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‘Better Call Saul’: un análisis de personajes, un análisis de nosotros mismos

Better Call Saul 1
Bob Odenkirk como Jimmy McGill y Rhea Seehorn como Kim Wexler en Better Call Saul. Imagen: AMC.

«A partir de los deseos básicos, la experiencia va construyendo los deseos del carácter […]. Adquirimos hábitos afectivos y creencias que van a determinar nuestros deseos».1

Me parece curioso que nos resulte imposible relacionarnos o nos atraigamos según nuestros patrones. Somos imanes que se atraen o se repelen según el tipo de aprendizaje que nos hayan inculcado. Somos fuerzas contrarias que trabajan inconscientemente en el aspecto social. Uno de los ejemplos más claros que he visto para esto son los tipos de apego. El apego es el vínculo que se forma con nuestras figuras de cuidado en la infancia, es decir, mamá y papá, y según se hayan dado estas, nosotros desarrollaremos un tipo de vinculación aprendida, una forma de relacionarnos con los demás que se desenvolverá hasta la edad adulta.

Existen principalmente tres tipos de vinculación patológica: el apego ansioso/dependiente, el apego evitativo y el apego desorganizado. El ansioso/dependiente se forma cuando las figuras de apego nos han sobreprotegido o han facilitado unos cuidados inconsistentes, no siempre presentes, por lo que la persona crece con la necesidad de una confirmación continua del afecto. El apego evitativo, por el contrario, se forma cuando los padres no atendieron o invalidaron las necesidades emocionales del niño y la única defensa que este conoce ante esa desprotección es la búsqueda de la autonomía y el desapego ante cualquier relación o intimidad. Es el típico: no llores, no es nada, o de una hostia te quito la tontería. El apego desorganizado presenta características de los dos anteriores debido a la negligencia en el cuidado.

La elección de la pareja está profundamente relacionada con estos patrones y así lo explica el psicólogo Arun Mansukhani: «Las personas con patrones sumisos formarán pareja con más facilidad con una persona con patrones dominantes o evitativos. A su vez, dos personas con un patrón evitativo difícilmente formarán una pareja y, si lo hacen, casi siempre la menos evitativa de las dos empezará a mostrar un patrón más sumiso. Lo mismo podemos decir de las personas con un patrón dominante: difícilmente formarán relaciones entre sí, pero con frecuencia formarán una pareja con personas con un patrón sumiso».2

Nos compenetramos, nos damos lo que necesitamos, pero eso no siempre funciona. A veces lo que necesitamos no es bueno para nosotros, lo que nuestro modelo de apego patológico nos dice que necesitamos nunca derivará en la creación de una relación sana, donde haya tranquilidad, respeto y afecto. Estas relaciones son patológicas, en su base, porque nos llevarán a la neurosis, a la inseguridad, a comportamientos compulsivos y obsesivos y, por supuesto, en última instancia, a la infelicidad y al miedo. Porque lo que tienen en común los tres tipos de apego patológico es el miedo y el miedo nos hace hacer cosas descabelladas, fuera de la lógica y de nuestro propio cuidado, tan solo para mantenerlo a raya. De esta forma, los ansiosos y los evitativos forman la pareja perfecta, se complementan como anillo al dedo. Uno necesita cariño y va a buscarlo, el otro necesita espacio y huye. El apego de uno le dice que tiene que huir, el apego del otro le dice que tiene que perseguir. Y ahí el círculo se cierra.

Nos emparejamos según nuestros patrones y nuestras heridas de la infancia, nos relacionamos desde el inconsciente. Si cada uno resolviera lo suyo, si todo el mundo fuera a terapia, podríamos vincularnos desde lo que somos realmente, desde la sinceridad y las necesidades y deseos de cada uno. Nos evitaríamos muchos problemas. Nos evitaríamos formar vínculos sin dejarnos arrastrar por una fuerza que nos hace hacer cosas que sentimos muy adentro, pero que real, realmente, solo es la repetición de lo que vivimos de pequeños.

Reproducimos lo que vivimos de pequeños. Lo bueno repetirá lo bueno, lo malo repetirá lo malo. Porque es lo único conocido. Annie Ernaux, en La vergüenza, escribe: «Siempre he deseado escribir libros de los que me sea imposible hablar a continuación, que hagan que la mirada ajena me resulte insostenible». No es lo sano, no es ni agradable, pero es humillante. Ella misma reproduce la vergüenza, la hace caer sobre sí misma. No es una emoción positiva, pero que siente cómoda en la posición conocida de inferioridad y vejación expuesta. Nuestra vida es un círculo de círculos infinitos hasta que decidamos romper uno.

Sumergidos en esta inconsciencia, pocas veces he visto en la ficción la representación de una relación sana, sin idealizaciones, romanticismos ni dependencias. Una relación adulta, donde cada uno tenga su vida y sea responsable de la misma y de sus decisiones. Pocas veces lo he visto, pero sin duda una de ellas es Better Call Saul.

Spoiler mortal a partir de aquí

En la mayoría de las series, se pasan toda la trama y todas las temporadas mareando a los personajes, haciendo que tonteen hasta la asfixia sin decidirse jamás; eso mantiene al público en el vilo romántico y en el corazón en la boca hasta el final, cuando se juntan. Y comieron perdices. Eso es lo que nos engancha, que comieron perdices, porque hay un montón de dificultades y al final son felices. Nos creemos que nosotros también vamos a serlo, pero en realidad, en la vida, si hay un montón de dificultades, si te pone millones de obstáculos, si no se decide, si no da el paso, mejor darse la vuelta e irse. El amor debe ser fácil y hacerte sentir bien. Lo contrario no es más que una propaganda muy bien utilizada, una manipulación con excelente campaña de marketing.

En Better Call Saul, Jimmy y Kim son pareja durante toda la serie hasta que al final rompen. Como la vida misma. Se utiliza la estructura contraria. Es explotar la pompa de jabón. No le dan de comer al espectador un gusano triturado en el piquito, no le dan lo que espera, le dan lo que hay. La vida es así, te jodes.

Si analizamos su interacción, Jimmy y Kim tienen una relación bastante sana. Se apoyan, se respetan, se alegran por las victorias del otro, es una relación entre iguales. No existen inseguridades, no manipulan ni se manipulan entre sí. Pero lo que es cierto es que se desregulan, o más bien, en la desregulación de uno, absorbe al otro y activa comportamientos destructivos. La relación sana entre dos personas se da cuando funcionan, se hacen sentir bien y crecen personalmente; se desregulan cuando entran en funcionamiento los traumas de uno y otro negativamente. Una relación puede funcionar bien y también puede funcionar, pero mal.

Jimmy es una persona que se ha hecho a sí misma, es un buscavidas lícita e ilícitamente, que no tiene vergüenza ni pelos en la lengua. En todos sus planes vemos una impulsividad que no puede controlar, una pulsión por demostrar que él también puede alcanzar el éxito, que puede lograrlo cueste lo que cueste, que él también es apto. Porque, en el fondo, como en todas las emociones no resueltas, surge el sentimiento infantil y, en el fondo, sigue sintiéndose Jimmy Resbalones con la voz crítica de su hermano mayor que le susurra y le regaña que es un inútil, que siempre da problemas, que no es suficiente. Todo lo que hace es una compensación, una sublevación ante la no aprobación de su hermano, un demostrarse a sí mismo.

En Kim, por otra parte, vemos ciertos flashbacks que nos devuelven a su infancia, donde nos encontramos con una madre irresponsable, inmadura, inconsistente, que la obligaba a robar diciendo que dudaba de que pudiera. Se intuye una infancia desatendida, lo que la obligó a ser una persona independiente, resolutiva, autosuficiente. La ponía a prueba para ser una niña mala, para que dejara de ser la niña buena, de buenos estudios y de la sonrisa de la profesora, para censurar todo lo que la propia madre no era. En la adultez, en su camino recto de abogada, se cruza Jimmy, que le recuerda ese deseo infantil de saltar el muro, de saltarse las reglas, de superar la pared tan grande que ha construido en contraposición a su madre. 

Jimmy y Kim vienen de la no aprobación y de forjarse a sí mismos, pero en caminos contrarios. Vemos perfectamente que cada uno tiene un objeto vinculante con sus traumas pasados, que están ocultos, pero presentes capítulo tras capítulo. Jimmy manosea el anillo que le regaló su compañero de fechorías y que decide instalar en su dedo meñique; Kim, más sutilmente, usa los mismos pendientes triangulares que su madre le obligó a robar. Inconscientes, pero persistentes.

Hay un momento límite casi al final de la serie, después de su aventura por el desierto, en que Jimmy quiere parar. Ahí toca fondo y está dispuesto a cambiar la dirección de su vida, sabe que ha llegado al límite y que, si continúa por el mismo camino, arrastrará a Kim también. Justo cuando lo ve con claridad y sensatez por primera vez, las tornas cambian y es ella la que entra en el juego. Los dos se adentran en un bucle en el que ambos se retroalimentan y son destructivos. Se compenetran de esa forma. Cada uno entra en el juego del otro, se mimetizan. Kim, que era la voz de la sensatez, se deja llevar, porque ser malo es divertido, ser más inteligente que los demás es divertido. La relación de Jimmy y Kim está claro que funciona, pero se encuentran una y otra vez con el escollo de las mentiras de Jimmy, los enreveses, los peligros y, en último término, los miedos a imbuirla en esa vorágine, porque en mi opinión lo que hace que no funcione es la impresión que la personalidad de Jimmy tiene en ella, en cómo la cambia, en el caos de su alrededor que llegue a tocarla y la transforme definitivamente. La culpabilidad que siente Kim hace que lo vea de forma mutua y pareja, responsabilidad de ambos, pero son muchos los factores que entran en juego, factores que llevan de nuevo al origen: echar tierra sobre emociones que no queremos sentir no nos lleva más que a una posición anclada y a la evitación del problema. Jimmy lo dice al salir del desierto: «Las malas decisiones acaban mal, llevan a lugares malos».

Justo por eso, me parece interesante que la ruptura de su relación no sea por causas ajenas, que no sea por obstáculos que no les permitan estar juntos aunque quieran y se nos rompa el corazón y lloremos todos. Aquí no. Aquí rompe ella, toma la decisión no porque ya no se quieran ni ya no funcione, sino por la dinámica que se genera cuando están juntos. También por la culpabilidad y por un poco de autocastigo, porque a veces algunas situaciones son insalvables. Y vemos lo que de nuevo es tan raro ver: la responsabilidad para aceptar, aunque no queramos. Ella rompe por la responsabilidad, para no hacer más daño, para que sus patrones no se sustenten el uno al otro y acaben en un agujero del que no puedan salir. Se quieren y se atraen, pero las estructuras opuestas siempre se atraen. Y no son buenas, y no son sanas. Aceptar que algo que te hace feliz no es bueno para ti puede ser lo más difícil que existe. Tomar la decisión, renunciar a ello, es de una responsabilidad que pocas veces se ve, en la ficción y en la vida. Renunciar es difícil. Nadie quiere renunciar a algo que nos hace sentir bien: a una adicción, a la adrenalina sin freno, a la organización excesiva, a rellenar toda la agenda para no parar ni un momento y no pensar en nada más, a la interacción con alguien que nos hace sentir vivos. A veces es necesario saber ver más allá. Salir del círculo, verlo desde fuera.

Escuchar lo que nos decimos da mucho miedo. Escuchar lo que sabemos, pero no queremos aceptar es un pánico infinito. Pero la realidad es que, si nunca damos el paso más allá, si nunca nos arriesgamos a salir del miedo, jamás alcanzaremos la plenitud de realmente vivir como queremos vivir. Por eso creo que es necesario saber de dónde partimos, por eso creo que es necesario el análisis de lo que vemos y de lo que consumimos, para no repetirlo, para ser conscientes. Necesitamos más modelos de relaciones sanas y, sobre todo, necesitamos más modelos de comportamientos e incluso de rupturas sanas. Para que nuestro fin último deje de ser el príncipe que nos salve, el sentimentalismo, la romantización del amor en sí, sin juicio, sin valor, sin crítica. El enaltecimiento del sentimiento y el cuchicheo y perder el cuidado y el respeto mutuos. El amor sin consciencia, sin la elección real que se hace desde la no necesidad, ni es real ni es amor. 

Better Call Saul 1
Bob Odenkirk como Jimmy McGill y Rhea Seehorn como Kim Wexler en el final de Better Call Saul. Imagen: AMC.

Notas

(1) Las arquitecturas del deseo, José Antonio Marina.

(2) «Los patrones de vinculación patológica: más allá de la dependencia emocional», Arun Mansukhani en Avances en Sexología Clínica.

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2 Comments

  1. Solo un tipo que iba pasando

    Para mi, la parte más dificil de creer (y toda la serie -como todo el entretenimiento actual- todo el tiempo se la pasa abusando de la Suspensión de la Credulidad del espectador), era que Saul haya podido conquistar a una mujer como Kim antes de que empiece la serie. Siendo sinceros, que pudo ver ella en el que le resultó atractivo? El no es atento, especialmente caballeroso, detallista, mucho menos romántico con ella (cuando se casan, un delincuente casi lo obliga a que la lleve aunque sea una noche de luna de miel). En México, decimos alguna fina frase como «el pit* (organo sexual) de Jimmy le ha de llegar a las rodillas, por que no se que otra cosa puede encontrarle de atractivo Kim.» Las escenas de intimidad sexual, me parecian imposibles de ver. Se sentian falsas, avergonzadas, poco naturales. Me pase toda la serie esperando alguna explicación de por que Kim está enamorada de él. «Es que me divertía tanto contigo» me parece muy poca razón para justificar toda su implicación en los delitos de él. Skylar, el otro personaje femenino de la saga, me parece tambien un personaje escrito por un guionista que no sabe entender a las mujeres. Solo así me explico tremenda falta de contexto en ambos personajes femeninos. Kim me parece el prototipo de lo que un incell cree que debería de ser una mujer.

  2. Emmeth

    Siempre me preguntaba: ¿Cómo analizar la relación de Jimmy y Kim?, ¿Desde qué perspectiva? Y la respuesta la he encontrado en este genial artículo.
    Haces un análisis tan espectacular que no me quedan dudas ya, una relación perfecta y complicada, donde no es necesario el romanticismo ni los típicos clichés que nos muestran en series o películas.
    Ambos saben que son ideales entre ellos, perfectos para una relación, pero también conscientes del daño que pueden hacer si se desatan.

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