Este artículo se encuentra disponible en papel en nuestra trimestral nº 40 «El arte del engaño».
Cuentan que John Huston y Gregory Peck se refugiaban entre estas paredes tras las sesiones de rodaje de Moby Dick en la playa de Las Canteras. También que Agatha Christie tramó en este lugar algunos de sus argumentos más interesantes. Las estancias de este establecimiento conservan en su memoria centenaria el humo desprendido por los puros de Winston Churchill, el contoneo de las caderas de Ava Gardner y el eco de la voz de Maria Callas. Si las paredes de sus doscientas cuatro habitaciones hablaran, contarían las historias de la alta sociedad y de las innumerables celebridades, intelectuales y mecenas que se alojaron entre ellas en una época dorada a la que podemos viajar cuando dormimos aquí, en el hotel Santa Catalina de Las Palmas de Gran Canaria.
El emblemático hotel Santa Catalina se ideó y se construyó con pasión. Ubicado en la zona residencial Ciudad Jardín, en el mismo centro del hermoso Parque Doramas, el establecimiento se convirtió en un punto de referencia para viajeros internacionales, especialmente en los años cincuenta y sesenta. Frente a la sacralización de la memoria, que aísla el recuerdo hasta convertirlo en inservible, este complejo hotelero genera debate y abre interrogantes nuevos para cada público. Sus lugares (algunos amplios, otros minúsculos) forman parte de una cadena de escenas que, en principio, no tienen significado: se lo da el visitante, observando las instalaciones del hotel, indagando en qué pasó allí durante aquella edad dorada, a mediados del siglo xx, de la que todavía es testigo.
El establecimiento fue adquirido por el Ayuntamiento en 1923 y en 1951 se inauguró el nuevo edificio diseñado por el arquitecto grancanario Miguel Martín-Fernández de la Torre, que decoró y finalizó su hermano Néstor. Actualmente, forma parte del Patrimonio Arquitectónico y Cultural de la capital canaria y se erige, tal vez, como el ejemplo más significativo del movimiento arquitectónico regionalista del siglo XX, con vigencia en el siglo XXI.
Santa Catalina podría considerarse una obra de arte en sí misma, pero también contiene piezas valiosas que contribuyen a su ambiente. Rinde homenaje a sus raíces canarias exhibiendo un espectacular conjunto de piezas murales, obra del pintor Fernando Álamo, Premio Canarias de las Bellas Artes 2014. La obra actúa como transición entre la zona clásica del hotel y la nueva terraza cubierta con vistas al parque.
La arquitectura produce lugares en donde nos abandonamos a las sensaciones: yacer tomando el sol, deleitarse con el contacto y la frescura de la hierba o disfrutar en compañía alrededor de una piscina… Reconocido internacionalmente como mejor hotel cultural e histórico de lujo de Europa en los World Luxury Hotel Awards 2019, el hotel Santa Catalina cuenta con un ecosistema propio, un paisaje de arquitecturas que ha ido transformando para albergar espacios de relajación y deleite para sus clientes.
