Se abre el telón, aparece el maestro de ceremonias y la fiera se sube al estrado. En uno de los primeros programas de Sálvame todos aparecieron disfrazados de esa guisa circense y nadie duda que Jorge Javier Vázquez (Badalona, 1970) es el gran experto en leones, tigresas y felinos de esa feria de las vanidades llamada prensa del corazón. Conversador pausado, de ironía taciturna, es nuestro particular Howard Beale (Network, un mundo implacable) y esperamos que aquella bala que es la audiencia nunca llegue a su corazón. Que, en contra de lo que dicen sus enemigos, tiene y cultiva: toda su obra literaria es el eco de ese niño en soledad que se entusiasmaba con la revista Lecturas.
Siempre te he imaginado como un niño con gafas y mofletes leyendo el Pronto o el Teleprograma en Badalona. ¿Cuánto hay de verdad en esa imagen?
El Pronto lo leía poco…
¿Cuál era tu revista entonces?
En nuestra casa era más el Lecturas; el Teleprograma no lo leía casi.
¿No leíais ¡Hola!?
El Teleprograma lo compraba una tía mía y luego el ¡Hola! lo compraba otra. Este último me aburría profundamente: hablaba de gente que me interesaba más bien poco y no conocía de nada. El Lecturas era un corazón más de calle.
¿Qué suponían esas revistas en tu infancia? ¿Un pasaporte a mundos lejanos de tu Badalona charnega?
Fueron entretenimiento y luego me sirvieron muchísimo cuando llegué a Madrid. Lo hice en el 95, cuando había mogollón de photocalls, estrenos de teatro…
Son los años, incluso, donde Mar Flores y Sofía Mazagatos montaron esa agencia de modelos castiza en la capital, copia pedestre de la parisina Elite…
Por esa época, sí. Me sirvió mucho ese aprendizaje que te cuento porque cuando estaba en ese mundo las agencias cubrían las informaciones de rebote. Ellos no conocían quiénes eran los personajes…
¿Trabajaban y publicaban notas de prensa?
No, no, no: en los photocalls había prensa, Europa Press y Agencia Efe, pero no conocían a los famosos. Muchos eran gente joven que hacía prácticas o empezaba y no sabía de esto y yo les decía «este es tal», «este es cual» y «este es hijo de tal». Controlaba muchísimo esos photocall; ahora no los controlaría nada… cero.
Quiero que cuentes a los lectores lo reducido que era el mundo de la prensa del corazón en comparación con ahora, que es masiva…
De los 80 no podría hablarte, era pequeño, pero cuando llegué en los 90 a Madrid solo estaban las revistas, que salían el jueves, y luego un par de agencias de prensa. No había televisiones…
Es el gran cambio. El mundo de la televisión es posterior.
Era mucho más familiar.
¿Cuál era el programa que aparecía en TVE a primera hora de la tarde? Aquel con la presentadora de acento canario.
Pues estaba Corazón, corazón y luego también Esta noche cruzamos el Mississippi, además que todos hacíamos mucha pandilla. Luego había una compañera que hacía Lo + Plus y que se llamaba Romy Benchimol. Es una época que recuerdo con mucho cariño, llegué nuevo y había mucho compañerismo: nos avisábamos de las convocatorias que había, donde se tenía que ir….
No existía el representante, el agente de prensa, era todo más cercano…
No existía todo el mundo que existe ahora gracias a las televisiones: ahora todos los días nace un famoso. Antes no existía eso.
De tu infancia viene también tu pasión por Paloma San Basilio, ¿no? Creo que cuentas en el libro que pagaste un concierto con un trabajo veraniego…
No sólo era para pagar el concierto, ya que te digo una cosa: hice muchas cosas gracias a ese trabajo. Lo hacía viernes y sábados y cobraba trescientos euros de la época. Esto es hace casi treinta años, vivía en casa de mis padres, iba al teatro y también me pegaba algún viaje. No tenía problemas de dinero, la verdad. Todo gracias al Pryca (risas).
Quiero volver a tus primeras vivencias, y preguntarte por tu padre: en tus primeros libros hay mucha tensión con la figura paterna. ¿Es la primera herida del escritor uranita? En los libros de Jaime Bayly y otra literatura gay siempre está presente…
No sé si fue herida; más bien silencio. Cuando pasan los años abunda más la comprensión: mi padre era hijo de una época. Acabé de ver ayer el retrato de los Pujol, La sagrada familia que ha hecho David Trueba, y me hace mucha gracia porque uno de los hijos dice que su padre (que tenía la edad del mío) siempre habló en casa de «trabajar, trabajar, trabajar…». Eso es lo que escuchado en mi casa todos los días: hay que ser productivo. Cuando me dicen de dejarlo todo, de vivir y la jubilación, es algo que no tengo interiorizado porque en mi casa jamás he escuchado eso. La persona tenía que trabajar, labrarse un futuro…
No conocías esa figura tan de Madrid, especialmente en los 70 y 80, del rentista…
No he conocido en mi vida a nadie, en Badalona, que viviera de rentas. Si no conocía a un gay, iba a conocer un rentista (risas).
Leyendo las biografías de muchos vástagos de las grandes familias del franquismo casi todos ellos no trabajaron en su vida…
No, no, yo es que esa realidad no la conozco. Y lo que te da es vértigo de lo desconocido.
¿Cuánto conservas del paso por el Opus Dei? No me refiero a la fe, sino a una ironía de clase devastadora…
Es que cuando repaso mi paso por el Opus Dei tengo sentimientos encontrados. Yo conocí a gente estupenda, tengo que decirlo, pero fíjate que era un sitio donde la tensión que se vivía en la sociedad en Cataluña —por relacionarlo con el pujolismo— no se vivía.
Era una burbuja.
Sí, también vivía en Badalona, que es una ciudad con sus propias características. Después de ver la serie de Trueba —me ha impactado mucho— me he dado cuenta de que viví el pujolismo en todo su esplendor. Y se habla de una Cataluña, pero no de la otra (la mía). Y en ese mundo del Opus Dei no me sentí excluido.
Es esa Cataluña charnega de la revista Popular 1…
Luego lo que echo de menos es no haber vivido ese punto de locura: no existía libertad en el Opus Dei. Éramos todo chicos y no había diversidad sexual. Lo estoy viendo desde el prisma de estos momentos: si tuviera un hijo, entre un colegio del Opus Dei y un colegio público, lo llevaría sin lugar a duda a un colegio público.
Vamos a aligerar el tono…
¿Te parece demasiado intenso? (risas)
No, no…
Quiero decir, que en un colegio público conocería un mundo diverso y el otro es un mundo excesivamente cerrado.
El citado Bayly nos decía que Escrivá de Balaguer «tenía todavía más pluma» que él. ¿Coincides con ese juicio?
Hace poco estuve viendo imágenes de sus discursos en YouTube…
Era muy buen orador.
Era muy buen orador, muy convincente. Lo de la pluma no me llama la atención, pero era muy buen predicador. Era una bestia escénica. Luego había unos cuántos libros que se escribieron donde decían que le fascinaba ser marqués y eso me llamaba la atención.
¿Qué leías de adolescente? Eres de los pocos periodistas de televisión con un bagaje de lecturas…
Creo que la gente se piensa que tengo más bagaje del que verdad poseo. Mira, lo que me llamara la atención. Miguel Delibes…
Delibes leído desde Barcelona es muy marciano: es el gran autor del pobre castellano.
Hostias, no lo había pensado. Leía mucho a Delibes y leí con fruición Los gozos y las sombras de Gonzalo Torrente Ballester. Es una trilogía que me encantó. De jovencito me impactó La historia interminable. De más adolescente, en la universidad haciendo Filología, leía todo lo que publicaba Carmen Martín Gaite.
Tiene un ensayo precioso, Usos amorosos de la posguerra española, de una sensibilidad admirable.
Es maravilloso. Me impactó mucho también Nubosidad variable, del cual me enteré de poco y luego con los años lo he ido entendiendo. Es una delicia cómo está escrito, cada página es una obra maestra. Luego me acuerdo de que Carmen Martín Gaite iba a la Facultad de Filología en Barcelona a dar «recitales»: no voy muy desencaminado con esa definición ya que cada conferencia suya las aulas se llenaban. Se la recibía como una rockstar, era un acontecimiento.
¿No tiene mucho que ver la prensa del corazón con la novela decimonónica? De La Regenta al «caso Alfonso Merlos» hay línea directa…
Sabes, la novela decimonónica —que me encanta— y los seriales radiofónicos siguen las mismas premisas. Es decir, lo hemos leído y nos ha gustado, pero cuando lo hemos visto de verdad, en televisión, nos ha rechinado. Vicente Verdú en El País decía que en un programa de Sálvame hay más sentimientos que en una novela de Tennessee Williams (risas).
Sálvame, en el sentido metaverso de ficción, es más potente que todos los superhéroes de cómic juntos. Corre por internet un esquema con todas las conexiones del famoseo a través de Rocío Jurado e Isabel Pantoja como nodos principales y es complejísimo.
Lo que sí creo es que siempre es muy difícil presentar un programa así: tienes que conocer esa intrahistoria, las conexiones que se dan.
Quiero volver a tu primera vida laboral, tuviste uno de mis trabajos soñados que es ser periodista en Superpop. ¿Cómo era colaborar en esa revista?
Yo únicamente hacía cosas de apoyo. Unas de las anécdotas más fascinantes que me ha pasado en mi vida de Madrid fue entrevistar a gente sin conocerla. En aquellos años salía un grupo cada día, todos tenían éxito: recuerdo entrevistar a la cantante de Aqua.
A finales de los 90 hubo una explosión de grupos de este estilo de tecnopop caramelo; el experto en pop José Viruete los llama aquaxploitation.
Lo más heavy, sin tener ni idea —yo era de Paloma San Basilio—, es que llamaron desde Barcelona y me decían «tienes que entrevistar a Robbie Williams» (se acaba de separar de Take That). Fui a hacer la entrevista en el Meliá Princesa, yo no hablo inglés, y apareció el tío. Se produjo algo, esas cosas tan curiosas, y él se dio cuenta que yo no sabía quién era él ¡y no lo vio como malo! (risas). Porque yo tendría veintiséis o veintisiete años y hablamos con tranquilidad. Lo recuerdo muy cariñoso y supereducado. Con los años he aprendido a apreciarlo como artista.
Existía la leyenda urbana de que Superpop se inventaba las entrevistas a los famosos…
No, es mentira. Lo que hacías era rehacer textos desde el inglés. Maruja Torres contaba una anécdota muy buena. En Garbo, lo que había antes de la revista Pronto, le encargaron unas memorias de Carolina de Mónaco. Y se la pagaban por tamaño del texto…
Por cifra, que se decía.
Sí, sí, y lo que hizo Maruja Torres fue inventarse un diálogo entre Carolina de Mónaco y su madre Grace Kelly: «Mamá, mamá, que Philippe Junot me ha puesto los cuernos», «Ya te lo decía yo que eso te iba a suceder» (risas).
¿Cuándo decides irte a Madrid? ¿Bloqueo laboral en Barcelona? ¿Es posible la prensa del corazón allí?
No, no, yo siempre había soñado con Madrid…
Te comento esto porque no existe un figureo del corazón en Cataluña: nadie conoce la vida sentimental, de haberla, de María del Mar Bonet.
No, la única que teníamos allí es Mónica Randall y vivía en Madrid. Creo que nunca ha existido, me lo han preguntado antes, y realmente es que no vivía nadie famoso (siempre tenías que hablar de oídas). En algún programa de televisión existían compañeros, pero el paso por Barcelona de personajes conocidos era menor. Se veía con cierta lejanía, con distancia e ironía. En la Ciudad Condal todo lo que pasa en Madrid se ve muy folclórico. Esto también me pasa en mi casa, ¿eh? Cuando veo Sálvame me parece un tablao flamenco.
Era común en algunos exiliados laborales del país por la crisis ver Sálvame en la web de Telecinco por morriña de España. Es imposible meterse con el programa luego de eso…
Claro, hay gente que me escribe desde los lugares más insospechados del mundo porque el programa le conecta con su país.
Quiero incidir en el enigma anterior, ¿por qué no existe figureo del corazón en Cataluña?
Porque yo creo que ha sido siempre una sociedad mucho más discreta. En Madrid estaban centralizados los estudios de cine, televisión y radio. Eso allí no existe, no hay star system, porque no se da. Antes, para trabajar, para hacerlo, teníamos que desplazarnos a Madrid. Allí era todo más reducido; no sé si está pasando también ahora…
Comienzas en Pronto y lo gracioso es que eran los mismos temas que ahora: las familias Jurado y Pantoja.
La familia Pantoja tiraba mucho y los Jurado también. Cuando entré en Pronto podía elegir entre tres temas de apoyo en la redacción y escogí la llegada de Ortega Cano y Rocío Jurado a un aeropuerto (que la montaron). Armaron un pifostio… ¡Sigue siendo el mismo tema desde hace treinta años! Es que es muy difícil encontrar sagas potentes…
¿No tienen esas familias algo de ficción de auge y caída propio del siglo XIX?
Sí…
Amador Mohedano es totalmente literario, no en el buen sentido.
Son literarias porque durante muchísimo tiempo han intentado silenciar lo que ocurría en ellas, y eso es lo que más vende.
El paralelo con los Panero y El desencanto, nuestro primer reality show, es evidente.
Es lo más inquietante: cuando ves una valla, cuando observas silencio, es lo que más te inquieta. Cuando ves un campo libre dices «ya lo he visto, ya está». Te preguntas: «¿qué estará pasando detrás de esa valla?». El secreto provoca siempre mucha curiosidad a todo el mundo.
Te quiero hacer una pregunta materialista, incluso marxista: ¿cambió para siempre la prensa del corazón la inauguración del AVE Madrid . Sevilla?
Eso fue antes del 92, ¿no?
Es la gran explosión: cada llegada de la Pantoja a Madrid o a Sevilla llevaba consigo a todos los fotógrafos y revistas.
Pues no lo había pensado, la verdad, pero es cierto que el AVE se convierte en la base de todas las entradas y salidas.
Un plano permanente de Sálvame es el periodista José Antonio León en la estación del AVE de Sevilla.
Claro. Es esa frase de Rocío Jurado ya harta: «¡No vuelvo más nunca al AVE!» (risas). Esas estaciones de alta velocidad se convirtieron en territorios peligrosos.
Los famosos solían estar cansados del viaje y siempre acababan violentos con los periodistas…
Es que esa frase… Creo, también, que en el aeropuerto puedes despistar, pero en el AVE no. Hubo un momento, a propósito de esto de Sevilla, en que se imponen las sevillanas como elemento de la Jet: Carlos Cano tiene una canción que se llama «Sevillanas de Chamberí» sobre esto y hasta en Barcelona se celebraba la Feria de Abril.
Es mítica la Feria de Abril de Barcelona: Arcadi Espada se ríe de ella en Contra Catalunya.
Había incluso una fiesta de sevillanas allí que hacía una mítica relación públicas, Dolly Fontana, en la discoteca más pija de la ciudad, de nombre Up&Down. Creo que llegaban a organizar, fíjate —tendrías que tirar de hemeroteca para confirmarlo—, cruceros de gente barcelonesa por el Guadalquivir con lo de la Feria de Abril.
¿Por qué la mayoría de los personajes de la prensa del corazón vienen del sur de España?
No todos, vienen un determinado tipo de personajes. Va por épocas.
Las sagas potentes que citas, Pantoja o Jurado…
¡No tenemos más!
¿Qué pasará cuando acaben esas sagas? ¿Quiénes serán los siguientes?
No lo sé. Yo tenía gran esperanza en las influencer, pero no sé si se podrá. Para captar la atención del público debes tener un bagaje existencial que estas no tienen. Es otro tipo de producto.
Hay una especie de capacidad de crear monólogos absurdos de la nada que tienen gente como Isabel o Anabel Pantoja e incluso Belén Esteban. Son una especie de cultura oral hispana —ese bagaje existencial que llamas— que encantaría a Jean Paul Gaultier. De subtitular esas piezas al francés se las llevaría sin billete de retorno a París como le pasó antes a Carmen Maura…
No lo sé, ahora hay mucha información, muchos canales. Antes había menos y era mucho más sencillo que alguien se convirtiera en motivo de interés. Ahora hay tanto para elegir que es muy difícil que destaque.
Quiero pasar rápido a Aquí hay tomate: ¿fue el programa clave en acabar con la deferencia, con las clases, entre famosos? Al periodista David Barba, en el tiempo, le dijiste que para los redactores de ese formato «no había un famoso más importante que otro».
Sí, eso fue verdad. Años atrás, incluso, los personajes que no tenían voz comienzan a hablar. Cuando empiezan a hacerlo nos sorprendemos: «¿Y Nati Abascal era esto?» (risas). Fue una gran decepción: no era mismo verla en el ¡Hola! a escucharla. Para estas personas el paso del periodismo mudo al sonoro fue catastrófico, incluso demoledor.
¿No era en perspectiva mucho más cruel Tómbola que Aquí hay tomate? Viendo los youtube antiguos parece ser así.
Yo ahora creo que sí vemos el Tomate como lo que era. Y eso que en su momento fue rompedor.
Ahora sería suave, de hecho.
En estos momentos sabríamos verlo como lo que era: un programa de humor.
Mi momento favorito es cuando contratasteis un helicóptero para sobrevalorar la finca La Cantora con música de Falcon Crest: pondría ese vídeo en una clase sobre propiedad agraria en el sur. Isabel Pantoja tenía, también, una verja para que no pasaran los campesinos reasentados y un vertedero ilegal.
Lo más estrambótico es que las fincas de Encarna Sánchez e Isabel Pantoja en la Moraleja estaban más o menos cerca y se especuló con un túnel secreto. Llegó a existir un gráfico.
Te lo imaginas con antorchas y calabozos.
(Risas) no, no, no, no era así. Cuando estaba con Carmen Alcayde, con todos los respetos, temíamos el día que muriera Ángel Cristo: había veces que nos daban ataques de risa con temas serios que no podíamos controlar. Decíamos «el día que fallezca, ¿quién entrará en el tanatorio? Payasito, un lanzador de cuchillos…». Pensábamos luego «por favor que no se muera, que la gente entrará dando el pésame y se enfadará». Recuerdo, también, con Alcayde, temas con los que nos teníamos que pellizcar los muslos para que no nos entrara la risa.
Vamos a la actualidad, a Sálvame. ¿Cuánto debe el formato a David Valdeperas?
David Valdeperas llegó más tarde, se incorpora primero al Deluxe. Los primeros directores fueron Raúl Prieto y Carlota Corredera, y empezamos con un programa para comentar Supervivientes donde se hablaba de todo menos del programa. Luego nos pasaron a la tarde y posteriormente llegó David Valdeperas. Él y Alberto Díaz hacen un tándem perfecto: el primero tiene una capacidad de show espectacular y el otro es más racional. Yo me río mucho con Valdeperas, y cuando un colaborador se queja le dice «¡esto es un show! ¡esto es un show!». Tiene muy metido en la cabeza el espectáculo y eso es fundamental en un mundo como este.
¿Alguna vez te has sentido en Sálvame como el personaje de la película Network, un mundo implacable? En los programas de la pandemia estás brillante, aunque pareces muy nervioso…
¿Me veías así? No lo recuerdo de esa manera: la pandemia pasó por mí sin romperme ni mancharme. Tengo una mala capacidad y es que ante ese tipo de acontecimientos me bloqueo. Necesito mi tiempo para asimilarlo; lo que me destrozó fue la pospandemia, como a tanta gente.
Eso es cierto: mucha gente quedó tocada después.
Yo no me enteraba de nada y tampoco quería pensar. Lo recuerdo como una época histórica: ibas a trabajar, no veías a nadie por la calle y estaba todo el mundo en casa viéndote.
La prensa del corazón sobrevivió en la pandemia, cosa que no pudo el deporte por motivos obvios. Creo que, en cierto sentido, a todos los que estabais haciendo show, permitiéndonos desconectar a los televidentes, os debemos cierto homenaje…
Uy (risas) ¡Déjate de homenajes!
Voy a entrar en el tema de Rociíto, que divide España más que la guerra civil. ¿Cómo pudo Antonio David, «espanto de boleros» que dirían en el siglo XIX, hacer la versión de su separación y divorcio única? ¿No es un farsante a lo personaje de Emmanuel Carrère? ¿Quién le apoyaba en los medios?
Yo reconozco ahí mi dejación de funciones: lo cuento en el libro, dedico un capítulo. Me creía lo que decía.
¿Pero tanto carisma tenía Antonio David? ¿Es capaz de mentir tan bien?
No es que tenga carisma, es que no contábamos con la otra parte. Si uno va hablando, hablando, y hablando y la otra parte no se manifiesta, pues dejas que la bola crezca. Reconozco que me he tragado unas mentiras tremendas y a mí, también, me parecía un tema tan enrevesado, con juicios continuos y tal, que ya no entendía absolutamente nada. Cada vez que aparecía el tema en el programa desconectaba. Te lo digo de verdad: no entendía nada. Tú me empiezas a preguntar, lo he hablado con Rociíto esto mucho, y tengo una laguna mental.
El programa Rocío, contar la verdad para seguir viva tiene, además, un curioso paralelo con la emisión seriada de Secretos de un matrimonio de Ingmar Bergman: los dos son hitos televisivos en el sentido de que hicieron aumentar las denuncias, separaciones y divorcios en España y Suecia.
¿Sabes lo que me ha pasado a mí? En las firmas de libros que hago varias personas me cuentan «a mí me ha pasado lo mismo que a Rocío». Eso es duro, ¿eh? Luego hay gente que ya no tiene miedo a contarlo por vergüenza o temor a la propia familia… ahora en las firmas me lo cuentan.
Vamos a las preguntas políticas. ¿No es el plató de Sálvame una radiografía social del país? Aparecen todos los tipos que describía Valle-Inclán en Tirano Banderas dentro de la legación española: «el abarrotero, el empeñista, el chulo del braguetazo, el patriota jactancioso, el doctor sin reválida, el periodista hampón, el rico mal afamado…».
Muchas veces, cuando la gente critica tanto a Sálvame, pienso: es que los seres humanos somos así. La televisión amplia formas de ser, comportamientos, aunque tampoco lo sé del todo. Creo que Sálvame es una realidad del ser humano amplificada y no nos gusta porque nos reconocemos.
¿Se puede ser de derechas y gay? Afirmas que no en tu libro.
No, ya te digo yo que no. No entiendo que una persona sea de derechas y gay. Como dice Abel Arana «es como si Beyoncé quisiera pertenecer al Ku Klux Klan» (risas).
¿Salvarías algo de la derecha? ¿La estética? ¿Su frivolidad?
Me encantaría tener una derecha que me hiciera replantearme el voto, me parecería muy sano para este país. Pero no ha sucedido.
Acabemos con Antes del olvido, tu último libro de memorias. En él confiesas que estás acostumbrado a ocultar tus estados de ánimo. ¿Es la máscara la condena de todo escritor gay? Llega incluso al título de una obra clave como Confesiones de una máscara de Yukio Mishima
Creo que lo hace mucho más el trabajo: cuando lo haces de cara al público te acostumbras a fingir. Pero está bien, porque te ayuda a desconectar de ti mismo durante unas horas. Es como si pararas tu cerebro y lo dejaras descansar. Lo malo es cuando estás trabajando y todavía esos problemas persisten. Ahí tienes que darte cuenta de que algo no funciona.
En este libro hay dos coprotagonistas: tu psicóloga Silvia y Mila Ximénez como una segunda madre. ¿Son aquellas las que te quitan esa máscara?
No, Mila Ximénez como una segunda madre no. Yo la veía como una pareja.
Las cartas a Mila son tristísimas, parece que se fuera con ella alguien de tu familia…
Ya te digo, yo la consideraba mi pareja. Nunca advertí que había una diferencia de edad de veinte años. Pesa mucho el momento cultural que has vivido: cuando mi padre tenía mi edad lo veía como un señor mayor. Con Mila nunca advertí la diferencia de edad, podíamos hablar de veinte mil cosas y no nos juzgábamos jamás: encontrar una persona que no te juzgue, pero que tampoco te dore la píldora, pueda rebatir y a veces echarnos un cable es muy difícil.
¿Qué futuro le espera a Sálvame? ¿Sobrevivirá a los novelones turcos? Afirmas en tu obra que «mucha gente desea vuestra muerte», especialmente con los procesos judiciales en marcha, pero parece que también te da fuerza para seguir al frente. ¿No te atreverías con un programa cultural?
No, no me veo haciendo nada, la verdad. En esta profesión es muy difícil elegir: yo creo que te eligen, no eliges. De repente, te presentan proyectos que te apetecen, pero elegir, elegir, es bastante complicado.
¿Cambió el ictus tu vida? ¿Añoras tu existencia fiestera anterior? Cuando eras pasto de fotografías de advenedizos a las cinco de la mañana…
Bueno, salieron dos: para tener cincuenta y dos años es un porcentaje bastante escaso…
Pero eres un icono pop: hay un hilo en Forocoches en el cual hablan de deportes y celebran un triunfo o critican a otros rivales utilizando imágenes animadas tuyas.
(Risas) Eso pasa, pero no tengo ni idea, ya que no manejo mucho eso: me ha pillado un poco mayor. No sé si le pasa a toda la gente de mi generación. Es muy difícil estar al día de todo. En cuestiones de lo que me estás contando todo ha ido tan rápido que a mí me ha aplastado, literalmente.
De hecho, este libro es apenado, se pasa mal a veces leyéndolo…
Qué bien, me encanta. Luego de vivir en una sociedad que recibimos tantos estímulos que la gente te diga «he llorado con tu libro» me encanta. Piensa que cada vez es más difícil que algo te provoque un sentimiento.
¿Cuándo te diste cuenta, parafraseando a tu querido Jaime Gil de Biedma, de «que la vida iba en serio»? ¿Con el fallecimiento de tu padre? ¿Con la muerte de Mila Ximénez? «No dejo de pensar en ti» es la cita que acaba este Antes del olvido y es de una melancolía sin solución…
Yo creo que con la muerte de Mila he hecho dos duelos: el de mi padre y el de ella. Lo he hecho también más con la promoción que escribiéndolo y me vuelve a remover todo aquello que he vivido. Lo de mi padre lo tenía bloqueado. No hay un hecho puntual por el cual te des cuenta de que la vida «iba en serio»; se va formando una tormenta perfecta y un día te levantas y dices: hostias ¡el resultado final! Todo se va gestando poco a poco.
La frase de John Lennon en Beautiful Boy: «la vida es aquello que te pasa mientras estas ocupado haciendo otros planes».
De hecho, ahora lo que me viene a la cabeza es que el otro día estuve en el AVE, pasé la maleta por la cinta de seguridad y me dijo una persona «señor, la chaqueta». Ahí ya me di cuenta de que «todo iba muy en serio» (risas).
Bastante decepcionante la entrevista. El 70% es el amigo Julio desbarrando y haciéndose sus pajas mentales sobre el mundo del corazón, mientras JJ contemporiza como puede. Si el personaje es tan culto como se dice, desde luego no lo ha demostrado (o no le han dejado).
¿Culto?
Se dice que es licenciado en Filología Hispánica, pero en las pocas veces que le he visto en televisión no sabe hacer un uso correcto de algo tan básico como «oír» y «escuchar».
Es un personaje, estar 15 años en tv con progranas de audiencia y publicidad tiene gran mérito. No creo que haya un programa similar en ninguna tv, no se si en Sudamérica hay algo similar, es un patio de vecinos enterao y con ganas de incordiar, si les dejaran salir de su círculo sería demoledor. El problema es su credibilidad , la de Javier,en otro tipo de programas. Es un superviviente.
Este «prestigioso» periodista dedicó un programa a boxeadores y solo contaba desgracias y quedó como lo que es…
Hace unos años hubiera sido impensable una entrevista a J. J. en ésta página. Era el rey de la telebasura, de lo chusco y de lo chabacano. Pero como de un tiempo a esta parte se ha posicionado políticamente como alguien claramente de izquierdas, atacando furibundamente a la derecha, pues ahora se le entrevista como si fuera un intelectual. Y ese es el nivel.
Nos guste o no el programa – a mí no me gusta-, hay que reconocer que este hombre es un genil de la comunicación. El mejor presentador, con diferencia.
Que dices ques de Puentegenil? Ahi me parece que hay una anoamalia porque creo ques de Badalona.
El 80% de las «preguntas» son más largas que las respuestas. Más que una entrevista veo un toma y daca donde Julito intenta meter sus 40 referencias de siempre con calzador y JJ está a verlas venir.
Baño y masaje.
Es verdaderamente triste que un medio con la categoría de Jotdown entreviste a JJV, un especímen más que lamentable y dañino de nuestro ya malherido mundo.
JJV se dedica al entretenimiento de bajo coste y la opinión de segunda fila. Así que en perfecta línea con la jotdown.
Una comedia involuntaria de entrevista. El periodista debía de estar bajo el influjo de algún lisérgico, jamás he visto semejante disociación entre entrevistador y entrevistado. Descacharrante. Me da la sensación de que han hecho un experimento de arte moderno, colocando las preguntas a otro entrevistado con las respuestas de JJV.
Parece una pieza de Ionesco.
No me ha gustado nada. La entrevista ha sido pesima, aparte que ignoro el atractivo del personaje. Como apuntan, seguramente es por el sesgo ideológico del protagonista.
Hasta el titulo esta descontextualizado.
«¿Qué suponían esas revistas en tu infancia? ¿Un pasaporte a mundos lejanos de tu Badalona charnega?». Vaya tonito, ni que fuera una ciudad algo subdesarrollado o hablara de la posguerra…
Y sí, preguntas largas y sin sentido, haciéndose el entrevistador sus pajas mentales como dice Coyote, mientras Jorgeja va por otro lado…
Es que si nació en 1970 su infancia y adolescencia entran ya en los 80…
Por las aproximaciones que he tenido a esta persona en diversas entrevistas me cae bien. Dicho esto, los contenidos televisivos en los que ha participado no resisten ningún análisis mínimamente serio. Es simplemente basura. Todos estos símiles literarios que comenta el entrevistador me parecen pateticos. Que un determinado formato tenga éxito no quiere decir necesariamente que tenga un contenido y una profundidad. El público que sigue estos programas no destaca precisamente por su inteligencia y su espíritu crítico. No queramos presentar algo como lo que no es.
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