Ocurrió en 2022, las legendarias viñetas de un cómic que acarreaba décadas de culto sobre el lomo se transformaron en imágenes para las pantallas. Y la culpa la tuvo de una de esas malévolas plataformas de streaming que han redefinido el modo de devorar las producciones audiovisuales. En 2022, Netflix estrenó la adaptación en formato serie del tebeo The Sandman. Horas después, en ese microuniverso de la concordia, el amor y el diálogo reposado que es Twitter, un puñado de gente ya afilaba estacas y empapaba antorchas en brea.
Y entonces, cuando la agente se dedicaba escupir sapos y culebras sobre los cambios realizados al material original de su tebeo preferido, Neil Gaiman se conectó a internet para responder a los críticos más avinagrados. Y aquello fue divertidísimo.
Mr. Sandman, bring me a dream
A lo largo de los años, han existido varias encarnaciones diferenciadas del personaje de Sandman bajo el techo de la editorial DC comics. A finales de los años 30, el guionista Gardner Fox y el dibujante Bert Christman presentaron a Sandman como un detective pulp que vestía traje verde, máscara antigás, fedora y utilizaba una pistola para sedar con vapores a los malosos. Una figura enredada en tebeos de misterio que también se convertiría en uno de los miembros fundadores de la Justice Society of America, el primer equipo de superhéroes del mundo del cómic.
Un par de años después, el guionista Mort Weisinger y el dibujante Paul Norris agarraron el personaje para rediseñarlo según los gustos populares de los lectores de cómics de aquella época: lo vistieron con un nuevo traje de superhéroe, de licra ceñida y tonos chillones en amarillos y púrpuras, le asignaron un sidekick infante y lanzaron a ambos justicieros a luchar contra unos villanos más fantásticos. Unos Jack Kirby y Joe Simon, recién fugados de Marvel y amigos del rollito superheroico, tomarían el control del héroe poco después para seguir proporcionándole aventuras en la misma onda. Pero a la altura de los 60, la silueta de Sandman había caído en el olvido y tan solo visitaba de manera esporádica los tebeos. Allá por 1974, Kirby y Simon decidieron hacer reset por completo y reinventaron desde cero al personaje, ideando otro Sandman distinto que también vestía traje de superhéroe pijamero.
Poco después, todo el mundo se olvidaría de nuevo de Sandman. Hasta que, a finales de la década de los 80, alguien en DC se tropezó con el personaje en los archivos y le encomendó a un guionista británico llamado Neil Gaiman crear una serie mensual para ver cómo ser las apañaba el hombre lidiando con un proyecto a largo plazo. El encargo acarreaba un requisito: en aquella nueva resurrección de Sandman, Gaiman solo debía conservar el nombre del personaje, porque en DC querían algo totalmente nuevo y estaban dispuestos a darle barra libre al guionista para que hiciera lo que le viniera en gana.
Neil Gaiman siempre ha sido un roedor de biblioteca. Un caballero que a aquellas alturas ya había devorado a Jorge Luis Borges, Ursula K. Le Guin, Charles Dickens, Diana Wynne Jones, Roger Zelazny, J. R. R. Tolkien, William Shakespeare o cualquier colección de mitos y leyendas que se le hubiese puesto a tiro. Otorgarle carta blanca para crear una serie desde cero a un autor con semejante formación e interés en la construcción de los mundos fantásticos tan solo podía desembocar en la gestación de un complejo universo propio. Y eso fue lo que ocurrió.
Gaiman concibió un Sandman completamente distinto de todas las encarnaciones anteriores del personaje, un dios de los sueños, que respondía a muchos nombres pero habitualmente era llamado Morfeo o Sueño, un ser superior que acompañaba a la humanidad a través de las eras. Y le otorgó una familia de hermanos, seis entidades de similar naturaleza fantástica: Muerte, Destrucción, Desesperación, Destino, Delirio y Deseo. El escritor erigió con aquellos siete personajes una mitología propia de la manera más inteligente: el idear deidades eternas le permitía como guionista situarse en cualquier etapa de la historia del ser humano, y utilizar como escenario el mundo de los sueños le facilitaba introducir cualquier tipo de locura con la excusa de las tierras oníricas. De este modo, había creado el ecosistema ideal para narrar una historia sobre historias, que en el fondo es lo que el autor siempre tuvo en mente.
The Sandman se presentó oficialmente en enero de 1989 como un tebeo de horror que jugueteaba con el cuento y la fantasía. Inicialmente por sus páginas, al estar situadas en el universo DC, se asomaron otros personajes superheroicos en forma de cameos fugaces, pero The Sandman siempre enarboló una personalidad propia, muy alejada de las capas y los antifaces. La serie principal tuvo setenta y cinco entregas entre 1989 y 1996, aunque Gaiman recuperó al personaje posteriormente para nuevas aventuras cortas y una novela, y por otra parte también se generó una bonita estirpe de spin-offs guionizados por terceros. Lo interesante de The Sandman es el tremendo culto que adquirió entre el público, y también el hecho de que gran parte de su audiencia eran mujeres, más adultas que el típico seguidor de los héroes en pijama: «Los cómics de superhéroes son la forma de arte más perfectamente evolucionada de las fantasías de poder masculinas preadolescentes, y no lo veo como algo malo», explicaba el escritor, «pero también quiero llegar a otro tipo de personas. Estoy orgulloso de que The Sandman tenga más lectoras femeninas y de mayor edad que los que DC Comics había tenido nunca». La influencia posterior de The Sandman en el mundo de las artes es tan tremenda que resultaría difícil medirla con exactitud. Por poner un ejemplo: la escritora Mariana Enriquez defiende que aquella producción de cómic conforma la mejor pieza literaria de toda la década de los 90.
«Things need not have happened to be true»
De repente, en los felices 20 actuales, Netflix anunció que se encargaría de llevar el cómic de culto a la pantalla y los fans agarraron con pinzas largas la noticia. Porque una adaptación de The Sandman al mundo audiovisual era algo que durante años había estado a punto de ocurrir en numerosas ocasiones, y en ninguna de ellas las cosas habían sonado demasiado prometedoras. Roger Avary, coescritor de Pulp Fiction, presentó en su momento un guion para una posible película protagonizada por Morfeo que en la Warner arrojaron a la trituradora espantados. A Gaiman le arrimaron otro libreto para un film que ponía los pelos de punta: «Nunca olvidaré una de las primeras frases de ese guion», explicaría el escritor, «decía así: “¡Ahá, tontos mortales! ¡Vuestras insignificantes armas no pueden herirme a mí, el poderoso señor de los sueños, Sandman!”». Detrás de aquella mamarrachada estaba el productor Jon Peters, ese tarado que, como explicó con muchísima gracia Kevin Smith, quiso hacer una película de Superman con osos polares peleones, un robot gay negro y arañas gigantes. Eric Kripke, creador de Supernatural y The Boys, trabajó en una versión televisiva del cómic en la que ni siquiera él, como fan de Morfeo, tenía demasiada confianza: «Neil fue amable y muy paciente pero hubiese sido un mal show». Durante cierto tiempo, Joseph Gordon-Levitt estuvo currando en una posible película de The Sandman en la que hubiese ejercido de director y estrella principal, pero el proyecto también acabó siendo abandonado en una gasolinera.
Durante todo ese tiempo, Gaiman había evitado conscientemente participar en las adaptaciones que se estaban cociendo, y la culpa de ello la tenía un pato. «A lo mejor suena un poco tonto, pero cuando yo tenía catorce o quince años mi cómic favorito era Howard el pato», reveló en una entrevista con Entertainment Weekly, «Y cuando descubrí que George Lucas iba a producir un film sobre el tebeo estaba muy emocionado. Con el estreno de la película, Howard el pato se convirtió en un chiste malo. Y yo no quería que eso ocurriera con The Sandman». Años más tarde de aquella decepción plumífera, Gaiman decidió que no participaría en los proyectos sobre el señor de los sueños ni como guionista, ni como productor ejecutivo: «Decidí no involucrarme porque sabía que de hacerlo perdería el único poder que tenía: la posibilidad de quejarme ante una mala película de The Sandman». Aunque lo cierto es que la cosa no le preocupaba tantísimo porque sabía que su obra era un bicho difícil de domesticar, «Afortunadamente, Sandman era demasiado caro para que alguien pudiese justificar el mero hecho de hacerla. Y si vas a hacer una película de The Sandman ¿qué vas a quitar? Porque son tres mil páginas de cómic, así que ¿de qué iba a ir tu película?».
Existían otras razones para tener poca fe en la adaptación de Netflix más allá de los fallidos intentos previos. En 2005, Gaiman había firmado el guion de la película Mirrormask, dirigida por Dave McKean, portadista de toda la serie de cómics sobre Morfeo, y con la Jim Henson Company encargándose de fabricar un montón de títeres digitales. Pero el resultado fue flojísimo, daba la apariencia de ser un The Sandman aguado, una botella de refresco que alguien se había dejado dos días sin en tapón fuera de la nevera, un cuento fantástico curioso que no llegaba muy lejos. Si aquello era lo mejor que dos bestias pardas como Gaiman y McKean podían hacer en la pantalla con sus universos oníricos, casi que sería más aconsejable dejarlo estar. Por otra parte, la más reciente serie American Gods, basada en una novela del británico, ya había cabreado a los fans del caballero al distanciarse bastante y como le venía en gana del material inicial.
Finalmente, Gaiman decidió que a lo mejor sí que iba siendo hora de encargarse personalmente de adaptar los tejemanejes de los siete Eternos cuando observó el tremendo tomazo 75 Years of DC Comics: The Art of Modern Mythmaking editado por Taschen: «Ese libro debe de pesar seis kilos, pero es caso es que contemplas su lomo y descubres los rostros de Superman, Batman, Wonder Woman… y Morfeo, todos mirándote a la cara. Y todo el mundo sabe que Morfeo era la joya en la corona, el que nunca había sido adaptado. Tras treinta años, The Sandman es probablemente el cómic más vendido de la historia en Estados Unidos. Así que es evidente que la adaptación ocurrirá en algún momento. En parte es como aceptarlo, vale, va a ocurrir, entonces ¿por qué no hacerlo bien?». Para el escritor, la decisión de encargarse de manera personal de una serie sobre su obra más aplaudida también nacía de sus últimas correrías televisivas. En American Gods, donde ejerció de productor ejecutivo, su tarea se limitaba a pasar notas a los miembros del equipo que estos ignoraban elegantemente. Pero en la reciente adaptación televisiva de Buenos presagios, basada en la novela cómico-apocalíptica que había firmado junto a Terry Pratchett, Gaiman decidió currar como creador, guionista y mandamucho, controlando más de cerca la producción. Y aquello le otorgó más confianza en el medio, ya que tomando las riendas del asunto y conociendo las bambalinas de primera mano le resultaba más fácil evitar que los estudios le marearan perdices. Gaiman se alió con David S. Goyer (guionista de los Batman de Nolan y showrunner de la serie Fundación) y fichó por Netflix, porque tras presentar el proyecto a todas las cadenas que estaban a tiro, aquella fue la que le ofreció más pasta para costearlo.
Fábulas y reflejos
The Sandman se estrenó en agosto de 2022 en Netflix con una temporada que adaptó el primer arco argumental de los cómics. Pero cuando los fans asomamos la cabeza al primer capítulo nos llevamos la primera en la frente: una de las ideas más brillantes y terroríficas de las primeras páginas de los tebeos, un castigo invocado por el señor de los sueños y bautizado como «eterno despertar», había sido sustituida en pantalla por una ocurrencia equivalente pero mucho más sosa, el «sueño eterno», y aquello se antojaba como un remiendo barato que hacía temer lo peor sobre el resto de episodios.
Posteriormente, en Twitter, el propio Gaiman aclararía que sí se rodó el «eterno despertar» del material original, pero que se descartó porque no funcionaba bien en pantalla al estropear el ritmo y el tono que buscaban. Aquello tranquilizaba un poco, porque significaba que íbamos a contemplar modificaciones, pero que todas estarían aprobadas por el creador original para tratar de hacer una serie coherente.
Otro de las novedades era la sustitución del personaje de John Constantine por el de una Johanna Constantine que realmente aparecía en los cómics, aunque lo hacía en episodios posteriores. Según Gaiman el reemplazo fue necesario porque «John no puede salir a jugar estos días», insinuando que el protagonista de Hellblazer no andaba disponible por cosas de derechos y tejemanejes empresariales. En el resto del reparto también existían sorpresas: unos cuantos personajes tenían una etnia o un sexo distintos a la de sus encarnaciones originales sobre el papel. Pero esto no debería de ser un problema, ¿no?
El recibimiento de la serie fue muy cálido por parte de los críticos y el público que se molesta en votar en la web de los tomates podridos, pero ojeando las redes sociales la cosa parecía más dividida. Existían fans encantados con el resultado y otros que lo consideraban flojo como adaptación, había recién llegados al mundo de los sueños que se aburrían soberanamente y otros que lo encontraban fascinante, existía gente que apodaba la temporada como The Sandmeh mientras otros la consideraban competente a secas y otros lo veían como un hito televisivo. Otros pensamos que aquella versión de The Sandman, pese a sus altibajos, era quizás la mejor posible teniendo en cuenta la implicación del autor original y, sobre todo, que la obra en sí se antojaba una bestia inadaptable. También nos parecía que Tom Sturridge en el papel de Morfeo a menudo ponía cara de estar mordiéndose los carrillos con más intensidad de Mario Vaquerizo frente a un ejército de paparazzi, pero bueno. En general, en el recibimiento de la adaptación había opiniones de todo tipo. Y entre ellas, se arrastraba un grupúsculo de gente muy cabreada con la sexualidad de algunos personajes y con los cambios en el tono de piel o el género de otros. Ese tipo de gente que ha convertido la palabra «woke» en una banderita roja agitada a velocidades supersónicas.
Go woke
La palabra «woke» es un vocablo, surgido en el inglés afroestadounidense vernáculo o inglés negro, que inicialmente se utilizaba para referirse a quienes se mantenían en guardia contra el racismo. Con el tiempo, el significado de la palabra se amplió también para acoger en ella a quienes combatían el sexismo, las desigualdades sociales, o los ataques a la orientación sexual.
Como tal, «woke» no es una palabra moderna. En 1938, el cantante Lead Belly dejó registrado su uso en la grabación del tema «Scottsboro Boys». En los últimos segundos de dicho corte, era posible escuchar la advertencia «Best stay woke, keep their eyes open» en referencia a la inseguridad de la comunidad negra frente a los prejuicios blancos. En los 70 el término apareció en artículos periodísticos como sinónimo de «ser muy consciente de las injusticias raciales», y ya por entonces se apuntaba que los blancos parecían estar apropiándose un vocablo originalmente negro. En los 70, mientras Sandman se enfundaba en el traje de licra, la palabra «woke» comenzó ser utilizada por la comunidad negra para solicitar conciencia política frente a los racistas. A principios de los 2000, el significado popular de «woke» se modificó y pasó a ser sinónimo de estar despierto o ser consciente de un engaño amoroso. A partir de 2010, y gracias a internet, «woke» recuperó la acepción primigenia de «alerta ante el racismo y las injusticias» gracias al impulso otorgado por movimientos como Black Lives Matters. Y de nuevo volvió a señalarse que los blancos quizás se estaban apropiando demasiado de un término eminentemente negro. El uso de la palabra se extendió tanto como para que «woke» fuese introducida en el Oxford English Dictionary en 2017.
A partir de entonces la cosa se torció bastante. Porque en los últimos tres años la palabra «woke» se ha convertido en otra cosa: un recurso para señalar despectivamente lo que se considera como inclusividad forzada en la cultura popular. Etiquetar a un producto como woke de repente se transformó en algo peyorativo, en un término utilizado por la ideología política de derechas para acusar a películas, series, cómics, libros o cualquier otro entretenimiento como simpatizante de izquierdas. Los diestros acusaban a los zurdos de haber contaminado los terrenos pop y escupían la palabra woke sobre cualquier producto de ficción que incluyese a mujeres protagonistas, personajes LGTBI, anticapitalismo, conciencia de clase, trazas de feminismo o minorías étnicas. Se justificaban asegurando que dichas inclusiones resultaban forzadas, adjudicadas por una agenda izquierdosa que todo lo puede. Y demandaban entretenimientos apolíticos asegurando que esa maligna e invasiva ola woke les impedía disfrutar como antes de sus diversiones.
Y lo tonto del asunto no deja de tener gracia: ante la visión de Natalie Portman empuñando el Mjölnir en Thor: Love and Thunder los gritones anunciaron que un Thor femenino traicionaba a los cómics, sin saber que Thor ya hacía unos cuantos años que había lucido ovarios en los tebeos. El estreno de una nueva cinta entrega de la familia Predator, titulada Prey, agitó la masculinidad de quienes encontraron poco creíble que el bicho se enfrentase a una mujer guerrera, olvidando que Ellen Ripley también lidió con alienígenas mucho antes sin que nadie la cuestionara tanto. En el mundo de los dibujos animados, una April O’Neil negra en la serie de El ascenso de las Tortugas Ninja enervó a mucha peña que por lo visto desconocía el hecho de que en los cómics originales April era negra, y que fueron los dibujos de los 80 los que traicionaron su raza a base de whitewashing forzado. Y la cancelación de la película de Batgirl cuando ya estaba casi completada supuso un ejemplo maravilloso de bocachanclismo: proclamando el cansino «go woke, go broke», unos cuantos aseguraron que la cinta se había ido a la mierda por estar protagonizada por una mujer y dirigida por dos musulmanes. Una afirmación muy errada y oportunista si tenemos en cuenta que es de conocimiento público que aquella producción se arrojó a la basura por motivos empresariales: el muy endeudado estudio que encargó la película cambió de manos tras una adquisición multimillonaria, y los nuevos mandamases eliminaron los proyectos previos, entre los que se encontraba Batgirl, junto a otras series y películas casi completadas, para pagar menos impuestos. También ocurría que dichos nuevos jefes al mando no querían herencias ajenas: si Batgirl hubiese sido un fracaso se comían un marrón, pero si hubiese sido un éxito las medallas le corresponderían a la anterior administración y no a ellos. De fracaso woke aquello no tenía nada, pero a algunos les sirvió como excusa durante un rato.
Curiosamente, las acusaciones de agenda son ruidosas de derecha a izquierda y no en la dirección opuesta. Y eso que llevamos décadas mamando todo tipo de contenidos con alma derechona sin escuchar tanta protesta. En el fondo, como bien decía Paco Fox, el fascismo bien entendido nos ha dado las pelis de acción más divertidas. Y lo de ser apolítico en el mundo del ocio jamás ha sido norma ni meta. Ojo a lo soso y breve que resultaría el Metal Gear Solid si el juego hubiese terminado cuando la trama se metía en fangos políticos. El resumen es que cuando alguien acusa a un producto hoy en día de ser infumable y woke por representar ideas políticas, lo que quiere decir realmente es que se le atraganta porque no representa sus ideas políticas. Y por eso mismo la palabra woke se ha convertido en un fabuloso detector de cantamañanas.
¿Qué ocurre con Sandman? Pues que Neil Gaiman tiene Twitter.
Woke up, Morfeo
Tras el lanzamiento de Sandman en Netflix, Twitter se llenó de amigos de la palabra woke, usuarios ofendidos por los cambios de sexo o género y la abundancia se personajes homosexuales y bisexuales. Pero se daba el caso de que el casting, y sus modificaciones, fueron decisiones del propio autor, y también de que The Sandman estaba repleto ya en su versión original de todo tipo de sexualidades. Pero vete tú a intentar explicarle eso con calma al usuario @peperana_shurmanonumeritosrandom de la red social de los doscientos ochenta caracteres.
Gaiman, una persona con una cuenta de Twitter muy activa, ya tenía antecedentes lidiando con esos seres de fantasía que son los trolls de internet: tras el estreno de Buenos presagios en Amazon, un usuario se alarmó tanto al ver que Adán y Eva eran negros y que la voz de Dios era femenina como para conectarse a la red del pajarillo y exponer amablemente su desacuerdo al escritor: «Puedes irte con tu mierda de show y tu diversidad forzada a otra parte. He apagado la tele al primer minuto». Una observación que Gaiman respondió de manera afable: «Cuando la gente que se proclama a sí misma como supremacistas blancos apagan Buenos presagios después de los primeros minutos, y luego vienen a Twitter para regañarme, es cuando pienso que a veces una crítica negativa es una cosa maravillosa y conmovedora». Aquella interacción era tan solo un adelanto leve de lo que llegaría después con The Sandman.
Las tormentas comenzaron cuando se anunció el reparto de Sandman y aún no se había estrenado la temporada. En ese momento usuario alertó «Esta serie es woke y va a apestar muchísimo. Hazte woke y te arruinarás», a lo que Gaiman replicó «Sandman se hizo woke en 1988, y todavía no se ha arruinado». «No es mi Lucifer» comentaba otro señor aleatorio al comprobar que Gwendoline Christine interpretaría al jefazo del averno, «No es mi problema» apuntaría el escritor. En Facebook, un caballero atacaría al británico con el modo pasivo-agresivo activado: «Distinguido Neil Gaiman. Yo no soy para nada racista, porque mis primos son negros, pero quería preguntar ¿por qué has elegido para el papel de Muerte, Delirio y Lucifer a actrices tan diferentes, e incluso desagradables, en comparación con aquellas de la magnífica novela gráfica? Para ser más preciso, ni siquiera hubiera aceptado a Muerte si la hubieras presentado como una rubia de ojos azules. ¿También has sucumbido tú a la tendencia omnipresente de lo políticamente correcto?». Y Gaiman contestaría confesando que «Bueno, hemos fichado a la actriz que hace de Delirio únicamente para cabrearte. Investigamos qué tipo de persona no te gusta y nos ceñimos a ello. Las otras fueron fichadas basándonos en su talento». Otros anónimos de Twitter optaron por la amenaza Wallapop: «El peor reparto de la historia. Estoy vendiendo toda mi colección de Neil Gaiman por si alguien la quiere, es una tremenda decepción», anunciaría un chico con apodo de fantasma. «Avisaré a los medios», le respondía el escritor.
El momento delirante y divertido de la lluvia de haters sobre el papá de Morfeo tuvo lugar tras el estreno en Amazon de El Señor de los Anillos: los Anillos de Poder, una serie que, al presentar a personajes negros en la Tierra Media, también fue recibida con abucheos por el sector más rancio. Entre los llorones lanzando mensajes de desprecio se encontraba un Elon Musk que, tras echarle un ojo a Los Anillos de Poder, se atrevió a afirmar que J. R. R. Tolkien estaría removiéndose en su tumba a ritmo de bachata. A alguien se le ocurrió preguntarle a Gaiman qué le parecía la opinión de Musk sobre el show de Amazon, y el literato se tomó la molestia de responder con sinceridad: «Elon Musk no viene a mí buscando consejo sobre cómo fracasar a la hora de comprar Twitter, y yo no voy a él en busca de críticas sobre cine, televisión o literatura». Era poco más que una pulla al niño grande y tonto de Tesla, pero provocó una reacción graciosa: como no es necesario saber leer para registrarse en Twitter, un montón de usuarios de dicha aplicación asumieron por error que Gaiman era el showrunner detrás de Los Anillos de Poder, cuando el tío no tenía absolutamente nada que ver con la serie, y comenzaron a cagarse en su árbol genealógico por haber arruinado la obra de Tolkien. La metedura de pata tampoco sorprendía, porque hace años que Twitter es el lugar donde uno va a quejarse sobre algo de lo que no tiene ni puta idea, pero lo bonito es que Gaiman decidió no corregir directamente a los ofuscados y trolear con elegancia.
«Ni escuchas a los fans, ni respetas el material original, ni piensas de modo racional. ¡Incluso ignorando los OBVIOS problemas con el lore esto seguiría siendo una abominación!», le berreó a Gaiman un fan de El Señor de los Anillos. «Lo siento tanto. Asumo tu dolor de corazón y prometo que no volveré a hacer ninguna otra serie basada en El Señor de los Anillos para ninguna otra cadena de televisión» le contestó el guionista. «Diriges cada escena como si fuese un programa de moda, todo perfectamente colocado, desde los arbustos hasta las nubes. Es aburrido. Nada está desgastado, desteñido o rasgado. Todo es obviamente nuevo. Nada de basura ni escombros. Es todo fake, no puedo mirarlo, es como un decorado de los 70 pero en pijo» le espetó otro personaje muy airado al que Gaiman trató de consolar: «Ha sido terrible para ti, y he aprendido la lección. La próxima vez que sea responsable de la fotografía, el vestuario y el diseño de producción de Los Anillos de Poder, definitivamente seguiré tu consejo sobre cómo debería de verse todo». Otro usuario optaba por ponerse intenso ante el creador de Sandman: «Escúchate a ti mismo. Ya entiendo por qué el show es una decepción y un fracaso. Deja toda la mierda woke, y danos un BUEN universo expandido de El Señor de los Anillos. Elon Musk sabe lo que hace, usted, señor, no», algo que el aludido contestó con un humilde «Estoy haciéndolo lo mejor que puedo pero, ya sabes, hacer todas esa movida de El Señor de los Anillos es duro. Er».
Después de tanta tontada, Gaiman reconocía con sorna que con todos esos repasos que le estaban dando los espectadores, como principal responsable de una serie en la que no participaba en absoluto, había «Aprendido una valiosa lección». En realidad, la única conexión del escritor con el mundo tolkeniano, aparte de alguna pulla arrojada a los espectadores racistas, fue una pequeña conversación maravillosa centrada en los iracundos quejicas de internet: «¿Cómo lidias con los trolls en internet?», le preguntó un fan. «Los mantengo hablando hasta el amanecer» contestó Gaiman.
Volviendo a The Sandman, su creador continuó ofreciendo abrazos virtuales y palabras de ánimo a quienes estaban muy obsesionados con el número de gónadas masculinas en el reparto. «Encuentro irritante el recasting con actrices. Y no estoy siendo sexista, solo soy un purista, supongo…», comentaba un usuario al que Gaiman contestaba con «Apuesto a que soy bastante más purista de Sandman que tú y no tengo absolutamente ningún problema con un personaje andrógino sin género y sin pene representado por un intérprete fabuloso que por fortuna tampoco tiene pene». Pero entre todos aquellos repasos a trolls que se marcó Neil Gaiman hubo alguno que destacó especialmente por fino y encantador: un don nadie menospreció las simpatías del escritor por los colectivos queer y trans, y el aludido decidió replicarle regalándole un encantador «Bendito sea tu gentil corazón». Era una frase que no sonaba demasiado ofensiva para quienes no son angloparlantes norteamericanos, pero que tenía su gracia. Porque en los Estados Unidos sureños ese «bless your heart» es una forma habitual y exquisitamente refinada de decirle a alguien que es un auténtico mermado de libro y más tonto que mear boca arriba. Neil Gailman, como buen literato, había tenido el detalle de ponerle un lazo hermoso a la frase popular al deslizar en su interior la palabra «gentil», logrando que la misma se convirtiera en la manera más absurdamente elegante de llamar a alguien gilipollas en su propia cara. God bless your gentle hearts, quejicas obsesionados con lo woke.
Estupendo artículo, lo he disfrutado enormemente. ¡Gracias!
Efectivamente, el cómic Sandman hace 30 años ya hacía gala de una sorprendentemente precoz reivindicación de la diversidad y entre sus personajes hay numerosos ejemplos de LGBT+ así que es obvio que quienes se quejan de la adaptación no han leído la obra original y protestan por pura mezquindad.
Incluso una de las historias del cómic es de ambientación africana (el de la historia de la princesa Nada) y se presenta a Morfeo como una persona negra, por el amor de Dios.
Precisamente en las historias en los que los Eternos son percibidos de forma distinta a su representación clásica (blanca) lo son todos sin distinción. Si Muerte es negra en una escena, que también lo sea Sueño, o viceversa. Si no, no es tan siquiera una adaptación fiel al material original y meten la diversidad por meterla.
Yo lo veo de otra manera, y lo ha explicado Neil Gaiman muy claro: ha hecho ecactamente lo que le ha dado la gana con SU obra a la hora de adaptarla. En los comics de Sandman no hay reglas, y cuando las hay, Morfeo se las pasa por el forro si le apetece. Nunca se adapta una obra a otro medio con fidelidad a la forma, y muchas veces tampoco se respeta el fondo. El fondo de Sandman está intacto al 100% en la serie, los cambios de forma son anecdóticos, no afectan al espíritu de la obra original, la fidelidad al espíritu es total, y la fidelidad a la materia de ese espíritu es altísima. La diversidad no se ha añadido, porque ya estaba en los comics, sólo se ha matizado o se ha modíficado sin tergiversar las historias. Si Gaiman no hubiera hecho la serie, estaríamos todos llorando a moco tendido con el resultado. Yo la he disfrutado mucho, y con varios capítulos sólo he notado las diferencias releyendo el cómic después de verlos, porque la esencia del episodio era exactamente la misma.
Gracias por poner mis pensamientos en palabras de la forma más clara posible José. Como lector de Sandman y fan de la saga y Gaiman no podría estar más de acuerdo.
Precisamente el defecto de Morfeo era que siempre seguía las teglas arrajatabla.
Defiendes la obra o lo que la obra defiende, hoe?
Sueño es negro frente a Nada en el Inframundo. Viste la serie?
He de decir que el artículo lo he disfrutado a medias, pero que la mayoría de artículos en defensa de lo WOKE son infumables de principio a fin, mientras que en este el autor si ha demostrado querer hacer un mejor trabajo y tener cierto talento. Seguramente sí este autor pudiera escribir algo de su propia cosecha sería muy digno de leer.
Pero metiéndome en lo que quiero responder a esta defensa de porque un producto menor televisivo de una obra maravillosa es un acierto que abandera con orgullo sus decisiones diré.
WOKE ahora resulta que es apropiación cultural porque si cualquier otra etnia que no sea caucásica utiliza una expresión antes es una aberración que los blancos quieran utilizarla de cualquier otra manera. Sin embargo no verás quejarse a estos mismos de que a Papá Noel se le conozca por este nombre, se le vista de rojo por Coca Cola, o se utilice a un negro para representarle. Es decir, si eres blanco todo puede ser apropiación cultural porque que la NAtiVIDAD pase a llamarse de otra manera no tiene ninguna intención tras de sí, de la que deba hablarse o por la que cualquier medio te vaya a PAGAR. Al final estos días el periodismo es otra forma de mercenariado.
Me parece llamativo que siempre que se señalan las críticas de «TODOS» esos supuestos Trolls de la derecha que atacan al entramado mafioso del mundo del entretenimiento, se señale SÓLO a la parte más tonta. No había críticas con sentido?
A la serie de Sandman, cuyo cómic para mí es de lo mejor que he leído en mi vida, es un 6. Y sinceramente es porque tiene suerte de haber contado con el material original. A todo el mundo le he dicho, que de haberse ceñido más y mejor al guión que presentan los comics, está hubiera sido seguramente la mejor serie del año.
Los actores en general estaban muy bien, fíjate por donde gustando me sobre todo la interpretación de la actriz que hacía de muerte, así como algún otro actor de renombre. Eso sí… Llamarme purista, pero que la muerte en Sandman sea una mujer negra me abre todas las carnes. Los eternos son pálidos como la leche en su forma más original, pudiendo adoptar luego cualquier aspecto que deseen a conveniencia. Y son por supuesto los primeros que no juzgan a la gente por como se ven, sino por como ACTUAN (algo que en esta época de lo banal, lo fácil, lo simple y lo absurdo se está olvidando con mucha facilidad).
Ver a Lucifer convertido en mujer es de cara a las tramas que luego abrían los cómics tan estúpido y absurdo como la propia serie que le plantaron no hace demasiados años y que sinceramente ha sido uno de los mayores desperdicios creativos que he visto en mi vida. Y ver a una actriz tan desaprovechada como en Phasma y que parece no saber encajar del todo en el papel…
Luego al ser una obra, como bien se dice aquí, en la que se era muy abierto con respecto al sexo, género, prácticas sexuales o cualquier elemento onírico que se quisiera utilizar para mezclar ideas, conceptos, o pensamientos pre-establecidos, no le iba a sentar mal toda la nueva corriente ideológica con la que llevan tiempo martillando al espectador medio para convencerle e imponerle cualquier idea previamente cocinada que poder utilizar para amansar e idiotizar a la masa social.
Los que se creen revolucionarios siembre se enganchan a cualquier -ismo novedoso y de actualidad con el que les permitan encontrar culpables fuera de sus pobres personalidades. Que vamos a hacer si hoy en día llamar a cualquiera racista, fascista, machista o utilizar cualquier otro término despectivo con el que poder colgarle un estigma social tiene tanto peso como un pedo en el aire, y la misma duración. Gracias a Dios, mucha gente comienza a estar harta de que pretendan señalarles con clichés politizados y altamente ideologizados y les comienza a importar dos pimientos.
Ya que mencionamos a Desesperación, me parece reseñable decir que no fue lo suficientemente grotesca para mi gusto, así como Deseo estaba perfectamente representado en pantalla.
Estos días, a nada que la gente encienda el cerebro y se ponga a pensar en vez de consumir, se darán cuenta de que les están metiendo ideologías con las que pastorear les una vez más. De ahí que la gente, aunque a veces de manera burda, sienta que les están metiendo con calzador las cosas. Y es que hay cosas que atufan más que otras.
En cuanto a Neil Gaiman. Es un hombre inteligente y culto que ha escrito cosas maravillosas, y al que tristemente, y como tantos otros, vemos que se le ha podido comprar porque determinados cheques parecen más jugosos que las ideas originales
Siendo una serie que podía pisar el terreno de lo WOKE con mucha normalidad, lo utiliza de manera constante y en muchos casos pisando gran parte de la idea original.
No me lanzaré a vender los comics, los cuales tienen un lugar destacado en mi colección y guardo con muchísimo cariño. Así como recomiendo su lectura a cualquiera (este en el espectro ideológico o político que quiera estar).
Con respecto a Los Anillos de Poder estoy de acuerdo con Elon, pues es la mayor mierda creativa de un material original que he visto en mi vida y de la cual Neil no tiene culpa alguna.
Con respecto a la creatividad ideologica del mundo del entretenimiento estos días decir que en un 95% es pura basura siendo series como Arcane (maravilla creativa) elementos salvables.
Y a partir de aquí, que a uno le llamen Troll, llorón o neandertal, no cambia la realidad de que cada vez se venden menos cómics, películas, series o libros y quizás en vez de tratar de señalar o excusar los pobres productos que se lanzan al mercado, los que viven de este negocio (y saben perfectamente lo que hace y a que juegan) deberían dejar de mirarse el ombligo y darse cuenta de porque pierden CLIENTES que no quieren consumir productos de segunda categoría.
El artículo no es malo del todo, y está bastante bien llevado. Es tan sólo que como tantos es bastante engañoso en algunos puntos.
Sandman (como Los Anillos del Poder o cualquier obra de ficción) podrá ser buena, mala o pasable. Pero nada tendrá que ver en ello que sus protagonistas sean blancos, negros, hombres, mujeres, cisgénero o queer.
La calidad de una obra no se mide por el género o etnia de sus personajes, ni por los cambios respecto al material original, en caso de ser una adaptación. Se mide por el talento de sus creadores a la hora de plasmar esa obra en imágenes, sonidos o palabras. Tanto Sandman como LADP hubieran sido igual de buenas o malas respetando 100% el origen de los personajes adaptados. Otra cosa es que los actores y actrices estén mejor o peor, pero su género poco tiene que ver ahí.
Fernando, los que defienden la fidelidad a los cómics olvidan que el autor sigue vivo y puede hacer el casting de la manera al que el se le de la gana. Cuando yo veo a una persona de cualquier etnia, yo veo a la persona, el actor o actriz, el talento de interpretar. No hay que ser woke, sino más tolerantes, al final somos espectadores, si no te gusta, no consumas y ya ¿Para qué quejarse en internet por un capricho a alguien que tiene todos los derechos sobre su propia obra?
Hablar de ideología forzada por los medios y hablar de lo “woke” es absurdo porque obvia la realidad de los hechos: 1. Todo es ideología 2. La mayor parte de los medios produce ideología de derechas, una muy abrumadora mayoría 3. Esa ideología de derechas ni te la replanteas porque ya la has asumido 4. Tu cabreo es infantil y se centra en gustos personales, no en una crítica formada, o llena de conocimiento…
Gracias por este estupendo artículo. Me lo pasé genial con los cómics de Sandman en mi adolescencia. Genial con la actual serie en Netflix y aunque sé que no tiene absolutamente nada que ver con “El poder de los anillos” también me lo pasé en grande viéndola. Gracias por haberme hecho comprender algunos comentarios de Neil en las redes. Que divertido, sagaz y lleno de talento es este escritor. Y gracias por un artículo, tan detallado y bien escrito.
Confieso que nunca leí sandman y a la serie no le hice mucho caso. Había escuchado sobre todo el contenido «woke» Qué trae y me molesta en general que en una obra se hagan tantos cambios de ese estilo, más que nada porque no son en general orgánicos con su contenido sino que son siguiendo una moda con unas reglas muy estrictas (ejemplo: personaje pelirrojo es reemplazado por uno de color; y se sigue una secuencia muy particular 1)hombre reemplazado por mujer u hombre de color, 2) cualquiera de estos dos es reemplazado por mujer de color. Y 3) -que casi no se ve pero está en los planes- mujer de color es reemplazada por mujer trans.)
Y es mucho de estos casos estos cambios afectan al argumento porque se da más relevancia a situaciones que no estaban en la obra original y se cargan demasiada las tintas en conceptos sobre racismo y discriminación por orientación sexual y otras yerbas. Va a estar como ejemplo la serie de sobre Entrevista Con Un Vampiro qué convierten a Armand en negro y sufriendo por la discriminación, el racismo y la esclavitud de esa época, cosa que ni aparecía en la obra original (Y a propósito Armand era pelirrojo). No es que esté en contra de visibilizar estos problemas derivados de la discriminación y las sufrimiento de minorías raciales pero no tienen por que meterlo forzadamente en obras que no tratan del tema. Para casos como este existen excelentes películas como 12 Años De Esclavitud.
Pero volviendo a Sandmand, si el autor ya desde el vamos ponía personajes que ahora llamamos diversos, e incluso cambiaban de raza y género dentro del cómic, además de estar involucrado en la producción y los guiones, sinceramente uno no puede criticarle nada porque es SU adaptación, es su manera de recontar la serie y le puede meter los cambios que quiera.
Y si alguien le molesta que el autor sea «pro-woke», bueno, háganlo fácil, no miren la serie y listo.
Y esto es lo último que puedo decir. Si una serie o película o lo que sea no te gusta, o directamente no te gusta que traigan contenido «woke», No pierdas tiempo criticandolo. Directamente no lo mires. Te aseguro que las compañías productoras les va a j**** más eso que te la pases criticandola en cada red social que encuentres. PorQué eso es otra forma de hacerle propaganda.
Rabietas de niños macriados a los que les han quitado su último juguete y creen que su opinión es el eje del mundo. Solo hay que ver con la soberbia en la que se declaran «puristas» por encima del propio creador. La quintaesencia del ego individualista, cateto y bastante corto de vista, por ignorante en una época en la que hay medios más que suficientes para extirpar la ignorancia, pero prefieren dedicar su tiempo a seguir en twitch o YouTube a unos ególatras que monetizan odio y cuñadismo a partes iguales.
la verdad es que viendo la serie no pude evitar pensar que al igual que hay historias que sólo pueden ser bien contadas en una novela y no encajan tan bien en una película (y viceversa), el cómic tiene su propio registro que a veces no puede adaptarse bien a otros medios.
la serie me ha parecido muy fiel a los tebeos (que lucifer no tuviera el aspecto exacto del joven Bowie fue un pequeño despago, pero qué más da?), sin embargo… lo que en los comics es una atmósfera conseguidísima de misterio, melancolía y surrealismo, en la serie resulta de una pretenciosidad sonrojante.
lo bueno de los comics es que el dibujo subraya lo que en una película debe ir por fuerza resaltado. supongo que el ritmo de lectura, la posibilidad de detenerse en una viñeta, etc. genera una capacidad de sugerencia que el soporte filmado no puede proporcionar.
en fin, lo mismo me parece que pasa con 300: el comic desarrolla una tragedia poco a poco y la película es una macarrada de principio a fin.
j
Me encanta poder ver estas series sin tener que ir contando cabezas de colores. Al final, disfruto igual y me canso menos.
No he visto Sandman ( soy un muerto de hambre que no le llega para Netflix…pero si para Amazon Prime) a mi lo woke me la bufa, si el actor que hay detrás es bueno, y la historia tiene algo que contar me gana (a mi me gustaba American Gods a pesar de que el actor que hacía de Moon tenía cara de «quién se ha tirado un pedo?»).
He descubierto una manera de saber si algo que estoy viendo es bueno o malo. Si en menos de diez minutos de empezar a ver algo saco el móvil y me pongo a hacer scroll por el menú de Discover…la serie/película es una mierda.
Pueden llamarme simple si quieren pero los LADP es un truño tanto como si vas de purista de Tolkien, como si pasaba por ahí (mi caso, ya quisiera ser un defcon friki 1, pero exige un tiempo del que no dispongo y es demasiado caro y no me lo puedo permitir). Galadriel Mary Sue no es Ripley, Ni Sarah Connor, ni Angela Basset en días extraños… Es repelente en modo tengo a Dios cogido por los huevos y el resto además de mortales sois subnormales (que lo son) duré tres capítulos.
Ni woke ni pollas en vinagre es una mierda de serie. Asumir y digerir. Y la próxima hacerla mejor, con que no aburra ya saldremos ganando.
Tanto dárselas de inclusivo don Neil y no tuvo cojones de representar a Sandman como mujer y/o negra. Imagino que la condición que puso para participar en esto fue que podían cambiar de sexo, etnia o cualquier otra cosa a cualquier personaje, con tal de que dejasen tal cual a su niño bonito.
Y además, ¿para qué molestarse en hacer que una mujer interprete a Lucien si luego me la caracterizan de hombre?
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