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‘El misterio de Glass Onion’: Elon Musk y el efecto Mandela

Puñales por la espalda El misterio de Glass Onion
Puñales por la espalda: El misterio de Glass Onion.

¿A quién no le gusta un buen asesinato? En ficción, se entiende. Esas historias que son, como dijo Winston Churchill (y sí, esta vez la frase sí que es suya), «un acertijo dentro de un misterio envuelto en un enigma». Es cierto que con tan pintoresca descripción el bueno de Winston se refería a Rusia, pero no me negarán que bien podría servir para describir a todos los buenos murder mysteries, e incluso a algunos de los malos. La fórmula, fijada en piedra hace ya más de un siglo por Agatha Christie, es ya un clásico: un grupo de sospechosos, una localización más o menos aislada, una muerte repentina y una mente brillante y retorcida moviendo los hilos en la sombra. Todo tal y como manda la tradición.

Pero si algo ha demostrado Rian Johnson es que sabe darle la vuelta a las tradiciones. El cineasta ya había trasladado los códigos del noir a un instituto en Brick (2005), y había hecho de la desacralización de los mitos el centro temático de su monumental Los últimos Jedi (2017). En 2019, abordó la primera entrega de Puñales por la espalda con el mismo espíritu juguetón, combinando la reverencia a un género con el ánimo de hacer algo ligeramente distinto a lo anterior. Su detective, Benoit Blanc (Daniel Craig), bebía claramente de Hercule Poirot, y de otros ilustres sabuesos francófonos que vinieron antes que él, como Auguste Dupin. Pero la película era un artefacto rabiosamente posmoderno, como delataban claramente su ritmo, su autoconsciencia y su ojo avizor para radiografiar el presente, con el racismo y el clasismo de la era Trump en el punto de mira.

El misterio de Glass Onion no solo mantiene intacta aquella mordacidad, sino que sube aún más las apuestas. Por un lado, su apariencia sigue siendo la de un misterio tradicional trasladado a un contexto pop. Pero para apreciar el último juguete de Johnson en toda su magnificencia es necesario adentrarse en sus resortes y mecanismos y, por tanto (nos perdonará el lector), en algunas cuestiones que atañen a la resolución del whodunit final.

(A partir de aquí, SPOILERS)

Porque la cebolla de cristal que da al film su pintoresco título no es ni más ni menos que lo que parece: un enorme globo transparente, compuesto por capas de vidrio que se superponen para tapar un centro vacío, hueco. La película le da la vuelta a la sempiterna idea del cerebro maligno para gritar a los cuatro vientos que el emperador va desnudo: que el niñato millonario al que todos alaban como genio disruptor no es más que un idiota, incapaz de tener ideas propias y condenado por tanto a robárselas a los demás. Que el gran CEO visionario que coloca un coche en un lugar sin carreteras (ya sea la azotea de una mansión o la órbita terrestre) es rematadamente tonto; y que si está a punto de salirse con la suya es precisamente gracias a su incapacidad intelectual, que cualquier persona medio cabal podría confundir con maquiavélica brillantez porque ¿quién podría ser tan imbécil? El enigma, el misterio y el acertijo de Churchill al servicio de la estupidez humana. La reciente debacle de Twitter, en suma, dramatizada por Rian Johnson para usted con cristalina presciencia.

En el centro de todo el dispositivo aparece un efecto Mandela. Se conoce con este nombre al fenómeno según el cual una gran cantidad de personas comparten el recuerdo falso de algo que nunca sucedió, generalmente enmascarando otro suceso muy parecido. Como la idea de que la letra de «We Are the Champions» de Queen acaba con un «… of the world»; que el muñequito del Monopoly lleva monóculo; o que la película 2001, odisea en el espacio de Kubrick acaba con Dave Bowman pronunciando la frase «Oh, Dios mío, está lleno de estrellas». La memoria es dúctil, y basta con un agente manipulador externo para que uno esté convencido de haber visto cosas que nunca sucedieron. Como (por ejemplo) a un pobre desafortunado tomando por error el vaso con veneno que iba destinado a otra persona. Suerte que Benoit Blanc no se deja engañar por el efecto Mandela, y sabe que la frase del astronauta Bowman era en realidad de la secuela 2010: Odisea dos.

Como gran cineasta que es, Johnson filma todo esto de forma acorde con lo que quiere contar. Por eso pasea su cámara tras un sinfín de cristales y superficies transparentes; por eso retrata a los tontos como listos mientras los listos se disfrazan de tontos. Y juega con los puntos de vista, regresando una y otra vez a los momentos clave de la historia en una sucesión de flashbacks dentro de flashbacks, convirtiendo la propia estructura del film en una colección de capas que se superponen. Pero, a pesar del espíritu trilero que por fuerza esconden siempre este tipo de narraciones, aquí el autor hace gala de una honestidad atípica, mostrando abiertamente y sin trampas el gesto criminal (la entrega del vaso con la bebida mortal) para luego deformarlo intencionadamente cuando el asesino trate de manipular los recuerdos de los testigos, pero también los del espectador. Las herramientas del cine al servicio del relato de misterio; el relato de misterio al servicio de la sátira sociopolítica. Capas de una cebolla de cristal tan simple o tan compleja como el uso que decida darle su creador.

Puñales por la espalda El misterio de Glass Onion
Puñales por la espalda El misterio de Glass Onion

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6 Comments

  1. We Are The champions si acaba con of the World. Un ejemplo más acertado sería el «Toca la otra vez, Sam»

    • Unicamente en sus versiones en directo. En la original del disco «News of the World» el estribillo queda colgando.

  2. Turner

    Pues a mi no me ha gustado. Me ha parecido pretenciosa y vacía. Mucho mejor la primera de la serie.

  3. Filemon Pi

    Es que ahora los articulos son de pago? Porque ultimamente solo me aparecen como a la mitad

  4. Puro tardeo

    Excelente. Para una siesta dilatada. Nada, absolutamente nada de ella, te distraerá de ese quehacer.

  5. pacocho

    como la otra y la pestilente de los jedi, hueca, con espejitos y oropeles para tapar un guion sujeto con imperdibles… justo lo que una «murder mistery» no puede tener. Y eso por no hablar de que tenemos que ver como nos venden que la forma de «vengarse» de «elon musk» es incinerar la gioconda y todos encantados. Esperemos que no le dejen a este esperpento dirigir nada mas. Que mal esta el mundo del cine si esta bosta es el estreno estrella

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