Poco más que su función como lugar de juego imaginaríamos hoy para los casinos, aunque su origen en España tuvo más que ver con la tertulia literaria y política. Un recorrido por la historia y arquitectura de los tres más antiguos del país, Madrid, Castellón, y Murcia, es una lección sobre nuestra forma de ser como nación. Aquella de la que habló Antonio Machado, describiendo al hombre del casino provinciano que bosteza banales insultos al gobierno reaccionario prometiendo la vuelta de los liberales. Esta que explica el catedrático de sociología Luis Enrique Alonso, de forma algo más árida, en La era del consumo, enlazando su pensamiento con el de Zygmunt Bauman. La de que hoy el consumismo ha transformado cualquier idea transformadora en objeto o servicio de compra y venta, anulando su capacidad para crear un cambio social. Así ha ocurrido en los casinos españoles, recintos donde la burguesía de una ciudad se encontraba para establecer relaciones de élite, pero también puntos de reunión donde se fraguaron cambios de calado en el gobierno y la administración del país. La arquitectura y masificación a principios del siglo XX los consolidó como meros lugares de ocio, y así resurgieron tras su largo período de ilegalización, desde la dictadura de Primo de Rivera hasta la llegada de la democracia. Hoy son edificios históricos y clubes sociales, lo más cerca que se ha estado de erigir un casino moderno en España fue aquella iniciativa que Sheldon Adelson fomentó entre 2011 y 2013. Cuando quiso construir el Eurovegas, Las Vegas de Europa, en Alcorcón, Madrid. Hubiera sido lo más similar a un resort de juego como los que se hacen en los destinos turísticos de Asia. Aquello no fraguó, por muchas razones, entre ellas que los casinos online nuevos han tomado el relevo de los físicos, trasladando el juego a internet. No por casualidad, el mismo sitio al que hemos llevado la conversación social, despojándola de cualquier diálogo para convertirla en mera discusión. La lección histórica de los casinos y la sociedad en que hoy vivimos parece guardar cierto paralelismo con todo esto.
Casino de Madrid, de revolucionario y democrático a restaurador del viejo régimen
Uno podría dudar que en un edificio tan elegante como el Casino de Madrid comenzara algo tan trascendental como el primer intento de establecer un régimen democrático en España. Pero es que esta arquitectura es solo la heredera, erigida en el XIX, del café del Buen Suceso. Renombrado por su clientela como café de Sólito, por su dueño Antonio Sólito, que había cobrado fama vendiendo quesitos helados, sorbetes, y agraz frío. O sea, mosto agrio. Un café bien conocido en la historia literaria por ser el lugar de reunión de José Zorrilla, Mariano José de Larra, y los dramaturgos Antonio Gil Zárate y Antonio García Gutiérrez. Pero la suya no fue la única tertulia allí, ni la más importante. Lejos de eso, el café se hizo famoso tanto para los oficiales militares como para los aristócratas y élite financiera de la ciudad. En realidad el único nexo de unión entre todos ellos era ser el lugar de moda, donde convenía que te vieran para darte importancia. Como Instagram pero en físico.
En el café de Sólito el grupo de miembros y simpatizantes del Partido Progresista liderado por el general Juan Prim, y los militares, se reunieron y evolucionaron ideológicamente. Una buena muestra de la tensión que fueron acumulando la evidencia el propio Prim, cuando se levanta para arrear un bastonazo al periodista Modesto Lafuente, por haberse burlado de él en una columna de la revista satírica Fray Gerundio. El país estaba cayendo en una crisis política y económica cada vez más profunda, y aquella tertulia de militares, que habían empezado pidiendo reformas entre cafés, agraces y sorbetes, acabó exigiendo el derrocamiento de los Borbones. Su reclamación la hicieron efectiva por la fuerza en la sublevación del cuartel de artillería de San Gil. Liderada por sargentos contra oficiales de jerarquía superior, acabó en una batalla campal por las calles de la capital, entre barricadas. Fracasaron en su intento y los cabecillas fueron fusilados, aunque eso no frenó la revolución de 1868, La Gloriosa, que concretaría sus ambiciones en el Sexenio Democrático. Exilando a la reina Isabel II e intentando establecer en el trono a Amadeo de Saboya, primero, y más tarde creando la I República Española.
La élite aristocrática y financiera estaba reunida también en el mismo café de Sólito, en el piso superior, pero para cuando se produjo la revolución de San Gil, ya habían comprendido que necesitaban un local propio, lejos de los líos liberales y de los artistas bohemios. Sería la única forma de mantenerse unidos, en contacto y hablar libremente de sus intereses. Entre los trece miembros de esta tertulia se encontraban dos marqueses, el de Pontejos y del Cerralbo, un banquero, y dos duques, el de Rivas y el de Osuna. Lo más interesante no es que se convirtieran en los fundadores del casino que conocemos hoy, sino que desde su sede lideraron el movimiento ideológico, político e intelectual que traería de vuelta la restauración de los Borbones tras la I República. No hubiera sido posible sin el punto de encuentro y organización que les facilitó el casino. El verso de Machado citado al principio recoge esa nostalgia del viejo liberal frustrado, «y augura que vendrán los liberales, cual torna la cigüeña al campanario».
No es casual que fuera durante la Restauración cuando el Casino de Madrid tomara su nombre, aunque su ubicación cambió varias veces. Tampoco lo es que el edificio que vemos hoy en la calle Alcalá se erigiera en 1902, cuando ya era una organización masiva con más de mil socios. Donde era menos importante la tertulia política o el compartir ideas que dejarse ver en el lugar que reunía a la élite social madrileña. Así lo evidencia también su estilo exterior, influenciado por aquella arquitectura historicista y por los gustos asentados en la Exposición Universal de París de 1900. Se recuperaba el gótico, el mudéjar y el plateresco. En este caso creando algo ecléctico pero sobre todo lujoso, como evidencia todavía su interior, donde se albergan óleos de Julio Romero de Torres, Cecilio Plá y Emilio Sala, esculturas de Mateo Inurria o vidrieras de la casa Maumejean. Contenido y continente propios de una institución creada para una élite. Y para su juego, que como ha quedado demostrado, no se limitaba a las mesas.
El casino de Castellón, expresión de libertades y derechos y baluarte contra el carlismo
No podemos negar que en general los casinos los creó la élite social y económica del país, pero ello no quiere decir que en origen fueran entidades conservadoras. De hecho el primero de los españoles, el de Castellón, nace de una rápida respuesta a dos reformas modernizadoras impulsadas por la Constitución de 1812, La Pepa. La primera es la creación de las diputaciones provinciales, ideadas para que los ayuntamientos tuvieran voz frente al centralismo del estado. La segunda, el reconocimiento de la libertad de asociación, una libertad fundamental que sería retirada y vuelta a conceder durante los siglos XIX y XX, hasta que en 1978 quedó finalmente garantizada. El casino de Castellón nace de la forma de interpretar estas dos reformas por nuestra sociedad. Pero también del impulso local por mejorar una región provincial, facilitando la creación de infraestructuras estatales, dinamizando la economía y creando servicios públicos.
La fecha de creación de este casino es singular, porque coincide con la derogación de La Pepa, 1814, y por tanto con el fin de la libertad de asociación y el regreso del absolutismo. Cabe pensar que hubo una interrupción en sus actividades o que funcionó de manera secreta. La historia de la región demuestra que los cambios políticos no frenaron la dinamización emprendida desde allí. Una de las primeras medidas fue crear una milicia para defender su territorio provincial, y este tipo de iniciativas solo cabe entenderlas si los dirigentes provinciales, líderes económicos y grupos de influencia estuvieron en contacto para empujar la política en una misma dirección.
La milicia iba a tener mucha importancia cuando a la muerte de Fernando VII Castellón tomó partido por la regencia de María Cristina y resistió los ataques a la ciudad durante las guerras carlistas. La reina les otorgaría como premio el título de ciudad, en 1843, fecha a partir de la cual el casino se hace más y más visible, con mayor número de socios y más reformas en el edificio original. Como en el caso de Madrid, pierde su capacidad transformadora, que se consolida definitivamente en el proyecto de reforma que da lugar al edificio actual, también a principios del siglo XX. Su arquitectura es ecléctica, con mucha influencia historicista y el estilo neoplateresco muy presente.
El congresillo de Murcia
El casino murciano es el tercero más antiguo del país, y el más singular arquitectónicamente hablando. Comenzado a construir en 1853, ha ido recibiendo reformas y añadidos que han acabado por dar lugar a una de las mejores muestras de la arquitectura historicista. Su patio árabe imita los palacios nazaríes de la Alhambra, y la galería superior de su biblioteca recuerda, por el trabajo de su madera, a los claustros de las catedrales, aunque esté construida a imitación de las bibliotecas inglesas. Aunque lo más singular por la función que desempeñó es el llamado congresillo, una sala cercana a la biblioteca.
Pequeño Congreso de los Diputados, y función principal del casino, no fue desde luego una asamblea popular representativa, pero sí lo que hoy llamaríamos un lobby. Aquellos que podían influir desde Murcia en la política nacional lo hacían desde esta sala. Un buen ejemplo fue Mariano Aguado y Florez, hijo del Conde de Campo Hermoso, reconocido de manera informal en la prensa local como «presidente del congresillo». Aludiendo a la capacidad que junto a su grupo ejercía para decidir quién ejercía un cargo político, o a quién se apartaba del mismo. Y también resaltando las iniciativas que impulsaba desde aquí en forma de colectas de ayuda a necesitados por sequías, inundaciones u otras desgracias. En un momento en que la asistencia social se entendía como caridad y no como un derecho, asentaba la idea de mantener esta asistencia en el tiempo, abriendo el camino a que formara parte permanentemente del estado y las regiones. Dicho sea con muchas comillas. En suma, el congresillo fue un foro político transformador, y ejemplifica, junto a los otros dos de Castellón y Madrid, la función original y perdida de los casinos españoles.