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Vikingos, runas y masacres anglosajonas: una calamidad sin precedentes 

Futhark runas vikingos
Futhark antiguo. (DP)

On 8 June, the ravages of heathen men miserably destroyed God’s church on Lindisfarne with plunder and slaughter.

(Anglo-Saxon Chronicle)

Cuenta la Crónica anglosajona en una de sus entradas más citadas que, en el año 793 d. C., el cielo de Northumbria se cubrió de relámpagos y dragones mientras un fuerte vendaval sacudía el reino y, concretamente el día 8 de junio, hordas de feroces bárbaros destruyeron de manera atroz la iglesia de Dios. El cronista de esta breve cita fue uno de los primeros en observar los estragos causados por los vikingos, hombres que surgían con sus embarcaciones de entre las brumas de los mares del norte. Provenían de Escandinavia y se desplazaban a lo largo y ancho de las áreas que por mar controlaban.  

Gracias a las audaces técnicas de navegación que desarrollaron y a los barcos que supieron diseñar para surcar mares enfurecidos, los vikingos mantuvieron su dominio durante más de trescientos años. Su trasfondo no cristiano se percibía especialmente aterrador, máxime cuando saqueaban y quemaban iglesias y monasterios, como en Lindisfarne. Pero, a pesar de todo su poder, quedan pocos monumentos que hayan dejado constancia de su dominio. Solo objetos tallados en madera y piedra proporcionan las claves de su cultura. Encontrados en tumbas, pantanos y antiguos asentamientos, muchos de estos objetos están escritos en letras rúnicas.

Descifrar estos mensajes no es tarea fácil. Las runas están formadas por líneas cortas, rectas y diagonales que forman un alfabeto llamado fuþark. Presuponemos que no había tal cosa como la lengua de los vikingos, sino que había muchas lenguas, y que ni siquiera la ortografía era estándar, sino que usaban las letras para los sonidos que más les convenía. Además, también es de suponer que recibirían la influencia de otras culturas con las que interactuaban, y que las runas no fueron una invención aislada. 

El fuþark era una escritura funcional: un sistema de veinticuatro grafemas basado en la segmentación fonológica. Para algunos académicos, se usaba un solo grafema por fonema, como sucede con el alfabeto latino. Derivar el antiguo fuþark de otro alfabeto, ya sea griego, latino, etrusco o fenicio, es más complicado que resolver cualquier rompecabezas y no tiene una única solución, por lo que, ante semejante tarea, lo típico es dar por hecho que las runas no fueron adaptadas de un único alfabeto, sino de un sustrato alfabético. El proceso de adaptación implicaría elegir entre variantes grafémicas y crear un nuevo diseño. 

El fuþark más antiguo es, probablemente, un diseño que respondía a las necesidades sociales del grupo en sus primeras etapas de escritura. No debe pasarse por alto, desde una perspectiva sociolingüística amplia, que los elementos más visibles de una lengua, como la escritura y la ortografía, tienen una importante carga emocional e indican lealtades e identidades de grupo. Más que meros instrumentos de carácter práctico, son sistemas simbólicos de gran significación social que pueden, además, tener efectos en la comunidad de habla. Actitudes lingüísticas como el deseo de tener una ortografía que haga que la lengua en cuestión sea gráficamente similar a otra o, por el contrario, que la lengua sea diferente a otra pueden ser irracionales, pero indudablemente son hechos que influyen en el éxito del sistema ortográfico que se consolida.

Desarrollar un alfabeto supuso un avance extraordinario y, presumiblemente, tenía una naturaleza elitista. Al menos, hallazgos de la Edad del Hierro parecen respaldar un vínculo entre estatus y runas. En la ciudad de Jelling, en Dinamarca, dos piedras del siglo X conmemoran a diferentes generaciones de una familia real. La primera fue erigida por el rey Gorm el Viejo en memoria de la reina Thyra, y la segunda, por su hijo, Harald Bluetooth (Diente Azul), tras la muerte de Gorm. Las inscripciones anuncian el poder de esta dinastía de la era vikinga y se encuentran entre los primeros escritos históricos de Dinamarca. Cuentan que Dinamarca pudo ser el primer reino importante de la era vikinga, al dejar constancia de que Harald controlaba el sur de Noruega, y que este rey se convirtió al cristianismo. Hoy, las iniciales de Harald Bluetooth forman el logotipo de Bluetooth.

Pero ¿quiénes hicieron las primeras inscripciones rúnicas? Los objetos más antiguos respaldan la opinión de que la escritura rúnica satisfacía las necesidades de la élite militar: la consolidación del poder y la autoridad. Los primeros hallazgos en Vimose e Illerup, en Dinamarca, indican que el carácter militar de las inscripciones predomina desde los años 150-160 d. C., y los principales botines de guerra son de la Edad del Hierro romana tardía, es decir, del periodo de las inscripciones rúnicas más antiguas. Consideraciones en este sentido sugieren que la escritura rúnica surgió en estrecho contacto con los romanos o el mundo mediterráneo del primer o segundo siglo del primer milenio de nuestra era. Por eso es razonable suponer que las runas existieron desde al menos alrededor del año 100 d. C., si no antes.

Durante la historia de la escritura rúnica se observan dos hechos diametralmente opuestos: la expansión del fuþorc anglosajón a treinta y una runas, y la reducción del sistema vikingo de veinticuatro a dieciséis runas. En varias inscripciones de Northumbria aparecen hasta tres runas adicionales para reflejar el hecho de que el anglosajón había desarrollado consonantes palatales. Por ejemplo, en ċiriċe (‘iglesia’) o ċinn (‘barbilla’), la c se pronuncia /t∫/ y no /k/, como en cyning (king, ‘rey’) y cynn (kin, ‘familiar’). Para reflejar esto, las runas existentes fueron adaptadas. En contraste, el fuþark escandinavo de dieciséis grafemas se amplió solo más tarde, alrededor de los años 1000-1050 d. C., y en la Edad Media, con las llamadas runas punteadas y otros símbolos nuevos.

Pero hay más diferencias entre Escandinavia y la Inglaterra anglosajona de los años 600 y 700. En las islas británicas entraron en contacto diferentes escrituras porque la escritura latina ya estaba en uso desde mucho antes de las invasiones, mientras que el alfabeto latino se introdujo bastante tarde en Escandinavia. La conclusión es que la influencia de la Iglesia cristiana puede identificarse como una diferencia específica entre dos tradiciones: los cristianos promovieron la extensión del fuþorc anglosajón, mientras que en Escandinavia no hubo tales agentes. 

Por eso, cuando los vikingos llegaron a Lindisfarne, resultaron ser unos bárbaros invasores para el mundo anglosajón. Aunque la invasión hizo temblar a toda la cristiandad anglosajona y marcó el comienzo de la era vikinga, no fue la primera incursión vikinga en las islas británicas. En una entrada del año 787, la Crónica anglosajona informa de la llegada de «tres barcos de hombres del norte» a la costa de Wessex, una banda de extranjeros que mataron rápidamente al juez local cuando se presentó para llevarlos ante el rey. También se tomaron medidas defensivas contra los extranjeros paganos en el reino de Mercia. Sin embargo, el ataque a Lindisfarne en 793 fue la primera incursión vikinga de gran impacto en Inglaterra y en Europa en general, y su importancia está señalada por los graves incidentes que acontecieron después. 

La descripción del ataque en sí es breve: el cronista solo dice que la iglesia fue destruida, los bienes robados y la sangre derramada, pero la hambruna que siguió se relaciona con la gravedad del ataque. El evento se cuenta en otras fuentes medievales, como la Historia Regum (Historia de los reyes), comúnmente atribuida a Simeon de Durham. El autor afirma que los invasores paganos «saquearon todo a su paso, pisotearon los lugares santos, destrozaron los altares y se apoderaron de todos los tesoros de la santa iglesia». Continúa describiendo cómo se llevaron encadenados a muchos de los hermanos del monasterio y ahogaron a otros en el mar. El erudito de Northumbria, Alcuin, también aborda la incursión en cartas tanto al rey de Northumbria como al obispo de Lindisfarne, calificándola de calamidad sin precedentes.

El ataque fue aterrador para los cristianos no solo por la gran violencia infligida, sino por suponer la destrucción de un santuario cristiano, la profanación de un lugar sagrado. De hecho, al atacar la isla de Lindisfarne, los vikingos estaban atacando el corazón de la cristiandad anglosajona. El monasterio y el obispado de Lindisfarne habían sido construidos a mediados del siglo VII por un monje irlandés llamado Aidan, quien fue convocado a Northumbria por el rey Oswald para llevar la misión cristiana al norte de la isla. Entonces Lindisfarne se convirtió en el centro de una misión de gran éxito, una base desde la cual Aidan viajaba al continente para enseñar la fe cristiana y establecer nuevos lugares de culto. Más tarde, la isla se convirtió en un lugar de peregrinación, pues su monasterio albergaba las reliquias de san Cuthbert, nombrado obispo de Lindisfarne en el año 685 de nuestra era. Tras la muerte de Cuthbert, que en su época fue sanador y vidente, ocurrieron muchos milagros en Lindisfarne, de modo que esa pequeña isla de solo cinco kilómetros cuadrados al noreste de Inglaterra se convirtió en un destino de peregrinación para los fieles.

Después de Lindisfarne, los vikingos atacaron otros monasterios en las islas británicas, incluido el monasterio de Jarrow (también en Northumbria) y el famoso monasterio de Iona en las islas Hébridas. Los monasterios eran blancos fáciles para los asaltantes porque estaban aislados y no contaban con defensa militar. Los primeros vikingos asaltantes eran probablemente noruegos que llegaron directamente por el mar del Norte, y sus ataques eran rápidos: saquear y huir. Sin embargo, a mediados del siglo IX, los ejércitos vikingos (en su mayoría daneses en ese momento) fueron conquistando reinos enteros en Inglaterra. La era del terror no terminó hasta el siglo XI.

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Un comentario

  1. E.Roberto

    Al leer nuestra Historia, es imposible no llegar a la conclusión de que los germanos -o sea todas esas poblaciones que van desde la Escandinavia hasta el nord y centro-oeste de Europa (J.V Jansen, un dinamarqués premio Nobel dejó un libro con una visión germánica bastante inquietante de su “raza”)- han sido los principales personajes de casi todas las tragedias del occidente: la primera invasión masiva en el 100 AC con teutones, ambrones y cimbrios, el acto final de la caída de Roma y la subsiguiente invasión de longobardos, godos y vándalos, los tristemente famosos viquingos, las cruzadas y sus consecuencias nefastas todavía hoy, todas con caudillos germánicos al mando y papas acomodaticios, las fundaciones de los primeros reinos guerreros por toda la Europa que la llenarían de conflictos por siglos, las dos guerras mundiales. Sobre la primera soy del parecer de que no solo problemas geopolíticos o económicos le dieron origen, también hubo y hay una rivalidad que viene desde muy lejos entre franceses y alemanes: el exterminio de miles de sajones que no querian ser cristianizados, degollados por Karl Magno que a su vez quería congraciarse con el papa de turno. Las tribus de francos también eran de origen germánica. (Es significativo que la coronación del káiser a emperador después de la guerra del 1870 se haya realizado en los palacios de Versailles, una ofensa imperdonable); los imperios coloniales con el libre comercio a través de los cañones, la invención del capitalismo y su sostén metafísico del calvinismo. Lejos de mi está el racismo; todos tenemos derecho a estar en este mundo, solo hay reflexiones. Gracias por la excelente lectura.

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