#FuturoImperfecto

Futuro Imperfecto #15: Un país sin efectivo

país sin efectivo
Escena del atraco en Heat. Imagen: Warner Bros.

«Hola, le hablo desde el año 1950 y tengo una seria advertencia que hacerle. No use jamás una tarjeta para pagar. Esos pedazos de plástico le robarán la privacidad, se quedarán con su información personal y le cobrarán carísimas comisiones. Emplee únicamente dinero en efectivo. Es en lo único en que se puede confiar».

Este párrafo, condensado de las opiniones de época en la hemeroteca, coincide con las objeciones actuales a ese nuevo medio de pago anunciado por Cristine Lagarde. Este mismo otoño se presentará la propuesta legislativa para crear la criptomoneda oficial de la UE, el euro digital. Ahora mismo se está probando en varios países, incluido España. La FED estadounidense, el banco central chino, y la mayoría de bancos centrales que operan en los mercados internacionales están haciendo lo mismo.

Con un objetivo común. Los Estados quieren más poder para sus divisas, independizándose de la especulación de los mercados, de los bancos privados, y del dólar como moneda de intercambio internacional en el caso de China. Además desean proporcionar un medio de pago a cada ciudadano que solo dependa del banco central, sin cuenta corriente, con un monedero digital que solo se relaciona con él.

Bancos e inversores privados han puesto el grito en el cielo. Las divisas digitales les quitarán negocio y poder. Los liberales de izquierda, que defienden el anonimato como ejercicio de libertad frente al Estado, las ven como un medio de control. En eso coinciden con los liberales de derechas, porque amenaza el libre mercado autorregulado y con mínima intervención estatal. Y todos en general alertan de que eso dará más poder a las haciendas públicas para cobrarnos impuestos.

Esto último es lo que más subrayan los defensores de las criptomonedas libres. Los hay pese al crash reciente, con especial presencia entre los nómadas digitales. Su advertencia es que con una divisa digital los gobiernos conocerán todos y cada uno de nuestros actos de consumo, medirán la huella de carbono que producimos con ellos, y nos cobrarán una tasa verde no muy distinta del actual IVA.

Y no olvidemos el temor al corralito. Argentina lo puso en marcha en 2001, aún arrastra la crisis que desató, y K&S Films lo convirtió en una deliciosa película, La odisea de los Giles. La propuesta del gobierno del país, aún sin desarrollar, es crear un peso digital que obligue a los argentinos a negociar sus dólares a través de la cartera digital oficial. Eso respaldaría de algún modo al peso argentino, y permitiría cobrar impuestos en un país que opera básicamente en negro. Y hacer un corralito rápido e inmediato mediante una orden gubernamental.

Misma alerta lanzada sobre el euro digital. Una vez tuviéramos monederos digitales el BCE podría decidir una quita selectiva en cada monedero para, por ejemplo, reducir la deuda de un país de la UE. O necesitar por motivos económicos devaluar la moneda y con otro clic hacer que en unos minutos todos perdiéramos parte de nuestro dinero. También podrían hacerlo al revés, ingresar dinero en nuestros monederos digitales a modo de gran estímulo para salir de una crisis.

Siempre nos quedaría el dinero en efectivo. Pero ¿seguirá existiendo cuando se complete la digitalización?

No se aceptan billetes ni monedas: el caso sueco

Lagarde, el BCE, la UE, y la mayoría de sus órganos oficiales han puntualizado que el euro digital convivirá con la divisa que conocemos, y con los billetes y monedas físicos. Pero no en Suecia, donde van a seguir operando con su moneda, la corona, pero sin dinero físico. Asomémonos a un país que puede ser nuestro futuro colectivo.

Hace una década el 39 % de los suecos usaban billetes y monedas, hoy ya solo lo hacen el 7 %. No es habitual, porque los países que más efectivo emplean son aquellos con mayor PIB, buena proporción de jóvenes, y elevados tipos de interés. Suecia cumple las dos primeras condiciones, pero también sufre un fenómeno análogo al nuestro, la concentración de la población en ciudades y la «Suecia vacía». La mayor concentración urbana ha facilitado que los jóvenes sustituyan el dinero físico por dinero electrónico usando aplicaciones en el teléfono móvil. Pero los mayores de sesenta y cinco en áreas rurales, ese 7 % que usa el efectivo, lo hacen porque cuando sufren cortes eléctricos o pérdida de cobertura es su único medio de pago. Y reclaman poder seguir empleándolo.

Además los bancos suecos, igual que los nuestros, han apartado a estos ciudadanos poco digitalizados. De los cinco grandes solo uno permite aún retiradas de efectivo en ventanilla. La red de cajeros automáticos es amplia, pero la mayoría no permite hacer ingresos. Y al mismo tiempo la bajada en el uso de efectivo ha creado el problema de que estos pagos son ahora demasiado caros para comercios y bancos privados, por el coste que supone transportarlo y depositarlo, y todos quieren librarse de él. Con ese escenario, el gobierno sueco optó por lo que parecía lógico: anunciar que iban a ser un país sin dinero físico.

Tuvieron que dar marcha atrás por recomendación directa de su banco nacional central, el Riksbank, equivalente al Banco de España. La entidad advirtió de que es responsabilidad de las administraciones no desatender a sus ciudadanos, y por tanto, en este caso, asumir la tarea de prestar servicios a los mayores de áreas rurales. Hoy Suecia prevé un futuro inmediato donde el uso de efectivo sea residual, pero donde el Estado lo mantenga por razones asistenciales y estratégicas. Asumirá el coste de emitir monedas y billetes, y de hacerlas llegar a los bancos privados para que se distribuyan. El dinero en efectivo se convierte así en un derecho más, lo mismo que la sanidad o la educación, igual de imprescindible.

Y no solo por la gente mayor del campo. Junto al gran plan de la retirada del efectivo, las autoridades suecas han incluido entre sus recomendaciones a la ciudadanía guardar en casa una cierta cantidad de billetes y monedas físicas. Para emplearlo en caso de ciberataque generalizado, guerra, o catástrofe equivalente. Bajo el colchón, bajo el ladrillo, para una emergencia, hay cosas que no cambiarán nunca. En Suecia, aquí, o en Argentina.

A los bancos se les termina el monopolio

Fintech es el término que define a esas empresas tecnológicas que automatizan servicios y procesos financieros. Han hecho posibles transacciones impensables hasta hace no mucho tiempo, como pagar con el móvil o compartir gastos, el célebre Bizum. De momento asociado a una cuenta bancaria. Pero no tendría por qué ser así, las fintech podrían prestar los servicios bancarios con un monedero electrónico personal, con tecnologías semejantes a las que empleará el BCE para el monedero digital. Y esto significa no nuevas empresas robándole negocio a los banqueros, sino fabricantes de automóviles, empresas de seguros y telecomunicaciones, y multinacionales de distribución apoyándose en su enorme músculo financiero y operando como bancos con sus clientes.

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Es el futuro, y es un problema. De tal calibre para los gobiernos y Estados que aún no está regulado, ni autorizado, este uso. Por un lado no se quiere perjudicar a los bancos privados, a los que se grava con impuestos y que compran gran parte de la deuda pública. Tampoco se quiere perjudicar a las economías nacionales impidiendo a estas empresas fintech o «con fintech» su desarrollo. Siempre es mala idea que en el territorio de tu vecino haga préstamos personales a los ciudadanos la empresa que vende iPhones, y en el tuyo no. Qué puede, en este escenario de cambio inminente, asegurar el poder de control para los Estados y sus bancos centrales. La divisa digital. Como un Anillo Único de poder, para dominarlos a todos, ciudadanos y empresas. Lo ha dicho Lagarde, sin apelar a Tolkien, pero dejando caer que el mando lo tienen ellos y que la cotización de algo tan importante como el euro no puede depender de la especulación de los mercados.

Esto tiene un precio añadido, el cultural

Nuestros nietos ya no pensarán en el concepto dinero como algo que se puede tocar con la mano, sino como un símbolo en una pantalla. Como un joven sueco. Así que entrar a punta de pistola a atracar un banco tendrá tanto sentido para ellos como ir al trabajo en coche de caballos para nosotros. Y eso eliminará una de las manifestaciones culturales más presentes en el final del siglo XIX y todo el XX, los atracos. No podrá haber otra La casa de papel, un éxito mundial que volvió a poner a nuestro país en el mapa como cantera para las series y películas de las plataformas. Tampoco podrán los verdaderos atracadores inspirarse en la cultura para organizar sus crímenes.

Como Valerio Viccei, italiano, autor de uno de los tres mayores robos a bancos de la historia, que tenía como máxima aspiración emular a Tony Montana, el mafioso protagonista de Scarface encarnado por Al Pacino.

Perderíamos también los túneles como icono cultural e histórico asociado a los atracos. El segundo mayor robo de la historia ocurrió en el Banco Central de Fortaleza, en Brasil, mediante la excavación de un túnel de setenta y ocho metros de longitud. Donde al parecer participaron personas con grandes conocimientos de ingeniería que supieron emplear tecnología de geolocalización para dar con el punto exacto de la cámara bancaria subterránea. La policía encontró a algunos de los atracadores, pero en lugar de detenerlos optó por secuestrarlos pidiendo rescate por ellos a sus familias. Así que el dinero, en vez de recuperarse, cambió de manos. Una docuserie del pasado año, 3 tonelada$, lo cuenta, pero no ha cosechado mejores críticas que la película Assalto ao Banco Central de 2011, sobre el mismo asunto.

De hecho puede que los robos físicos de bancos sean algo a considerar como cosa del pasado. Con el mayor de la historia como su último hito en 2003. Lo llevó a cabo la familia Sadam Hussein un día antes de que Estados Unidos y sus aliados entráramos en Irak a sangre y fuego para buscar armas de destrucción masiva. Al parecer no había, y se esfumaron también mil millones de dólares, sacados del banco central en tres tráilers. Parte de los billetes, robados, estaban escondidos tras las paredes de un palacio iraquí. Hubo cierto mangoneo por la soldadesca estadounidense, que perdieron algunos más, su ejército lo admitió, pero solo era otro abuso más, y ya.

O privacidad, o tecnología

El euro digital, y todas las divisas análogas, aumentarán el poder de los Estados y de Hacienda. Solo los hackers serán ladrones de bancos. Para tener aplicaciones gratuitas tendremos que seguir entregando nuestros datos, y aún más cuando las IA de escritorio se popularicen. Vivimos en la sociedad más tecnológica de toda la historia. Este es el precio. Próxima parada, su cartera.


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3 Comments

  1. Gracias Martín Sacristán. De nuevo un excelente artículo que he disfrutado mucho leyendo. Siempre, o casi siempre, consigue interesarme con algún tema del que apenas había oído hablar. Me hace reconsiderar mi auto imagen de ciudadano informado

    • Martín Sacristán

      Gracias a ti, Luis. Comentarios como el tuyo me ayudan a saber que estoy enfocando bien, y sobre todo haciendo llegar temas técnicos a ciudadanos de a pie, que es mi principal objetivo. Me has alegrado el día.

  2. Javier

    Solución:compra bitcoin

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