Marina y Teresa Iñesta, Repion, llegan en autobús a nuestra cita, en el café del Reina Sofía. Doce años de carrera en la industria musical, aunque ninguna de las dos ha cumplido los treinta años. Teresa, la hermana pequeña, tiene un toque de batería rudo, contundente e hipnótico. Delante de la cámara de Begoña Rivas, aprieta fuerte el rostro para que no se le escape una sonrisa. Para intentar, sin éxito, mantener una pose desafectada y seria. Cuando llega su hermana Marina, su cuerpo se relaja y la química entre las dos lo inunda todo. Se terminan las frases la una a la otra, se miran y se admiran durante toda la entrevista.
Su último trabajo, homónimo, es un viaje de imágenes cotidianas, y emociones, que conforman el universo compartido de dos artistas que se conocen, literalmente, de toda la vida. Por primera vez se reivindican como dúo, y lo hacen todo a medias. Perfectamente coordinadas. Componer, tocar y responder a mis preguntas.
Lo primero que me llama la atención es vuestra juventud. Os lo tenía que decir, me parece sorprendente que llevéis doce años de carrera teniendo veinticinco y veintisiete.
Teresa: Creo que, cuando tu padre es músico, lo de los inicios está un poco difuso. En realidad, por mucho que eligiéramos el nombre de la banda en 2011, Marina y yo llevamos tocando juntas toda la vida.
Marina: Sí, por ahí hay letras en el cuarto de la música de cuando teníamos nueve años.
Teresa: Las primeras canciones de Marina, ¡podríamos recuperar alguna!
El «cuarto de la música» es una especie de estudio que montó vuestro padre en casa, ¿no? Una habitación insonorizada con instrumentos y tal, pero ¿os dejaba campar a vuestras anchas por ahí con nueve años?
Teresa: Sí, porque al principio él nos enseñó. Y recuerdo de adolescente, cuando empecé a tocar más la guitarra, mi padre enseguida hizo por que tuviera mi propia guitarra. Claro, para que no cogiera la suya.
Marina: Teníamos la típica guitarra española para aprender. Instrumentos valiosos no teníamos. Su Stratocaster, por ejemplo, no la tocábamos.
Teresa: Es como otra hija para él.
Marina: Esa no la tocábamos. Y como la teníamos siempre delante, convives con ello, no tienes esa curiosidad de «¡Dios mío, una Stratocaster del 67!»
Teresa: No le das la importancia que tiene.
Marina: Tocábamos las españolas, que eran las que estaban por casa, y con esas podíamos hacer canciones. Y luego el piano igual, uno eléctrico que había por casa… Eran cosas que podíamos aporrear y desgastar tranquilamente sin sentirnos mal. Y la batería tú empezaste con la electrónica, ¿no?
Eso, ¿con qué edad fue?
Teresa: Trece, debía tener trece.
¿Y tú, Marina?
Marina: Yo es que… con la guitarra como tal empecé en el colegio, en la típica clase extraescolar que había en los recreos. Y nos enseñaban canciones de Álex Ubago y de la Oreja de Van Gogh.
Teresa: Sí, y «Campanitas del lugar».
Marina: Eso sería con nueve. Luego me apunté a clases de piano pero nunca he tenido mucha continuidad con las clases en general.
Teresa: Sí, pero también te digo que una cosa es estudiar música y otra hacer música, tocar música en tu casa. No somos muy académicas…
Marina: Lo intentamos. Las dos intentamos ir al conservatorio, pero…
Teresa: Al final lo acabamos sacando todo de oído. Y así es como hemos aprendido a tocar.
Eso te iba a decir, porque ¿cuántos instrumentos tocáis?
Marina: Yo bien, canto (ríen)
Teresa: No, Marina toca la batería también, la guitarra, el bajo, el piano…
Marina: Toco la guitarra, y canto. El resto de cosas me defiendo si hace falta.
Teresa: A ver, yo toco bien la batería. Y la guitarra si hace falta. Y, si nos ponen un bajo… quizá esto sea un insulto para las bajistas y los bajistas, pero yo creo que si nos ponen un bajo también podríamos tocarlo.
Se hacen muchas bromas con los bajistas, ¿no?
Teresa: ¡Sí! El mundo de la música es supercruel con los bajistas.
Marina: Pues a mí me parece muy valioso un bajista. Nosotras no hemos sido capaces de pasarnos al dúo, nos hemos tenido que buscar un bajista…
Teresa: Cierto, cierto.
Marina: Porque es que si no, en los directos siempre nos falta una tercera hermana… bajista.
¿Y a ti cómo te da por la batería? No es lo habitual.
Teresa: Sí, en realidad mis inicios con la batería creo que tuvieron que ver con mis altos niveles de energía. Además, no cantaba muy bien y mi hermana entona desde que tiene dos años. Mi padre tocaba la guitarra, y ella le seguía sin tener ni idea. A mí me cuesta más el rollo melódico. Entonces, recuerdo que mi padre un día me preguntó si quería tocar la batería. Y a mí me pareció lo más. Muy original y cool para una niña. Así que dije que sí.
Luego es verdad que te apuntan a clases, que al principio pasas del tema, pero está bien llegar a la adolescencia con esa pequeña base. Como aprendí en la infancia, es verdad que de adolescente ya iba unos pasos por delante de mis amigos rockeros. Y eso me gustaba.
Os definís como un grupo «grunge-pop», pero yo os veo muy sonrientes… no sé, nada grunge. ¿Es entonces porque sois grunge en el escenario, o también en la vida?
Marina: A ver, en realidad sí, ¿eh? Porque tenemos ese lado, ese lado un poco…
Teresa: Un poco macarra.
Marina: Sí. Tenemos ese lado dulce, cuando estamos de buen humor (ríe). Pero cuando estamos enfadadas, algo nos molesta o algo nos incomoda lo decimos serias y no nos andamos con rodeos.
Pero eso más que grunge es asertividad. Lo que sí es cierto es que he oído vuestras primeras entrevistas, con quince y diecisiete años, y ahí sí erais más «grunge», más serias. Había más vacío existencial, incluso, en las letras de vuestras primeras canciones, ¿no?
Teresa: Bueno, también igual el momento para serlo era ese. Yo escuchaba cosas más duras, ahora me he «poperizado» bastante.
Marina: Nuestra vida era más corta. Era cuando no te habían pasado tantas cosas, pero lo que te pasaba lo sobredimensionabas más. Y, además, no habías salido de casa de tus padres. Entonces, entre las cuatro paredes de tu cuarto era todo inmenso, y a la vez pequeño. Querías salir, y todavía no podías hacerlo.
Teresa: Sí, de hecho yo creo que al comenzar tan pequeñas, empiezas con muchos menos filtros de los que podemos tener ahora. Eso también es divertido. A lo mejor, no me siento identificada con todas las letras que hicimos cuando teníamos quince o dieciséis años. Pero sí estoy orgullosa de haber sido capaz de soltar todo eso sin pudor.
¿De dónde sacabais esa seguridad en vosotras mismas?
Teresa: De nuestro padre, diciéndonos que éramos artistas.
Marina: Y porque en el momento en que tienes una banda, suenas, y a la gente le empieza a gustar yo creo que te lo empiezas a creer un poco.
Teresa: Empiezas a identificar la música como el canal de expresión de tus emociones. Que, cuando eres adolescente, tienes un montón y tienes un montón de cosas qué decir. Nosotras teníamos el canal perfecto ahí, era lo que teníamos más a mano para expresarnos.
Habéis mencionado varias veces a vuestro padre. Llegó a tener una banda, ¿no? Y vuestra madre también es muy aficionada a la música. ¿Cómo fue vuestra infancia?
Marina: Es curioso, porque nosotras no hemos sido las típicas niñas a las que les gustaba tocar la guitarra delante de toda la familia. Es más, cuando nuestro padre nos animaba a tocar una canción, nos quejábamos. Hemos sido un poco «darkies» en ese sentido.
Grunge.
Marina: ¡Sí! No éramos las típicas que nos sabíamos todas las canciones, y queríamos tocar para contentar al público. Era más para nosotras.
Teresa: Cuando tocábamos, no hacíamos covers de Estopa. Si nos poníamos, tocábamos nuestras letras; que eran nuestras amarguras. Así que claro, algunas tías, y tíos, se quedarían como diciendo «pobrecitas estas niñas».
Marina: También pasaba que nuestro padre es verdad que nos ha apoyado muchísimo. Pero, al principio, rechazábamos su sobreprotección; ese «sobreinterés» en nosotras».
¿Cómo si quisiera realizar a través de vosotras sus propios sueños?
Marina: Eso. Querer estar siempre en los conciertos, o ayudarnos en todo. Esa excesiva disposición a nosotras nos agobiaba un poco, al principio. Ahora, de lejos, hemos aprendido a valorarlo. Obviamente, cuando eres adolescente estás con la riña y el enfrentamiento. Es más, y todavía me siento mal por lo que pasó, hubo una época en la que quiso hacer un diario. Nos enfadamos tanto con él un día, porque nos hartamos, y tienes dieciocho años y te enfadas, que dejó de escribirlo. Todavía está en una libreta, por ahí por casa.
Teresa: Pero es que él tampoco podía pretender que nosotras estuviéramos por la labor de satisfacer todas sus fantasías. Por mucho que le queramos, y por mucho que valoremos todo el apoyo que nos ha dado, ha habido un momento en que él también ha aprendido a dejarnos hacer lo nuestro. Que es lo normal, ¿no?
Le pusisteis límites.
Marina: Sí, claro. Empezamos a poner límites desde muy pronto, porque no queríamos que nuestro grupo fuera con nuestro padre. El grupo era nuestro.
Teresa: Sí. Pero bueno, él lo ha aceptado perfectamente. Ahora, viene cada vez que vamos a tocar a Cantabria. También es que estábamos en Cantabria y no teníamos carné de conducir. Realmente le necesitábamos un poco, en esa época.
Estábais en Camargo, ¿no?
Teresa: Sí. Nosotras nos hemos criado en Camargo, pero nuestro padre es extremeño y nuestra madre de La Rioja.
Teníais las ideas muy claras desde muy jóvenes. ¿La sensata en casa es vuestra madre?
Teresa: Has dado un poco en el clavo.
Marina: Sí. La que pone los pies en la tierra, y nos deja a nosotras que nos expresemos tal como somos. Aunque, últimamente, mamá es la que nos dice que nuestras letras son muy tristes. Quiere que hagamos canciones más alegres. A ver, a los padres siempre les gusta opinar. Entonces hay que quererles así, y ya está. Nos dicen que por qué no hablamos de más canciones en las entrevistas, que por qué esas letras tan tristes, que qué nos han hecho para que sean tan tristes…
Teresa: (Ríe) Pero no tiene que ver con ellos, tiene que ver con nuestras emociones.
Marina: Es su manera también de vivir nuestra música. Cada uno tiene todo el derecho del mundo a interpretarlas como quiera.
Hablando de vida familiar, creo que empezáis a tocar juntas porque no dejabas dormir la siesta a tu hermana Marina, ¿no?
Marina: (Ríen) Por ahí andará, en alguna entrevista, ese comentario mío.
Teresa: Sí, porque yo tuve una época en la que descubrí un montón de bandas que me calaron, que me empujaron a mejorar tocando la batería. Entonces, claro, lo que hacía era tocar muchísimo. Me ponía el disco, y toco muy fuerte. Y, al final, vivimos en un adosado y se escucha todo. Así que yo me ponía a tocar allí a todas horas, y siempre he tocado igual de fuerte. Por lo que mi hermana intentaba dormir la siesta, pero no podía.
Marina: ¿Y cuando tenías el grupo con tus compañeros de instituto, y hacíais versiones de Blink-182?
Teresa: Sí. Dábamos mucho la lata. Pero al final, fue también un poco a la inversa. Un toma y daca. Porque yo recuerdo que las primeras veces que nos juntamos para tocar fue porque Marina estaba tocando con una amiga suya en el cuarto. Yo me bajé a curiosear, y simplemente me quedé.
En vuestra casa, además, se ponía mucha música, ¿no? Se escuchaba de todo. De Luz Casal a Anastacia, Álex Ubago o El Canto del Loco.
Teresa: Todos los primeros de Shakira los escuchamos muy en serio.
Bueno, es que a lo mejor Shakira también era un poco grunge en sus inicios.
Teresa: ¡Sí, sí! Joder, es que nos encantaba lo que hacía.
Marina: Es más, ahora versionamos últimamente la canción de «Inevitable», del Pies Descalzos. Que es rockera.
¿Hay que reivindicar a Shakira?
Marina: Sí, sí. Total. Las dos somos superfans.
Teresa: Que pague y que la dejen tranquila, y ya está.
¿Vosotras dos estáis siempre de acuerdo? Porque incluso os termináis constantemente las frases la una a la otra.
Teresa: Nos ponemos de acuerdo.
Marina: Hacemos muchos esfuerzos para que, aunque no estemos de acuerdo, poder llegar a un punto en común. Reconozco que soy muy cabezota. Y antes, si Teresa no estaba de acuerdo conmigo, me enfadaba.
Teresa: Hay que transigir, un poco.
Marina: Eso. Ceder.
Teresa: Creo que es lo bueno. Y lo malo. Estás trabajando entre hermanas, y no hay filtro alguno. Hay confianza, puedes decir lo que sea. Entonces, evidentemente, hay veces que se crean situaciones de tensión por no estar de acuerdo, por temas de organización, o por cualquier otra cosa. Pero lo bueno de ser hermanas, al menos en nuestro caso, es que no aguanta mucho el enfado. Enseguida una de las dos puede ver que se ha pasado más que la otra, lo hablamos y ya está.
Marina: Yo es que no puedo. La última discusión gorda duró como un día, o dos, y lo pasamos mal. Lo pasas mal porque, claro, yo no quería hablarle a Teresa por orgullo. Y ella tampoco quería hablarme a mí.
Teresa: A ver, parece que fueron años pero estamos hablando de veinticuatro horas. También hay veces que necesitamos hablarlo con nuestras amigas. Nuestro primer año en Madrid vivimos juntas, y aprendimos que ya demasiadas cosas hacíamos juntas. Porque además somos hermanas, así que mejor cada una en su casa.
Quizá por eso, además de Repion tenéis proyectos por separado. Tú, Marina, tocas en la banda de Mikel Erentxun. Y tú, Teresa, estás en Aiko el grupo, y eres la batería de Yawners.
Marina: Es que con cada proyecto se aprenden, y se viven, unas cosas. Yo con Erentxun vivo sin preocupaciones, un poco. Pero paso mucho tiempo sola, también. Porque es una banda de señores que son mayores, todos tienen de cuarenta y siete para arriba. E incluso el público. Es gente de la edad de nuestros padres. Bueno, es que Mikel tiene la edad de nuestra madre.
Teresa: No nos parecen viejos, nuestros padres. Pero no es lo mismo.
Marina: Es otro contexto, es otro contexto totalmente diferente. Pero yo me siento superbien con ellos, hablamos un montón, de cualquier cosa. Simplemente digo que las vivencias, las experiencias, los temas de conversación son distintos. Con ellos aprendo un montón, porque son unos musicazos todos. Tienen una trayectoria muy amplia, han vivido muchísimas cosas y me enseñan todos los días algo. Tocar con ellos, además, me aporta un montón musicalmente. Aprendes a escuchar, a captar detalles en los que tú no habías caído. Aprendes a ver las cosas de otra manera.
¿Y qué tal en Aiko el grupo?
Teresa: En Aiko somos cuatro gamberras. Y yo sí me considero música, pero mis compañeras nunca habían tenido una banda. Así que más que músicas, se consideran pertenecientes a una banda. No como los músicos de alto standing con lo que toca Marina, que sí son músicos. No es lo mismo, para mí. Nosotras somos gente que comemos de gasolinera, y podemos dormir en una esterilla. Los músicos de otro nivel van a hoteles buenos, tienen otro tipo de público también más mayor que tiene más pasta.
Marina: Pero, al final, todos nos comemos las mismas horas de furgoneta, y tenemos muchas más cosas en común. Los músicos con los que toco, por ejemplo, tienen sus otros proyectos para otro tipo de público más de nicho, más pequeñito: de jazz, de blues… Y, también, si tienen que dormir en un sofá lo hacen. Quiero decir, yo creo que al final si eres músico, y te gusta lo que haces, a veces te merece la pena tocar por cuatro duros. Pero, si de verdad te apetece ese concierto, yo lo he visto con compañeros con los que toco, cobras cuatro veces menos pero lo haces. Lo que ocurre es que, pasados unos años, pasas de tocar en una banda a ser músico. La experiencia tocando es la que te da ese título, creo.
Teresa: Lo que pasa es que yo no sé si con cincuenta años voy a querer hacer lo que hago con Aiko ahora mismo.
Entonces, ¿cuándo puede alguien comenzar a considerarse músico?
Teresa: No, si yo sí me lo considero.
Marina: Es que es complicado, decir quién es músico y quién no.
Teresa: Creo que lo mejor es que cada uno se etiquete a sí mismo. Y tampoco es lo mismo músico que artista.
Otra etiqueta es la de ser músico siendo chica.
Marina: A ver, toda la vida se nos ha cuestionado. Siempre. Teresa lo ha vivido, y lo ha contado en muchas entrevistas. Vas a tocar y todavía se les hace raro, a los técnicos de sonido, que controles sobre cómo funciona tu amplificador.
Teresa: Van y te tocan el ampli. O te preguntan si sabes lo que es un monitor. Yo le fui a hacer la prueba de sonido a un compañero, que es batería, y el técnico me dijo «ah, ¿pero tú tienes la misma pegada que tu compañero?». Una persona que me acabó proponiendo que el camarero del bar hiciera la prueba de la batería. Cuando mi instrumento principal es la batería, aunque en esa banda yo estuviera tocando la guitarra. Entonces mi compi, que me conoce perfectamente, le dijo al técnico de sonido «ella es batería, puede hacer la prueba». Y ya se relajó.
Lo que no sé es por qué pensó que su colega del bar tenía más y mejor pegada que yo, cosa que además dudo. ¿Por qué cuestiona si yo sé tocar la batería tanto o tan bien como mi compañero de banda, sin tener ni idea, ni conocerme? Y esto es solo el último ejemplo que me ha pasado, en Murcia. En Bilbao nos estábamos cambiando, y un tío abrió la puerta y nos dijo «Uy, que os pillo en bolas. ¿Qué habéis venido a Bilbao a tocar para buscar novio?». En esos momentos te quedas un poco sin saber cómo reaccionar. Te planteas si te pasa eso por ser una chica, o porque este tío es un subnormal. Creo que las dos cosas. Y yo no soy una persona que busque el conflicto, o que le gusten las situaciones incómodas. Entonces, muchas veces te ves obligada a callarte, comentarlo luego y ponerle verde. Pero en ese momento…
¿Os preguntan más por ser dos chicas que tienen una banda o por el hecho de ser hermanas y tocar juntas?
Teresa: La cosa es que ser un grupo de chicas no es un género musical. Esa es la movida. Por mucho que seamos chicas, y tengamos un grupo de música, eso no define nuestro estilo. No creo que a ninguno de los grupos indie de tíos les digan «sois un grupo de tíos». Cuando realmente lo son, y el indie, y el rock español ha sido un absoluto campo de nabos. Pero bueno, aquí estamos nosotras apareciendo y cada vez somos más. Creo que es un proceso natural, por el que las mujeres al fin nos creemos con derecho a estar en un escenario. Que es absurdo, pero es así. Creo que por no sentirse con ese derecho es por lo que las chicas, muchas veces, han empezado más tarde a tocar instrumentos. Y por eso se ha dicho de ellas que tocan peor. No es peor, es que a lo mejor una tía se ha dado cuenta con veinte años de que tiene el mismo derecho que un tío a estar en un escenario, y es ahí cuando se pone a tocar. Mi hermana y yo hemos tenido la suerte de tocar desde que tenemos siete años, y no creo que nadie nos pueda decir «qué mal tocas porque eres una chica».
O «tocas mejor de lo que me esperaba», ¿no?
Teresa: Eso justo me dijeron la semana pasada. «Oye, no me esperaba que tocaras tan bien». Le pregunté el por qué. Entonces el tío, que estaba colocado y borracho, se rió y me dijo «no pasa nada, tía». Y yo pensé, «pues vete a la mierda, tío». Perdón por decir tantos tacos. Es que cuando sale este tema, me enciendo enseguida.
Marina: ¡Es que nos obligan a estar a la defensiva, y a ser bordes, tío!
Al hilo de todo esto, seguro que en las entrevistas siempre os acaban preguntando por otra banda de chicas que son hermanas, las hermanas Llanos. Dover. ¿No?
Teresa: ¡Claro! Pero bueno, son referentes. No por ser hermanas, sino por su música.
Marina: Me acuerdo de cuando nuestro padre trajo a casa el Devil Came to Me, y yo tenía siete años.
Teresa: Recuerdo que uno de los primeros conciertos que vi fue el reencuentro. Y, antes, me flipaba ver vídeos suyos. Las tías escupiendo en el escenario… vaya crack.
Marina: Embarazada, ahí cantando en el escenario.
¿Os sirvieron de inspiración?
Teresa: No pensamos «somos hermanas y tocamos, juntémonos y hagamos un grupo de hermanas», sino que empezamos a tocar juntas de manera natural y resultó que teníamos un superreferente previo, que era Dover.
Os pusisteis «Repion» porque apareció por casualidad en un diccionario de castúo, el dialecto extremeño. Repión, peonza. Pero, ¿sabíais que según los filólogos también puede provenir del latín «repedare» (retornar)? Porque, al final, vuestra música tiene un punto de «retorno» a los 90.
Marina: Es la década de nuestro nacimiento.
Teresa: Sí, pero yo recuerdo perfectamente el día en que mi hermana me descubrió Nirvana. Todas esas bandas nos calaron. Y yo quería tocar así de bestia.
Marina: A mí todavía, hoy en día, me siguen gustando las guitarras. No sé, las guitarras eléctricas «grungies» tienen algo que me atrapa. Teresa era más popera.
Teresa: Sí, yo era más de The Offspring.
Marina: Creo que fue más cosa de nuestra adolescencia, que empezamos a escuchar grupos de antes. Porque nuestro padre, en casa, no nos lo ponía. No había discos de Nirvana, ni de Sound Garden o Pixies. Creo esa es la parte que nos separa un poco, en la que empiezas tú misma ya a descubrir, a investigar cosas que no escuchas en casa.
Teresa: Claro, ahí fue ya un poco también cuando nos entró más el gusanillo: cuando descubrimos cosas que no estaban en casa.
¿Cómo surge la idea de dejar Camargo e ir a Madrid?
Teresa: Vine a estudiar. Justo lo que quería hacer no estaba disponible en Cantabria, así que genial. Aparte, me daba la sensación de que musicalmente me enriquecería esta ciudad. Como que había más movimiento.
Por esa época grabáis Amapola Dueles, ¿no? Más o menos en 2016.
Marina: Fue nuestro primer largo, así más decisivo. Nuestro primer álbum en condiciones, y queríamos editarlo. No lo conseguimos. Fue nuestro primer intento fallido.
Teresa: No lo conseguimos. Pero estuvo bien. Aprendimos un montón. Acabábamos de llegar a Madrid. Dicen que es una ciudad acogedora, y todo eso. Puede ser, pero desde luego no el primer año. Porque estás muy perdida.
Marina: Estás muy perdida. Si vienes de una ciudad pequeña, si eres tímida, si no te lo crees lo suficiente como para ir por ahí con chulería. El primer año no encontré curro. Soy enfermera y aquí encontrar trabajo sin contactos, y en invierno, era imposible. Entonces me dediqué a intentar hacer una gira para Repion en bares, contactar con salas…
Teresa: Pero es que, si no tienes ni idea, es muy difícil y muy frustrante.
Marina: Llamar, llamar. Yo me acuerdo que llamé a Subterfuge, hablé con Carlos Galán y me dijo «sí, sí, ya lo escucharé». Y así con mucha más gente.
Teresa: Me da un poco de pena por el esfuerzo, la frustración de aquellos momentos. Pero, a la vez, siento que cuando nos han pasado las cosas es como que nos tenían que pasar. O sea, quizás éramos muy pequeñas ahí. Quizás no era el momento, quizás la música no estaba del todo madura… mil cosas. Eso hace que, a la vez, diga: bueno, pues hemos aprendido también de todo eso. Hemos aprendido que el mundo a veces es difícil, y que la música es difícil. Que lo más importante, es lo que me llevo yo, son las canciones y apuntar siempre en la dirección que a ti te mole. No obsesionarte con el resultado, sino con hacer las canciones.
Desde luego se os ve unas tías con iniciativa. Como cuando fuisteis por la calle convenciendo a la gente para que os votase en el concurso de bandas del Mad Cool 2018.
Marina: ¡Ay, aquel Dos de Mayo! La verdad es que fue muy divertido, todo.
Teresa: Era el último día, se cerraban las votaciones para el Mad Cool y estábamos en el Top 5 de bandas más votadas. Pero, durante ese día, en cuestión de diez minutos podías pasar del 3 al 11. Igual estabas en el puesto 15, dabas caña y subías al 7 pero te tomabas un café y ya habías caído al 11. Fue frenético. Hasta que dieron las doce, y se cerraron las votaciones, estuvimos cazando e-mails.
Marina: Nos encontrábamos con los grupos rivales, entre comillas, y nos dábamos abrazos. Nos sacábamos stories en plan «¡tenéis que votarnos!».
Pero, ¿ellos también estaban allí buscando votos?
Teresa: Sí, todo el mundo. Claro, eran las fiestas del Dos de Mayo.
Marina: Muchos grupos estábamos ahí. Los que vivíamos en Madrid teníamos ventaja. Porque es que estaba todo el mundo allí. Y luego el proceso de votación era horrible, porque tenías que seguir al festival, inscribirte, poner tu DNI, tu e-mail. Íbamos mirando uno a uno, para que hicieran todos los pasos correctamente y, finalmente, nos pudiera votar.
Teresa: También te digo que fue el último concurso que hicimos. Ya habíamos ganado varios, y no creo que ahora estemos ya en ese punto.
¿Cómo se ve el Mad Cool desde el escenario?
Teresa: Por un lado, sientes la emoción de estar en un escenario profesional con su stage manager, con sus técnicos de monitores… Pero, a la vez, también es un golpe de realidad. De decir «estoy aquí porque he ganado un concurso, y realmente estoy en un escenario muy tocho», pero tampoco había muchísimo público ahí abajo. Sinceramente, a mí me moló más la noche anterior, de la semifinal, en la Costello. La sala era pequeña, estaba a reventar. Aunque solo tocamos tres canciones, la peña estaba arribísima, y volando por los aires. Claro, pues luego llegas al Mad Cool y, sobre todo para una banda tan pequeña, es un poco frío. Y ojo que, evidentemente, no me arrepiento y fue la leche. Todo el proceso fue increíble, y ahora estoy agradecida pero también es eso: un choque de realidad. Es tocar en un festival a las cuatro de la tarde, cuando no hay ni Dios y la gente no va a verte a ti. Lo desmitificas, porque también es duro darte cuenta de eso.
¿Qué relación tenéis, en general, con los directos?
Marina: A mí, a día de hoy, me sigue costando. A veces. Me pongo muy nerviosa cuando tengo que tocar. Y depende, en mí, de algo divino. Porque hay veces que estoy supermetida dentro del papel, y lo disfruto de principio a fin, y otras veces que empiezo a desconectar. Me entra como un nervio que me paraliza, me pone trabas a la hora de poder disfrutar, de no equivocarme en las letras… que me pasa mucho.
Teresa: Pero esto es algo que le pasa a muchísimos artistas.
Marina: Al principio lloraba después de los conciertos. No me permitía ni un fallo. Teresa tampoco. A veces, terminábamos un concierto y nos poníamos a discutir. Me planteaba si de verdad merecía la pena tanto esfuerzo para esa energía que se te quedaba. Esa sensación del cuerpo. De modo que ahora me río. Si me equivoco, pues me he equivocado y si he metido otra palabra a lo mejor ha quedado hasta bien. Últimamente, hemos hecho un par de acústicos. Conciertos más íntimo, más cercano. En ellos, Teresa y yo disfrutamos también de los fallos, nos reímos. A la gente le divierte que seas también una persona de verdad, natural, que se puede equivocar.
Teresa: Sí, hay que rebajar a veces un poco el nivel de exigencia. Nadie es perfecto, te puedes equivocar y no pasa nada. Y, el noventa por ciento de las veces, la gente no se da cuenta.
Marina: Y también somos personas que trabajamos. Además de tocar, tenemos un horario de madrugones. De siete de la mañana a tres de la tarde. De coger el coche e irte a ensayar, y luego a tocar. Todo eso no te permite estar plenamente, al cien por cien, en tu proyecto.
¿Todavía tenéis trabajos al margen de la música?
Marina: Sí. Sí, porque vivir en Madrid es imposible si no tienes mucho dinero. Para vivir solo de la música o te va muy bien en tu proyecto, o te va regular y no te importa vivir en una habitación pequeña sin luz. Y entonces ahí ya las canciones sí son de cortarse las venas del todo. Necesitas dinero si quieres tener un poco de calidad de vida, y comprarte ropa chula para los bolos, comprarte un coche para poder ir a los conciertos… Es que son muchísimas cosas. A lo que voy es que te agotas mentalmente, y no puedes darlo todo en el concierto. Es un poco triste, pero es que es la verdad. Nosotras no venimos de una familia rica. Nuestros padres han tenido que hacer muchos esfuerzos para que fuéramos a clases de guitarra. Nuestra madre nos lo dijo, que no íbamos a clases de inglés, ni hacíamos viajes al extranjero, porque querían pagarnos clases de guitarra. O de piano.
Y la relación con el público, ¿qué tal?
Marina: A mí me gusta bajar al público y, por ejemplo en Sevilla, veías que hay gente que está de verdad esperándote a que vayas a saludarles. Personas que han venido de otro pueblo, de otra ciudad. Solo para verte, para sacarse un selfie, para cogerte el set list y que se lo firmes.
Teresa: Para presentarte a su hija. Que le hace ilusión, y eso es la leche.
Marina: Claro. Entonces, últimamente, estamos viendo mucho eso. Que de verdad disfrutan muchísimo con nuestras canciones y les hace felices venir a vernos.
Teresa: Este disco ha sido, en eso, un punto de inflexión. Siempre hemos valorado un montón a nuestros fans. Pero el concierto de presentación de este disco nos dio la satisfacción de llegar a un merecido sold outen la sala Sol. Y fue increíble la energía. La gente estaba llorando, emocionada. Fue un subidón. Y, por todas esas sensaciones, tocar en directo para mí es lo mejor. Es lo que más me gusta. Yo también me pongo nerviosa, pero Marina creo que sufre más. Hay un pequeño nervio, pero a mí nunca me ha impedido disfrutar. Cuando me siento a la batería, todo se va.
Bueno y, ¿cómo componéis? Porque he leído que igual una trae una melodía, otra una letra… ¿hay un método fijo?
Marina: Es verdad que ahora que no vivimos juntas, desde hace unos años, es un poco más…
¿Con audios de WhatsApp?
Marina: Exacto. A distancia.
Teresa: Pero luego siempre acabamos la canción juntas. Siempre hay una especie de protoidea. Marina es mucho de tener melodías y algunas frases, pero la canción se completa cuando estamos juntas. Mi hermana es que es una maestra de la melodía.
Hay que admirarse para llevar doce años tocando con tu hermana, ¿no?
Marina: Las dos nos admiramos un montón. A mí me encanta ir a ver a Teresa con sus otros proyectos. Soy superfan. Es una letrista brillante, para mi gusto. Tiene muchísima rapidez para escoger la palabra correcta. Sabe darle a lo cotidiano forma artística, pero también muy clara, muy bonita. Y luego su entusiasmo. Es muy genuina con la música, le sale como muy de dentro. No sé, con mucho amor.
Teresa: Las dos tenemos eso, un poco.
Marina: Y desde el principio se ha esforzado mucho. Teresa no es vaga. Le gusta mucho ponerse a tocar. Disfruta mucho con la música. Tiene talento, pero es que encima se esfuerza. Eso, sumado, es mucho.
Y, ¿qué me dices tú de Marina?
Teresa: Marina es mi hermana mayor. De pequeña, la copiaba en todo. Para mí, tiene un don y un talento innatos para la melodía. Me parece increíble. Se lo he dicho mil veces. Coge un acorde, e igual puede estar un minuto repitiéndolo, y siento que tiene un gusto muy preciso, muy fresco, con las melodías que crea a partir de ahí. Para mí, esa es su gran virtud. Siento que tocando nos compenetramos muy bien. Ella siempre dice que yo escribo mejor, pero para mí no es escribir mejor o peor. Marina también tiene un mundo, digamos, interior artístico muy amplio, muy interesante. Es verdad que yo puedo centrarme más en pulir el resultado final de una frase, pero últimamente la mayoría de canciones nos vienen de ese mundo interior que tiene Marina. Y luego, en directo, la verdad es que nos lo pasamos genial juntas. Tenemos muchísima conexión tocando. De esto que vas a acabar un compás, y acabamos a la vez. O nos miramos, hay una subida y parece que la canción estaba hecha cuando la estamos improvisando. Aparte, mi hermana me enseñó a cantar, y eso es algo que tiene mucho mérito. Gracias a mi hermana yo ahora puedo cantar, y hacemos unos acústicos maravillosos con unas armonías superbonitas.
Marina: Es por ser cabezota, he sido muy cabezota contigo. Soy amante de las armonías de toda la vida, desde que nos ponía a los Beatles nuestro padre en casa. Siempre me he fijado en los coros. Cuando Teresa se puso a tocar la batería y yo cantaba notaba que necesitaba que me hiciera los coros. Así que la obligaba a cantar, y le enseñaba una segunda voz. Ahora ya no tengo ni siquiera que decirle los coros, porque los saca ella sola. A mí ya ni me salen, porque prefiero que lo haga como le guste a ella.
Teresa: Ahora porque sé hacerlos, pero de verdad que cuando empecé a tocar la batería no cantaba. Y ya tengo hasta un grupo en el que canto. Pues eso es gracias a Marina.
¿Alguna vez os habéis enterado de algo que le ha pasado a la otra por la letra de una canción?
Teresa: No, porque nos lo contamos todo. Somos amigas, aparte de hermanas. Luego nos ha pasado con Repion que después de la adolescencia, que dejas de ser rebelde, ya casi todas las canciones hablan de amor. Y de las relaciones que vas teniendo. Ha sido curioso que, muchas veces, hemos ido cada una por su lado pero pasando por etapas vitales similares. De manera que, cuando hacíamos canciones, queríamos expresar muchos sentimientos que resulta que teníamos en común. Y eso es algo que nos ha hecho compañía en nuestros duelos.
¿Os imagináis a los músicos que os ponía vuestro padre, como Clapton, los Kinks o los Beatles, componiendo por audios de WhatsApp como vosotras?
Marina: ¡Se volverían locos! Si estuvieran los Beatles en esta época, ¡madre mía! Yo creo que colapsarían. Porque eran unos piezas, también ellos.
Teresa: Tampoco es lo más recomendable. Lo mejor es estar físicamente ahí. Lo otro no es componer, es compartir. Componer lo hacemos juntas. Pero está bien que, cuando tienes una cosa que te gusta, se lo puedas pasar a tu compañera de banda para que pueda escucharlo y opinar.
Entonces no os veo usando la IA.
Marina: A mí es que me gusta que las cosas suenen como en la época en que se tocaron. No necesito que lo limpien.
Teresa: Pero no nos negaríamos a usarla, ¿por qué no? Creo que hay que estar abierto a todo, así que no me posicionaría en contra de nada que en un futuro pueda traer cosas buenas.
Marina: No, si una productora nos lo propone, pues primero diríamos que vale, lo escucharíamos. Porque cuando éramos más pequeñas, éramos más intransigentes.
Erais más grunge.
Marina: (Ríe) Al final sí, ¿eh? Decíamos a todo de primeras que no, poníamos caras… Ahora soy más de sumar. Me gusta que haya personas que me aporten ideas que no se me habían ocurrido.
¿Por qué habéis tardado tanto en ponerle vuestro nombre a un disco?
Teresa: Era el primer disco en que reconocíamos que Repion éramos Marina y yo. Era el primer disco que nos iba a editar un sello, y las canciones ya tenían un carácter más maduro. Más redondo. Por eso nos sentíamos más identificadas con el disco, tanto como para ponerle el nombre de la banda.
Marina: Somos nosotras, son nuestras canciones y queremos que sea un antes y un después. Nos define.
¿Hay, entonces, un universo compartido de Repion, de Marina y Teresa?
Teresa: Sí. Y más en las canciones que hablan de cosas que son las que compartimos por ser hermanas. Compartimos un pasado, que es nuestra infancia, y somos nostálgicas de ella. Hemos hecho ya varias canciones que hablan de eso, de nuestra infancia, y es curioso que dos artistas podamos describir esa misma experiencia desde dos puntos de vista distintos. Estar en la misma piscina con cinco y siete años. Y ese es nuestro universo.
Marina: Pero siempre hemos velado porque nuestras canciones se entiendan, y se pueda empatizar con ellas. Bueno, Paco Loco sí nos metía caña y nos decía que qué eran esas letras que no se entendían nada. O que por qué eran tan tristes.
Teresa: Y no es que estuviéramos tristes, es que es un hecho universal que tú escribes cuando estás tocada emocionalmente por algo. Nosotras es común que hagamos las canciones cuando estamos tristes. Así que hablan de sentimientos, no de verdades absolutas. Es más una cuestión de generar esas imágenes que tienen mucha carga emocional. Como el camión de los helados, o la piscina municipal. Para nosotras, esa simbología es muy importante. Que igual te escribo de monstruos de río, y lo único que me pasa es que estoy premenstrual y por eso estoy triste. O que he tenido un bajón, y de pronto se me desmorona el mundo y estoy negativa. ¿Qué pasa? Que igual a la mañana siguiente estoy genial, y a lo mejor ya he hecho las paces con mi amiga o con quien sea. Pero bueno, ahí están mis emociones escritas en ese cuaderno. Y eso será una canción.
Me ha llamado la atención que uséis para componer lo que se siente en un estado emocional único en el mes, como es la menstruación. No se habla mucho de ello, ¿no?
Teresa: . No. Otra cosa es que no te acuerdes de que estás premenstrual. Es un estado emocional que todas conocemos. De repente sientes que tu vida no tiene sentido.
Marina: Ahora, en esta época nuestra, intentamos ser más concretas. Yo siempre digo en el local «vamos a decir algo cotidiano para agarrarnos un poco a la tierra».
Tanto que le habéis hecho una canción a vuestro barrio.
Marina: Claro. Me ha gustado que podamos hacer algo tan concreto.
Teresa: Sí. Pero vamos, que no tenemos ninguna ley, o regla, que tengamos que seguir para escribir. Yo creo que depende del momento en que estemos.
¿Planes de futuro?
Teresa: Vamos a grabar ahora unos temitas en los que estamos trabajando. Y vamos a hacerlo, además, con Santi García. Que yo me muero de ganas, porque es un productor que ha grabado con un montón de gente.
Marina: ¡Llenar salas! Y hacer sold outtodo el rato. Y que la gente siga queriendo venir a nuestros conciertos, que les siga llegando nuestra música.
Al final me voy de aquí sin saber por qué sois grunge.
Marina: ¿Pero nos has visto en directo?
¡Claro! En Interestelar. Teníais hipnotizado al público.
Marina: Es verdad que somos muy melancólicas, muy sentidas.
Teresa: Sí, yo creo que el grunge está más en el sonido y en el directo.
Marina: En «Monstruos de río» yo pego un grito desgarrador. En directo somos más rabiosas, puede ser. Nos gusta soltar pequeñas descargas grunge.
Teresa: Pero no nos gusta ir por ahí cabizbajas.
Sí, porque además tu estilo a la batería es bastante cañero.
Teresa: Sí. La persona que más me ha influido tocando la batería es Travis Barker. Sin ninguna duda. De pequeña, quería tocar como él. Y, bueno, no lo he conseguido pero lo voy a seguir intentando.
Y a ti, Marina, ¿quién te ha influido como cantante?
Marina: Escuché mucho a Alanis Morissette, Shakira, Eva Amaral, Alicia Keys. Versioné «Superwoman» en mis primeras clases de canto. Y nuestra madre alucinó al escucharme. En casa siempre hemos escuchado mucho blues, mucho soul. Cuando nos compraron un disco suyo, estaba todo el día imitándola en casa. Me parece una de las mejores cantantes actuales, porque tiene un estilo muy personal sin hacer florituras. Con mucho aire en la voz, y es una pianista increíble. ¡Y vistiendo también me encanta! Su estilo noventero.
¿Con qué músico os tomaríais unas cervezas?
Marina: A mí me gustaría hablar con Pattie Smith. La fui a ver el año pasado en los jardines del Botánico. Me gustaría hablar de cosas cotidianas con ella, de cómo ve el mundo, qué piensa cuando va por la calle paseando…
Teresa: Me gustaría hablar con Travis Barker y que me diera unos trucos. Pero también me gustaría quedar con Miley Cyrus. Le preguntaría sobre su vida. Me gustaría una charla distendida con ella.
Para terminar, os devuelvo la pregunta que le harías a Pattie Smith, Marina: ¿qué pensáis cuando vais andando por la calle?
Marina: Me fijo mucho en las fachadas de los edificios, en la luz, en las personas. Aunque me da vergüenza mirarlas. También me fijo en la ropa, en los olores. Me gustan los olores en la calle.
Teresa: Yo me voy organizando mentalmente las cosas que tengo que hacer. Voy escuchando siempre música. Y miro a la gente, pero no aparto la mirada. Porque hay veces que hay gente que se te queda mirando, y yo miro también. Y hasta que no nos cruzamos, no apartamos la mirada.
Entrevistas de parrafos enormes que no dicen, tedio absoluto y como el comentario no vaya en la linea de jotdown te lo censuran. Viva la libertad de expresión pero solo cuando se escribe lo que quiero leer
No conozco de nada a estas chicas, supongo que vivo bastante desconectado de la actualidad musical. Hace añísimos, durante la segunda mitad de los 90 y primeros 2000, acudía a menudo a conciertos de bandas locales. En más de una ocasión le dije a algún miembro de esas bandas (obviamente chico, que aquí en España encontrar chicas tocando rock hace 20-25 años era quimérico) «me ha sorprendido lo bien que tocáis». Siempre se lo tomaron como un cumplido, porque esa era mi intención. Qué pena que chicas que tocan en bandas en 2023 digan que «deben ponerse a la defensiva y ser bordes» ante cualquier comentario en esa linea proveniente de un tio.
Yo lo que comentan las chicas lo he visto (y sigo viendo a menudo).
He conocido cantidad de gente (hombres y mujeres mas o menos jóvenes) que alucinan cuando una muchacha toca un instrumento.
Imagino que en según qué ambientes ó urbes se ve como algo totalmente normal, pero es posible que estas chicas en concreto hayan tenido que escuchar esas frasecitas mas veces de la cuenta y ahí su queja.
Estoy de acuerdo contigo. Creo que esa actitud de estar a la defensiva desvirtúa el resto de su propuesta artística, o al menos le quita potencia. A ellas, como banda de rock, y a otras muchas cineastas, artistas, intelectuales.. que hoy en día se pasan el 50% del tiempo asignado para que presenten sus obras, en meternos el «mensajito». El «mensajito» nunca les hizo falta a Joni Mitchell, a Janis Joplin, a Rosalia de Castro o a Vainica Doble para acceder al olimpo. Y ese mismo «mensajito» es el que las va a lastrar cuando las aguas se calmen.
El victivismo de la mujer española.En mi vida diaria yo también he sufrido comportamientos despreciarivos por ser hombre y no voy de víctima…
Yo también las vi en el Interestelar y la verdad que tocan muy bien. Sencillo y sin hacer florituras, pero potente, directo y afinado (sus voces empastan de lujo), y la verdad que Barrio Somavilla me pareció un temazo. Me hubiera gustado conocerlas después del concierto pero mis amigos me arrastraron a LaLaLoveyou que estaban tocando al lado, porque la verdad parecen unas chicas bastante interesantes, como transmitieron allí y en esta entrevista.
Lo de las bromas con los bajistas es curioso. Es un instrumento discreto (pero fundamental) que aporta armonía y ritmo a la vez. Y por citar sólo 3 de una lista extensa y memorable… McCartney, Sting, Roger Waters. A ver qué broma (de tipo musical) se les puede hacer a ésos (y a otros muchos del pelo).
He visto algo en la red de ellas, y aunque no es un tipo de música que conecte mucho conmigo, tocan y suenan muy bien y veo detalles. Si se acercan por mis lares (el Norte) intentaré ir a verles.
PD: Cualquier guitarrista eléctrico que use cejilla se convierte automáticamente en mi ídolo.
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