Viene de «Teología recreativa (2)»
La herejía exclusivista del Santo Grial
No es el mero hecho de que fuera utilizado en la última cena lo que hace santo al grial, pues de ser así habrían sido objetos de la misma búsqueda y devoción los cubiertos que utilizó Jesús o el plato en el que comió. Si los caballeros de la Mesa Redonda lo buscaron con tanto empeño y los templarios lo custodiaron como el mayor de los tesoros, es porque el grial contuvo la sangre de Cristo, recogida al pie de la cruz por José de Arimatea.
Pero en el sacramento de la eucaristía el vino se convierte en la sangre del divino redentor, por lo que cualquier cáliz alzado por el sacerdote en la ceremonia de la misa es un Santo Grial tan venerable como el que se conserva en la catedral de Valencia (o el Sacro Catino de Génova, el Cáliz de doña Urraca, el Grial de O Cebreiro, el Cáliz de Antioquía, el Vaso de Nanteos, la Copa de Hawkstone y otros recipientes que reclaman el título). Venerar más que los demás cálices eucarísticos el que contuvo la sangre manada de la herida de Cristo, equivale a considerar que el vino consagrado es una sangre divina de menor calidad, una solapada forma de fetichismo que entraña una herejía exclusivista, y que demuestra, una vez más, que, como advierte el Evangelio, los supuestos creyentes son «hombres de poca fe». Por más que aseguren creer en el sacramento de la eucaristía, siguen viendo pan en el pan y vino en el vino. Aunque no siempre los llamen así.
Cielo e infierno
Como no podría ser de otra manera, el cielo es un lugar perfectamente confortable; pero, a la larga, resulta un tanto monótono, pues ni siquiera Dios puede proporcionar una diversión perpetuamente renovada.
El infierno también es un lugar perfectamente confortable, ya que la menor incomodidad, la más leve molestia, al prolongarse eternamente, se traduciría en un suplicio infinito, y Dios, dada su justicia absoluta (por no hablar de su absoluta bondad), no puede infligir un castigo ilimitado a seres de responsabilidad restringida como son los humanos.
El cielo y el infierno son, pues, prácticamente iguales. Pero ni los bienaventurados ni los condenados lo saben, por lo que los segundos sufren —aunque cada vez menos, y su malestar, que tiende a cero, no es infinito— al pensar que se pierden las delicias del paraíso, mientras que los primeros obtienen su mayor goce de la idea de haberse librado de las torturas del infierno.
El Libro de Alá
Según el Corán y la Sunna, Alá tiene en el cielo un libro en el que están consignados todos los sucesos pasados, presentes y futuros. De esta revelación se desprende de forma inequívoca que todos los acontecimientos son expresables mediante palabras; por lo tanto, el tópico místico de lo inefable debe ser rechazado como herético. El éxtasis no deja de ser, por sublime que sea, un acontecimiento (incluso habría que decir que es el acontecimiento por excelencia) y, como tal, tiene que estar consignado en el Libro de Alá, lo que significa que se puede expresar verbalmente de forma plena y fidedigna, pues de lo contrario el libro sería incompleto o inexacto.
Además, puesto que el lenguaje es inmenso pero no infinito, el número de acontecimientos posibles, en tanto que verbalizables, es limitado, cosa que ya sabíamos con respecto a los sucesos presentes y pretéritos, pero que, por constar en el libro, atañe también a los futuros, lo que nos obliga a pensar en una gloria cíclica. Los encantos de las huríes, sus sonrisas, suspiros y caricias, las sensaciones que puedan suscitar en los bienaventurados, los grados y matices del goce de la visión divina: todo ello está escrito en el Libro de Alá, luego es expresable con palabras, luego es finito.
No cabe, pues, imaginar la eviternidad como progresión continua o experiencia atemporal. Encadenados a la linealidad del lenguaje y confinados en sus límites, los bienaventurados, figurantes de la divina comedia, repetirán su papel por los siglos de los siglos.
El centésimo nombre de Alá
Según el Corán y la Sunna, Alá tiene noventa y nueve nombres. Los nueve primeros y los nueve últimos son:
- Ar Rahman (el Clemente)
- Ar Rahim (el Misericordioso)
- Al Malik (el Rey)
- Al Quddus (el Santísimo)
- As Salam (el Salvador)
- Al Mumin (el Dispensador de seguridad)
- Al Muhaimin (el Guardián)
- Al Aziz (el Poderoso)
- Al Jabbar (el Dominador)
…
- Ad Darr (el Creador de lo que hace daño)
- An Nafi (el Creador de lo bueno)
- An Nur (la luz)
- Al Hadi (el Creador de la guía)
- Al Badi (el Iniciador)
- Al Baqi (el Eterno)
- Al Warith (el Heredero)
- Ar Rashid (el Maestro)
- As Sabur (e Paciente)
En realidad, la mayoría de estos nombres son adjetivos, y, por otra parte, muchos resultan, por redundantes, superfluos, lo que sugiere que quienes confeccionaron la lista querían alcanzar un número imponente y rotundo, desgranar una letanía digna de ser recitada o cantada por los fieles y lo bastante extensa como para inducir el divino estupor de las salmodias y las melopeas.
Pero entonces, ¿por qué noventa y nueve nombres y no cien? ¿Por qué quedarse a un paso del contundente número redondo? No cabe establecer un paralelismo con Las mil y una noches, pues es más bien el caso contrario: la noche milésima primera es el broche de oro de un cumplido collar de mil cuentas. Si los nombres de Alá fueran ciento uno… Pero el hecho de que sean noventa y nueve nos llevan a pensar en un proyecto interrumpido o truncado; aunque tal vez por exceso de éxito, pues según algunos sufíes el centésimo nombre de Alá —un nombre secreto accesible solo a los iluminados— es el Incalificable, y no aparece en la lista porque invalida los otros noventa y nueve. Más aún, se invalida incluso a sí mismo —ya que «incalificable» es, al fin y al cabo, un calificativo— y vertiginosamente enfrentaría a los no iniciados con la abismal desnudez de Dios.
Deus ex machina
La enorme computadora contenía toda la información existente, y su capacidad combinatoria era prácticamente ilimitada.
Había jugado (consigo misma) todas las partidas de todos los juegos, había leído todos los libros e imaginado los aún no escritos, había soñado todos los sueños y revivido todas las vidas en sus circuitos inagotables…
La habían construido y programado para hacerle la pregunta definitiva, y por fin se la hicieron:
—¿Existe Dios?
—Ahora sí —contestó la máquina, y se elevó hacia los cielos.
Una lástima que no le hubieran preguntado también sobre la respuesta al sentido de la vida, el universo y todo lo demás.
Bueno, ahora ya sabemos que la respuesta es 42.
Gloriosa o infernal, la eternidad no convence. Mejor sería que a la semifusa feliz le cupieran las redondas. Escuché en la radio, contado por Alejandro Dolina, que Mahoma lo logró. Iba el Profeta montado en su hermosa yegua blanca (lo imagino cantando «Amapola») y en el mismo instante en que el animal rozó una tinaja con leche y esta comenzara a caer, se fue al cielo a conocer el paraíso. Al volver, la leche aún no se había derramado. (Imagino también que desde su montura, el hábil Jinete impidió el derroche).
La eternidad no convence, pero la idea de un final resulta difícil de asimilar. Es parecido a lo que ocurre con el tamaño del universo: ¿finito o infinito? Las dos posibilidades escapan a nuestra comprensión.
En verdad soy casi ignaro en matemáticas; pero me parece que sí existen semejanzas entre éstas y la teología. De hecho hay una lógica impecable.
Es obvio que pretender ofender o ser enemigo de Dios, como si éste pudiera conocer ofensa, es una blasfemia absoluta. De hecho los inquisidores y mullahs que castigan a blasfemos lo son en grado máximo.
Stanislaw Lem tiene un hermoso relato sobre seres especulativos creados por un sistema informático que sería dios. También hay una novela L’anomalie que va de eso. El cogito cartesiano quedaría muy matizado.
Teología apofática, del silencio, negadora; quizás la única para los verdaderos creyentes.
La bendita oscuridad del no-saber, tan cara a los místicos. Y enhorabuena por tus lecturas: Lem es el mejor, y la novela de Le Tellier es muy interesante (aunque tal vez no satisfaga del todo las expectativas que crea la primera parte).
Al releer los comentarios, me he acordado de que, en uno de sus viajes (el veintitantos, no recuerdo el número exacto), Ijon Tichy se encuentra con unos robots-monjes que profesan una curiosa teología de la negación. Lo buscaré y tal vez le dedique un artículo a la idea de Dios en la obra de Lem. Gracias por la sugerencia, Francisco.
Tengo que releerlo, pero creo el veintiuno. Perdí Solaris, ahora debo conseguir uno nuevo. Recuerdo la lectura y la versión Tarkovsky, las dos de mucho pensar. Buen programa lectura y visión. En todo caso, opinión personal, Solaris es tan superior, bueno la prefiero, a la de Kubrick. El viejo Buñuel, no estoy seguro, estaría conmigo.
Sí, Buñuel estaría de acuerdo, seguramente. A Lem (era muy quisquilloso) no le gustó la versión de Tarkovsky porque no se ceñía rigurosamente a la novela, pero es una gran película.
¡Ah, el horror! ¡El horror!”
Joseph Conrad, El corazón de las tinieblas
Esa máquina no se puede construir.
Si yo tengo una máquina A capaz de ejecutar una máquina virtual B dentro de ella, la capacidad de procesar de B será siempre menor que la de A.
Ninguna máquina posee una capacidad combinatoria ilimitada, sino finita.
Para empezar hay un tiempo de computación. Cabe que una máquina encuentre una solución para un problema en el tiempo, pero otra cosa será que esa solución sea producida en un tiempo razonable.
Sea como fuere, la máquina jamás ascendería a los cielos.
El cuento es una tontería, salvo para el público anumérico que se lo tragará todo.
Es un tipo de tontería llamada literatura, donde caben metáforas, alegorías, ironías y otras figuras retóricas.
Lo tuyo es disidencia y ateísmo controlados. Como intelectual, sólo leo a un empleado más del cártel capitalista católico. Mantienes una falsa imagen de independencia, aparentemente crítica con el mismo sistema que te facilita una cómoda existencia. Cuestionas a la iglesia, pero muy a medias y con malos argumentos. Cuando se te pone a tiro ensalzar la ética cristiana, tampoco dejas pasar la oportunidad. No te faltarán galardones, ni presencia en los grandes medios. Lo tuyo es postureo. Básicamente fabricas productos diseñados para controlar la disidencia de las audiencias jóvenes. A medio camino entre el marxismo de salón y el marxismo de boutique. Uno de tantos agentes del establishment. Un subproducto bastante lamentable y mediocre.
Lo de que la máquina no puede volar es insuperable. Es como criticar las fábulas de Esopo diciendo que los animales no hablan. Lo haters de Frabetti son cada vez más tontos.
¿Hater? En español «odiador». Yo no le odio a él. Ni siquiera lo conozco. Tuve malos profesores. Tampoco los odiaba, pero no por ello dejaron de ser malos profesores. Si el mejor producto del que es capaz un intelectual presuntamente de izquierdas al criticar la idea de Dios son estos artículos, apaga y vámonos. Menudo guerrero contra el nacional catolicismo.
Estoy de acuerdo contigo: si esto fuera lo más que soy capaz de hacer para criticar el nacionalcatolicismo, apagaría y me iría. Pero creo que la batalla hay que librarla en muchos frentes: se puede ironizar sobre un tema en un momento dado y abordarlo más abiertamente en otro momento. Por ejemplo:
https://www.naiz.eus/eu/iritzia/articulos/respuesta-a-vicenc-navarro-el-nacionalcatolicismo-y-sus-complices
Dicho sea de paso, este tipo de artículos son el motivo de que el sistema nunca me haya facilitado una cómoda existencia, ni en lo económico ni en lo político; sobre ese punto estás mal informado.
La batalla se perdió hace mucho, en especial en contra de la corrupción. De mantenerla se encarga una alta muralla administrativa. Ya no hay batalla. Nada queda al azar. En el statu quo, los prisioneros de la caverna cavan con alegría. Ni siquiera se recuerda que hubo batalla. Como Marx no puede ser marginado de la historia de la filosofía, se liquida la historia de la filosofía. Pronto no quedará ninguna facultad en pie en ninguna parte.
No me puedo quejar en absoluto de mis lectoras/es y comentaristas habituales, Eva (sin L, supongo), ni siquiera de mis «haters» (término desmesurado pero que ya se ha vuelto de uso común), que suelen aportar consideraciones que me ayudan a reflexionar sobre lo que escribo, lo cual es de agradecer, aunque no siempre lo hagan con los mejores modales ni con los argumentos más sólidos. No es aquello de «que hablen aunque sea mal» (solemne tontería), sino «que argumenten, aunque sea a trompicones». O mejor: «Dialoga, que algo queda».
Mala crítica la que se basa no en conceptos, sino en demoler la vida privada del criticado: cómoda vida privada, instrumento del stablishment. Manca finezza intelectual y sobra espíritu de inquisidor. Los artículos de teología van de pasar un rato entretenido especulando con ideas y conceptos. No creo que el columnista pretenda comprar un Ferrari ni que la iglesia católica lo nombre obispo in partibus.
Muy cierto y bien escrito su comentario.
Ignoras u omites el paralelismo doctrinal entre cristianismo y socialismo: básicamente, ambos vienen a decir que si a todos tus vecinos les va bien, a ti también te irá bien: luego te conviene ocuparte de él cuando lo necesite. Después están la iglesia y el partido, pero esos ya son otra cosa: la torpe e interesada mediación de la naturaleza humana. palabra de ateo.
Leyendo los comentarios me he dado cuenta de que Carlo Frabetti es Carlo Frabetti. Qué burro soy. El de los prólogos de las recopilaciones de relatos de ciencia ficción del año de la nanita. Me habré leído todos dos veces. Para un niño era como ese señor que salía en el programa La Bolsa de los Refranes los sábados justo antes de la película. Contaba un rollo tremendo y todos esperando a que acabara pero a la vez nos lo tragábamos porque era muy interesante.
Gracias, Jose, a eso aspiro: a escribir rollos tremendos que resulten interesantes, y soy consciente de que consigo lo primero pero no siempre lo segundo. Y puesto que está muy difundido el tópico de que los adictos a la ciencia ficción (como yo mismo) son unos frikis que no leen otra cosa, es reconfortante reencontrarte en estas páginas.
En todo caso, recuerde lo que decía Chesterton. Si no hubiera Dios no habría ateos. Al hablar de él, sin duda le está dando pábulo.
No solo lo recuerdo, sino que en un artículo reciente rebato esa falsa paradoja, que no pasa de ser una boutade. Es como decir que si no existiera Papá Noel no habría niños que no creen en él. Y no creo que hablar de algo sea, necesariamente, darle pábulo; según eso, no habría que hablar del machismo, ni del racismo, ni del cambio climático… Por si te interesa:
https://www.jotdown.es/2022/08/chesterton-shaw-el-gordo-y-el-flaco/
Vi que 42 no es una respuesta arbitraria y que está vinculada con la literatura y el mundo de los programadores.
Si me preguntaran por el sentido de la vida humana, diría que el más común lleva la misma dirección de la adversidad y sentido contrario.
Sobre el número 42:
https://elpais.com/ciencia/el-juego-de-la-ciencia/2022-11-04/la-respuesta-a-la-gran-pregunta.html
La RAE ya solo recoge el término «soplagaitas»en el histórico, por lo que es de agradecer que aún exista quien se esfuerce en mantenerlo vigente.
Las religiones pienso que son un problema existencial sin solución. Nuestros descedientes, si es que existirán harán una interminable cola para subir a una nave criotécnia con destino a un nuevo planeta junto a otros que continuarán a repetir el Apocalipsis, yo pecador, etc. etc. Es parte de nuestra naturaleza, mejor dicho de nuestro cerebro, del cual habría que tratar de adueñarse; cómo no lo sé. Tal vez haciendo todo lo contrario de lo que él decide pues su misión, como el dinero y el poder necesita más de lo mismo, de existencia y de una inútil trascendencia que a menudo no coincide con las ideas de quien lo transporta, y esto, además de no entenderlo ni yo, me suena a viejas doctrinas orientales, de abandono, de desapego, etc. etc. Algún día sabremos cómo funciona esa zona cerebral que se despierta de frente a los trascendental, pero lo que quedará sin resolver es por qué unos piensan de una manera distinta a la de los otros, esa fe religiosa o impulso bioquímico que en su esencia es igual a la fe de los ateos. Quzás sea por la cultura, pero considero que una buena dosis de ateísmo es mucho más saludable que una dosís de trascendencia Además, el problema tiene aspecto masculino pues toda nuestra cultura está referida a nuestro género, comenzando con Aristóletes (las mujeres son hombres mal logrados, afirmaba cuando es al revés) y sobretodo con don Freud y su famoso instinto o pulsión de muerte que sólo nosotros sufrimos; a las mujeres no les pasa por la cabeza . Lo que me llama la atención de tu artículo es que tratás de desentrañar, o hacer más comprensible conceptos como el paraíso, infierno, griales, adjetivos que es muy probable que no los haya entendido, pero me has hecho acordar de los obispos del X siglo y sus elucubraciones dogmáticas para justificar el uso de las armas y sus consecuencias en los caballeros de todas las cruzadas para defender la religión, y como en una de las respuestas a un comentario aludís a una “batallas en distintos frentes” me asocio con esta especie de delirio literario producto de mi pesimismo en el destino de la humanidad, pues es una causa metafísica que está condenanda al fracaso, un causa perdida, mis preferidas, las de los últimos, las de los perdedores, la de los peronistas en mi caso particular y disculpá este resbalón necesario. Si hubiera prevalecido el marianismo otra sería la cuestión, comenzando con que no habría tantos dogmas, castigos, prohibiciones ni historias sin pie ni cabeza. Solo transmitir el valor de la vida en todos sus aspectos con una gran dosis de indefesión, de fragilidad. Ellas jamás serán tan listas, divertentes, ocurrentes o astutas como nosotros, pero hay que reconocer que tienen otro tipo de inteligencia, tal vez emotiva, y a nosotros nos cuesta aceptar que puede haber otro tipo que no sea la de los varones, y recien ahora nos estamos dando cuenta de que hay infinidad de inteligencias “menores” tan válidas para sus usuarios como la nuestra. Cierto que un gobierno mundial femenino sería un gran aburrimiento, pero lo prefiero solo para probar, ya que hasta ahora es solo horror. Los dioses varones me crean desconcierto del momento que representan a una mitad de la existencia. En el NT hay enseñanzas valiosas, junto a pasajes difíciles de entender, como aquel donde Jesus salva a la prostitutra de la lapidacion con su famosa frase de alzar la mano, pero la aconseja de no pecar mas, cuando ella lo único que hacia era ganarse el pan de todos los dias en un mundo de varones. No pecaba, solo trabajaba. Por algo es la profesión más vieja del mundo y supongo que en aquellos tiempos ya se sabía. En las bodas de Canan hay una frase de Nazareno que yo, a mi madre jamás se la hubiera dicho: al recordarle María que ya no hay más vino, Jesús contesta: “¡Qué tengo que hacer contigo, mujer!, mi hora todavía no ha llegado”, cosas no dignas de uno que pretendía ser el Mesias, o sea universal con tufillo a misogenia. ¡Y despues hay que tener en cuenta las traducciones del aramaico al griego! Enrico de Luca, conocedor de lenguas antiguas, escribió un excelente librito en donde explicaba el simbolismo de la letra Aleph del alfabeto hebreo presente en el nombre Maria con todas sus variantes, abierta, cerrada etc. etc, y el error en la traducción de ese mandamiento que dice “Parirás con dolor”. De Luca dice que, realmente dice “Parirás con esfuerzo”, cosa evidente para cualquiera, y sospecho que el antiguo traductor eligió ese estado de sufrimiento, o sea de castigo a uno que necesita energia, cosas que las mujeres parece que no tienen, el sexo débil para entendernos.
Aun en el supuesto de que el sentimiento religioso no desapareciera, las que sí pueden y deben desaparecer son las organizaciones que aprovechan ese sentimiento para oprimir, reprimir y explotar a la gente. El verdadero problema no es el opio (del pueblo), sino los narcos.
Los peronistas de «causa perdida» son los mejores peronistas
Aquí se roturan bastantes tópicos.
Conocí a un profesor de lengua que entraba en los foros a saco. Era un tipo de lo más convencional y retraído, siempre en la estela de su mujer, pero en los foros se trasfiguraba en un renegado, racista y sexista de primera magnitud. Lo descubrí accidentalmente al administrar el aula que él empleaba. Me llamó la atención, porque caben al menos dos interpretaciones de algo así: o la personalidad fingida era una válvula de escape para aquella vida aburrida que llevaba o la personalidad fingida era la real y estaba siendo contenida por un montón de convenciones entre las que estaba el acompañar a su mujer puntualmente a misa los domingos y fiestas de guardar. Era como una mina sin detonar y si sus condiciones de vida hubieran sido otras, la carga que llevaba dentro habría explotado. Esta es la interpretación clásica de los griegos, para quienes “persona” significa “careta” o la de Freud. Incluso la de Nietzsche. Es cierto que el catolicismo es una bazofia de primer orden, pero es que el ser humano tampoco es una lindeza precisamente.
El ser humano es un animal gregario que colabora con sus semejantes para conseguir lo que necesita y compite con ellos para llevarse la mejor parte. La lindeza o no de la condición humana depende del equilibrio colaboración/competencia, o del desequilibrio, más bien. Y, por desgracia, en esta sociedad hipermercantilizada suele prevalecer la competencia despiadada. Pero algunos pensamos que podría ser de otra manera: el hombre no es malo por naturaleza ni lleva la marca del pecado, como pretende hacernos creer la religión.
La religión cristiana está más bien de acuerdo en que todo ser humano es potencialmente bueno y, por eso, no hay que tirar la toalla con nadie, pues cualquiera merece ser salvado.
Por otro lado, Rousseau incurre en un equivalente de la paradoja del Menón: si todos los seres humanos nacen buenos, pero la sociedad los corrompe, entonces hay marcianos entre nosotros.
Desgraciadamente, una cosa es el cristianismo (primitivo) y otra las religiones que se reclaman cristianas, para las que el hombre es malo por naturaleza, un pecador. En cuanto a Rousseau, ha sido malinterpretado, como señala Lévi-Strauss (lo cual no quiere decir que no sea objetable, pero no es tan ingenuo como lo pintan).
No necesariamente. Anteayer murió el cura rojo de Vallecas. Era profundamente católico, admirador del Papa Francisco aunque no de su antecesor.
Acerca de lo de Lévi Strauss, también opinaría lo mismo Leo Strauss.
Jaroslav Hasec decía a propósito de los que desean leer algo más de lo escrito: «el trasero está detrás».
Enrique era un buen amigo y camarada. Profundamente cristiano, pero no católico ortodoxo. Yo solía decirle que no hace mucho lo habrían quemado por hereje y sacrílego, y se reía.
Más bien le habrían obligado a vender indulgencias o a colgar los hábitos.
En tu honor, recibe mi homenaje:
https://www.youtube.com/watch?v=_4bs8qNBgBw
Gracias, Kaeru, bonita versión (casi casi bailable).