Vi el reportaje que le dedicó Mamen Mendizábal a la huelga de controladores aéreos del año 2010, la del puente de la Inmaculada que activó el estado de alarma después de dejar a miles de personas tiradas en los aeropuertos. Es espléndido. Bien contado, mejor resuelto. Quizá en otro país el tema diera para una gran película en la que triunfan los malos sirviéndose del catastrófico refrán que asegura que las apariencias engañan. Pero lo que nadaba por el fondo de su limpia narración no dejaba de ser aterrador —por cómico que pueda ser cualquier cosa protagonizada por José Blanco, ministro de la cosa en la época, lobista de postín en el presente. Lo que pasó es así de simple: un gobierno utilizó para salirse con la suya —la privatización de parte de la empresa pública que mejores dividendos le reportaba— a un gremio fácil de demonizar, el de los controladores aéreos, gente muy bien pagada, a la que se la secuestró, se la culpó de crear un caos insoportable y poner en peligro decenas de vidas que estaban en el aire con una actitud soberbia a la que se respondió con todo el peso de la ley —el estado de alarma— y el uso del Ministerio de Defensa. Ahora, doce años después de los hechos, sabemos que todo fue un plan exquisitamente diseñado por el gobierno. En el reportaje salía un juez instructor que decía, midiendo mucho sus palabras, que la verdad que contó el gobierno culpando a los controladores, multiplicada por editorialistas y opinadores, no se correspondía con la verdad judicial de su investigación: ¡la verdad judicial! Cuando la verdad empieza a dividirse en gremios se queda sin esencia. Si consentimos que hay una verdad social y una verdad periodística y una política y una judicial, no es que no haya verdades donde debería haber solo verdad, es que la verdad no importa lo más mínimo, no pesa, no sirve ni de consuelo. Prueba de ello es que si hoy le preguntas a cualquiera por lo acontecido entonces soltará un exabrupto condenando a los malditos controladores.
No deja de ser curioso que en plena era del fake tengamos un caso tan exquisito ante las narices y no se le haya dado la más mínima cobertura hasta este reportaje de Mendizábal. La gravedad de los acontecimientos haría que en cualquier país serio se pidieran responsabilidades a quien ahora se nos aparece como verdadero culpable, y sin embargo está el hombre de lo más orgulloso de su actuación. Se contó tan bien la mentira que acabó creyéndosela y aún hoy, con una sentencia desmontándolo, es capaz de sostener que un gremio de privilegiados, como el de los controladores aéreos, quiso poner en jaque el orden constitucional mediante una huelga en días de fiesta que no se convocó nunca.
Todo comienza muchos meses antes del puente de la Inmaculada, con un decreto en el que el gobierno retira a los controladores el cobro de horas extraordinarias porque abultan demasiado los gastos de la empresa que quieren vender y los posibles compradores le dejan claro que con esos sueldos no pueden hacerse cargo de la empresa. Así que el decreto obliga a los controladores a que multipliquen sus horas de servicio sin recibir extras porque ya están suficientemente bien pagados (cosa que me parece bien, siempre y cuando se aplique a todo el mundo, a los políticos por ejemplo, pero también a los deportistas que no veo yo por qué reciben muchos dineros del Estado cuando representan a las selecciones españolas, o a las estrellas de televisión que van a caer a canales autonómicos que se gastan millonadas en programas que nadie ve, o a las campañas electorales para las que el Estado se gasta una tromba de millones en cosas tan inútiles como el reparto de papeletas en buzones que conectan directamente con los cubos de basura). Pero en noviembre, los controladores ya han hecho todas las horas que se les pedía que hicieran y se enfrentan a diciembre con los deberes hechos. Es entonces cuando el gobierno aprueba un nuevo decreto obligando a los controladores a que devuelvan las horas no trabajadas por permisos y bajas —permisos de maternidad por ejemplo, bajas por operaciones quirúrgicas y estancias hospitalarias, derechos laborales conquistados hace mucho que valían para todos nosotros menos para ellos—.
Cuando llega el puente de diciembre en el que miles de personas van a viajar, la verdad ahora probada —sin que la prensa se haya hecho mucho eco de ella: normal, dado que la prensa fue colaboradora necesaria de la tropelía— es que el gobierno de Zapatero, mediante su ministro Blanco, inventó que los controladores masivamente habían abandonado sus puestos de trabajo acogiéndose a bajas por estrés —un papelito que muy ladinamente había repartido la propia AENA entre los controladores— y no le quedaba más remedio que cerrar el espacio aéreo, impedir la salida de los vuelos y poner en tierra los aparatos que anduvieran por el aire antes de que llegaran a destino. Toda la prensa compró la versión gubernamental —y alguna la hizo aún más siniestra: un hombre murió de un infarto en los lavabos de un aeropuerto y un diario sacaba la noticia en portada acusando a los controladores aéreos de homicidio—, a pesar de que el representante de los controladores se fatigaba diciendo que ellos no habían abandonado sus puestos. La verdad judicial dice ahora que no había motivo alguno para cerrar el espacio aéreo, a pesar de lo cual el excelente cinismo de José Blanco es capaz de hacerle sonreír a cámara y decir que todavía hay gente que le felicita por la calle por haber tomado aquella medida y haber puesto en su sitio la chulería de los controladores. No lo pongo en duda. Se le dejó a un mentiroso la voz única del relato y supo aprovecharlo: hay que reconocer que de manera genial, pues se salió con la suya. Toda España maldijo a los controladores, se les culpó de golpistas, gente sin corazón, hijos de la grandísima puta, se les deseó cárcel hasta el fin de los tiempos, controlador aéreo pasó a convertirse en el peor insulto que se le pudiera dirigir a alguien.
Ahora sabemos —es banal decir que conociendo el percal y cómo manejaban los hechos gente como el director de AENA o el ministro Blanco y el llorado Rubalcaba, ya lo sospechaba uno mucho antes— que quien dejó en tierra a miles de personas, quien provocó todo aquel caos, quien suscitó tanta ira y tanta impotencia, fue el sonriente Blanco siguiendo un plan en el que no falló nada, en el que colgó a los controladores aéreos la culpa con una impunidad sin grietas, en el que encontró motivos sobrados para sacar al ejército a la calle porque al Estado no se le chantajea. Naturalmente se daban factores que colaboraban con el ministro y el gobierno para dejar a los pies de los caballos a los controladores: el sueldazo de estos y su presunta capacidad de poner contra las cuerdas al gobierno creando un caos que afectara a miles de pasajeros. Eso no podía desaprovecharlo Blanco —o alguno de sus guionistas, un genio, hay que reconocerlo— para hacer su jugada: una vez que se tiene al culpable asegurado, ya solo falta atreverse a cometer el crimen porque sin crimen no puede haber culpa. Y se atrevió. Se atrevió porque contaba con una herramienta infalible —de hecho, nadie le pidió cuentas nunca—: la impunidad. Impunemente cerró el espacio aéreo cuando no hacía falta porque había controladores suficientes para manejar la situación, impunemente dejó en tierra a todo el mundo, impunemente decretó un estado de alarma que llevó a los militares a las torres de control para obligar a los controladores a punta de metralleta a hacer lo que ya estaban haciendo y dejaron de hacer porque les cerraron el espacio aéreo. Y todo para qué. Para hacer algo tan oportuno como rebajarle el presupuesto en nóminas a la empresa pública siguiendo los dictados de quienes iban a comprar una parte de ella. Táctica similar ya había dado buenos resultados muchos años antes con RUMASA, nacionalizada primero, privatizada enseguida, vendida a trozos por pocas pesetas a empresarios que financiaban al partido. El culpable de todo —ahí se lo pusieron fácil a Boyer y González— era un payaso ambicioso, eso es verdad, pero los cientos de familias que se quedaron sin nada por aquella jugada presuntamente valerosa y salvadora, no merecieron ni un reportaje, y Jerez, que de la noche a la mañana se convirtió en la ciudad con más parados de Europa, también pensó que toda la culpa era de la ambición desmedida del payaso. Recuérdese que entonces el Tribunal Constitucional empató a seis en la sentencia sobre si lo que hizo el gobierno fue constitucional y fue el voto de calidad del presidente el que decidió: luego el presidente fue a morirse el hombre a Venezuela, abochornado de haberse cargado con un solo movimiento toda una carrera de gran jurista.
El gran reportaje de Mamen Mendizábal resultaba desconsolador por unas cuantas razones. La principal de ellas: el Estado, dado su funcionamiento, la rapidez de actuación con la que se dota un gobierno, la parálisis del periodismo y su dependencia de una única fuente de información —el propio gobierno— y la lentitud de la justicia, facilita la capacidad de quien ostenta el poder, no solo de cambiar la realidad, sino de crear un simulacro que determine unas causas falaces, encuentre unos culpables oportunos, les obligue a tomar medidas heroicas que en realidad son pura ficción contra la que apenas se nos deja el acatamiento como respuesta. Dijo en el reportaje Blanco que aquella noche no pegó ojo. Lo que no dijo es que seguramente no pegó ojo porque se estaba descojonando mientras cientos de personas dormían en los suelos de los aeropuertos maldiciendo a los controladores. Contra ese poder, el poder de crear realidad, la verdad judicial es algo peor que un oxímoron: es puro recochineo. Los controladores acusados de haber creado aquel caos han sido eximidos de toda responsabilidad y tratan de querellarse ahora contra quienes los acusaron. Pueden esperar sentados mientras a José Blanco le siguen felicitando por la calle por su arrojo aquel día de diciembre.
Pero también era desconsolador porque te obligaba a preguntarte: ¿cuántas veces en estos doce años que ha tardado en dictarse la verdad judicial de unos hechos ha vuelto quien ostentaba la voz del relato, la figura del narrador, el autor de la versión única (y oficial) a hacer circular la mentira como caudal de la realidad? García Calvo decía a menudo que la mentira era la médula y el fundamento de la realidad, y naturalmente todo el que escuchaba eslogan tan drástico lo tachaba de loco anacrónico y exagerado sin remedio. Pero piensen en algunos sucesos de estos últimos años —asalto a la valla de Melilla, relaciones del reino de España con el de Marruecos, la pandemia y algunas decisiones aterradas de nuestros gobernantes—, y piensen que algunos de ellos han entrado en el túnel de la instrucción judicial y que tardarán una década en ser solventados. La pregunta evidente que se nos impone es ¿qué puede hacer el periodismo —que es la vía de urgencia para contrarrestar versiones oficiales, para examinarlas y darlas por válidas o no— y qué hace? Si se tiene en cuenta que lo que utiliza precisamente quien pone en circulación la versión oficial de unos hechos —pone e impone— son periodistas, tampoco es que el periodismo merezca mucha confianza, eso es cierto, pues al fin y al cabo no actúa de reactivo sino de hilo conductor, y cuando la voz de mando no es de su cuerda, no duda en recurrir también a la mentira para fundamentar «una realidad» que le sea propicia.
Cuando se ha examinado 1984, la obra maestra de Orwell, siempre se ha recordado que la inspiración le vino al británico por su descubrimiento de haber entregado la fe a un régimen criminal, como el comunista —un ideal que cuando tocó tierra y se convirtió en realidad reveló su verdadera condición. Pero hay una carta de Orwell en la que le explica a su corresponsal que su novela sirve de crítica e impugnación tanto del régimen comunista como del fascista como del democrático cuando es suplantado por cualquier personalismo: es una novela contra el poder, contra la capacidad del poderoso de crear la realidad y de imponerla con las herramientas a su alcance —neolengua, espionaje de sus súbditos, expansión del miedo a las represalias— perfectamente utilizadas para la formulación de una realidad que no se puede poner en cuestión sin que te lleven al manicomio, en el mejor de los casos, o a la cárcel y la tortura, en el peor. Obviamente para que ello surta efecto lo primero es colonizar los canales por los que el ciudadano se va enterando de la realidad que no está al alcance de su conocimiento: de ahí que la presencia de la información mediante radio, cámaras o prensa sea tan asfixiante, solo así se consigue que el ciudadano sepa no solo a qué atenerse respecto a las realidades que no estén a su alcance —se habla de una guerra como si existiera en alguna parte y es tan real, por ficticia que pueda ser, como lo que pasa en tu calle— sino también a aquellas que podría comprobar por él mismo —han detenido a un vecino que dicen que era un contrarevolucionario, nunca lo vimos hacer el más mínimo gesto contrarevolucionario pero si lo han detenido cómo se va a poner en duda.
Cualquier manual de periodismo te dirá que el papel primero de los medios es el de servir de controlador —viene al caso la palabra— del gobernante (de ahí que legendariamente se constituyese en cuarto poder en las sociedades democráticas, poniéndose a la zaga de los poderes ejecutivo, legislativo y judicial). Pero dada su irremediable vinculación a quienes ostentan esos poderes, lo que solemos encontrarnos —más aún en sociedades donde buena parte de los ingresos publicitarios, al ser el Estado la empresa que más se publicita, llevan un sello gubernamental— es que el papel del cuarto poder ha terminado siendo un papel higiénico: limpia —y da esplendor— a lo que manda quien mande. De ahí que en la pugna entre «verdad periodística» —la del día, la apresurada, la que se vende en el aquí y ahora y afecta a la realidad hasta conformarla— y la «verdad judicial» —lenta, necesitada de estudio y comprobación—, el combate no tenga color y la primera se imponga siempre aunque sea muy a menudo más periodística que verdad. Eso ocurrió aquel diciembre en que un ministro —sabe Dios inspirado por qué genial guionista— operó para salirse con la suya, ensuciar a todo un gremio, hacer dormir en los suelos de los aeropuertos a una muchedumbre y conseguir que todos ellos maldijesen a las madres de quienes se encontraron con una culpa de la que solo doce años después fueron liberados… aunque casi nadie se haya enterado porque, salvo el gran reportaje de Mendizabal, nuestra prensa, nuestros opinadores, nuestro cuarto poder, no ha encontrado sitio para acordarse de cómo se comportaron entonces y han preferido guardar silencio. Normal, dado su unánime colaboracionismo en la minuciosa creación de una mentira (solo recuerdo un artículo de Carlos Salas en La Información preguntándose por qué había actuado así el gobierno y asombrándose de que el representante del sindicato de controladores se enterara por los periodistas de que sus representados habían ido a la «huelga salvaje», lo que naturalmente, era mentira). Ganó la mentira, sí. Por goleada. Ahora la verdad judicial restituye las cosas. El consuelo: hay una página de Wikipedia donde se explica todo. Ya ves.
Ya puestos a hablar de verdades oficiales, hablemos del elefante en la habitación que es el 11-M.
No, no..el verdadero elefante es el protocolo de los sabios de Sión.. O era la mentira de la llegada a la luna? Ya no sé.
El elefante de la habitación siempre ha sido el 23-F. Del 11-M lo único que queda son los cuatro nostálgicos que aún rebuscan entre las cenizas pruebas de la implicación de ETA.
Hay «lunáticos» que piensan que fue ETA y en cierto modo entiendo su lógica aunque no la comparta, dado que la principal beneficiada de los atentados fue ETA. Pero si hubo algo peor es que seguramente no fueron comandos dirigidos por Marruecos, seguramente no fue AlQuaida, seguramente no fueron cuatro moritos esquizofrénicos. Lo más probable es que sea una puñalada de determinados ciudadanos españoles con poder (y con contactos) contra otros ciudadanos españoles con (en teoría) más poder.
Vamos a ser honestos: y que en este país la versión se pone en duda… cuando la dicen los malvados orcos del PP. Y al servicio de desmentir las falsedades de los malvados orcos del PP tenemos periodistas, sindicatos y figuras públicas que no tienen más conocimiento que usted o que yo, pero que les acusan mientras levantan un premio Goya, aunque la situación no tenga nada que ver.
Y ojo, que me parece bien. Al cabo con los gobiernos que tenemos, no queda otra más que dudar de lo que dicen SIEMPRE. Pero Blanco hizo lo que hizo gracias a que todas esas voces, incluyendo el ciudadano de a pie, cuando manda la izquierda… ¡sigue acusando de todos los males del universo a los malvados orcos de la derecha!
Con Rajoy en el poder no habrían faltado periodistas que se hicieran eco de esta sentencia judicial. Pero vamos, seguro.
Claro, si total, el PP solo controla el 90% de los medios.
¿Qué medios controla el PP? ¿Y qué medios controlaba en 2010 en época del gobierno de ZP? ¿Telemadrid? Estoy totalmente de acuerdo. ¿Intereconomía? No recuerdo si ya existía, pero si es así, claro que también. Los medios van a quien les pague, y eso significa quién manda. Totalmente.
¿Y cuál más? ¿TVE, mandando el PSOE? Creo que no. ¿La Sexta? Jaja. ¿El País? Ahora mismo. ¿20 minutos? Me parto la caja.
¿CC.OO. y UGT convocan muchas manifestaciones cuando manda el PSOE? ¿Los eventos culturales televisados suelen convertirse en mítines contra el PSOE?
Si no hay más ciego que quien no quere ver.
Quizá solo sea porque el PSOE ha gobernado más años que el PP, pero la mayoría de las huelgas de CCOO y UGT han sido con gobiernos socialistas. Aznar no tuvo ni una, Rajoy un par. El resto se las han comido los socialistas. Pero claro, no hay más ciego que quien no quiere ver…
Bueno, por frenar un poco y tratar los temas con calma y respeto.
Fuentes: https://es.wikipedia.org/wiki/Huelgas_generales_en_Espa%C3%B1a y https://es.wikipedia.org/wiki/Anexo:Legislaturas_de_Espa%C3%B1a
Empiezo desde Aznar por dos motivos: uno porque antes de eso me pilla chico y no tengo sensaciones, ya que no tengo recuerdos de esa época; y dos, porque tengo entendido – podría no ser cierto – que los últimos años de Felipe fueron para verlos en materia de corrupción.
Bueno, ahí va:
– Aznar se comió dos, en 2002 contra la reforma del subsidio de desempleo, y en 2003 contra la guerra de Irak (mira, en estas participé yo, porque sí, cuando el PP hace algo mal, también protesto).
– Zapatero se comió otras dos, las dos en la segunda legislatura porque la primera era la de la alineación de los astros: 2010 y 2011 contra la reforma de las pensiones.
– Rajoy se comió tres: 29-M-2012 contra la reforma laboral; 14-N-2012 contra las políticas de ajustes; 8-M-2018 contra las desigualdades de género (que es otro tema muy a debatir).
– Pedro comenzó en 2019 y de momento no lleva ni una. Y anda que está yendo bien la legislatura.
Es decir, entre 1996 y 2023 (los últimos 27 años), el PSOE se ha comido dos huelgas generales y el PP 5.
Y de todas maneras yo no hablé de huelgas sino de manifestaciones. Que hubo una época que no se podía salir a la calle en Madrid sin toparse con una. Llevo un tiempo fuera de España y no sé si la cosa habrá cambiado mucho, la verdad. Invito a usted y a otros a que me digan.
Dice usted que el pp es maltratado por los medios de «informacion» de este país?? Y se queda tan tranquilo después de decirlo? Anonadado meando
Pablo, vamos a ser honestos, el PP era cómplice de la trama como el resto de los partidos del parlamento. Hasta que no acabéis con el concepto de izquierda/derecha no alcanzaréis los 5 años de edad mental. No nos cabe un tonto más. Va a ser verdad que no todos deberían votar…
Mire con usted puedo estar de acuerdo. Lo que yo venía a apuntar es que al PP se le critica mucho más que al PSOE, por regla general, y al menos públicamente – que de puertas para adentro tampoco estoy seguro.
Pero de que esta trama, como en tantísimas otras, estarían todos pringados, sí, claro que también lo veo.
Y para cuándo un artículo equivalente a éste, pero sobre el Covid-19? Si en 2010 un gobierno podía desviar la atención y retorcer la verdad, qué no haría en mitad de una pandemia, 10 años después, con estados de alarma ilegales y todos los medios y la TV a sus pies.
A juzgar por los comentarios de este interesante artículo se ve claramente cuál es la otra pata de la silla: la desintegración de la capacidad crítica en la sociedad civil. Todo se ha reducido a tribus partidistas y el conmigo o contra mi. No se piensa de manera independiente. Y en general gracias a eso la gente se traga lo que sea o simplemente mira hacia otro lado con una facilidad pasmosa digna de sociedades con bajos niveles educativos que viven bajo un régimen dictatorial.
Y nos acordamos o no nos queremos acordar del que era entonces presidente del Gobierno… Zapatero seguramente algo tendría que ver en todo esto. Aunque fuera por omisión, también fue cómplice.
Soy controlador jubilado y trabajé 46 años en esa profesión.
Agradezco su estupendo artículo que no dice más que la verdad.
Solo habría un par de matices sobre las horas extras: nos llamaban por tlf para hacer más y cuantas más hiciéramos más premios teníamos. (Me negué un montón de veces porque era un sinvivir a pesar de que las pagaban maravillosamente)
En ese momento yo estaba de profesor en la escuela de control y también hacía horas extras porque no éramos suficientes.
Todo un estado contra 2500 controladores . Desinformación, bulos incoherentes y más tarde amenazas y otras cosas que no debo comentar.
Gracias
La estrategia del cierre del espacio aéreo fué diseñada por la empresa McKinsey por encargo no sé si de Aena ó del Ministerio de Fomento, que para el caso es lo mismo, a fin de presionar para conseguir la firma del convenio colectivo …
jordi menudo mantra te has aprendido y supongo q tiene algo de logica.. pero no tiene nada q ver con lo que aqui ocurrio… espabila y dejate de estereotipos..
Premeditado e impune
Ronald Reagan, ese comunista, los puso de patitas en la calle a todos de un día para otro, nunca ha vuelto haber problema de controladores en USA . En Francia, creo que fue con Sarkozy, sucedió algo parecido con el mismo resultado, se terminaron las huelgas. Contra los pilotos no han actuado los gobiernos, lo ha hecho la competencia. Los taxistas, por ahora y en ciertos lugares, siguen con capacidad de intimidación. No hay peores gremios que aquellos que deciden proteger sus intereses económicos (sueldos estratosféricos, inversiones que quedarían en nada si tuvieran que competir con alguien), poniendo como excusas cosas como el gran estrés (un neurocirujano no tiene gran estrés?), o el servicio público que dan malamente y a rastras. Nunca he entendido como, desde posiciones autodenominadas progresistas, se defienden posturas que solo pretenden perpetuar privilegios.
https://www.kobo.com/es/es/ebook/collision-course-c-1
Lee, anda. Deja de fantasear.
https://www.jornada.com.mx/2011/08/07/opinion/026a1mun
Igual aquí lo entiendes mejor
Los gobiernos mienten y los medios son complices necesarios. Bravo. «¡En este tugurio se juega!»
Cuando vuelvan a leer escalofriantes relatos sobre huelguistas quemando viejecitas, mafias de okupas o grupos de Kale Borroka en protestas vecinales…en Murcia, acuérdense antes de creérselo todo: Los gobiernos mienten y los medios también. Cuando les interesa, claro.
Para mí, la huelga de los controladores fue una crisis creada ex profeso para que rubalcaba se convirtiese en la cabeza visible en los medios, mientras que zp estuvo bastante «ausente». Presionar a los controladores para que al final acabesen declarando una huelga y el gobierno en caída libre se convirtiese en protagonista y salvapatrias. Una maniobra para que rubalcaba quedase como cabeza visible en el psoe, que ya sabía que habría elecciones en 2011, dado que la crisis económica era cada vez más profunda y la situación política para el psoe más complicada. zp sabía que si se volvía a presentar, perdería estrepitosamente, con lo cual esta fue una de los primeros «trabajos de ingenería» para poner la imagen de rubalcaba como líder del partido.