Arte y Letras Cómics

En el armario de Laura Pérez

Laura Pérez Espanto
Espanto (Laura Pérez, 2022). Imagen cortesía de Astiberri.

Intento adentrarme mentalmente en el dormitorio infantil de Laura Pérez (Valencia, 1983), una de nuestras historietistas más celebradas de estos últimos años. De parte de su padre, me cuenta al teléfono, recibió enseñanzas religiosas; de su madre, paganas. En esas cuatro paredes convivían la virgen y los angelitos con símbolos y amuletos esotéricos. «Demasiada gente allí dentro», se ríe la autora, a quien aquella herencia dual, de mundos diversos, la marcó de por vida. Además de estos mimbres, una médium cercana a la familia fue un personaje importante de su adolescencia. Casi nada.

En esos días, Laura tenía miedo al pasillo de la casa familiar y a los insectos. Sin embargo, por las noches, tumbada en su cama, las sombras le dejaban entrever un terror aún peor, la puerta de un armario que nunca cerraba del todo. Esa pulsión escópica por saber qué sucedía allí dentro, aquella rendija a lo oscuro y desconocido, urdía en su cerebro infantil pesadillas terribles. «Pensaba, por ejemplo, que en el interior estarían los enanitos de Blancanieves y que saldrían de allí para matarme con hachas», confiesa.

El armario encajado, pienso según me lo describe, se parece mucho a su trabajo como dibujante y guionista, que delega en el lector el esfuerzo de inventar lo que no se ve o se narra, lo que ocurre fuera de plano. Se lo sugiero y ella asiente: «No lo había pensado… un armario como símbolo. ¿Ves? Esta es la prueba de que mi obra es un psicoanálisis constante».

Centrados en el pavor que sentimos ante lo que no podemos ver, descifrar o explicar, ante lo que puede estar ocurriendo a nuestro alrededor sin que nos estemos dando cuenta, los tres libros que Pérez ha publicado en solitario, Tótem, Ocultos y Espanto, todos primorosamente editados por Astiberri, podrían resumirse en una historieta del segundo, en la que dos personajes observan a las atareadas hormigas en su frenético quehacer diario. «¿Sabes? —le advierte un chico a otro mientras las contempla—. Estamos en un lugar haciendo cosas y no tenemos ni idea de lo que ocurre mucho más allá. Ellas no saben que las observamos, solo nos perciben si las chafamos o les hacemos algo».

Laura Pérez Ocultos
Ocultos (Laura Pérez, 2019). Imagen cortesía de Astiberri.

Como insignificantes himenópteros, desconocemos por qué sentimos a veces presencias a nuestras espaldas, tendemos a pensar que nuestra limitada percepción es suficiente para descifrar el mundo, somos unos absolutos ignorantes a la hora de comprender los mecanismos de nuestra memoria y suplimos con cuentos y mitos todo aquello que escapa a nuestro entendimiento. En estas tinieblas en las que inconscientemente vivimos, mientras pagamos el alquiler, vemos la última serie de moda y criticamos a nuestros jefes, se mueve la obra de una autora que, tras ilustrar para medios como The Washington Post, Vanity Fair y National Geographic, y trabajar para otros guionistas, decidió adentrarse en su propia aventura en solitario. 

«El miedo surgió en mi trabajo de una forma fortuita, no premeditada. Eso sí, siempre me había interesado todo aquello que no afrontamos porque nos asusta o porque no nos encaja. Pero afloró de forma natural, porque la espontaneidad forma parte de mi modo de vivir, venga esta de donde venga, y además suele funcionarme», explica. Cuando ese hilo narrativo se desmadejó en Tótem, por la que recibió elogiosas críticas, Pérez no tuvo sino que seguir tirando de él hasta llegar a nuevos territorios, como cuando surge un imprevisto. A veces, expone, el germen es solo eso, una semilla que luego queda desechada a favor de una nueva historia que ha surgido a partir de ella: «Todo empezó con un corcho en mi escritorio donde colocaba escenas y motivos a modo de conceptos, un tablón al que subía todo lo que me interesaba. Fui sacrificando muchas partes. Las que pensaba que serían los pilares del libro luego nunca vieron la luz».

Al cabo, sus obras son el resultado de esa búsqueda incesante. Ocultos supuso, como decíamos, su apuesta por la autoría propia, pero también el comienzo de la travesía que la condujo a Tótem, un reto mayor, con narraciones con un desarrollo más complejo frente a las historietas autoconclusivas del primero. «Aunque sean más largas, las tramas de Tótem están también contadas en extractos, son espacios de tiempo que se suceden como los días, pero de los que no sabes del todo cuándo comienzan o terminan. Son cachitos, se tejen como lo hacen los sueños». Por último, de los descartes de estas dos primeras aventuras, surgió Espanto: «Había guardado decenas de imágenes en una carpeta. Dibujos muy libres, porque no eran para nadie, con lo cual nadie podía cambiarlos. Un día decidí enviárselos a Astiberri, que enseguida me propuso recopilarlos en un tomo. Estoy feliz por la aceptación que las tres obras han tenido».

Laura Pérez Tótem
Tótem (Laura Pérez, 2021). Imagen cortesía de Astiberri.

El miedo, que recorre el ADN de cada uno de nosotros, pero al que es difícil ponerle palabras, encuentra en el trabajo de esta autora su perfecta plasmación gráfica. A veces aparece de forma primitiva, tribal; otras, en pequeños sobresaltos de lo cotidiano, en las malas pasadas que nos juega nuestra mente (o eso creemos). En otras ocasiones, la dibujante lo define a través de la cultura popular, aproximándose a los tópicos del cine de horror. ¿Qué se repite siempre? Su empeño en sugerir, en hacer que el receptor sea el que culmine una imagen terrorífica, el que la decodifique como tal. 

Al hilo, señala Pérez que siempre le ha interesado el lenguaje no verbal, la capacidad de comunicación que a veces tiene lo que no se dice, la elocuencia de un gesto o de un pequeño detalle en el movimiento de un ojo. «Nosotros mismos somos misteriosos y la información que damos cuando no hablamos es muy interesante, forma parte de cómo nos perciben, de quiénes somos». Esos movimientos aparentemente silentes son claves de su obra y de su simbología, plagada de gestos y miradas dibujadas con la sutileza y brillantez que caracteriza su trazo. 

El narrar a través de omisiones de Pérez puede entroncarse, asimismo, con una nueva narrativa gráfica que en nuestro país ensayan dibujantes como Borja González, otro de nuestros artistas mejor valorados del último lustro, con títulos como el reciente Grito nocturno (Reservoir Books, 2022). «Me encanta su trabajo. Hay algo natural en el hecho de que, de pronto, varios miembros de una generación empecemos a contar de una manera determinada. Estos cambios surgen como lo hacen las corrientes en la literatura o en el cine. Somos hijos del caldo de cultivo en el que vivimos». Con todo, sus influencias pasan por Daniel Clowes y Chris Ware, que estuvieron en su formación primera, por Adrian Tomine, con quien comparte el uso del color, y por Thomas Ott y sus historietas mudas, de las que extrajo la certeza de que el cómic se podía contar sin bocadillos. 

En su exploración del miedo, un animal resbaladizo que muta de cultura en cultura, la ilustradora ha concluido que el elemento común, más allá de los terrores atávicos, como el temor a la muerte, es siempre su relación con aquello que no podemos dividir y ordenar en cajitas y que, por tanto, nos estremece por desconocido. «El pánico es todo eso que nos aleja del lugar en el que estamos cómodos», concluye. 

Cuando pasan unos días después de la lectura de cualquiera de las obras de Laura Pérez, el escalofrío que deja en el cuello y en la espalda sigue presente. Su obra es, y lo decimos sin pestañear, un estado de conciencia que se queda con el lector. «Solo quería hacer libros de manera honesta. No pensé nunca en premios o en crear algo que gustase, sino en que mi honestidad podría aportar algo a la persona que me leyera», opone. En cualquier caso, incluso el más descreído saldrá de sus viñetas teniendo claro que no todo en nuestra vida tiene un sentido e incluso recordando que toda lógica es cuestionable. Y que es ahí, en el momento en el que dejamos de entender el mundo, cuando el susto se apodera de nosotros. «¿Y cómo no voy a creer en que hay algo más?», concluye.

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