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La estructura de un sentimiento

La estructura de un sentimiento
The Architect’s Home in the Ravine, Peter Doig, 1991.

Este artículo está disponible en la revista Jot Down Places.

Un sentimiento post posmoderno recorre Europa: el metamodernismo. La cultura posmoderna del relativismo, la ironía, el pastiche y el fetiche se está acabando (alabado sea Dios) para ser reemplazada por una condición post ideológica centrada en lo efímero y provisional, aumentativo e idiosincrático, performativo y emotivo, perceptivo y especulador; una sensibilidad lo suficientemente amplia como para llamarse estructural. 

La estructura de este sentimiento encuentra su expresión en diferentes lenguajes formales como la nueva sinceridad, lo extraño, el nuevo romanticismo, el materialismo, el realismo especulativo y la posverdad, por citar algunos. La década del 2000 fue el periodo decisivo para que se diera el cambio del posmodernismo al metamodernismo, como broche final al milenio. 

Pregunto a Fernando Castro Flórez por ejemplos en el arte y me dice que «los artistas que fueron calificados como metamodernos, entre otros, son: Peter Doig, Olafur Eliasson, Kaye Donachie, Charles Avery, Rajman Kjartansson, etc.». ¿Dónde visitar su obra? O ¿cómo hacer para entender mejor la nueva condición metamoderna en el arte? Ocurre con lo reciente que es difícil lanzarse a la calle y buscar con éxito sin siquiera tener una idea clara de lo que se está buscando, porque todavía no se ha acabado de definir. Lo que sí intuye cualquiera es que en los museos tradicionalistas no va a encontrar gran cosa. Lo razonable es ir a una ciudad en la que haya bastante oferta de arte contemporáneo, como Málaga, donde, de acuerdo con su lema, «la cultura es capital». Allí podríamos visitar el Centro de Arte Contemporáneo (CAC) de Málaga, el Pompidou, el Museo del Patrimonio Municipal, el Museo Ruso e innumerables galerías de arte contemporáneo.

Precisamente el CAC Málaga presentó la primera exposición de Peter Doig en España. Quizá recuerden a Doig por haber vendido una de sus obras, The Architect’s Home in the Ravine (La casa del arquitecto en el barranco), por una escandalosa cifra de remate cercana a los nueve millones de euros. La pintura representa una casa en una zona boscosa apartada, con un arroyo sinuoso atravesando el primer plano. La construcción se ve en mal estado, cubierta de maleza, posiblemente abandonada. De hecho, el título de la pintura sugiere que la casa pudo haber sido diseñada y construida por un arquitecto, pero desde entonces se ha dejado abandonada a la naturaleza.

The Architect’s Home in the Ravine es prototípica de Doig. Conocido por su calidad onírica y nostálgica, el arte de Doig muestra paisajes con casas o edificios aislados, trazados con colores brillantes y saturados, en los que los objetos se superponen, como si estuvieran mal enfocados, desdibujando la frontera entre realidad y fantasía. Trata, en definitiva, de cómo la identidad, y la representación de la misma, se relaciona con la memoria y el lugar. 

También en el CAC Málaga se ha podido admirar la obra del artista Olafur Eliasson. Aclamado por la crítica y el público por igual, Eliasson es un artista metamoderno cuyo trabajo se caracteriza por su habilidad para fusionar arte, ciencia y tecnología. Utiliza una variedad de materiales que incluyen la luz, el sonido, el agua y el vidrio para crear experiencias sensoriales únicas para el espectador. A menudo, su obra es interactiva y permite que el público participe activamente en su creación. Con su trabajo, Eliasson busca desafiar las percepciones convencionales del espacio y el tiempo, y llevar al espectador a un estado de conciencia más profundo de sí mismo y del mundo que lo rodea.

La obra que catapultó a Eliasson al cielo de los artistas es, probablemente, The Weather Project (El proyecto del clima), una instalación que se exhibió en la Tate Modern de Londres en el año 2003. La instalación consistía en un gran sol artificial que emitía una luz cálida y dorada, y un gran espejo curvo que reflejaba al sol y al público en el espacio de la galería. Los visitantes podían sentarse en una plataforma frente al espejo y contemplar la belleza del sol artificial y su reflejo en el espejo. The Weather Project fue un gran éxito de crítica y público, y ayudó a consolidar la reputación de Eliasson como uno de los artistas más importantes de su generación.

Del islandés Ragnar Kjartansson, The Visitors (Los visitantes) fue considerada la mejor obra del siglo XXI por el diario The Guardian. Tanto fue así que Eli Broad, el magnate que atesora la mayor colección de obras de Jeff Koons del mundo, compró obra de Kjartansson en la galería Luhring Augustine. Rodada en una granja del estado de Nueva York, Kjartansson y sus músicos, cada uno desde una habitación distinta (él desde la bañera), interpretan una melancólica canción, un himno al amor y al desamor. 

Centrada en la descomposición real de su propio matrimonio, The Visitors cuenta con referencias a los pintores de la escuela de Hudson del siglo XIX y a la banda sueca ABBA. Combina estas influencias, entre otras, para crear un equilibrio entre lo auténtico, lo serio y el carácter travieso que se atribuye a Kjartansson. Un ejemplo: en su primera performance, el artista estuvo tocando un blues melancólico vestido de soldado medieval durante seis horas al día en un edificio en medio de la nada. Por lo visto, hace gracia.

También entre los artistas metamodernos se encuentra la británica Kaye Donachie, cuyo arte no se cotiza ni de lejos tan alto como el de los anteriormente nombrados, pero que, no obstante, aparece en revistas académicas como autora metamoderna de interés. Conocida por su trabajo en pintura y escultura, Donachie se centra en temas de género, sexualidad y relaciones interpersonales, y ha expuesto en museos y galerías de renombre de todo el mundo. También es conocida por su uso innovador de técnicas tradicionales de pintura y su habilidad para crear una atmósfera evocadora en sus obras.

Donachie rinde homenaje a un elenco de figuras femeninas históricas: las performer modernistas, actrices futuristas y poetas no conformistas se convierten en protagonistas conectadas por sus creencias y preferencias no convencionales. Sus pinturas reconocen el atractivo de estas personas y plantean preguntas como qué es estar activo, tener una voz y asumir cierto control sobre el trabajo creativo y emocional. Las narrativas dentro de las pinturas se estructuran por la sensación visceral de la luz, el contorno y la intensidad de las superficies que evocan imágenes en torno a los diversos temas de su investigación. 

Igual que a Donachie le pasa a Charles Avery, sus obras no se cotizan muy alto, incluso se venden en Artsy, pero no por ello es poco relevante. Conocido por su trabajo en pintura, escultura e instalación, el trabajo de este artista, también británico, se centra en la creación de un mundo ficticio llamado Island (Isla), una isla imaginaria, con una geografía, una historia y una cultura propias, desde la que explora temas como la identidad, la memoria y el conocimiento. En Island, Avery ha creado un universo completamente nuevo e imaginario, con sus propios animales y plantas. Incluso ha escrito una especie de guía turística donde describe los diferentes lugares, edificios y personajes, junto con una serie de mapas y dibujos detallados de la geografía de la isla.

Volviendo a Málaga, el CAC presentó en el último trimestre de 2022 Work, Rest and Play, la exposición más representativa hasta la fecha del pintor británico James Rielly, que se podría interpretar en clave metamoderna. La muestra está compuesta por casi cuarenta pinturas y acuarelas de diversos formatos realizadas desde 2002 hasta la actualidad. Su obra representa escenarios tratados con cierto humor, en su mayoría retratos infantiles, basados en historias e imágenes sacadas de artículos periodísticos, que «invitan al visitante a cuestionarse aspectos como las etapas de transición a la vida adulta y la construcción de la identidad del individuo». 

La estructura de un sentimiento
Varias de las pinturas de Work, Rest and Play, la exposición James Rielly en CAC Málaga, 2022. Fotografía cortesía de CAC Málaga.

También en Málaga ha estado Neo Rauch. Nacido en 1960, este pintor alemán ha desarrollado un estilo que combina elementos del arte socialista con la pintura surrealista y la pintura tradicional. A menudo, sus obras presentan escenas imaginarias llenas de figuras humanas y objetos que parecen desplazados de su contexto normal. 

El trabajo de Rauch se considera como una síntesis de estilos y tendencias de varias décadas del siglo XX con una fuerte influencia del estilo socialista de la RDA, el surrealismo y la pintura tradicional alemana que quizá se podría interpretar en clave metamoderna. Temas recurrentes en su obra son la política, la historia y la vida cotidiana. 

No es sencillo hacer una lista de artistas metamodernos y de ahí extrapolar en qué consiste la condición metamoderna, ya que esta corriente artística es relativamente nueva y su definición y alcance aún están en discusión. Además de los ya nombrados: Peter Doig, Olafur Eliasson, Kaye Donachie, Charles Avery, Rajman Kjartansson, podríamos añadir a Gregory Crewdson, Mark Leckey, y según algunos académicos, a Yoko Ono y Bas Jan Ader

Los académicos que han trabajado para desarrollar y promover la idea del metamodernismo son Timotheus Vermeulen y Robin van den Akker. Ambos teóricos han escrito varios libros y artículos sobre el metamodernismo y han sido pioneros en la promoción de esta idea. Para ellos, el metamodernismo no es un movimiento, un programa, un registro estético, ni una filosofía. Decir que algo es una filosofía sugiere que es un sistema de pensamiento, con sus límites, y también implica que hay una lógica en él. Decir que algo es un movimiento o, de hecho, un programa sugiere que hay una política en él, una creencia sobre cómo debería organizarse en nuestro entorno. Proponer cualquier –ismo como registro es sugerir que es una figura que se puede fijar y extraer de un texto o pintura e insertar en otro lugar. Esa no es la noción de metamodernismo que proponen Timotheus Vermeulen y Robin van den Akker. Para ellos no es un sistema de pensamiento, ni un movimiento, sino la estructura de un sentimiento.

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