Hace ya muchos años se acuñó en Sevilla un término periodístico entre plumillas que vino para quedarse: la «prensa morada». Nada que ver, por supuesto, con periodistas especializados en las lides de Podemos o en feminismo activo. Nada de esto existía por el remoto entonces.
La prensa morada (en alusión al color penitencial de muchas túnicas de nazareno) se dedicaba a la información puntual y detallada, cada vez más incesante, que se ofrecía sobre las hermandades y cofradías de la Semana Santa sevillana. A cada cosa, pues, su color. Si existía una leidísima prensa rosa, dedicada a los frívolos cócteles entre famosos, ¿por qué no podía haber una prensa morada que hablara de los intríngulis cofradieros?
Quizá el foráneo no lo entienda. Pero en Sevilla las hermandades y cofradías forman aquello que en el tiempo viejuno de los periódicos y revistas de ayer se llamaba ‘Ecos de sociedad’. Se es de una cofradía de Semana Santa como quien es del Sevilla FC o del Real Betis. Uno puede ser un magnífico neurocirujano. Pero doblará su reputación profesional y social si, a la par, resulta ser hermano mayor de una hermandad de postín. Por supuesto que hay también sevillanos ajenos al orbe cofrade. Pero, por lo general, les pasa como a Dios Todopoderoso: no se les ve, pero estar están.
De niño, como nativo sevillano (oigan ustedes, que uno fue bautizado en la Macarena), recuerdo que toda la información sobre cofradías se ceñía casi siempre al tiempo de cuaresma y, por supuesto, a la gran competición de salidas procesionales que tenía lugar de Domingo de Ramos a Sábado Santo. O sea, de la alegre Borriquita al Santo Entierro, en el día de la desesperanza total para el cristianismo.
Durante la cuaresma se desarrolla la mayoría de los cultos internos de las hermandades. Son actos de piedad religiosa, pero que también sirven para lucir galones de sevillanía pata negra (los ternos y algunos peinados tallados con fijador, en el caso de los varones, son un muestrario de «homo hispalensis» incomparablemente rancio). Los hermanos y devotos asisten a quinarios, septenarios, viacrucis, besamanos y besapies a las imágenes, triduos, traslados, funciones principales, etcétera. Igualmente, como heraldo de vísperas del Domingo de Ramos, por la ciudad se prodigan exaltaciones de la saeta, exposiciones, coloquios (algunos divertidos y heterodoxos), conciertos de marchas procesionales, presentación de carteles, estrenos de películas y documentales y, por supuesto, floridos pregones (muchos de ellos verdaderamente temibles).
Pues bien, sucede que ahora en Sevilla, desde que la desmedida lo copa todo, la cuaresma dura siempre o casi siempre, más allá del tiempo litúrgico que se inicia con el Miércoles de Ceniza. Es como un modus vivendi. Unos lo celebran y otros lo critican por pesadez ambiental (aunque residuales, no falta la tribu de radicales que hasta llegan a alterar el tránsito de una imagen por la calle). Quiere decirse, en fin, que el mundo noticioso de las cofradías ya no se ciñe al gran tinglado teatral y de orden público de la Semana Santa ni al preámbulo de sus cuarenta días precedentes.
Uno puede toparse con una procesión en cualquier época del año (agosto incluido). La excusa es siempre que tal o cual Virgen va a ser coronada canónicamente en la catedral o que tal o cual hermandad celebra una efeméride extraordinaria, lo que bien vale salir de paseo glamuroso por las calles del barrio donde reside la hermandad o bien tirar en dirección al centro histórico de la ciudad, para poder gustarse en los enclaves más recoletos. En tales ocasiones, los pasos —evítese por favor la palabra trono, que es cosa malagueña— salen de nuevo a la calle para regocijo de los llamados «jartibles» (término que también se estila en Cádiz y que designa a los incansables que viven en modo carnaval los trescientos sesenta y cinco días del año más uno: allí los «gaditas» y aquí el «miarma» sevillaní, especímenes ambos de la baja Andalucía).
Con el tiempo, la muy leída prensa morada ha ido copando espacios en los medios tradicionales, la radio local y los digitales. Triunfa sobre todo en el gran avispero de las redes sociales. Hoy por hoy se asiste casi minuto a minuto a un auténtico carrusel deportivo sobre cofradías. Cabe de todo, del elogio al vituperio, del ensalmo a la saña. Incluso se han acuñado términos ya famosos, como los que se usan en el ya mítico programa de Semana Santa El Llamador, de Canal Sur Radio. Aquí se reparten ciriazos (o sea, estopa) y sahumerios (parabienes). Las noticias cofrades, sobre todo en redes sociales, suelen tomar muchas veces un cariz poco o nada cristiano. El despelleje es notable. Pero precisamente para eso, entre otras cosas, está la estación de penitencia como nazareno. Se hace penitencia por los muchos pecados cometidos.
A continuación se detallan ejemplos de cómo el periodismo morado se esmera en los mil y un detalles, muchos de ellos churriguerescos, que rodean al orbe cofrade (para ser justos, también las cofradías ejercen su labor social y de caridad con el necesitado). Dicho esto, que no le importe al lego no enterarse de casi nada de lo que aquí se expone (ya se ha dicho que hay aborígenes que tampoco se enteran de nada por pasotismo, por pereza o por incapacidad técnica para la emoción cofradiera).
Aquí van algunas perlas del carrusel de cuaresma que anticipa la Semana Santa de Sevilla:
-Minuto y resultado de un devoto Via Crucis por las calles sevillanas (¿hay bulla alrededor o hay poca gente?, ¿lleva música de capilla o priman el silencio y los rezos piadosos?, ¿hay debate, por otra parte, sobre el excesivo número de Via Crucis?).
-Detalles botánicos de tal o cual exorno floral en el besamanos a una Virgen en su capilla (si resulta parco o esplendoroso, si la novedad de unas flores rarísimas resta o realza el escenario, si la imagen luce con bello tocado retro o si se ha optado por un toque rupturista).
-Cómo es de larga la cola para entrar al besapié del venerado Cristo de turno (el mundo de la cola sevillana nació en la Expo 92).
-Notas y puntuaciones a los altares de cultos diseñados por los artífices del ramo, los llamados priostes (elogio o no de la cera dispuesta, del dosel escogido con tela de Damasco o de algún otro ornato colocado con buen o pésimo tino).
-Situación y última hora en la calle respecto a los ensayos de costaleros (debería inventarse una app de advertencia para evitarlos y, al alimón, otra app para que no se los pierdan los forofos del mundillo del costal: el besuqueo gregario entre costaleros es uno de sus signos de identidad).
-Número de papeletas de sitio expedidas para salir de nazareno o nazarena en una hermandad (se debate hoy la necesidad de poner numerus clausu» en las hermandades para evitar que el paso de una cofradía con miles de nazarenos haga perder la paciencia a quienes veneran al santo Job como patrón).
-Número de capirotes y túnicas vendidas en los tradicionales comercios del ramo (dígase el PIB a las sevillanas maneras o las startup de toda la vida en versión analógica).
-Qué olor a incienso —ojo a esto— está de moda para este año, como el potente y aclamado incienso tipo ‘Cristo de Burgos’, sin olvido del incienso ‘¡A la Gloria!’ (de un tiempo a esta parte se prodiga la fragancia a la carta: cada cofradía desea envolver su sello en un efluvio propio).
-Examen y detalles de la digitalización en las hermandades (o sea, cómo comunican las cofradías sus actos a los hermanos vía WhatsApp o en streaming o en toda aplicación que se tercie).
-Qué nueva marcha procesional para un palio de Semana Santa va a causar furor (las bandas de música en los pasos de Virgen combinan creaciones hermosas de toda la vida con composiciones peregrinas que recuerdan al pasodoble, las noches de la verbena de la Paloma o los cantos diocesanos del Concilio Vaticano II).
-Qué marchas de cornetas y tambores para los pasos de Cristo se van a imponer este año (ha habido ediciones de Semana Santa en las que ciertas marchas competían con el universo melódico de la Marvel).
-Previsiones cara al terror de los terrores, todo un clásico entre los clásicos: ¿lloverá en Semana Santa? (el auténtico pavor del cofrade y de su hermano de sangre el hostelero es el tiempo: la posibilidad de lluvia en los días de autos ha dado pie a la fiebre de los porcentajes para saber en qué tramos horarios llueve y a partir de qué hora no: «A partir de las 19.30h dan un 30% de chubascos ocasionales»).
-Qué gran estreno lucirá determinada cofradía en su salida procesional (normalmente un nuevo y rico manto bordado para una Virgen, un nuevo palio o una nueva talla para el conjunto de un paso de Cristo: el riesgo de introducir un ninot es alto).
-Rencillas y rifirrafes entre hermandades por alteraciones en el orden de paso de los cortejos por la catedral (la prensa morada suele dedicar gran atención a la imposición de horarios que establece el Consejo de Hermandades y Cofradías, órgano supremo de la cosa, a cada una de las cofradías del día: los agravios no se lavan como, por ejemplo, enseñó Jesús a lavar los pies).
-Qué tendencia se estila entre los vestidores de las imágenes (por si el foráneo no lo sabía, la estética de las Dolorosas de Semana Santa ha encandilado a celebrities como Madonna o la actriz Uma Thurman).
-Cuáles son las calles sevillanas donde el azahar ha estallado con mayor profusión (el olor a azahar en los naranjos tiene dos versiones: para la mayoría es el preámbulo nostálgico de los días grandes; para una minoría perseguida el blanco azahar es la caspa de Sevilla).
-Cuáles son los comercios y tiendas de la Sevilla eterna mejor adornados para Semana Santa (el turista a veces se sobresalta cuando observa una exposición de menaje, una confitería repleta de ambrosías o incluso los pisos en oferta de una inmobiliaria junto a bustos con Cristos sangrantes y tallas de Vírgenes a escala humana: horror vacui).
-Qué torrijas se llevan la palma de la exquisitez este año (en cuaresma y Semana Santa quien no toma al menos una torrija —no vale la excusa de la diabetes— está renunciando a su identidad sevillana).
-Quiénes son este año los capataces de los pasos que dominan el cotarro, cuáles han sido destituidos en una hermandad y cuáles han fichado por otra (aquí lo cofradiero y lo futbolístico es puro carrusel vía redes sociales).
-Opinión de los hermanos respecto a la restauración realizada a la imagen de su devoción (si están contentos o contrariados porque, al limpiar su encarnadura, resulta que la expresión de la talla ha cambiado radicalmente: ¿cambiazo?).
-Número exacto de ripios y piropadas lanzadas en un pregón de Semana Santa (como se dijo, la proliferación del florido género puede ser temible).
-Análisis minucioso de los cientos de carteles de Semana Santa que se imprimen por cuaresma (los editan tertulias de cofrades, el consabido Consejo supremo, hermandades por vía particular, asociaciones varias, fundaciones bancarias, organismos e instituciones oficiales, colegios concertados, etc.).
-Descripción rigurosa y comentario sobre el uso decoroso o indecoroso de las mantillas para uno de los días que reluce más que el sol: el Jueves Santo (por tradición, el ABC de Sevilla solía publicar un divertidísimo apartado dedicado a enseñar cómo vestir la mantilla sin caer en la horteridad, la indecencia de lo faldicorto o, directamente, el porno sacrílego).
-Catálogo renovado año tras año sobre anécdotas, chascarrillos y curiosidades variopintas en el seno de las cofradías (todo lo que va del intimismo nostálgico a sucesos desagradables como robos al patrimonio o desvíos y opacidad en las cuentas de las hermandades por parte de los mayordomos, los hombres de números en el argot cofradiero).
-Cuál es el último grito de moda que ha llegado al mundo de la Semana Santa (este año, mismamente, se habla de los beneficios del yoga antes de realizar la estación de penitencia: sí, el yoga, han oído bien).
Nos paramos aquí, dado que el carrusel de la cuaresma y la Semana Santa ocuparía un texto tan largo como el número de nazarenos que acompañan al Gran Poder o la Esperanza Macarena.
Pese a todo (frikismo, desmedida, dislate, comicidad), todavía son posibles los momentos transidos en la Semana Santa de Sevilla. Pero de este otro carrusel de sahumerios que se ocupe otro.
Soy sevillano, vivo por el centro. Durante esta semana me siento secuestrado en mi barrio. ¿Hay mayor penitencia que esa?
Desde el cariño, y de sevillanas maneras. Soy sevillano nacido y criado en la c/ Feria. Ojalá todos los secuestros que tuviéramos en la vida fueran como ése.
Como se dijo en la película «El jovencito Frankenstein» :»Puede ser peor…puede llover…» Y en ése momento empezó a llover.
Si eres de Sevilla, recuerda que hay barrios en Sevilla (el Tardon, los Remedios…) que «soportan» la Feria mucho más que una semana (montaje, desmontaje, ruidos, y un largo etc.).
Como dijo el torero :»hay gente pa to»
Aunque lleves en parte razón, y citando frases célebres, me he acuerdo de esa que dice Comulgar con rueda de molino. Viviendo cerca de mí, sabrás lo que es vivir cerca de la Alameda de Hércules y todo lo que ello supone, y eso es todo el año. Cada vez que cojo el coche para salir fuera de la ciudad algún fin de semana (porque cuando me muevo en ella voy andando), tengo que tirarlo al río y comprarme otro el lunes. Y eso es independiente de que llueva o no.
Me ha llamado la atención la fina ironía del artículo. En Castilla y León, cantera del facherío patrio, hay un fenómeno que muestra la relatividad del tiempo. Hace unos diez años se sacaron de la manga alguna procesión por ver si aumentaba el número de visitantes y se contentaba a lo hosteleros y ahora se insiste en la antigüedad de tal novedoso desfile. Y se discute, pues unos alegan que data del siglo XVII y otros consideran que algún vestigio data de la Edad Media. Nada cambia tanto como la prehistoria.