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Porque está escrita, la hija de la espuma existe

la hija de la espuma
Foto: Getty.

Este artículo está disponible en la revista Jot Down Places.

«¿Málaga existe? / Fuera de España, y un poquito fuera del mundo, tal vez», escribió el autor madrileño José Bergamín en unos versos de 1926 dedicados a la tierra sobre la que forjó, en buena parte, su voz literaria. El apego le venía como hijo del catedrático y político rondeño Francisco Bergamín, que había nacido en una familia de pastores y agricultores, que llegaría a ser ministro de Alfonso XIII y al que Ortega y Gasset consideró «infinitamente inteligente e infinitamente temible». Aquel poema en prosa de su vástago, titulado «Hija de la espuma», se publicó en el primer número de la legendaria revista Litoral —aún hoy superviviente y reciente Premio Nacional de Fomento de la Lectura—, con la que el escritor de la generación del 27 mantendría un vínculo especial hasta su muerte. El estreno de la publicación, que surgió para rendir culto exclusivo al mar malacitano, incluía una significativa nómina de colaboradores adscritos a la vanguardia literaria de la época.

Hoy día, es Málaga la que aglutina y proyecta algunas de las firmas más reconocidas del panorama nacional. Dentro de España, por tanto, pero también «un poquito fuera del mundo», se halla un grupo de escritores y escritoras nacidos o radicados en este punto tan meridional, que, si bien no pertenecen a una misma generación, sí han coincidido en el tiempo y en el particular Zeitgeist cultural que parece haberse generado. Será más bien fruto de la casualidad, pero en la obra de estos autores puede descubrirse, de una u otra forma, cierta idiosincrasia común y un espíritu creativo-crítico que se retroalimenta, pues unos y otros se buscan, se mencionan y se leen. Aunque sería exagerado hablar de un movimiento, sin duda, en esta área geográfica, algo se está moviendo y plasmando en algunas de las más inspiradas páginas de nuestras letras actuales, como demuestra la cosecha editorial de 2022. 

Prácticamente no hay lista o resumen de lo mejor del pasado año que no incluyera una alusión a Miguel Ángel Oeste. Relato sobre el maltrato paterno sufrido por su autor, Vengo de ese miedo ha concitado el aplauso y el agradecimiento unánimes, y es uno de esos libros que despiertan la admiración de otros —grandes— escritores. La novela tiene como escenario el desarrollismo y las primeras pisadas del turismo internacional en la Málaga de los setenta, un costado casi inédito de aquella era: «Con frecuencia se ha dado un retrato algo naíf de esos años, pero he hablado con muchas personas que los vivieron en primera persona, y están repletos de sombras —explica Oeste—. Además, me interesaba enfrentar una Málaga más de barrio con la apertura que supusieron Torremolinos y Marbella. Por un lado, es una manera de recuperar la memoria menos rescatada de los lugares, y también ver para escribir es ver de otra forma».

Ese retrato resulta esencial en su obra, aunque reconoce que la mayoría de comentarios se quedan en el tema del maltrato: «La literatura representa un espacio donde se materializan todos los miedos y violencias latentes en la vida de cualquiera, y esos miedos y violencias no pueden separarse del lugar». El escritor, que en su anterior novela, Arena, retrataba la Málaga de 1992 (como han hecho Miqui Otero y Juan Manuel Gil con Barcelona y Almería, respectivamente) contrastando modernidad y miseria, es consciente de que esa de la que habla en sus libros «no es la ciudad en que se ha convertido», más parecida a otras capitales por su urgencia de crecimiento. «Hay que admitir que se ha vendido muy bien», comenta, pero al mismo tiempo considera «indiscutible que en el terreno cultural se ha ganado un espacio importante» con eventos como el Festival de Málaga —en el que forma parte del Comité de Dirección y Programación— o espacios como La Térmica y la Fundación Rafael Pérez Estrada, cuya oferta de actividades la sitúan en primera línea. «Ahora bien, debería fijarse en modelos donde de verdad la cultura es seña, porque es patrimonio, riqueza, el paraíso que ya escribió Aleixandre». Otro poema dedicado a Málaga.

Acentos narrativos

Oeste estima esencial «que todo resulte físico, sensorial y verosímil», por eso suele ambientar sus novelas en una zona concreta, Pedregalejo, antiguo barrio pesquero, hoy poblado de turistas de espeto y playa. La escritora Esther García Llovet, que en Spanish Beauty ha compuesto una oda bizarra al turismo masivo, dice sentirse «muy, muy guiri» cuando visita la urbe malagueña; aunque le pasa incluso en Madrid, su ciudad adoptiva. Por los recuerdos de infancia que conserva, esta outsider literaria se considera extranjera más en lo temporal que en lo geográfico, «como si más que venir de otro país viniera de otra época, de una ciudad entonces más amable y más desordenada». Lo que sí conoce bien y sigue frecuentando ella, que tanto hace disfrutar al lector retorciendo postales, es la Costa del Sol, que como escenario novelístico le parece «más apetecible que un polo de gazpacho; de hecho, casi todas las descripciones playeras o de guiris cocidos al sol que hago vienen de mis recuerdos de Fuengirola, donde hasta el 81 íbamos todos los veranos». 

Una zona que ya definió hace años como «nuestro pequeño Bangkok», y de la que evoca, con la mirada marciana que es marca de la casa, «esa sensación de extrañeza y a la vez familiaridad que tenía con los suecos que allí vivían, y con los holandeses avanzando en fila por el paseo marítimo en sus sillas de ruedas, y con los ingleses de las librerías de segunda mano y con los alemanes de las charcuterías caras». La autora de la recién iniciada Trilogía de los países del Este no descarta ambientar una de sus historias en Torremolinos o en la marina de Benalmádena, «que es un locurón». A buen seguro sería capaz de captar en sus diálogos el habla local: «Mi madre, con noventa y siete años y más de cincuenta en Madrid, tiene acento malagueño, así que me suena lo más natural del mundo; es muy suave a la escucha, un acento sonriente». De ella se elogia a menudo su buen oído de escritora: «Los españoles, por lo general, hablamos mucho y luego no decimos nada. Los que hablamos menos, como es mi caso, además lo hacemos mal. De hecho, yo escribo por eso, porque no sé hablar».

Habrá quien piense que quienes no viven en la capital del país, como en el caso de García Llovet, se sentirán en la periferia literaria. No lo percibe así Laura Carneros, cuyo debut despertó un enorme interés en todo el ámbito nacional. Proletaria consentida, penúltima obra auspiciada por Jonás Trueba como editor invitado de Caballo de Troya, es una punzante Bildungsroman de autoficción que su artífice define con sorna como «un ensayo homeopático» en el que vuelca sus frustraciones sociales y personales. Algunas de sus localizaciones, como la calle Carretería, el cine Albéniz o el Museo de la Aduana, formaron parte de un paseo literario por Málaga que Carneros lideró hace poco en una actividad con la que trataba de «presentar las librerías de la ciudad desde un punto de vista novedoso y destacar su labor». Teniendo en cuenta la limitación de tiempo (y, por tanto, de espacios abarcables), se visitaron Rayuela, Áncora, Luces y Proteo, felizmente reabierta tras el infausto incendio de 2021 y de la que se pudieron conocer detalles de sus orígenes. Quedaron fuera otras como Mapas y Compañía, Suburbia o Proquo, recuerda la autora, pero a cambio visitaron el mural en homenaje a los fundadores de Litoral, Manuel Altolaguirre y Emilio Prados, ubicado en el mismo espacio que hoy día acoge la antigua imprenta Sur, hogar de la citada revista. 

Es este un lugar importante para Carneros, quien, periodista además de escritora, sigue con atención lo que brota de otras plumas malacitanas. Recuerda haber descubierto a Nick Drake cuando hace años asistió a la presentación de Far Leys, de Miguel Ángel Oeste, de cuyo reciente éxito aprecia sobre todo lo metaliterario: «Me parece muy interesante que su protagonista use en principio la escritura como herramienta para indagar en su pasado y, a medida que avanza la historia, sea la escritura el objetivo último». Carneros, que comenzó escribiendo poemas en su adolescencia, también admira la obra de rapsodas como Virginia Aguilar, José Luis González Vera, Mar López Algaba, Chantal Maillard o Aurora Luque, a quien tuvo como profesora de Griego en bachillerato («se me daba fatal y sospecho que me aprobaba por pena»). Dado su estreno como novelista, no es raro que una de sus últimas lecturas favoritas haya sido Diario del asco, de Isabel Bono, cuya publicación coincidió con el inicio de la pandemia; recuerda que el título le llamó la atención porque «al igual que mucha gente, me sentía asqueada». Ya entonces intuyó que le podría servir de inspiración, y de hecho podrían trazarse conexiones con Proletaria consentida: «Son muy lúcidas las reflexiones que plasma a raíz de una serie de situaciones cotidianas, y pese a tratar temas áridos, hay un sarcasmo sutil que aliviana la tragedia».

Dos de los personajes —secundarios— de Diario del asco han sido recuperados por Isabel Bono en Los secundarios, de 2022, con la que consolida una joven trayectoria como novelista que arrancó en 2017, haciéndose con el prestigioso Premio Café Gijón. Si hablamos de su propia ciudad, ¿qué sitios diría que le inspiran a la hora de atacar el folio en blanco? «Todos, desde la terraza de mi casa (la luz de Málaga sobre las baldosas) hasta las conversaciones que oigo por la calle. Mis lugares favoritos son el circular y el tren de cercanías. Normalmente la gente no tiene problema en contar su vida. Antes me ponía los auriculares para que se sintieran todavía más libres a la hora de hablar. El cable iba directamente al bolsillo», recuerda. También forma parte de aquel paisaje el ambiente literario, al que se siente muy unida: «Málaga no es muy grande, así que nos conocemos todas, todos y hasta todes».

Todos mis amigos son poetas

Desde que, en 1987, sus poemas aparecieron por primera vez en la recopilación «La joven poesía malagueña» del suplemento Sur Cultural, Bono ha ido tejiendo su «cofradía, más por afinidad personal que estética». Menciona a Andrés Gómez Miranda e Isabel Pérez Montalbán entre sus más allegados, y reivindica la obra con escasa repercusión exterior de Juan Manuel Villalba, Antonio Muñoz Quintana y Francisco Cumpián, que «ahora vive en una casa azul de Chauen». Este último fundó junto con María Eloy-García el Festival Internacional de Poesía de Málaga Irreconciliables en 2012, que coordinaron en su primer lustro junto con los citados Pérez Montalbán y Villalba. El testigo lo tomaron luego Violeta Niebla y Ángelo Néstore, representantes de la joven poesía malagueña del presente: «Creo que el momento actual es muy bueno —opina Bono—. Hay muchísima gente joven escribiendo de maravilla, con una libertad absoluta, sin miedo. Creo que mi generación guardaba más la ropa. Esta se echa a nadar con los ojos vendados». Y una última confesión que nos habla de su vocación primera: «La verdad es que, quitando a los cuatro amigos que conservo de la infancia, todos mis amigos son poetas».

El Premio Nacional de Poesía 2022 concedido a Aurora Luque por su obra Un número finito de veranos es una de las muestras más visibles de la buena salud de este género en suelo boquerón. «Todos los días hablo con el mar desde mi casa», asegura esta almeriense que durante treinta y cuatro años ha desarrollado su carrera como escritora, traductora y docente en Málaga, por lo que siempre se la ha tenido por autóctona. Dice que su impresión sobre el lugar ya se filtró en el libro Carpe noctem (1992), y aún hoy se sigue filtrando en lo que escribe: «Málaga es una hermosa ciudad recostada en una bahía del Mediterráneo con una luz espléndida y una vegetación fragante todo el año —limoneros, palmeras, buganvillas—. Su condición portuaria la ha hecho acogedora, tolerante y vivaz. La vida cultural es muy animada». No obstante, frente a esta visión edénica advierte del «altísimo riesgo de convertirse en una ciudad anodina, sacrificada brutalmente al Dios del Turismo y del Santo Cemento por las Cofradías de la Sagrada Inversión».

Siempre crítica e implicada en la difusión del mundo clásico y la literatura de mujeres, Luque ha contribuido a la reedición de escritoras malagueñas silenciadas —más que olvidadas, dice— y que a su juicio merecen formar parte del canon, como la dramaturga ilustrada María Rosa de Gálvez (1768-1806), que «escribió audaces dramas políticos con inolvidables personajes femeninos», o la periodista y primera mujer embajadora de España Isabel Oyarzábal (1878-1974), «autora de unas memorias tan comprometidas y apasionantes como desconocidas». De sus contemporáneos dice leer con interés a Laura Carneros, Miguel Ángel Oeste y Antonio Soler, y considera que las novelas de estos últimos «son parte ya de la épica urbana de Málaga y retrato de su sociedad en cierto modo inestable». En el ámbito poético menciona a sus «clásicos vivos», como María Victoria Atencia, Francisco Ruiz Noguera o José Infante, y también se siente inspirada por las «voces nómadas» de Chantal Maillard y Ángelo Néstore: «Que sean de origen belga e italiano, respectivamente, y que los tengamos como malagueños indudables nos dice mucho de cómo es la ciudad», concluye esta otra migrante integradísima.

Luque prologó el primer libro publicado, a principios de 2020, por la editorial Letraversal, fundada y dirigida por Ángelo Néstore. «Tengo la sensación de estar escribiendo un libro con libros ajenos. Siempre he creído que construir un catálogo editorial es algo político, por eso hacemos una apuesta poética transversal, con una atención especial a voces queer y a la traducción de lenguas minoritarias», explica Néstore sobre esta iniciativa con la que ha lanzado una veintena de títulos y para la que tuvo como referente a otra editorial independiente malagueña, Amor de Madre, que también defiende la literatura en los márgenes. De hecho, lo que más valora de esta ciudad es «su fuerte desarrollo cultural en las periferias: las luces de Navidad y los cruceros han empujado el tejido artístico local hacia fuera y desde el borde se construye, silencioso, un interesantísimo entramado underground del cual bebo y soy parte». 

Un entramado al que contribuye codirigiendo el ya citado festival Irreconciliables, que va camino de su duodécima edición y surgió impulsado por una generación de poetas malagueños que reclamaban para este arte un espacio «libre de camarillas y amiguismos», y más allá de las etiquetas. En su etapa al frente del evento, junto con Violeta Niebla, han querido redefinir la noción de poesía «abriendo su potencialidad hacia la hibridez con otras disciplinas». Néstore, que en 2022 se hizo con otro importante galardón nacional, el V Premio Espasa de Poesía, por su poemario Deseo de ser árbol (con los anteriores había ganado el Hiperión y el Emilio Prados), se autodefine como artista no binaria y se ha interesado en los últimos tiempos por los territorios fronterizos entre disciplinas como la música, la performance o las artes escénicas. No en vano, también se ha dedicado a la dramaturgia y a la actuación, dotes que ha mostrado en su reciente experimento creativo «Poeta Cíborg Pecador».

Transgresión y patrimonio escénico

También en ese terreno escénico transgresor, aunque tal vez desde un enfoque más punk, se ubica la pieza Mujer en cinta de correr sobre fondo negro, con la que su autora, la actriz y performer malagueña Alessandra García, obtuvo en 2022 el Premio Max a mejor espectáculo revelación y El Ojo Crítico de Teatro. Descrita por su creadora como «una merdellona contemporánea diciendo verdades como camperos especiales», producida por ella misma y Violeta Niebla a través del colectivo Dos Bengalas, y publicada en forma de libro por la editorial Cántico —lo que da cuenta de su potencia literaria—, la obra es un homenaje al barrio de su infancia, así que García parece la indicada para retratarnos la verdadera Málaga: «Para mí, no hay duda de que la identidad de la ciudad son sus veintiséis grados casi constantes, este clima nos coloca en un estado de guasa permanente». Ahora también va a contribuir a moldear esa identidad como directora de la primera edición del Festival de Escena Viva Autóctonxs en el Teatro del Soho de Antonio Banderas: «Sentimos que él ha cumplido un sueño, y nosotros, otro. Estar en el teatro privado más importante de Andalucía mostrando nuestra forma de crear es un avance muy poderoso». 

Esta experiencia, que esperaba desde hace mucho, no le será del todo nueva, ya que lleva siete temporadas al frente de la programación del Contenedor Cultural de la Universidad de Málaga: «No me cansaré nunca de apostar por el talento local. Es tan complicado ser artista… en el sentido más digno de la palabra: que te paguen bien, te coloquen en el lugar que te corresponde, que tu propia ciudad te ayude a proyectarte fuera». Con más de quinientas propuestas estrenadas, este proyecto da cabida a autores emergentes y alternativos al circuito escénico tradicional, una senda que conoce bien la joven creadora, habituada a diseñar piezas escénicas para espacios expositivos como el Museo del Patrimonio Municipal (MUPAM), el Museo Ruso o el Centro de Arte Contemporáneo (CAC). Aunque sabe que le queda mucho por aprender como gestora cultural, cree fundamental «que los espacios se pongan en comunión con los artistas y que esta común unión entre ambos genere y haga crecer cosas. A mí me flipa el museo como un lugar que ocupar y amasar, para contar tu identidad a través de las obras de otros artistas». 

Un interés similar por abrir artística y políticamente ciertas plazas culturales puede observarse en la trayectoria de la bailarina contemporánea, coreógrafa y directora escénica Luz Arcas, una de las figuras de la danza española más importantes de su generación. Desde que fundó su compañía La Phármaco en el año 2009, ha representado piezas en sitios como el Centro Pompidou, el Museo Thyssen Málaga o el Picasso, e incluso en lugares tan especiales como los dólmenes de Antequera, donde puso en escena su espectáculo Toná: «La potencia del lugar, con el cementerio de fondo, fue muy emocionante —recuerda—. Me interesa mucho lo que los espacios no convencionales le hacen al cuerpo: cómo transforman las obras construidas y cómo inspiran al cuerpo cuando la propuesta consiste en crear para un determinado contexto». 

Un libro publicado por la editorial Continta Me Tienes y con prólogo de la dramaturga Lucía Carballal, bajo el título Pensé que bailar me salvaría, reúne una selección de los potentes textos de sus obras (en algunas ha colaborado su pareja, el poeta Abraham Gragera), así como sus diarios de creación, que ofrecen claves para descifrar su singular poética: «Escribo mucho, desde niña, sobre lo que me pasa y sobre mis procesos creativos». La etapa que recoge esta publicación, los seis últimos años, coincide con una honda crisis artística: «Todo lo que había hecho dejaba de tener sentido para mí, como si perteneciera a una etapa de aprendizaje más que a una búsqueda artística real. Sentí que tenía que empezar a crear de verdad, a romperlo todo, y para ello tenía que empezar por romperme a mí misma». Afincada en Madrid hasta hace poco, recientemente ha vuelto a Málaga, en parte porque lo que ahora baila tiene un pie en su lugar de origen. Tanto Mariana como la citada Toná evocan elementos del patrimonio local como los verdiales o la Virgen del Carmen: «Me queda mucho por redescubrir, por desenterrar, de mi propia memoria. Siempre me he sentido una especie de cabo suelto dentro de la escena contemporánea, sin muchos referentes estéticos, y ahora veo que es por eso, porque estaban aquí, cerca de mi casa».

Desde lejos o de muy cerca, todos estos autores y autoras, junto con otros muchos que están por descubrir, arraigan su obra a esta tierra hija de la espuma. A estas alturas, pocos deberían dudar ya de que literariamente Málaga existe y, atendiendo al nivel al que hemos visto que se elevan sus letras actuales sobre el del mar, no nos queda otra que volver la vista a los versos de José Bergamín, recitarlos y suscribirlos: «La había soñado para poder llegar a verla. La he visto para no volverla a soñar. / Me moriría si no».

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3 Comments

  1. Pingback: Porque está escrita, la hija de la espuma existe - Frases de Amor

  2. Me ha gustado el artículo. Pero, ¿ninguna mención a Manuel Alcántara? Un poeta malagueño hasta la médula.

    Hay un disco que sacó Mayte Martín musicando sus poemas que es una maravilla.

    https://www.youtube.com/watch?v=ugzHqmtVoxw&ab_channel=NuevosMedios

  3. La rivalidad entre malagueños y sevillanos, ha acabado inesperadamente con victoria de Málaga (si se cuenta Málaga y provincia, eso sí).

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