Acostumbrado a los días cortos, a los inviernos gélidos y al cielo coagulado de Manhattan, lo primero que le llamó la atención de aquella ciudad fue su calidez atlántica y el azul índigo de sus tardes.
(Muerte de un violinista, José Luis Correa, 2013)
Ricardo Blanco tiene más de sesenta años años. Es un vecino de Las Palmas de Gran Canaria que vive de un negocio poco común en la popular calle Triana. Amante del jazz y de autores como Cortázar o Virginia Woolf, le ha pasado un poco de todo en las últimas décadas. Incluso han intentado acabar con él. Ha conocido por el camino lo peor del género humano, su miseria moral y su maldad. Se ha topado con la muerte varias veces y conoce bien la apariencia de un cadáver, especialmente si la muerte se ha producido violentamente. Suponemos que como buen detective está desencantado y envuelto en cierto cinismo con respecto a la vida, pero nunca lo bastante como para no seguir haciéndose preguntas y buscando la verdad.
Blanco es el personaje protagonista de las novelas del escritor canario José Luis Correa. ¿Un alter ego? Decir que no sería mentir, aunque desde luego, como sabe cualquier escritor, los personajes están vivos, tienen su propia manera de encarar la realidad.
A algunos les puede sonar curiosa la idea de un detective surgido de la capital canaria. Ciertamente no es posible desligar una historia del escenario, del territorio donde sucede. Tampoco la cadencia o el ritmo literario es el mismo que si la historia se ubicara en un pueblo nórdico o en los muelles de Nueva York. «La lengua es la misma, pero el acento no. Uno cada vez lee más con el oído», me dice José Luis. Por lo tanto, escenario y acento (en el sentido literario) determinan probablemente gran parte de la singularidad de una novela. Porque más allá de esto, los temas y los personajes que tratan las obras de este género como las de José Luis Correa o Alexis Ravelo son asuntos que podrían suceder en cualquier otro lugar del mundo. Las víctimas sufren igual en todas partes y los villanos suelen parecerse mucho entre sí, sean de donde sean. Entonces, ¿qué aporta la peculiaridad de un territorio como Canarias al género? ¿Qué hay de diferente en una novela negra ambientada en Canarias? ¿Qué hay de universal? Acompáñenme por este viaje de sórdidas historias universales contadas bajo la calima, el olor del mar y el acento canario, que disfrutaremos gracias a las palabras de José Luis Correa, escritor de novela negra, y Alejandro Martín Perera, creador del Festival Tenerife Noir.
José Luis Correa y Alexis Ravelo sitúan el contexto físico de sus novelas en su lugar de nacimiento: Gran Canaria, y concretamente en su ciudad natal, Las Palmas. Esta ciudad es un espacio urbano moderno y portuario, un tipo de escenario icónico de muchas novelas del género negro. Para los canarios el puerto es casi un ente vivo que está presente a lo largo de toda su vida. Cualquier residente en una ciudad marítima convive con los sonidos y olores del puerto. Es un personaje citadino como otro cualquiera. Asimismo son parte del paisaje los trabajadores habituales del puerto: «Hemos nacido y nos hemos criado con ellos, con los estibadores y los cambulloneros, con pescadores y calafates».
Por supuesto no para todos significa lo mismo esa clase de escenarios. Correa tiene una visión del puerto distinta a la que tenía Ravelo. «Él solía decir que, si uno de sus personajes se encontrara con uno de los míos en Las Palmas, el suyo sería el camarero o el asesino».
Más allá del puerto, el mar y su omnipresente existencia colabora en las historias de este género en las islas. El mar limita, constriñe el espacio y esa cualidad crea para la ficción entornos emocionales a menudo asfixiantes, que son ideales para narrar tramas de esta naturaleza («pueblo pequeño, infierno grande»).
La belleza de un paisaje hermoso, que rezuma paz, bondad y tranquilidad también puede ser un elemento perfecto para ubicar estos argumentos. Porque, ¿quién osaría desplegar el mal en un lugar así? En La niebla y la doncella, la novela de Lorenzo Silva, la trama se desarrolla en La Gomera, donde sus protagonistas los inspectores Bevilacqua y Chamorro viajan hasta la isla para resolver un crimen ocurrido años antes.
Esta idea del paisaje como personaje «cándido» es muy creíble en Canarias, tanto si se aplica de manera consciente o inconsciente. La pureza del paisaje, la luz del sol, los entornos amables proporcionan el mismo efecto dramático que los personajes nobles y dulces en las obras de terror. El contraste define la potencia de ese efecto, que es una alegoría básica del mal y del bien, una imagen visual impactante como la sangre sobre la nieve.
Vayamos ahora a por los personajes y las tramas, siempre universales. Alexis Ravelo, que falleció en enero de este año de forma repentina, para desolación de todos los que le conocieron y sus incondicionales lectores, se definía a sí mismo como un chico de barrio criado con cervezas y bocadillos de chopped. Apenas recibió una educación formal, pero sí era un devorador de libros con instinto nato para la narrativa. Su obra es un prodigio creativo y un referente absoluto de la novela negra. Su personaje más famoso es Eladio Monroy, esa clase de perfil novelesco que siempre acaba metido en todos los saraos. Marinero tenía que ser, porque a Ravelo los policías como personajes le aburrían y la mayoría de los periodistas, según él, no son capaces de involucrarse (tener agallas) en semejantes líos. Eladio Monroy nunca fue un alter ego de Alexis Ravelo. El marinero (jefe de máquinas jubilado) es un hombre poco recomendable, repleto de innumerables prejuicios y con mala baba. Uno de esos supervivientes de sí mismo al que salvar el mundo le importa un pimiento, pero que, de algún modo, acaba indefectiblemente metido en esa clase de asuntos, para su disgusto. Podría ser canario como de cualquier otro sitio.
Otra novela negra ambientada en Canarias es Picadura mortal. Escribir una novela negra con una mujer de veinticinco años como la detective protagonista, tan decidida que en el primer capítulo deja a su amante y se larga a las islas, hoy sería algo que pasaría inadvertido. Pero Picadura mortal de Lourdes Ortiz se publicó en marzo del año 1979 y está considerada una de las pioneras del género en España. Bárbara Arenas es el personaje principal de la novela, una investigadora privada que recala en Canarias para meter las narices en los oscuros secretos de la familia Granados. La descripción de una sociedad clasista, machista y de negocios corruptos es el eje de la trama. Nada aquí nuevamente que no pueda suceder en cualquier rincón habitado del planeta.
Y esto nos lleva a los temas centrales del género, presentes también en las novelas ambientadas en las islas: la pobreza, el abuso de poder, la inmigración, la violencia sexual, las mafias o la corrupción política. José Luis Correa opina que antes era un «subgénero, en cierto modo, apestado», sin embargo «hoy en día englobaría, a mi juicio, la novela realista, la novela costumbrista, a la novela social». Probablemente esto explica el auge de los lectores, premios y festivales dedicados a este género que recorren todo el país.
Tenerife Noir es un festival sobre el género negro y policiaco asentado desde hace algunos años en esta isla. Surgió de la iniciativa del escritor canario de género negro Javier Hernández Velázquez. Nació como semana literaria, y un año después de esta propuesta, Alejandro Martín Perera, gestor cultural, le dio formato de festival multidisciplinar. Construye un espacio donde los lectores y los autores se encuentran más allá de un simple firma de ejemplares, es el momento en el que dirimen sus maneras de entender la novela y el mundo, tomando una cerveza o un ron canario. Desde el festival se incide a través de estas sinergias en fomentar la lectura en la población. Su ubicación en la isla ofrece varias ventajas. Una de ellas reside en el hecho de que Canarias ha sido y es, históricamente, un punto de encuentro geográfico y cultural entre Europa, América y África. Tenerife, en concreto, es un lugar estratégico para reunir creadores de estos continentes, es un puente natural para la retroalimentación de todo tipo de manifestaciones artísticas. Tenerife Noir se apoya principalmente en las administraciones públicas autonómicas y locales. Alejandro Martín Perera valora de forma muy positiva estos ocho años. A lo largo de este tiempo el festival ha creado una legión de fieles y, edición tras edición, se han ido sumando actividades, como el Seminario Internacional de Investigación en el Género Negro. En él, durante una semana, se ruedan cortometrajes en las calles de Santa Cruz de Tenerife. No solo el lenguaje literario o cinematográfico se desarrolla en el festival, también los más jóvenes y no tan jóvenes pueden disfrutar de juegos de rol y de la creación de videojuegos o de partidas en vivo. Además hay una programación específica para el alumnado recluso del Centro Penitenciario Tenerife II. Este 2023 el festival cumplió su octavo año y giró en torno al Estado como personaje criminal. A lo largo de estos años han pasado figuras reconocidas como Alicia Giménez Bartlett, Víctor del Árbol, Andreu Martín, Romain Slocombe o Claudia Piñeiro.
Alejandro también considera que el lugar determina el argumento y los personajes, pero que, efectivamente, lo que ocurre en una novela negra canaria puede suceder en cualquier región del mundo. De hecho algunos de los últimos temas tratados en novelas canarias: «pobreza, especulación inmobiliaria, delitos medioambientales, violencia machista o los problemas derivados del turismo», según cuenta, son «problemas que preocupan prácticamente a todo el mundo». Por otro lado, las islas son un buen escaparate para futuros visitantes lectores que, a través de un producto cultural, se interesen por viajar a Canarias desde una perspectiva más realista y comprometida.
Aridane Criminal es otro de los festivales existentes en Canarias. Radicado en Los Llanos de Aridane, La Palma, su impulsor y comisario fue Alexis Ravelo y celebró en enero su tercera edición. El escritor concebía este festival como un espacio de debate y reflexión sobre la realidad. Alexis, cuenta José Luis, estaba muy empeñado en dar voz a las víctimas, a través de la literatura. «Hay algo de redención en ello».
Para terminar mis preguntas a Correa me interesa saber cómo se lleva con Ricardo Blanco, el alter ego que le acompaña desde hace más de veinte años. Me cuenta que al principio era un homenaje a sus lecturas de joven: Hammett, Chandler… Luego comprendió a partir de la tercera novela que el detective había venido para quedarse, así que lo hizo más canario, más parecido a él y así se fueron contagiando juntos de sus manías. ¿Y le reprocha algo a Ricardo Blanco? «Tengo poco que reprocharle, salvo que sea más conocido que yo».
Muy interesante. La última que estuve en Las Palmas disfruté doblemente porque lo hice acompañado de un par de novelas de Ravelo. Para la siguiente, me apunto a Correa. Gracias.
Conocí la obra de Alexis Ravelo hace unos dos años. Me sorprendió que hubiesen tantos libros de un autor canario en una biblioteca (la de Puerto de la Cruz), además del género noir! La curiosidad me pudo, me llevé uno y con el tiempo terminé por llevármelos todos. ¡Cómo me jodió leer la noticia de su muerte! Por ser uno de los pocos escritores canarios de éxito y sobre todo porque el tío parecía ser una persona cojonuda, como decimos por aquí, un puntal. No conozco más autores de noir de Canarias (apuntado Jose Luis Correa) y pienso que Gran Canaria y concretamente la capital Las Palmas tiene ese aura de ciudad grande con todo lo oscuro que ello conlleva, y que ésto hace que estas historias sean muy creíbles. Creo que una ciudad mucho más sosa como Santa Cruz de Tenerife no da para tanta oscuridad urbana, mucho menos Santa Cruz de la Palma o cualquiera de las capitales de las otras islas. Lo digo como tinerfeño que soy. Las Palmas siempre ha sido otra cosa, para bien y para mal.
Muchas gracias por el artículo, Verónica, por éste y por los demás relacionados con Canarias, da gusto leer de vez en cuando por aquí cosas sobre la tierra de uno.
Un saludo
Es una pena que se omita a autores como Carlos Álvarez «Negra hora menos» ganador del premio Narrativa Santa Cruz de Tenerife. Tampoco aparece Emilio González Déniz autor de «Bastardos de Bardinia» una crítica tan poética como brutal a la sociedad. Ni se nombra a Janet Acosta autora de «El chef ha muerto». Y se olvidan de los más recientes: Miguel Aguerralde, autor de «Alicia» y C.J. Nieto nominada al premio Paco Camarasa por «9corto». También se pasa por encima de Antonio Lozano, autor de «El caso Sankara». Así a voz de pronto, parece que faltan algunos más. Puede ser un caso de ignorancia y no documentar bien el tema.