Las guerras púnicas entre Roma y Cartago siguen despertando fascinación entre las legiones de amantes de la Antigüedad clásica, y resulta imposible abordar la segunda de ellas sin hacer especial mención al famoso general Escipión el Africano, protagonista indiscutible del giro acontecido en la contienda en favor de las fuerzas romanas.
No en vano, se puso al frente de las tropas romanas en Hispania con apenas veinticuatro años de edad, con el rango de procónsul, poco después de que en el año 211 antes de nuestra era (a. n. e.), su padre Publio Cornelio Escipión y su tío Cneo Cornelio Escipión, por entonces jefes militares de Roma en la península, falleciesen en el conocido como «desastre de los Escipiones», al fracasar su ofensiva contra los ejércitos cartagineses de Magón Barca y Asdrúbal Gisgo.
Pese a su juventud, por aquel entonces Escipión ya había salvado la vida de su padre con solo diecisiete años de edad en la batalla de Tesino (218 a. n. e.) y había participado en la célebre batalla de Cannas (216 a. n. e.), enfrentamientos ambos saldados con victoria cartaginesa sobre las tropas romanas.
Toda una serie de reveses que el entonces joven Publio Cornelio Escipión logró revertir desde que asumió el mando de las tropas romanas en la Hispania que había visto morir a su padre.
Entre sus notables victorias en la segunda guerra púnica figuran así la toma por sorpresa de Cartago Nova (209 a. n. e.), la batalla de Baecula (208 a. n. e.) en el actual término municipal de Santo Tomé (Jaén), la batalla de Ilipa en el año 206 a. n. e. cerca de Hispalis, poniendo fin a la contienda en Hispania; o la de Zama (202 a. n. e.) en África, con la derrota final del general cartaginés Aníbal Barca.
Fue precisamente su exitosa ofensiva final sobre los dominios de Cartago en África, en la actual Túnez, con el sometimiento de Aníbal, lo que le valió el título de el Africano.
Porque si algo define su trayectoria en el plano militar, es la predilección por la iniciativa propia, como refleja la cita que le atribuyen las fuentes clásicas, según las cuales Escipión enarbolaba la máxima de que «se demuestra más valor al atacar que al repeler los ataques».
Hablamos, en cualquier caso, de uno de los mayores genios militares del mundo antiguo, junto a otras figuras como su adversario Aníbal Barca, Julio César o Alejandro Magno.
La propia Real Academia de la Historia le describe como una figura que «marcó la vida de toda una generación de romanos» y que con el devenir de los tiempos ha adquirido «tintes míticos y legendarios».
En este marco, el trabajo de investigación titulado Datos sobre el más antiguo empleo de artillería romana en Iberia: el asedio a Iliturgi (Mengíbar, Jaén, 206 a. n. e.), ofrece una interesante oportunidad para profundizar en la presencia de Escipión en Hispania.
Este estudio, publicado en 2021 en la revista de Arqueología de la Universidad de Sevilla, aborda una acción bélica no precisamente de gran conocimiento público, pero directamente conectada con la figura de Escipión.
Como explica Juan Pedro Bellón, del Instituto de Arqueología Ibérica de la Universidad de Jaén y uno de los autores de esta investigación, «en los últimos años, los enfoques sobre la conquista romana» de la península ibérica «han experimentado una notable renovación, poniendo el foco en las masacres producidas durante la expansión del Imperio», pues «más allá de la trascendencia de líderes militares como Escipión, las guerras muestran una realidad mucho más compleja, en la que intervienen multitud de factores».
El «interés historiográfico» por Iliturgi
Al respecto, los responsables de este estudio destacan el «interés historiográfico» despertado en torno al oppidum o población fortificada de Iliturgi, en el actual término municipal de Mengíbar, en la provincia de Jaén, dada su posición en el alto valle del Guadalquivir, «un lugar central en la geopolítica del mundo íbero, con una muy destacada presencia púnica», es decir, cartaginesa.
Basándose principalmente en textos de los historiadores romanos Tito Livio y Polibio, estos investigadores detallan que pesan menciones de hasta cuatro «episodios bélicos» relacionados con el oppidum de Iliturgi, prestando especial atención al tercero de ellos, datado en el año 206 a. n. e., después de que Escipión se alzase de nuevo victorioso en la batalla de Ilipa y expulsase de Hispania a las últimas tropas cartaginesas.
Una de las claves de este episodio queda de relieve en un texto de Livio incorporado por los autores a esta investigación, en el que dicho historiador da cuenta de la situación que afrontaban en ese momento las poblaciones íberas de Iliturgi y Castulo.
Y es que, según Livio, estas ciudades habían sido «aliadas (de Roma) cuando las cosas marchaban bien», pero «después del desastre de los Escipiones y sus ejércitos», en alusión a la derrota del padre y el tío de Escipión en el año 211 a. n. e., tales enclaves «se habían pasado a los cartagineses».
«Los Iliturgitanos habían añadido a la defección el delito de entregar o matar a los fugitivos (romanos) de aquel desastre que habían buscado refugio a su lado», prosigue la cita de Livio, reflejando la comprometida posición que afrontaba dicho oppidum íbero después de que todo su territorio quedase bajo el poder de Roma.
El «momento» de la venganza
Es más, el texto de Livio pone de relieve, directamente, que para Escipión, una vez expulsadas de Hispania las tropas cartaginesas, «había llegado el momento de vengar la infame muerte de sus camaradas» en Iliturgi.
Para aplicar su «castigo», en palabras de Livio, los autores de este trabajo de investigación explican que Escipión «planeó de forma minuciosa el asedio a Iliturgi» y lanzó a sus tropas dividiéndolas «en dos cuerpos: uno bajo su mando y el otro bajo mando del legado Lelio, atacando la ciudad en dos puntos a la vez», extremo extraído de las narraciones de Livio.
Todo este marco sirve para encuadrar este estudio multidisciplinar promovido por este equipo de científicos en el cerro de la Muela, en Mengíbar, donde los sondeos arqueológicos acometidos en 2017 arrojaron el descubrimiento de «estructuras de hábitat de época ibérica» y vestigios de «un complejo sistema defensivo» que habría incluido «un bastión», con una secuencia de ocupación que concluye precisamente en los últimos años del siglo III a. n. e.
También fueron halladas monedas hispano-cartaginesas, una «punta de sagittae (o flecha) aún clavada» y «un fragmento de hoja de cuchillo afalcatado», considerando estos investigadores que tales aspectos reflejan que el cerro de la Muela acogió un oppidum de dieciséis hectáreas de extensión y un «potente sistema defensivo», que identifican con la Iliturgi íbera.
Además, los trabajos de microprospección arqueológica realizados en el exterior del perímetro fortificado del cerro se saldaron con la recuperación de «materiales relacionados con un episodio bélico», que aportan «una cronología bastante precisa, convirtiéndose en la evidencia de un hecho histórico puntual y traumático, de apenas horas o días» de duración.
Entre tales materiales figuran «restos de un pilum bien conservado, engarces de coraza, chisqueros o conteras de puñales», así como treinta clavi caligares o clavos vinculados al calzado de los legionarios romanos.
«El avance» hacia las murallas de la ciudadela
Al punto, los autores de este estudio precisan que estos clavos «están presentes en la mayor parte del perímetro exterior de la fortificación», pero fueron detectadas «áreas de mayor concentración» de los mismos, reflejando posiblemente «el avance del ejército hasta la misma base de la muralla» de la ciudadela.
Especialmente, este trabajo destaca el hallazgo de abundantes materiales identificados como proyectiles, como más de veinte «glandes de plomo», puntas de hierro y bronce y, sobre todo, un «conjunto de pila catapultaria».
Este último caso centra la atención de los autores de este trabajo, porque se trata de «cinco puntas de proyectil realizadas en hierro, con cabeza piramidal alargada de sección cuadrada», que habrían sido lanzadas «casi con total seguridad» con una pieza de artillería de torsión «de tipo scorpio».
Esta investigación incide precisamente en que «la primera mención explícita a la fabricación, no captura o empleo, de artillería por el ejército romano» está datada en el año 204 a. n. e., es decir unos dos años después del asedio a Iliturgi.
Al respecto, plantean la idea de que tras la toma de Cartago Nova en el año 209 a. n. e. con la captura de «un gran arsenal» cartaginés, incluyendo piezas de artillería de tipo scorpio, a la hora de asaltar Iliturgi unos tres años después, «los romanos podían haberse familiarizado con estas armas hacía poco capturadas».
Estas cinco puntas de proyectil, así, constituirían «la evidencia arqueológica más antigua, en el territorio peninsular, del empleo de maquinaria de artillería por parte del ejército romano».
Este pormenorizado estudio incluso pone de relieve que las piezas de artillería usadas para lanzar estos proyectiles contra la ciudadela de Iliturgi, dados los lugares de localización de los mismos y el alcance eficaz de los escorpiones, habrían sido situadas «en la contrapendiente, al occidente del collado o en lo alto de la cota actual».
Los investigadores, en cualquier caso, señalan «la concordancia de la secuencia estratigráfica, el sistema defensivo del oppidum, la microtopografía del emplazamiento y los materiales metálicos documentados, con las descripciones en los textos clásicos del asedio a Iliturgi en el año 206 a. n. e. por parte del ejercito romano», identificando así en el cerro de la Muela de Mengíbar «esta acción ofensiva de castigo contra este oppidum, al final de la segunda guerra púnica en Hispania».
Gracias a este proyecto de investigación, según destaca Miguel Ángel Lechuga, del Instituto de Arqueología Ibérica de la Universidad de Jaén y también responsable de este estudio, ha sido posible avanzar en el «análisis arqueológico del impacto de la segunda guerra púnica en las comunidades locales ribereñas del Alto Guadalquivir».
«El lado oscuro de todo imperio, en este caso de Roma, también ha de ser analizado y ponderado para establecer aproximaciones históricas y arqueológicas holísticas, con el fin de superar el conocimiento actual de la guerra en la antigüedad, a la que hasta hace muy poco tiempo solo podíamos aproximarnos a través de textos con narraciones parciales y condicionadas por el relato del vencedor», argumenta este investigador.
La huella de Escipión en Iliturgi
Los resultados de este episodio bélico ensombrecen por cierto la imagen de Escipión, quien tras la conquista de Cartago Nova respetó la vida de sus habitantes y del jefe militar de la plaza, Magón, dando lugar a la mítica «clemencia de Escipión», según las fuentes clásicas.
Muy unido a este gesto es el de la conocida como «continencia de Escipión», según el cual tras la toma de dicha ciudad, el célebre general romano ordenó devolver con los suyos a una joven de «extraordinaria belleza», según Livio, que sus propios soldados le habían entregado como botín.
El mismo historiador Polibio describe a Escipión como un dirigente «magnánimo, amigo de hacer el bien, sagaz y sobrio», si bien como avisaba años atrás el profesor e investigador de la Universidad de Murcia Alejandro Egea, los «autores antiguos han colaborado entre todos para la creación de una dimensión paralela a la del personaje real, paralela a sus hechos comprobados y certeros».
En cualquier caso, esta investigación incluye un fragmento más de Livio, en el que este relata que en el asalto a Iliturgi «nadie pensó en coger prisioneros, nadie pensó en botín a pesar de que todo se ofrecía al saqueo; degollaron indiscriminadamente a los que tenían armas y a los que estaban desarmados, a las mujeres y a los hombres».
«En su airada crueldad llegaron a dar muerte a los niños de corta edad. Después prendieron fuego a las casas y arrasaron lo que no podía ser consumido por las llamas, tales ansias tenían de borrar incluso las huellas de la ciudad y hacer desaparecer el recuerdo del lugar donde residían sus enemigos», narra Livio sobre la «rabia y el odio» que derramaron las tropas romanas en esta ciudadela íbera sobre la que Escipión había planeado su «venganza».
De cualquier modo, todo un episodio bélico en la trayectoria de este héroe de la antigua Roma, que pese a sus indiscutibles victorias militares acabaría retirándose a su villa de Liternum, en la costa de Campania, desencantado de la vida pública y de su propia ciudad tras el asedio político afrontado en los últimos años de su carrera.
‘Escipión enarbolaba la máxima de que «se demuestra más valor al atacar que al repeler los ataques»’. También se producen muchas más bajas en el bando atacante. Guderian o Zhukov, otro par de carniceros, habrían estado de acuerdo con él.
‘Hablamos, en cualquier caso, de uno de los mayores genios militares del mundo antiguo…’
Ni hablar. Decía Woody Allen que la «inteligencia militar» es un contrasentido. Aupar a esta clase de personajes a la categoría de «genio» es blanquear sus mataderos.
Fidias, Praxiteles, Aristóteles o Arquímedes fueron genios. Leonardo, Darwin, Einstein, también. Karl von Linde y Alva Fischer, que inventaron el frigorífico y la lavadora respectivamente, fueron geniales. Mejoraron la vida de millones de personas.
Decían Berlusconi y Trump que Putin es un «genio». Por ese camino Eichmann también lo sería a su manera. Al parecer, también está «en lado bueno de la historia».
Reconozco que toda esa gentuza son personajes cargados de poder y, sin embargo, es claro que la humanidad estaría bastante mejor si ninguno de ellos hubiera nacido.
Si a tu paso sólo dejas cadáveres no eres un genio, sino un carnicero por mucho que haya quien te blanquee mediante la lengua.
Hablar en esos términos es muy idealista, metafísico, sin conexión con la realidad histórica humana. «La humanidad estaría bastante mejor…» La humanidad no estaría donde está (para lo bueno y lo malo) si no hubiera existido el imperio romano o Isabel la Católica o Napoleón o Churchill. Otro tipo de consideraciones es simplemente hablar del olor de las nubes.
También demagógico. Escipión gentuza porque Trump, Berlusconi y Putin… Hombre…
La aniquilación que practicó Escipion Africanus sobre Iliturgi, que borró físicamente del mapa por pura venganza, no debería ser motivo de orgullo.
Somos herederos del pasado, en efecto, pero el relato de ese pasado debe ajustarse a principios y valores morales defendibles. Denunciar lo indefendible es una necesidad ética obligada, por muy herederos que seamos, más que idealismo metafísico o demagogia.
Pienso.
«La humanidad no estaría donde está (para lo bueno y lo malo) si no hubiera existido el imperio romano o Isabel la Católica o Napoleón o Churchill.»
Efectivamente. Y como no sabemos si la humanidad sería mejor o peor, defenderlos o atacarlos es un sinsentido, ya que nunca sabremos qué habría ocurrido sin ellos.
Dicho esto, Churchill fue un hijo de la gran puta con todas sus letras…
Para demagogia la tuya, pues el hegelianismo de derechas que empleas es metafísica: «Si Hitler no hubiera existido otro habría tomado su lugar». Fatalismo en estado puro. ¿También hablando del olor de las nubes?
A mi entender los seres humanos tenemos libertad de decidir. No estamos sujetos a tropismos, ni a taxias. Y no todos los gobernantes son iguales. No es lo mismo Napoleón que Macron, ni éste que Marine Le Pen, Victor Orban o Erdogan. Ya nos contarás que cosas buenas tuvieron de buenas para sus víctimas unos genocidas como Isabel la Católica o Napoleón o Churchill.
No es lo mismo un gobernante que otro. Ni de lejos.