#FuturoImperfecto

Futuro Imperfecto #17: Comeremos lo incomible

The Road. Imagen Dimension Films. futuro imperfecto comer
The Road. Imagen: Dimension Films.

¡Hagan sitio! ¡hagan sitio!, la novela de Harry Harrison llevada al cine con Charlon Heston de protagonista y con Cuando el destino nos alcance por título en español, es la distopía social más cercana en sus consecuencias a lo que vivimos hoy. Demasiada gente en el mundo como problema común en ambas, y en la película el maravilloso producto Soylent Green para nutrirlos a todos. Mejor si no sabías que estaba hecho con la fuente de alimento más abundante en un planeta superpoblado. Hoy también tenemos un problema de alimentación gigante en todo el mundo, y a diferencia de lo que habíamos visto con anterioridad, es permanente. Tiene varias causas, pero su consecuencia principal ya la compartimos todos los países: el coste de comer continúa disparándose. Y si no podemos abaratar los alimentos tradicionales, tendremos que alimentarnos con otras cosas.

Occidente no es el peor parado, pero ya nota sus consecuencias. En Estados Unidos el consumo de alimentos procesados era directamente proporcional a la renta de las familias, agravando los problemas médicos que arrastraban desde hace años —obesidad, diabetes tipo 2, problemas cardiovasculares—. Con la inflación este consumo está aumentando debido a tres factores. Uno, es una cultura poco habituada a cocinar en casa. Dos, muchas de sus áreas residenciales son «desiertos alimentarios», es decir, las tiendas de alimentación están mucho más lejos que un restaurante de comida rápida o una tienda de comida preparada o ultraprocesada. Y tres, el sabor y la sensación de saciedad que proporcionan los productos precocinados es más satisfactoria. Así que la subida del precio de los frescos debida a la inflación, combinada con estos tres factores, los están relegando al consumo de las rentas más altas. Frutas, verduras y carne fresca, solo para ricos.

Por motivos distintos Europa también está sufriendo el fenómeno de que alimentarse sea un reto económico. En nuestro país veníamos de una situación donde el 60 % de los hogares ya tenían dificultades para cubrir todos sus gastos mensualmente. Y según los estudios de hábitos de compra el 75 % de hogares ha cambiado los productos de su cesta de alimentación. Menos pescado y menos carne, más marca blanca, y menor consumo de ingredientes tradicionales como el aceite de oliva. Todos son demasiado caros. Si vamos al extremo de la población más pobre, encontramos incluso una reducción en el número de comidas, y mayor demanda en los bancos de alimentos y peticiones de asistencia social.

Pero seamos o no pobres individualmente, aún vivimos en la parte rica y privilegiada del mundo en cuanto a comer se refiere. La hambruna que llevaba gestándose en el cuerno de África desde el año 2020, por una mezcla de factores, ahora ha llegado a la situación de simple exterminio poblacional. Kenia, Somalia y Etiopía suman veintidós millones de personas que ya padecen hambruna. De ellas las que no perecen por desnutrición lo hacen por enfermedades, especialmente la epidemia de sarampión, mortal para cuerpos desnutridos. Una sequía prolongada afectó a sus cosechas, y les resultó difícil comprar grano durante las restricciones del coronavirus y la interrupción de las cadenas de suministro. Una vez solucionado ese problema, encontraron el cierre de los puertos de Crimea en Ucrania como consecuencia de la guerra. Cuando se llegó al acuerdo con Rusia para sacar el grano, resultó que los países europeos y Norteamérica acaparaban maíz y trigo porque es más barato comprarlo a Ucrania que producirlo en sus propios países… por el aumento de precio de combustibles y fertilizantes. Los gobiernos africanos se quedan fuera porque no pueden pagar los altos precios.

Comer lo de siempre será un lujo

Solíamos pasar por alto que masticamos petróleo y sorbemos gas natural. Lo del petróleo es fácil de comprender, transporte a los puntos de venta, cultivo y cosechado con tractores y otras máquinas movidas por diésel. Lo del gas es menos evidente, pero aún más fundamental. Es el combustible habitual con el que se produce nitrógeno, componente de los abonos necesarios para el tipo de cultivo intensivo que practicamos hoy. Y que ha agotado los suelos. Si un agricultor no abona con nitrogenados, apenas recuperará la cantidad de grano que haya plantado.

Este año los agricultores españoles han manifestado que, debido a su encarecimiento, están empleando menos cantidad de abono. No pueden permitirse encarecer un producto por el que no van a pagarles más los distribuidores. Si unimos eso a la sequía prolongada que padecemos parece evidente que en la próxima cosecha producirá menos. Menos para nosotros, y menos cereal para los piensos de los animales cuya carne consumimos. Incluso si baja la inflación y el BCE deja de subir los tipos de interés, incluso aunque los distribuidores reduzcan su margen de beneficios o el precio del petróleo y el gas se desplome, los precios de la alimentación van a seguir subiendo debido a la escasez.

La lógica, o la mera imposibilidad nos aboca a comer otras cosas.

Esos deliciosos insectos

La matraca con que comamos bichos es tan recurrente que uno acaba pensando que existe un lobby para convencernos. Y sí, existe. De hecho ha conseguido que la UE autorice en los últimos cuatro años no solo el consumo de grillos domésticos y gusanos de la harina, sino múltiples autorizaciones individuales para su empleo en diversos usos alimentarios. Comida para animales, e ingredientes de algunos alimentos procesados para consumo humano. Nadie en su sano juicio creerá que acabaremos masticando grillos enteros con naturalidad, como hacen en algunas zonas de México, pero todo parece indicar que tendremos acabar aceptándolos como ingrediente de otros productos.

La pasta de insectos triturada es una especie de polvo compacto, de olor no muy agradable, marrón oscuro o amarillento según de qué esté hecho, con gran valor nutricional en proteínas, aminoácidos y vitaminas. No suele llegar al consumidor final, a excepción de la cría de pájaros insectívoros que se tengan como mascotas. Pero ya ha comenzado a formar parte de la proteína que se añade a los piensos de ganadería, como alternativa más económica a la obtenida de animales. También algunas empresas europeas comercializan galletas y pastas que tienen por ingrediente parcial el insecto triturado.

Criar y procesar insectos para alimentación presenta ventajas técnicas, económicas y nutricionales. Las granjas de insectos requieren poca tecnología, son económicas, producen mucho y generan producto en abundancia. Así que técnicamente son una buena opción para países pobres o en desarrollo. Si en el Cuerno de África lograsen aprovechar las plagas de langosta —insecto con tres veces más proteína que la carne de vaca o cerdo y un veinte por ciento menos de grasa— podrían tener al menos un producto de emergencia. Sobre todo porque estas plagas recurrentes son otro de los motivos de sus hambrunas.

La carne de laboratorio

Es la otra gran promesa, rodeada de muchos cantos de sirena. Que tienen su origen en la necesidad de las empresas emergentes para atraer inversores. No hay ningún futuro próximo donde algo parecido a una chuleta, ni siquiera una hamburguesa cultivada, vaya a ser más apetitosa y barata que la carne de ganadería. Pero en España Campofrío ya colabora con al menos una empresa vasca para incorporar carne cultivada a sus fiambres y embutidos. Como ellos, muchas otras compañías en todo el mundo investigan esta opción que abarataría notablemente sus productos y aumentaría sus ganancias.

Para entender por qué debemos recordar qué es la pasta rosa. Un triturado de restos poco comercializables, vísceras, grasa, cartílagos, patas de pollo, piel, todo lo que sobra de un animal pero aún es comestible. Una vez triturado y procesado forma una pasta de color chicle, con escaso valor nutricional pero que introducida en un molde y con ciertas encimas añadidas puede adquirir de nuevo la consistencia de la carne. De hecho la mayoría de nuggets de pollo, salchichas, y muchos embutidos y fiambres están hechos con esto.

El verdadero objetivo de la carne cultivada es sustituir a la pasta rosa usando biorreactores. Máquinas que fueron diseñadas para la medicina, y uno de cuyos primeros empleos fue piel del propio paciente, a partir de sus células, para trasplantes a grandes quemados. Recientemente se han creado en ellos orgánulos, emulaciones de órganos humanos para investigación en la laboratorio, pequeños corazones, e incluso se implantó una oreja completa a una mujer que había nacido sin ella. Aplicar el mismo proceso con un poco de músculo de animal es muy sencillo, solo necesitas alimentar el biorreactor con energía y proporcionar el medio de cultivo, el suero nutritivo que permita criar a las células. Aún no es lo suficientemente barato ni se ha alcanzado la producción en masa.

Pero una empresa estadounidense no solo ha conseguido autorización para proporcionar carne de pollo cultivada,: ya está poniendo en marcha su fábrica, que debería comenzar a operar este año. Su objetivo es proporcionar producto a las cadenas de comida rápida que venden pollo frito, las cuales hasta ahora empleaban pasta rosa como producto base. Su ventaja no es el sabor ni la calidad nutricional, lo que prometen como ventaja es un producto mucho más económico.

2050: horizontes The Road y Soylent Green

La FAO prevé que tendremos que producir un 70 % más de comida para afrontar la demanda de alimentos en 2050. En el panorama actual parece un imposible, técnica y económicamente. Pero si no lo hacemos, zonas como la citada del Cuerno de África se expandirán a otras regiones del planeta, y muchos millones de personas morirán de hambre. Puede que nosotros, en el otro extremo, sobrevivamos, pero con los productos de alimentación convertidos en un bien de lujo. Y por si el precio de la energía no estuviera ya en el origen del problema, tenemos el cambio climático para empeorarlo. El escritor Cormac McCarthy llevó al extremo este escenario en The Road, que también fue llevada al cine, describe una destrucción climática del planeta que nos deja sin alimentos. Igual que Harry Harrison cuarenta años antes llegó a la conclusión de cuál sería entonces la única comida disponible.


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7 Comments

  1. Si los africanos no se comen los langostos ni cuando son plaga, será por algo.
    Trabajar en una granja de grillos tiene que ser horroroso. No te quitas el cricrí de la cabeza ni en la cama.

  2. Creo que también deberíamos tener en cuenta que gran parte de lo que se produce se tira y desperdicia. ¡Igual sería bueno empezar por ahí, y no por los bichejos!

  3. Carlos

    No le tengamos tanto miedo a los insectos. Ya los comen en México desde el inicio de los tiempos ¡¡¡¡

  4. Jose Primitivo Estrada

    Hay que empezar a mejores y hábitos de consumo y no ser desperdiciados de alimentos

  5. Pingback: Sometimes a coffee 40 (Mug edition) – Klepsydra

  6. Frabetti

    En realidad, es al revés: ahora comemos lo incomible (vacas, cerdos, corderos, pollos, lácteos…) y, en parte por necesidad y en parte por evolución ética, acabaremos comiendo solo lo comible: alimentos de origen vegetal. El futuro será vegano o no será.

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