante. Es muy posible que, en unos años, todos los coches sean bajos en emisiones, pero un paso así, en sus primeras etapas, siempre resulta mucho más caro. Cuando no hay mercado, no son productos generalizados los que se ofertan, son boutique. Desde el punto de vista fiscal, pasa lo mismo. Se introducen tasas en los combustibles fósiles para incentivar un cambio de comportamiento y, en realidad, no hay alternativa, que es lo que ocurrió en su momento en Francia con los chalecos amarillos.
Una transformación tan importante del sistema productivo y del consumo en un tiempo tan corto no se puede hacer si no tienes en cuenta en la misma proporción y con la misma preocupación la incidencia social de lo que estás haciendo. Eso explica también por qué, a la hora de la verdad, en una transformación profunda no solo cuentan los elementos tecnológicos o la racionalidad macro, sino los distributivos y el factor social. Si no, no la haces. Es imposible, porque te enfrentas a la resistencia cultural legítima del que se siente amenazado por esto, no tiene alternativa y responde: «Váyase a la porra». Esta es una de las mayores preocupaciones del Ministerio.
¿Y eso se ve en…?
T. R.: Pues, por ejemplo, en que hemos cerrado las centrales de carbón y las térmicas, una de las reconversiones más brutales y ¿has visto a la gente quemando neumáticos y pegando gritos? No. ¿Por qué? Porque dijimos desde el primer momento que eso no se podía hacer sin un programa de acompañamiento muy negociado y trabajado de creación de oportunidades. La gente tiene que llegar a fin de mes, si no, esto le podrá parecer muy bien, pero no le interesa. Necesitan una alternativa que mantenga los servicios de su pueblo.
Esto sucede en muchos otros ámbitos. Todos estos cambios debieron empezar hace treinta años y no se pusieron en marcha. Ahora, el tiempo juega en contra y hay que tenerlo todo encauzado para 2030. Nos pasó lo mismo con el automóvil. En las primeras comparecencias en el Congreso de los Diputados, me criticaron cuando dije que el diésel tenía los días contados ¿y dónde están ahora las empresas del automóvil? Han asumido que su producto tiene que ser otro. Pasó igual con las eléctricas hace quince años. Y con la globalización, las cifras macro ¿qué representan? Puede haber mejoras globales, pero se ha incrementado la distancia entre los que salen beneficiados y los perjudicados. Si no priorizamos a las personas en la toma de decisiones, estamos abocados a un gran fracaso.
S. A.: En España de todos modos hay gran aceptación social: más de un ochenta por ciento piensa que el cambio climático es uno de los grandes problemas que tenemos y que hay que actuar. Es uno de los índices más altos de Europa.
V. U.: Luego, ese porcentaje baja cuando la pregunta es: «¿Tú qué estás dispuesto a hacer?».
Hay cambios muy perceptibles. Por ejemplo, en algunas zonas de la costa gallega, antes había pulpo y ya no se encuentra, también se perciben cambios en las cosechas, etc.
T. R.: En abril estamos a entre treinta y treinta y cinco grados y sin lluvias, es tiempo de junio. La disponibilidad de agua se reduce exponencialmente y los efectos se observan en cadena porque lo alcanzan todo. Primero, las cosechas, pero luego no puedes refrigerar una central eléctrica si no tienes agua. En un escenario como este, la preocupación del agricultor debería ser qué va a pasar con mi suelo, pero en realidad es qué pasa con las políticas del clima, que me van a traer dificultades adicionales. Este es un ejemplo muy claro de que algo estamos haciendo mal. La preocupación del agricultor no puede ser, como hemos visto en Países Bajos, el modo en el que se limitan los fertilizantes químicos, sino el modo en el que se reduce el impacto del cambio climático. Los agricultores están pensando en si van a disponer del agua del trasvase o de la desaladora y es comprensible, pero porque el problema está dulcificado, cuando en realidad nos enfrentamos a un problema de una magnitud tremenda: la desertificación de la península ibérica, donde se corre el riesgo de que no se pueda volver a plantar una lechuga nunca más.
S. A.: En el último informe del IPCC (Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático), que recopila lo que dicen a este respecto los científicos de todo el mundo, se señala claramente que hay margen de maniobra. Es muy corto, pero disponemos de toda la tecnología necesaria y conocemos las medidas que se tienen que poner en práctica. Solo hay que tomar decisiones políticas, empresariales y sociales. Las tres patas para actuar de forma urgente.
¿Surgen problemas institucionales en España en este campo, por ejemplo, entre dos comunidades autónomas de distinto signo que compartan recursos?
T. R.: Hace años, en la primera conferencia sectorial de Cristina Narbona como ministra, cuando estábamos con el Plan Nacional de Asignación a la Industria, tuvimos un debate muy curioso. El representante catalán decía que sus empresas ya habían hecho la modernización industrial y, por tanto, merecían un incentivo porque ya estaban ahí. Por otro lado, el representante extremeño se quejaba de que no había podido hacer la revolución industrial y no se podía asignar menos a su industria. De pronto, el representante vasco sentenció: «Si empezamos con esos argumentos, de aquí no salimos».
El problema reseñable en España es que, a diferencia de otros países, se financia más a las grandes ciudades que a las pequeñas. En otros sitios, a las ciudades grandes se les presupone capacidad de autofinanciación y se concentra el esfuerzo en las más pequeñas. Nosotros queremos llevar la financiación del Estado en saneamiento y depuración por este camino. Si se declara de interés general, la financia el Estado, pero ¿Madrid, por ejemplo, no tiene capacidad para financiar sus inversiones en saneamiento y depuración del Canal de Isabel II? No se puede declarar de interés general el saneamiento de Madrid cuando hay pueblos en el Pirineo oscense, por ejemplo, con ciento cincuenta habitantes que no tienen agua. El Estado tiene que financiar a quien más lo necesita.
¿Cómo es la colaboración entre los países europeos más concienciados y otros muy industrializados y más pasivos?
T. R.: Todos los países colaboran. Otra cosa es que cada uno tenga su propia mochila. En Europa, el problema es que no hay combustibles fósiles, por lo que nos va bien la revolución tecnológica y reducir la dependencia. De este modo, se liberarían recursos que pueden destinarse a fomentar la innovación y la política social.
V. U.: Si te pones la venda o le dices a la sociedad que esto se va a resolver, como a veces pasa, estás haciendo populismo irresponsable. Lo valiente es decir la verdad y poner los recursos en mitigación y adaptación.
¿En qué medida es mucho mayor que la media la vulnerabilidad de España con el clima?
V. U.: También lo dice el IPCC. Desgraciadamente, en la región mediterránea tendrá un impacto mucho mayor debido a la escasez de agua y a los incendios. Medio grado más ahora mismo importa mucho, lo que ya estamos viendo se va a intensificar en frecuencia. Cada milímetro del termómetro que vamos aumentando supone más incendios, olas de calor, más pérdidas de cosechas y también más muertes asociadas a las altas temperaturas.
T. R.: Un segundo efecto es el «efecto frontera». Los cambios climáticos no son locales. Si en África hay sequías y hambrunas, esto significa pobreza y migraciones, lo que afecta a un país fronterizo como España. Además, esta zona del planeta tiene un clima de transición especialmente vulnerable y con un mar casi cerrado, que tiene menos capacidad para mitigar el efecto calor.
¿La presidencia española del Consejo de la Unión Europea abordará estas cuestiones? ¿Qué se prepara para la COP28?
T. R.: A Europa en 2022 le ha pasado algo brutal, un golpe de realidad muy duro. Todo el discurso de que hay que reducir el consumo de combustibles fósiles porque es bueno per se, no solo por el cambio climático, le ha estallado en la cara con la invasión de Ucrania. El norte y el centro de Europa tienen una altísima dependencia de los combustibles de Rusia. Esto ha supuesto el acelerón de todo el proceso y, con él, todo el debate y sus contradicciones, con lo que eso supone en Europa. Nuestra presidencia de la UE representa la responsabilidad de canalizar todo eso en la buena dirección. Tenemos que acelerar el ritmo de transformación de nuestros sistemas productivos y eso debe trasladarse como algo positivo al debate internacional, a Naciones Unidas. Porque en la ONU, paralelamente, estás pendiente de otra cosa, mientras unos miran hacia las vacunas y los combustibles, otros hablan del impacto que les supone y de la pobreza. Hay cierta tensión que mira mal a Europa porque considera que estamos muy ensimismados.
En cualquier caso, creo que España tiene más responsabilidad porque no está tan afectada por el problema europeo, hemos sabido gestionar razonablemente esta crisis. Estamos un poco más próximos a los países donde el cambio climático se vive con más intensidad. Aunque este año ver el Loira sin agua o un Rin no navegable ha sido muy dramático, este problema siempre ha afectado más al sur de Europa.
Hubo una teoría que relacionó unos incendios en Rusia por el calor, que limitaron las cosechas de cereal, con el aumento del precio del pan en el norte de África, sus correspondientes protestas y, de ahí, las primaveras árabes.
T. R.: Y en México, cuando se impulsan los biocombustibles, estos copan las cosechas y compiten con los alimentos. Se produce el problema en el elemento central de la economía de México y su alimentación, que es el maíz. La falta de cosechas tanto por la sequía como por el uso alternativo del maíz pone de manifiesto que los impactos se producen en cadena.
Por eso, a pesar de lo que pueda creer mucha gente, las cumbres de Naciones Unidas son importantes. En una estructura en la que participan ciento noventa países se puede generar una orientación común para todos. Es complicado, son muchos países. ¿Va deprisa? No, pero no para nunca. Es difícil porque abandonar los combustibles fósiles no consiste en cambiar una planta térmica de carbón por una fotovoltaica, ya que la red funciona de forma diferente, mis cualificaciones profesionales no son las mismas para una caldera de carbón que para un sistema supersofisticado de captura de movimientos del sol, etc. Lo que queremos es estructurar todo eso.
Ese es el discurso desmotivador al que hacía referencia, el que consiste en afirmar que da igual lo que haga Europa o España, ya que nada tiene arreglo porque otros países van a seguir igual.
T. R.: Cada uno tiene su camino. Antes eran los alemanes los que presumían de ser verdes y ¿dónde están ahora?
Pasándolo mal, quemando carbón.
V. U.: Hicieron malos amigos.
T. R.: Y su camino tampoco fue muy hábil. El éxito en este campo hemos visto dónde está cuando comprobamos en la CNAE (sistema que agrupa y clasifica la actividad económica de empresas y autónomos) que la transformación energética en Asturias y el País Vasco ha disparado el empleo asociado a los aerogeneradores, por ejemplo. REPSOL dice que tiene que ser una transición ordenada, pero, si pisas el acelerador, se activa en todas direcciones. Esta cuestión está demasiado embebida en todas las actividades sociales como para que pueda hacerse por orden, pero, una vez que das el paso, no solo tienes ciudades más limpias, sino que, además, la rehabilitación repercute en el bolsillo de los vecinos, por un lado, y en el empleo, por otro. Sin embargo, el miedo a la contestación inhibe, cuando, en realidad, no solo no podemos perder el tren por razones climáticas, sino también por razones económicas.
S. A.: Hay otros impactos que no se miden, por ejemplo, el de la salud. Hablamos de beneficios medioambientales, sociales y económicos, pero también en la salud. Es extremadamente complicado ponerlo todo en valor, pero es un trabajo que también se está haciendo a nivel global.
T. R.: En España, que tiene problemas de empleo, faltan trabajadores para autoconsumo, instalaciones fotovoltaicas, mantenimiento de aerogeneradores… Las propias empresas ya están formando a estos trabajadores. También falta gente para la rehabilitación energética de los edificios, para la medición e inteligencia del sistema en consumo energético y de agua. Las plazas de Formación Profesional que hemos creado se absorben todas. En Estados Unidos, que había declinado el empleo de ingenieros, ahora está cambiando la tendencia hasta el punto de atraer a los ingenieros europeos y de otros continentes por la Inflation Reduction Act.
V. U.: En el Plan Industrial del Pacto Verde, uno de los grandes pilares es la capacitación. No solo en España, en toda Europa falta mano de obra cualificada.
T. R.: En la España rural, los ganaderos y los agricultores son también gente joven, peritos o ingenieros agrícolas, que van a la digitalización total del seguimiento y monitorización de su actividad. Es tan intensa la evolución, y la estamos viviendo en tiempo real, que, cuando ves de lo que se hablaba hace cinco años y de lo que se habla ahora, no eres ni consciente del cambio tan brutal que se está viviendo.
Con los ganaderos y los agricultores había un problema con los permisos para poner instalaciones fotovoltaicas lejos de sus explotaciones.
T. R.: Del mismo modo que hay que evitar la contestación social que te haga imposible el cambio, hay que evitar el colapso. Si de repente tienes tres apagones, ya sabes a quién le van a echar la culpa. Tiene que haber un equilibrio. Si tenemos mucha solar y a todo el mundo le sobra a la misma hora del día, la red no puede absorberla. La demanda no acompaña, hay que invertir en almacenamiento, etc. Todo eso requiere tiempo. Las curvas de oferta y demanda son brutales, el autoconsumo se ha multiplicado por dos mil en cinco años. Este año ha sucedido muchas veces que el precio, entre las doce de la mañana y las seis de la tarde, era cero. Claro, el que está pensando en invertir no recupera. Haya especuladores o no, te interesa que el inversor tenga algo previsible.
V. U.: Aquí todos los actores son importantes.
T. R.: Si no hay expectativa de rentabilidad, sino de caos…
S. A.: La parte positiva es que hemos atravesado la mayor crisis energética de la historia, Filomena, etc., y la red no ha fallado.
¿El futuro es el hidrógeno renovable? ¿Por qué?
S. A.: Situar al ciudadano en el centro es una de las prioridades de la política energética de este Gobierno. El éxito del autoconsumo desde 2018 ha permitido también el despliegue de nuevas formas de gestión energética, entre las que destacan las comunidades energéticas.
Hemos destinado ya cien millones de euros del Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia a impulsar este tipo de iniciativas que, además, estamos viendo que despegan en todo el territorio, con proyectos muy interesantes no solo por su impacto energético, sino también social, económico y ambiental. Proyectos que buscan reducir la pobreza energética o proyectos que impulsan la igualdad de género.
¿Qué planes hay en marcha para el fomento de las comunidades energéticas locales?
S. A.: El hidrógeno renovable es una pieza necesaria para alcanzar la descarbonización, una solución para sectores y usos energéticos donde la electrificación directa no es una opción, aquí y ahora. Tiene un futuro prometedor para muchos sectores, por ejemplo, industriales, como el sector del refino, la industria de los fertilizantes o el transporte marítimo.
España está preparada para liderar esta transformación y convertirse en un hub de hidrógeno renovable. Tenemos los recursos naturales, una cadena de valor consolidada, empresas preparadas, un marco atractivo y una hoja de ruta que define objetivos y medidas. Estamos viendo que el veinte por ciento de los proyectos que se anuncian en todo el mundo se encuentran en territorio español. Todo el ecosistema del hidrógeno renovable es una oportunidad para España: innovación, tecnología, tejido productivo y empleo de calidad.
Entre la ciudadanía se ha asentado la idea de que el autoconsumo solo se lo puede permitir el que disponga de una casa individual, por tanto, aparentemente quien más dinero tiene es a su vez el que más se beneficia de los incentivos a las renovables.
T. R.: La instalación de paneles solares en la vivienda conectada a la red se amortiza en nada.
S. A.: Se está potenciando también en comunidades de vecinos, hemos lanzado varias líneas en ese sentido.
T. R.: Ahora el autoconsumo se está produciendo más en los pueblos pequeños, a los que hemos dedicado un programa específico. Lo que nos está costando es extender el autoconsumo en pueblos más grandes y en las ciudades pequeñas. Cuando piensas en la rehabilitación de barrios o de edificios de uso social, el chute de autoestima, dignificación, aumento de calidad de la vivienda y ahorro en las familias que impulsas es enorme. Lo que pasa es que las familias que vayan justas a fin de mes no se van a meter en esto con sus vecinos y necesitas que haya un programa desde el municipio que priorice esos barrios. Ahora, si rehabilitas esos edificios que se quedaron obsoletos casi desde el momento de su construcción, en los sesenta, no es que el piso se revalorice, sino que también ahorras cada mes.
La reacción a la idea de la ciudad de los quince minutos ha sido…
T. R.: Soy muy amiga del creador de ese concepto, Carlos Moreno, profesor colombiano de La Sorbona. Es increíble la reacción que ha tenido la extrema derecha. ¡Pero si ese modelo de ciudad es el modelo de toda la vida!
Es la definición de ciudad mediterránea, lo que no es 15 Minutes City es la ciudad anglosajona de viviendas individuales con pequeño jardín.
T. R.: Aquí afirman que los quieren enjaular en los barrios… Hay muchos debates similares que están por venir, por ejemplo, qué pasa con el modelo Airbnb, el turismo, la gentrificación, etc., donde se ve con malos ojos la intervención pública, pero creo que es imprescindible. En Baleares ya es un tema de campaña.
En Washington, con el auge del teletrabajo, el downtown está en declive porque ya no hay oficinistas, particularmente funcionarios, y se habla de recuperar el centro para vivir con un modelo de ciudad europeo.
V. U.: Por ahí van los indicadores de satisfacción de cada ciudad. En Copenhague, por ejemplo, a nadie se le ocurre coger un coche.
T. R.: La tentación del centro comercial, el centro médico alejado… la periferia que se ha construido recientemente en Madrid es algo que me impresiona mucho.
En la web del Ministerio, en la página dedicada al reto demográfico, el primer problema que se cita es el retraso de la maternidad. España ha perdido un treinta por ciento de natalidad en una década. ¿Es reversible?
T. R.: Eso depende sobre todo de cuestiones como la vivienda y el empleo, con buenos sueldos y servicios. Una vez me interpelaba en el Congreso una diputada de Vox diciéndome que no prestábamos suficiente apoyo a la natalidad y que las mujeres debían poder tener hijos. A mi juicio, la decisión de una mujer de tener hijos tiene mucho que ver con su impresión sobre sus expectativas de presente y de futuro. ¿Tengo un empleo que puedo conservar? ¿Tengo un acceso estable a la vivienda? ¿Tengo servicios, guarderías, colegios? Todo esto creo que ha mejorado con el aumento del salario mínimo interprofesional, la reforma laboral y el reforzamiento de los servicios sociales.
La precariedad en el empleo y los años de crisis están detrás de la decisión de tener hijos. Si no sabes qué va a ser de ti, si encadenas trabajos de muy corto recorrido, con plazos muy ajustados y sueldos miserables que apenas te llegan para pagar el alquiler, ¿cómo vas a tener hijos? Al margen del cambio cultural y de los valores de cada cual, el optimismo respecto a tus propias expectativas o el temor es un factor importante.
¿Cómo surge la iniciativa Generación Clima y en qué consiste?
V. U.: Es una iniciativa que se lanzó el año pasado con el objetivo de integrar la voz de la juventud española en las cumbres internacionales del clima. Los jóvenes han demostrado con su compromiso y determinación que son una fuerza positiva para el cambio y la acción climática cuando se los involucra y empodera de manera efectiva. La iniciativa nace desde el convencimiento de que necesitamos integrar su voz en nuestros debates y en nuestra manera de tomar decisiones.
Y lo hicimos de la mano de la Conferencia de Rectores de las Universidades Españolas (CRUE) para poder llegar a la mayor cantidad de jóvenes posible. Y la respuesta, sin duda, fue alentadora, ya que se presentaron multitud de proyectos de adaptación al cambio climático desde diversas universidades.
¿Qué es AdapteCCa?
V. U.: Es una plataforma que facilita el intercambio de información sobre impactos, vulnerabilidad y adaptación al cambio climático. Está diseñada teniendo plenamente en cuenta y buscando la máxima sinergia con la plataforma europea Climate-Adapt. La Comisión Europea y la Agencia Europea de Medio Ambiente han participado en el diseño y el desarrollo de AdapteCCa. Nuestra intención es reforzar el vínculo entre ambas plataformas y que nuestra plataforma nacional actúe como «puerta de entrada» a la plataforma europea. Los objetivos específicos de esta plataforma son, por una parte, facilitar el acceso a datos, información y conocimiento sobre la adaptación al cambio climático, construyendo una sólida base de conocimiento consistente y actualizado. Y, además, ser un instrumento abierto de intercambio que facilite la comunicación multidireccional y el trabajo coordinado entre los distintos actores en el campo de la adaptación: administraciones españolas, comunidad científica, planificadores, gestores públicos y privados, etc. El fin último de AdapteCCa es reforzar las capacidades de la sociedad y de las administraciones en sus acciones de adaptación.
Desde que se presentó la plataforma sobre adaptación al cambio climático en España, ¿qué caso práctico destacarías?
V. U.: Destacaría el Visor de Escenarios de Cambio Climático, que nos permite consultar las proyecciones regionalizadas de cambio climático para España realizadas a partir de las proyecciones globales del IPCC. A través del panel de control se pueden introducir diversos parámetros para concretar los datos climáticos de una comunidad autónoma, una provincia o un municipio.
La herramienta facilita datos sobre nueve parámetros diferentes de temperaturas y cinco de precipitaciones, teniendo en cuenta las proyecciones RCP 4.5 y RCP 8.5 del Quinto Informe de Evaluación del IPCC. Los datos disponibles se nutren principalmente de dos fuentes: proyecciones puntuales de la Agencia Estatal de Meteorología (AEMET) y proyecciones en rejilla procedentes de la iniciativa internacional Euro-CORDEX.
¿Qué han aportado esas tres mujeres al proceso productivo?
Me parece que no te has molestado siquiera en leer la entrevista. Demasiadas letras, ¿no? Es que han citado un montón de temas interesantes y haces una pregunta propia de un habitante poco despierto de la ESO.
A mí me llama la atención la gestión del agua. Van pasando los gobiernos y todo sigue igual de mal.
Entiendo que el Duero, ni el Tajo no se puedan embalsar por completo ni desviar. ¿Pero el Ebro? Se siguen vertiendo al mar cada día cientos de metros cúbicos que podrían regar desde las Tablas hasta Doñana. Lo mismo que se construyen gaseoductos y oleoductos, ¿por qué no se hace lo mismo con el agua? Impedir su evaporación y aprovechar hasta las riadas (impidiendo que se arrastre la tierra más fértil al mar) es técnicamente posible. Y, sin embargo, sólo crecen los cultivos ilegales y los campos de golf en Andalucía (que es justo en donde no debería existir ninguno).
Muchas palabras y ninguna actuación práctica en este terreno, igual que los anteriores; eso es lo que han aportado al sistema productivo. idealismo de salón y de comida con la prensa.
No hace falta ser tan faltón. Si no le gusta al otro comentarista lo expuesto por las entrevistadas, sus razones tendrá y tampoco ha faltado a nadie. Tú pontificas antes de decir lo tuyo, que por cierto no está mal.
Hizo una pregunta retorica maliciosa. Se ha llevado lo que merecía.
Ese «pagar más» es irreal. Depende de en comparación con quien.
Ahora mismo los supermercados, que no tienen competidores, han subido el kilo de melón una barbaridad llegando al extremo de que te venden cada pieza como si fueran kiwis. Es decir no por kilo sino por unidad. Que un melón que no llega a 2 kgs tenga un precio de 4€ es sangrante. Pagas cáscaras. Hace sólo dos años lo encontrabas en estas fechas a 0,5€ el kilo. ¿Cómo se llega a esta situación?
Hará unos 10 años, por un lado, la policía municipal comenzó a perseguir los locales en los que los productores vendían esta fruta de temporada a cualquiera que deseara acercarse y, por otro, apareció Sanidad alegando multitud de infracciones: carnet de manipulador, etiquetado, etc.
Resultado: una década después los supermercados no tienen competencia alguna y sólo compiten entre sí, pero al alza. Te cuentan que hay escasez debido a las tormentas o a la guerra en Ucrania (que yo sepa las huertas no están en Kiev).
No pagas “más” por un producto que está mucho más lejos, sino por una adecuación a una normativa a las que las grandes superficies pueden adaptarse rápidamente (si es que no son ellos las que las han promovido), pero los pequeños productores no.
Una vez eliminada la competencia real, los grandes almacenistas se cubren de oro, mientras que a los productores les dan migajas y a los consumidores nos clavan bien las banderillas.
La subida del precio de los alimentos está siendo desproporcionada y su origen se halla en la codicia de intermediarios y supermercados.
Aquí, en cambio, derrapas. Discurso podemita.
Nada, volvamos a las tiendas cutres llenas de mierda. Va a resultar que ofrecer buen producto en buenas condiciones tiene que salir medio gratis.
Vaya. Apareció un franquista de mierda. El que va a una frutería va por la mercancía, algo que no puede entender un señoritongo de mierda que entra en el super por la decoración o a ver si puedes meterle mano a alguna dependienta.
Poner esta entrevista el día que arranca la campaña electoral… no sé si es muy neutral. A no ser que publiquen a continuación entrevistas con las propuestas de los demás partidos políticos, claro…
Vaya. Un misterio incomprensible contemporáneo. Hay un español que se sorprende porque los medios de comunicación no sean neutrales… Pon cualquiera de las cadenas de Berlusconi…
TR vive en Majadahonda y SA creció en La Moraleja. La ciudad de los 15 minutos (que yo SÍ practico viviendo en Chamberí) es algo que con ellas no va, por mucho que pontifiquen.