Este artículo es un adelanto de nuestra trimestral Jot Down nº 42 «Babel»
«A mí nadie me sopla las frases; si no, no las digo». En 2008, cuando, en una entrevista para la revista El Gráfico, le preguntaron a Diego Armando Maradona si era cierto aquello de que él no había sido el verdadero autor de «la mano de Dios», respondió con enfado. ¿Justo a él? Hacedor de frases célebres como ningún otro deportista y sabedor de su condición, no iba a admitir jamás que alguien podría (incluso involuntariamente) haberlo ayudado. Maradona se sintió siempre responsable de su protagonismo, y además lo necesitó para vivir. Estar en el centro fue su devoción y con su lengua logró buena parte de ese objetivo. Habló sobre todo. Dijo, desdijo, se contradijo. Ganó amor y rechazo a través de sus palabras, con ellas representó como pocos al ser argentino y armó su propio idioma: el idioma Maradona.
Dijo cosas que se transformaron en dichos populares, que son parte del folclore. Se refirió al fútbol, al poder, a los políticos, a las ideologías, a la cotidianeidad. Creó un habla con dureza, con guiños, con humor, con metáforas. Lo hizo cuando era chiquito y tímido, cuando era un adolescente en ascenso, como jugador consagrado y como rebelde incurable. Lo hizo totalmente lúcido, con sus adicciones y en los peores momentos de salud. En sus cabales y fuera de ellos.
La tortuga o la literalidad hecha metáfora
«Se le escapó la tortuga» es una de sus creaciones más ocurrentes, una de las más repetidas y versionadas por él mismo. La historia es así: James Cheek, embajador de Estados Unidos en Argentina durante la década de los noventa, publicó un aviso en el diario buscando a la mascota de su hijo, que se había perdido en un predio de tres hectáreas. «Fue grandioso […]. El embajador americano mandándolo al frente al hijo que se le había escapado la tortuga. Se te tiene que escapar una tortuga… Lo dejó como un pelotudo al hijo, imagínate al otro día, el hijo va al colegio: “¿Encontraste la tortuga, boludo?”». Según Maradona, una tortuga tarda quince días en recorrer cien metros.
La frase pegó y se hizo metáfora para señalar que alguien se distrajo, fue muy lento, se durmió. Se la arrojó a dirigentes ante determinadas decisiones y se la endilgó a sus propios equipos ante la derrota. Y como veía que circulaba, la fue versionando, le puso un plus. Por caso, esa tortuga que se escapaba también podía ser una tortuga renga. ¿Cuánto tardaría una tortuga renga en hacer cien metros? ¿Un mes?
El habla de la calle
Fue recurrente al hablar de Fiorito, el barrio humilde de Buenos Aires en el que nació. Tomó un chiste popular y lo hizo propio: «Yo nací en un barrio privado… privado de luz, de agua y de teléfono». Y siguió hablando:
«En Fiorito teníamos menos luz que el tren fantasma».
«A mí me sacaron de Fiorito y me revolearon de una patada en el culo a París, a la Torre Eiffel. Yo tenía puesto el pantalón de siempre, el único, el que usaba en el invierno y en el verano, ese de corderoy».
«Para nosotros cruzar el puente Alsina era como ir a Manhattan».
Del barrio sacó la astucia y estaba convencido de que el contraste de Fiorito con la ciudad de Buenos Aires lo hizo quien fue. Con el tiempo, Mauricio Macri, expresidente de Argentina y expresidente del club Boca Juniors, se convirtió en la encarnación de lo que estaba del otro lado del puente y tuvo con él un encono particular. Lo trató de «niño bien», «blanquito y de ojos celestes»; se rio de él: «Macri no conoce el barro. Fue a La Boca y dijo “fango”. No, fango no, barro, hijo de mamá… Esto es barro: tierra y agua, acá llovió ayer, ¿entendés?». Ridiculizar a su enemigo fue otra marca de Maradona.
Los dichos de la calle, las exageraciones, las imágenes, los ejemplos, las comparaciones. Todas las figuras de la retórica están en la lengua maradoneana.
«Ferlaino es vivísimo. Juega a la mancha con los aviones».
«Coppola es vivísimo. Fuma bajo el agua».
«Havelange le vende balas a uno y el rifle al otro».
«El juez Bernasconi es muy rápido: es capaz de meterle un supositorio a una liebre».
«¿Me van a contar a mí cómo es Juan Simón? Lo conozco desde hace diez años. Es capaz de tomarle la leche al gato».
¿Qué significa que alguien pueda tomarle la leche al gato? Simplemente que no tiene escrúpulos, que no puede ser más miserable. Y jugar a la mancha con los aviones, fumar bajo el agua y meterle un supositorio a una liebre suponen la imposibilidad absoluta: aquel que fuera designado bajo esta idea estaba señalado como una persona de cuidado. ¿Quién puede venderle balas a uno y armas a otro? Solo un traidor que juega a dos puntas.
En el capítulo «Lealtades» del lenguaje maradoneano aparecen varias frases: «Más falso que un dólar celeste» es una de las que lo encabeza. Aunque para sí mismo las dotaba con otro color. La honestidad y la lealtad se medían con otra vara.
En un partido entre el Napoli y el Udinese metió otro gol con la mano —no tan legendario como el que hizo frente a Inglaterra—, y el brasileño Zico lo corrió por el campo al grito de «Diego, Diego, deciles. Por el bien del fútbol…». ¿Qué contestó? «Deshonesto Diego Armando Maradona, encantado». Y le dio la mano como saludo cordial. Pero esa frase, como tantas, la fue versionando y adornando al ritmo de las risotadas que escuchaba de sus interlocutores cada vez que la contaba.
En este sentido se puede entender que otra frase famosa («A los ingleses les robé la billetera sin que se dieran cuenta, sin que pestañearan») solo encuentre complicidad en un argentino: la acción de robar sin que el otro se dé cuenta se llama pungueo y es una constante en las calles de las grandes ciudades del país. Quien vive allí sabe cómo les quitó la billetera (en este caso, el Mundial, un partido, lo más valioso de ese momento) a los archirrivales.
De boludos y dioses
«Los boludos son como las hormigas, están en todas partes».
«A los políticos les saco ventaja, ellos son públicos, yo soy popular».
«Si el país no llega al arco contrario tenemos que hacer cambios, aunque sea al presidente».
«Si lo veo a Duhalde (Eduardo Duhalde, expresidente) en el desierto, le tiro una anchoa».
«Yo quería ir a Estados Unidos pero el cabeza de termo de Clinton no me deja entrar».
El término cabeza de termo no admite vueltas, es la persona que no puede pensar o que no piensa lo suficientemente rápido, es el que no entiende: esa fue la definición que usó contra el presidente estadounidense de entonces porque no lo dejaba entrar al país. La prohibición para entrar a Estados Unidos fue por haber dado positivo en un control antidoping.
«¿Sabés qué jugador hubiese sido yo si no hubiese tomado cocaína? ¡Qué jugador nos perdimos!». Hizo esta declaración para el documental Maradona by Kusturica, en 2008. Las adicciones surcaron su vida, así como su lenguaje, sus referencias. La vida de excesos y las noches de descontrol también encontraron su lugar en este capítulo.
«Una vez, con unas copas de más, falté a casa tres días. Llegué al cuarto y dije: “Me llevaron los ovnis”».
«En la clínica psiquiátrica hay uno que se cree Robinson Crusoe y a mí no me creen que soy Maradona».
«La saqué barata porque el Barba no me quiso llevar».
Todas estas se anclan en el estante que habla de la vida rozándose con la muerte. El viaje con los ovnis da cuenta de la irrealidad de vivir en otro planeta y es una justificación a aquello que no se puede explicar, que de ninguna manera va a ser comprendido. La clínica psiquiátrica fue su lugar de paso en muchas ocasiones y el Barba es Dios, el que lo protegió, el que no se lo quiso llevar: «Estaba [como] en brea negra, me tiraban ganchos y yo tiraba la mano y no podía salir». La brea es un elemento viscoso de color oscuro que se obtiene por destilación de ciertas maderas, del carbón mineral y de otras materias de origen orgánico y se usa para unir superficies, en especial, las calles asfaltadas. Se pegotea, se seca, se pone dura. Por momentos quema. «Cuando dicen que soy Dios yo respondo que están equivocados: soy un simple jugador de fútbol. Dios es Dios y yo soy Diego».
Uno de sus discursos más recordados y repetidos es el que dio el día que se despidió del fútbol profesional con un homenaje en la cancha de Boca: «El fútbol es el deporte más lindo y más sano del mundo, eso no le quepa la menor duda a nadie. Porque se equivoque uno, no tiene que pagar el fútbol. Yo me equivoqué y pagué, pero la pelota no se mancha…».
Sin lugar para metáforas
En la antesala de la Copa del Mundo de Sudáfrica, proceso con el que Maradona cumplió su gran anhelo de ser el entrenador albiceleste, confrontó como en sus mejores épocas de rebelde. Tras una mala campaña en las eliminatorias, finalmente, la selección quedó clasificada y, en conferencia de prensa, el técnico arremetió contra los periodistas:
«Quiero agradecerle al plantel argentino por haberme dado el privilegio de llevar a Argentina al Mundial 2010. Se lo debemos todo a los muchachos. Y después, agradecerle de todo corazón a la gente argentina, solamente a la gente argentina […] y que estuvo hoy pendiente de la selección. Pero hay un sector que no se lo merece y lo sabe. Está todo bien, muchachos, pero yo tengo memoria y ahora voy a recordar más que nunca. Para los que no creyeron en esta selección, para los que me trataron a mí como una basura, hoy estamos en un Mundial. […] A los que no creyeron, con perdón de las damas, que la chupen, que la sigan chupando. ¿Ustedes me trataron como me trataron? Sigan mamando».
Fue un momento en el que inmortalizó varias frases con contenido sexual y especialmente machista. «Vos también la tenés adentro», dedicada al periodista Toti Pasman, se conoció incluso con las siglas LTA («la tenés adentro») y aún hoy es una marca Maradona.
Tal vez después de los políticos, los periodistas fueron su blanco predilecto. Años atrás se había metido con uno de los periodistas políticos más mediáticos: «A Bernardo Neustadt le dicen sanguchito de miga: está siempre al lado de la torta». ¿De qué torta habla? La torta, en Argentina, es la montaña de dinero que alguien se lleva de manera no santa.
En su repertorio también tienen un lugar especial las imágenes sobre las mujeres y la maternidad, todo mezclado.
«He jugado Barcelona-Real Madrid, pero un Boca-River es distinto. Es como que se me inflama el pecho. Es como dormir con Julia Roberts».
«Ganarle a River es como que tu vieja te venga a despertar con un beso».
«Quedar afuera de un Mundial solo es comparable con ver cómo le pegan a tu vieja y vos estás atado a una silla».
«Llegar al área y no poder patear al arco es como bailar con la hermana».
¿A dónde se va alguien después de bailar con su hermana en una fiesta? Generalmente, a ningún lado.
Cuánto pesa la copa del mundo
«Es hermosa, ojalá los próximos argentinos que vengan sepan cuánto pesa la copa. Es algo por lo que uno lucha tanto, busca tanto… Todos luchamos por lo mismo… La amo». El libro Mi Mundial. Mi Verdad. Así ganamos la copa, editado a treinta años del Mundial de México 1986, abre un capítulo con una frase con la que fue parafraseándose a sí mismo a lo largo de los años: «Les habla Diego Armando Maradona, el hombre que le hizo dos goles a Inglaterra y uno de los pocos argentinos que saben cuánto pesa la copa del mundo».
El 18 de diciembre de 2022 Argentina ganó su tercer mundial de la historia de la mano de Lionel Messi y fue recurrente la referencia de muchos de los jugadores de la selección: «Ahora ya sabemos cuánto pesa».
Messi finalmente levantó la copa y los extremos se tocaron. En Catar se mostró diferente: más rebelde, más desafiante, más pasional. Frente a las cámaras de televisión soltó: «¿Qué mirá, bobo? Andá pallá. Andá pallá, bobo». Como quería la tribuna, muchos festejaron la maradonización del 10. Ese bobo de Messi es una versión más inocente del boludo argentino. Esa invitación a irse es una invitación a irse o a pelear.
¿Cuántas veces Maradona había retado a sus enemigos de turno? «Segurola y Habana 4310, séptimo piso. Y vamos a ver si me dura treinta segundos» es uno de los grandes hits de su discurso, cuando desafió al futbolista Julio César Toresani a tomarse a golpes de puño y le dio la dirección de su casa. Hay turistas que aún hoy llegan a Argentina, suben a un taxi y le indican al chófer: «Segurola y Habana».
Primero fue el verbo (de la mano de Dios)
Cuando en aquella entrevista con El Gráfico de 2008 le preguntaron a Maradona si verdaderamente él había creado la frase «la mano de Dios» se molestó como si le estuvieran descubriendo un secreto. Es que hay una teoría, muy bien contada en el libro El partido. Argentina-Inglaterra 1986 por el periodista Andrés Burgo, en la que desanda esta cuestión.
En cuartos de final del Mundial de México, la selección argentina se impuso 2 a 0 sobre Inglaterra con dos goles suyos; el primero, hecho con la mano. Hay quienes dicen que ante las continuas evasiones del futbolista para reconocer la falta, un periodista habría sugerido: «Entonces habrá sido la mano de Dios». «Habrá sido», habría respondido el futbolista, dejando la duda instalada por años.
El asunto es que ese periodista no recuerda la situación como la cuentan sus colegas y no hay registros fílmicos ni audios de esa conferencia.
Astuto, Maradona construyó sobre esa idea (propia o ajena) uno de sus tesoros más preciados. Quiso tanto a esa frase que la convirtió en una piedra fundacional de lo que vendría después. Los ojos se empezaban a posar sobre él también por su ingenio extrafutbolístico y no estaba dispuesto a ceder en la autoría de ese logro. ¿Cómo se atrevían a dudar?
tengo la edad suficiente para decir que Maradona me dio las maximas alegrias futbolisticas de mi vida y el gol que mas grite aunque en forma indirecta (Cannigia a Brasil en Italia 90), pero no puedo dejar de decir que representa todo lo peor de nosotros, todo lo negativo de la «viveza criolla» que tanto daño nos ha hecho
no querer a Maradona como un todo es no aceptar tu argentinidad.
Argentina sin viveza criolla no es Argentina, es no se, España.
Siempre te vamos a amar, Diego.
Porque el pueblo nunca olvida a quienes lo hicieron feliz, aunque algunos se empeñen en ponerte de ejemplo de lo bueno o de lo malo, como si eso importara algo.
Una cosa el gran jugador, otra el pésimo DT y otra totalmente diferente y que terminó matándolo el personaje.
Lamentablemente para mucha gente Diego no es Maradona sin el bagaje que lo hizo una pésima persona.
Tarde o temprano llegará la cuarta, ya que siempre habrá nuevos petisos como el Diego y el Messi, con el centro de gravedad bajo, condición imprescindible para gambetear a los altos, rubios y brutos por más que corriendo alrededor de un palo se toquen (el c…) la espalda; y por supuesto que hay que nacer pobres incluyendo al negro Pelé que alto no era, todos con hambre de botín y pelota y de la otra, y no llegar directamente a las inferiores para que te esquematicen como a un robot ya de mocoso: antes hay que aprobar la materia más alta, la del potrero en el barrio del barro con los vecinos, donde nadie te manda, felices con ella, la de cuero que rueda, la mejor maestra que te dice qué hacer, luego la “pared” generosa y justa y las eternas ganas de gol. Gracias Diego, gracias Lionel, gracias Pelé.
El partido contra Inglaterra terminó 2-1, no 2-0.