Verdades y mentiras. Pesimismo mágico y optimismo realista. Cartografiar lo pictórico. Relaciones a tres bandas. Lo fortuito relevante y la memoria histórica. La gloria desde lo más bajo. Fascistas de postín. El noir desde la favela. La biografía imaginada. Un último trimestre para cerrar nuestra revisión de los cómics más interesantes de 2022 que, como siempre, traen obras tan inesperadas en tema como asombrosas en su ejecución formal.
Historias del arte, de Aldo Urbano (Contra)
Portento con cierto tono de sátira y a la vez intenso. El artista Aldo Urbano se estrena en el mundo del comic marcándose un códice en el que funde lo histórico con lo fantástico, explorando las relaciones frecuentemente malsanas entre arte, poder y mística. Historias del Arte, emulando en su estructura un libro de ídem, no solo mira al pasado sino que hace conexiones entre este y el presente. Sorprende con un estilo crudo y elemental, de colores primarios, que remite a los creadores de lo que se dio a llamar art brut pero que también conecta con corrientes más modernas en el mundo del cómic, como los autores a los que Santiago García denominó «primitivos cósmicos». Denso, salvaje y trágico, abunda en numerosas perlas sobre los imaginarios pasados, presentes y quizás futuros sobre el arte. Una joya rara que parece haber pasado bajo el radar de crítica y divulgación en general.
Dulce de leche, de Miguel Vila (La Cúpula)
No exagero si digo que pocas veces uno se encuentra con una obra con tantos contrastes entre continente y contenido. La de Dulce de leche es una intriga con tintes de tragicomedia que explora la obsesión de un joven con una mujer adulta de grandes pechos lactantes para la que su novia trabaja como canguro de su hijo. Un tema que pone el foco en lo carnal y en la fijación mental, proyectado con detalle por el dibujante italiano Miguel Vila en un ejercicio de realismo que no busca precisamente ser embellecedor ni erotizante según los cánones dominantes/comerciales. Su historia se despliega a través de una narrativa que juega con los marcos, los tamaños y un despliegue de la acción limpia y clara que guía el ojo del lector con precisión quirúrgica. La crudeza de la vieja escuela de El Víbora se da la mano con la diagramática de Chris Ware.
Farewell My Dear Cramer, de Naoshi Arakawa (Distrito Manga)
El spokon de fútbol está abriendo una brecha importante en el supuesto credo de que en España el spokon no triunfaba. A la extravagante y oscura Blue Lock se le ha sumado Ao Ashi, de Yûgo Kobayashi, un manga de 2015, que está recibiendo un extra de popularidad gracias a su anime. Pero las que brillan con luz propia son las chicas del Warabi Seinan. Farewell, my dear Cramer sigue las andanzas de un tridente de futbolistas que mezcla las convenciones más habituales (épica, iconicidad, expresión del afán de superación) con un punto de informalidad y humor mamarracho notable. Naoshi Arakawa, se desprende de la didáctica habitual en este género para ir directo a la acción, a la energía en el campo, pero también al retrato de la mujer joven deportista. Todavía más allá, la obra pone sobre la mesa una meta más a alcanzar: la de la reivindicación del fútbol femenino y su equiparación en respeto y visibilidad con su contrapartida masculina. Aquí cada gol cuenta mucho más que para ganar un partido.
Los vivos, de Raphaël Meltz, Louisse Matty y Simon Roussin (Garbuix Books)
He aquí una original crónica del origen de la resistencia francesa en los tiempos de la ocupación nazi. Los vivos es mucho más que otra novela gráfica de la Segunda Guerra Mundial, abandonando los tópicos en forma y fondo para construir un retrato de cómo eran las vidas de aquellos que entendieron que el primer paso para sobrevivir pasaba por inspirar e insuflar valor al pueblo francés. Raphaël Meltz, Louisse Matty y Simon Roussin defienden la narración de lo costumbrista desde lo inmersivo y lo taciturno. Sus personajes avanzan entre acciones silenciosas y el culto a la solemnidad de la cita histórica (bien anotada en los anexos del libro) estableciendo una conexión íntima entre ellos y el lector, atravesando el siglo que los separa. De elegantes tonos otoñales e invernales, la obra pone todo el foco de sus viñetas en quienes tuvieron que vivir escondidos y traslada casi totalmente fuera de plano (o a un segundo plano difuso) a sus invasores, en un acto de cierta ironía que al final lo es de necesaria justicia poética.
Pesimismo mágico, de Borja Sumozas (Salamandra Graphic)
El apocalipsis no pasa de moda y 2022 nos ha traído un considerable número de obras de mensaje o tono afín. Cabría la tentación de incluir Pesimismo mágico, obra galardonada con el premio Fnac-Salamandra si no fuera porque su empaque visual de ambientación pesadillesca no oculta que estamos hablando de nuestro presente, que arrastra unas dinámicas nefandas desde hace bastante tiempo. El humorista Borja Sumozas ilustra la vida de Laura, con la que comparte profesión, con un estilo expresionista, agobiante y agresivo para hablar de opresión y alienación, de un mundo hipócrita cuyas estructuras sirven para ahogar de arriba abajo sin posibilidad de escapatoria. Fatalista hasta el tuétano, este cómic sirve más como retrato ensalzado en forma que como denuncia, en tanto desnormalización de lo que damos por hecho. Un testimonio del agotamiento colectivo que mantiene un hilo finísimo de sarcasmo como flotador salvavidas.
Ojalá siempre así, de Niall Breen (Apa-Apa Cómics)
Las tiras de Niall Breen sobre la vida emocional de Dog y Frog pueden darnos la apariencia de ser un producto naíf muy en la línea de la industria de obras de tipo «feel good» y su mercadotecnia. Bastante lejos de esa esfera de mensajes a la larga vacíos, Ojalá siempre así es una completa dedicación a la radiografía de la ternura y todos sus detalles combinada con una apología sanísima de la autoindulgencia, que dinamita las premisas machaconas de los sermones de la cultura del esfuerzo. Estas perlas cotidianas resultan tremendamente antisistema en tanto abogan por una felicidad para la que no hay que hacer nada para alcanzarla, por una búsqueda del sentido de la maravilla en lo cercano y por recrearse de forma solaz en las bondades de la compañía del otro. Lo hace con un dibujo y una narrativa que transmite todo eso: la pureza de una línea de apariencia sencilla y amable sin excesos ni artificios, y la voluntad de sintetizar sensaciones y sentimientos profundos en solo cuatro viñetas.
Canción para hundir flores en el mar, de Oliver Añón (Bang Ediciones)
El cómic experimental continúa moviéndose por los márgenes, encontrando muchas dificultades para salir a flote entre un gran público atraído por el tebeo más comercial. Sin embargo, algunas obras con cierta vocación lírica que consiguen trasladar cierta poesía a lo visual consiguen abrirse paso tímidamente. Como esta de Oliver Añón, un viaje a la memoria precedida de un evento violento que provoca la mirada a sucesos pasados con cierta fantasmagórica distancia. Carente de nostalgia, Canción para hundir flores en el mar practica una observación minuciosa expresada con una poesía visual que enmarca una prosa textual de una forma que solo el cómic permite. Uno puede encontrar aquí el tratamiento vanguardista de la memoria autobiográfica de Amanda Baeza, el control del ritmo de Roberto Massó o la evocación sensorial de Martín López LaM. Estilo pulcro y limpio que alberga unas profundidades removidas es este extraño viaje astral que quiere ser coda.
Transitorios, de Nadar (Astiberri)
Frecuentemente deslumbrados por las grandes historias grandilocuentes que buscan epatar con la forma, se nos pasan por alto excelentes obras de relatos breves capaces de contar o expresar mucho en espacios cortos y formas elegantes de contar pero con una picardía sutil. Nadar lleva años demostrando que domina cualquier longitud y vuelve aquí al relato de la gente real, muy definida por su trabajo. A través de sucesos en apariencia fortuitos que pueden trastocar una vida en diferentes medidas, Transitorios pone a prueba a sus protagonistas revelando sus personalidades frente a los conflictos que les provocan esos sucesos, con un potente sentido de la ironía, quizás horneado en bastante mala leche. Autosuficiente, con un estilo muy depurado, amigo de los recursos narrativos sencillos pero inteligentes, y de una maestría de la expresividad que va de lo tenue a lo ruidoso, el dibujante castellonés sorprende con estas intrigas cuasi cotidianas que se leen frescas y próximas al lector.
El duelo, de Paula Cheshire (Fandogamia)
Probablemente uno de los ensayos autobiográficos del año (junto con el de Kabi Nagata, también publicado por la editorial Fandogamia), por su capacidad de ordenar y poner sobre el papel, no solo la cronología de un duelo largo y duro de superar, sino también las sensaciones y reflexiones expresadas con brillantes metáforas visuales. Paula Cheshire cuenta las claves que le permitieron superar la depresión vivida tras el fallecimiento de su madre, con mucha claridad, honestidad y con amagos de humor, de una forma que la hace heredera de la escuela de la que el Us de Sara Soler sentó cierta cátedra. La caricatura toon y expresiva de la que hace gala el libro conecta con una narrativa fluida que es tanto un diálogo de la autora para consigo misma como con el lector, permitiendo que la experiencia personal alcance cierto paradigma universal. El duelo, al final, es una forma de compartir generosa que contradice las atribuciones egocentristas que con frecuencia se hacen al cómic autobiográfico.
El mundo sin fin, de Jean-Marc Jancovici y Christophe Blain (Norma Editorial)
La emergencia climática ha causado la aparición paulatina de cómics sobre el tema con enfoques muy distintos. De entre los que hemos visto publicados este año podríamos mencionar El meteorito somos nosotros de Darío Adanti, Algas verdes de Inès Léraud y Pierre Van Hove o Cambio de Clima de Philippe Squarzoni, que mueven sus ensayos desde el sarcasmo didáctico, el periodismo en cómic o el relato íntimo autobiográfico. Destaco El mundo sin fin precisamente porque aúna un poco todos esos rasgos y sabe construir un diálogo comprensivo, entretenido y didáctico que explica perfectamente y a prueba de negacionistas la relación el consumo energético y sus residuos con nuestro estilo de vida, la justicia social, la percepción del público y la gestión política. Christophe Blain suma aquí fuerzas con Jean-Marc Jancovici, uno de los expertos en energía y clima precursor de los estudios de la huella del carbono para ejecutar un baño de realidad necesario. En Francia ha sido el libro (libro, sí) más vendido de 2022 con 514 000 ejemplares.
Obras incompletas 2015-2022, de Lorenzo Montatore (ECC Ediciones)
Es muy buena noticia que las editoriales españolas hagan un esfuerzo por recuperar y editar obras de autores españoles de diversas épocas de nuestro tebeo, porque desde los clásicos del siglo pasado hasta las décadas delo presente conforman dicha historia. ECC se ha aventurado con autores tan dispares como Fernando de Felipe, Danide y ahora también con Lorenzo Montatore. Obras incompletas 2015-2022 es una antología de cómics autoeditados o inéditos que son un testimonio temprano de sus temas fetiche y de su estilo gráfico, pero muy especialmente de su voz autoral. Muy influenciado por la Escuela Bruguera y por el cartoon americano, el autor trata aquí tanto aspectos muy relacionados con su biografía personal como con sus pasiones culturales, rompiendo cualquier prejuicio al respecto de lo que el cómic de ayer, hoy y siempre, puede contar en sus páginas.
Boris, el niño patata, de Anne Simon (La Cúpula)
Tercer volumen ya de esta saga sobre el poder que, pese a su originalidad, complejidad y ácida sátira que no salva a nadie, no parece estar recibiendo la atención que merece. Boris, el niño patata continua la cronología que iniciaron El cantar de Aglaé y posteriormente Emperatriz Cixtitis, de un universo de personajes antropomorfizados, monarcas implacables que se dan el turno en sus dinastías repletas de drama, tragedia, traiciones y vanidades. Si las anteriores podían conformar una mirada a las formas de gobierno de las sociedades tradicionales, la presente aborda el auge del neofascismo desgranando su origen en sendas características: el ego de un niño caprichoso que se toma mal que le lleven la contraria y la vinculación del autoritarismo tanto con el éxito empresarial, como con la conformación de un falso carisma. Anne Simon dibuja un elocuente «auge y caída» en la que el ego herido y el afán de revanchismo que alimenta a la ultraderecha queda expuesto a todas luces.
El regalo, de Zoe Maeve (Alpha Cómic)
La historia de Anastasia Romanov parece haber estado siempre rodeada de cierto aura de encanto y misterio que han llevado a muchos contar su biografía con bastantes licencias, incluida la de hacerla sobrevivir a su muerte. La dibujante canadiense Zoe Maeve toma el testigo de explorar la vida de la aristócrata rusa, que lejos de abordarla desde las consabidas intrigas políticas, se embarca en un coming of age muy atípico. El regalo es un relato sobre una vida de exploración íntima que se mezcla con cierto realismo mágico. Una cámara fotográfica regalada por su aniversario abre las puertas de la búsqueda de algo incognoscible, escurridizo y difícil de atisbar. Algo que se mueve entre amplios espacios, ya sean de palacio o de la campiña rusa, conectados por una austeridad y aspereza trasladadas aquí por un dibujo parco pero preciso, impreso una tinta de tono gélido. Estamos ante una crónica de regusto amargo que emplea la biografía histórica y cruda, para fabular sin negar su trágico final.
Escucha, bella Marcia, de Marcello Quintanilla (Astiberri)
No es fácil categorizar la tercera novela gráfica de este autor brasileño que nos llega galardonada de Angouleme. Aunque no es raro verle trazas de noir: Marcello Quintanhilla se ha prodigado en el género con obras como Talco de vidrio o Tungsteno. Recorre ahora lo que parece un drama a través de la turbulenta relación entre una madre e hija ambientada en las favelas de la periferia de Río de Janeiro. La intriga tensa y emocional de Escucha, hermosa Marcia desmonta los tópicos del género negro, sin abandonar algunos rasgos de su espíritu. Lo acerca al realismo, abordando el retrato costumbrista que también es herstory y la crónica de un drama social intergeneracional. Tan interesante como su absorbente desarrollo argumental lo es su forma visual que, a diferencia de su obra precedente, viste la obra con una paleta de colores contrastados pero apagados hacia los tonos pastel, una expresión muy acertada de un tono vitalista que pervive pese a cierto desgaste y que es el corazón de este cómic.
La joven y el mar, de Catherine Meurisse (Impedimenta)
No sé si es paradójico afirmar que encuentro mucho refugio en los cómics de autores y autoras con alma de exploración. Catherine Meurisse persigue dos vertientes en su obra, una la didáctica sobre la historia de la literatura y el arte (La comedia literaria, Le pont des arts) y otra una búsqueda de la belleza que resulta reparadora tanto a nivel de superar shocks traumáticos (La levedad) como para repasar la propia autobiografía (Los grandes espacios). En realidad, ambos se conectan y así como podríamos conectar La joven y el mar (con color de Isabelle Merlet), con esta segunda, en realidad hay un viaje al imaginario del paisajismo japonés explorado a partir de una estancia de la autora en dicho país. Con espíritu de flaunesse, Meurisse recorre paisajes en esta autoficción que incluye algunos elementos fantásticos y mitos para atisbar una belleza extraña y algo peligrosa que se alcanza con la observación del territorio pero también con la puesta en práctica de la imaginación.
Las mentiras de la profesora, de Akane Torikai (Panini)
En este segundo boom del manga que estamos viviendo y que ha ampliado la oferta en todas las direcciones aun ha quedado espacio para que se publique algún que otro josei, la demografía más olvidada y sin embargo de las más interesantes por su variedad y lo atípico de sus obras. En otras circunstancias y en otros tiempos, Las mentiras de la profesora se habría proyectado como un thriller sexual a tres bandas con cuarto y mitad de infidelidades, deseos reprimidos y relaciones prohibidas. Akane Torikai, sin embargo, desarrolla aquí una historia casi coral sobre la percepción de las relaciones sexuales en Japón, en la que visibiliza la normalización del abuso y el acoso y lo que se da por descontado en términos de consentimiento. La compleja relación entre culpa y deseo, la incomunicación, la presión social y los prejuicios atribuidos al género son toda una variedad de cuestiones que se tratan desde un elenco de personajes de diferente tipología. Una obra de dibujo elegante y narrativa turbadora que es punta de lanza para un debate social, sin dejar de ser un intenso y realista drama.
Si quieres conocer nuestra selección de tebeos completa del año 2022, aquí tienes el primer, segundo y tercer trimestres.