Arte

Lagunillas, el arte en la calle

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El rápido dinamismo que ha alcanzado Málaga en los últimos años se puede apreciar en muchos ámbitos, pero ninguno como el arte callejero. No hay ningún fenómeno artístico que pueda compararse a las manifestaciones espontáneas que salen del pueblo, como no hay museo que se pueda igualar a las expresiones que quedan plasmadas en el espacio público.

En el centro de Málaga, la visita obligada es la casa en la que nació Picasso. Está en todas las guías. Lo que ya nadie se espera tanto es la experiencia que viven muchos turistas y visitantes de la ciudad, cuando, al pasear por los alrededores, se van encontrando murales en las paredes de la calle y, guiados por la curiosidad, acaban siguiendo un itinerario que es toda una galería de arte al aire libre.

Ese sitio es el barrio de Lagunillas o Cruz Verde. Un lugar que se encontraba en declive y ha sido restaurado con un elemento tan sencillo como es el color. En todas las paredes de todas las ciudades del mundo hay grafitis, pero lo que ya no es tan fácil de encontrar es que esas pintadas recojan la cultura y el acervo popular más tradicional y lo logren expresar a través de la vanguardia del street art.

La bienvenida a esta muestra la da un mural sobre José Lavat Campos, también conocido como Pepito Vargas. Un ejemplo paradigmático de la riqueza del mestizaje. Su madre era una cantaora malagueña y su padre, inglés. Vargas fue un gitano de ojos claros que recorrió el mundo con su arte, fue amigo personal de Camarón y conoció a Pablo Picasso. Falleció en 2015, justo después de celebrar una fiesta, se fue como había vivido, y ahora un mural recuerda su presencia inmortal a quienes se acercan al barrio desde la Plaza de la Merced.

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Reportaje fotográfico: Ángel L. Fernández

En la imagen, el bailaor da palmas. Justo enfrente de él, en la fachada de una vivienda, se produce un diálogo inédito, ya que Vargas tiene delante otro mural que representa el cuadro La joie de vivre (la alegría de vivir) de Picasso, un cuadro pintado en 1945 que mostraba el ánimo del artista tras el final de la II Guerra Mundial. A su lado, está la famosa Mujer con una flor, pintada en 1932 por el genio malagueño, obra totalmente cubista que destacaba por cómo se confundían la flor y el rostro de la mujer, de manera que el pintor empleaba una para describir a la otra y viceversa. Todo esto en menos de tres metros y no hemos hecho más que poner un pie en el barrio.

Muchos de los artistas que empezaron pintando en Lagunillas ahora son figuras consagradas. Uno de los casos más celebrados es el de Jonathan Morillas, que firma sus obras como Doger. Su trabajo destaca por su versatilidad. Puedes encontrarte con un grafiti de varios metros en el que una mujer con armadura contempla las galaxias en un contexto retrofuturista, una obra que no desentonaría en el género de ciencia ficción de los años 70 y 80, o con un retrato de Jesús, El Cautivo, que hizo en el Barrio de la Trinidad. Aunque el visitante no pase por las calles de Lagunillas, es imposible que si visita Málaga no se encuentre con algún mural de Doger.

Con un estilo fácilmente reconocible está Aintzane Cruceta. Su expresión está centrada en el cuerpo femenino y la mujer, con una fuerte influencia de la mitología. Son escenas de fantasía que logran evocar otros mundos en calles muy estrechas. Su imaginación es como un soplo de aire fresco. Ocurre lo mismo con los pájaros de Elalfil, una propuesta inesperada. El artista partió de la idea de dibujar unas aves en una rama y, a partir de ahí, se dedicó a improvisar todo lo demás. Ahora el conjunto es casi un símbolo. Incluso, mientras los hacía, antes de acabarlo, los vecinos ya mostraron entusiasmo por una pintada tan curiosa.

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Ganador del la Liga Nacional de Grafitis en 2001, Lalone (Eduardo Luque) destaca por su estilo hiperrealista, sin duda el formato más impactante cuando se trata de murales callejeros. En Lagunillas hay una buena muestra de su obra y, en ocasiones, el artista también le ha declarado su amor al barrio con palabras, como en una ocasión en la que lo describió así en el Diario Sur: «es muy auténtico, underground, como hecho a pellizcos. La gente es muy particular. Cuando alguien me pregunta por un sitio para visitar, le recomiendo el barrio, se respira un aire especial y tengo la sensación de estar en alguna zona de Berlín o así, ¿sabes? El típico sitio al que tendrías que ir sí o sí si estuvieras de viaje».

El mural suyo que más llama la atención en toda la zona es sin duda el homenaje a Pablo Ráez, un atleta marbellí que murió en 2017 con 20 años víctima de una leucemia. Su caso conmocionó a la sociedad andaluza. Un año antes, el deportista hizo una campaña en redes sociales para buscar donantes y logró que las donaciones de médula se cuadruplicaran en Andalucía. En lo alto de un edificio, ahora se le puede ver para siempre haciendo su gesto característico, sacando músculo, la mueca que hacía para repetir su lema «siempre fuerte». El mural tiene catorce metros y, como explicó Lalone, le retrató sin los rasgos de la enfermedad «para que la gente lo recuerde a él y su espíritu de superación».

También está presente en varias esquinas Chiquito de la Calzada, malagueño de pro que siempre dio la cara por su ciudad. En la misma calle Lagunillas aparece en una tapia retratado en blanco y negro soltando por la boca un largo «Comooooor». Doger también tiene uno, esta vez una adaptación de la caricatura que realizó del dibujante Joan Vizcarra en los años 90 para la revista El Jueves. Aunque si hay una expresión kitsch en estas calles, es el rostro del Mocito feliz. Un hombre que ha dedicado su vida a aparecer detrás de todas las unidades móviles de directos de los programas del corazón. Un icono que hubiese obsesionado a Andy Warhol. Pruebe a explicarle quién es a un extranjero. Primero tendrán que sentarse en una terraza a tomar algo, porque habrá que ir con calma.

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Como conexión internacional, sin duda la más curiosa es la de El Cantinero, Eduardo Chamorro. En Lagunillas tiene un mural realizado por uno de los artistas más prolíficos de estas calles, José Luis BorgArt. Después de una visita a Málaga, otro grafitero, el barcelonés Aryz, tomó la idea y realizó uno mucho más grande en todo un edificio de cuatro plantas en Kiev. Un singular hermanamiento entre las dos ciudades, situadas en los extremos de Europa, pero unidas por la voluntad de sus habitantes, como ha quedado patente en el desgraciado conflicto actual.

Toda la efervescencia artística de Lagunilla no ha sido teledirigida. No procede de la obra social de la banca ni de ningún proyecto político. Empezó como iniciativa de unos vecinos decididos a revitalizar su barrio. Abrieron talleres y escuelas de arte y ofrecieron sus calles como lienzo. El desarrollo de los artistas que hicieron aquí sus primeros bocetos, así como su reconocimiento en todo el mundo -es fácil encontrar reseñas y referencias al barrio en webs internacionales- han demostrado que los proyectos más especiales y duraderos solo necesitan un ingrediente: voluntad.

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  1. Pingback: Murales que hablan: cómo el Arte Urbano está transformando las ciudades en las que vivimos - Jot Down Cultural Magazine

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