Para conocer las mejores melodías de las películas de gánsteres es necesario primero saber qué es realmente una película de gánsteres.
«La primera historia se presentó al mundo en el Teatro Costanzi de Roma el 17 de mayo de 1890, en lo que muchas personas consideran el estreno operístico de mayor éxito de todos los tiempos. La Cavalleria rusticana de Pietro Mascagni ponía una resonante melodía al servicio de una sencilla historia de celos, honor y venganza entre los campesinos de Sicilia». Así comienza el prólogo del libro Cosa Nostra, historia de la mafia siciliana (escrito por John Dickie), un manual que desgrana los puntos cardinales del crimen organizado en la isla y más allá. Sus códigos, leyes, valores y amores.
Uno de ellos es la música y las películas que retratan el sistema delictivo. De hecho la obra maestra de Mascagni, su intermezzo, concretamente, se erigió en la banda sonora de la cabecera de Toro Salvaje o incluso en la tercera parte de El padrino, una apología principalmente de la familia. Con esta conexión se pretendía dar a la mafia un aura mística de orgullo y honor, de caballerosidad y dignidad, en las antípodas de una organización subversiva, delincuente o asesina. De lo que no cabe duda es que a partir de ahí su magnetismo con la melodía, y el cine, inició un matrimonio que dura para siempre.
Filmografía centenaria
Cuenta el periodista Iñigo Domínguez (Crónicas de la mafia, editorial Libros del K.O.) que la primera película sobre la mafia, directa o indirectamente, fue en 1906, lógicamente muda. Se titula The Black Hand y dura once minutos. Después le siguieron, por este orden, La camorra napolitana, The Musketeers of Pig Alley, The adventures of Lieutenant Petrosino, The last of the Mafia, Regeneration (dirigida por Raoul Walsh), Poor Little Peppina, Easy Street (Charles Chaplin), The penalty, Fuera de la ley o La ley del hampa, una extraordinaria cinta dirigida por Josef von Sternberg con música de Robert Israel. Un año después, en 1928, se rodó La horda y Lights of New York, que fue el primer film sonoro en todo su metraje. Con música de Jules Buffano y Shelton Brooks, significó el inicio de un género dorado que dura hasta día de hoy, y que en no pocas ocasiones ha generado dificultad para identificarlo. Y es que el cine de mafia, con su música, no es solo hampa con ladronzuelos marginales a pequeña escala. Tampoco cine negro o de policiacas… Bebe de todos, pero es simplemente de mafia, es decir, con una organización criminal potentísima y perfectamente estructurada a escala piramidal. Con gánster y capos italoamericanos al margen de la ley. A caballo entre New Jersey y Sicilia, Puglia, Calabria o Nápoles. De Broadway a la punta de la bota, perdidos entre cítricos y cabras del Aspromonte. De Little Italy a Italia para volver a Chicago en los años 30 en plena ley seca. Y de ahí a todas las esferas del mundo, especialmente en Sudamérica, el norte de África y el este de Europa.
«Hampa Dorada (protagonizada por Edgar G. Robinson; música David Mendoza) compone con Enemigo público (memorable James Cagney) y Scarface, de Howard Hawks, la gran trilogía del cine de gánster de inicio de los años 30. Se debe, por ejemplo, a que Al Capone fue encarcelado en 1931, acusado de evasión fiscal. Ya se podía hablar de él y contar historias bárbaras», explica en su libro, que prosigue con la enumeración de las principales obras cinematográficas mafiosas americanas (El enemigo público número uno, El beso de la muerte, Cayo Largo, Forajidos, El último refugio…) hasta detenerse en Italia, país que tardó mucho, demasiado tiempo quizá,s en descodificar la mafia y quitarle ínfulas legendarias y novelescas, además de cadenas de omertà. Mucho tuvo que ver, claro está, el arrepentido Tommaso Buscetta, la cámara fotográfica mordaz de Letizia Battaglia y la valiente pluma de algunos periodistas del diario palermitano L’ora en pleno rodaje de la película Cento giorni a Palermo. Esos fueron los frutos de una semilla plantada mucho antes.
De Rustichelli a Morricone
Con la banda sonora de Carlo Rustichelli y bajo la dirección del maestro Germi, In nome della legge (1949) es a día de hoy la primera película italiana sobre la mafia. Inspirado por los tiroteos en O.K. corral, el director retrató magistralmente el crimen organizado en Sicilia. Y a partir de ahí no hubo fin…
Llegaron —entremezclándose con cintas americanas como La jungla de asfalto o La ley del silencio— Processo alla città (música de Enzo Masetti), Vento del sud (banda sonora compuesta por Gino Marinuzzi) y Salvatore Giuliano (dirigida por Francesco Rosi, con música de Piero Piccioni), la primera gran obra italiana sobre el mundo mafioso y las complicidades políticas. Desde entonces, gracias a genios —cada uno en su estilo— como Luchino Visconti, Alberto Moravia, Damiano Damiani, Elio Petri (director de A ciascuno il suo), Leonardo Sciascia o el amoral Giulio Andreotti, todo fue mucho más fácil.
Especialmente Il divo, acusado de todo salvo de las guerras púnicas. Un personaje siniestro que brindaba la oportunidad a artistas e intelectuales para vertebrar su pecaminosa historia al mando de la Democracia Cristiana, envuelta en varios episodios turbios del país como los asesinatos de Aldo Moro, Enrico Mattei o Pasolini, quienes apenas pudieron disfrutar del éxito cinematográfico y musical de varios colosos mafiosos en el séptimo arte: El golpe (música de Marvin Hamlisch y Scott Joplin), la trilogía de El padrino (Nino Rota), el Scarface de Bryan de Palma (con melodías de Giorgio Moroder), El precio del poder o Érase una vez en América, con el inconfundible sello de Ennio Morricone, quien también compuso para La piovra y El clan dei siciliani, entre otros.
El honor de los Prizzi, Donnie Brasco, el Casino de Scorsese, Gomorra la serie (banda sonora de Mokadelic) y Los Soprano, con temas de Keith Richards o Bob Dylan, completan quizás las últimas piezas de un puzle excelso que aún no ha terminado. No lo hará mientras haya criminales sin escrúpulos, maestros del cine, de la música, pero sobre todo secuelas del viejo comunismo y su némesis cristiano en una Italia que, como decía, el escritor Sciascia, no conoce la verdad. Una Italia en que, usando las palabras de Andreotti, siempre es necesario perpetuar el mal para asegurar el bien.
Los nuevos boss de Nápoles, que nacen viejos y mueren jóvenes, no olvidan las viejas tradiciones del Teatro Costanzi. Esta vez Mascagni ha sido sustituido por el cantante neomelódico Leo Ferrucci. Un heredero que recoge el testigo de la tradición popular napolitana… Para bodas, bautizos, entierros y comuniones.
Playlist
Toro Salvaje, Pietro Mascagni.
La ley del hampa, Robert Israel.
Lights of New York, Jules Buffano y Shelton Brooks.
In nome della legge, C. Rustichelli.
Buenas, Scarface y El precio del poder no es la misma película?
Scarface es una película de 1932 de Howard Hacks, tiene el mismo título que la de Brian de Palma de 1983.
De hecho El Precio del Poder es un insulto de película: mala, larga, hortera, histriónica y tan sobrevalorada como El Resplandor. Dos ridiculeces que tendrían que disculparse por hacerse llamar películas.
Dani, simplemente puede que el cine no sea lo suyo…
Probablemente he visto más cine en el último año que tú en toda tu vida, así que guárdate la condescendencia o, te la devolveré con doble ración.
Cuánta sabiduría, Dani! Menos mal que has escrito este comentario en un artículo de Jotdown para abrirle los ojos al mundo. Gracias!
De nada. A mandar. Hasta la próxima desde Ítaca.
Muy recopilación