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No tires las cartas de amor

Medea y Jason de John William Waterhouse.
Medea y Jasón, de John William Waterhouse.

No tires las cartas de amor

Ellas no te abandonarán.

El tiempo pasará, se borrará el deseo

—esta flecha de sombra—

y los sensuales rostros, bellos e inteligentes,

se ocultarán en ti, al fondo de un espejo.

Caerán los años. Te cansarán los libros.

Descenderás aún más

e, incluso, perderás la poesía.

El ruido de ciudad en los cristales

acabará por ser tu única música,

y las cartas de amor que habrás guardado

serán tu última literatura.

(Joan Margarit. Aguafuertes, 1988)

En pocas ocasiones conectamos de una forma tan directa con nuestro ego como cuando escribimos una carta. En esta particular situación comunicativa el yo se desdobla por un sortilegio de la conciencia y se expresa con una franqueza que no tendría lugar si el destinatario estuviese presente. El marco temporal también es otro: pareciera como si, durante la escritura de la carta, el tiempo se detuviese. Entre emisor y receptor se alza entonces un muro de silencio, un vacío donde el remitente puede expresarse libremente, sin los cortafuegos de la conversación cara a cara: miradas que se apartan, dedos que golpean frenéticamente la superficie de una mesa, cabezas que asienten con desinterés… toda una serie de gestos que, en definitiva, denotan mucha prisa. Porque siempre tenemos prisa para el otro. Sin embargo, cuando nos expresamos dentro de ese marco de solipsismo que representa el folio en blanco, la pantalla del ordenador, o el teclado del teléfono móvil ¿se está expresando nuestro yo más auténtico o, por el contrario, se manifiesta otro más afectado, más patético? Y es que la ficción se cuela en nuestra cotidianidad cuando escribimos una carta, aunque apenas lo sospechemos.

Ya en la Grecia antigua la forma epistolar era la preferida de filósofos como Epicuro, pues mediante ella podían encauzar sus pensamientos en una suerte de diálogo fluido como un río. Por otra parte, cuando en la Roma de la época imperial el arte de la oratoria se refugió en las escuelas, la escritura de cartas ficticias se convirtió en uno de los ejercicios retóricos más frecuentes. Pero no es sino en el terreno de la elegía donde las epístolas adquieren su propia razón de ser, un molde más natural donde el yo, bestia indómita herida de amor, trata de canalizar, por medio de la escritura, todo su dolor ante la pérdida amorosa. Afirman los críticos que Ovidio, con sus Heroidas, ahondó en la psicología femenina presentándonos un amplio repertorio de escenas, unas veces cargadas de patetismo, otras de una finísima ironía, en torno al desamor. Sin embargo, debemos hacer una serie de matizaciones sobre esta afirmación. Cierto es que cuando el poeta se disfraza de mujer, sus soliloquios resultan honestos como una confesión. La Medea de Ovidio, inspirada en la de Eurípides, declara en su carta a Jasón: «Hay un cierto placer en echar en cara a un ingrato los favores que se le han hecho. Disfrutaré de él; ésta será la única alegría que me llevaré de ti». Y cuando habla de su pasión lo hace con gran patetismo y exaltación, como si se tratase de una enfermedad que le quita el sueño: «No me es agradable el día, paso en vela las noches amargas, y el plácido sueño, ¡ay!, no se adueña del pecho de esta desgraciada. Yo que no puedo dormirme a mí, pude dormir a un dragón»1.

Medea lo pierde todo. Testigo de ello es el océano que acoge los restos de su hermano Apsirto, asesinado y despedazado por Jasón para retrasar la persecución de Eetes, quien, siguiendo la estela de los miembros descuartizados de su hijo, se entretiene recogiéndolos uno a uno, como si fueran pequeñas cuentas desbaratadas de un collar precioso; testigo es Corinto, el reino hostil que dio asilo al infortunado matrimonio. Sin embargo, pasados los años, Jasón planea nuevas nupcias con otra mujer más joven. Estando así las cosas, cuando la nodriza aconseja a Medea abandonar sus planes de venganza, la hechicera responde que no le queda nada «salvo Medea». En esta tragedia, «Medea» es sinónimo de asesinato y venganza, sí, pero dejando de lado los detalles más sensacionalistas de la tragedia —es decir, el infanticidio— que a ciertos sectores de la sociedad les gusta recordar para desvirtuar y mancillar el significado último del mito bajo una supuesta mirada contemporánea e indudablemente misógina, lo verdaderamente interesante de la obra es la autoafirmación del personaje femenino, así como el agón entre pasión y razón

Es indiscutible que las Heroidas crearon un lenguaje muy íntimo, vivo y ardiente para expresar la desesperación ante el abandono. Sin embargo, en este punto es preciso recordar las palabras de Lía Galán a propósito de la concepción de la mujer en la elegía latina: «La historia de las mujeres, el despliegue de su condición femenina y sus formas de ser, pertenecen al discurso masculino. Han sido los hombres casi con completa exclusividad en la Antigüedad, los caracterizadores de lo femenino y quienes se han reservado el discurso autorizado acerca de lo que es o debe ser una mujer»2. Teniendo esto en cuenta, cabría preguntarse de qué manera se habría expresado, por ejemplo, una Medea creada por Sulpicia, la única poetisa romana cuyos versos conservamos.

Algo parecido ocurre con las cinco cartas atribuidas a la monja portuguesa Mariana Alcaforado. Pese a que aún hoy sigue viva la polémica en torno a la autoría de estas, la mayor parte de la crítica se inclina a aceptar a Joseph Lavergne, conde de Guilleragues, como el autor de esta obra3. El idilio y sus protagonistas son reales: Mariana Alcaforado, una monja de la Beja del siglo XVII y el conde de Chamilly, Noël Bouton. La relación no duró mucho, tan solo fueron unos meses de amor furtivo en los que el mariscal se colaba a hurtadillas en la habitación de la religiosa para hacer… bueno, lo que el Todopoderoso no debiera ver. Sin embargo, este idilio habría dejado huella en el ardiente corazón de la monja que, por aquel entonces, tenía tan solo veinte años. Guilleragues habría conocido esta historia de amor prohibido y, como previendo el éxito editorial que supondría, decidió darle forma artística. El resultado son cinco apasionadas cartas que ahondan en la supuesta evolución psicológica de Alcaforado: «Te suplico que me digas por qué insististe en cautivarme como lo hiciste, si sabías muy bien que me debías abandonar. ¿Y por qué te empeñaste tanto en hacerme desgraciada? ¿Por qué no me dejaste en paz en mi claustro? ¿Te hice yo algún mal? Pero, te pido perdón, no te culpo de nada». Unas veces asegura escribir sin esperar respuesta, simplemente para purificar sus emociones y tratar de analizar, minuciosamente, su vivencia amorosa: «Escribo más para mí que para ti, no pretendo más de desahogarme».

En las primeras cartas la emoción es desbocada, incontrolable, de un patetismo que recuerda a los preceptos retóricos de la Medea de Eurípides. Sin embargo, en estas idas y venidas, en este fluir de su conciencia, la religiosa descubre la verdad: «Me parece, pese a todo, que hasta tengo cierto apego a las desdichas de las que tú eres la única causa». Y en la cuarta misiva declara: «Estoy convencida de que me habría resultado menos doloroso continuar amándoos, a pesar de vuestra ingratitud, que dejaros para siempre. He comprendido que os quería menos que a mi propia pasión y he pasado graves tormentos luchando contra ella, después de que vuestro ultrajante comportamiento os haya vuelto una persona detestable». De esta manera, finalmente, sor Mariana Alcaforado, el personaje creado por Guilleragues consigue empoderarse en el dolor y avergonzarse de sus desvaríos de enamorada.

Más contenida, cabal y estoica se muestra la protagonista de las misivas dirigidas a Agustín de Hipona, Floria. La protagonista de Vita Brevis (1996) realiza una relectura de las Confesiones de san Agustín al tiempo que escribe sus propias confesiones dirigidas a su examante: «Yo no he visto ningún resplandor en mi interior, ni he tenido visiones ni oído voces, en ese aspecto soy una mujer simple. No te deseo más que el bien para la salvación de tu alma. La vida es breve y yo sé muy poco. Pero imagina, Aurelio, que no hubiera ningún cielo sobre nosotros, imagina que hayamos sido creados solo para vivir esta vida. En ese caso, ojalá nuestras almas vuelen sobre el Arno eternamente».4

No es de extrañar el éxito cosechado por las Cartas de amor de la monja portuguesa, y es que el morbo que despiertan las aventuras sexuales de monjas y sacerdotes en la gran y pequeña pantalla es proverbial. A las películas Entre tinieblas (1983) de Almodóvar, y Benedetta (2021) de Verhoeven, podemos añadir la adaptación cinematográfica y la miniserie de El pájaro espino (1944). Hay que ver lo que nos gusta una buena sotana, y si no que se lo pregunten a la protagonista de Fleabag (2019).

Las obras de estructura epistolar hasta ahora comentadas (Heroidas, Cartas de amor de la monja portuguesa y Vita brevis) tienen el denominador común de haber sido escritas por hombres bajo los ropajes de un personaje femenino, que se sirve de una serie de tópicos para expresar su profunda herida amorosa: «Los amantes son juguete en el amor/ de los simulacros de Venus», escribía Lucrecio5. Sin embargo, esta conceptualización del desamor hoy en día se sigue encontrando muy presente en ciertos foros de blogs para mujeres que abundan en la red:

Posteado por NuriNuri en: Aplicaciones para ligar, el 6 de abril de 2022 a las 18:44

¡¡Buenas, Femaleaders!! Es la primera vez que escribo en este foro, más que nada para desahogarme, así que no seáis demasiado duras conmigo, porfa. Os cuento: hace un par de semanas conocí a un chico por Tinder con el que tuve una química brutal al instante. Es verdad que físicamente no era mi tipo, pero había algo en su forma de expresarse que me volvía loca, así que nos dimos los instas y empezamos a hablar por privado. Todo eran risas, coñas y muy buena onda desde el principio. Por la mañana me levantaba con su mensaje de buenos días y si tardaba en darme las buenas noches me entraba un mega ataque de ansiedad jajaja, aunque siempre acababa escribiéndome (¡menos mal!). 

El caso es que antes de ayer quedamos para conocernos por primera vez en persona. Al principio estábamos un poco cortados, pero después de un par de vinos la cosa empezó a calentarse y terminamos en su piso. El sexo fue brutal: nos pasamos toda la noche retozando como animales y, aunque después de acostarnos él estaba un poco más despegado, decidí no darle importancia porque no quería agobiarle. La cita fue estupenda y el sexo increíble, el mejor de mi vida. Pero aquí viene mi drama: resulta que a la mañana siguiente le envié un mensaje diciéndole que me lo había pasado fenomenal, que a ver cuándo repetíamos. Han pasado 4 horas y todavía no me ha contestado. Ya me estoy temiendo lo peor… A ver, es verdad que ahora mismo no está pasando por su mujer momento. Tiene muchísimo curro y a eso se añaden problemas familiares que le tienen completamente sobrepasado. Esa es otra cosa que me gustó de él: su forma de abrirse conmigo, que fuese tan sincero a la hora de hablarme de su vida. ¿Qué creéis que debo de hacer, chicas? ¿Si le escribo pensará que estoy loca?

No puedo dejar de darle vueltas al asunto porque la verdad es que me he pillado muchísimo. En plan… ¿sabes cuando conoces a alguien por primera vez y de alguna manera notas que ya os conocéis de antes por la conexión tan fuerte que tenéis? Pues eso mismo me está pasando a mí. No dejo de morderme las uñas de la ansiedad que me produce esta espera. ¡A este paso me voy a quedar sin dedos jaja!

Posteado por NuriNuri En: Aplicaciones para ligar, el 7 de abril de 2022 a las 19:27

¡Hola! Soy yo otra vez, la chica del drama con el de Tinder. Al final me pudieron las ganas y le escribí. Me ha dicho que no me había contestado porque está malo (es verdad que el otro día en su piso cogimos un poco de frío) y que ya nos veremos cuando tenga algo menos de curro (es que le acaban de hacer fijo en su empresa y ahora está trabajando como un loco). La verdad es que no sé qué pensar… Me ha respondido de una forma un poco seca, cuando antes era súper cariñoso. ¿Debo olvidarme de él o le doy un voto de confianza y una segunda oportunidad? La verdad es que el chico parece muy sincero, porque, a ver, yo me pongo en su lugar y entiendo que esté estresado. Bastante esfuerzo está haciendo ya al escribirme. Yo también he tenido épocas similares en el curro y apenas miraba el móvil, por no hablar de mi vida social en aquellos momentos: prácticamente inexistente. Soy una persona poco dependiente a la que, al fin y al cabo, le gusta respetar el espacio de los demás. Así que en el fondo lo entiendo. ¿Cómo lo veis vosotras?

Posteado por NuriNuri En: Aplicaciones para ligar, el 13 de abril de 2022 a las 23:43

Pues nada. Resulta que esperé una semana para volver a escribirle y el muy hijo de put* va y me bloquea. Lo sé porque ya no me sale su foto de perfil en WhatsApp. Me siento muy imbécil, chicas. ¿Por qué todos me hacen lo mismo? Seguro que le ha espantado ver a una tía segura de sí misma y con las cosas claras. Al fin y al cabo, las chicas como nosotras damos miedito a los chicos jajaja. Ya paso de él, a la mierda. Le he escrito por insta (ahí no me ha bloqueado) pidiéndole una explicación, pero ya os digo que paso olímpicamente. Encima es que flipo…he estado viendo sus stories de anoche y estaba por ahí de cachondeo con sus amigos en un Pub irlandés. ¿O sea que tiene tiempo para estar por ahí con sus colegas pero no para darme una explicación? Es que me hierve la sangre. También os digo: en las stories salía agarrando por la cintura a una morena despampanante con la que, por lo que he podido ver en sus publicaciones de insta, parece que tiene una relación más que estrecha… De verdad que ya paso completamente de él. Jueguecitos de estos a mí no. ¿Vosotras qué harías, chicas? Estoy pensando en presentarme en el próximo bar que vea en sus stories para decirle cuatro cosas bien claritas. O sea… ¿es que me ha dado suficientes motivos para cabrearme, ¿no?

Estos relatos parecen herederos, ya no de la confesionalidad de las cartas de Alcaforado, sino de la Enciclopedia para cumplidoras del servicio social de la Sección Femenina de la FET y de las JONS. El tono de estas consultas, que se propagan como un virus, recuerda mucho al empleado en las revistas para adolescentes como Súper Pop, Bravo o Loka. Llegados a este punto, no me queda otra que confesarlo: más por seguir las modas que por verdadera lealtad a mi criterio, de pequeña, a mí también me gustaba el niño que les gustaba a todas —mea culpa—; también yo leía revistas de chicas —mea culpa—; y mi habitación estaba empapelada con pósteres de Orlando Bloom, Fernando Torres y Miguel Ángel Muñoz, aka M.A.M —mea culpa—. Tenía doce años y era un blanco fácil para el discurso machista que nos inculcaban aquellas revistas: «Diez pasos que debes seguir para que ÉL se fije en ti —como si fuese el todopoderoso, omnipotente, uno, trino, a la par que infinito, al que sor Mariana había traicionado por pegarse un revolcón con el mariscal francés—La retahíla de sandeces continuaba: «Test para saber si le gustas»; «Diez frases con las que le conquistarás, «Cuatro looks con los que volverle loco»…

La psicosis femenina que preside los mensajes de estos foros no deja de ser una de las mil caras que tiene aquel discurso sexista que absorbimos como esponjas, generación tras generación. Al leer aquellas interminables cuitas amorosas, aquellos panegíricos dedicados al primer impresentable que pasaba por allí, lo primero que cabría preguntarse es por qué hemos empleado tanto tiempo en teorizar acerca de la masculinidad tóxica y tan poco en advertir sobre la peligrosidad del arquetipo de la mujer abnegada que se complace en producir esta suerte de pornografía sentimental. 

Tanto la masculinidad tóxica como la feminidad doliente son el legado de la misma educación patriarcal. Justo cuando algunos hombres comienzan a comprender que el mundo no gira en torno a su falo, muchas mujeres siguen reproduciendo patrones de comportamiento patriarcales y sexistas: focalizan todos sus anhelos en la pareja, justifican los desplantes, perdonan, empatizan… y en ese intento de ponerse en el lugar del otro, se pierden a sí mismas. Es el mal de muchas y el consuelo de unas pocas, pues, en el otro lado y sacándoles los cuartos a estas Medeas, Ariadnas y Fedras contemporáneas, se encuentran las coaches y psicólogas del amor en cuyas redes sociales instan a estas mujeres a inscribirse en sus talleres sobre autoestima y relaciones sanas. Rentabilizan el dolor, pero no destruyen el arquetipo, más aún, lo refuerzan. 

Quizá sea hora de repensar las estrategias que seguimos para lidiar con el desamor. Quizá tengamos que crear otro lenguaje, revisar nuestros referentes y exorcizar al demonio del amor patético y exaltado, que no es un simulacro del otro, sino el reflejo de uno mismo. 

Y es que ellos mismos saben que no saben

lo que desean y, al mismo tiempo, buscan

cómo saciar ese deseo que los consume,

sin que puedan hallar remedio

para su enfermedad mortal:

hasta tal punto ignoran dónde se oculta

la secreta herida que los corroe6

Alcaforado, el personaje de ficción, aquella a la que dio vida Guilleragues, un día más tarde que pronto se cansó del desdén de Chamilly, que se despidió de ella haciendo honor a su nacionalidad: a la francesa. Pero la joven monja, que no estaba ya para pajas mentales, decidió poner punto final a su idilio con la misma fuerza y rotundidad de la que afirmaba «cantar con el coño»; sabiendo decir alto y claro, como la Jiménez : «se acabó».

Al devolveros vuestras cartas, voy a guardar, cuidadosamente, las dos últimas que me escribisteis; he de leerlas aún en más ocasiones de lo que leí las primeras, para no volver a sucumbir a mis flaquezas. ¡Ah, cuánto me cuestan y qué feliz habría sido yo si me hubieseis permitido que os amase para siempre! Reconozco que todavía vivo obsesionada con mis reproches y con vuestra infidelidad, pero recordad que me he prometido a mí misma alcanzar un estado de ánimo más sereno, y lo lograré, o si no tomaré una resolución extrema contra mí misma, de la que tendréis noticia, aunque no os disguste. No quiero nada más de vos, parezco una loca repitiendo las mismas cosas una y otra vez. Tengo que dejaros y no pensar más en vuestra persona. Creo incluso que no volveré a escribiros. ¿Qué obligación tengo yo de daros cuenta exacta de todos mis sentimientos?3


Notas

(1) Ovidio (2019) Heroidas. Traducción de Vicente Cristóbal López. Editorial Planeta (Blacklist).

(2) Lía Galán (1998). La romana. Presencia de la mujer en las elegías del Corpus Tibullianum.

(3) Cartas portuguesas (2021), Sor Mariana Alcaforado (atribuidas). Introducción y notas de José António Falcão. Traducción de Mª Jesús Fernández. La umbría y la solana.

(4) Jostein Gaarder (2022). Vita Brevis. Traducción de Kirsti Baggethun y Asunción Lorenzo. Siruela.

(5) Lucrecio (2022) La naturaleza de las cosas, libro IV. Antología de la literatura latina. Traducción de Miguel Castillo Bejarano. Alianza.

(6) Lucrecio (2013). La naturaleza de las cosas, libro IV. Antología de la poesía latina. Selección y traducción de Luis Alberto de Cuenca y Antonio Alvar. Alianza.

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3 Comments

  1. Julia W.

    Me ha encantado. Está muy bien documentado y relacionado con el mundo clásico y la actualidad.
    He disfrutado mucho leyéndolo :)

  2. Roberto

    Qué buen artículo. Y pobre monja…

  3. Manuel

    Siempre se habla de estos temas colocando a la mujer como abnegada y al hombre como abusador y aprovechado.

    ¿Y al revés qué?
    Porque al revés también ocurre.
    Nadie habla y a nadie le interesa. Cuando una mujer es la que abusa o maltrata se deja correr.

    Los hombres maltratados no encontramos literatura que nos explique

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